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Cómo la Virgen María Creó el primer Vía Crucis [¿cómo era y cómo lo rezaba?]

Desvelamos cómo fue que se creó y desarrolló la devoción del Vía Crucis.

El Vía Crucis es una de las devociones más importantes de la Iglesia, especialmente para Cuaresma y Semana Santa.

Aunque Jesucristo mismo ha pedido que se rece más a menudo.

La Virgen María fue quien creó el Vía Crucis luego de Pentecostés sobre la base de recorrer el trayecto que hizo Jesús por la Vía Dolorosa durante Su Pasión y hacer paradas en lugares significativos para meditar y rezar.

Aquí hablaremos sobre cómo fue el Vía Crucis que creó la Virgen María y cómo el método que Ella creó fue tomado por los franciscanos y desarrollaron el Vía Crucis tal como lo conocemos hoy.

Vía Crucis es una expresión latina que significa “Camino de la Cruz», y hace alusión al camino que recorrió Cristo durante su Pasión, desde el Pretorio de Pilatos hasta el Calvario.

Muchas tradiciones afirman que María siguió a Jesús por el camino del Calvario, y por eso tenía grabado en su corazón cada centímetro del recorrido.

Y diversos textos del primer siglo relatan que María visitaba diariamente los escenarios de la pasión de su hijo, después de Pentecostés .

Y que vivió el resto de su vida contemplando el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, a través del Vía Crucis. 

Ella trataba de revivir los poderosos eventos de la pasión de Jesús guardados “en su corazón”, contemplando el gran sacrificio que hizo.

De modo que la práctica del Vía Crucis comenzó con la Santísima Madre. 

Porque Ella, más que nosotros, comprendió claramente el poder de aquellas horas de la agonía de Jesús. 

María sabía la importancia de unir todos los sufrimientos y sacrificios a ese sacrificio perfecto de su Hijo. 

Sin embargo, no creó la devoción popular con las oraciones y estaciones que conocemos hoy.

Eso se fue haciendo de a poco y cristalizó con los franciscanos, más de un milenio después, con las 14 estaciones de hoy.

Pero Ella fue la que creó el método, porque no bien murió Jesús, Ella comenzó a rememorar el recorrido que hizo Su hijo durante las últimas 9 horas de vida.

Después de la muerte de Jesús, María fue a casa de Lázaro.

E inmediatamente Ella partió con 17 mujeres para seguir el camino de la Pasión nuevamente. 

El ardiente deseo de estar cerca de Jesús y de no abandonarlo, le dieron una fuerza sobrenatural, a pesar de Su dolor.

Dice la beata Ana Catalina Emmerich,

“Yo las vi cubiertas con sus velos llegar sin atender a las injurias del populacho, besar la tierra en el sitio en que Jesús cargó con la Cruz, y después seguir el camino que Él mismo había seguido”.

María vivió 5 años en Jerusalén y allí recorría diariamente la vía dolorosa siguiendo la misma ruta por la que pasó el Señor cargando con la cruz.

Se detenía en cada uno de los sitios que le ofrecían un recuerdo especial para meditar y considerar la angustia que sufrió.

Algunas veces, el dolor la inundaba tanto, que se desvanecía y quedaba enferma por largos días, a tal punto que muchos creían que tarde o temprano fallecería por estos desvanecimientos.

Luego María se mudó a una casa que había hecho construir San Juan en Éfeso, donde vivió otros 10 años.

En ese asentamiento se habían establecido varias familias cristianas antes de que estallara la gran persecución.

La casa de María era la única de piedra y estaba a 17 kilómetros de Éfeso, hoy en Turquía.

Ana Catalina Emmerich da muchos detalles de la casa en sus visiones, los que sirvieron luego para que una expedición encontrará la casa a finales del siglo XIX.

Había permanecido oculta para el mundo por siglos, pero paradójicamente tenía en el frente una imagen de la Virgen y era un lugar de peregrinación para honrarla, especialmente para los musulmanes. 

No bien María se instaló en la casa construyó una réplica del Vía Crucis que hacía en Jerusalén, detrás de su casa, en el camino que conducía a la montaña.

De tanto recorrer la vía dolorosa en Jerusalén sabía exactamente los pasos entre un lugar y otro, y diagramó 12 estaciones a las que daba más significación, con las distancias exactas que tenían en Jerusalén.

En cada estación erigió con el tiempo una piedra, o si allí había un árbol, le haría una señal. Y luego escribió una leyenda en cada lugar. 

El camino terminaba en una altura que representaba el Calvario y una gruta a otra altura representaba el Santo Sepulcro.

Y con esta guía recorría el camino entregándose a las meditaciones de la pasión de Jesús.

Al principio iba sola pero luego lo seguiría diariamente en compañía de su sirvienta, sumergida en silenciosa contemplación.

Se sentaban en cada sitio que recordaba un episodio de la Pasión, meditando su significación misteriosa, dando gracias al Señor por su amor y derramando lágrimas de compasión. 

En ocasiones San Juan, las santas mujeres y fieles de la primitiva Iglesia, acompañaban a Nuestra Señora a recorrer el camino.

Entre las santas mujeres que vivían en el asentamiento cristiano cerca de Éfeso y que visitaban el primer Vía Crucis, estaba la hija de una hermana de Ana, la profetisa del Templo.

Pero incluso llegaba gente desde Jerusalén y de otros lugares.

Luego de la Asunción de María, todo esto fue mejorado y ordenado y los cristianos que llegaban se postraban y besaban la tierra. 

Cuenta Ana Catalina Emmerich que vio un Vía Crucis, 

“La Santísima Virgen iba delante de todos ellos. Vi que estaba débil, su cara era bastante blanca y como transparente. Su apariencia era indescriptiblemente conmovedora. 

Estaba muy delgada, pero no vi arrugas, no había señal alguna en ella de marchitamiento o decadencia. 

Había una solemnidad indescriptible en ella”.

También relata la beata Emmerich que después del tercer año de estancia en Éfeso, María tenía grandes ansias de ir a Jerusalén, y Juan y Pedro la llevaron allí. 

Parece que fue en ocasión de una especie de concilio de los apóstoles, donde María los asistiría con sus consejos.

Y a su llegada, por la tarde ya oscurecido, recorrió los santos lugares de la Vía Dolorosa de Jerusalén. 

Y 1 año y medio antes de su asunción, volvió a Jerusalén de nuevo, e hizo el mismo recorrido con los apóstoles, otra vez por la noche. 

Estaba indeciblemente triste y suspiraba continuamente «Oh hijo mío, hijo mío».

Después de la Asunción de María, Ana Catalina Emmerich vio que los cristianos visitaban este Vía Crucis, llevaban un asta con una cruz, clavaban el asta en una hendidura de cada piedra y se postraban para rezar. 

Y una vez descubierta la casa de Éfeso siglos después, la Hermana Marie de Mandat-Grancey fue nombrada en 1891 responsable de adquirir, restaurar y preservar la Casa de María y las áreas circundantes de la montaña.

Y encontró las estaciones de la Cruz con las piedras marcadas por la propia Virgen María.

Estas piedras hoy se encuentran en un museo público en Turquía.

Pero con el tiempo y las persecuciones este Vía Crucis en Éfeso se fue desvaneciendo.

Mientras tanto la Iglesia Católica descubre las bondades de hacer el Camino de la Cruz en el siglo IV, cuando Santa Elena descubrió el Gólgota y la Tumba de Jesús.

Y los peregrinos pudieron hacer el recorrido visitando estos lugares, deteniéndose para meditar en las Escrituras y en las tradiciones piadosas transmitidas.

Y a medida que la fe se extendió por Europa, la gente que no podía viajar a Tierra Santa, comenzó a hacer construcciones con las estaciones, para imitar la práctica del Vía Crucis más cerca de casa.

Recién se conoció masivamente el Vía Crucis originario de la Virgen María en el siglo XIX, por lo que las estaciones del Vía Crucis popular de Jerusalén se hizo en base a tres devociones, 

La de recorrer las caídas de Cristo bajo el peso de la Cruz.

El camino triste que hacían los cristianos recorriendo 7 ó 9 Iglesias diferentes conmemorando el camino de Jesús.

Y la conmemoración de los momentos en que Jesús se detuvo cuando cargaba la cruz.

A partir de los siglos XIV y XV los franciscanos empezaron a desarrollar la devoción del Vía Crucis en sus capillas.

Y la devoción del Vía Crucis tal como la conocemos hoy con las 14 estaciones, nació entre los franciscanos en España en la mitad del siglo XVII y luego se extendió por Italia.

En 1686, el Papa Inocencio XI alentó formalmente a los franciscanos para erigir Estaciones de la Cruz en todas sus iglesias. 

Y extendió las mismas indulgencias para rezar las estaciones en sus iglesias, que se concedían para rezar las estaciones en peregrinación en Tierra Santa.

Y Jesús mismo participó en la consolidación de esta devoción apareciendo a Santa Faustina Kowalska en el siglo XX, diciéndole que el mejor momento para rezar las estaciones de la cruz es el viernes a las 3 de la tarde, le dijo Jesús, 

«Haz tu mejor esfuerzo para llegar a las Estaciones de la Cruz en esta hora; y si no puedes hacer las Estaciones de la Cruz, al menos entra en la capilla por un momento y adora al Santísimo Sacramento».

Y también dio a al Hermano Estanislao, de principios del siglo XX, una serie de promesas a quien rece el Vía Crucis, que te las dejo en el artículo de nuestro sitio web, que reproduce este video, y cuyo link está en la descripción de este video.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo la Santísima VIrgen ideó y desarrolló el Vía Crucis, y cómo los Franciscanos lo desarrollaron a partir de devociones populares de Jerusalén. 

Y me gustaría preguntarte si rezas el Vía Crucis y cuando y donde lo haces.

PROMESAS FUERON TRANSMITIDAS POR JESÚS AL HERMANO ESTANISLAO (1903-1927).

Yo concederé todo cuanto se me pidiere con fe, durante el rezo del Via Crucis.

Yo prometo la vida eterna a los que, de vez en cuando, se aplican a rezar el Via Crucis.

Durante la vida, yo les acompañaré en todo lugar y tendrán Mi ayuda especial en la hora de la muerte.

Aunque tengan más pecados que las hojas de las hierbas que crece en los campos, y más que los granos de arena en el mar, todos serán borrados por medio de esta devoción al Via Crucis.

(Esta devoción no elimina la obligación de confesar los pecados mortales. Se debe confesar antes de recibir la Santa Comunión.)

Los que acostumbran rezar el Vía crucis frecuentemente, gozarán de una gloria extraordinaria en el cielo.

Después de la muerte, si estos devotos llegasen al purgatorio, Yo los libraré de ese lugar de expiación, el primer martes o viernes después de morir.

Yo bendeciré a estas almas cada vez que recen el Vía Crucis; y mi bendición les acompañará en todas partes de la tierra.

Después de la muerte, gozarán de esta bendición en el Cielo, por toda la eternidad.

A la hora de la muerte, no permitiré que sean sujetos a la tentación del demonio.

Al espíritu maligno le despojaré de todo poder sobre estas almas.

Así podrán reposar tranquilamente en mis brazos.

Si rezan con verdadero amor, serán altamente premiados.

Es decir, convertiré a cada una de estas almas en Copón viviente, donde me complaceré en derramar mi gracia.

Fijaré la mirada de mis ojos sobre aquellas almas que rezan el Vía Crucis con frecuencia y Mis Manos estarán siempre abiertas para protegerlas.

Así como yo fui clavado en la cruz, igualmente estaré siempre muy unido a los que me honran, con el rezo frecuente del Vía Crucis.

Los devotos del Vía Crucis nunca se separarán de mí porque Yo les daré la gracia de jamás cometer un pecado mortal.

En la hora de la muerte, Yo les consolaré con mi presencia, e iremos juntos al cielo.

La muerte será dulce para todos los que Me han honrado durante la vida con el rezo del Vía Crucis.

Para estos devotos del Vía Crucis, Mi alma será un escudo de protección.

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El Secreto mejor guardado en el Corazón de la Virgen María [lo revelamos aquí]

Las últimas horas de Jesús vistas por Su Madre.

Hay un secreto bien guardado en el corazón de la Virgen María.

Y se refiere a la pasión de su hijo y a sus últimas horas de vida.

Al que se puede acceder sólo si hacemos con Ella y Su hijo la devoción que Ella creó, el mismo día en que Jesús murió.

Una devoción que ha sobrevivido hasta nuestra época, aggiornada especialmente por los franciscanos.

En este video vamos a contar dónde reside ese secreto y cómo acceder a él si recorremos la devoción a través de los ojos de la Santísima Virgen.

Dicen las escrituras que María guardaba todas las cosas de Jesús en su corazón, Lucas 2:19.

Ella como madre vivió el momento más doloroso que una madre puede vivir, y más aún, el más doloroso que un creyente puede vivir, que es el castigo de los hombres a Dios.

Y no bien murió Jesús, Ella comenzó una devoción que rememora todo lo que vio durante las últimas 9 horas de vida de Su hijo.

Y que dio forma a lo que luego relatan los evangelios, que comenzaron a ser escritos no antes de 15 años después de la muerte de Jesús y luego de la asunción de María.

No bien murió Jesús, Ella comenzó con una de las devociones más importantes que se han desarrollado en el cristianismo, el Vía Crucis.

Nos contó los secretos del camino que hizo Jesús hacia su crucifixión por la Vía Dolorosa de Jerusalén el Viernes Santo, desde el Pretorio al Calvario.

Y nos enseñó a detenernos en cada una de las estaciones y meditar, como estando presente allí, como sólo Ella, las mujeres y Juan estuvieron.

Acá vamos a contar cómo lo creó María.

Esta devoción tiene tres grandes beneficios para los cristianos hoy, y es recomendable realizarla no sólo en cuaresma sino en todo tiempo, en especial los viernes.

Primero, porque corre el velo de lo que los ojos de María vieron como madre. 

Segundo, porque se trata de una devoción con una estricta base histórica, rememoramos cosas que sucedieron realmente.

Y tercero, porque nos ayuda a comprender la parte culminante de la misión del Señor en la Tierra y su sufrimiento por la redención de los seres humanos.

Esta devoción creada por María, se puede practicar en las iglesias, donde por lo general existen reproducciones pictóricas de las estaciones de la Cruz.

O externamente al templo, por ejemplo en una manifestación alrededor de la parroquia.

Y es especialmente apta para realizarla cada uno en su casa.

La cantidad de estaciones ha ido variando a través de la historia. 

Pero últimamente se ha estandarizado a 14 estaciones, organización desarrollada por los franciscanos, a quienes se les concedió en 1342 la custodia de los lugares más sagrados de Tierra Santa.

Si quieres saber el contenido de las estaciones y cómo rezarlo busca en internet, que es muy fácil de encontrar, y en la descripción de este video hemos puesto los links a artículos nuestros sobre el tema.

¿Cómo se reveló lo que hizo María?

Pocas personas saben que esta devoción del Vía Crucis fue creada por la misma Virgen María no bien murió Su hijo. 

Esto fue revelado por la beata Ana Catalina Emmerich, gracias a cuyas videncias fue localizada la casa donde María vivió los últimos años de su vida junto con el apóstol Juan, en Éfeso.

Y hoy es un lugar de peregrinación que se encuentra en la actual Turquía.

Hemos hecho un video y escrito artículos sobre el impresionante hallazgo. 

¿Y cómo María desarrolló el vía crucis?

Después de la muerte de Jesús, María fue sacada del calvario sin conocimiento por sus amigos.

Marcharon a casa de Lázaro, donde se encontraban las otras santas mujeres.

Y allí el amor, el ardiente deseo de estar cerca de Jesús y de no abandonarlo, le dieron una fuerza sobrenatural y entonces partieron en número de 17 para seguir el camino de la Pasión nuevamente 

Dice la vidente,

«Yo las vi cubiertas con sus velos llegar sin atender a las injurias del populacho, besar la tierra en el sitio en que Jesús cargó con la Cruz, y después seguir el camino que Él mismo había seguido».

María buscaba las huellas de sus pies, contaba todos sus pasos e indicaba a sus compañeras los lugares consagrados por alguna dolorosa circunstancia. 

De esta manera es como esta devoción fue en un principio escrita en el corazón de María, pasó de su sagrada boca a sus compañeras, y de éstas a las escrituras y luego a nosotros.

Nuestra Señora sobrevivió 15 años a la ascensión de Jesucristo. 

Cinco años habitó en Jerusalén y los otros 10 en Éfeso, junto a San Juan, el discípulo amado.

Estando en Jerusalén, recorría la vía dolorosa siguiendo la misma ruta por la que pasara el Señor cargando con la cruz a cuestas diariamente.

Se detenía en cada uno de aquellos sitios que ofrecían un recuerdo especial para meditar y considerar la angustia que allí sufrió.

Algunas veces, el dolor que la inundaba era tal, que se desvanecía y quedaba enferma por largos días. 

Muchos creían que tarde o temprano fallecería a consecuencia de uno de estos desvanecimientos.

Tan así, que se le preparó una sepultura que no ocupó jamás, ya que su asunción fue estando en Éfeso con San Juan.

La Iglesia Católica sostiene el dogma que María ascendió en cuerpo y alma al cielo, pero no se expidió si la Virgen murió previamente o sólo dormitó.

Luego de 5 años en Jerusalén María se mudó a una casa que había hecho construir Juan en Éfeso.

Varias familias cristianas se habían establecido allí, antes incluso de que estallara la gran persecución.

Permanecían en tiendas o en grutas, hechas habitables con la ayuda de algunos entablados.

Y separadas una casa de otra por alrededor de 1 kilómetro.

La casa de María era la única de piedra y estaba a 17 kilómetros de Éfeso, un lugar solitario, con muchas colinas agradables y algunas grutas excavadas en la roca.

Había en las cercanías un castillo donde residía un rey que había sido destronado, que San Juan visitaba a menudo y que luego convirtió. 

Donde más tarde fue un obispado. 

Ana Catalina Emmerich da muchos detalles de la casa, que sirvieron luego para que una expedición encontrará la casa a finales del siglo XIX.

Había permanecido oculta para el mundo por siglos, pero paradójicamente tenía en el frente una imagen de la Virgen y era un lugar de peregrinación, especialmente de los musulmanes. 

No bien se instaló María en la casa construyó una réplica del vía crucis de Jerusalén, a alguna distancia detrás de su casa, en el camino que conducía a la montaña.

De tanto recorrerlo en Jerusalén sabía exactamente los pasos entre un lugar y otro de los 12 sucesos, a los que Ella daba más significación.

La beata Emmerich dice que a poco de su llegada a Éfeso la Virgen recorría la vía dolorosa entregándose a las meditaciones de la pasión.

Al principio iba sola, y medía con el número de pasos la distancia entre los diversos lugares donde había ocurrido algún incidente de la Pasión.

En cada lugar, erigiría con el tiempo una piedra, o si allí había un árbol, le haría una señal. 

El camino conducía hasta un bosque en donde una altura representaba el Calvario y una gruta en otra altura representaba el Santo Sepulcro.

Y cuando hubo dividido el trayecto en doce estaciones bien señalizadas y a las distancias exactas de los sucesos originales, lo seguiría diariamente en compañía de su sirvienta, sumergida en silenciosa contemplación.

Se sentaban en cada sitio que recordaba un episodio de la Pasión, meditando su significación misteriosa, dando gracias al Señor por su amor y derramando lágrimas de compasión. 

Y aún después arregló mejor las estaciones. 

Dice la beata Emmerich que la vio escribir con un punzón en cada una de las piedras la indicación de lugar que representaba, el número de pasos y otras cosas semejantes. 

También la vio limpiar la gruta del Santo Sepulcro y disponerla de manera que se pudiera orar más cómodamente.

Dice que en las estaciones no había imágenes ni cruces fijas. 

Eran sencillamente piedras conmemorativas con inscripciones. 

San Juan, las santas mujeres y los fieles de la primitiva Iglesia, acompañaban en ocasiones a Nuestra Señora en ese piadoso camino.

E incluso llegaba gente desde Jerusalén y de otros lugares para recorrerlo.

Más adelante, luego de la asunción de María, todo esto fue mejor ordenado y siguió siendo frecuentado por los cristianos que se postraban y besaban la tierra. 

Pero con el tiempo y las persecuciones, se lo fue comiendo el olvido.

También relata la beata Emmerich que después del tercer año de estancia en Éfeso, María tenía grandes ansias de ir a Jerusalén, y Juan y Pedro la llevaron allí. 

Parece que en ocasión de una especie de concilio de los apóstoles, donde María los asistiría con sus consejos.

Y a su llegada, por la tarde ya oscurecido, visitó el Monte de los Olivos, el Calvario, el Santo Sepulcro y todos los santos lugares de los alrededores de Jerusalén. 

Estaba tan triste y conmovida que apenas podía tenerse de pie, y Pedro y Juan la tenían que llevar sosteniéndola.

Y luego, 1 año y medio antes de su asunción, volvió a Jerusalén de nuevo y visitó los santos lugares con los apóstoles, otra vez por la noche. 

Estaba indeciblemente triste y suspiraba continuamente «Oh hijo mío, hijo mío».

Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar cómo el vía crucis fue la primera devoción cristiana que apareció y fue creada por la misma Santísima Virgen.

Y me gustaría preguntarte si tu sueles realizar el vía crucis en alguna oportunidad y cuando y donde lo realizas.

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De Sanación DEVOCIONES Y ORACIONES Via Crucis

Vía Crucis de Sanación

Se empieza con la Señal de la Cruz y el Acto de contrición. Cantamos «Salmo 22».

PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

Del Libro de la Sabiduría (cap. 2).
Dice el malvado:
«Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar…Él se gloría de poseer el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor…Veamos si sus palabras son verdaderas y comprobemos lo que pasará al final. Porque si el justo es hijo de Dios, él lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos. Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará».

Respondemos: LÍBRANOS JESÚS.
De nuestras cobardías…
De juzgar a los demás…
De negarte en nuestras vidas…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON LA CRUZ

Del Profeta Isaías (cap. 52).
«Él creció como un retoño en su presencia…
Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos Y cargaba con nuestras dolencias,
Y nosotros lo considerábamos herido por Dios y humillado».

Respondemos: PERDÓN, SEÑOR.
Por mis pecados, que pesan sobre tus hombros…
Porque te rechazamos en nuestras vidas…
Por la indiferencia que cierra nuestros corazones…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

TERCERA ESTACIÓN. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Del Profeta Isaías (cap. 52).
«Él fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él Y por sus heridas fuimos sanados».

Respondemos: ¡MISERICORDIA, SEÑOR, MISERICORDIA!
Por el pecado que aflige a toda la humanidad… Por la sangre inocente que se derrama cada día… Por el odio que destruye los hogares…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

Del Profeta Isaías (cap. 49).
«El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre…
Él me dijo: ‘Tú eres mi Servidor, Israel,por ti yo me glorificaré’.
Pero yo dije: ‘En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza’.
Sin embargo mi derecho está junto al Señor y mi retribución junto a mi Dios».

Respondemos: ¡SANA NUESTRAS HERIDAS!
Por los rechazos sufridos en la existencia cotidiana…
Porque el aborto es el más cobarde de todos los crímenes…
Por el consuelo que María significó en el camino del dolor…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

QUINTA ESTACIÓN: EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ

De 1° Pedro (cap. 2).
«Él no cometió pecado y nadie pudo encontrar una mentira en su boca.
Cuando era insultado, no devolvía el insulto, y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su causa al que juzga rectamente.
Él llevó sobre la Cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Gracias a sus llagas, ustedes fueron curados».

Respondemos: ¡AYÚDANOS, JESÚS!
Porque siendo Dios, te dejaste auxiliar…
Porque siendo hombre, experimentaste la fatiga…
Porque quisiste necesitar de la ayuda del Cirineo…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

Del Profeta Isaías (cap. 52).
«Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande.
Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él,
Porque estaba tan desfigurado
Que su aspecto no era el de un hombre
Y su apariencia no era más la de un ser humano,
Así también él asombrará a muchas naciones,
Y ante él los reyes cerrarán la boca,
Porque verán lo que nunca se les había contado
Y comprenderán algo que nunca habían oído».

Respondemos: ¡MUÉSTRANOS TU ROSTRO!
Jesús, para que el consuelo se haga presente en los momentos de dolor…
Jesús, para que la fortaleza se haga presente en los momentos de tentación…
Jesús, para que el perdón disipe nuestros rencores y resentimientos…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

Del Profeta Isaías (cap. 52)
«Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros…
A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado.
Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí la falta de ellos.»

Respondemos: ¡LLÉNANOS DE TU AMOR!
En los momentos de desánimo…
En los momentos en que el sufrimiento se hace presente…
En los momentos de oscuridad en el camino de la fe…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

OCTAVA ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES QUE LLORAN POR ÉL

Del Salmo 22
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?…
Tú, Señor, me sacaste del seno materno, me confiaste al regazo de mi madre;
A ti fui entregado desde mi nacimiento, desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, porque acecha el peligro y no hay nadie para socorrerme…
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme».

Respondemos: FORTALECE NUESTRA ESPERANZA.
Por los padres que han perdido a sus hijos…
Por quienes se esclavizan, siendo víctimas de las drogas…
Cuando perdemos las ganas de seguir viviendo…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

NOVENA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

Del Profeta Isaías (cap. 52)
«Al ser maltratado se humillaba y ni siquiera abría su boca:
como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca.
Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte?
Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo.
Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca».

Respondemos: NADA NOS PUEDE FALTAR.
Si te dejamos ser nuestro Buen Pastor…
Si tú eres el Pan de Vida…
Si tú eres la Luz del Mundo…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Del Salmo 22.
«Yo puedo contar todos mis huesos; ellos me miran con aire de triunfo, se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica…
Todos los confines de la tierra se acordarán y volverán al Señor; todas las familias de los pueblos se postrarán en su presencia».

Respondemos: ¡DANOS TU GRACIA!
Para que unamos nuestras humillaciones a la humillación de tu despojo…
Para que no nos cansemos de hacer el bien…
Para que vivamos y defendamos la dignidad de todos los hombres…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

DÉCIMA PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CRUCIFICADO

Del Salmo 22.
«Soy como agua que se derrama y todos mis huesos están dislocados;
mi corazón se ha vuelto como cera y se derrite en mi interior;
mi garganta está seca como una teja y la lengua se me pega al paladar.
Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies y me hunden en el polvo de la muerte».

Respondemos: CRISTO DOLIENTE, ¡CÚRANOS!
Por tu cabeza coronada de espinas…
Por las heridas de la flagelación…
Por los clavos que traspasan tus manos y tus pies…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

DÉCIMA SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Del Salmo 36.
«Tu misericordia, Señor, llega hasta el cielo, tu fidelidad hasta las nubes.
Tu justicia es como las altas montañas, tus juicios, como un océano inmenso.
Tú socorres a los hombres y a todo viviente:¡Qué inapreciable es tu misericordia, Señor!
Por eso los hombres se refugian a la sombra de tus alas.
Se sacian con la abundancia de tu casa, les das a beber del torrente de tus delicias.
En ti está la fuente de la vida, y por tu luz vemos la luz».

Respondemos: SÁNANOS POR TU CRUZ.
De toda dolencia espiritual, danos la gracia…
De todos los temores e inseguridades, danos la gracia…
De toda enfermedad física o psicológica, danos la gracia…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN: MARÍA RECIBE EL CUERPO DE JESÚS EN SU REGAZO

Del Cantar de los Cantares 8.
«Grábame como un sello sobre tu corazón,
como un sello sobre tu brazo, porque el Amor es fuerte como la Muerte.
Sus flechas son flechas de fuego, sus llamas, llamas del Señor.
Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo.
Si alguien ofreciera toda su fortuna a cambio del amor, tan sólo conseguiría desprecio».

Respondemos: SÉ NUESTRO CONSUELO.
En los momentos de la enfermedad, Madre de la Soledad…
En los momentos de la agonía, Madre de la Piedad…
En los momentos de la muerte de los que amamos, Madre Dolorosa…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN: EL CUERPO DE JESÚS ES PUESTO EN UN SEPULCRO NUEVO

De Lamentaciones (cap. 3).
«La misericordia del Señor no se extingue ni se agota su compasión;
ellas se renuevan cada mañana, ¡qué grande es tu fidelidad!
El Señor es mi parte, dice mi alma,por eso, espero en él.
El Señor es bondadoso con los que esperan en él,con aquellos que lo buscan.
Es bueno esperar en silencio la salvación que viene del Señor».

Respondemos: CREO SEÑOR, PERO AUMENTA MI FE.
Ante la piedra que sella tu sepulcro…
Ante las promesas de tu Resurrección…
Cuando nuestros proyectos humanos se deshacen…

V: Por tu Sangre derramada con amor.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

DÉCIMA QUINTA ESTACIÓN: JESÚS RESUCITA GLORIOSO, VENCIENDO A LA MUERTE

Del libro del Apocalipsis (cap. 22).
«El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!,
y el que escucha debe decir: ¡Ven!
Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida…
El que garantiza estas cosas afirma:
¡Sí, volveré pronto!
¡Amén!
¡Ven Señor Jesús!
Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén».

Respondemos: ¡VEN JESÚS RESUCITADO!
Desde tu gloria celestial…
Desde el Amor de tu Padre…
Por la acción del Espíritu Santo…
Para disipar nuestras tinieblas…
Para cicatrizar nuestras heridas…
Para que nos sanes de nuestras dolencias…
Para que nos asistas en la aflicción…
Para que caminemos confiados hacia la Casa del Padre…

V: Por tu Sangre derramada en la Cruz.
R: ¡Sálvame, sáname Señor!

Fuente: Mons. Dante Bernacki.


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De Sanación DEVOCIONES Y ORACIONES Por los Enfermos Via Crucis

Vía Crucis del Enfermo

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

LECTOR: Nos encontramos hoy reunidos para reflexionar juntos la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús, poniendo frente a nosotros la realidad sufriente de los rostros de las personas enfermas que actualmente cargan con su pena camino de la cruz. Iniciemos pues, este camino con el firme propósito de retomar la enseñanza que nos dejó Jesús de compasión y ayuda por los enfermos, para que una vez comprometidos, seamos portadores de la esperanza en la Resurrección del Señor.

PRIMERA ESTACIÓN. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

Jesús fue injustamente juzgado y condenado. Yo también he juzgado y condenado injustamente a mis hermanos. Hay muchos que, son juzgados, despreciados por causa de su apariencia, su raza, sus creencias o sus errores.

SITUACIÒN DE VIDA: Un enfermo de sida, yace solitario.

LECTOR: Manuel es un enfermo de SIDA. Está condenado a muerte. Ha experimentado el desprecio y el abandono de sus amigos y hasta de su familia. Lo han juzgado y condenado a una muerte quizá más atroz que la misma enfermedad. En Manuel, Jesús ha sido condenado de nuevo. Hay en torno nuestro muchos hermanos a quienes la sociedad ha condenado. Jesús te espera en cada uno de ellos, en el más próximo, y te pregunta. ¿Tú también me condenas?

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que hemos despreciado a nuestros hermanos por su apariencia, raza, creencia, o errores. Te pedimos valor para aceptar cuando hemos fallado y fuerzas para cambiar. No permitas que sigamos condenando injustamente.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

SEGUNDA ESTACIÓN. JESÚS CARGA CON LA CRUZ

Jesús acepta sin protesta la cruz que le hemos dejado caer sobre las espaldas. ¿Cuántas veces hemos dejado caer nuestras obligaciones? Muchas veces hemos hecho que otros carguen con lo que a nosotros nos toca, cuando somos irresponsables o nos resistimos a hacer algo para dar solución a los problemas que aquejan a nuestra comunidad, nuestra escuela, nuestra familia, nuestro país.

SITUACIÓN DE VIDA: Dos niños que después de trabajar y comprar algunos víveres, preparan algo de comer.

LECTOR: El papá de los dos niños es alcohólico. Esta escena se repite varias veces al mes. La situación es a todas luces injusta. No hay razón para que aquellos niños deban soportar esta carga. En tu colonia/barrio, no muy lejos de tu puerta, vive alguien que carga una cruz demasiado pesada. Puede tratarse de tu propia familia. Puede tratarse de ti mismo. Es Jesús que sigue llevando la pesada carga de la cruz. ¿Qué haces para aligerar la cruz de Cristo?

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que hemos sido nosotros mismos quienes no cumplimos con nuestras obligaciones y dejamos que carguen la cruz los más inocentes. Te pedimos por todas las personas que no han podido reconocer su enfermedad, dales fuerza para no seguir fallando en el cumplimiento de sus obligaciones.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

TERCERA ESTACIÓN. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Jesús cae abatido por el peso de la cruz y se levanta para continuar. ¿Cuántas veces oprimimos a quien se ha equivocado, impidiéndole levantarse y rectificar?

SITUACIÓN DE VIDA: Un grupo de jóvenes drogándose.

LECTOR: Miguel Ángel ha sido invitado por algunos amigos a iniciarse en el vicio de la droga. Por primera vez en su vida se ha drogado… él se sentía muy triste, confundido y no sabía lo que hacía, ahora se ha quedado verdaderamente solo, ya nadie le dirige la palabra. Pero, la pregunta es… ¿lo seguirá haciendo? Nosotros podemos estar en situaciones similares. Pero no por haber caído esa primera vez tenemos que seguir soportando algo que no deseamos. Jesús te pregunta, cuando te resulta algo adverso, ¿haces lo posible por seguir en pie?

ORACION: Señor Jesús, no permitas que continuemos caídos, ven en nuestro auxilio para que pidiéndote perdón de corazón y perdonándonos a nosotros mismos, continuemos nuestro camino hacia Ti.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

CUARTA ESTACIÓN. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

María acompaña a Jesús incluso en su dolor, participa de él, no se hace a un lado. Tantos hermanos nuestros que sufren se han quedado esperándome, y yo no me hago presente: no tengo tiempo, no sé cómo ayudar, cada quien debe preocuparse por lo suyo….y muchas excusas más.

SITUACIÓN DE VIDA: Una joven se encuentra sola sosteniendo a su bebé en los brazos. A su alrededor diversas personas le dan la espalda.

LECTOR: Helena es una madre soltera. Conservar a su hijo le ha valido el rechazo de muchas personas, incluso tuvo que dejar la casa de sus padres. Ella sabía lo que le iba a costar dejar que este niño naciera, y sin embargo, a pesar del dolor que supondría aceptó emprender este camino de dolor junto con su hijo. Aceptar a Cristo puede significar, en ocasiones, compartir con él el dolor. Por eso frecuentemente preferimos rechazarlo, sin querer ver que al final, la alegría será mayor.

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que no hemos apoyado a las mujeres embarazadas en su camino por defender la vida de sus hijos.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

QUINTA ESTACIÓN. SIMÓN DE CIRENE AYUDA A JESÚS

No quería, pero Simón de Cirene aligera la carga de la cruz de Cristo El Cireneo hace suya la cruz de Cristo. ¿En qué ocasiones de nuestra vida podemos decir ¿que dejamos a Cristo solo cargando la cruz?

SITUACIÓN DE VIDA: Un señor accidentado permanece en la cama de un hospital

LECTOR: El señor Manuel ha venido de su pueblo hasta la capital en busca de un trabajo digno, pero en el trayecto sufrió un aparatoso accidente. El se encuentra solo en el hospital, mucha gente pasa sin siquiera mirarle; sin embargo, uno de los parientes que visitan a otros enfermos, se ha percatado de esto y reserva un poco de su tiempo para platicar con Manuel.

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que hemos pasado indiferentes ante el dolor de los demás. Ayúdanos a saber donar nuestro tiempo para aminorar el dolor y sufrimiento de nuestros hermanos enfermos.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

SEXTA ESTACIÓN. LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

El rostro de Jesús se encontraba cubierto de sangre y polvo. La Verónica limpia ese rostro herido y descubre la faz de Cristo. ¿Qué podemos hacer para descubrir el rostro de Cristo tras la apariencia costrosa de los desamparados?

SITUACIÓN DE VIDA: Dos jóvenes voluntarias visitando enfermos.

LECTOR: Tere y Paty son dos chicas estudiantes de la preparatoria que se han anotado en su Parroquia como voluntarias para visitar enfermos. Ellas han descubierto mediante esta labor, que pueden llevar alegría y esperanza al compartir la Buena Nueva de Cristo a nuestros hermanos enfermos.

ORACION: Señor Jesús ayúdanos a comprometernos a llevar Tu Palabra a todos los que no te conocen o que conociéndote se han olvidado de Ti, especialmente a nuestros hermanos enfermos.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

SÉPTIMA ESTACIÓN. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

¿De qué manera somos nosotros esa piedra que hace tropezar y caer a nuestros hermanos con capacidades diferentes? Caer…. en el pecado, en la tristeza, en la soledad…. en la pobreza….

SITUACIÓN DE VIDA: Un niño con limitaciones físicas, aislado de sus compañeros de clase.

LECTOR: Algunos alumnos se burlan de su compañero por sus limitaciones y no dejan que tenga una libre participación en clase. Siempre se ríen cuando interviene. Cristo te dice: en tu trabajo, en la escuela, en tu casa. ¿Eres tú un estorbo para aquel hermano que tiene que hacer un esfuerzo mayor y no lo dejas en paz?

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que nos hemos burlado de nuestros hermanos con capacidades diferentes. Ayúdanos a aceptar a los demás tal como son y a esforzarnos para apoyarlos.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

OCTAVA ESTACIÓN. JESÚS HABLA A LAS HIJAS DE JERÚSALEN

Cristo, en medio de su dolor, se preocupa por el sufrimiento de las mujeres. ¿Cuántas veces nuestros problemas y dolores nos sirven de pretexto para no dar la mano a los hermanos?

SITUACIÓN DE VIDA: Una anciana sentada en una silla reza su rosario.

LECTOR: Doña Pachita es una viejecita que se ha quedado sola porque ha perdido a todos sus seres queridos, después de la pérdida de un bebé y de su hija, vino la muerte de su marido, con todo esto y a pesar de que se ha visto reducida en sus movimientos por una artritis que muchas veces le hace llorar del dolor, ella ha conservado la fe y la alegría de vivir, ha sabido escuchar a Cristo y se ha identificado con Él, ofreciendo sus sufrimientos por sus pecados y los de los demás.

ORACION: Señor Jesús, ayúdanos a ser fuertes y a identificarnos contigo para que te sigamos en el camino de la cruz y aprendamos a ofrecer nuestros sufrimientos por los demás.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

NOVENA ESTACIÓN. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

Jesús cae y se levanta por tercera vez. ¿Cuántas veces me dejo llevar por la tentación de permanecer caído? ¿Cuántas veces las caídas repetidas me hacen sentirme justificado para no hacer una vez más el esfuerzo por levantarme?

SITUACIÓN DE VIDA: Un joven escribe sentado en un pupitre escolar viendo a escondidas revistas pornográficas y cuando está en su casa se encierra a ver sitios indebidos en el Internet.

LECTOR: Fernando es un adolescente como cualquier otro. Sin embargo su relación con Dios no anda bien. Hace algún tiempo hacía esfuerzos por cumplir como buen cristiano: rezaba, acudía a Misa, cuidaba su comportamiento, se confesaba con regularidad. Al ir pasando el tiempo se ha cansado del esfuerzo. Ya no le parece posible evitar el pecado: Cada vez que puede ve revista pornográficas y entra en sitios indebidos en Internet.. Todo esto le ha llevado a tener un mal manejo de su sexualidad y se ha ido encerrando en sí mismo, se conforma con mostrarse indiferente ante los demás y a los ojos de todos es un muchacho sano. Pero en su interior no es feliz.. A veces debido a la fuerza de la costumbre aceptamos como buena una forma de vida que en realidad no está bien. Llega a parecernos exagerado luchar para mantenernos sin pecado. A Jesús le pareció bueno el precio de su vida para comprarnos la felicidad. ¿Nos parece demasiado un poco de esfuerzo para seguir luchando por ser mejores?

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que nos conformamos con parecer buenos ante los demás sin reconocer que estamos actuando mal cuando los demás no lo notan. ¡No permitas que sigamos cayendo, ayúdanos a levantarnos!

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

DÉCIMA ESTACIÓN. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

A Jesús, que ya lo había perdido todo, le arrebatan también la dignidad. ¿Cuántas veces hemos despojado a los demás de su fama, de su tranquilidad, de sus derechos, de su inocencia, de sus ilusiones….?

SITUACIÓN DE VIDA: Un grupo de jóvenes hablan entre sí, mientras miran de reojo y señalan a otro joven.

LECTOR: Un joven de 20 años cayó paulatinamente en malas amistades que le llevaron a frecuentar antros y luego casas de citas. Acaba de realizarse un examen médico y le han dado la terrible noticia de que está enfermo de sida. Se encuentra solo y desesperado porque tanto sus amigos como su familia le han dado la espalda.

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que no hemos sido fuertes para decirle no a las compañías que nos invitan al mal, no nos dejes caer en la tentación de dejarnos llevar por las falsas alegrías que nos conducen a la ruina.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

DÉCIMA PRIMERA ESTACIÓN. JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

Jesús, crucificado, aboga por sus verdugos… ¿Cuántas veces hemos cedido ante el impuso de la venganza?

SITUACIÓN DE VIDA: Una mujer diabética al borde de la muerte por sus complicaciones, sufre en soledad.

LECTOR: Una señora sola y enferma de diabetes, llora por la amargura que le causa la indiferencia de la gente, más ahora que se encuentra tan grave por las complicaciones de su enfermedad. Ella se ha pasado la vida criticando a cuanta persona se le cruzó de frente y ahora vive ese mismo calvario. ¿Cuántas veces matamos con nuestros comentarios y nos seguimos de frente sin medir el daño que hemos causado?

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que hemos criticado y ofendido a los demás, danos el valor para cambiar nuestra actitud y concédenos la gracia para saber acercarnos a pedir perdón.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

DÉCIMA SEGUNDA ESTACIÓN. JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Jesús da la vida por sus amigos. ¿Cómo nos defendemos y evitamos dar algo de nosotros a los demás? Dar nuestro tiempo, nuestras cosas, nuestra atención, nuestro cariño. ¿Qué significa dar la vida por Cristo en nuestra situación concreta?

SITUACIÓN DE VIDA: Un hombre mayor sentado en una silla de ruedas contempla un crucifijo.

LECTOR: El padre Salvador es paralítico a causa de un accidente, lo único que es capaz de mover son los músculos de los hombros, el cuello y el rostro. El padre Chava es una persona feliz a pesar de su incapacidad. Desde su silla escucha y consuela a muchas personas. Desde su situación de enfermo el padre Chava enseña el sentido de la vida a muchas personas que lo han perdido. Hay diferencia entre dar la vida y que se la arrebaten a uno. Quien entrega la vida lo hace con paz y su sacrificio da fruto, genera vida para otros. Jesús y el padre Salvador nos dan vida con su entrega: uno clavado en una cruz, el otro a una silla de ruedas.

ORACION: Señor Jesús, ayúdanos a ser fieles a Tu Palabra y que sepamos compartir con nuestros hermanos la dicha de seguirte en el camino a la Cruz.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN. JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ

Dios nos da a su único Hijo como salvador, nosotros le devolvemos al Hijo muerto. Dios nos ha dado la vida y todo lo que contiene como un medio para alcanzarlo a él, y nosotros.. . . ¿ Qué le devolvemos….?

SITUACIÓN DE VIDA: Una mujer recostada que ha caído en la depresión.

LECTOR: Una mujer con muchas cualidades se encuentra abatida. Ella comenzó por estar a disgusto con todo y llevarle la contraria a todos, ahora no puede ver ni sus propias cualidades, a todo le encuentra un pero, ha caído en una fuerte depresión y le grita a cuanta persona se le atraviesa en su camino.

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que no hemos confiado en Ti y nos hemos dejado abatir por los problemas, sin querer ver todas las cualidades que nos has dado. Te pedimos muy especialmente por todas las personas que han caído en depresión o neurosis, dales las fuerzas necesarias para que puedan salir de esa situación y sigan su camino de encuentro contigo.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN. JESÚS ES SEPULTADO

Jesús es puesto en el sepulcro. Todos, hasta sus discípulos piensan que está muerto. ¿De qué manera hemos dejado a Jesús sepultado, olvidado? ¿Cómo se manifiesta en nuestras vidas que olvidamos lo que Jesús hizo por nosotros?

SITUACIÓN DE VIDA: Dos jóvenes, el y ella, sentados espalda con espalda y las manos entrelazadas.

LECTOR: Jacinto y Beatriz son dos jóvenes a quienes la vida les ha jugado una mala pasada, o más bien muchas. Han intentado muchas soluciones, y todas han fallado. Ya no pueden más. Hoy esperan que el paso del tren subterráneo acabe de una vez por todas con un par de vidas que no tienen ya otra salida. Cristo resucitado es la verdadera y única solución para el problema de la vida. Hay muchas puertas falsas. El alcohol, las drogas, la diversión por la diversión, y otras; todos constituyen un intento desesperado por encontrar un camino. Si dejamos a Cristo sepultado, cualquier solución que encontremos nos llevará, tarde o temprano a la muerte.

ORACION: Señor Jesús, perdónanos por las veces en que te hemos olvidado y dejado enterrado con tantos pretextos que ponemos en lugar de esforzarnos y buscar soluciones. Ayúdanos a confiarnos en Ti para caminar siempre a Tu lado.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

DÉCIMA QUINTA ESTACIÓN. . . Y AL TERCER DÍA RESUCITÓ

Si Cristo no resucitó, de nada sirve creer. Su muerte sin duda fue un gran sacrificio . . . ¡Y una gran enseñanza de entrega y amor! Por eso es tan difícil creer que algunas veces en que diciendo que somos cristianos, en nuestra vida no se refleja que creemos en la Resurrección. ¿Cómo es que poseyendo la vida eterna me dejo envolver por la muerte? ¿Cómo es que me resisto a pasar por la muerte con el fin de alcanzar la resurrección?

SITUACIÓN DE VIDA: Un grupo de enfermos platica y bromea en una sala de espera de un hospital de especialidades en cancerología.

LECTOR: Las personas en la sala de espera, bromean después de haber terminado de recibir el tratamiento de radiaciones que les prescribió el médico. Y aunque los resultados han sido diferentes y el pronóstico para cada uno depende de muchas cosas, todos se encuentran confiados porque han encontrado en Jesús la fuerza necesaria para enfrentar con valor su enfermedad.

ORACION: Querido Jesús, quisiera caminar contigo afrontando con alegría mi vida y con la esperanza de que un día nos reuniremos con tú Padre. No permitas que me aparte de Tu lado y si un día lo hiciere, mándame llamar para que continúe bajo tu cobijo y amparo.

LECTOR: Te alabamos, Jesús, y te bendecimos.

TODOS: Porque con tu Santa Cruz nos redimiste.

Fuente: Caritas México, Comisión Pastoral de la Salud.

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A Nuestra Señora de los Dolores o Dolorosa DEVOCIONES Y ORACIONES Via Crucis

El Vía Crucis de la Virgen Dolorosa

En la Pasión y Crucifixión hay dos personajes que pagaron con sus propias vidas el precio de nuestra redención: Cristo, nuestro Salvador y redentor, que con su sangre preciosa, lavó nuestros pecados y nos abrió la puerta del Cielo.

Y María, la Madre dolorosa, la corredentora, que por su amor inmenso hacia Jesús, padece la agonía de su hijo, y así consumida de dolor, inmersa en el cáliz de la sangre redentora de su Hijo, comparte plenamente el sacrificio salvífico de Jesús. …y todo por amor a nosotros!

El Camino del Calvario, no solo fue recorrido por Cristo. La Vía dolorosa es también el camino que María recorre, acompañando y consolando a su Hijo. Su campana y su consuelo son silentes y escondidos, desde un rincón de la calle, Ella camina presenciando todo el dolor de su hijo. María desde su lugar, vive la pasión de su amado Hijo dándole la fuerza y la gracia de su amor.

Primera Estación: «Jesús condenado a Muerte»

Oh Madre Dolorosa… ¿qué sintió tu corazón cuando escuchaste la sentencia de muerte que imponían a tu adorado hijo? Tu que le diste vida, que lo llevaste en tus entrañas, que le amamantaste, que lo viste crecer, caminar, hablar … y ahora serias testigo de su muerte. !Qué dolor Madre para ti verlo recorrer el camino pedregoso y estrecho que lo llevaría hacia su crucifixión! María, Madre del injustamente condenado, se que tu hubieras querido tomar el lugar de Jesús, pero sabias que era el momento de su martirio. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Segunda Estación: «Jesús carga con su Cruz»

Oh Madre Dolorosa…tu que has sentido el gran dolor de ver a tu hijo con una corona de espinas enterrada en su tierna cabeza; tu que le has visto su cuerpo todo latigado, sangrando, y su carne toda llagada… Ahora tienes que ver como, sin ninguna consideración, en esa piel tan herida y adolorida, le colocan una cruz. Tu, Madre, sientes en tu corazón, el peso apremiante de ese madero que colocan sobre los hombros de tu amado Hijo. Y tu María, sin poder tomar su Cruz aunque eso era lo que tu corazón deseaba hacer. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Tercera Estación: «Jesús cae por primera vez»

Oh Madre Dolorosa… tu que viviste para cuidar a tu hijo, ¡qué duro fue para ti verlo ahí indefenso! María, todo tu ser reaccionó y quisiste ir a recoger a Jesús, acariciarle, mitigarle su dolor, igual que cuando niño se caía y tu le limpiabas, le curabas. Pero, no podías hacerlo, debías solo orar y pedirle al Padre Celestial, que le diera las fuerzas necesarias para continuar…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Cuarta Estación: «Jesús se encuentra con su Madre»

Oh Madre Dolorosa… tu corazón no aguanta más el deseo de darle un poco de cariño a tu hijo. Entonces, te adentras entre la multitud gritando el nombre que tantas veces llamabas para que fuera a comer, a estudiar: «¡Jesús, Jesús, Mi hijo…!» y por fin logras llegar a donde está tu hijo Jesús. Tus ojos llenos de lágrimas y angustia …sus ojos llenos de dolor, soledad, mendigando de los hombres un poco de amor… En ese momento tomaste fuerzas del amor que le tienes y con tu mirada silenciosa pero mucho más elocuentes que las palabras, le dices: «Adelante hijo, hay un propósito para todo este dolor… la salvación de los hombres, de aquellos a quienes quieres devolverles el poder ser hijos de Tu Padre Celestial. Y regresas, Madre, silenciosa a tu lugar, escondida entre la muchedumbre, guardando todo esto en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Quinta Estación: «Simón Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz»

Oh Madre Dolorosa… qué alivio sentiste cuando viste que un hombre va ayudar a tu pobre y destrozado hijo, a cargar con esa cruz tan pesada. No sabes quien es ese hombre, sabes que no lo hace por amor o por compasión pues le están obligando a llevar la cruz de tu hijo. Pero lo único que sabes es que jamás olvidarás el rostro de aquel hombre que alivió el dolor de tu hijo… oras y pides a Dios que mientras carga la cruz, la sangre de Jesús, que corre por el madero, toque su corazón y le haga comprender cuánto amor se revela en esa cruz, cuánta misericordia se manifiesta en ese evento del cual el está siendo participe. Y tu, Madre recordarás por siempre el rostro del aquel extraño que desde ese momento se convirtió para ti en un hijo. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Sexta Estación: «Verónica limpia el rostro de Jesús»

Oh Madre Dolorosa, has estado orando y suplicando al Padre que mueva el corazón de alguien para que generosamente corra al auxilio de tu hijo. Deseabas que fuera una mujer, para que con su delicadeza maternal, aliviara tanta aspereza y brusquedad que ha recibido Jesús. Y cuando vez a la Verónica acercarse a limpiar el rostro todo desfigurado de tu hijo, sientes que tu corazón va a estallar. Ves como su velo blanco y limpio se posa sobre el rostro sangriento y sudado de tu amado Jesús… Y tu sabes Madre, que ante una acción tan amorosa, tu hijo va a dejar una huella de su presencia… El rostro de tu hijo, grabado en un velo blanco… así como está grabado en tu Inmaculado Corazón. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Séptima Estación: «Jesús cae por segunda vez»

Oh Madre Dolorosa… sientes que con Jesús tu también vas a caer… Tratas de ir a socorrerlo, pero un soldado te detuvo. Tu corazón parece que va a desfallecer, puedes imaginarte el dolor que debe sentir tu hijo Jesús al caer y volver a caer sobre las piedras, rasgándose las rodillas y abriéndosele más las llagas de los azotes. Madre, ¿qué sentías, qué deseabas…? Solo si pudieras llegar hacia donde estaba tu amado hijo, y le dieras un poco de agua, un poco de ternura… Madre tu querías darle todo con tal de aliviar su sufrimiento y su fatiga… Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Octava Estación: «Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús»

Oh Madre Dolorosa… tus lagrimas han ido humedeciendo el camino tan seco y árido que recorre tu hijo; tus lágrimas de amor y sacrificio van mezclándose con la sangre de tu hijo que cae sobre la tierra. Sufres al ver la frialdad de los hombres ante espectáculo tan doloroso… pero de pronto encuentras que unas mujeres lloran de compasión al ver a tu hijo tan destrozado… y descubres que Jesús se detiene ante ellas… Les dice que no lloren por El, sino que lloren mas bien por ellas y sus hijos… Quizás ellas no entendieron Madre, pero tu si comprendiste la profundidad de aquellas palabras de tu hijo. Sabias en tu corazón, que El las llamaba a un arrepentimiento verdadero, a que lloraran mas bien por sus propios pecados. Tu amado hijo, en medio de su gran sufrimiento seguía siendo el gran maestro de los hombres…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Novena Estación: «Jesús cae por tercera vez»

Oh Madre Dolorosa … ves como los soldados obligan a tu hijo a apresurar el paso para así ya acabar con tan incomoda misión. Lo hacen caminar tan rápido, que Jesús en su debilidad y agotamiento, tropieza y cae de nuevo. Los soldados le gritan y le golpean para que se levante… y tu Madre sufriente, lo único que deseas es susurrar en el oído de tu hijo aquellos cánticos de amor, aquellos versos tiernos y dulces que le cantabas por las noches. Deseabas abrazarlo y ayudarle a levantarse para que llegara a su meta final, la cruz. Ya le queda muy poco, y tu corazón está tan desgarrado de compasión por tu hijo que lo único que deseas es que ya llegue a su descanso…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Décima Estación: «Jesús es despojado de sus vestiduras»

Oh, querida Madre Dolorosa… en este momento recuerdas ese glorioso momento cuando tuviste a Jesús por primera vez en tus brazos en medio de la pobreza del portal de Belén. Lo envolviste en pañales y lo colocaste en un pesebre. Querías que no pasara frío, que no estuviera desnudo, sino que esa ropita que le habías hecho con tanto amor cubriera su inmaculado cuerpo. Qué dolor para ti, María, ver a tu hijo despojado de su ropa… tu que viviste para cubrirlo, protegerlo y cuidarlo, hoy lo ves indefenso, desnudo… muriendo en la misma pobreza en que nació. Y de pronto ves, Madre, en el rostro de Jesús un gesto de profundo dolor, y es que al quitarle la túnica, también arrancaron pedazos de su cuerpo que se habían pegado a la tela…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste por que confiabas en el amor del Padre!

Undécima Estación: «Jesús es clavado en la cruz»

Oh, Madre Dolorosa… te preguntas si no es suficiente todo lo que le han hecho, todavía falta más… Ves como colocan a tu hijo en la cruz, ni siquiera podrá pasar sus últimos momentos con algún descanso. No, ahora ves como amarran a la cruz su cuerpo todo herido. Pero, Virgen Mártir, tu corazón se detuvo al oír los martillazos que atravesaban sus huesos. Sus manos y sus pies completamente taladrados por esos clavos. Tu, María, recibes esos clavos, como si verdaderamente te clavaran a ti. Quisieras decirles a los soldados que todo eso no era necesario…no necesitaban clavos para mantener a tu hijo Jesús en la cruz, su amor por los hombres lo hubiera sostenido allí, en la cruz hasta la muerte…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Duodécima Estación: «Jesús muere en la Cruz»

Madre Dolorosa, ahí estás tu, al pie de la Cruz de tu hijo… firme, de pie como toda una Reina. Al lado de tu hijo, ofreciéndote tu como sacrificio de consolación. Y ves como un soldado traspasa con una lanza el corazón de tu hijo… y tu corazón Maria es en ese momento traspasado espiritualmente por la misma lanza… La unión indisoluble de tu corazón con el corazón de Jesús, queda revelada para toda la eternidad. Tu corazón recibe místicamente los efectos del traspaso físico del corazón de tu Hijo. Oh Madre, tu hijo ha muerto, y sientes el dolor, el vacío, la soledad, pero también el descanso de saber que ya el mundo con toda su hostilidad no le pueden hacer mas daño… Qué grande eres María; tu, igual que tu hijo Jesús, llegaste hasta el final. Es en la cima del Monte Calvario, en esa cruz donde tu hijo es elevado en su trono de Rey, que tu te conviertes en Reina. Tu reinado María, lo alcanza tu gran amor y tu fidelidad en el dolor. Todo parece acabado… y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Décima tercera Estación: «Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su Madre»

Oh Madre Dolorosa, ahora si puedes tener a tu hijo en tus brazos. Te parece mentira, que aquel niño que tantas veces acunaste, arrullaste y estrechaste contra tu pecho, luce hoy como un despojo humano. Pero lo único que importa en ese momento es tenerlo a El de nuevo en tus brazos maternales. Sabes que el no puede sentir tus caricias, ni tus besos, pero aun así lo besas y lo acaricias… quieres como borrarle el horror de lo que los hombres le hicieron a través de tu ternura y de tu amor. Madre, cómo lo estrechabas, cómo abrazabas ese cuerpo tan desfigurado… sabias que El había llevado sobre si toda nuestra culpa, que con su dolor El había sanado las llagas de nuestros pecados, que con su ser todo destrozado El había devuelto la belleza a nuestras almas… Y al mirarlo ahí posando inmóvil en tus brazos solo pensabas que El vivió para amar y ahí estaba la prueba más grande de su amor. Y por eso… todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste por que confiabas en el amor del Padre!

Décima cuarta Estación: «Jesús es colocado en el sepulcro»

Madre Dolorosa, tu nunca dejas a tu hijo, vas con los que lo llevan a enterrar, pues quieres acompañarle hasta su tumba. Tu quisieras arreglar su cuerpo, vestirlo, ponerle un manto blanco, suave y perfumado, pero nada de eso se te permite hacer. Recuerdas en ese momento, los nueve meses que lo tuviste en tu vientre. Donde lo guardabas con tanto amor, refugiándolo y cuidándolo del maltrato del mundo. Y es así como lo depositas en esta tumba. Es hora de dejarlo y de cerrar la puerta del sepulcro. Qué dolor Madre, saber que El se queda ahí, y que tu debes continuar aquí en la tierra, enfrentándote a la oscuridad, a la burla, a la indiferencia, al desprecio que aun después de muerto sigan haciéndole los hombres. María, tu caminas despacio como no queriendo separarte de tu hijo… pero… una gran paz envuelve tu corazón traspasado de dolor… La paz y el gozo de saber que tu hijo muy pronto… RESUCITARÁ

Escrito por Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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DEVOCIONES Y ORACIONES Sobre el Aborto y los No Nacidos Via Crucis

Via Crucis de un Niño que No Nació

Jesús: que bajaste hasta encarnarte como Hijo de hombre y asumir la condición de niño indefenso en el seno de tu Santísima Madre, la Bienaventurada Virgen María, te suplicamos que ilumines las conciencias de los médicos y legisladores, y que bendigas a todas las madres, para que todos los niños concebidos disfruten del precioso don de la vida.
Que la amorosa protección de María cubra a todos los pequeños en el vientre de sus madres y los proteja en su nacimiento.
Te lo pedimos a Ti que con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén…
…CONTIENE VIDEOS…

1ª Estación:
Jesús es condenado a muerte:
¡He sido condenado a muerte ya antes de nacer!
El amor no me ha llamado a la vida y por eso nadie me ama.

2ª Estación:
Jesús carga la Cruz:
Me han cargado con el estigma de «no deseado», se me considera una desgracia, una carga no querida, una complicación y me rechazan. Debo desaparecer.

3ª Estación:
Jesús cae por primera vez:
Me han convertido en un problema, un caso, nadie me considera una persona… sólo soy un «caso de embarazo no deseado», un inoportuno del cual fácilmente se pueden deshacer.

4ª Estación:
Jesús se encuentra con su Santa Madre:
Tu encuentro con María, tu madre, Señor, ha sido muy doloroso y triste, pero yo no tengo una madre como tú, que me consuele y llore por mí, estoy encerrado en el vientre de una mujer que me entregará para que me maten.

5ª Estación:
Simón el cirineo, ayuda a Jesús a cargar la cruz:
A ti, Señor, te han ayudado a llevar tu cruz, a mí nadie me ayuda ni se compadece de mí…
A mi madre le darán anestésicos para que no sufra cuando yo me esté muriendo…

6ª Estación:
Verónica limpia el rostro de Jesús:
¡Oh, Jesús, si a mi pudiera consolarme y ayudarme una Verónica en mi impotencia e indefensión!
¿Nadie está enterado ni entiende mi desgracia, mi tragedia personal? ¿Nadie me defiende? ¿Por qué callan las leyes? ¿Por qué callan los cristianos?

7ª Estación:
Jesús cae por segunda vez:
Mientras yo sea así de pequeño e indefenso, fácilmente me pueden destruir.
Mi padre hace cálculos a nivel económico, cuánto le puede llegar a costar, en lo referente a la crianza, educación, etc.
Económicamente soy una carga, evidentemente mi muerte es más barata, menos gasto, es el argumento de más peso… el que decidió mi suerte.

8ª Estación:
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén:
¡Jesús, mucho no te han ayudado el llanto de las mujeres de Jerusalén, ellas no han podido evitar tu muerte!
¡Cómo a mí… de que me sirven los tan proclamados derechos humanos y las leyes, si en vez de protegerme abren y allanan el camino a mi muerte!

9ª Estación:
Jesús cae por tercera vez:
¡La situación es clara, debo morir! Las planificaciones del más alto nivel mundial, las llamadas «políticas de población» así lo han decidido… justo para mí no hay espacio ni lugar en este ancho y largo mundo…

10ª Estación:
Jesús es despojado de sus vestiduras:
Antes de crucificarte, Señor, te han despojado de tus vestiduras, yo en cambio todavía no tengo nada que me cubra… sólo esta delicada piel de la cual me tomarán firmemente y la desgarrarán!

11ª Estación:
Jesús es clavado en la Cruz:
A ti te han clavado en una cruz, mi cuerpo será despedazado y desgarrado, concienzudamente mis restos serán contados y controlados… no sea que incluso pueda llegar a provocar una infección.

12ª Estación:
Jesús muere en la cruz:
Tú te estás muriendo… y yo también. Tú eres inocente… igual que yo. ¡Acuérdate Señor de mí cuando llegues a tu reino de la vida eterna!

13ª Estación:
Jesús es bajado de la Cruz:
Muerto tú has sido recogido por los brazos amorosos de tu afligida madre, y así nuevamente te acunó sobre el seno que te dió la vida…
Pero yo… nadie me recoge, sólo soy un mal recuerdo, una carga que pesa sobre la conciencia…

14ª Estación:
Jesús es colocado en el sepulcro:
A ti te depositaron en un sepulcro, a mí… en un recipiente de desperdicios, de basura.
Mientras espero el día del juicio final, cuando con profundo dolor deberé testificar contra «mis padres», ruego con todo mi amor de hijo, como tú me enseñaste… Padre, perdónalos, como yo los he perdonado, porque no saben lo que hacen.

Autor: Dr. Richard Thalmann


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Ecography to avoids abortion / Ecografias para evitar abortos


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DEVOCIONES Y ORACIONES Oraciones de Santos y Otros Via Crucis

Via Crucis del Cardenal Joseph Ratzinger (Benedicto XVI)

El tema central de este Vía crucis se indica ya al comienzo, en la oración inicial, y después de nuevo en la XIV estación. Es lo que dijo Jesús el Domingo de Ramos, inmediatamente después de su ingreso en Jerusalén, respondiendo a la solicitud de algunos griegos que deseaban verle: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto» (Jn 12, 24).

De este modo, el Señor interpreta todo su itinerario terrenal como el proceso del grano de trigo, que solamente mediante la muerte llega a producir fruto.
Interpreta su vida terrenal, su muerte y resurrección, en la perspectiva de la Santísima Eucaristía, en la cual se sintetiza todo su misterio.
Puesto que ha consumado su muerte como ofrecimiento de sí, como acto de amor, su cuerpo ha sido transformado en la nueva vida de la resurrección.

Por eso él, el Verbo hecho carne, es ahora el alimento de la auténtica vida, de la vida eterna. El Verbo eterno –la fuerza creadora de la vida– ha bajado del cielo, convirtiéndose así en el verdadero maná, en el pan que se ofrece al hombre en la fe y en el sacramento.

De este modo, el Vía crucis es un camino que se adentra en el misterio eucarístico: la devoción popular y la piedad sacramental de la Iglesia se enlazan y compenetran mutuamente.

La oración del Vía crucis puede entenderse como un camino que conduce a la comunión profunda, espiritual, con Jesús, sin la cual la comunión sacramental quedaría vacía. El Vía crucis se muestra, pues, como recorrido «mistagógico».

A esta visión del Vía crucis se contrapone una concepción meramente sentimental, de cuyos riesgos el Señor, en la VIII estación, advierte a las mujeres de Jerusalén que lloran por él. No basta el simple sentimiento; el Vía crucis debería ser una escuela de fe, de esa fe que por su propia naturaleza «actúa por la caridad» (Ga 5, 6). Lo cual no quiere decir que se deba excluir el sentimiento.

Para los Padres de la Iglesia, una carencia básica de los paganos era precisamente su insensibilidad; por eso les recuerdan la visión de Ezequiel, el cual anuncia al pueblo de Israel la promesa de Dios, que quitaría de su carne el corazón de piedra y les daría un corazón de carne (cf. Ez 11, 19).

El Vía crucis nos muestra un Dios que padece él mismo los sufrimientos de los hombres, y cuyo amor no permanece impasible y alejado, sino que viene a estar con nosotros, hasta su muerte en la cruz (cf. Flp 2, 8). El Dios que comparte nuestras amarguras, el Dios que se ha hecho hombre para llevar nuestra cruz, quiere transformar nuestro corazón de piedra y llamarnos a compartir también el sufrimiento de los demás; quiere darnos un «corazón de carne» que no sea insensible ante la desgracia ajena, sino que sienta compasión y nos lleve al amor que cura y socorre.

Esto nos hace pensar de nuevo en la imagen de Jesús acerca del grano, que él mismo trasforma en la fórmula básica de la existencia cristiana: «El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12, 25; cf. Mt 16, 25; Mc 8, 35; Lc 9, 24; 17, 33: «El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará»). Así se explica también el significado de la frase que, en los Evangelios sinópticos, precede a estas palabras centrales de su mensaje: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Mt 16, 24).

Con todas estas expresiones, Jesús mismo ofrece la interpretación del Vía crucis, nos enseña cómo hemos de rezarlo y seguirlo: es el camino del perderse a sí mismo, es decir, el camino del amor verdadero. Él ha ido por delante en este camino, el que nos quiere enseñar la oración del Vía Crucis.

Volvemos así al grano de trigo, a la santísima Eucaristía, en la cual se hace continuamente presente entre nosotros el fruto de la muerte y resurrección de Jesús. En ella Jesús camina con nosotros, en cada momento de nuestra vida de hoy, como aquella vez con los discípulos de Emaús.

ORACIÓN INICIAL

V /. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
R /. Amen.

Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del gano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto (Jn 12, 24). Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12, 25). Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida. Mediante este ir contigo en el Vía crucis quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz –la entrega de nosotros mismos– nos pesa mucho. Pero en tu Vía crucis tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, como entonces Simón de Cirene, lleve contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo. Ayúdame para que mi Vía crucis sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción. Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tu huellas. Líbranos del temor a la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece. Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos. Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia (Jn 10, 10).

PRIMERA ESTACIÓN
Jesús es condenado a muerte

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 22-23.26
Pilato les preguntó: «¿y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?» Contestaron todos: «¡que lo crucifiquen!» Pilato insistió :«pues ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaban más fuerte: «¡que lo crucifiquen!» Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

MEDITACIÓN
El Juez del mundo, que un día volverá a juzgarnos, está allí, humillado, deshonrado e indefenso delante del juez terreno. Pilato no es un monstruo de maldad. Sabe que este condenado es inocente; busca el modo de liberarlo. Pero su corazón está dividido. Y al final prefiere su posición personal, su propio interés, al derecho. También los hombres que gritan y piden la muerte de Jesús no son monstruos de maldad. Muchos de ellos, el día de Pentecostés, sentirán «el corazón compungido» (Hch 2, 37), cuando Pedro les dirá: «Jesús Nazareno, que Dios acreditó ante vosotros […], lo matasteis en una cruz…»
(Hch 2, 22 ss). Pero en aquel momento están sometidos a la influencia de la muchedumbre. Gritan porque gritan los demás y como gritan los demás. Y así, la justicia es pisoteada por la bellaquería, por la pusilaminidad, por miedo a la prepotencia de la mentalidad dominante. La sutil voz de la conciencia es sofocada por el grito de la muchedumbre. La indecisión, el respeto humano dan fuerza al mal.

ORACIÓN
Señor, has sido condenado a muerte porque el miedo al «qué dirán» ha sofocado la voz de la conciencia. Sucede siempre así a lo largo de la historia; los inocentes son maltratados, condenados y asesinados. Cuántas veces hemos preferido también nosotros el éxito a la verdad, nuestra reputación a la justicia. Da fuerza en nuestra vida a la sutil voz de la conciencia, a tu voz. Mírame como lo hiciste con Pedro después de la negación. Que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida. El día de Pentecostés has conmovido en corazón e infundido el don de la conversión a los que el Viernes Santo gritaron contra ti. De este modo nos has dado esperanza a todos. Danos también a nosotros de nuevo la gracia de la conversión.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Stabat mater dolorosa,
iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.

SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús con la cruz a cuestas

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 27-31
Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!». Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

MEDITACIÓN
Jesús, condenado por declararse rey, es escarnecido, pero precisamente en la burla emerge cruelmente la verdad. ¡Cuántas veces los signos de poder ostentados por los potentes de este mundo son un insulto a la verdad, a la justicia y a la dignidad del hombre! Cuántas veces sus ceremonias y sus palabras grandilocuentes, en realidad, no son más que mentiras pomposas, una caricatura de la tarea a la que se deben por su oficio, el de ponerse al servicio del bien. Jesús, precisamente por ser escarnecido y llevar la corona del sufrimiento, es el verdadero rey. Su cetro es la justicia (Sal 44, 7). El precio de la justicia es el sufrimiento en este mundo: él, el verdadero rey, no reina por medio de la violencia, sino a través del amor que sufre por nosotros y con nosotros. Lleva sobre sí la cruz, nuestra cruz, el peso de ser hombres, el peso del mundo. Así es como nos precede y nos muestra cómo encontrar el camino para la vida eterna.

ORACIÓN
Señor, te has dejado escarnecer y ultrajar. Ayúdanos a no unirnos a los que se burlan de quienes sufren o son débiles. Ayúdanos a reconocer tu rostro en los humillados y marginados. Ayúdanos a no desanimarnos ante las burlas del mundo cuando se ridiculiza la obediencia a tu voluntad. Tú has llevado la cruz y nos has invitado a seguirte por ese camino (Mt 10, 38). Danos fuerza para aceptar la cruz, sin rechazarla; para no lamentarnos ni dejar que nuestros corazones se abatan ante las dificultades de la vida. Anímanos a recorrer el camino del amor y, aceptando sus exigencias, alcanzar la verdadera alegría.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.

TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae por primera vez

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del libro del profeta Isaías 53, 4-6
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.

MEDITACIÓN
El hombre ha caído y cae siempre de nuevo: cuántas veces se convierte en una caricatura de sí mismo y, en vez de ser imagen de Dios, ridiculiza al Creador. ¿No es acaso la imagen por excelencia del hombre la de aquel que, bajando de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de los salteadores que lo despojaron dejándolo medio muerto, sangrando al borde del camino? Jesús que cae bajo la cruz no es sólo un hombre extenuado por la flagelación. El episodio resalta algo más profundo, como dice Pablo en la carta a los Filipenses: «Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2, 6-8). En su caída bajo el peso de la cruz aparece todo el itinerario de Jesús: su humillación voluntaria para liberarnos de nuestro orgullo. Subraya a la vez la naturaleza de nuestro orgullo: la soberbia que nos induce a querer emanciparnos de Dios, a ser sólo nosotros mismos, sin necesidad del amor eterno y aspirando a ser los únicos artífices de nuestra vida. En esta rebelión contra la verdad, en este intento de hacernos dioses, nuestros propios creadores y jueces, nos hundimos y terminamos por autodestruirnos. La humillación de Jesús es la superación de nuestra soberbia: con su humillación nos ensalza. Dejemos que nos ensalce. Despojémonos de nuestra autosuficiencia, de nuestro engañoso afán de autonomía y aprendamos de él, del que se ha humillado, a encontrar nuestra verdadera grandeza, humillándonos y dirigiéndonos hacia Dios y los hermanos oprimidos.

ORACIÓN
Señor Jesús, el peso de la cruz te ha hecho caer. El peso de nuestro pecado, el peso de nuestra soberbia, te derriba. Pero tu caída no es signo de un destino adverso, no es la pura y simple debilidad de quien es despreciado. Has querido venir a socorrernos porque a causa de nuestra soberbia yacemos en tierra. La soberbia de pensar que podemos forjarnos a nosotros mismos lleva a transformar al hombre en una especie de mercancía, que puede ser comprada y vendida, una reserva de material para nuestros experimentos, con los cuales esperamos superar por nosotros mismos la muerte, mientras que, en realidad, no hacemos más que mancillar cada vez más profundamente la dignidad humana. Señor, ayúdanos porque hemos caído. Ayúdanos a renunciar a nuestra soberbia destructiva y, aprendiendo de tu humildad, a levantarnos de nuevo.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
O quam tristis et afflicta
fuit illa benedica
mater Unigeniti!

CUARTA ESTACIÓN
Jesús se encuentra con su Madre

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Lucas 2, 34-35.51
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su madre conservaba todo esto en su corazón.

MEDITACIÓN
En el Vía crucis de Jesús está también María, su Madre. Durante su vida pública debía retirarse para dejar que naciera la nueva familia de Jesús, la familia de sus discípulos. También hubo de oír estas palabras: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?… El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre» (Mt 12, 48-50). Y esto muestra que ella es la Madre de Jesús no solamente en el cuerpo, sino también en el corazón. Porque incluso antes de haberlo concebido en el vientre, con su obediencia lo había concebido en el corazón. Se le había dicho: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo… Será grande…, el Señor Dios le dará el trono de David su padre» (Lc 1, 31 ss). Pero poco más tarde el viejo Simeón le diría también: «y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2, 35). Esto le haría recordar palabras de los profetas como éstas: «Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría boca; como un cordero llevado al matadero» (Is 53, 7). Ahora se hace realidad. En su corazón habrá guardado siempre la palabra que el ángel le había dicho cuando todo comenzó: «No temas, María» (Lc 1, 30). Los discípulos han huido, ella no. Está allí, con el valor de la madre, con la fidelidad de la madre, con la bondad de la madre, y con su fe, que resiste en la oscuridad: «Bendita tú que has creído» (Lc 1, 45). «Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» (Lc 18, 8). Sí, ahora ya lo sabe: encontrará fe. Éste es su gran consuelo en aquellos momentos.

ORACIÓN
Santa María, Madre del Señor, has permanecido fiel cuando los discípulos huyeron. Al igual que creíste cuando el ángel te anunció lo que parecía increíble –que serías la madre del Altísimo– también has creído en el momento de su mayor humillación. Por eso, en la hora de la cruz, en la hora de la noche más oscura del mundo, te han convertido en la Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia. Te rogamos que nos enseñes a creer y nos ayudes para que la fe nos impulse a servir y dar muestras de un amor que socorre y sabe compartir el sufrimiento.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quæ mærebat et dolebat
Pia mater, cum videbat
Nati poenas incliti.

QUINTA ESTACIÓN
El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura Evangelio según San Mateo 27, 32; 16, 24
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.
Jesús había dicho a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga».

MEDITACIÓN
Simón de Cirene, de camino hacia casa volviendo del trabajo, se encuentra casualmente con aquella triste comitiva de condenados, un espectáculo quizás habitual para él. Los soldados usan su derecho de coacción y cargan al robusto campesino con la cruz. ¡Qué enojo debe haber sentido al verse improvisamente implicado en el destino de aquellos condenados! Hace lo que debe hacer, ciertamente con mucha repugnancia. El evangelista Marcos menciona también a sus hijos, seguramente conocidos como cristianos, como miembros de aquella comunidad (Mc 15, 21). Del encuentro involuntario ha brotado la fe. Acompañando a Jesús y compartiendo el peso de la cruz, el Cireneo comprendió que era una gracia poder caminar junto a este Crucificado y socorrerlo. El misterio de Jesús sufriente y mudo le llegado al corazón. Jesús, cuyo amor divino es lo único que podía y puede redimir a toda la humanidad, quiere que compartamos su cruz para completar lo que aún falta a sus padecimientos (Col 1, 24). Cada vez que nos acercamos con bondad a quien sufre, a quien es perseguido o está indefenso, compartiendo su sufrimiento, ayudamos a llevar la misma cruz de Jesús. Y así alcanzamos la salvación y podemos contribuir a la salvación del mundo.

ORACIÓN
Señor, a Simón de Cirene le has abierto los ojos y el corazón, dándole, al compartir la cruz, la gracia de la fe. Ayúdanos a socorrer a nuestro prójimo que sufre, aunque esto contraste con nuestros proyectos y nuestras simpatías. Danos la gracia de reconocer como un don el poder compartir la cruz de los otros y experimentar que así caminamos contigo. Danos la gracia de reconocer con gozo que, precisamente compartiendo tu sufrimiento y los sufrimientos de este mundo, nos hacemos servidores de la salvación, y que así podemos ayudar a construir tu cuerpo, la Iglesia.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quis est homo qui non fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?

SEXTA ESTACIÓN
La Verónica enjuga el rostro de Jesús

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del libro del profeta Isaías 53, 2-3
No tenía figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado.
Del libro de los Salmos 26, 8-9
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.

MEDITACIÓN
«Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro » (Sal 26, 8-9). Verónica –Berenice, según la tradición griega– encarna este anhelo que acomuna a todos los hombres píos del Antiguo Testamento, el anhelo de todos los creyentes de ver el rostro de Dios. Ella, en principio, en el Vía crucis de Jesús no hace más que prestar un servicio de bondad femenina: ofrece un paño a Jesús. No se deja contagiar ni por la brutalidad de los soldados, ni inmovilizar por el miedo de los discípulos. Es la imagen de la mujer buena que, en la turbación y en la oscuridad del corazón, mantiene el brío de la bondad, sin permitir que su corazón se oscurezca. «Bienaventurados los limpios de corazón –había dicho el Señor en el Sermón de la montaña–, porque verán a Dios» (Mt 5, 8). Inicialmente, Verónica ve solamente un rostro maltratado y marcado por el dolor. Pero el acto de amor imprime en su corazón la verdadera imagen de Jesús: en el rostro humano, lleno de sangre y heridas, ella ve el rostro de Dios y de su bondad, que nos acompaña también en el dolor más profundo. Únicamente podemos ver a Jesús con el corazón. Solamente el amor nos deja ver y nos hace puros. Sólo el amor nos permite reconocer a Dios, que es el amor mismo.

ORACIÓN
Danos, Señor, la inquietud del corazón que busca tu rostro. Protégenos de la oscuridad del corazón que ve solamente la superficie de las cosas. Danos la sencillez y la pureza que nos permiten ver tu presencia en el mundo. Cuando no seamos capaces de cumplir grandes cosas, danos la fuerza de una bondad humilde. Graba tu rostro en nuestros corazones, para que así podamos encontrarte y mostrar al mundo tu imagen.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Pro peccatis suæ gentis
vidit Iesum in tormentis
et flagellis subditum.

SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús cae por segunda vez

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 1-2.9.16
Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. El me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza.

MEDITACIÓN
La tradición de las tres caídas de Jesús y del peso de la cruz hace pensar en la caída de Adán –en nuestra condición de seres caídos– y en el misterio de la participación de Jesús en nuestra caída. Ésta adquiere en la historia for-mas siempre nuevas. En su primera carta, san Juan habla de tres obstáculos para el hombre: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Interpreta de este modo, desde la perspectiva de los vicios de su tiempo, con todos sus excesos y perversiones, la caída del hombre y de la humanidad. Pero podemos pensar también en cómo la cristiandad, en la historia reciente, como cansándose de tener fe, ha abandonado al Señor: las grandes ideologías y la superficialidad del hombre que ya no cree en nada y se deja llevar simplemente por la corriente, han creado un nuevo paganismo, un paganismo peor que, queriendo olvidar definitivamente a Dios, ha terminado por desentenderse del hombre. El hombre, pues, está sumido en la tierra. El Señor lleva este peso y cae y cae, para poder venir a nuestro encuentro; él nos mira para que despierte nuestro corazón; cae para levantarnos.

ORACIÓN
Señor Jesucristo, has llevado nuestro peso y continúas llevándolo. Es nuestra carga la que te hace caer. Pero levántanos tú, porque solos no podemos reincorporarnos. Líbranos del poder de la concupiscencia. En lugar de un corazón de piedra danos de nuevo un corazón de carne, un corazón capaz de ver. Destruye el poder de las ideologías, para que los hombres puedan reconocer que están entretejidas de mentiras. No permitas que el muro del materialismo llegue a ser insuperable. Haz que te reconozcamos de nuevo. Haznos sobrios y vigilantes para poder resistir a las fuerzas del mal y ayúdanos a reconocer las necesidades interiores y exteriores de los demás, a socorrerlos. Levántanos para poder levantar a los demás. Danos esperanza en medio de toda esta oscuridad, para que seamos portadores de esperanza para el mundo.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quis non posset contristari,
Christi matrem contemplari,
dolentem cum Filio?

OCTAVA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Lucas 23, 28-31
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros»; y a las colinas: «Sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?

MEDITACIÓN
Oír a Jesús cuando exhorta a las mujeres de Jerusalén que lo siguen y lloran por él, nos hace reflexionar. ¿Cómo entenderlo? ¿Se tratará quizás de una advertencia ante una piedad puramente sentimental, que no llega a ser conversión y fe vivida? De nada sirve compadecer con palabras y sentimientos los sufrimientos de este mundo, si nuestra vida continúa como siempre. Por esto el Señor nos advierte del riesgo que corremos nosotros mismos. Nos muestra la gravedad del pecado y la seriedad del juicio. No obstante todas nuestras palabras de preocupación por el mal y los sufrimientos de los inocentes, ¿no estamos tal vez demasiado inclinados a dar escasa importancia al misterio del mal? En la imagen de Dios y de Jesús al final de los tiempos, ¿no vemos quizás únicamente el aspecto dulce y amoroso, mientras descuidamos tranquilamente el aspecto del juicio? ¿Cómo podrá Dios –pensamos– hacer de nuestra debilidad un drama? ¡Somos solamente hombres! Pero ante los sufrimientos del Hijo vemos toda la gravedad del pecado y cómo debe ser expiado del todo para poder superarlo. No se puede seguir quitando importancia al mal contemplando la imagen del Señor que sufre. También él nos dice: «No lloréis por mí; llorad más bien por vosotros… porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»

ORACIÓN
Señor, a las mujeres que lloran les has hablado de penitencia, del día del Juicio cuando nos encontremos en tu presencia, en presencia del Juez del mundo. Nos llamas a superar un concepción del mal como algo banal, con la cual nos tranquilizamos para poder continuar nuestra vida de siempre. Nos muestras la gravedad de nuestra responsabilidad, el peligro de encontrarnos culpables y estériles en el Juicio. Haz que caminemos junto a ti sin limitarnos a ofrecerte sólo palabras de compasión. Conviértenos y danos una vida nueva; no permitas que, al final, nos quedemos como el leño seco, sino que lleguemos a ser sarmientos vivos en ti, la vid verdadera, y que produzcamos frutos para la vida eterna (cf. Jn 15, 1-10).

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Tui Nati vulnerati,
tam dignati pro me pati,
poenas mecum divide.

NOVENA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 27-32
Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud. Que se sienta solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de oprobios. Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos: si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor.

MEDITACIÓN
¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf Mt 8,25).

ORACIÓN
Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Eia mater, fons amoris,
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam

DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 33 -36
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo.

MEDITACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras. El vestido confiere al hombre una posición social; indica su lugar en la sociedad, le hace ser alguien. Ser desnudado en público significa que Jesús no es nadie, no es más que un marginado, despreciado por todos. El momento de despojarlo nos recuerda también la expulsión del paraíso: ha desaparecido en el hombre el esplendor de Dios y ahora se encuentra en mundo desnudo y al descubierto, y se avergüenza. Jesús asume una vez más la situación del hombre caído. Jesús despojado nos recuerda que todos nosotros hemos perdido la «primera vestidura» y, por tanto, el esplendor de Dios. Al pie de la cruz los soldados echan a suerte sus míseras pertenencias, sus vestidos. Los evangelistas lo relatan con palabras tomadas del Salmo 21, 19 y nos indican así lo que Jesús dirá a los discípulos de Emaús: todo se cumplió «según las Escrituras». Nada es pura coincidencia, todo lo que sucede está dicho en la Palabra de Dios, confirmado por su designio divino. El Señor experimenta todas las fases y grados de la perdición de los hombres, y cada uno de ellos, no obstante su amargura, son un paso de la redención: así devuelve él a casa la oveja perdida. Recordemos también que Juan precisa el objeto del sorteo: la túnica de Jesús, «tejida de una pieza de arriba abajo» (Jn 19, 23). Podemos considerarlo una referencia a la vestidura del sumo sacerdote, que era «de una sola pieza», sin costuras (Flavio Josefo, Ant. jud., III, 161). Éste, el Crucificado, es de hecho el verdadero sumo sacerdote.

ORACIÓN
Señor Jesús, has sido despojado de tus vestiduras, expuesto a la deshonra, expulsado de la sociedad. Te has cargado de la deshonra de Adán, sanándolo. Te has cargado con los sufrimientos y necesidades de los pobres, aquellos que están excluidos del mundo. Pero es exactamente así como cumples la palabra de los profetas. Es así como das significado a lo que aparece privado de significado. Es así como nos haces reconocer que tu Padre te tiene en sus manos, a ti, a nosotros y al mundo. Concédenos un profundo respeto hacia el hombre en todas las fases de su existencia y en todas las situaciones en las cuales lo encontramos. Danos el traje de la luz de tu gracia.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Fac ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum,
ut sibi complaceam.

UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús clavado en la cruz

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Mateo 7, 37-42
Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el Rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza: «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz». Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo: «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el Rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos».

MEDITACIÓN
Jesús es clavado en la cruz. La Sábana Santa de Turín nos permite hacernos una idea de la increíble crueldad de este procedimiento. Jesús no bebió el calmante que le ofrecieron: asume conscientemente todo el dolor de la crucifixión. Su cuerpo está martirizado; se han cumplido las palabras del Salmo: «Yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo» (Sal 21, 27). «Como uno ante quien se oculta el rostro, era despreciado… Y con todo eran nuestros sufrimientos los que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba»  (Is 53, 3 ss). Detengámonos ante esta imagen de dolor, ante el Hijo de Dios sufriente. Mirémosle en los momentos de satisfacción y gozo, para aprender a respetar sus límites y a ver la superficialidad de todos los bienes puramente materiales. Mirémosle en los momentos de adversidad y angustia, para reconocer que precisamente así estamos cerca de Dios. Tratemos de descubir su rostro en aquellos que tendemos a despreciar. Ante el Señor condenado, que no quiere usar su poder para descender de la cruz, sino que más bien soportó el sufrimiento de la cruz hasta el final, podemos hacer aún otra reflexión. Ignacio de Antioquia, encadenado por su fe en el Señor, elogió a los cristianos de Esmirna por su fe inamovible: dice que estaban, por así decir, clavados con la carne y la sangre a la cruz del Señor Jesucristo (1,1). Dejémonos clavar a él, no cediendo a ninguna tentación de apartarnos, ni a las burlas que nos inducen a darle la espalda.

ORACIÓN
Señor Jesucristo, te has dejado clavar en la cruz, aceptando la terrible crueldad de este dolor, la destrucción de tu cuerpo y de tu dignidad. Te has dejado clavar, has sufrido sin evasivas ni compromisos. Ayúdanos a no desertar ante lo que debemos hacer. A unirnos estrechamente a ti. A desenmascarar la falsa libertad que nos quiere alejar de ti. Ayúdanos a aceptar tu libertad «comprometida» y a encontrar en la estrecha unión contigo la verdadera libertad.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Sancta mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas
cordi meo valide.

DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Juan 19, 19-20
Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego.
Del Evangelio según San Mateo 27, 45-50. 54
Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde Jesús gritó: «Elí, Elí lamá sabaktaní», es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron: «A Elías llama éste». Uno de ellos fue corriendo; enseguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo». Jesús, dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios».

MEDITACIÓN
Sobre la cruz –en las dos lenguas del mundo de entonces, el griego y el latín, y en la lengua del pueblo elegido, el hebreo– está escrito quien es Jesús: el Rey de los judíos, el Hijo prometido de David. Pilato, el juez injusto, ha sido profeta a su pesar. Ante la opinión pública mundial se proclama la realeza de Jesús. Él mismo había declinado el título de Mesías porque habría dado a entender una idea errónea, humana, de poder y salvación. Pero ahora el título puede aparecer escrito públicamente encima del Crucificado. Efectivamente, él es verdaderamente el rey del mundo. Ahora ha sido realmente «ensalzado». En su descendimiento, ascendió. Ahora ha cumplido radicalmente el mandamiento del amor, ha cumplido el ofrecimiento de sí mismo y, de este modo, manifiesta al verdadero Dios, al Dios que es amor. Ahora sabemos que es Dios. Sabemos cómo es la verdadera realeza. Jesús recita el Salmo 21, que comienza con estas palabras: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Sal 21, 2). Asume en sí a todo el Israel sufriente, a toda la humanidad que padece, el drama de la oscuridad de Dios, manifestando de este modo a Dios justamente donde parece estar definitivamente vencido y ausente. La cruz de Jesús es un acontecimiento cósmico. El mundo se oscurece cuando el Hijo de Dios padece la muerte. La tierra tiembla. Y junto a la cruz nace la Iglesia en el ámbito de los paganos. El centurión romano reconoce y entiende que Jesús es el Hijo de Dios. Desde la cruz, él triunfa siempre de nuevo.

ORACIÓN
Señor Jesucristo, en la hora de tu muerte se oscureció el sol. Constantemente estás siendo clavado en la cruz. En este momento histórico vivimos en la oscuridad de Dios. Por el gran sufrimiento, y por la maldad de los hombres, el rostro de Dios, tu rostro, aparece difuminado, irreconocible. Pero en la cruz te has hecho reconocer. Porque eres el que sufre y el que ama, eres el que ha sido ensalzado. Precisamente desde allí has triunfado. En esta hora de oscuridad y turbación, ayúdanos a reconocer tu rostro. A creer en ti y a seguirte en el momento de la necesidad y de las tinieblas. Muéstrate de nuevo al mundo en esta hora. Haz que se manifieste tu salvación.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Fac me vere tecum flere,
Crucifixo condolore,
donec ego vixero.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 54-55
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios». Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle.

MEDITACIÓN
Jesús está muerto, de su corazón traspasado por la lanza del soldado romano mana sangre y agua: misteriosa imagen del caudal de los sacramentos, del Bautismo y de la Eucaristía, de los cuales, por la fuerza del corazón traspasado del Señor, renace siempre la Iglesia. A él no le quiebran las piernas como a los otros dos crucificados; así se manifiesta como el verdadero cordero pascual, al cual no se le debe quebrantar ningún hueso (cf Ex 12, 46). Y ahora que ha soportado todo, se ve que, a pesar de toda la turbación del corazón, a pesar del poder del odio y de la ruindad, él no está solo. Están los fieles. Al pie de la cruz estaba María, su Madre, la hermana de su Madre, María, María Magdalena y el discípulo que él amaba. Llega también un hombre rico, José de Arimatea: el rico logra pasar por el ojo de la aguja, porque Dios le da la gracia. Entierra a Jesús en su tumba aún sin estrenar, en un jardín: donde Jesús es enterrado, el cementerio se transforma en un vergel, el jardín del que había sido expulsado Adán cuando se alejó de la plenitud de la vida, de su Creador. El sepulcro en el jardín manifiesta que el dominio de la muerte está a punto de terminar. Y llega también un miembro del Sanedrín, Nicodemo, al que Jesús había anunciado el misterio del rena-cer por el agua y el Espíritu. También en el sanedrín, que había decidido su muerte, hay alguien que cree, que conoce y reconoce a Jesús después de su muerte. En la hora del gran luto, de la gran oscuridad y de la desesperación, surge misteriosamente la luz de la esperanza. El Dios escondido permanece siempre como Dios vivo y cercano. También en la noche de la muerte, el Señor muerto sigue siendo nuestro Señor y Salvador. La Iglesia de Jesucristo, su nueva familia, comienza a formarse.

ORACIÓN
Señor, has bajado hasta la oscuridad de la muerte. Pero tu cuerpo es recibido por manos piadosas y envuelto en una sábana limpia (Mt 27, 59). La fe no ha muerto del todo, el sol no se ha puesto totalmente. Cuántas veces parece que estés durmiendo. Qué fácil es que nosotros, los hombres, nos alejemos y nos digamos a nosotros mismos: Dios ha muerto. Haz que en la hora de la oscuridad reconozcamos que tú estás presente. No nos dejes solos cuando nos aceche el desánimo. Y ayúdanos a no dejarte solo. Danos una fidelidad que resista en el extravío y un amor que te acoja en el momento de tu necesidad más extrema, como tu Madre, que te arropa de nuevo en su seno. Ayúdanos, ayuda a los pobres y a los ricos, a los sencillos y a los sabios, para poder ver por encima de los miedos y prejuicios, y te ofrezcamos nuestros talentos, nuestro corazón, nuestro tiempo, preparando así el jardín en el cual puede tener lugar la resurrección.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Vidit suum dulcem Natum
morientem, desolatum,
cum emisit spiritum.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es puesto en el sepulcro

V /. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R /. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 59-61
José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

MEDITACIÓN
Jesús, deshonrado y ultrajado, es puesto en un sepulcro nuevo con todos los honores. Nicodemo lleva una mezcla de mirra y áloe de cien libras para difundir un fragante perfume. Ahora, en la entrega del Hijo, como ocurriera en la unción de Betania, se manifiesta una desmesura que nos recuerda el amor generoso de Dios, la «sobreabundancia» de su amor. Dios se ofrece generosamente a sí mismo. Si la medida de Dios es la sobreabundancia, también para nosotros nada debe ser demasiado para Dios. Es lo que Jesús nos ha enseñado en el Sermón de la montaña (Mt 5, 20). Pero es necesario recordar también lo que san Pablo dice de Dios, el cual «por nuestro medio difunde en todas partes el olor de su conocimiento. Pues nosotros somos […] el buen olor de Cristo» (2 Co 2, 14-15). En la descomposición de las ideologías, nuestra fe debería ser una vez más el perfume que conduce a las sendas de la vida. En el momento de su sepultura, comienza a realizarse la palabra de Jesús: « Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, dará mucho fruto» (Jn 12, 24). Jesús es el grano de trigo que muere. Del grano de trigo enterrado comienza la gran multiplica-ción del pan que dura hasta el fin de los tiempos: él es el pan de vida capaz de saciar sobreabundantemente a toda la humanidad y de darle el sustento vital: el Verbo de Dios, que es carne y también pan para nosotros, a través de la cruz y la resurrección. Sobre el sepulcro de Jesús resplandece el misterio de la Eucaristía.

ORACIÓN
Señor Jesucristo, al ser puesto en el sepulcro has hecho tuya la muerte del grano de trigo, te has hecho el grano de trigo que muere y produce fruto con el paso del tiempo hasta la eternidad. Desde el sepulcro iluminas para siempre la promesa del grano de trigo del que procede el verdadero maná, el pan de vida en el cual te ofreces a ti mismo. La Palabra eterna, a través de la encarnación y la muerte, se ha hecho Palabra cercana; te pones en nuestras manos y entras en nuestros corazones para que tu Palabra crezca en nosotros y produzca fruto. Te das a ti mismo a través de la muerte del grano de trigo, para que también nosotros tengamos el valor de perder nuestra vida para encontrarla; a fin de que también nosotros confiemos en la promesa del grano de trigo. Ayúdanos a amar cada vez más tu misterio eucarístico y a venerarlo, a vivir verdaderamente de ti, Pan del cielo. Auxílianos para que seamos tu perfume y hagamos visible la huella de tu vida en este mundo. Como el grano de trigo crece de la tierra como retoño y espiga, tampoco tú podías permanecer en el sepulcro: el sepulcro está vacío porque él –el Padre– no te «entregó a la muerte, ni tu carne conoció la corrupción» (Hch 2, 31; Sal 15, 10). No, tú no has conocido la corrupción. Has resucitado y has abierto el corazón de Dios a la carne transformada. Haz que podamos ale-grarnos de esta esperanza y llevarla gozosamente al mundo, para ser de este modo testigos de tu resurrección.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.
Quando corpus morietur,
fac ut animæ donetur
paradisi goria. Amen.

BENDICIÓN
V /. Dominus vobiscum.
R /. Et cum spiritu tuo.
V /. Sit nomen Domini benedictum.
R /. Ex hoc nunc et usque in sæculum.
V /. Adiutorium nostrum nomine Domini.
R /. Qui fecit cælum et terram.
V /. Benedicat vos omnipotens Deus, Pater, et Filius, et, Spiritus Sanctus.
R /. Amen.

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DEVOCIONES Y ORACIONES Oraciones de Santos y Otros Via Crucis

Vía Crucis escrito por el Cardenal Karol Wojtyla (Juan Pablo II)

En esta meditación trataremos de seguir las huellas del Señor en el camino que va desde el pretorio de Pilato hasta el lugar llamado «calavera», el Gólgota en hebreo(Jn 19, 17). El Vía Crucis de nuestro Señor Jesucristo esta históricamente vinculado a los sitios que el hubo de recorrer.

Pero hoy día ha sido trasladado también a muchos otros lugares, donde los fieles de Divino Maestro quieren seguirle en espíritu por las calles de Jerusalén. En algunos santuarios, como, el calvario de Zebrydowska, la devoción de los fieles a la pasión ha reconstruido el Vía Crucis con estaciones muy alejadas entre sí. Habitualmente en nuestras iglesias las estaciones son catorce, como en Jerusalén entre el pretorio y la basílica del Santo sepulcro.

Ahora nos detendremos espiritualmente en estas estaciones, meditando en el misterio de Cristo cargando con la cruz.

I Estación: Jesús condenado a muerte

La sentencia de Pilato fue dictada bajo la presión de los sacerdotes y de la multitud. La condena a muerte por crucifixión debería de haber satisfecho sus pasiones y ser respuesta al grito: «!crucifícale! !crucifícale! » (Mc 15, 13 -14, etc.),. El pretor romano pensó que podría eludir el dictar sentencia lavándose las manos, como se había desentendido antes de las palabras de Cristo cuando éste identificó su reino con la verdad, con el testimonio de la verdad (Jn 18, 38). En uno y otro caso Pilato buscaba conservar la independencia, mantenerse en cierto modo al «margen». Pero era sólo en apariencias. La cruz a la que fue condenado Jesús de Nazaret (Jn 18,36-37), debía afectar profundamente el alma del pretor Romano. Esta fue y es una Realeza, frente a la cual no se puede permanecer indiferente o mantenerse al margen.

El hecho de que a Jesús, hijo de Dios, se le pregunte por su reino, y que por esto sea juzgado por el hombre y condenado a muerte, constituye el principio del testimonio final de Dios que tanto amó al mundo (cf. Jn 3,16).

También nosotros nos encontramos ante este testimonio, y sabemos que no nos es lícito lavarnos las manos.

II Estación: Jesús carga con la cruz

Empieza la ejecución, es decir, el cumplimiento de la sentencia. Cristo, condenado a muerte, debe cargar con la cruz como los otros condenados que van a sufrir la misma pena: «Fue contado entre los pecadores» (Is 53,12). Cristo se acerca a la cruz con el cuerpo entero terriblemente magullado y desgarrado, con la sangre que le baña el rostro, cayéndole de la cabeza coronada de espinas. Ecce homo! (Jn 19,5). En el se encierra toda la verdad del hijo del hombre predicha por los profetas, la verdad sobre el siervo de Yavé anunciada por Isaías: «Fue traspasado por nuestras iniquidades… y en sus llagas hemos sido curados» (Is 53,5). Está también presente en el una cierta consecuencia, que nos deja asombrados, de lo que el hombre ha hecho con su Dios. Dice Pilato: «Ecce Homo» (Jn 19,5): «!Mirad lo que habéis hecho de este hombre!». En esta afirmación parece oírse ota voz, como queriendo decir: «!Mirad lo que habéis hecho en este hombre con vuestro Dios!».

Resulta conmovedora la semejanza, la interferencia de esta voz que escuchamos a través de la historia con lo que nos llega mediante el conocimiento de la fe. Ecce homo!

Jesús, «el llamado Mesías» (Mt 27, 17), carga la cruz sobre sus espaldas (Jn 19,17). Ha empezado la ejecución.

III Estación: Jesús cae por primera vez

Jesús cae bajo la cruz. Cae al suelo. no recurre a sus fuerzas sobrehumanas, no recurre al poder de los ángeles. «¿Crees que no puedo rogar a mi Padre, quien pondría a mi disposición al punto más de doce legiones de ángeles?»(Mt 26,53). No lo pide. Habiendo aceptado el cáliz de manos del Padre (Mc 14,36, etc.), quiere beberlo hasta las heces. Esto es lo que quiere. Y por esto no piensa en ninguna fuerza sobrehumana, aunque al instante podría disponer de ellas. Pueden sentirse dolorosamente sorprendidos los que le habían visto cuando dominaba a las humanas dolencias, a las mutilaciones, a las enfermedades, a la muerte misma. ¿Y ahora? ¿Esta negado todo esto? Y, sin embargo, «nosotros esperábamos», dirán unos días después los discípulos de Emaús (Lc 24,21). «Si eres hijo de Dios…» (Mt 27,40), le provocaran todos los miembro del sanedrín. «A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse» (Mc 15, 31; Mt 27,42), gritará la gente.

Y él acepta estas frases de provocación, que parecen anular todo el sentido de su misión, de los sermones pronunciados, de los milagros realizados. Acepta todas estas palabras, decide no oponerse. Quiere ser ultrajado. quiere vacilar. Quiere caer bajo la cruz. Quiere. Es fiel hasta el final, hasta los mínimos detalles, a esa afirmación: «No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (cf. Mc 14,36 etc.).

Dios salvará a la humanidad con las caídas de Cristo bajo la cruz.

IV Estación: Jesús encuentra a su Madre

La Madre María se encuentra con su hijo en el camino de la cruz. La cruz de El es su cruz, la humillación de él es la suya, suyo el oprobio público de Jesús. Es el orden humano de las cosas. Así deben sentirlo los que la rodean y lo capta su corazón: «…y una espada atravesará tu alma» (Lc 2,35). Palabras pronunciadas cuando Jesús tenía cuarenta días se cumplen en este momento. Alcanza ahora su plenitud total. Y María avanza, traspasada por esta invisible espada, hacia el calvario de su hijo, hacia su propio calvario. La devoción cristiana la ve con esta espada clavada en su corazón, y así la representa en pinturas y esculturas.

!Madre Dolorosa!«!Oh tú que has padecido junto con El!», repiten los fieles, íntimamente convencidos de que así justamente debe expresarse el misterio de este sufrimiento. Aunque este dolor le pertenezca y le afecte en lo más profundo en su maternidad, sin embargo, la verdad plena de este sufrimiento se expresa con la palabra «com-pasión». También ella pertenece al mismo misterio: expresa en cierto modo la unidad con el sufrimiento del Hijo.

V Estación: Simón Cireneo ayuda a Jesús

Simón de Cirene, llamado a cargar con la cruz (cf. Mc 15,21; Lc 23, 26), no la quería llevar ciertamente. Hubo que obligarle. caminaba junto a Cristo bajo el mismo peso. Le prestaba sus hombros cuando los del condenado parecían no poder aguantar más. Estaba cerca de él: más cerca que María o que Juan, a quien, a pesar de ser varón, no se le pide que le ayude. le han llamado a él, a Simón de Cirene padre de Alejandro y de Rufo, como refiere el evangelio de Marcos (Mc 15,21). le han llamado, le han obligado.

¿Cuánto duro esta coacción? ¿cuánto tiempo camino a su lado, dando muestras de que no tenía nada que ver con el condenado, con su culpa, con su condena? ¿cuánto tiempo anduvo así, dividido interiormente, con una barrera de indiferencia entre él y es hombre que sufría? «estaba desnudo, tuve sed, estaba preso»(cf. Mt 25,35.36), llevaba la cruz…¿la llevaste conmigo?… ¿la has llevado conmigo verdaderamente hasta el final?No se sabe. San Marcos refiere solamente el nombre de los hijos del Cireneo y la tradición sostiene que pertenecían a la comunidad de cristianos allegada a san Pedro (cf. Rom 16,13).

VI Estación: La Verónica limpia su rostro

La tradición nos habla de la Verónica. Quizá ella completa la historia del Cireneo. Porque lo cierto es que -aunque, como mujer, no carga físicamente la cruz y no se la obliga a ello- llevó sin duda está cruz con Jesús: la llevó como podía, como en aquel momento era posible hacerlo y como le dictaba su corazón: limpiándole el rostro.

Este detalle, referido por la tradición, parece fácil de explicar: en el lienzo con el que secó su rostro han quedado impresos los rasgos de Cristo. Puesto que estaba cubierto todo él cubierto de sudor y sangre, muy bien podía dejar señales y perfiles.

Pero el sentido de este hecho puede ser interpretado también de otro modo, si se considera a la luz del sermón escatológico de Cristo. Son muchos los que indudablemente preguntaran: «Señor cuando hemos hecho todo esto?» Y Jesús responderá: cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). El salvador, en afecto, imprime su imagen sobre todo acto de caridad, como sobre el lienzo de la Verónica.

VII estación: Jesús cae por segunda vez

«Yo soy un gusano, no un hombre; el oprobio de los hombres y el desecho del pueblo» (sal 22 [21],7): las palabras del salmista-profeta encuentra su plena realización en estas estrechas, arduas callejuelas de Jerusalén, durante las últimas horas que preceden a la pascua. Ya se sabe que estas horas, antes de la fiesta, son extenuantes y las calles están llenas de gente. En este contexto se verifican las palabras del salmista, aunque nadie piense en ellas. No recapacitan en ellas ciertamente todos cuantos dan pruebas de desprecio, para los cuales este Jesús de Nazaret que cae por segunda vez bajo la cruz se ha hecho objeto de escarnio.

Y El lo quiere, quiere que se cumpla la profecía. Cae, pues, exhausto por el esfuerzo. Cae por voluntad del Padre, voluntad expresada asimismo en las palabras del profeta. Cae por propia voluntad, porque «¿cómo se cumplirían, si no, las escrituras?» (Mt 26,54):«Soy un gusano y no un hombre» (Sal 22 [21], 7); por tanto ni siquiera «Ecce Homo» (Jn 19,5); menos aún, peor todavía.

El gusano se arrastra pegado a tierra; el hombre en cambio, como rey de las criaturas, camina sobre ella. El gusano carcome la madera: como el gusano, el remordimiento del pecado roe la conciencia del hombre. Remordimiento por esta segunda caída.

VIII Estación: Jesús y las mujeres de Jerusalén

Es la llamada al arrepentimiento, al verdadero arrepentimiento, a pesar, del mal cometido. Jesús dice a las hijas de Jerusalén que lloran su vista: «No lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos» (Lc 23,28). No podemos quedarnos en la superficie del mal hay que llegar a su raíz, a las causas, a la más honda verdad de la conciencia.

Esto es justamente lo que lo que quiere darnos a entender Jesús cargado con la cruz, que desde siempre «conocía lo que en el hombre había» (Jn 2,25) y siempre lo conoce. Por esto El debe ser en todo momento el más cercano testigo de nuestros actos y de los juicios que sobre ellos hacemos en nuestra conciencia. Quizá nos haga incluso que estos juicios deben ser en todo momento ponderados, razonables, objetivos -dice:«No lloréis»-; pero al mismo tiempo, ligados a todo cuanto esta verdad contiene: no los advierte porque El es que lleva la cruz.

Señor, ¡dame saber vivir y andar en la verdad!

IX Estación: Jesús y las mujeres de Jerusalén

«Se humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil 1,8 ). Cada estación de esta Vía es una piedra miliar de esa obediencia y de ese anonadamiento.

Captamos el grado de este anonadamiento cuando leemos las palabras del profeta: «Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros» (Is 53,6).

Comprendemos el grado de este anonadamiento cuando vemos que Jesús cae una vez más, la tercera, bajo la cruz. Cuando pensamos en quién es el que cae, quién yace entre el polvo del camino bao la cruz, a los pies de gente hostil que no le ahorra humillaciones y ultrajes…

¿Quién es el que cae? ¿Quién es Jesucristo? «Quién, existiendo en forma de Dios, no reputó como botín codiciable ser igual a Dios, antes se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y en la condición de hombre s humilló, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz»(Fil 2,6-8).

X Estación: Jesús, despojado de sus vestidos

Cuando Jesús despojado de sus vestidos, se encuentra ya en el Gólgota (cf. Mc 15,24, etc.), nuestros pensamientos se dirigen hacia su Madre: vuelven hacia atrás, al origen de este cuerpo que ya ahora, antes de la crucifixión, es todo él una llaga (cf. Is 52,14). El misterio de la encarnación: El Hijo de Dios toma cuerpo en el seno de la virgen (cf. Mt 1,23; Lc 1,26-38). El Hijo de Dios habla al Padre con las palabras del salmista: «No te complaces tú en el sacrificio y la ofrenda…, pero me has preparado un cuerpo» (Sal 40 [39], 8.7; Heb 10,7). El cuerpo del hombre expresa su alma. «Entonces dije: ‘¡Heme aquí que vengo!’…para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad»(sal 40[39],9; Heb 10,7). «Yo hago siempre lo que es de su agrado» (Jn 8,29). Este cuerpo desnudo cumple la voluntad del Hijo y del Padre en cada llaga, en cada estremecimiento de dolor, en cada músculo desgarrado, en cada reguero de sangre que corre, en todo el cansancio de sus brazos, en los cardenales de cuello y espaldas en el terrible dolor de las sienes. Este cuerpo cumple la voluntad del Padre cuando es despojado de sus vestidos y tratado como objeto de suplicio, cuando encierra en sí el inmerso dolor de la humanidad profanada.

El cuerpo del hombre es profanado de varias maneras.

En esta estación debemos pensar en la Madre de Cristo, porque bajo su corazón, en sus ojos, entre sus manos el cuerpo del Hijo de Dios ha recibido una adoración plena.

XI Estación: Jesús clavado en la cruz

«Han taladrado mis manos y mis pies y puedo contar todos mis huesos» (Sal 22 [21], 17-18). «Puedo contar…»: ¡qué palabras proféticas! sabemos que este cuerpo es un rescate. Un gran rescate es todo este cuerpo: las manos, los pies y cada hueso. Todo el hombre en máxima tensión: esqueleto, músculos, sistema nervioso, cada órgano, cada célula todo en máxima tensión.«Yo, si fuere levantado de la tierra atraeré todos a mi»(Jn 12,32). Palabras que expresan la plena realidad de la crucifixión entra todo el mundo que Jesús quiere atraer a Sí(cf. Jn 12,32). El mundo está sometido a la gravitación del cuerpo, que tiende por inercia hacia lo bajo.

Precisamente en esta gravitación estriba la pasión del crucificado. «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba»(Jn 8, 23). Sus palabras desde la cruz son;«Padre perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

XII Estación: Jesús muere en la cruz

Jesús clavado en la cruz, inmovilizado en esta terrible posición, invoca al Padre (c.f. Mc 15,34; Mt 27,46; Lc 23,46). Todas las invocaciones atestiguan que el es uno con el Padre.«Yo y el Padre somos una misma cosa»(Jn 14,9); «Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso oro yo también» (Jn 5,17).

He aquí el más alto, el más sublime obrar del Hijo en unión con el Padre. Sí: en unión, en la más profunda unión, justamente cuando grita: Eloí, Eloí, lama sabactani?: «Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado?» (Mc 15,34; Mt 27,46). Este obrar se expresa con la verticalidad del cuerpo que pende del madero perpendicular de la cruz, con la horizontalidad de los brazos extendidos a lo largo del madero transversal. el hombre que mira estos brazos puede pensar que con el esfuerzo abrazan al hombre y al mundo.

Abrazan.

He aquí el hombre. He aquí a Dios mismo. «En El… vivimos y nos movemos y existimos» (Act 17,28). En El: en estos brazos extendidos a lo largo del madero transversal de la cruz.

El misterio de la redención.

XIII Estación: Jesús en brazos de su Madre

En el momento en que el cuerpo de Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de la Madre, vuelve a nuestra mente el momento en que María acogió el saludo del ángel Gabriel: «concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús… Y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre… y su Reino no tendrá fin» (Lc 1,31-33). María sólo dijo: «hágase en mi según tu palabra» (Lc 1,38), como si desde el principio hubiera querido expresar cuanto estaba viviendo en este momento.

En el misterio de la redención se entrelazan la gracia, esto es, el don de Dios mismo, y el «pago » del corazón humano. En este misterio somos enriquecidos por un Don de lo alto (Sant 1,17)y al mismo tiempo somos comprados con el rescate del hijo de Dios (cf. 1 Cor 6,20; 7,23; Act 20,28). Y María, que fue más enriquecida que nadie con estos dones, es también la que paga más. Con su corazón.

A este misterio está unida la maravillosa promesa realizada por Simeón cuando la presentación de Jesús en el templo: «Una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones»

También esto se cumple. ¡Cuántos corazones humanos se abren ante el corazón de esta Madre que tanto ha pagado!

Y Jesús está de nuevo todo él en sus brazos, como lo estaba en el portal de Belén (cf. Lc 2,16), durante la huida a Egipto (cf. Lc 2,14),en Nazaret (cf. Lc 2,39-40). La piedad.

XIV Estación: Entierro de Jesús

Desde el momento en que el hombre, a causa de pecado, se alejó del árbol de la vida (cf. Gen 3), la tierra se convirtió en un cementerio. Tantos sepulcros como hombres. Un gran planeta de tumbas.

En las cercanías del calvario había una tumba que pertenecía a José de Arimatea (cf. Mt 27,60). En este sepulcro, con el consentimiento de José, depositaron el cuerpo de Jesús una vez bajado de la cruz (cf. Mc 15,42-46, etc.). Lo depositaron apresuradamente, para que la ceremonia acabara antes de la fiesta de Pascua (cf. Jn 19,31), que empezaba en el crepúsculo.

Entre todas las tumbas esparcidas por los continentes de nuestro planeta, hay una en la que el Hijo de Dios, el hombre Jesucristo, ha vencido a la muerte con la muerte. O mors! ero mors tua!: «Muerte, ¡yo seré tu muerte!»(1.ª antif. Laudes del Sábado Santo). El árbol de la vida , del que el hombre fue alejado por su pecado, se ha revelado nuevamente a los hombres en el cuerpo de Cristo. «Si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo» (Jn 6,51).

Aunque se multipliquen siempre las tumbas en nuestro planeta, aunque crezca el cementerio en el que el hombre surgido del polvo retorna al polvo (cf. Gen 3,19), todos los hombres que contemplan el sepulcro de Jesucristo viven la esperanza de Resurrección.

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DEVOCIONES Y ORACIONES Oraciones de Santos y Otros Via Crucis

Via Crucis de San Alfonso María de Ligorio

San Alfonso tuvo una gran devoción a la meditación de la Pasión del Señor. Invita a considerar una escena y ayuda con una oración.

Una novedad es que el actor irlandés Liam Neeson ha colaborado con la discográfica Little Lamb Music poniendo voz a un Vía Crucis de san Alfonso María de Ligorio. En el disco el actor Liam Neeson pone voz a textos y música de san Alfonso María de Ligorio.

 

Arrodíllate ante el altar, haz un Acto de Contrición, y forma la intención de ganar las indulgencias bien para ti, o para las almas en el Purgatorio.

Después di:

SEÑOR mío Jesucristo, Vos anduvisteis con tan grande amor este camino para morir por mí, y yo os he ofendido tantas veces apartándome de Vos por el pecado; mas ahora os amo con todo mi corazón, y porque os amo, me arrepiento sinceramente de todas las ofensas que os he hecho. Perdóname, Señor, y permíteme que os acompañe en este viaje. Vais a morir por mi amor, pues yo también quiero vivir y morir por el vuestro, amado Redentor mío. Si, Jesús mío, quiero vivir siempre y morir unido a Vos

PRIMERA ESTACIÓN
Jesús es sentenciado a muerte

Considera cómo Jesús, después de haber sido azotado y coronado de espinos, fue injustamente sentenciado por Pilato a morir crucificado.

ADORADO Jesús mío: mis pecados fueron más bien que Pilato, los que os sentenciaron a muerte. Por los méritos de este doloroso paso, os suplico me asistáis en el camino que va recorriendo mi alma para la eternidad. Os amo, ¡ oh Jesús mío más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mi como os agrade. Amén.

SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús es cargado con la cruz

Considera cómo Jesús, andando este camino con la cruz a cuestas, iba pensando en ti y ofreciendo a su Padre por tu salvación la muerte que iba a padecer.

AMABILÍSIMO Jesús mío: abrazo todas las tribulaciones que me tenéis destinadas hasta la muerte, y os ruego, por los méritos de la pena que sufristeis llevando vuestra Cruz, me deis fuerza para llevar la mía con perfecta paciencia y resignación. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mi mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae por primera vez

Considera esta primera caída de Jesús debajo de la Cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes; su cabeza coronada de espinas, y había ya derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que apenas podía caminar; llevaba al mismo tiempo aquel enorme peso sobre sus hombros y los soldados le empujaban; de modo que muchas veces desfalleció y cayó en este camino.

AMADO Jesús mío: más que el peso de la Cruz, son mis pecados los que os hacen sufrir tantas penas. Por los méritos de esta primera caída, libradme de incurrir en pecado mortal. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mio !, más que a mi mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

CUARTA ESTACIÓN
Jesús encuentra a su afligida madre

Considera el encuentro del Hijo con su Madre en este camino. Se miraron mutuamente Jesús y Maria, y sus miradas fueran otras tantas flechas que traspasaron sus amantes corazones.

AMANTÍSIMO Jesús mío: por la pena que experimentasteis en este encuentro, concededme la gracia de ser verdadero devoto de vuestra Santísima Madre. Y Vos, mi afligida Reina, que fuisteis abrumada de dolor, alcanzadme con vuestra intercesión una continua y amorosa memoria de la Pasión de vuestro Hijo. Os amo, ¡Oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

QUINTA ESTACIÓN
Simón ayuda a Jesús a llevar la cruz

Considera cómo los judíos, al ver que Jesús iba desfalleciendo cada vez más, temieron que se les muriese en el camino y, como deseaban verle morir de la muerte infame de Cruz, obligaron a Simón el Cirineo a que le ayudase a llevar aquel pesado madero.

DULCÍSIMO Jesús mío: no quiero rehusar la Cruz, como lo hizo el Cirineo, antes bien la acepto y la abrazo; acepto en particular la muerte que tengáis destinada para mí, con todas las penas que la han de acompañar, la uno a la vuestra, y os la ofrezco. Vos habéis querido morir por. mi amor, yo quiero morir por el vuestro y por daros gusto; ayudadme con vuestra gracia. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío! más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

SEXTA ESTACIÓN
La Verónica limpia el rostro de Jesús

Considera cómo la devoto mujer Verónica, al ver a Jesús tan fatigado y con el rostro bañado en sudar y sangre, le ofreció un lienzo. y limpiándose con él nuestra Señor, quedó impreso en éste su santa imagen.

AMADO Jesús mío: en otro tiempo vuestro rostro era hermosisímo; mas en este doloroso viaje, las heridas y la sangre han cambiado en fealdad su hermosura. ¡Ah Señor mío, también mi alma quedó hermosa a vuestros ojos cuando recibí la gracia del bautismo, mas yo la he desfigurado después con mis pecados. Vos sólo, ¡ oh Redentor mío!, podéis restituirle su belleza pasada: hacedlo por los méritos de vuestra Pasión. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mi mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús cae por segunda vez

Considera la segunda caída de Jesús debajo de la Cruz, en la cual se le renueva el dolor de las heridas de su cabeza y de todo su cuerpo al afligido Señor.

OH PACIENTÍSIMO. Jesús mio. Vos tantas veces me habéis perdonado, y yo he vuelto a caer y a ofenderos. Ayudadme, por los méritos de esta nueva caída, a perseverar en vuestra gracia hasta la muerte. Haced que en todas las tentaciones que me asalten, siempre y prontamente me encomiende a Vos. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío! más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

OCTAVA ESTACIÓN
Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús

Considera cómo algunas piadosas mujeres, viendo a Jesús en tan lastimosa estado, que iba derramando sangre por el camino, lloraban de compasión; mas Jesús les dijo: no lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestras hijos.

AFLIGIDO Jesús mío: lloro las ofensas que os he hecho, por los castigos que me han merecido, pero mucho más por el disgusto que os he dado a Vos, que tan ardientemente me habéis amado. No es tanto el Infierno, como vuestro amor, el que me hace llorar mis pecados. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

NOVENA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez

Considera la tercera caída de Jesucristo. Extremada era su debilidad y excesiva la crueldad de los verdugos, que querían hacerle apresurar el paso, cuando apenas le quedaba aliento para moverse.

ATORMENTADO Jesús mío: por los méritos de la debilidad que quisisteis padecer en vuestro camino al Calvario, dadme la fortaleza necesaria para vencer los respetos humanos y todos mis desordenados y perversos apetitos, que me han hecho despreciar vuestra amistad. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras

Considera cómo al ser despojado Jesús de sus vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaran también con ella la piel de su sagrado cuerpo. Compadece a tu Señor y dile:

INOCENTE Jesús mío: por los méritos del dolor que entonces sufristeis, ayudadme a desnudarme de todos los afectos a las cosas terrenas, para, que pueda yo poner todo mi amor en Vos, que tan digno sois de ser amado. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es clavado en la cruz

Considera cómo Jesús, tendido sobre la Cruz, alarga sus pies y manos y ofrece al Eterno Padre el sacrificio de su vida por nuestra salvación; le enclavan aquellos bárbaros verdugos y después levantan la Cruz en alto, dejándole morir de dolor, sobre aquel patíbulo infame.

OH DESPRECIADO Jesús mío. Clavad mi corazón a vuestros pies para que quede siempre ahí amándoos y no os deje más. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido: no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez: haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz

Considera cómo Jesús, después de tres horas de agonía, consumido de dolores y exhausto de fuerzas su cuerpo, inclina la cabeza y expía en la Cruz.

OH DIFUNTO Jesús mío. Beso enternecido esa Cruz en que por mí habéis muerto. Yo, por mis pecados, tenía merecida una mala muerte, mas la vuestra es mi esperanza. Ea, pues. Señor, por los méritos de vuestra santísima muerte, concededme la gracia de morir abrazado a vuestros pies y consumido por vuestro amor. En vuestras manos encomiendo mi alma. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz

Considera cómo, habiendo expirado ya el Señor, le bajaron de la Cruz dos de sus discípulos. José y Nicodemo, y le depositaran en los brazos de su afligida Madre, María, que le recibió con ternura y le estrechó contra su pecho traspasado de dolor.

OH MADRE AFLIGIDA. Por el amor de este Hijo, admitidme por vuestro siervo y rogadle por mí. Y Vos, Redentor mío, ya que habéis querido morir por mí, recibidme en el número de los que os aman más de veras, pues yo no quiero amar nada fuera de Vos. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es colocado en el sepulcro

Considera cómo los discípulos llevaron a enterrar o Jesús, acompañándole también su Santísima Madre, que le depositó en el sepulcro con sus propias manos. Después cerraron la puerta del sepulcro y se retiraron.

OH JESÚS MÍO SEPULTADO. Beso esa losa que os encierra. Vos resucitasteis después de tres días; por vuestra resurrección os pido y os suplico me hagáis resucitar glorioso en el día del juicio final para estar eterna-mente con Vos en la Gloria, amándoos y bendiciéndoos. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mio!, más que a mí mismo, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

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DEVOCIONES Y ORACIONES Via Crucis

Via Crucis Bíblico

PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ

La Última Cena ha sido la despedida, rebosante de cariño hacia los suyos. Después Jesús va con ellos al Huerto de los Olivos y allí ora al Padre. Es el momento de aceptar con obediencia de hijo la voluntad divina.

Del Evangelio según San Lucas 22, 39-46
Salió [Jesús] y fue como de costumbre, al monte de los Olivos; le siguieron también los discípulos. Llegado al lugar, les dijo: Orad para no caer en tentación. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y puesto de rodillas, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. Y le vino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo. Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. Y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación.
(cf Mt 26,36-46; Mc 14,34-42).

Comentario
En momentos importantes de su vida Jesús reza: vuelve los ojos al Padre y entabla con Él ese diálogo lleno de confianza, ese diálogo de amor. Y ahora, en el momento decisivo, recurre a la oración. Es en la intimidad de la oración donde descubre, donde también nosotros descubrimos, la voluntad del Padre.
Por eso Jesús ha invitado a los discípulos: «vigilad y orad para no caer en la tentación». Pero ellos no saben ofrecerle el consuelo de estar a su lado, al menos con la plegaria. El poco apoyo de sus amigos, la visión de los tormentos, de la muerte amarga, hace que el Señor sienta tristeza y angustia hasta sudar gotas de sangre. Vemos en toda su profundidad la humanidad del Señor, perfecto Dios y perfecto Hombre, que ha querido entregarse hasta el final

Oración
Señor, me emociona tu entrega sin condiciones. En la dificultad buscas la oración, la unión intima con el Padre. Yo, que tantas veces hago mi voluntad, y me olvido de Ti, quiero pedirte la fuerza para acudir también al Padre en los momentos de alegría o tristeza, de esperanza o desaliento. Para conocer su voluntad y aprender a amarla. Para entregarme con presteza a lo que me pida.

SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS TRAICIONADO POR JUDAS, ES ARRESTADO

Los cuatro evangelistas nos relatan este acontecimiento que tan vivamente debió quedar grabado en sus mentes: Le entrega uno de los Doce, uno de sus amigos íntimos, que ahora va a la cabeza de los enemigos del Señor.

Del Evangelio según San Lucas 22,47-48.52-54a
Todavía estaba hablando, cuando llegó un tropel de gente, y el llamado Judas, uno de los doce, los precedía y se acercó a Jesús para besarle. Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al hijo del Hombre? (…) Dijo después Jesús a los que habían venido contra él, sumos sacerdotes, oficiales del Templo y ancianos: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y garrotes? Mientras estaba con vosotros todos los días en el Templo, no alzasteis las manos contra mi. Pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.
Entonces le prendieron, se lo llevaron, y lo metieron en casa del Sumo Sacerdote.
(cf Mt 26, 47-56; Mc 14, 43-50; Jn 18, 3-12).

Comentario
Judas había sido elegido personalmente por Jesús. Era de los Doce, del grupo inicial que más cerca estuvo de Él: vio sus milagros, escuchó sus palabras de vida. El Señor habla tenido con él gestos de confianza y predilección.
¿Cuál es la respuesta? La traición. Judas vende a Jesús por dinero; cambia su amistad por unas monedas. Y la traición, como ocurre en tantas ocasiones, trata de ocultarse con el disfraz, se viste de apariencia: con un beso, gesto de amor y amistad Judas entrega a su Maestro, a su amigo. Y sabe cubrirse las espaldas: junto a él vienen soldados armados. Al Príncipe de la paz vienen a arrestarlo con armas. ¿Por qué lo hiciste, Judas? ¿Por qué no supiste reaccionar ante tu error? ¿Por qué desconfiaste del perdón de quien era todo misericordia?

Oración
Señor, cuánto debió dolerte la traición de Judas, uno de tus predilectos. Pero más te dolió su impenitencia, el desesperarse y no confiar en tu perdón. Perdóname, Señor, por tantos besos traidores. Que no responda a tu amor con traición o con indiferencia, y si tengo la desgracia de alejarme de Ti, dame la serenidad para reconocer mi error y volver a tu lado.

TERCERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE POR EL SANEDRÍN

Los judíos principales buscan cómo deshacerse de Jesús y ahora se les presenta la ocasión propicia. No quieren dejarla pasar, por eso le acusan injustamente y de noche le condenan.

Del Evangelio según San Mateo 26,59-67
Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para darle muerte; pero no lo encontraban a pesar de los muchos falsos testigos presentados. Por último, se presentaron dos que declararon: Este dijo: Yo puedo destruir el Templo de Dios y edificarlo de nuevo en tres días. Y, levantándose, el Sumo Sacerdote le dijo: ¿Nada respondes? ¿Qué es lo que éstos testifican contra ti? Pero Jesús permanecía en silencio. Entonces el Sumo Sacerdote le dijo: Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: Tú lo has dicho. Además os digo que en adelante veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ya lo veis, acabáis de oír la blasfemia: ¿Qué os parece? Ellos contestaron: Es reo de muerte.
(cf Mc 14,53-65; Lc 22,54-55. 63-71; Jn 18,12-14. 19-24).

Comentario
En estas horas turbias y oscuras van a condenar a muerte al Señor. Quieren matarle, y han amañado el juicio. Lo de menos es si aquel hombre es o no inocente; ellos sólo reparan en que Jesús va contra sus intereses. Y aunque la Ley prohibía juzgar de noche, y sin o»r la defensa del reo, no se detienen ante nada: convocan el Sanedrín. No les importa la verdad. Por eso, Jesús calla. Y ahora, que lo vemos frente a sus acusadores, llenos de envidia y de odio, nos conmueve todavía más ese silencio del Señor ante la acusación injusta. Nosotros, que tantas veces buscamos quedar bien, porque la verdad resulta tantas veces incómoda, sentimos el reproche de ese silencio.

Oración
Señor, el Sanedrín, los «buenos», los representantes de Dios, te condenan. Ayúdame, Señor, a ser siempre comprensivo con los demás; que nunca les juzgue y menos ano les condene. No permitas que se introduzca en mi corazón, el cáncer de la envidia. Que vea a todos con tus mismos ojos, y sepa corresponder a tantas maravillas de amor.

CUARTA ESTACIÓN: JESÚS ES NEGADO POR PEDRO

Pedro habla confesado que Jesús era el Mesías, y el Señor le había respondido: «tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Pero Jesús ahora necesita ayuda, y Pedro flaquea: niega a su maestro, no una sino tres veces.

Del Evangelio según San Mateo 26,69-75
Entre tanto, Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; se le acercó una sirvienta y le dijo: Tú también estabas con Jesús el Galileo. Pero él lo negó delante de todos, diciendo: No sé, de qué hablas. Al salir al portal le vio otra vez y dijo a los que había allí: Este estaba con Jesús el Nazareno. De nuevo lo negó con juramento: No conozco a ese hombre. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Desde luego tú también eres de ellos, pues tu habla lo manifiesta. Entonces comenzó a imprecar y a jurar: No conozco a ese hombre. Y al momento cantó el gallo. Y Pedro se acordó de las palabras que Jesús habla dicho: Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
(cf Mc 14, 66-72; Lc 22, 56-62; Jn 18, 15-18. 25- 27).

Comentario
Pedro había estado con Jesús desde el principio, desde ese encuentro junto al mar de Galilea, que habla cambiado su vida. Y lo quería de verdad. Era un hombre sencillo y apasionado; entonces, ¿por qué niega a su maestro?
Pedro, el impulsivo, el que sabe sacar la espada en un momento delicado, no sabe medir sus palabras, y alardea de que nunca le abandonará: «aunque todos te nieguen, yo no lo haré». Pedro confía más en si mismo que en el Señor, se apoya en sus propias fuerzas, y cuando fallan, se desmorona. Ha entrado en juego la soberbia, se ha fiado más de si mismo que de la palabra de Jesús. Por eso, cuando llega la hora de la verdad, se deja llevar por el miedo a quedar mal ante los demás, por los respetos humanos, y surge la cobardía, el miedo, y la traición.

Oración
Señor, yo también, como Pedro, te niego en tantas ocasiones… en lo importante y en lo más cotidiano. Cuando las cosas se hacen más cuesta arriba, me olvido de las promesas, de esos momentos en que te he dicho que no te abandonarla. Y porque conozco mi debilidad, te pido, Señor, ser humilde en mis palabras y en mis acciones: que me fie de Ti más que de mí.

QUINTA ESTACIÓN: JESÚS ES JUZGADO POR PILATO

Los judíos han condenado a muerte a Jesús, pero tienen que ratificar la condena ante los romanos. Por eso, a pesar de ver en ellos unos usurpadores, recurren a Pilato, el procurador romano, que ha de dar el consentimiento.

Del Evangelio según San Juan 18, 36-38. 19, 14-16.
Jesús respondió: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos. Pilato le dijo: ¿Luego tú eres Rey? Jesús contestó: Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz. Pilato le dijo: ¿Qué es la verdad? (…) Era la Paresceve de la Pascua, hacia la hora sexta, y dijo a los judíos: He ahí a vuestro Rey. Pero ellos gritaron: Fuera, fuera, crucifícalo. Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey voy a crucificar? Los pontífices respondieron: No tenemos más rey que el César. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.
(cf Mt 2 7, 11-25; Mc 1 5, 1- 1 4; Lc 23, 1-6).

Comentario
Pilato ve que le han entregado a Jesús por envidia, por rencillas religiosas; se da cuenta de que no ha hecho niel a nadie…, pero no hace nada por salvarle, porque eso le comprometerla. Es la actitud de tantos, que por no darse un mal rato tratan de pactar con el error, con el pecado.
Y para tranquilizar la propia conciencia, pregunta al Señor: ¿qué es la verdad? se lo pregunta a Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Pero, aunque hace la pregunta, no le interesa la respuesta y antes de que le pueda decir nada, se marcha, no quiere escucharlo. Tiene miedo a agotar la verdad, a que la verdad le exija más de lo que él quiere dar. Tiene miedo a perder su posición, y da una sentencia contraria a lo que piensa, lavándose las manos ante su propia injusticia.

Oración
Señor, en ocasiones vemos claro lo que tenemos que hacer, pero nos preocupan tanto los juicios humanos, que nos volvemos atrás. Que sólo nos preocupe, Señor, acomodarnos a lo que Tú quieras. Enséñanos a amar apasionadamente la verdad, venga de donde venga, porque la verdad siempre nos remite a Ti.

SEXTA ESTACIÓN: JESÚS ES AZOTADO Y CORONADO DE ESPINAS

Pilato quiere congraciarse con los judíos y entrega a Jesús a los soldados para que lo azoten. Para estos romanos es un buen motivo de entretenimiento. Y, al que llaman «el rey de los judíos», le colocan una corona de espinas.

Del Evangelio según San Mateo 27,26-30
Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azotar, se lo entregó para que fuera crucificado.
Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron en torno a él a toda la cohorte. Le desnudaron, le pusieron una túnica roja y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, y en su mano derecha una caña; se arrodillaban ante él y se burlaban diciendo: Salve, Rey de los Judíos.
Le escupían, le quitaron la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de reírse de él, le despojaron de la túnica, le pusieron sus vestidos y le llevaron a crucificar.
(Mc 15,16-19; Lc 23,25, Jn 19,1- 3).

Comentario
Pilato basca contentar a los judíos, y entrega a Jesús a sus soldados, que lo desnudan y lo atan a una columna. Comienzan los azotes sin asomo de piedad: uno tras otro descargan sus golpes hasta quedar exhaustos. Se producen desgarrones, sufridos en un silencio que no sirve para conmoverlos.
A la tortura terrible de los latigazos, se unen los ultrajes, llenos de frivolidad, de unos inconscientes. El Señor, Rey de cielos y tierra, se ve escarnecido con una corona de espinas, con un manto de púrpura. Y así es presentado por Pilato: «Aquí lo tenéis, éste es el hombre». Nos lo presenta como deshecho de los hombres, y vemos en Él a nuestro Dueño, a nuestro Señor. Porque es el Hijo de Dios que va a reinar en un Reino sin ocaso.

Oración
Señor, te vemos llagado y lleno de heridas. Nosotros, que tanto cuidamos nuestro cuerpo, quedamos conmovidos de tu entrega sin limites. Cada latigazo nos recuerda nuestra sensualidad, cada silencio ante las espinas, nuestros pensamientos innobles y egoístas. Enséñanos a vivir con humildad y pureza de corazón, con generosidad y desprendimiento; y a respetar nuestro cuerpo que es morada del Espíritu Santo.

SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON LA CRUZ

Los romanos emplearon como pena de muerte la crucifixión. El reo de muerte debía llevar el madero, instrumento de suplicio, hasta el lugar previsto: fuera de la ciudad, para mostrar más claramente que era un indeseable.

Del Evangelio según San Juan 19,16-17
Entonces Pilato se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús; y él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lagar llamado de la Calavera que en hebreo se dice Gólgota.
(cf Mt 27,31; Mc 15,22).

Comentario
Jesús toma la cruz. La abraza. Y le pesa. Le abre las heridas de sus hombros llagados. Es cruz redentora. ¡Qué duro se hacen los pasos por la Via Dolorosa! En torno a Él se forma un cortejo de curiosos y de gente sin escrúpulos que aprueba la injusticia. Pero, a pesar de su debilidad, avanza sudoroso y sediento, con una sed de amor.
Nosotros, ahora, no podemos permanecer impasibles ante el Señor que carga con todas nuestras debilidades. Porque la cruz, que era signo de oprobio, va a ser instrumento de nuestra salvación. Y al contemplar a Jesús sentimos en nuestro interior, una vez más, su invitación constante: «Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz de cada día y sígame».

Oración
Señor ¿y yo? ¿tomo mi cruz, la mia, la de cada día, la que tanto me cuesta y tanto me santifica? Que no le tenga miedo a la cruz, a esa cruz del dolor, de la enfermedad, de las incomprensiones, de las derrotas. Que sepa ver en ella la voluntad de Dios; porque la cruz, llevada con gallardía es santificante, es redentora. Enséñame, Señor, a amar la cruz, a abrazarme a ella.

OCTAVA ESTACIÓN: EL CIRENEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ

A Jesús le fallan las fuerzas. Pero los soldados quieren que llegue hasta el lagar de la ejecución. Y obligan a un hombre, Simón de Cirene, que viene de su trabajo, a llevar durante un trecho la cruz del Señor.

Del Evangelio según San Lucas 23, 26
Cuando le llevaban echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venia del campo y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús.
(cf Mt 27, 32-33; Mc 15, 21).

Comentario
A veces nos encontramos con la cruz sin buscarla. Simón de Cirene tampoco contaba pensaba encontrarse con el Señor. Habla realizado, como todos los días, su trabajo en el campo, y volvía a casa para el merecido descanso. Sin embargo, los planes de Dios, son distintos y se le exige un esfuerzo añadido.
Jesús sale a buscamos cuando menos lo esperamos, y nos pide que le ayudemos a llevar tantas cargos… La redención no es una empresa que hizo el Hijo de Dios, y como tal ya está olvidada. El Señor nos pide que seamos corredentores, que seamos sus hombros en nuestro camino por la vida. Y eso, a pesar de que nuestros planes sean muy distintos. Hemos de saber «cambiar nuestros planes» ante cualquier insinuación del Señor, como Simón.

Oración
Señor, estás fatigado y nos pides ayuda: has querido necesitar de nuestro apoyo. Enséñanos a tener la humildad de pedir ayuda cuando lo necesitemos. Enséñanos también a ser los cireneos de los demás, sin humillarlos. Haz, Señor que sepamos descubrir tu rostro amabilísimo en los que sufren, en los más necesitados, en los marginados, y que sepamos ser su apoyo y su consuelo.

NOVENA ESTACIÓN: JESÚS ENCUENTRA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

Jesús carga con la cruz y crece en torno a Él la expectación y la curiosidad: hay gente de todo tipo y condición, entre ellos algunas mujeres, que se lamentan al ver la injusticia que se está cometiendo contra aquel inocente.

Del Evangelio según san Lucas 23, 27-31
Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que lloraban y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mi, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos, porque he aquí que vienen días en que se dirá: dichosas las estériles y los vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: caed sobre nosotras; y a los collados: sepultadnos; porque si en el leño verde hacen esto, ¿qué se hará en el seco?

Comentario
Muchas veces vemos pasar a nuestro lado el dolor: en algunas ocasiones lo padecemos en nuestra propia carne; en otras, quizá no menos dolorosas, lo sentimos a nuestro alrededor: claro y rotundo. El misterio del dolor. Pero no nos engañemos; no valen los lamentos estériles, ni siquiera la «resignación cristiana», sino volver la mirada hacia Jesús, que quiso cargar con el peso de todos nuestros pecados.
Es el momento de contemplar a Jesús doliente, que nos invita a purificar ese lamento. A derramar, más bien, las lágrimas por nuestros pecados y por los ajenos. Nos invita al verdadero consuelo: perdonar a los enemigos, desagraviar por tantas faltas de amor, dar esa ayuda eficaz para que el pecador se arrepienta y vuelva los ojos a Dios.

Oración
Señor, enséñanos a acoger el dolor como un don que nos acerque a Ti. Porque Tú lo has asumido y le has dado un valor redentor. Que no nos rebelemos cuando las cosas no salen según nuestros deseos. Que te encontremos en las dificultades y en los dolores, propios y ajenos. Enséñanos, Señor, a tener un corazón a la medida del tuyo, que nos lleve a compadecernos de los que sufren y a tratar de consolarlos y ayudarles en sus necesidades.

DÉCIMA ESTACIÓN: LA CRUCIFIXIÓN DEL SEÑOR

Jesús llega al Calvario y allí le despojan de sus vestiduras. Así, desnudo, para mayor vergüenza, lo clavan en la cruz.

Del Evangelio según San Marcos 15, 22-27
Y lo llevaron al lagar del Gólgota, que significa lugar de la Calavera. Y le daban a beber vino con mirra, pero él no aceptó.
Y le crucificaron y repartieron sus ropas, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando lo crucificaron. Y el titulo de la causa tenla esta inscripción: El Rey de los Judíos.. También crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda.
(cf Mt 27,34 39; Lc 23,33-38; Jn 19,18- 22).

Comentario
Esta es la respuesta del hombre a la condescendencia de Dios, que se abaja hasta nosotros: desgarrones al quitarle sus vestidos, martillazos que clavan sus manos al madero, una lanzada que rompe su corazón entregado por nosotros. Al dolor se junta, la indiferencia, la ingratitud…
La cruz, signo de oprobio, de fracaso, de negación, va a convertirse en signo de redención, de triunfo. Las palabras de Jesús adquieren ahora su pleno cumplimiento: «Cuando fuera excitado sobre la tierra atraeré a todos hacia mi».
El Hijo de Dios nos está invitando a poner la cruz, su cruz, la cruz santificante, santificadora, en la entraña de nuestro ser y nuestro obrar. Porque desde que Cristo subió a la cruz, lo que era patíbulo de bandidos se ha transformado en camino de salvación, en signo de victoria, en trono real.

Oración
Señor, te han taladrado las manos y los pies. Te has entregado hasta el final, con el desprendimiento más radical. Te has quedado sin nada; sólo con la cruz. Que aprenda, Señor, de la desnudez de la cruz. Que sepa prescindir de tanto superfluo como hay en mi vida: dinero, comodidad, deseo de poder, que tantas veces me lleva a la insatisfacción, a la tristeza. Que te ame, Señor, sin guardarme nada para mi.

UNDÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS PROMETE SU REINO AL LADRÓN ARREPENTIDO

A la derecha e izquierda de Jesús han crucificado a dos malhechores. Y mientras uno lo insulta, el otro reconoce sus errores y se da cuenta de la grandeza del que va a morir junto a él.

Del Evangelio según San Lucas 23,39-43
Uno de los ladrones crucificados le injuriaba diciendo: ¿No eres tú el Cristo? Sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero el otro le reprendía: ¿Ni siquiera tú que estás en el mismo suplicio, temes a Dios? Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste, no hizo mal alguno. Y dacia: Jesús, acuérdate de mi, cuando llegues a tu Reino. Y le respondió: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
(cf Mt 27,44; Mc 15,32b).

Comentario
Allí está Jesús, cosido al madero, contado entre los malhechores. Estas dos vidas, que también se están apagando junto a El, son el ejemplo de tantas existencias apartadas de Dios; apartadas incluso de los hombres, porque están ancladas en el egoísmo, en la desesperanza, en la falta de ideales nobles.
A pesar de las propias limitaciones y errores, no podemos tener una visión pesimista y oscura de la propia vida. La misericordia y la gracia de Dios son más grandes que nuestros fallos. La promesa de Cristo al buen ladrón es una invitación a luchar por amor hasta el último instante. No podemos tener miedo a acogernos al perdón de Dios. No nos ha de preocupar perder alguna escaramuza, lo importante es luchar por ganar la última batalla.

Oración
Señor, nos vemos pecadores, y nos avergüenza no haber estado, no estar, a la altura de las circunstancias. Que no permanezcamos indiferentes o desesperados ante nuestros errores. Enséñanos a reaccionar, a luchar para salir del pecado, y ayudar también a los demás a salir de él. Que sepamos, Señor, estar muy pegados a Ti; y que te «robemos» el cielo, como hizo el ladrón arrepentido.

DUODÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS COLGADO EN LA CRUZ, SU MADRE Y EL DISCÍPULO

La profecía del anciano Simeón se cumple ahora en María: la Madre de Jesús está en el Calvario, al pie de la cruz, contemplando la agonía de su Hijo. Junto a ella Juan, el discípulo amado. Y algunas santas mujeres.

Del Evangelio según San Juan 19, 25-27.
Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, Mar»a de Cleofás, y Mar»a Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después, dice al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.

Comentario
La Santísima Virgen ha querido asociarse a la obra de nuestra salvación. Unida especialmente a su Hijo, su corazón de madre se ve traspasado por un dolor hecho de entrega. Ella, que dijo al ángel: «hágase en mi según tu palabra», vuelve ahora a renovar esa entrega total, absoluta a los planes de Dios.
Contempla Jesús a su Madre y se cruza entre ellos una mirada de ternura, de amor sin tasa. No ha querido reservarse nada y nos la entrega. María es ya madre de todos los creyentes, porque ha creído contra toda esperanza que se cumplirían las promesas de Dios. Y el Señor nos invita también a nosotros, como a Juan, a acogerla en nuestro interior, a tener plena confianza en ella, a poner en sus manos nuestras preocupaciones y alegrías, para que las presente al Padre.

Oración
Santa María, Madre de Jesús y Madre nuestra, tú, que estuviste asociada más «ntimamente que nadie al misterio del sufrimiento redentor de Cristo, enséñanos a permanecer unidos a Él y a Ti como hizo Juan, el discípulo amado. Ayúdanos para que cuando la cruz aparezca en nuestra vida, también nosotros nos unamos al sacrificio redentor de su Hijo.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Son las tres de la tarde. El sufrimiento llega hasta el limite. Pero antes de morir, Jesús perdona a sus verdugos, y en actitud profunda de oración y de obediencia, entrega su vida al Padre. Se ha consumado la redención.

Del Evangelio según San Marcos IS, 33-37.
Y al llegar la hora sexta, toda la tierra se cubrió de tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona exclamó Jesús con fuerte voz: Eloí, Eloí, ¿lamá sabacthaní? que significa: Dios mio, Dios mio, ¿por qué me has desamparado? Y algunos de los que estaban cerca, al oírlo decían: Mirad, llama a Elías. Uno corrió a empapar una esponja con vinagre y, sujetándola a una caña, le daba de beber, mientras dacia: Dejad, veamos si viene Ellas a bajarlo. Pero Jesús, dando una gran voz, expiró».
(cf Mt 27,50-56; Lc 23,44-49; Jn 19,28- 30).

Comentario
Colgado del madero, sólo y abandonado de todos, Jesús quiere abrazar a todo hombre. A cada uno de nosotros. Se ha inmolado hasta el sacrificio supremo. Quiere apurar el cáliz hasta la última gota y hace aprenda de su vida al Padre.
Todo queda consumado. Las tinieblas y la oscuridad llenan la tierra porque el hombre no ha querido reconocer la luz verdadera. Jesucristo ha traspasado la barrera de la muerte, se ha dejado arropar por ella. También en esto nos da ejemplo: no teme a la muerte, porque la muerte no es el final, porque la muerte es el paso que nos lleva a la vida verdadera, a la vida eterna que Dios ha preparado para sus hijos. ¡Jesucristo con su muerte y resurrección nos ha concedido la herencia eterna; somos ya hijos de Dios!

Oración
Señor, has bebido el cáliz de la pasión hasta el final. Tú dijiste que «no hay mayor amor que el de dar la vida por los amigos». Has dado tu vida por amor. Haz que yo aprenda a entregar mi vida a Ti y a los hermanos que me necesiten.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN: JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO

Nicodemo y José de Arimatea, discípulos ocultos de Jesús, piden su cuerpo a Pilato para darle sepultura. Lo desclavan piadosamente, lo envuelven en un sudario y lo colocan en un sepulcro nuevo que está en un huerto cercano.

Del Evangelio según San Marcos 15, 42-47.
Y llegada ya la tarde, puesto que era la Parasceve, que es el día anterior al sábado, vino José de Arimatea, miembro ilustre del Consejo, que también él esperaba el Reino de Dios y, con audacia, llegó hasta Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto y, llamando al centurión, le preguntó si efectivamente habla muerto. Cerciorado por el centurión, entregó el cuerpo a José. Entonces éste, habiendo comprado una sábana, lo bajó y lo envolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que estaba excavado en una roca e hizo arrimar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban donde era colocado.
(cf Mt 27,57-66; Lc 23,50-56; Jn 19,38- 42).

Comentario
José de Arimatea y Nicodemo son ahora, en los momentos más difíciles, cuando todos huyen, los que dan la cara. Se preocupan del cuerpo del maestro, ofreciéndole lo único que pueden: un lagar para su reposo. El que nació sin nada, yace ahora en un sepulcro que no es suyo. Se ha despojado de todo, de su propia vida, para que nosotros vivamos la Vida de los hijos de Dios.
Es tiempo de espera. Es la hora del silencio, de descubrir que nuestro lugar definitivo no es la tierra, sino que estamos hechos para el cielo. Y sentimos la esperanza de que Cristo resucitará, de que todo es posible si damos cauce a nuestro amor. Porque todo no acaba en la cruz. El Señor ha vencido a la muerte. Va a resucitar glorioso y triunfa para siempre en el cielo, a la derecha del Padre.

Oración
Señor, la piedra fría del sepulcro recibe tu cuerpo. Es como un eco de nuestras frialdades. ¡Tú, Señor, has muerto por nosotros, y no nos podemos quedar parados, sin hacer nada! Haznos descubrir, Señor, que hay mucho que cambiar en nuestra vida; que es hora de tomar decisiones, de empeñarnos en ser como Tú quieres, respondiendo a lo que nos pides. ¡Nunca es demasiado tarde!

ORACIÓN FINAL

Señor y Dios nuestro, rico en misericordia y fuente de todo consuelo, hemos acompañado a tu Hijo por el camino de la cruz; hemos revivido con Él los momentos de su Pasión. Concédenos la gracia de que este Via crucis nos ayude a identificarnos con Cristo y a ser corredentores con Él, a semejanza de María.
También te pedimos que siguiendo los pasos de Cristo, resucitemos en Él.

UNIDOS AL PAPA

Es una piadosa costumbre terminar el rezo del Via crucis con una oración por la persona e intenciones del Papa, «el Dulce Cristo en la tierra», como le llamaba Santa Catalina de Siena Lo hacemos como signo explícito de nuestro amor a la Iglesia, para que Dios lo ilumine, y le dé fuerzas en la tarea encomendada por el Señor
Al Padrenuestro, Avemaría y Gloria añadimos aquí una oración por el Romano Pontífice, que ponemos en las manos de María, Madre de la Iglesia

ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA POR EL PAPA

Virgen María,
que amas con amor solicito a todos tus hijos,
cuida con particular amor de Madre
al Vicario de Cristo en la tierra,
a nuestro Santo Padre, el Papa,
para que, en sus desvelos por la Iglesia y el hombre,
sienta siempre el apoyo y la oración
de los hijos de la Iglesia.
Regálale con la alegría cotidiana que brota del amor.
Protégelo contra las insidias de quienes no aman a Dios;
contra las incomprensiones de quienes no le aman lo suficiente.
Ofrécele tu ternura de Madre,
para que no se sienta solo
en la tarea de regir la Iglesia.
Muéstrate como Madre amorosísima suya.
Y ofrécele siempre tu consuelo. Así sea.

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