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El Concilio Vaticano II y la crisis de los abusos en la Iglesia.

El mundo se dirige hacia el Triunfo del Inmaculado Corazón de María.

Y quizás no lo veamos nítidamente porque se hará en medio de una batalla contra el maligno, que no dejará sus privilegios por las buenas, lo que ya estamos viendo.

Y también deberá producirse antes la purificación de la Iglesia y del mundo, que también ya se ven, porque están cayendo las máscaras.

El Señor purificará primero su casa y es por eso la confusión que percibimos en la Iglesia.

Aquí veremos cómo el proceso de contaminación de la Iglesia, con los valores del mundo, se aceleró en las últimas 6 décadas, de lo que debe ser depurada, y cuáles son los frutos de esa contaminación, que la tienen postrada.

¿Cómo podemos entender el caos en que ha entrado el mundo y la Iglesia?

Comprendiendo que estamos entrando en una nueva fase de la historia del mundo, en que la civilización humana volverá a Dios.

Y que eso implica una purificación del mundo y la Iglesia, que se han ido lejos de los planes del creador.

Por lo tanto el tiempo en que hemos entrado es de pruebas, como ya lo había avisado Juan Pablo II en Fulda, Alemania en 1980. 

Dijo hablando ante católicos,

«Debemos estar preparados para enfrentar grandes pruebas inminentes» 

Y agregó,

«Las pruebas podrían ser atenuadas por medio de sus oraciones y de las nuestras, pero ya no podrán evitarse, porque solamente por este medio podrá llevarse a cabo una verdadera renovación de la Iglesia». 

Y sentenció que será doloroso, algo que a la mayoría de los católicos rechaza,

«tal como ya ha ocurrido muchas veces que la Iglesia surgió de nuevo por medio de la sangre, tampoco será diferente en esta ocasión».

¿A que estaba aludiendo Juan Pablo II?

A la persecución de la Iglesia por parte del mundo y a la destrucción que ha habido dentro de la Iglesia en las últimas décadas.

Porque como dijo el Arzobispo Fulton Sheen, 

«Nosotros, que fuimos enviados a fundar un hospital, quedamos infectados con la enfermedad y, por lo tanto, hemos perdido el poder de curar»

Y en realidad parece claro que estamos influyendo menos al mundo de lo que el mundo nos influye a nosotros.

¿Y cómo sucedió esto?

Había tendencia desde antes, pero la gran aceleración sucedió en la época de 1960.

Ahí debe haber habido una intervención muy especial del maligno, que puso todo patas para arriba

El pasado se desmoronó en una década.

La revolución sexual, el movimiento hippie, la proclama de no atenerse a ninguna autoridad y el rechazo a los sistemas anteriores de educación, la guerra de Vietnam, los asesinatos de los hermanos Kennedy y de Martin Luther King, el Concilio Vaticano II, y muchas más cosas.

Nuestra Señora había bajado en Fátima en 1917 y dejado un mensaje para ser divulgado al mundo en 1960 y que tenía advertencias sobre lo que podría ocurrir si no se regresaba a Dios.

En cambio Juan XXIII y toda la jerarquía vaticana abrazó un camino lateral, abrir la Iglesia al mundo.

Y para eso convocaron al Concilio Vaticano II.

El que en su letra tuvo luces y sombras, pero que en su implantación, debido a las riendas tomadas por los modernistas, hizo entrar a la Iglesia en un período sombrío de su historia.

Fueron buenos frutos del Concilio el llamado universal a la santidad, un mayor énfasis sobre el papel de los laicos en el mundo y la visión de una Iglesia más pastoral y comunitaria que legalista. 

Pero fueron malos frutos la renuncia masiva de sacerdotes, la justificación por la que algunos se hicieron guerrilleros, el rechazo a las devociones populares, el abdicar de la justicia divina para ver sólo el perfil misericordioso de Dios, la lectura de la Biblia en términos sociológicos en lugar de fe, etc.

Y todo esto alegando el espíritu del Concilio, que no fue ni más ni menos que la interpretación ideológica modernista de lo que allí se concluyó.

Y no alcanzó el sínodo de 1985 que convocó Juan Pablo II para convencer a la mayoría de los prelados, que había que interpretar el Concilio por su letra y no por el supuesto espíritu de los padres conciliares, que supuestamente querían hacer una revolución en la Iglesia. 

La idea del Cardenal Joseph Ratzinger fue que las conclusiones del Concilio debían leerse a la luz de los XX siglos de tradición católica y no de forma rupturista y revolucionaria.

Sin embargo, esa tentativa fracasó, al punto que hoy, figuras notorias del catolicismo piden cambiar la doctrina de la Iglesia en varios puntos, contrariando la palabra escrita en la Biblia.

Y uno de sus frutos más amargos del Concilio fue lo que sucedió luego con la crisis de los abusos de una parte del clero, porque ha hipotecado gran parte de la credibilidad de la Iglesia.

Es el argumento que cada uno de nosotros recibe cuando alguien critica a la Iglesia Católica.

Aunque los abusadores no llegan al 3%, mucho menos que en cualquier institución.

¿Cómo el espíritu del Concilio Vaticano II actuó en la crisis de los abusos del clero?

Martin Mosebach, un renombrado católico alemán, autor de varios libros, expone un análisis convincente.

Dice que la crisis de los abusos fue fomentada por una disciplina que se relajó a partir del Concilio.

Antes del Concilio los sacerdotes se habían visto obligados a ofrecer diariamente el Sacrificio de la Santa Misa, y también tenían otras medidas espirituales rígidas de apoyo en sus vidas.

Pero de la noche a la mañana, se anuló el orden que hasta entonces había caracterizado la vida cotidiana de un sacerdote. 

La sotana y el cuello del sacerdote desaparecieron, el sacerdote se mezcló con la gente como un par.

La noción de la santidad del sacerdocio fue particularmente denunciada, al punto que desde el Concilio se consideró que el sacerdote solamente presidía la misa, mientras que antes se consideraba que encarnaba a Cristo en el rito. 

No se puede decir que un sacerdote en la tradición clásica no pueda convertirse en autor de un abuso.

Los ha habido en todas las épocas, incluso bajo estricta observancia.

Pero sí se puede decir muy bien que es más fácil para un sacerdote incrustado en la disciplina tradicional dominar sus tentaciones.

Y a la vista está, que la absoluta mayoría de los abusos que se conocen surgieron en la época post conciliar.

De modo que no son los sacerdotes que tenían una rígida forma de vida que les imponía cargas quienes se convertían en abusadores, sino aquellos que ahora habían sido liberados de décadas de una clara supervisión espiritual. 

Por otro lado, cayó en descrédito la idea de la justicia divina y prevaleció el criterio de que Dios es tan bueno que jamás castiga y perdona todo.

¿Entonces qué pasó con los Obispos?

Compareciendo ante ellos el sacerdote perpetrador del abuso, que lloraba arrepentido, quisieron ser misericordiosos y no aplicar la justicia.

Y así cambiaron la tradición de que la misericordia cristiana queda incompleta sin la justicia, que impone un castigo al alma en peligro, para que no se pierda.

Y es por eso que se han destapado tantos obispos no aplicando la justicia ante sacerdotes abusadores.

Hoy cualquier seminarista que sostenga la concepción católica original del sacerdocio podría, en el mejor de los casos, esperar ser ridiculizado, cuando no tratado de rígido y expulsado, como pasa frecuentemente.

Y la situación se ha globalizado y profundizado.

Hoy el Vaticano todavía puede publicar un catecismo de la doctrina católica que está en línea con la tradición de dos milenios.

Pero ya no puede asegurar que este catecismo sea siquiera considerado en la teología académica oficial.

Y mucho menos que sea enseñado en los seminarios y en la educación religiosa.

Esta es la radiografía que muestra las razones de por qué la Iglesia Católica ya no es la guía espiritual del mundo.

No lo es simplemente porque abandonó su tradición y magisterio de dos mil años, para hacerse uno con el mundo.

Y el mundo la desprecia porque todavía hay en su interior algunos sacerdotes y laicos que siguen fieles a la tradición y al magisterio, y no ha podido aún deshacerse de ellos. 

Por esto es que Juan Pablo II dijo que la Iglesia iba a pasar por pruebas y purificada. Y en eso ya está Dios.

En resumen, hemos entrado en un tiempo en que Dios purificará al mundo y a la Iglesia, para que vuelva a Él.

Esto significará una gran prueba para los católicos, porque la institución se ha alejado de la tradición.

Y su pastoral se ha alejado de la doctrina original de los apóstoles.

Ha optado por abrirse al mundo y el mundo la está colonizando.

Y no al revés, como ingenuamente pensaban las autoridades vaticanas en la década de 1960 y por eso desoyeron lo que les dijo la Santísima Virgen.

El Concilio Vaticano II ha sido clave para este cambio, pero no por las conclusiones formales a las que arribó.

Sino porque los modernistas se apropiaron de su implementación, y quisieron hacer una revolución, alegando que los amparaba el espíritu del Concilio.

Y la crisis de los abusos sexuales, y ahora las demandas para cambiar la doctrina católica, son los frutos más peligrosos que ha dado.

Por eso Juan Pablo II dijo en Fulda en 1980, que la prueba iba a ser dolorosa.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las razones por las que la Iglesia deberá pasar por una purificación dura antes del Triunfo del Inmaculado Corazón de María.  

Y me gustaría preguntarte si has conocido sacerdotes que se han contaminado con los valores del mundo y otros que no.

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