Los reclamos de Jesucristo y la Virgen María a los hombres y sus advertencias.
Tendemos a ver a Dios como un expendedor de gratificaciones inmediatas, y nos negamos visceralmente a admitir que nos puede castigar, como los padres castigan a sus hijos privándolos de algo que les gusta, para educarlos.
Es que en el fondo no nos sentimos desobedientes, o pensamos que podemos seguir tirando de la cuerda.
Sin embargo los mensajes de las apariciones marianas, aprobadas por la Iglesia, nos dicen que somos desobedientes, y que no nos arrepentimos ni hacemos penitencia como deberíamos.
Y que esto tiene un límite, que la copa está rebosando, que Dios está disgustado, etc.
Aquí hablaremos sobre a qué atribuyen las apariciones marianas nuestra desobediencia, cómo nos afecta individualmente y a la Iglesia, y hasta dónde Dios va a llegar.
El 26 de diciembre de 1957 el Padre Agustín Fuentes, realizó una entrevista a Sor Lucía de Fátima que tuvo fuertes represalias contra ellos.
El Padre Fuentes fue destituido como postulador de la causa de beatificación de los videntes Jacinta y Francisco, e incluso recibió una campaña anónima que sugería que había inventado la entrevista.
Y a Sor Lucía se le impidió dar más reportajes.
¿Y qué originó estas represalias?
Que lo dicho fue contra la corriente vaticana, de una llamada a la modernización del mensaje de la Iglesia Católica, que luego se cristalizó con la llegada de Juan XXIII al pontificado, y el lanzamiento del Concilio Vaticano II.
¿Y qué ofuscó especialmente a las autoridades vaticanas?
Dijo Sor Lucía que la Santísima Virgen está muy triste porque nadie ha hecho caso a Su Mensaje.
Los buenos siguen su camino pero sin dar importancia a Su Mensaje.
Y los impíos, sobre los que aún no ha caído el castigo divino, continúan también su vida pecaminosa.
Y por eso dijo “créame, Padre, Dios castigará al mundo y lo hará terriblemente. El castigo del cielo es inminente».
Y acotó algo revelador,
“Padre, ¿cuántos días faltan para que llegue 1960?
Será un año muy triste para todos, nadie podrá experimentar ninguna alegría si el mundo no ora y hace penitencia.
No puedo dar más detalles, ya que todavía es un secreto”.
Sor Lucía creía que el Papa iba a publicar el Tercer Secreto de Fátima en 1960, como había pedido la Virgen.
Y que la Iglesia iba a informar sobre el mal camino que había tomado el mundo y la Iglesia, y sobre la necesidad de arrepentimiento, conversión, oración y penitencia.
También reafirmó Sor Lucía que “Rusia será el instrumento elegido por el Cielo para castigar al mundo entero, si no conseguimos que esa pobre nación se convierta primero».
Sin embargo, Juan XXIII no publicó el tercer secreto de Fátima, llamó al Concilio Vaticano II, y lo abrió con un temperamento contrario al que exhibió la Virgen en sus mensajes.
En el célebre discurso Gaudet Mater Ecclesia, con que abrió el Concilio, criticó a los que llamó “profetas de calamidades».
Y no sólo eso, como era su intención que participaran en el Concilio delegados de la Iglesia Ortodoxa Rusa, se hizo un pacto para no condenar al comunismo, como al fin sucedió, a pesar del mensaje de Fátima.
Sor Lucía le dijo al Padre Fuentes que creía que había llegado el final de los tiempos por tres razones.
La primera es que “el diablo está a punto de librar una batalla decisiva contra la Santísima Virgen”.
Dijo que el maligno trata por todos los medios de corromper y adormecer el alma de los fieles y de conducirlos a la peor impenitencia.
Pero “lo que ofende especialmente al Corazón Inmaculado de María y al Corazón de Jesús es la caída de las almas de los religiosos y sacerdotes», según Sor Lucía.
Y quizás previendo el clima Vaticano contrario a estos mensajes le acotó,
“Padre, no debemos esperar un llamado del Santo Padre desde Roma al mundo a hacer penitencia.
Tampoco debemos esperar tal llamado de nuestro obispo, o de las congregaciones religiosas.
El mundo no se ha preocupado en absoluto por ellos.
Es por esto que ahora es necesario que cada uno de nosotros comience a reformarse espiritualmente y también ayudar a todas las almas que Dios pone en nuestro camino”.
La segunda razón es que la Virgen le dijo que el Señor había decidido dar al mundo los dos últimos remedios contra el mal, que son el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María.
Estos son los dos últimos remedios posibles, lo que significa que no habrá otros.
Y la tercera razón es que, en los planes de la Divina Providencia, cuando Dios se ve obligado a castigar al mundo, trata de corregirlo con todos los demás remedios posibles
Si este último recurso no tiene éxito, ya no podremos esperar ningún tipo de perdón del Cielo, porque seremos culpables de lo que el Evangelio define como un pecado contra El Espíritu Santo.
Pero estas advertencias del cielo no le fueron dadas en esa fecha previa a 1960 sólo a Sor Lucía, sino también a la beata Elena Aiello.
Y no la habrían beatificado si hubiera cometido errores doctrinales.
El 8 de diciembre de 1956, la Beata Aiello recibió un mensaje similar a los de Fátima, “los hombres ofenden demasiado a Dios.
El mundo está totalmente devastado porque está peor que en los tiempos del diluvio universal».
También le dijo que el pecado de impureza ha llegado al colmo, y que la mayor parte de los hombres vive en el fango.
El 7 de marzo de 1958 Jesús le dijo “las almas sacerdotales y consagradas ya no prestan oído a mis inspiraciones; ya no predican el evangelio. Una gran parte de ellos vive en pecado. No sienten el peso de las almas que les son confiadas”.
Le dijo también que Rusia esparcirá sus errores por el mundo y que Roma será castigada.
Y recibió más de una vez que, “si el hombre no vuelve a Dios, vendrá un castigo jamás visto en la historia del mundo”.
Pero a pesar de estos mensajes, en la Iglesia predominó el Espíritu del Concilio y no de penitencia.
El Concilio Vaticano II tuvo cosas buenas y malas, como todas las cosas que hacen los hombres.
No como dice Monseñor Lefevbre que salieron de ahí solo cosas malas.
Pero una de las cosas malas fue no centrar la prédica al pueblo en un arrepentimiento y penitencia urgentes.
Y 7 años después de finalizado, Pablo VI tuvo una enigmática expresión.
Admitió que el “humo de satanás se había infiltrado por alguna grieta del Vaticano”.
Eso fue cuando recién comenzaba a hacerse sentir la terrible baja en la concurrencia a misa luego del Concilio, la renuncia de curas y religiosos a su profesión, y el declive de las vocaciones.
Y todavía no se había hecho sentir la confusión doctrinal actual y la prédica del Vaticano del programa de la sociedad civil, en vez del suyo. ?
Como dice el célebre historiador católico Roberto de Mattei, los tiempos de los hombres son diferentes de los tiempos de Dios.
Si un castigo anunciado por el Señor se demora, no significa que no llegará, sino que cuanto más se demore, más severo será.
La severidad del castigo no solo es proporcional a la gravedad del pecado, sino también al tiempo que Dios concede para la conversión.
A las personas y a la Iglesia se les da tiempo para arrepentirse, y cuando no lo hacen, la misericordia es reemplazada por la justicia divina.
Bueno, lo que dice de Mattei es el peligro que pesa sobre nosotros y es una advertencia de que hacemos mal en anestesiarnos con las cosas del mundo.
Y me gustaría preguntarte si crees que la Iglesia está predicando el arrepentimiento y la penitencia con suficiente claridad hoy o no.
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