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La noche del 10 de junio de 1430 personas sencillas fueron testigos de una procesión de extraña luminosidad.

Con una Señora vestida con resplandecientes ropajes.

Y en la que figuraban las cruces parroquiales y numerosa milicia.

virgen de la capilla

A espaldas de la Capilla de San Ildefonso, la procesión ofreció una ceremonia litúrgica entre cantos sobrenaturales, y desapareció a medianoche.

El pueblo interpretó que debió de ser la Virgen María, con el Divino Niño en sus brazos.
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Acompañada de San Ildefonso y Santa Catalina, de ángeles y santos para infundir confianza y fortaleza frente a los ataques de los musulmanes.

En la caja fuerte de la Virgen de la Capilla se guardan los documentos auténticos del testimonio, firmados por los testigos y sellados en acta notarial.

El origen de la devoción de Jaén (Andalucía) a la Virgen de la Capilla responde a una documentada tradición, cuya síntesis es la siguiente:

Desde la conquista de Jaén a los musulmanes en 1246, la ciudad tuvo un marcado carácter fronterizo, lo que motivó continuos ataques y asaltos.

Durante los primeros años del siglo XV, estos asaltos cobraron especial virulencia, lo que motivó que las autoridades rectoras de la ciudad determinaran abandonarla al sentirse inermes ante el poderío de los moros granadinos.

En esta desesperada situación, en la noche-madrugada del sábado 10 al domingo 11 de junio de 1430, se cuenta que ocurrió un hecho extraño y sobrenatural.

Cuatro personas humildes y sencillas, desde cuatro lugares diferentes del llamado “Arrabal de San Ildefonso”, fueron testigos de un extraño cortejo procesional.

Una Señora, vestida con resplandecientes ropajes, presidía una procesión.
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En la que figuraban las cruces parroquiales de la ciudad y una numerosa milicia de hombres de guerra.

La procesión, de la que emanaba una extraña luminosidad, recorrió algunas calles del arrabal.
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Deteniéndose luego a espaldas de la Capilla de San Ildefonso, donde había aparejado un altar en que se ofreció una ceremonia litúrgica entre cantos sobrenaturales.
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Todo aquello, dicen, se esfumó cuando en los campanarios de la ciudad se escuchó el toque de Maitines.

La piedad popular interpretó aquella visión como un prodigioso Descenso de la Virgen María a Jaén.

Según el pueblo fiel, la Señora debió de ser la Virgen María, con el Divino Niño en sus brazos, acompañada de San Ildefonso y Santa Catalina y de ángeles y santos.

Y la razón del Descenso no era otra, que la de infundir confianza y fortaleza a los vecinos de Jaén para que resistieran los ataques de los musulmanes del cercano Reino de Granada.

Ciertamente, desde 1430 a 1492, los jiennenses resistieron con fuerza los sucesivos ataques, que incluso repelieron con éxito.

procesion capilla jaen

 

LA HISTORIA DEL DESCENSO

Según la leyenda, la Virgen María descendió a la ciudad en la noche del 10 al 11 de junio de 1430 acompañada de un cortejo celestial que la partió desde la Catedral hasta la iglesia del arrabal de San Ildefonso.

Las crónicas recogen un buen número de declaraciones de testigos de este hecho:

«En la muy famosa, muy noble, y muy leal Ciudad de Jaén, guarda y defendimiento de los Reynos de España. (Bartolomé Ximenez Patón, Secretario del Santo Oficio, en el capitulo decimotercero de su obra «Historia de la Antigua y Continuada Nobleza de la Ciudad de Jaén», publicada en 1628).

Sábado en la noche a diez días del mes de junio de 1430 años, siendo Obispo de esta Ciudad y Capitán de Este Reino Don Gonzalo de Astuñiga (que hoy decimos Zúñiga) ante su provisor y vicario general Juan Rodríguez, Bachiller en derechos, se probó haber pasado, real y verdaderamente lo que se refería:

Que a la hora de medianoche el sábado dicho iba una gran procesión de gente muy lucida y con muchas luces, y en ella siete personas que parecían hombres, que llevaban siete cruces.

Iban uno detrás de otro, y que las cruces parecían a las de las parroquias de ésta Ciudad, y los hombres que las llevaban iban vestidos de blanco o con albas largas hasta los pies.

Iban más otras treinta personas también con vestidos Blancos, en dos hilos, acompañando las Cruces.

En lo último desta procesión iba una Señora más alta que las otras personas, vestida de ropas blancas con una falda de más de dos varas y media.

I iba distinta de los demás la última, y no iba cerca della otra persona, de cuyo rostro salía gran resplandor, que alumbraba más que el Sol, porque con él se veían todas las cosas al rededor, y contorno, y las tejas de los tejados como si fuera a medio día el Sol muy claro, y era tanto lo que resplandecía, que le quitaba la vista de los ojos, como el sol cuando le miran en hito.

Esta Señora llevaba en sus brazos un niño pequeño también vestido de blanco, y el niño iba sobre el brazo derecho.

Detrás desta Señora venían hasta trescientas personas, hombres y mujeres, éstas cerca de la falda de la Señora, y ellos algo mas atrás.

Estos hombres y mujeres no hacían procesión sino de montón; iban las mujeres delante y los hombres atrás, y todos vestidos de blanco, y sonaban como que iban armados.

La cual procesión iba hacia la capilla de San Ildefonso, y habían salido de la Santa Iglesia mayor.

Esto afirmaron con juramento Pedro, hijo de Juan Sánchez; Juan, hijo de Vzenda Gómez; Juana Hernández, mujer de Aparicio Martínez; y otros testigos, cuyos dichos y deposiciones están en el archivo desta Iglesia, y capilla.»

Dejemos el relato del Secretario del Santo oficio, que hemos respetado en su literalidad, sólo adecuándolo a la caligrafía actual, y resumamos el resto del hecho prodigioso.
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El cortejo se paró en los muros de la iglesia de San Ildefonso, donde había un estrado revestido de paños rojos y blancos.
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Donde la Señora parecía leer un libro que le presentaba uno de los acompañantes del cortejo, (recordemos que una de las obras mas importantes del obispo San Ildefonso fue «De la perpetua virginidad de María»).

A las doce en punto, cuando las campanas de la Ciudad tocaron maitines, la visión desapareció así como el resplandor, volviendo a quedar todo como antes de la procesión.

En la caja fuerte de la Virgen de la Capilla se guardan los documentos auténticos, firmados y sellados, de los testigos que, tres días después del milagro, comparecieron por separado ante tres notarios, coincidiendo todos ellos en la misma descripción de los hechos.

El acta notarial ha sido mil veces revisada y comprobada.

Dudas ante el milagro siempre pueden quedar, pero ninguna razonable.

Aquí no se habla de tradición, sino de documentos; e historiadores de todo tipo no se atreven a negar y desmentir a los testigos presenciales.

Quien quiera conocer todas las pesquisas intente encontrar el libro de Vicente Montuno Morente «Nuestra Señora de la Capilla, Madre, Patrona y Reina de Jaén. Ensayo histórico». O el de Agustín de la Fuente González «Don Gonzalo de Stuñiga, Obispo de Jaén 1423-1456».La Virgen de la Cabeza

Desde ese momento se construyó una capilla anexa a la iglesia, donde terminó ese cortejo celestial su procesión por la ciudad, forjándose la devoción de la ciudad a la Virgen de la Capilla.

virgen de la capilla de jaen

 

LA IMAGEN DE LA VIRGEN SANTA

La imagen de la Virgen de la Capilla empieza a asociarse, desde el siglo XVI, a cultos públicos solemnes, rogativas, etc. Y el pueblo, de una forma espontánea, pone la ciudad bajo su Patronazgo.

El 11 de junio de 1930, el cardenal primado don Pedro Segura procedió a la solemne Coronación Canónica de la Virgen (este acto simboliza la especial devoción de un pueblo hacia una imagen).

Años después, en 1950, S.S. Pío XII , atendiendo las peticiones del pueblo de Jaén, proclamaba a la Virgen de la Capilla Patrona Principal de Jaén.

Y en 1967, el Excmo. Ayuntamiento, atendiendo a la histórica significación de esta bendita imagen, le concedía los honores de Alcaldesa mayor de la ciudad, imponiéndole el bastón de mando y el fajín como atributos de mando, fue el 29 de septiembre de 1967.

El bastón que permanentemente porta la Patrona, es el personal que donó el alcalde Ramón Calatayud Sierra.

La talla es una obra anónima de estilo gótico de principios del siglo XVI. Tiene una altura de tres palmos.

El niño se apoya sobre el brazo izquierdo, formando parte de la talla total de la imagen. Las imágenes se apoyan sobre un trono de lata donado por María Teresa Leonarda de Moya y Godoy en 1742.

El día de su festividad, los jiennenses vestidos de chirris y de pastiras realizan la ofrenda floral a su Virgen, quedando la fachada del templo impresionantemente adornada con estas flores.

Posteriormente, se realiza la misa de Cabildos con la presencia de las autoridades municipales.

Ya por la tarde, es cuando la imagen de María se reencuentra con el pueblo de Jaén en la plaza de San Ildefonso, acompañada de su cortejo procesional, que como aquella noche de 1430 la acompaña por las calles de la ciudad.

capilla de san ildefonso jaen

 

EL SANTUARIO

Agradecidos a esta ayuda y patrocinio celestial, en el lugar donde había finalizado aquella misteriosa procesión, se colocó una talla de la Virgen, posiblemente extraída de un retablo anterior.

Las gentes comenzaron a visitar a esta imagen que, por pertenecer a la Capilla de San Ildefonso, llamaron “de la Capilla”.

La devoción aumentó. Aquella primitiva Capilla de San Ildefonso sufrió sucesivas ampliaciones que la convirtieron en un templo suntuoso.

Tiene origen y traza medieval, data de 1248.

Es un templo de tres naves separadas por pilares compuestos, que sostienen arcos apuntados. Estilo gótico final.

Es el templo de mayor dimensión de la ciudad después de la Catedral. Conserva la portada original cegada.

En el muro septentrional de la plaza está la portada renacentista, el resto de la fachada es proyecto de Ventura Rodríguez. En su interior está el Sepulcro de Vandelvira.

El conjunto se completa con una pequeña torre octogonal que arranca directamente del plano de la fachada, como es común en Ventura Rodríguez y en la arquitectura del XVIII.

La pieza de mayor interés es la Capilla de Nuestra Señora, donde se encuentra la imagen de la Virgen de la Capilla.

El interior de la misma es gótico y destacan los retablos barrocos. Con el fin de facilitar la devoción de los fieles, en el muro se abrieron dos arcadas para visionar a la Nuestra Señora de la Capilla, la Patrona de la ciudad.

Estas rejas dieron nombre a la calle, que por motivos de seguridad se cegaron en el siglo XVIII. En 1986 volvieron a reabrirse.

Según la tradición su trazado coincide con el altozano en que se oficiaron en 1430, unos celestiales Maitines que estuvieron presididos por Santa María, Virgen y Madre.

La devoción popular a la Virgen de la Capilla ha ido acumulando ofrendas, en algunos casos muy valiosas, pero no se conservan todas debido a las guerras.

De todas formas hay que destacar la colección de veintiún mantos para vestir la talla, que se pueden ver en el museo de la Virgen, las coronas de la Virgen y el Niño, modernas, que sustituyen a las robadas en la Guerra Civil, con siete quilos de peso: tres y medio de oro y el resto de plata.

En ella están grabadas los escudos de Jaén, de la Cofradía, del obispo del Descendimiento Gonzalo de Estúñiga, del obispo de la Coronación Manuel Basulto y Jiménez , y del de la Recoronación Rafael García y García de Castro.

Cabe destacar el frontal de plata del altar, el trono también de plata, como también de plata son la lámpara donada por el Ayuntamiento, la Cruz del altar, los candeleros, sacras, rostrillo y media luna.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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