Jesús revela cómo los laicos, con Su ayuda, pueden contener la apostasía de los sacerdotes.
Es un hecho notorio que una buena cantidad de sacerdotes están manifestando apostasía, en buena parte de la fe que Jesucristo entregó a los apóstoles y está plasmada en la Biblia y en el Catecismo.
Muchos se desvían porque están apostatando de verdad, otros por mera confusión, y otros para actuar ante exigencias de la jerarquía y hasta de sus fieles.
¿Cómo podemos corregir a estos sacerdotes para que mantengan la pureza doctrinal?
Aquí hablaremos sobre cómo fue profetizado desde hace siglos, por místicos y la propia Virgen María, que esto pasaría en la Iglesia, y cómo podemos obtener el sorpresivo auxilio de Jesucristo, para llegar al sacerdote que se está desviando; y también a un laico a quien le sucede lo mismo.
La apostasía, o sea la pérdida de fe original que Jesús dejó a los apóstoles, hoy es una realidad.
Fue profetizada por varios santos y místicos a través de la historia.
Y muy probablemente fue la advertencia central del 3er Secreto de Fátima, cuya segunda parte no fue revelada por el Vaticano.
Ana Catalina Emmerich tuvo una visión de lo que llamó la Demolición de la Iglesia, que daba paso a lo que también llamó la Iglesia de las Tinieblas.
Luisa Picarreta tuvo una visión de una columna, cuya cima tocaba el cielo, y sosteniendo esta columna estaban sacerdotes, obispos, cardenales.
Y vio que era escasísimo el número de aquellos que se encontraban en estado de sostenerla, así que esta pobre columna se tambaleaba sin poder estar firme.
En el siglo XVII, Nuestra Señora advirtió a Sor Mariana de Jesús Torres del deterioro de la moral del mundo y la defección de los sacerdotes en el siglo XX.
También lo corroboró Nuestra Señora de La Salette, diciendo cosas tan graves como que los conventos se transformarían en lugares de pastoreo del demonio Asmodeo.
Y en el propio siglo XX Nuestra Señora dijo en Garabandal que muchos cardenales, obispos y sacerdotes iban por el mal camino y arrastraban a muchos fieles.
Y luego vino la crisis de los abusos en la Iglesia, una serie de hechos reales, que han sido magnificados por los enemigos de la Iglesia.
Es cierto que las Escrituras revelan las debilidades del clero.
Todos los Apóstoles huyeron tras el arresto de Jesús en el Huerto y como dijo un bromista, fue el primer acto colegiado del cuerpo de obispos.
Pedro, el primero de los Apóstoles, negó tres veces a Jesús. Judas lo traicionó.
Y San Pablo, y muchos santos después de él, advirtieron sobre los pecados de los obispos.
Pero en nuestro tiempo, la narrativa del encubrimiento de abusos otorgó un gran peso a la visión pecadora e infrahumana del sacerdocio, se dice “todos son abusadores”.
Una afirmación que no resiste la más mínima evidencia, porque hay muchos sacerdotes fieles a la doctrina y hasta algunos muy santos.
Sólo que no son muy notorios a la vista pública.
¿Y por qué razón? Porque tienen que lidiar con dos problemas.
Uno es la mala catequización de los fieles y la introducción de ideas religiosas de la new age, además de la presión del relativismo y el lenguaje políticamente correcto del mundo.
Y estos fieles presionan a los sacerdotes para que no prediquen lo que les disgusta.
Esto parece haber tenido importancia en el origen del Camino Sinodal Alemán.
Y el otro problema es la jerarquía. Porque a esta altura parece claro que la apostasía en la Iglesia empezó por la jerarquía, por el vértice de la Iglesia.
Muchos obispos persiguen a sacerdotes fieles a la doctrina de los apóstoles y hasta los cancelan.
Por eso los sacerdotes fieles no se exponen, tratan de pasar desapercibidos, esperando nuevos vientos.
Pero a su vez los obispos son controlados por instancias superiores, para que reflejen las nuevas preocupaciones de la Iglesia: cambio climático, peregrinaciones, nuevas sexualidades.
Lo cual supone una nueva teología, a la vetusta que predicaba el arrepentimiento del pecado, y se preocupaba de la evangelización bajo los fundamentos de Jesucristo.
¿Y qué pueden hacer los laicos al respecto de este deterioro de la doctrina y la pastoral?
Los laicos tienen la ventaja de que pueden hablar de la apostasía, despertando a otros laicos.
Pueden mantener vivas las partes de la doctrina y pastoral histórica de la Iglesia, ahora vetusta.
Pero tienen el contrapeso de los laicos dormidos, que en general son clericalistas, piensan que la única verdad es la que dice el sacerdote y no se atreven a pensar otra cosa.
Y son refractarios a cualquier información que no venga por los canales jerárquicos de la Iglesia.
Los laicos conscientes del deterioro de la fe que está ocurriendo, también pueden hacer una corrección fraterna a los sacerdotes que se desvían.
Están plenamente en su derecho de hablar si el clero está contradiciendo la fe.
Porque la verdad se expone muy claramente, no sólo en la Escritura, sino también en el Catecismo de la Iglesia Católica.
Los primeros cristianos llevaban a cabo la corrección fraterna frecuentemente, tal como había establecido el Señor “Ve y corrígele a solas”.
Sin embargo, aquí nos encontramos nuevamente con el clericalismo.
Primero del lado del laico, que no se atreve a contradecir al sacerdote por más que tenga fundamentada su equivocación.
Pero también está el clericalismo del sacerdote, que en muchos casos hace oídos sordos a la corrección del laico, porque no pasó por el seminario, no estudió filosofía, ni teología, ni pastoral.
De modo que no es fácil, en casos individuales, comprender si es mejor corregir “in voce” o no.
¿Y entonces qué hacer ante un muro de piedra?
Acá nos viene en auxilio un mensaje de Nuestro Señor a Don Dolindo Ruotolo, un sacerdote que el Padre Pío consideraba con los mismos o mayores dones que él.
Cuando don Dolindo fue acusado falsamente y el Santo Oficio le quitó las facultades sacerdotales, una de las sanciones que se le impuso fue la de prohibirle predicar públicamente.
Don Dolindo lo aceptó con total humildad, pero eso no cesó el dolor que le causaba no poder predicar cuando anhelaba decir las palabras que acercarían las almas a Dios.
Y en una locución de 1923, Jesús le dio una solución inusual, en lugar de homilías vocales, don Dolindo podía predicar homilías silenciosas.
Él le dijo:
“¿Quieres dar una homilía a los impuros? Entonces recuéstate en Mí, ora por ellos y dime lo que les dirías.
Tus palabras secretas les llegarán como agua de un arroyo que fluye, en destellos de inspiración, de emoción, de luces; con gracias más hermosas que si hubieras predicado en voz alta desde el púlpito.
Porque tu predicación surgirá de tu dolor, de tu escondite, de tu humildad”.
Estas palabras se pueden aplicar para ayudar a un sacerdote a no cometer errores y también a los laicos equivocados.
Es una manera secreta que Jesús reveló de corregir a una persona, sin decirle nada en absoluto.
Deberías recogerte en Jesús, orar por el sacerdote o el laico, y luego decirle a Jesús lo que le dirías.
Podrías ofrecer además tus sufrimientos, sentimientos de incomprensión, todas las veces que has dicho cosas que desearías no haber dicho, para que tus palabras den fe de tu dolor y humildad.
Lo que dijiste en silencio, Jesús le susurrará a un alma en los ecos de su corazón.
De esta manera Jesús podría llevarle tu mensaje con gracias mucho mayores que si intentaras decírselo tú mismo.
Porque cuando nuestras intenciones son sinceras y nuestro mensaje es digno, Él mismo entregará nuestras palabras a un alma que necesita escucharlas.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobrecómo podríamos aportar nuestro granito de arena para hacer una corrección fraterna a un sacerdote que ha extraviado su fe, y también a un laico.
Y me gustaría preguntarte cuál es tu experiencia cuando has hecho correcciones fraternas.
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