Las credenciales que muestra San José como Patrono de la Buena Muerte.

La única cosa segura que tenemos todos los seres humanos es que vamos a morir en algún momento.

Y lo peor que podemos hacer es no pensar en ella, no prepararnos para hacer el pasaje.

Le tenemos miedo a la muerte porque pensamos que vamos a sufrir y que va a ser un momento de gran tensión.

Pero no tiene que ser así si nos encomendamos a San José, el Patrono de la Buena Muerte.

Si le pedimos que nos auxilie, él nos irá preparando en esta vida para hacer el pasaje y le irá mostrando a Dios nuestras obras, para obtener esa gracia.

Aquí hablaremos sobre las razones por las que se considera a San José el Patrono de la Buena Muerte, y qué prerrogativas dadas por Dios a San José aseguran que pueda conseguir para nosotros una muerte pacífica y feliz.

Se dice muy poco sobre San José en las páginas de las Sagradas Escrituras.

Tan silenciosa fue su vida, que se fue de este mundo callada y apaciblemente.

Pero hay un gran cuerpo de enseñanzas acerca de este gran Santo en los escritos de los Padres y Doctores de la Iglesia y en la tradición oral de nuestra fe.

Y dentro de ellas, que se le considera el Santo Patrono de la Buena Muerte, porque él mismo la experimentó y logró esa gracia para nosotros.

San Epifanio cree que José murió poco después de cumplir Jesús 12 años, es decir poco después de que sus padres lo hallaron discutiendo con los doctores de la Ley en el Templo. 

Pero la mayoría piensa que José murió poco antes de la vida pública de Jesús, porque María aparece sola en las Bodas de Caná, donde Jesús hizo su primer milagro público y nada se dice de José. 

Y la Virgen no hubiera ido a una boda sin su esposo, lo que indica que José ya había fallecido.

María de Ágreda dice que José llegó hasta la edad de sesenta años, porque a los treinta y tres años se desposó con la Santísima Virgen y vivió con Ella poco más de veintisiete años, y cuando José murió, Ella había cumplido cuarenta y dos años.

¿Y cómo murió José?

José fue elegido muy cuidadosamente por Dios para que custodiara a su Hijo Jesús, y a Su Madre.

José era un predilecto de Dios y por lo tanto el Señor le debió conceder una muerte plácida, recibiendo los cuidados y el cariño personal de su esposa María y de su hijo Jesús.

San Francisco de Sales dice que San José, que tanto había amado en su vida, no podía morir sino de amor, lo mismo que afirma María de Ágreda.

Esta misma mística dice que un tiempo antes de su muerte, María le suplicó a Jesús que asistiera a José en la hora de la muerte.

Y Jesús le contestó que lo asistiría y le asignaría un lugar entre los príncipes de Su pueblo, y que tan alto, que sería la admiración de los ángeles, y que ellos y todos los hombres prorrumpirían en la más alta alabanza. 

Durante nueve días y noches antes de la muerte, San José disfrutó ininterrumpidamente de la compañía y asistencia de María o su divino Hijo. 

Y por mandato del Señor, los santos ángeles proporcionaron música celestial, mezclándola con sus himnos de alabanza, tres veces en cada uno de los nueve días.

Y un día antes de morir, estando totalmente inflamado de amor divino por estas bendiciones, fue envuelto en un éxtasis que duró veinticuatro horas. 

En este éxtasis vio claramente la Esencia divina y todo lo que había creído por la fe: la Divinidad incomprensible, el misterio de la Encarnación y de la Redención, la Iglesia militante con todos sus Sacramentos y misterios, y más.

Además la Santísima Trinidad lo comisionó como mensajero de nuestro Salvador a los santos Patriarcas y Profetas del limbo.

Le ordenó que los preparara para salir del seno de Abraham al descanso y la felicidad eternos, que sucedería luego de la Resurrección de Jesús.

A partir de estas y otras muchas revelaciones fue que San José es considerado el Patrono de la Buena Muerte.

San Alfonso de Ligorio dice que como todos debemos morir, deberíamos tener una devoción especial a San José, para que nos obtenga una muerte feliz. 

Y esto lo justifica en tres razones,

Primero, porque Jesucristo amó a San José no sólo como a un amigo, sino como a un padre, y por eso su mediación es mucho más eficaz que la de cualquier otro Santo. 

Segundo, porque San José ha obtenido un poder especial contra los malos espíritus, que nos tientan con redoblado vigor en la hora de la muerte, por eso se le considera el Terror de los Demonios. 

Y tercero, porque con la asistencia en su muerte por Jesús y María, obtuvo para él el derecho de asegurar una muerte santa y pacífica, también para sus siervos. 

Por eso, si lo invocamos en la hora de la muerte, no sólo nos ayudará, sino que nos obtendrá también la asistencia de Jesús y de María. 

San José murió y su cuerpo fue acompañado por su Hijo Jesús y los parientes, cumpliéndose el ritual establecido por la Ley del pueblo israelita. 

Los funerales fueron humildes, María derramó lágrimas sobre el lecho fúnebre, y Jesús presidió la ceremonia del entierro de su padre en la Tierra. 

Nada dice la tradición del lugar de la sepultura de José, ni del paradero de sus restos mortales.

Algunos creen que después del pasaje feliz y santo de San José, su cuerpo fue sepultado en las estribaciones del Monte de los Olivos en Jerusalén, pero no hay hallazgos arqueológicos al respecto.

Mientras tanto el alma de José fue al seno de Abrahán con los demás justos del Antiguo Testamento, hasta consumada la redención, porque aunque habían expiado la culpa, tenían la naturaleza manchada por el pecado original.

Y hay una corriente constante de pensamiento teológico, que data de los tiempos apostólicos, que le concede a San José muchas de las mismas prerrogativas atribuidas a Nuestra Señora.

La Sierva de Dios, Madre Cecilia Baij, revela que tuvo visiones de que José fue santificado en el seno materno varios meses después de su concepción, o sea liberado de la mancha del pecado original por la gracia de Dios.

Dios permitió que el matrimonio de sus padres, Jacob y Raquel, tuviera dificultades para concebir un hijo, porque deseaba que José fuera un niño obtenido por medio de la súplica en oración.

Ellos otorgaron generosamente limosnas a los pobres y al templo de Jerusalén.

Hicieron muchas peregrinaciones para suplicar a Dios por la descendencia deseada.

Y Dios proporcionó el consuelo en poco tiempo.

Fue en una ocasión en el templo, que la madre de José experimentó una convicción interna de que Dios había escuchado su oración, y de hecho concibió a San José.

La felicidad y la piedad de los padres aumentaron cuando un ángel vino a revelarles hechos secretos sobre este niño.

Les reveló que el niño tendría el feliz privilegio de ver al Mesías prometido y asociarse con Él.

Fue así que en el trascendental momento, la madre de José dio a luz a su hijo con facilidad.

Y otra de las prerrogativas que habría tenido San José es la asunción en cuerpo y alma al cielo cuando su muerte.

Porque, del mismo modo que sucede con María, no hay en la Tierra reliquias suyas de primer orden de su cuerpo.

Si el cuerpo de San José hubiera permanecido en la tierra, ¿sus reliquias no se habrían convertido hace mucho tiempo en objeto de veneración como tantos otros santos?

¿No se mostrarían sus huesos para la edificación de nuestras almas?

San Agustín y otros Padres de la Iglesia afirman que sería impropio que el cuerpo de San José permaneciera en la Tierra hasta la Segunda Venida de Jesucristo.

Y algunos santos, como san Juan XXIII, creían que san José ascendió en cuerpo y alma a los cielos.

Lo mismo que San Pedro Damián, San Bernardino de Siena, San Francisco de Sales, San Alfonso María de Ligorio, la venerable Madre María Jesús de Ágreda y muchos más.

San Francisco de Sales declaró en un sermón, que «San José está en el Cielo en cuerpo y en alma, de eso no hay duda».

Pero además hay revelaciones a videntes sobre su Asunción, su Coronación y su Corredención.

Mary Efren, una religiosa norteamericana, a quien se le apareció Nuestra Señora y San José en 1956, fue informada de las 4 prerrogativas que tuvo San José.

La primera es que José fue limpiado del pecado original al nacer.

La segunda es la Asunción de José a los cielos, de la misma forma que ascendió Nuestra Señora.

La tercera es la coronación de San José en el cielo de la misma forma que la Virgen María.

Y la cuarta es su papel como Corredentor de la misma manera que la Santísima Virgen.

Pero lo importante a retener es que San José, patrono de la Buena Muerte, nos puede acompañar con Jesús y María en el tránsito de nuestra vida a la vida eterna, y hacer que sea apacible. 

Y que encomendándonos a San José en la hora de la muerte, y pidiéndole que nos conceda la paz en el alma y la participación en la vida beatífica del cielo tras dejar la vida mortal, él lo logrará, porque está habilitado por el Señor para eso, debido a las prerrogativas que le otorgó Dios.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar, sobre las razones por las que se considera a San José el Santo Patrono de la Buena Muerte.  

Y me gustaría preguntarte si tu le has rezado a algún santo para que asista para una buena muerte a alguna persona o para ti, o no.

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