El resultado de la investigación ordenada por Pablo VI contado por el investigador.
Hay pruebas de que distintas logias masónicas tuvieron la estrategia de infiltrar a la Iglesia Católica, porque consideraban que era su mayor obstáculo.
El objetivo era encaramarse en los puestos más altos del Vaticano y hasta soñaron con que fuera nombrado un Papa de ellos.
¿Pero hasta qué punto dio frutos esa estrategia? ¿Lograron poner a su gente en los puestos más altos del Vaticano? ¿Cómo reaccionaron los sucesivos Papas?
En el año 2022 el padre Charles Murr relató en un libro la delicada y arriesgada tarea asignada al Cardenal Edouard Gagnon por Pablo VI, de investigar la infiltración masónica en la curia vaticana.
Aquí hablaremos sobre los resultados que arrojó esta investigación, cuanta infiltración encontró entre los prelados de primer nivel, cuales eran los masones principales ocultos, y que hicieron Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II al respecto, hasta la muerte del Cardenal Gagnon.
El padre Charles Murr era amigo íntimo y asistente del cardenal Edouard Gagnon, uno de los prelados verdaderamente ortodoxos del siglo XX.
Y publicó el libro «Asesinato en Grado 33», sobre la investigación de la masonería dentro del Vaticano, realizada por el arzobispo Edouard Gagnon durante los años 1970.
El Papa Pablo VI le pidió a Gagnon que investigara la masonería dentro de la Iglesia.
Gagnon lo hizo durante tres años y elaboró un informe que nunca se hizo público, pero que causó revuelo, y hasta está relacionado con la muerte de Juan Pablo I.
El Padre Murr dice que fue el Padre Malaquías Martin quien le animó a escribir el libro.
Habían cenado juntos varias veces en Nueva York, Murr le contó sobre la investigación del arzobispo Gagnon, porque había sido su asistente, y Martin le dijo que si no lo escribía, él lo haría.
Después de lo cual sintió que tenía la obligación de aportar lo que sabía a los anales de la crisis de la Iglesia.
Todo comienza con la famosa alocución de Pablo VI en 1972,
“Tenemos la impresión de que a través de algunas grietas ha entrado el humo de satanás en el templo de Dios.
Pensábamos que después del Concilio habría amanecido un día de sol para la historia de la Iglesia.
Lo que amaneció, en cambio, fue un día de nubes y tormentas, de oscuridad y de incertidumbres”.
Pablo VI tenía sospechas preocupantes sobre la naturaleza real del «humo» satánico.
Y dos años después, el cardenal Dino Staffa, Prefecto de la Signatura Apostólica, y el cardenal Silvio Oddi, le presentaron documentación que acusaba de masones activos a dos miembros de alto rango de la Curia, el cardenal Sebastiano Baggio y el obispo Annibale Bugnini.
Baggio era el encargado de nombrar a todos los obispos del mundo y Bugnini el artífice de la nueva misa, luego del Concilio Vaticano II.
Oddi y Staffa pidieron al Papa que no recurriera a su secretario de Estado, el cardenal Jean Villot, para abordar el asunto, porque había luchado con uñas y dientes para que Baggio, uno de sus amigos más cercanos y aliado político, fuera nombrado Prefecto de la Congregación para los Obispos.
Por lo tantola verificación de los documentos presentados le fue confiada al vicesecretario de Estado del Vaticano, el cardenal Giovanni Benelli.
Entonces Benelli, con la ayuda del Cardenal Mario Marini, investigaron e informaron al Papa, que aunque Baggio y Bugnini eran pesos pesados en el escándalo, eran sólo la punta del iceberg.
Y ante un Papa dubitativo, Benelli sugirió una visita canónica a toda la Curia Romana.
Y el Papa nombró al intachable arzobispo Edouard Gagnon.
Charles Murr, un sacerdote estadounidense y viejo amigo del arzobispo Gagnon, actuó como su asistente
Fue una tarea enorme, en la que sufrieron acosos, amenazas directas, saqueo de sus habitaciones, y robos en su oficina, e incluso amenazas de muerte.
Completar el informe final de Gagnon requirió más de tres años de arduo y solitario trabajo, y dio como resultado un expediente de tres volúmenes.
Sin embargo, a pesar de sus intentos de presentar sus hallazgos exhaustivos a tres pontífices consecutivos, esperando una purificación necesaria del Vaticano, el expediente sigue sin ser publicado, luego de 5 décadas.
El primer obstáculo que tuvo el arzobispo Gagnon fue conseguir una audiencia con Pablo VI para presentarle la evidencia condenatoria y pedirle que actuara.
Tres veces se canceló la reunión, afirmando que el Papa estaba «indispuesto».
Apenas dos meses antes había sido asesinado Aldo Moro, ex primer ministro de Italia.
Y esto hirió profundamente a su amigo más cercano, el Papa Pablo VI.
Tan afectado quedó el papa con el secuestro, que se había ofrecido a los secuestradores a cambio de Moro.
Y finalmente, el 16 de mayo de 1978, el deprimido y envejecido Pablo VI vería la evidencia condenatoria.
Respecto al Arzobispo Bugnini el Papa dijo que era cierto y por eso decidió enviarlo como Nuncio a Irán.
Pero la misa que creó el masón Bugnini nunca se revisó hasta ahora.
Luego el Papa preguntó cuál, entre los enumerados como masones, consideraba Gagnon como el peligro más urgente para la Iglesia.
Y Gagnon le dijo que la preocupación era el Cardenal Baggio, que había nombrado a todos los obispos del mundo desde 1972, y lo seguiría haciendo luego hasta 1984.
Y cuenta Murr que Pablo VI respondió, “querido hermano, tienes ante ti a un hombre viejo y cansado… que se encuentra en el umbral de la muerte y se prepara para encontrarse con su Creador”.
Entonces le dijo que guardara el informe y lo presentara al próximo Papa.
Gagnon insistió que un masón nombra a nuestros obispos, el Banco del Vaticano está al borde del colapso, el rector de la Universidad Lateranense blanquea millones a través de él, el secretario de Estado es su mayor adversario.
Pero el Papa estaba ya demasiado agotado para tomar las medidas necesarias para purificar a la Iglesia.
Fue así que a la muerte de Pablo VI asumió Juan Pablo I como pontífice y el cardenal Gagnon se reunió con él tres días antes de su muerte.
Y decidió iniciar una investigación sobre hasta qué punto se había infiltrado la masonería en la Iglesia.
Y paralelamente el Papa había pedido al cardenal Benelli que fuera su secretario de Estado.
Benelli estuvo de acuerdo, con la condición de que despidiera personalmente al cardenal Baggio.
La reunión entre Baggio y Juan Pablo I tuvo lugar por la tarde, algo insólito en el Vaticano.
Y los guardias suizos apostados afuera de la puerta testificaron haber escuchado a Baggio gritarle al Papa durante la entrevista.
Baggio fue la última persona que vio a Juan Pablo I con vida, porque murió esa noche.
Luego Gagnon presentó el informe a Juan Pablo II, pero su nueva estrategia de viajes constantes conspiró para que tomara alguna decisión al respecto.
Pero con el atentado en 1981 experimentó de primera mano los peligros reales que lo rodeaban y entonces invitó a Gagnon a trabajar para él en Roma.
Gagnon ayudó a Juan Pablo II a dar un giro a su pontificado y empezar a abordar la corrupción en el Vaticano.
Pero aun así continuó manteniendo a Baggio en el Vaticano durante otros dos años más como Prefecto de los Obispos, incluso sabiendo que era masón.
Es que el poder que había acumulado Baggio, nombrando a todos los obispos del mundo desde 1972 a 1984, era enorme.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar, sobre el relato de primera mano de un sacerdote que investigó la infiltración de la masonería en el vértice de la Iglesia, y cómo diferentes sucesos conspiraron para que la limpieza no se hiciera en tiempo y forma, dando lugar a los vientos de apostasía que llegan desde el Vaticano.
Y me gustaría preguntarte si crees que esa infiltración relatada sigue aún activa o fue destruida silenciosamente a través de los años.
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