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La receta infalible para que Dios te de lo que necesitas.

Dios cuida a toda la creación, incluso a los seres humanos que no tienen fe en Él, se rebelan y tratan de hacer su propia voluntad siguiendo caminos ajenos.

Pero a quienes lo reconocen y se entregan a Él les da gracias especiales, su vida transcurre con más paz y no les falta nada.

No les asegura que no tendrán dificultades en el pasaje por la Tierra, pero sí les asegura que pasarán sobre ellas mejor que los que no se entregan a Él.

O sea que Dios te llama y te da la fe inicial para que te entregues a Él, pero como tienes libre albedrío puedes no hacerlo o hacerlo a medias.

Pero si lo haces como Él te pide tendrás Sus mayores gracias.

Aquí hablaremos sobre cuáles son las condiciones que Dios nos da para obtener las mayores gracias de Él, y presentaremos también testimonios de cómo funciona esto para que lo puedas aplicar.

Los seres humanos somos completamente dependientes de la misericordia y gracia de Dios, aunque no nos demos cuenta.

Él nos dará los recursos que necesitamos para hacer frente a los desafíos de la vida y para alcanzar nuestro destino eterno, si hacemos las cosas como Él manda.

Pero Dios ejerce un cuidado extremo sobre aquellos que le sirven.

Aunque la providencia de Dios se extiende a todas sus criaturas, manifiesta un cuidado especial por sus siervos fieles.

Los que no creen en Dios, y los que creyendo en Él no hacen Su voluntad, no obtendrán el cuidado y las gracias que Dios da a los que creen en Él y hacen su voluntad.

Esto resulta extraño para mucha gente, porque para apreciar esta grandeza y bondad de la providencia de Dios deben haberla experimentado, o haber estudiado con atención las Sagradas Escrituras.

A lo largo de la Biblia vemos dos rasgos característicos. Por un lado, Dios ordena al hombre que le obedezca.

Y por otro, le promete a cambio de esta obediencia, recompensas inestimables.

Mientras que a los que desobedecen, les amenaza con castigos severos.

Esta doctrina está distribuida a lo largo de toda la Biblia.

Los libros morales contienen mandamientos y promesas, y a su vez amenazas de Dios a los que nos las cumplen.

Mientras que los libros históricos señalan el cumplimiento de las mismas y muestran la diferencia en el trato de Dios con los justos y con los injustos.

Todo lo que Dios nos manda es amarlo y obedecerlo, y a cambio Él nos ofrece bendiciones impresionantes para esta vida y la próxima.

La bendición más importante es contar con la gracia de su amor paternal y el cuidado con el que Él vela por Sus hijos, que supera infinitamente al de cualquier padre terrenal.

En el Sermón del Monte en Mateo 6, Jesucristo nos habla conmovedoramente acerca de la necesidad de confiar en el cuidado amoroso de nuestro Padre celestial.

Dice,

«No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis».

Y pone el ejemplo de las aves del cielo que no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros y el Padre celestial las alimenta, aunque los seres humanos valen más que ellas. 

Dios sabe lo que necesitamos, sólo los que no creen en Dios no lo reconocen.

Y en este sermón nos revela la condición central para obtener Su trato especial, dice, «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura».

Y en Eclesiástico 34 leemos: «Los ojos del Señor están sobre los que le temen; él es su poderoso protector, y fuerte sostén… una protección contra los tropiezos… él levanta el alma, e ilumina los ojos, da salud, vida y bendiciones».

De modo que si estamos tratando de hacer la obra de Dios, en lugar de la nuestra, no hay que temer por los resultados.

El Señor nos proveerá en nuestras necesidades, incluso hasta el punto de hacer milagros si es necesario.

La única cosa que no puede hacer, sin embargo, es obligarnos a confiar en él, y ahí está la clave.

Si elegimos libremente por la confianza a Dios, estamos cooperando con su gracia, y los resultados están garantizados que serán maravillosos y sorprendentes.

Por eso San Francisco de Sales dice, «No temas lo que puede suceder mañana.

El mismo Padre amoroso que se preocupa por ti hoy, te cuidará mañana y todos los días. Él te protegerá del sufrimiento, o te dará la fuerza inagotable de soportarlo».

Por lo tanto, nuevamente, la clave para obtener la protección y las mayores gracias de Dios es la confianza en Él.

Y la mayor gloria y agradecimiento que podemos dar a Dios es hacer su voluntad en todo.

Es como un círculo virtuoso si nos dejamos llevar por la confianza y por los resultados.

Confiamos verdaderamente en la promesas de Dios y hacemos su voluntad, obtenemos buenos resultados, lo que refuerza nuestra confianza y le agradecemos, lo que a su vez provoca más gracias de Dios, y nos lleva a confiar más para hacer su voluntad.

Y Nuestro Señor mismo nos enseña a pedir la voluntad de Dios en la tierra como la hacen los santos en el Cielo, recitamos en el Padrenuestro «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».

Por eso es importante darse cuenta que el que da sus bienes en limosnas, su sangre en flagelaciones y su alimento en ayunos, da a Dios lo que tiene. 

Pero el que da a Dios su voluntad, se da a sí mismo, da todo lo que es. Y eso es lo que agrada a Dios sobremanera.

Una persona que hace eso dirá «aunque soy pobre, Señor, te doy todo lo que poseo; pero cuando digo que te doy mi voluntad, no me queda nada más para darte». 

Esto es exactamente lo que Dios requiere de nosotros, por eso en Proverbios 23:26 leemos «Hijo mío, dame tu corazón».

Y el comentario de San Agustín al respecto es que no hay nada más grato que podamos ofrecer a Dios que decirle: ‘Posee tú mismo de nosotros’. Sólo haznos saber tu voluntad y la llevaremos a cabo. 

Por eso la confianza en Dios y hacer Su voluntad es muchísimo más importante, para Dios y para lo que Él te dará, que todas las oraciones que realices, todos los ayunos y penitencias.

Es lo que nos enseñan los santos.

Por ejemplo, San Juan de la Cruz, una vez fue informado por el cocinero en su monasterio que no había comida para el día siguiente, y le respondió, 

«Deja a Dios el cuidado de la provisión de alimentos. Mañana está lo suficientemente lejos, Él es muy capaz de cuidar de nosotros».

A la mañana siguiente no había todavía comida, hasta que un rico benefactor llegó a la puerta.

Él explicó que había soñado la noche anterior que los monjes podrían estar necesitados y había traído suficiente comida y suministros para sostenerlos, por si acaso fuera así.

También cada vez que los ayudantes de Don Bosco le decían de problemas financieros graves y que ya no podían más, les aseguraba, «Dios proveerá», y en todos los casos tenía razón.

Una vez que la madre superiora llegó muy molesta a San José Benito Cottolengo y éste le preguntó, «¿Cuál es el problema, hermana?».

Ella respondió, «Tengo tantas cosas para comprar Padre, y esto es todo el dinero que tengo».

San José Cottolengo estuvo de acuerdo en que era una suma muy pequeña, por lo que tomó el dinero, lo arrojó por la ventana, y consoló a la monja sorprendida diciendo, «está bien, ha sido plantado ahora. Espere unas horas, y va a dar sus frutos».

Y más tarde ese mismo día, una mujer fue a ver al santo y donó una gran suma de dinero, más que suficiente para satisfacer las necesidades de la comunidad.

San Alberto Magno sostenía que «cuanto mayor y más persistente es tu confianza en Dios, más abundancia recibirás en todo lo que le pidas».

Y en el mismo sentido Santa Teresa de Ávila aseguraba que «Dios está lleno de compasión y nunca deja a aquellos que están afligidos y despreciados, si solamente confían en Él».

Algunos dirán que actuar así es cosa de santos, pero deben tener en cuenta que no es de ellos el mérito. 

Los seres humanos no pueden transformarse en santos por sus propios medios y obtener esa confianza y esa férrea voluntad de entrega a Dios. 

Sería como si alguien intentara transformarse en una especie de superhéroe por pura fuerza de voluntad. 

El crecimiento de nuestra confianza no depende de nuestra fuerza de voluntad sino que viene con la entrega, permitiendo humildemente que Dios nos purifique mientras nos empapamos de Su Amor.

Simplemente estamos llamados a dejar nuestro orgullo y darle permiso a Dios para que cumpla Su plan en nosotros.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo depositar la confianza en Dios antes que nada, y tratar de hacer su voluntad persistentemente, nos lleva a lograr de Él una protección especial y gracias especiales, que no tendríamos de otra forma. 

Y me gustaría preguntarte si has comprobado, que en los períodos en que has trabajado más para hacer la voluntad de Dios en tu vida y has tenido más confianza en Él, has logrado más gracias que en otros momentos, o no.

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