Hay una sola forma de que la civilización vuelva a cumplir la ley de Dios.

Tenemos la promesa bíblica de que las puertas del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia.

Sin embargo el mal está avanzando a una profundidad y con una velocidad, que parecería que el cristianismo puede transformarse solamente en algo vacío de su esencia y sólo testimonial.

La parte humana de la Iglesia ha convencido a muchos cristianos que el esfuerzo de los cristianos en programas de evangelización y su actividad política pueden revertir la situación.

Pero a poco que uno piensa en los recursos ve que es imposible.

Sólo una intervención sobrenatural puede poner al cristianismo de nuevo como referente de la humanidad.

Sin embargo la paradoja es que el cielo está dando mensajes prometiendo esa intervención desde hace más de un siglo, pero muchos cristianos y sacerdotes no creen ni en los mensajes ni en los videntes.

Aquí hablaremos sobre cuáles son las promesas que el cielo ha estado haciendo desde hace siglos para destruir la maldad del mundo y lograr una era de paz, y por qué son la única opción real disponible. 

Estamos viviendo en un período de un cambio de época, en que el mal ha llegado a tal extremo que pretende borrar hasta la creación de Dios.

La mayor rebelión contra la ley de Dios de toda la historia humana conocida.

Y tenemos dos opciones, suponer que la Iglesia podrá re evangelizar el mundo a través de sus programas de evangelización, o confiar en las promesas de Jesús y María que nos han estado dando a través de los videntes, que cumplen el mismo rol que los profetas del Antiguo Testamento. 

¿Y cuales son esas promesas?

En el siglo XVII, Nuestra Señora del Buen Suceso se apareció en Ecuador a la abadesa María de Jesús Torres hablándole de la gran crisis que habría en el siglo XX y le dijo, 

«En el momento mismo en que el mal aparezca triunfante y cuando la autoridad abuse de su poder esto marcará la llegada de mi hora en que Yo, de manera maravillosa, destronaré al soberbio y maldito Satanás, pisoteándolo bajo mis pies y encadenándolo en el abismo infernal».

Una fuerte promesa de la Santísima Virgen que fue tomando cuerpo a través de los siglos. 

Porque en el siglo XVIII , San Luis María Grignion de Montfort previó la época en que los hombres y mujeres no serían grandes por sus propios méritos, sino porque serán moldeados por María para extender Su imperio sobre los impíos.

Y dijo también que el crecimiento de la misión de María estaría ligado al fin de los tiempos, o sea a los tiempos de este siglo XXI.

Un siglo después, en el siglo XIX, Santa Catalina Labouré fue un paso más allá y predijo una era de paz en la que Cristo reinaría como Rey sobre la tierra y en la que María tendría un papel central.

Y a principios del siglo XX ya el cielo nos empieza a hablar de la batalla del final de los tiempos 

Nuestra Señora apareció en Fátima diciendo a los tres pastorcitos que los errores del comunismo se extenderían como castigo para la humanidad y previó un castigo aún mayor si el hombre no se convertía. 

Pero que después que se produjera esta sucesión de hechos, vendría el triunfo de Su Inmaculado Corazón y vendría al mundo un tiempo de paz.

Y más adelante en el siglo XX, el Señor le dijo a Santa Faustina «antes de venir como juez justo, abro de par en par la puerta de Mi misericordia»

Y agregó,

«No quiero castigar a la humanidad doliente, sino deseo sanarla, abrazarla con Mi Corazón misericordioso.

Yo uso el castigo cuando ellos mismos me obligan a hacerlo. Mi mano es reacia a tomar la espada de la justicia».

Y por otro lado sabemos por las apariciones de Nuestra Santísima Madre que está deteniendo la mano de la justicia, para que la gente se arrepienta.

Por ejemplo, María habló a la Venerable Sor Elena Aiello diciendo:

“Estoy inclinada sobre el mundo deteniendo la justicia de Dios, de lo contrario, esas cosas ya habrían ocurrido.

Se necesita oración y sacrificios. Los hombres deben volver a Dios y a Mi Inmaculado Corazón, mediador para los hombres, así, al fin, el mundo sea salvado».

Y Juan Pablo II escribió que «Cristo vencerá por medio de la Santísima Virgen, porque Él quiere que las victorias de la Iglesia, ahora y en el futuro, estén vinculadas a Ella».

En definitiva todo se resume a lo que dijo Grignion de Monfort, que fue por medio de la Santísima Virgen que Jesucristo vino al mundo y por lo tanto es también por Ella que Él tiene que reinar en el mundo. 

Jesucristo Rey del Mundo y la Santísima Virgen María la Reina.

Y en este sentido la beata María de Agreda tuvo la revelación de que en los últimos días, «el Señor, difundirá la fama de Su madre de una manera especial, María comenzó la salvación, y por su intercesión se completará»

Pero el triunfo de María sucederá en una guerra en la que el demonio será despojado del poder que tiene en la Tierra, esto lo dicen los mensajes de las apariciones.

Esto es bíblico. Es un plan trazado desde el principio de la creación por Dios, porque ya en el Génesis 3:15 Dios le profetiza al demonio que la Virgen María y su descendencia, o sea Jesús, le pisarán la cabeza, mientras que el demonio y su descendencia le morderán el talón.

De modo que Dios ya dio a María que aún había de nacer, el ingenio y el poder para derrotar y aplastar al demonio en la batalla de los tiempos finales.

Ahora, quienes vivimos en la Tierra debemos creer en estas promesas por la fe.

Pero debemos ser conscientes que las cosas deberán de cambiar mucho para que vivamos en el reinado de Jesús y María en la Tierra.

Lo más cercano que nos podemos imaginar es la restauración de la cristiandad, donde la evangelización había logrado que la mayoría del mundo fuera católico, entre los siglos IV y XVI o XVII.

Y eso incluso hoy es algo absolutamente impensable para nuestros esfuerzos.

Pero la promesa que nos están dando los mensajes del cielo incluso es más que eso. 

Apunta a una era futura en la que la gran mayoría de los hombres vivirán en estado de gracia, cumpliendo la ley de Dios.

O sea que las almas amarán a Dios y seguirán Sus leyes y las familias, los grupos sociales, las sociedades y las naciones vivirán según esas leyes. 

Pero hay un muro infranqueable , un abismo entre lo que sucede con las personas y las naciones, y el reinado que promete María.

Hoy parece que el mal ha predominado sobre todo, incluso entre los cristianos y la Iglesia.

Porque la mayoría de los propios cristianos no se sienten pecadores e infieles a la palabra de Dios, al punto que desde hace un siglo están tratando de reinterpretar la palabra de Dios para justificar las infidelidades.

No comprenden por qué Dios está indignado ni por qué tiene la mano en alto para castigar a la humanidad que Él creó y que lo abandonó.

Y se refugian en la tergiversación de la misericordia que Él ofrece a la humanidad, diciendo que un Dios tan bueno sería incapaz de un castigo, evitando mencionar que este del que hablan Dios ya bajó su brazo a la humanidad cuando el diluvio y a Sodoma y Gomorra también.

Este cambio sustancial en la humanidad y las naciones es impensable en términos humanos.

Es impensable que aún la parte más fiel de la Iglesia realice una campaña de evangelización exitosa, y buena parte de la gente, incluidos los cristianos tibios, se arrepienta de violar la ley de Dios y se convierta.

Esto está fuera de nuestras posibilidades.

El problema es de tal magnitud que sólo es posible una intervención sobrenatural de Dios en la Tierra, que primero convierta a gran cantidad de seres humanos y segundo que apunte a la Virgen María para que realice su triunfo profetizado.

Por eso no tenemos otra opción, incluso de sobrevivencia como cristianos, que el Aviso o Iluminación de Conciencia, que Nuestra Señora profetizó en Garabandal, y siglos antes a místicos y santos 

Todo apunta a que esa intervención será la conjunción del Aviso más un derrame de gracias especiales del Espíritu Santo.

Si es así, entonces hoy los cristianos tienen un gran dilema.

Si confiar en las promesas que la Virgen María y el Señor han dado a través de diversas apariciones sobre la intervención que vendrá.

O descreer de ellas, confiando en que la Iglesia no será destruida por esta ola del mal que lo cubre todo.

Porque no hay razones reales para creer que pueda haber un florecimiento de la fe fuera de que el Cielo ejecute el Aviso.

Por eso el Aviso, o por lo menos una intervención similar, es la única esperanza, no sólo para re evangelizar el mundo, sino incluso para mantener el pobre nivel de fe que hoy exhiben los cristianos en el mundo.

Porque sin esa intervención todo será peor y la luz del cristianismo se irá apagando cada vez más como una velita.

Y debemos recordar que Dios logra sus grandes victorias en momentos en que todo parece perdido, para demostrar que es Él el que da la victoria.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar, sobre que la única opción de futuro razonable que tiene el cristianismo es el Aviso, de lo contrario, se irá apagando hasta ser sólo algo testimonial.

Y me gustaría preguntarte si los cristianos que tu conoces creen en las promesas del cielo dadas a los videntes o no.

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