Comprobación objetiva al alcance de todos.

Los cristianos sostienen que Jesucristo está vivo y entre nosotros.

Y lo saben por la fe y por los encuentros que tienen con sus gracias a través de la vida.

Pero esto no es suficiente para los no creyentes, que exigen pruebas físicas de que está entre nosotros.

Y las pruebas existen y han convertido a muchos incrédulos.

Aunque a otros, no porque si creyeran tendrían que cambiar de vida, y eso les resulta penoso, porque se sienten cómodos con sus pecados.

Aquí hablaremos sobre las pruebas físicas, objetivas, que ha dejado Jesucristo, para indicar que Él está entre nosotros.

Y sobre el final te presentamos 3 devociones, al respecto, que son de mucho fruto.

Los cristianos tenemos evidencias personales de la presencia de Jesucristo en nuestras vidas.

Centenares de peticiones contestadas, incluso respondidas antes que hubiéramos formalizado el pedido, la paz que nos trae su invocación, la seguridad ante peligros que se nos presentan, su providencia en general, etc.

Pero ¿hay algún elemento objetivo de la presencia de Jesucristo en la Tierra, que pueda ser reconocido hasta por los no creyentes?

Si, hay uno, que es la presencia de su sangre entre nosotros.

¿Y cómo está presente?

Como católicos, creemos en la Presencia Real, mediante la cual Jesucristo se hace literalmente presente en una hostia consagrada a través de la transubstanciación.

Que viene de lo prometido por Jesús en la última cena y que recoge Juan 6: 53,

«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. 

Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.»

Pero muchos cristianos no aceptan la transubstanciación, la mayoría de los protestantes.

Y ven como un gesto simbólico el comer la hostia consagrada y beber el vino consagrado. 

E incluso algunos sacerdotes a través de la historia, han sido intensamente escépticos, de la doctrina católica de la Presencia Real. 

Porque el vino y la hostia permanecen incambiados a la vista de todos, luego de la consagración por un sacerdote debidamente ordenado.

Sin embargo, a lo largo de los siglos ha habido muchos informes y relatos de que la hostia consagrada se convirtió milagrosamente en carne y sangre física, como respuesta. 

Son los que llamamos milagros eucarísticos. 

Y cuando se realizaron estudios sobre estas hostias milagrosas sangrantes, se hizo un descubrimiento asombroso: se encontró el mismo tipo de sangre cada vez, el tipo AB positivo.

El primer evento registrado de una hostia consagrada que milagrosamente se convirtió en carne y sangre, se remonta al siglo VIII en la ciudad de Lanciano, Italia. 

Es llamado el Milagro de Lanciano.

Un monje era escéptico sobre la Presencia Real y la transubstanciación. 

Y en una oportunidad cuando celebró la Misa y dijo las Palabras de Consagración con duda en su alma y en su corazón, vio ante sus ojos que la Hostia se transformaba en carne viva y el vino se transformaba en sangre coagulada.

Se realizaron varios estudios científicos sobre estas reliquias que se habían conservado perfectamente a lo largo de los siglos. 

El último fue en 1981, donde el profesor Odoardo Linoli utilizó los instrumentos científicos más modernos disponibles.

Los análisis, realizados con absoluto rigor científico y documentados por una serie de fotografías al microscopio, dieron los siguientes resultados:

La carne es verdadera carne.

La sangre es verdadera sangre.

La carne y la sangre pertenecen a la especie humana.

La carne está constituida por el tejido muscular del corazón. 

En la carne están presentes, en secciones, el miocardio, el endocardio, el nervio vago y el ventrículo cardiaco izquierdo.

La carne es un corazón completo en su estructura esencial.

La carne y la sangre tienen el mismo grupo sanguíneo AB positivo.

La conservación de la carne y de la sangre, dejadas al estado natural por espacio de doce siglos y expuestas a la acción de agentes atmosféricos y biológicos, es de por sí ya un fenómeno extraordinario.

Otro hecho milagroso ocurrió en 1996, cuando una mujer en Buenos Aires, Argentina, encontró una hostia profanada en un candelabro en su iglesia parroquial. 

Y el sacerdote puso la hostia en un vaso con agua para disolverla, según la Ley Canónica. 

Y un tiempo después, cuando el sacerdote fue a verificar el estado del vaso con agua y la hostia adentro, observó que la hostia se había convertido en carne y sangre. 

En ese momento, Jorge Mario Bergoglio, era el obispo de Buenos Aires, que luego llegaría al pontificado adoptando el nombre de Francisco.

Tres años después del suceso, el obispo auxiliar Bergoglio llamó al científico Ricardo Castañón para que hiciera un estudio y éste envió la hostia al mayor experto en cardiología y patología forense, el Dr. Frederic Zugibe, en los Estados Unidos. 

Los resultados fueron los mismos que en Lanciano: tejido cardíaco humano con el tipo de sangre AB positivo. 

Pero a esta altura un escéptico puede decir que no necesariamente esa sangre sería la de Jesús.

Pero las pruebas adicionales de trazas de sangre en la Sábana Santa de Turín junto con las del Santo Sudario de Oviedo, que es la tela envuelta alrededor del rostro de Cristo poco después de su muerte, también demostraron ser del tipo de sangre AB positivo. 

O sea que el cruce de información entre la sangre de los milagros eucarísticos y de la telas mortuorias de Jesús, Sabana Santa de Turín y Sudario de Oviedo, deja poco espacio como para no reconocer que es Jesucristo, que se está manifestando a través de su sangre.

Su sangre nos está hablando diciendo «soy yo, estoy aquí, compruébenlo».

Además hay una serie de lacrimaciones de sangre de imágenes que mostraron el tipo de sangre AB positivo.

Las dos más referidas son una imagen de la Virgen María que derramó lágrimas de sangre en Siracusa, lo cual desde el punto de vista teológico es correcto que Jesucristo se manifieste a través de Su Madre.

Y también hay una imagen de la Santa Faz que vertió lágrimas de sangre en Benín en 1995.

El tipo de sangre AB positivo es el receptor universal de las transfusiones de sangre, debido a que la persona que lo tiene puede recibir sangre de cualquier tipo. 

Lo cual para el caso de Cristo es tremendamente simbólico.

Además los estudios de ADN realizados en todas estas reliquias muestran que se trata de un hombre, que habría vivido en oriente medio, y posiblemente judío.

Y el tejido cardíaco muestra que se trata de un hombre que había sido muy maltratado.

Todo esto apunta a un sólo lugar, que la sangre es el vehículo que Jesucristo nos dejó para mostrar su presencia objetiva.

Y es por eso que muchos místicos y santos fueron devotos de la Preciosa Sangre de Cristo.

Tal vez el que más sobresale es San Gaspar del Búfalo, que en el 1800 fundó la Congregación de la Preciosa Sangre.

Y una de las devociones más interesantes es la de la Sangre que Cristo perdió en su camino al Calvario.

Santa Isabel de Hungría, Santa Matilde y Santa Brígida preguntaron al Señor cuánta sangre había perdido durante su pasión.

Y Nuestro Señor reveló que había perdido 28,430 gotas de sangre.

Y dictó una devoción. 

«A todo creyente que recite durante 3 años, cada día, dos Padrenuestros, dos Avemarías y dos Glorias, en honor a las gotas de sangre que perdí, le concederé las cinco gracias siguientes:

1 La indulgencia plenaria y remisión de sus pecados.

2 Estará libre de las penas del Purgatorio.

3 Si muriera antes de completar los 3 años señalados, para él será igual que si los hubiera completado.

4 A la hora de su muerte, será como si hubiese derramado toda su sangre por la santa fe.

5 Yo mismo descenderé del cielo a llevar su alma y la de sus familiares, hasta la cuarta generación».

Y antiguas estampitas de 1898, muestran cómo esta revelación está aprobada por el Papa León XIII el 5 de abril de 1890.

También hay oraciones para ofrecer la preciosa sangre, una es,  

«Padre eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de Jesucristo, en reparación por mis pecados, en súplica por las almas santas del Purgatorio, por las necesidades de la Santa Iglesia y especialmente por el alma de (y ahí se dice el nombre)» 

Y también hay una ofrenda mariana,

«Inmaculado Corazón de María, ofrece al Padre Eterno la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, por la conversión de los pecadores, especialmente por (y se dice el nombre)».

Bueno hasta aquí lo que queríamos señalar de que Jesús nos dejó su sangre como señal objetiva de su presencia para el mundo.

Se manifiesta con su sangre en los milagros eucarísticos, en las reliquias de la Sábana Santa y el Santo Sudario, y también en otros hechos.

De ahí la importancia de las devociones a Su preciosa sangre.

Y me gustaría preguntarte si conoces alguna otra devoción a la sangre de Cristo.

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