Su ejemplo en defensa de las enseñanzas sobre la eucaristía marcó la misión del Arzobispo Fulton Sheen.

El Venerable Fulton Sheen fue un arzobispo estadounidense, que se hizo famoso a través de su presencia en la televisión en la década de 1950.

Fue la figura de referencia cuando explotó este revolucionario nuevo medio de comunicación, que dejó impactada a la población.

Treinta millones veían semanalmente a Sheen en su programa. 

Y el sello personal que transmitió a la audiencia, fue un inmenso amor por la Eucaristía.

Inculcó la Adoración diaria, a la que él mismo nunca hubiera renunciado por ningún motivo del mundo.

Y eso fue por un episodio que quizás muchos ignoran, pero que merece ser contado.

A los 84 años, dos meses antes de morir, reveló el secreto conmovedor que lo llevó a ese amor irrefrenable por la eucaristía.

Aquí hablaremos sobre el conmovedor hecho histórico que llevó a Fulton Sheen a ser el mayor propulsor de la Adoración Eucarística que jamás hubo.

Poco después de haber alimentado a la multitud con cinco panes y dos peces, Jesús predicó en la Sinagoga de Cafarnaúm y dijo unas palabras que han resonado en los oídos de todas las generaciones de cristianos.

“Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que baja del Cielo para que si alguien come de él no muera”. 

Y agregó,

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo. Si alguno come de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

Sin la fe, estas palabras no tienen sentido. 

Pero aceptadas por la fe, la revelación de Jesús, sobre Su presencia real en la Eucaristía, resulta clara e inequívoca.?

Y ha sido la piedra angular de la fe cristiana.

Porque todos los sacramentos católicos tienen a la Sagrada Eucaristía como centro.

En la Sagrada Comunión se nos entrega el mismo Cristo, misteriosamente escondido en la hostia y el vino consagrados.

Y su divinidad actúa en nuestra alma cuando la recibimos adecuadamente.?

La Comunión sustenta la vida del alma, de modo semejante a como el alimento corporal sustenta al cuerpo.

Su recepción en estado de gracia, mantiene al cristiano en la gracia de Dios.

El alma recupera las fuerzas del desgaste que sufre debido a las heridas del pecado original y los propios pecados personales.

La libra de la tibieza, la ayuda a evitar el pecado mortal y a luchar eficazmente contra los pecados veniales.

Hace crecer y desarrollar la vida sobrenatural.

Da al alma más deseos de los bienes eternos “el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá nunca sed”.

Y el efecto propio de este sacramento es la conversión del hombre en Cristo, para que no viva él, sino Cristo en él.

El arzobispo Fulton Sheen adoró a esa hostia consagrada, que tiene la presencia real de Cristo escondido, todos los días, conmovido por una historia real, en que vio testimoniada la profundidad de todo esto.

Solo dos meses antes de su muerte, a la edad de 84 años, el obispo Sheen reveló su secreto al público.

El entrevistador le preguntó, “Su Excelencia, usted ha inspirado a millones de personas en todo el mundo a la devoción al Santísimo Sacramento.

Pero ¿en quién se inspiró? ¿en un Papa? 

Y el obispo Sheen respondió que su mayor fuente de inspiración no había sido un Papa, ni un cardenal, ni ningún otro obispo, ni un sacerdote, ni una monja, sino una pequeña y humilde china de 11 años.

En la década de los ’50 una pequeña china de 11 años llamada LI asistía a la escuela parroquial en China. 

Y preparándose para su Primera Comunión le pareció muy extraña la frase del Padre Nuestro “danos hoy nuestro pan de cada día”. 

Entonces le preguntó a la monja catequista, por qué Dios le había dicho que pidiera pan a los que comen arroz como ella.

Y le contestó “Tú comes arroz por la mañana, al mediodía y por la noche porque tu cuerpo necesita arroz. 

Pero tu alma, que vale más que tu cuerpo, tiene hambre de este pan que es el Pan de Vida, ¡se llama hostia!. 

Recuerda no tomar más de una Hostia al día y nunca tocarla con las manos. La hostia se recibe de rodillas y en la lengua”.

Esta respuesta sencilla fue tomada tan en serio por Li que luego la llevaría al martirio. 

Desde el mes de mayo, cuando Li hizo su Primera Comunión, imploró a Jesús que le permitiera tener siempre este pan de cada día y comenzó a comulgar todos los días.

Pero cuando los comunistas se apoderaron de China en 1949 desataron una fuerte persecución contra el cristianismo y la Iglesia.

Y un día los comunistas invadieron la iglesia a la que concurría Li y encarcelaron al párroco en su habitación.

Desde la ventana el presbítero Luc pudo ver cómo los comunistas profanaron el sagrario. 

Tomaron el copón del sagrario y lo tiraron al suelo, quedando esparcidas 32 hostias consagradas.

La pequeña Li estaba presente en la iglesia en ese momento, se escondió en un rincón, y se quedó helada con la escena. 

Y cuando los guardias no la veían se postró de rodillas y adoró en silencio a Jesús abusado y abandonado.

La monja le había enseñado que es necesario preparar el corazón antes de recibir a Jesús.

Y después de una hora de Adoración, bajó la cabeza al suelo y recogió una hostia con la lengua.

Así permaneció de rodillas, con los ojos cerrados en comunión con su celestial visitante.

Mientras el sacerdote temblaba todo el tiempo temiendo por ella.

Pero pudo irse sigilosamente saltando por la ventana.

Al día siguiente se repite la misma escena. 

La pequeña Li regresa y postrada en el suelo toma otra hostia con la lengua y se va después de la adoración.

El Padre Luc sabía que el número de hostias era 32 y se preguntaba por qué no las juntaba evitando correr riesgos.

Pero la pequeña Li recordaba la enseñanza de la monja: «una hostia por día es suficiente” y así lo hizo.

El día 32 permanecía la última hostia en el suelo.

Al amanecer Li se cuela en la iglesia y, como de costumbre llega silenciosa al pie del altar. 

Se arrodilla y reza cerca de la hostia profanada, pero debido a un ruido involuntario es alertado un guardia, que la ve y Li es martirizada.

Pero tuvo el tiempo suficiente para arrastrarse por el suelo hacia esa última hostia, que tomó con la boca como las demás.

Ya no quedaban más hostias profanadas. 

Cuando el obispo Sheen escuchó este relato, quedó tan impresionado por el celoso heroísmo de esta niña por la Eucaristía, que decidió que de ahora en adelante, sucediera lo que sucediera, pasaría el resto de su vida en adoración ante Jesús diariamente. 

Si esa niña había dado tal testimonio con su vida, de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento, él sintió que estaba obligado a hacer lo mismo.

Y Sheen no solo cumplió su promesa a lo largo de su vida, sino que nunca perdió la oportunidad de promover el amor por Jesús en la Eucaristía, invitando continuamente a los fieles a hacer «una hora santa» de adoración ante el Santísimo Sacramento todos los días.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre el testimonio de la china Li, que llevó al Arzobispo Fulton Sheen a dedicar su vida a la predicación masiva de la adoración al Santísimo Sacramento. 

Y me gustaría preguntarte si haces adoración al Santísimo Sacramento con frecuencia y que resultados has tenido de ello.

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