Cómo hacer para rezar el Rosario con más frutos.

Benedicto XVI tuvo su pontificado luego de un gigante de la devoción mariana como Juan Pablo II.

Y por eso la devoción mariana de Benedicto XVI parece empequeñecida.

Y lo es más, porque la transmitió con el espíritu alemán, poco demostrativo y no expansivo, como puede ser el espíritu latino o polaco.

Pero la devoción de Benedicto XVI a la Santísima Virgen fue grande, en sus visitas a otros lugares solía regalar una imagen de la Virgen María.  

Y lo que más se destaca de su devoción a María es su profundidad doctrinal, las argumentaciones que realizó, y las recomendaciones que nos dejó para considerar a María y sobre cómo rezar el Santo Rosario.

Aquí hablaremos sobre cuáles fueron las bases de la devoción mariana de Benedicto XVI y las jugosas recomendaciones que nos dejó sobre cómo rezar el Rosario.

Al día siguiente de su elección como Papa, Benedicto XVI se dirigió a los cardenales haciendo una promesa incondicional de fidelidad al servicio de Jesucristo y de su Iglesia. 

Dijo que para sostenerse en esta promesa, invocaba la maternal intercesión de María Santísima, en cuyas manos ponía el presente y el futuro de su persona y de la Iglesia.

De modo que para su espíritu alemán, no conocido por las efusiones de una devoción mariana típicamente latinas, María ofreció a Benedicto XVI la cercanía de una madre, y la expresión de la cercanía de Dios.

El Cardenal Ratzinger veía en María un remedio y una pedagogía, «María debe ser más que nunca la pedagogía, para anunciar el Evangelio a los hombres de hoy», le dijo al periodista católico Vittorio Messori en 1985.

Dijo que hay que volver a María para redescubrir la verdad sobre Jesucristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre la persona humana. 

Y agregó que, «Si el lugar ocupado por María ha sido siempre esencial para el equilibrio de la fe, hoy es urgente, como en pocas otras épocas de la historia de la Iglesia, redescubrir ese lugar».

Le reveló a su biógrafo Peter Seewald que María es la figura pura de la humanidad y de la Iglesia, y esto a pesar de la poca información sobre ella en las Escrituras.

Y fue un paso más allá, diciendo que Ella expresa los sentimientos más íntimos del cristianismo, y por medio de Ella se puede tener una experiencia del cristianismo como la religión de la confianza y de la certeza. 

A través de la Santísima Madre las personas encuentran a Dios, y de este modo, la religión ya no es una carga sino una ayuda para afrontar la vida. 

Y por eso siempre ha sido la Madre Santísima que llegó a las personas en territorios de misión y les hizo accesible a Cristo.

Por ejemplo, en México, al principio no podía florecer la obra misionera, hasta que ocurrió el fenómeno de Guadalupe, y Ella les hizo llegar a Su hijo a los indígenas.

Pero aún antes, María, a la vez niña judía y madre del Mesías, unió de manera viva e indisoluble al antiguo y al nuevo Pueblo de Dios, Israel y cristianismo, sinagoga e Iglesia.

María es el antídoto contra la fe como abstracción y el antídoto contra la Iglesia como mera organización, partido y grupo de presión humano.

María proyecta a su vez una luz sobre lo que el Creador quiso para la mujer en todos los tiempos, por su virginidad y maternidad, que nos llevan al misterio de la mujer.

De modo que María une en su persona los misterios más importantes de la fe.

María también hace un llamamiento alentador a quienes dudan en entregarse plenamente a su vocación en la vida.

Se vuelve hacia nosotros diciendo, tengan valor de atreverse con Dios, inténtenlo, no tengan miedo, encomiéndense a Dios, y verán que su vida se hará amplia y ligera, llena de infinitas sorpresas, porque la infinita bondad de Dios nunca se agota.

Y esta es la función de las apariciones para Ratzinger.

Las apariciones marianas auténticas nos devuelven a las cosas simples y esenciales, que tan fácilmente nos inclinamos a pasar por alto.

Como sugirió en Fátima, todo es cuestión de fe, esperanza y amor.

Es a través de la fe, la esperanza y el amor que nos lleva a la conversión.

Y los famosos secretos de Fátima apuntan en la misma dirección, la conversión y el arrepentimiento.

Benedicto XVI definió al Rosario como el medio dado por la Virgen para contemplar a Jesús y meditar sobre su vida, para amarlo y seguirlo más fielmente.

Dijo que en la Edad Media las oraciones normales eran los salmos, pero en ese tiempo mucha gente no sabía leer, lo que les impedía participar de la lectura de los salmos bíblicos. 

Por eso entregó un salterio, compuesto por oraciones a Ella donde recorre los misterios de la vida de Jesucristo, conectados por cuentas en un collar.

Aquella gente tenía que trabajar duro y al orar no podían emprender grandes esfuerzos intelectuales. 

Y necesitaban una oración que los calmara, que los distrajera, que los liberara de sus preocupaciones y les mostrara el consuelo redentor de Dios.

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Y ese Rosario sigue vigente, Benedicto XVI lo defendió diciendo que no es una práctica piadosa del pasado, sino al contrario, el Rosario está experimentado una nueva primavera.

Es un elocuente signo del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre María.

Dijo que cuando no se recita de forma mecánica o superficial sino profunda, trae paz y reconciliación.

Y es una meditación bíblica que nos hace recorrer los acontecimientos de la vida del Señor, en compañía de la Santísima Virgen María, conservándolos, como Ella, en nuestro corazón.

Sostuvo que el Rosario está completamente entretejido con elementos bíblicos. 

En primer lugar está la enunciación de cada misterio.

Luego se comienza con el Padrenuestro siguiendo la invitación del Señor: «Cuando oréis decid esto…», Lucas 11:2.

Después la primera parte del Avemaría es tomada del Evangelio, y nos permite escuchar cada vez las palabras que dirigió el Ángel a la Virgen, y las palabras de bendición de Su prima Isabel.

Y la segunda parte del Avemaría resuena como la respuesta de los hijos, que no hacen sino expresar su propia adhesión al plan salvífico revelado por Dios.

 Así, el pensamiento de quien ora permanece siempre anclado en la Escritura.

Consideró que en el mundo actual tan dispersivo, el Rosario ayuda a poner a Cristo en el centro como hacía la Virgen.

Y el rezo del Rosario en familia trae crecimiento espiritual bajo la mirada materna de Ella.

A la vez que se reviven los momentos importantes y significativos de la historia de la salvación y se trazan los diversos pasos de la misión de Cristo.

Benedicto XVI aconsejaba a los fieles dejar que la Santísima Virgen los tome de la mano para contemplar el Rostro de Cristo gozoso, luminoso, doloroso y glorioso.

Experimentar personalmente la belleza y la profundidad de esta oración sencilla y accesible a todos.

Recomendaba rezar el Rosario diariamente y usarlo para meditar los misterios de Cristo sintiendo que lo está haciendo junto con María.

Y de esta forma asimilar cada vez más los sentimientos de María y conformarse en la prédica del Señor.

Para un espíritu inquieto, el Rosario permite que el alma se asiente en tranquilidad, decía.

Por eso el Papa asociaba el Rosario con el consuelo y la curación, con un refugio interior, y la certeza de estar envuelto en el ritmo de la oración de toda la Iglesia.

Dijo que cuando se reza de manera auténtica, no mecánica y superficialmente sino profundamente, trae paz y reconciliación. 

Y contiene en sí el poder sanador del Santísimo Nombre de Jesús, invocado con fe y amor en el centro de cada Avemaría.

Dijo que el rosario debe ser considerado como una oración contemplativa. Y esto no puede suceder sin una atmósfera de silencio interior.

Sin embargo, a primera vista, podría parecer una oración que acumula palabras, y por lo tanto difícil de conciliar con el silencio que se recomienda para la meditación y la contemplación. 

Pero esta cadencia de repetición del Avemaría no perturba el silencio interior, sino que lo exige y lo nutre.

La paradoja es que en el Rosario, el silencio aflora a través de las palabras y las oraciones, no como vacío, sino como un sentido último que trasciende las palabras mismas y le habla al corazón.  

Por eso recomendaba que al rezar el Avemaría, debemos tener cuidado de que nuestras voces no «cubran» la voz de Dios, que siempre habla a través del silencio.

Y es la repetición del Avemaría que alivia el alma, y nos traen la figura de María y las imágenes de Cristo, que nos calman y alivian el alma, y nos otorga la visión de Dios.

La repetición es una forma de entrar en un estado de sosiego. 

Donde lo que importa no es tanto seguir con esfuerzo cada cosa racionalmente, sino todo lo contrario, dejarse guiar por la calma de la repetición, por el ritmo. 

Que no son palabras sin sentido, sino que traen a nuestra alma imágenes y visiones de María, y a través de ella, visiones de Jesús.

Recomendó también rezar el rosario con sencillez.

Y eso se comprueba cuando llega la vejez, cuanto más viejos somos, menos esfuerzos intelectuales son posibles, y más se necesita un refugio interior, para sumergirse.

Y es por eso que se comprueba que el amor por el Rosario aumenta a medida que la gente envejece. 

Bueno hasta aquí la impresionante catequesis de Benedicto XVI sobre la Santísima Virgen y sobre el Rosario, y también de sus recomendaciones sobre cómo rezarlo.

Y me gustaría preguntarte qué te gustó más de las cosas que Benedicto XVI pensaba sobre la Virgen María y sobre el Rosario.

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