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Nuestra Señora de las Angustias de Murcia, Apareció con una Orden, España (15 sep)

La Virgen de la Angustias es una advocación de la Virgen María, relacionada con los Servitas.

Frecuentemente aparece representada con Jesús muerto sobre su regazo, tras el descendimiento.

Y otras veces con expresión de desconsuelo al pie de la Cruz, sosteniendo sedente la corona de espinas de su hijo.

angustias de murcia

Los Siervos de María se visten con un hábito negro.
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Pues la noche del Viernes Santo de 1240 se les apareció la Virgen vestida con hábito negro.
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Y les ordenó que se adoptara como distintivo de la nueva Orden, para que les sirviese de recordatorio del dolor que ella sufrió en la pasión de su Hijo.

Su imagen es procesionada durante la Semana Santa en numerosas localidades españolas y es la patrona de muchos pueblos.

Nuestra Señora de las Angustias de Murcia desfila la noche de Viernes Santo en la llamada «Procesión de los Servitas», recorriendo a hombros unas calles repletas de fieles que esperan el solemne paso de la Virgen.

El color negro de las túnicas de sus cofrades y penitentes tiñe de luto la primavera murciana desde hace más de doscientos años, constituyendo uno de los desfiles más emotivos de cuantos se celebran en la capital.

Ver Coronilla Servita de los Siete Dolores de María.

 

ORIGEN DE LA ORDEN DE LOS SERVITAS

La Orden de la Virgen María, conocida popularmente con el nombre de Servitas, fue fundada en Florencia en 1233 por siete mercaderes.

Cuyo mayor deseo era lograr la perfección cristiana, insistiendo especialmente en la devoción a la Santísima Virgen.

Se llamaban Buonfiglio dei Monaldi, Giovanni di Buonagiunta, Bartolomeo degli Amidei, Ricovero dei Lippi-Ugguccioni, Benedetto dell´Antella, Gherardino di Sostegno y Alessio de Falconieri.

Decidieron retirarse fuera de la ciudad de Florencia para poder llevar una vida cenobítica y contemplativa.
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Finalmente, se establecieron junto al monte Senario, que distaba alrededor de 18 kilómetros de aquélla ciudad.
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El pueblo florentino, admirado por su vida ejemplar y su ardiente devoción a la Santísima Virgen, los comenzó a llamar “siervos de María”.

Pronto se unió a este reducido grupo algunos laicos piadosos de Florencia, deseosos de imitar su modo de vida.

Fue entonces cuando aquellos antiguos mercaderes decidieron acudir al obispo florentino, Ardingo, para que les permitiera admitir a éstos, constituyéndose de este modo en una nueva institución religiosa.

Obedeciendo lo establecido en el Concilio Lateranense IV, capítulo 13, eligieron la regla de San Agustín con sus correspondientes Constituciones, que eran las premostratenses, a través de la reciente redacción de los dominicos entre los años 1239 y 1241.

A partir de 1250 la nueva organización religiosa atenuó su carácter eremítico, acentuando el cenobítico y apostólico.

Recibe el primer reconocimiento pontificio del papa Urbano IV en 1263, renovado por Clemente IV en 1265.

Bajo el pontificado de Gregorio X, en el Concilio de Lyon (1274) se redactó la decretal “Religionum diversitate”, limitando el número de las Ordenes mendicantes.

Con este documento peligraba la existencia de la Orden de los Servitas. S. Felipe Benizi, general de la Orden, salió en su defensa, logrando que, en 1290, se concediese un nuevo reconocimiento pontificio.

La aprobación definitiva fue de Benedicto XI a través de la bula “Dum levamus”, de 11 de febrero de 1304.

virgen angustias de murcia 

 

LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN DE LOS DOLORES

Desde su fundación, la característica principal de la Orden fue la devoción a la Virgen.
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Especialmente en la consideración de sus sufrimientos al pie de la cruz de Cristo, siendo sus miembros los que más han contribuido a su difusión.
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Esta devoción tiene una base sólida en el Evangelio, partiendo de la contemplación y la meditación de la Pasión de Cristo.

Pero sólo hacia finales del siglo XI es cuando comienza a afirmarse de un modo más concreto.

Este espontáneo movimiento devocional encuentra su mayor apoyo por parte de los Siervos de María.

Se visten con un hábito negro pues, según lo narra la Legenda de origine Ordinis Servorum, la noche del Viernes Santo de 1240 se les apareció la Virgen vestida con hábito negro.

Ordenándoles que se adoptara como distintivo de la nueva Orden, para que les sirviese de recordatorio del dolor que ella sufrió en la pasión de su Hijo.

A partir del siglo XIII comienza a representarse a la Virgen Dolorosa, surgiendo, al mismo tiempo, santuarios dedicados a esta advocación, como el de Marienthal, junto a Haguenau en la baja Alsacia.

En este siglo fueron numerosas las composiciones, en varias lenguas, en prosa o en verso, tituladas “El llanto de la Virgen”.

Durante los siglos XIII-XIV comienzan a celebrarse los siete principales dolores de María, paralelos a las siete alegrías más conocidas de la Virgen.

Según Benedicto XIV, esta costumbre se debió a los siete Santos Fundadores de la Orden de los Servitas.

Fueron ellos los que comenzaron a sustituir la espada que atravesaba el corazón de la Virgen, según la profecía de Simeón, por las siete tradicionales dagas.

De esta época es la composición del “Stabat Mater”, atribuido a Jacopone de Todi.

La conmemoración litúrgica de los dolores de la Virgen se hacía el viernes de Pasión, pero Inocencio XI instituyó en 1688 una segunda fiesta fuera de la Cuaresma, fijándola en la tercera dominica de septiembre. S. Pío X la cambió al 15 del mismo mes en 1914.

 

LA VENERABLE ORDEN TERCERA

Ya desde los primeros tiempos, algunos laicos, deseosos de vivir el espíritu de la Orden Servita, pero, al mismo tiempo, conservando su estado laical, decidieron vincularse a la misma por medio de la Venerable Orden Tercera de Nuestra Señora de los Dolores.

No se trataba de una Cofradía, pues las órdenes terceras ocupaban un lugar intermedio entre las Congregaciones religiosas de votos simples y las Cofradías. Se diferenciaba de aquéllas en carecer de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, y de las Cofradías en tener Regla aprobada por el Papa, noviciado, profesión y hábito propio.

En sus comienzos se llamó Compañía o consorcio de los Servitas, denominándose por primera vez Tercera Orden en 1497.

Su regulación estaba determinada por la bula “Sedis Apostolicae Providentia”, dada por Martín V en 1424, posteriormente refrendada por Inocencio VIII en 1487, mediante la bula “Mare Magnum”. Se mantuvo vigente esta legislación para la Venerable Orden Tercera hasta el siglo XX.

Con la entrada en vigor de la renovada “Regla de vida», del 17 de febrero de 1983, la Venerable Orden Tercera comenzó a llamarse Orden Secular de los Siervos de María (OSSM).

Iglesia San Bartolomé Murcia

 

LA FUNDACIÓN DE LA VENERABLE ORDEN TERCERA EN LA PARROQUIA DE S. BARTOLOMÉ DE MURCIA

La Venerable Orden Tercera, en principio, sólo podía establecerse en iglesias u oratorios regidos por los Servitas.

Sin embargo, en las ciudades donde no estaba establecida la misma, permitió el General de la Orden que podía erigirse en cualquier templo, siempre que contara con la autorización del Ordinario del lugar.

Pero, al mismo tiempo, se exigía que estuviera alejada de la más próxima al menos dos leguas.

Su organización y celebración de los ejercicios piadosos se basaba especialmente en el manual publicado por el padre Lorenzo Reymundínez en 1687, titulado Congregante y siervo perfecto de la Santísima Virgen de los Dolores.

En San Bartolomé (Murcia) existía una gran devoción a la Virgen de los Dolores, que se había incrementado con la presencia de la excepcional talla de la Virgen de las Angustias, terminada por el escultor Francisco Salzillo en 1740.

También a quien regentaba la parroquia D. Casimiro Sánchez de León, celoso párroco y gran devoto de la Virgen Dolorosa.

Posiblemente inició una especie de Venerable Orden Tercera de la Virgen de los Dolores, que no llegó a madurar, quizá por no estar conforme con lo requerido por la Venerable Orden Tercera Servita; de este modo, no se podían lucrar las numerosas indulgencias concedidas por los Papas a la Orden.

Se desprende de la Censura de Fray Francisco Morote y Guerrero, Guardián del Colegio de la Inmaculada de Murcia, al libro escrito por D. José Antonio Salván, titulado Escuela de María Santísima de las Angustias.

El Guardián del Colegio de la Inmaculada habla de la “Congregación de los Siervos de los Dolores nuevamente erigida en la Iglesia Parroquial del Señor San Bartolomé de esta ciudad de Murcia…”.

También de la Instrucción a los Congregantes de los Siervos de María Santísima Dolorida, nuevamente fundada en la insigne iglesia parroquial del Señor S. Bartolomé de Murcia, escrita por el sub co-rector D. José Antonio Salván, clérigo de S. Bartolomé.

Esta vez D. Casimiro escribió al General de los Servitas Fray Juan Pedro Fanfeli, que se encontraba en Roma; éste contestó concediendo la erección de la Congregación de los Siervos de los Dolores de Santa María en la Iglesia de S. Bartolomé, nombrando correctores perpetuos a los párrocos de la citada Iglesia.

La concesión estaba firmada en el Convento de San Marcelo de Roma, con fecha de 13 de noviembre de 1754.

La erección la realizó solemnemente D. Nicolás de Amurrio y Junguitu, visitador general del Obispado, en nombre del obispo D. Diego de Rojas y Contreras.

Fueron muchos los murcianos que se vincularon con gran entusiasmo a esta nueva Congregación, entre ellos, los capellanes de la Parroquia, clérigos, y personas distinguidas de la Ciudad.
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Eligiose para dar principio a esta fundación la tarde del 19 de marzo de 1755.

Más de ciento cincuenta cofrades se reunieron a las cuatro de la tarde para realizar los cultos propios de la Congregación.

Se iniciaron con una fervorosa plática de D. Casimiro Sánchez de León, en la que expresó las facultades que el General de la Orden le había concedido para la fundación de la Congregación de los Siervos de María Santísima Dolorida en la capilla de la Virgen de las Angustias y las gracias e indulgencias concedidas a los congregantes.

A continuación, entregó a cada congregante el escapulario negro y la corona dolorosa.

Como respuesta, los nuevos miembros hicieron la profesión en manos del párroco. Diez meses más tarde, contaba la Congregación con cerca de ochocientos miembros de ambos sexos.

 

LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS DE SAN BARTOLOMÉ EN MURCIA

La iglesia de San Bartolomé, ubicada en pleno centro histórico de la ciudad de Murcia, alberga una de las imágenes marianas más veneradas por sus habitantes: la de Nuestra Señora de las Angustias.
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Se trata de una talla en madera policromada y estofada plenamente barroca, representando a María sosteniendo el cuerpo inerte de Jesucristo al pié de la Cruz.
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Completando el grupo escultórico cuatro angelitos que acompañan a la Virgen en esta representación tan cargada de dolor y dramatismo.

La obra fue realizada en 1740 por el insigne Salzillo, quien recibió el encargo por parte de la Cofradía de Servitas.

Su belleza y perfección anatómica es indiscutible, constituyendo uno de los mejores ejemplos que de este icono pasional existen a lo largo y ancho del mundo.

Desde el momento en que se adquiere la talla, la Virgen de los Servitas empezaría a tomar parte en los desfiles de Semana Santa de la ciudad, surgiendo con ellos el creciente fervor de los murcianos hacia esta advocación mariana.

En 1797 sería entronizada en una hermosa capilla de estilo barroco que a tal efecto fue edificada en el templo de San Bartolomé, la misma que actualmente ocupa y donde recibe culto durante todo el año.

Incluso sería nombrada protectora del gremio de plateros, comerciantes que tradicionalmente han desarrollado su actividad en las calles aledañas a esta iglesia.

Clemente XII concedió indulgencia plenaria a cuantos visitaran la capilla de Nuestra Señora de las Angustias durante el Domingo de Ramos.

Y en 1830, Pío VIII concede otra indulgencia plenaria para todos los que lo hicieran desde la víspera del Viernes de Dolores hasta ponerse el sol en dicho día, que es cuando se celebra su festividad.

angustias de murcia fondo 

LA ESCULTURA DE LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS

Escultura de tamaño natural en madera policromada para vestir, cabeza, manos, antebrazos, piernas y pies completamente encarnados, el resto consiste en un cuerpo anatomizado y cubierto por una policromía plana en azul plomizo.

Su procedencia y característico modelado, nos permiten adscribirlo a la escuela sevillana del siglo XVIII.

Originariamente formó grupo con otro ángel de similares características morfológicas pero en posición genuflexa, e igualmente en actitud de llevar algo en las manos, muy probablemente un sudario, lo que nos hace pensar que en él se situaría un Cristo, representando un Santo Sepulcro.

Los grafismos del rostro y sus carnaciones (de sonrosados frescores), el tratamiento de su morfología interna, así como el detalle de la movilidad de las alas, nos remiten a soluciones similares aportadas por el afamado taller del escultor sevillano Pedro Roldán, tratándose muy probablemente de una obra de alguno de los numerosos discípulos, seguidores y continuadores de su escuela.

Figura alegórica de la Pasión y de la vida de la Madre de Dios, pues en cada momento evangélico destacado de María, existe la figura de un ángel a su lado, porta en sus manos un escapulario de la Cofradía y una corona de espinas vegetal.

La recuperación del Ángel pasionario ha constituido una forma de rendir homenaje y rescatar al Ángel de la Pasión del que se tiene constancia de su participación desde el siglo XVIII en un grupo escultórico conocido como «La Exaltación».

Pero, es de forma ininterrumpida desde 1878 hasta 1931, como tal, que acompañaba a la Virgen de las Angustias en los traslados que se realizaban el Sábado de Pasión hasta la Iglesia de San Bartolomé.

Estos traslados tenían en la ciudad, trato solemne de procesión dada la multitud de señoras ataviadas con mantilla española y con cera que acompañaban el cortejo, con guardia a caballo abriendo la procesión y con masas corales detrás del paso titular de la Virgen.

Parece ser que la Cofradía no poseía una imagen del ángel, sino que utilizaba indistintamente uno de los ángeles de Francisco Salzillo, de San Juan de Dios, o el desaparecido Ángel de la Guarda, de San Nicolás.

Actualmente su vestuario se compone de varios equipos, adaptados a las diferentes festividades y tiempos litúrgicos, destacando el que habitualmente luce en la procesión de Viernes Santo, obra del reputado artista valenciano Pedro Arrue de Mora, ejecutado en ricos brocados y espolines valencianos.

 

ORACIÓN

¡OH, Virgen de la Angustias,
Reina de los mártires y dulce madre mía!
¡adoro a mi Salvador difunto en vuestros brazos¡
¡cuan cruel ha sido mi pecado,
verdugo del hijo y tirano del corazón de la Madre
¡Besad por mí, Virgen de la piadosísima,
las llagas de vuestro hijo y la cruz ensangrentada..
Yo no me atrevo a Hacerlo
porque mis pecados me reprenden mi ingratitud y crueldad.
Por el dolor cruel que traspaso vuestro maternal corazón,
al ver y contemplar en vuestros brazos
el cuerpo de vuestro hijo Jesús,
conocedme Señora,
ya que Jesús os ha encomendado el oficio de Madre,
que yo acuda siempre a vuestro amparo,
que llore mis pecados,
causa de tanta desolación
y viva siempre según beneplácito
y consiga la salvación eterna.

Fuentes:

 

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A Nuestra Señora de las Angustias DEVOCIONES Y ORACIONES

Novena a Nuestra Señora de las Angustias

La Novena comienza el 6 de septiembre y su fiesta es el 15. Puestos de rodillas ante la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, y hecha la señal de la cruz, se dirá el acto de contrición con toda la atención posible, procurando excitar el espíritu a un dolor profundo de haber ofendido a Dios.

 

Acto de contrición para todos los días.

¡Adorada Virgen de las Angustias!: Yo os amo Señora con todo mi corazón, y me pesa de haber ofendido a vuestro Hijo, mi Señor, mi Padre y mi verdadero Dios, en quien creo, en quien espero y a quien amo sobre todas las cosas. Me pesa en el alma ¡oh Madre mía!, haber sido con mis culpas la causa de las angustias que padecisteis en toda la vida, Pasión y muerte de mi santísimo Redentor. Yo propongo firmemente, Madre y Señora mía, nunca más cometer el pecado, y consolar vuestro angustiado corazón con la enmienda de mi vida. ¡Madre del alma! yo os suplico humildemente que ofrezcáis a vuestro Hijo y mi Dios, todas las penas de vuestra inmaculada vida, en satisfacción de mis muchos pecados. Así os lo suplico y confío de vuestra bondad que me alcanzaréis de su misericordia infinita, el perdón de mis culpas. Amén.

 

Oración para todos los días.

¡Oh Reina del dolor y Madre bendita de las Angustias! a tus plantas se acerca un alma amante de tus dolores, a buscar en ellos el consuelo de sus pesares. Bien sé, Señora, que mis pecados y mis ingratitudes son las espinas que coronaron la cabeza de tu divino Hijo, los azotes que cubrieron su cuerpo sacratísimo, las salivas y burlas con que le escarnecieron y la Cruz en que le crucificaron.

Pero Tú, que eres Madre de misericordia, alcánzame del Señor el perdón de todos, y la gracia de que os llore con lágrimas de verdadera penitencia. Yo quisiera Señora, que volvieras a mí tus ojos llenos de amor y de piedad y me alcanzases las gracias que necesito, para que estas súplicas le sean gratas a tu divino Hijo. No olvides que eres nuestra Madre… ¿y qué le pedirá un hijo a su madre que no le sea concedido? Con esta seguridad me acerco a tu trono y lleno de confianza te ruego me concedas que no pida en esta novena nada que no sea de tu agrado, fervor para enjugar con él el llanto de tus maternales ojos, y que siempre ¡Oh Madre! estéis a mi lado disipando con la lumbre de tus miradas las sombras del pecado. En tus manos pongo mi alma, con la esperanza de que la presentarás a tu Hijo y le pedirás que la conduzca a la vida eterna. Amen.

 

DÍA PRIMERO. – ORACIÓN

¡Oh Virgen angustiadísima!, que después de haber permanecido con Jesús, treinta años en el seno de aquel hogar de Nazaret, cercado de purísimos amores y de santas dulzuras, visteis cómo un día se despedía de Vos para internarse en el mar del mundo judaico donde habían naufragado tantos profetas: por el dolor que experimentaríais al dar a vuestro Hijo el adiós de despedida, y por las angustias que sentiría vuestra alma al verlo partir, os suplico, Señora, me concedáis gracias , para que, con santa resignación y con tranquilidad de ánimo pueda contemplar cómo se disipan y se van las ilusiones de la vida , sin que mi corazón se apegue a nada que no seáis Vos o la gloria de vuestro Santísimo Hijo. No me neguéis esta gracia, que me atrevo a pediros al contemplar la primera de vuestras angustias, para que así, no amando otra cosa sino a Vos, logre algún día la vida eterna. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¡Oh Virgen de las Angustias, la más amante de todas las madres!; faro luminoso que alumbra al hombre en medio de las tinieblas de la vida; Divina Estrella que guías los pasos del mísero mortal en su carrera por el mundo; Puerto seguro de paz y de bonanza; bálsamo prodigioso que curas las heridas del alma y los dolores del corazón. A tus plantas rendidos los hijos de tus dolores, vienen a llamarte Madre, a enjugar las lágrimas de tus ojos, aliviando así tus acerbos dolores. Prometemos trabajar Señora, porque tu nombre sea de todos conocido y por todos amado. Detestamos el pecado que tanta sangre y lágrimas costó a vuestro Hijo y a Vos. Quisiéramos, que nuestra vida toda se empleara en serviros. Y pues nos adoptasteis por hijos en la altura del Calvario, no nos abandonéis jamás, para que siempre seas Tú la que reine entre nosotros. Bendecid nuestros hogares y nuestras familias, en las que queremos vivir siempre la llama de tu purísimo amor. Atraed hacia Vos tantas almas como andan por los caminos de la perdición. Señora, que vuelvan y sepan que no sólo les espera en la puerta del hogar un padre dispuesto a perdonarles, sino una madre cariñosa que les abre los brazos para darles todo su corazón. Concedednos las gracias que os pedimos en esta novena si conducen a nuestra salvación, y si no, dadnos solo vuestro amor. ¡Oh Virgen de las Angustias!, dadnos siempre vuestro amor que con él seremos felices en la vida y en la eternidad. Amen.

 

DÍA SEGUNDO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, encanto de los Cielos y consuelo de esta miserable tierra; Madre afligidísima con la separación del Hijo de vuestros amores, que sabiendo que había sido condenado a muerte de Cruz, saliste a su encuentro en la calle de la Amargura para darle el último adiós; por la angustia y el dolor que experimentasteis al ser rechazada por aquellos crueles soldados, para que no os acercarais al Hijo de vuestro corazón; por la pena que sentisteis cuando alzando el divino Nazareno sus apagados ojos, los fijo en Vos al mismo tiempo que con voz temblorosa os llamaba ¡Madre!, palabra que resonó en vuestros oídos como fúnebre campana que destrozaba el alma; te suplico me alcances de tu divino Hijo, resignación para saber llevar la cruz que el Señor ha puesto sobre mis hombros, y que ésta sea para mí, no motivo de condenación, sino fuente de inagotable de merecimientos para la vida eterna. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA TERCERO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, que ansiosa y anhelante por contemplar de nuevo a vuestro Hijo, subisteis bajo un sol abrasador las faldas del Calvario, hasta llegar a la cumbre del monte santo del Gólgota, y allí de pie, junto a la Cruz, le visteis agonizar y morir, quedando sola y desamparada, sin más alivio que amarguras y sin más compañía que tormentos. Por el dolor que experimentasteis al contemplar, cómo aquellos bárbaros verdugos, más crueles que las fieras, clavaban los pies y manos del que había pasado por la tierra haciendo el bien y sembrando beneficios, te ruego me alcances del Señor una encendida claridad para amar siempre a vuestro Hijo, que por mí murió crucificado, y que mis pasos en la vida siempre se encaminen por la senda de la virtud, para así llegar algún día a la patria celestial. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA CUARTO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, que firme como una roca, permanecíais al pie de la Cruz escuchando las últimas palabras que salían de los labios del que era vuestra vida. ¡Cuánto no sentiría vuestro pecho maternal al considerar, que cuando más derecho teníais a escuchar palabras de consuelo que dieran vida a vuestro desolado corazón, se entreabrieron aquellos labios para llamaros mujer y no madre. ¿Y un extraño os llamará madre y vuestro Hijo sólo mujer…? Por el dolor y la angustia que sentiríais al ver como se despedía de Vos, vuestro Santísimo Hijo, os ruego me concedáis el que yo os ame siempre con toda la ternura del amor filial, y que Vos me améis siempre como a hijo, en la vida y sobre todo en la hora de la muerte, porque así tendré segura la gloria eterna. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA QUINTO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen, la más hermosa de todas las mujeres y la más afligida de todas las madres, que al pie de la Cruz oíste de labios del Divino Nazareno que tenía sed, ¡Él! que sacó agua de la peña dura y abrió cataratas del Cielo sin que a Ti, ¡pobre Madre!, te fuera dado acercar la punta de tu velo humedecido, para refrigerar los labios del Hijo de tu corazón; por el dolor que experimentasteis al no poder saciar la sed que abrasaba al buen Jesús, te suplico hagas sentir en mi pecho una sed ardiente de la gloria de Dios y la salvación de las almas, y sobre todo, una sed grande de mi propia salvación. Que mis lágrimas de arrepentimiento sean el agua saludable que apague la sed de vuestro Hijo, para que así lavado con ellas, pueda entrar en las regiones de la gloria. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA SEXTO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen, ¡Madre la más desconsolada de todas las del mundo!, que contemplasteis al pie de la Cruz cómo expiraba vuestro Hijo, recibiendo en vuestra alma la más honda de las penas que haya afligido el corazón de una madre. ¡Oh Madre!, que escuchabas de sus labios que estaba desamparado, a pesar de estar allí Vos, sin que pudierais prestarle ningún consuelo. Por el dolor que experimentasteis cuando en medio del sentimiento de toda la naturaleza, le visteis entregar su espíritu al Eterno Padre; por las angustias de vuestra alma, en la agonía y muerte de vuestro divino Hijo, te suplico que esa muerte no sea infructuosa para mí; sino que, bañado por la sangre de Jesús y purificado por tus lágrimas, vuele algún día a las mansiones eternas de la gloria. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA SÉPTIMO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, tesoro de aflicciones, que, después de haber adorado con tierna devoción y besado con devota ternura la corona, las espinas y clavos de Jesús, recibisteis amorosa al pie de la Cruz su bendito cuerpo ya difunto, en vuestro doloroso pecho y regazo maternal, ¿cuál no sería vuestro dolor al contemplar cerrados aquellos ojos que con una mirada habían convertido a Pedro? ¡Mudos aquellos labios que habían pronunciado tantas palabras de vida eterna!; ¡inmóviles aquellos pies que tanto habían corrido en pos de los pecadores…! ¡Oh Madre amantísima!, por el dolor que experimentasteis en aquella tristísima hora, os suplico, ofrezcáis al eterno Padre ese divino cadáver, cubierto de sangre y llagas, para que por ese sacrificio me conceda luz con que conozca la malicia y fealdad del pecado mortal y una firme resolución de nunca más pecar para que sirviéndole todos los días de mi vida, logre la bienaventuranza eterna. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA OCTAVO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, la más desamparada de todas las madres, que, sobre la amargura que padecisteis por la muerte de vuestro Hijo, fuisteis martirizada viéndole encerrar en el sepulcro. ¡Cuánto no padecería tu alma al tenerse que separar de aquella tumba bajo cuya losa dejaba encerrados tesoros de amor y de esperanza!¡Cuanto no sufriría tu corazón, al darle el último adiós a aquel cuerpo, en cuya posesión estaba tu vida! ¡Cuánto no sufrirías al tener que volver a la ciudad de Jerusalén, sola, sin la luz de tus ojos y pasando por el Calvario en donde cada peña, cada roca, te recordaba la Pasión y muerte de tu querido Jesús! Yo te ruego amada Madre de mi alma, que por el dolor que experimentasteis al tenerte que separar de Jesús, dejándole enterrado en el sepulcro, me des fuerza y resolución para sepultar mis pecados bajo la losa de mis penitencias, y así aleje el castigo que por ellos tengo merecido y logre verle en el Cielo resucitado y glorioso. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA NOVENO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen, solitaria y purísima paloma, que después de haber dejado enterrado a Jesús, os recogisteis en el retiro del Cenáculo en terrible soledad. ¿Qué dolor no sufriríais al veros sola, recordando en el fondo de vuestra imaginación aquellas escenas dulcísimos de Belén y Nazaret, cuando erais feliz con vuestro divino Hijo? ¿Qué amargura no sentiríais, al considerar que ya no le volveríais a ver más entrar por vuestras puertas, ni sentarse a vuestra mesa, para consolaros con su divina presencia?¿Qué angustia no experimentaríais al veros abandonada de todos, afligida y sola sin que del Cielo ni de la tierra os viniese ningún consuelo? Por el dolor (la angustia) que sufristeis en vuestra angustiosa soledad, os ruego no permitáis jamás que yo me aparte de vuestra presencia. Asistidme con vuestra gracia para que dignamente os pueda acompañar y servir todos los días de mi vida. Que mi alma jamás quede sola y sin Dios por el pecado, sino que amándoos siempre con todas las energías de mi pobre corazón, pueda conseguir vuestra protección en vida, vuestra asistencia en la hora de la muerte y vuestra gloria en el Cielo. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

HIMNO A NTRA. SRA. DE LAS ANGUSTIAS

Virgen de las Angustias

Tú que sufriste tanto

Benditas sean tus lágrimas

Bendito sean tu llanto

Virgen de las Angustias

Madre del Redentor

Apiádate de nosotros

Y concédenos tu perdón

¡Ay! Virgen de las Angustias

Con Jesús muerto en tus brazos

El corazón se me para

Y se rompe en mil pedazos

¡Ay! Virgen de las angustias

Tu rostro lo va expresando

Pena, dolor y tristeza

Caminando hacia el calvario

Pena dolor y tristeza

Caminando hacia el calvario

¡Ay! Virgen de las Angustias

Quisiera decirte tanto

Que la voz se me quiebra

Y solo queda mi llanto

¡Ay! Virgen de las Angustias

Santa Madre del Señor…

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