Nada te preservará más en los tiempos finales que el ayuno.   

Hemos entrado en el período de purificación de la humanidad que nos conducirá a una era de paz.

Y debemos purificarnos a nosotros para poder entrar a ese nuevo período histórico.

Pero además colaborar con el plan de Dios haciendo sacrificios por la conversión de los pecadores, para lograr que este período sea lo más pacífico posible.

Y el sacrificio por excelencia es el ayuno.

Aquí hablaremos sobre dónde reside el poder sobrenatural del ayuno, que es lo que se puede lograr con él y cómo se puede realizar.

Difícilmente nos encontremos con un católico despierto que no esté convencido que hemos entrado en la tribulación del fin de los tiempos.

Un tiempo de batalla decisiva contra el maligno, en que Dios le está quitando el poder que tuvo por siglos, sobre la tierra y sus habitantes.

Y en el que él se está resistiendo llevando al mundo al caos, a la destrucción y a la guerra.

Un tiempo que nos plantea de qué lado vamos a estar realmente, no en las palabras sino en los hechos.

Cómo vamos a tener la entereza para resistir las tensiones que se generarán y que vamos a hacer para colaborar con el plan de Dios.

Y para eso debemos comenzar haciendo una mea culpa por haber aguado nuestra religión, haber tolerado la apostasía y no habernos sacrificado realmente por la conversión de los pecadores.

Porque el mundo ha llegado a la situación calamitosa actual porque los buenos no se han sacrificado por la conversión de los pecadores.

Nos hemos debilitado para luchar contra el pecado por atarnos a nuestras auto indulgencias.

Es lo que Santo Tomás de Aquino llama el vicio de afeminamiento, que es la falta de voluntad para dejar de lado el placer para perseguir lo difícil y necesario.

En el pasado, los hombres estaban acostumbrados a una vida más dura. Todo era más difícil.  

Simplemente considera que había que ir a un pozo para sacar toda el agua que se necesitaba y llevarla de vuelta a casa en lugar de abrir un grifo. 

O lavar la ropa a mano en lugar de pulsar un botón o recolectar leña para calentarse y cocinar.

Hoy en día estamos demasiado ocupados tratando de entretenernos con música, películas, videojuegos, redes sociales, Internet. 

No estamos abogando por volver a esa vida, sino señalando que la comodidad nos ha debilitado para luchar contra los avances del pecado.

Y hemos perdido un arma que fue fundamental en toda la historia, el ayuno.

Que tiene efectos naturales y sobrenaturales.

Y tiene consecuencias tanto para el que lo practica como para el mundo. 

Hoy necesitamos las dos cosas, por un lado disciplinarnos en la templanza personal, que va a ser fundamental en los tiempos que se aproximan y están corriendo con mucha velocidad.

Y por otro lado, que nuestro ayuno colabore con Dios en esta lucha de purificar el mundo.

Nuestra Señora de la Paz de Medjugorje ha hablado mucho sobre el ayuno.

Ha dicho que el ayuno puede suspender las leyes de la naturaleza.

Que mediante el ayuno se realizará todo el plan que Dios mismo trazó para la salvación del mundo en este tiempo especial. 

Y que traerá el Reino de Dios entre nosotros.

Que es un arma de tal poder que no se compara con la energía atómica, porque el poder atómico no tiene fuerza para vencer a satanás.

En cambio el ayunar obliga a satanás a no poder seducirnos al mal y lo ahuyenta.

Evita que satanás nos venza, porque debe hacerse junto con la fe y la oración. 

El ayuno quizás sea una de las armas más bíblicas que tenemos para combatir el mal.

Primero, recuerda que fue cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido, o sea que no ayunaron, que el pecado original y la concupiscencia entraron en nuestra naturaleza humana, Génesis 3:6

Segundo, cuando Moisés recibió las tablas de la ley, que eran las reglas de la alianza de Dios con el pueblo judío, se quedó con Yahveh durante 40 días y 40 noches sin comer ni beber nada, Éxodo 34.

Este fue el momento crucial para el pueblo de Israel que deambulaba por el desierto y el Señor le propone salir de esto con los 10 Mandamientos.

Tercero, vemos algo similar con Jesús.

Nuestro señor fue llevado al desierto donde ayunó por 40 días y 40 noches previo al comienzo de su ministerio público y el ayuno lo preparó para ello, Mateo 4:1.

Y ahí se materializó el nuevo pacto que Dios selló con la humanidad a través de Su Hijo.

De modo que las dos alianzas de Dios con los seres humanos comenzaron con un ayuno.

Cuarto, cuando la maldad de la ciudad de Nínive había llegado a un punto crucial, Dios envió al profeta Jonás para advertirle que en  «cuarenta días Nínive será destruida», Jonás 3:4.

Los hombres de Nínive creyeron en Jonás y en la palabra de Dios, por lo que «se proclamó un ayuno y todos ellos, grandes y pequeños, se vistieron de cilicio», Jonás 4:2.

Y Dios reaccionó al no llevar a cabo su amenaza contra ellos.

Y es el mismo caso de la Reina Ester, que pidió a los judíos que ayunaran y el Señor la escuchó y salvó al pueblo judío, Ester 4:16.

Al ayunar, podemos demostrar nuestra humildad ante Dios mediante el arrepentimiento de nuestros pecados, pidiendo perdón.

Y como muestra la historia de Nínive y de Ester, Dios acepta fácilmente este acto de contrición.

Pero además, María reveló que nuestras oraciones y sacrificios son realmente eficaces reparaciones, en la que podemos afectar positivamente incluso el destino eterno de una persona.

La oración de intercesión y el ayuno es exactamente el mensaje de Fátima, ella dijo:

«Oren, oren mucho, y hagan sacrificios por los pecadores; muchas almas van al infierno, porque no hay ninguno que se sacrifique y ore por ellos».

El sacrificio cristiano por excelencia es el ayuno.

Nada es imposible para Dios, Él puede cambiar la historia de los seres humanos en un momento.

Jesús lo expresa claro en Mateo 17 cuando les explica a sus apóstoles por qué no pudieron expulsar a un demonio.

Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron en privado:

«¿Por qué nosotros no pudimos echar a ese demonio?

Jesús les dijo: ‘Porque ustedes tienen poca fe.

En verdad les digo, si tuvieran fe, del tamaño de un granito de mostaza, le dirían a este cerro quítate de ahí y ponte más allá, y el cerro obedecería.

Nada sería imposible para ustedes.

Esta clase de demonios sólo se puede expulsar con la oración y el ayuno’».

De modo que el ayuno promete cantidad de gracias tanto para las naciones como para las personas en particular.

A tal punto que la Biblia muestra cómo el ayuno estuvo presente en la modificación del destino de la humanidad.

Y según esta promesa, si ayunáramos más veríamos más respuestas a nuestras oraciones.

El ayuno es como levantar nuestros ojos al cielo y clamar diciendo, no puedo con esto y necesito que tu gloria se manifieste para cambiar mi situación, o si se quiere la situación del mundo.

Y volviendo a las revelaciones sobre el ayuno de la Reina de la Paz de Medjugorje, Ella ha dicho que el ayuno te santifica para recibir el Espíritu Santo. 

Y que purifica nuestro corazón de los pecados de nuestro pasado. 

Que sumado a la oración obtendrá todo lo que pidas, salvo que sea algo ilícito.

Pero que hará más vigorosa la oración y te dará más humildad.

¿Y cómo debe hacerse el ayuno?

Nuestra Señora ha dicho que el mejor ayuno es a pan y agua, y recomienda hacerlo todos los miércoles y viernes.

Y hacerlo con el corazón y con fe en el poder sobrenatural de Dios para hacer nuevas todas las cosas.

Pero también ha dicho que el ayuno que actualmente propone la Iglesia no es adecuado para explotar su potencial, porque no es exigente.

La Iglesia ha flexibilizado sus normas a lo largo de los siglos, especialmente en occidente. 

Hoy permite una laxitud mucho mayor, hasta el punto de que el ayuno es esencialmente inexistente. 

Y lamentablemente, es común que los católicos sucumban a ser minimalistas, porque su objetivo es hacer solo lo que exige la letra de la ley y no hacer un sacrificio mayor.

Por ejemplo, les basta con ayunar los dos días al año que pide la Iglesia -miércoles de ceniza y viernes santo-, y abstenerse de carne los viernes de cuaresma, para sentirse que han cumplido.

Pero este minimalismo se convierte al final en una falta de amor real, de caridad sobrenatural por Dios y las cosas de Dios.

El verdadero amor es la mayor fuerza que puede inducir al hombre al sacrificio.

No debemos tomar el ayuno como una exigencia de la Iglesia, sino como una forma de usar el poder del ayuno para mejorarnos nosotros, e interceder por nuestros familiares y amigos, y el mundo.

Por otro lado, hay gente que siente temor de comenzar a ayunar, piensa que puede debilitarse.

Pero la experiencia es que se trata más de un apego psicológico a la gratificación de la comida, que una realidad física.

Puede comprobarlo animándose a comenzar con pocas horas al día.

Por ejemplo saltearse el desayuno o el almuerzo.

Y luego ir agregando horas hasta hacerlo las 24 horas, o no comer nada desde la cena anterior y romper el ayuno a la cena del día del ayuno.

Bueno, hasta aquí la importancia del ayuno para enfrentar los sucesos del fin de los tiempos que se nos vienen encima con gran velocidad.

Y me gustaría preguntarte si haces ayuno y cómo lo haces.

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