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Cómo se llama cada Tipo de Edificio Religioso y cada Parte de una Iglesia

La Basílica, la Catedral y el Santuario son términos distintos, pero no excluyentes. 

Por ejemplo, una basílica puede ser un santuario, y una catedral puede ser una basílica.

Pero también hay otros términos ambiguos como Capilla, Oratorio y Ermita.

Que pueden ser parte de una Iglesia más grande o edificios aislados.

vista suroeste del santuario de lourdes

Lo importante a considerar que una iglesia puede ser las tres cosas a la vez, sólo alguna de ellas o ninguna.
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Eso depende tanto de la forma en que está construida.
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Y más modernamente, depende de cómo se la considera oficialmente, tanto por parte del Vaticano como de parte del obispado local.

Otro tanto se podría decir de las Capillas, Oratorios y Ermitas, que su línea demarcatoria es bastante política.

  

LA BASÍLICA

La estructura de la basílica fue desarrollada por los antiguos romanos para sus salas públicas monumentales situadas en los foros, o plazas públicas.

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Basílica de San Pedro en el Vaticano

Estrictamente hablando, la basílica es un paralelogramo, con la anchura del edificio no siendo ni mayor que la mitad ni menor que un tercio de la longitud.

En un extremo estaba la entrada con un pórtico, y en el otro extremo estaba el ábside.

Había un pasillo principal flanqueado a ambos lados por un pasillo (o dos, o incluso tres) con columnas de separación entre los pasillos.

El techo de la nave principal era mayor que el de las naves laterales, se añadían un cuerpo de luces encima de las columnas para permitir que la luz entrara en la basílica.

Existen numerosos ejemplos de basílicas antiguas, sobre todo en Italia.

Cuando se le permitió a la Iglesia tener «iglesias», después de la legalización del cristianismo, la forma basílica se adaptó fácilmente.

En realidad, muchas de las antiguas basílicas públicas o basílicas templo paganos se transformaron en iglesias.

Con la cátedra del obispo o trono, encontrándose en el ábside flanqueado por los asientos para el clero.

En frente de la cátedra estaba el altar, con un dosel o baldaquino sobre él. Cerca del altar estaba el púlpito.

Debido al tamaño de la basílica, el Santísimo Sacramento estaba reservado en una capilla lateral, o incluso en un tabernáculo suspendido cerca del altar.

La congregación se reunía en el pasillo principal, en la nave central.

Las basílicas de la Iglesia por lo general tenían un patio cerrado con una columnata.

En la explanada había un pozo donde los fieles podían lavarse las manos y los labios antes de entrar para la misa.

Posteriormente se hicieron modificaciones en el estilo romano estricto – como la adición de cruceros – durante el románico y el gótico.

Más tarde se utilizó el término «basílica» para identificar a las iglesias de importancia histórica y espiritual.

Por lo general, estas iglesias están construidas en el estilo basílica, pero el criterio clave es que son lugares de importancia histórica y espiritual.

El Santo Padre designa oficialmente una iglesia como una «basílica.»

Por lo tanto, cuando se habla de la Basílica de San Pedro en Roma, el título de «Basílica» se refiere a la importancia histórica y espiritual de la iglesia misma y al honor que le da el Papa.

Tradicionalmente, una basílica ha mostrado un conopoeum o pabellón (algo que parece un gran paraguas) hecho con la alternancia de paneles de seda de color blanco y amarillo, los colores del gobierno papal, y rematado con una cruz; este conopoeum fue utilizado originalmente para albergar al patriarca.

Otros ítems de la basílica tradicional son la clochetta (una especie de dispositivo musical compuesto por un mango, una campana.

También la insignia de la basílica, que se utiliza en la procesión.

Y la cappa magna (una capa violeta usada por los cánones – los funcionarios de la basílica – durante los servicios litúrgicos).

Por último, cada basílica tiene una «puerta santa», que se abre sólo durante el tiempo de peregrinación especial declarado por el Santo Padre. 

Por ejemplo, el año 2000 fue declarado «Año Santo», y se abrió la puerta santa de la Basílica de San Pedro (al igual que las puertas santas de todas las demás basílicas).

Lo mismo sucedió en el año 2016, año de la Misericordia

También se le concede a los peregrinos que visitan las basílicas y cumplen los demás requisitos indulgencias especiales. 

Tradicionalmente, también se hace una distinción entre una gran basílica y una menor. 

Las siete basílicas mayores están en Roma: San Pedro en el Vaticano, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor, San Pablo Extramuros, San Lorenzo, San Sebastián y de la Santa Cruz en Jerusalén.

Las primeras cuatro de estas basílicas técnicamente se llaman las «basílicas mayores primarias».

Estas basílicas más importantes siguen siendo las iglesias de peregrinación más importantes cuando se visita Roma.

Una basílica menor es cualquier otra iglesia importante de Roma o en todo el mundo que ha sido designada oficialmente como «basílica» por el Santo Padre.

Un ejemplo de una basílica menor es la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington o la Basílica del Sagrado Corazón, en Hanover, Pennsylvania.

simbolos fisicos de basilica menor

Formalmente hay tres signos físicos que indican que una iglesia es una basílica menor:

El primero es la presencia de la conopaeum – un dosel de seda diseñado a rayas con los colores tradicionales papales amarillo y rojo.

El segundo es el tintinnabulum , o una campana. Está montado en un poste o barra y es llevado en procesión, junto con el conopaeum, a la cabeza del clero en ocasiones especiales.

En tercer lugar, las basílicas menores tienen derecho a mostrar los símbolos papales en pancartas, en el mobiliario, y en el sello de la basílica.

   

LA CATEDRAL

Una catedral es la iglesia principal de una diócesis y en sí misma también una iglesia parroquial.
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El obispo es, técnicamente, el pastor de la parroquia de la catedral, y nombra a un rector para gestionar sus asuntos espirituales y temporales.
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La palabra catedral viene del latín cathedra.

Catedral de Trasteveris donde predicaba Santa Hildegarda de Bingen
Catedral de Treveris donde predicaba Santa Hildegarda de Bingen

La cátedra representa la posición y la autoridad del obispo, y el lugar en el que reside en el territorio de su jurisdicción.

La cátedra se encuentra dentro de la catedral, cerca del altar, a menudo en el ábside.

La catedral puede ser una basílica.

Por ejemplo, la Catedral de los Santos Pedro y Pablo en la Arquidiócesis de Filadelfia es también una basílica.

   

EL SANTUARIO

Un santuario es una iglesia u otro lugar sagrado donde se conserva una reliquia, como el Santuario de San Judas, en Baltimore.
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O donde ha tenido lugar una aparición, como el Santuario de Nuestra Señora de Knock en Irlanda o en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México.
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O cuando un acontecimiento histórico de la fe ha tenido lugar, como el Santuario de la Virgen de los Mártires en Auriesville, Nueva York, donde fueron martirizados los primeros misioneros jesuitas.

santuario-de-las-lajas
Santuario de las Lajas

Un santuario también puede ser un lugar designado para fomentar la creencia o la devoción.

Por ejemplo, la Basílica Santuario de la Inmaculada Concepción fue construida para fomentar la devoción a nuestra Santísima Madre en los Estados Unidos, sobre todo porque ella es la patrona de norteamérica, con el título de la Inmaculada Concepción.

Los Santuarios son regulados por el obispo local, y los santuarios nacionales están designados como tales por la Conferencia Nacional de Obispos.

   

OTRAS DENOMINACIONES

   

Parroquia

Iglesia que con su párroco al frente atiende a una feligresía.

Es el lugar adecuado para la vida eclesial y para la administración de los sacramentos.

Pero la parroquia puede aludir a un lugar físico o a fieles de una zona geográfica que se reúnen en un lugar físico.

Capilla de Nuestra Señora de la Leche y del Buen Parto
Capilla de Nuestra Señora de la Leche y del Buen Parto

   

Capilla 

Se le llama a un templo que se encuentra dentro de un territorio parroquial y que no es el templo principal o parroquial.

Una capilla es un tipo de iglesia que puede ser independiente o formar parte de una estructura o edificio mayor.

El nombre de capilla, en cuanto significa lugar dedicado al culto divino, proviene según algunos de la capa de San Martín que los reyes de Francia llevaban antiguamente a la guerra.

Y hacían colocar en una tienda de campaña que tomó de aquí la denominación de capilla y los que la guardaban eran los capellanes.

Según otros, su origen está en la palabra latina capella que significa cabra o cabala, porque antiguamente se cubrían con pieles de estos animales las ermitas y pequeñas iglesias, y se llamaba capella todo edificio que estaba cubierto con pieles de cabras.

Pero también las Capillas pueden estar alojadas dentro de las iglesias, y son secciones diferentes del altar mayor.

Generalmente están situadas entre el ambulatorio y el crucero, ocupan asimismo el espacio ofrecido por las naves laterales en la típica iglesia de planta basilical, aunque también pueden presentarse como pequeñas salas con entrada independiente.

   

Oratorio

Se le denomina a un lugar destinado al culto divino con licencia del Ordinario, en beneficio de una comunidad o grupo de fieles que acuden allí.

Al cual también pueden tener acceso otros fieles, con el consentimiento del Superior competente.

   

Ermita

Son pequeños templos en los que no se celebran ceremonias religiosas habitualmente pero se rinde culto en ocasiones determinadas.

Suelen estar en lugares poco poblados o sin mucha concurrencia.

Basílica de Notre-Dame - Montreal, Canadá
Altar de Basílica de Notre-Dame – Montreal, Canadá

   

CONSTRUCCIONES DENTRO DEL TEMPLO

  

Altar

Un altar (del latín altare, de altus “elevación”) es una estructura consagrada al culto religioso, sobre la cual se hacen ofrendas o sacrificios, en el caso del catolicismo, donde se celebra la misa.

Es lo que marca la personalidad del interior de un templo y por eso tiene su importancia.

Cada Iglesia tiene un Altar Mayor que es donde se celebran los servicios de misa principales.

Y tienen siempre una cruz, la imagen de Jesucristo y la de la advocación al que está consagrado el templo.

También algunas Iglesias tienen altares menores donde se celebran misas especiales, que suelen estar ubicados en capillas dentro del templo.

Y además existen también los altares móviles o portátiles, que se usan para misas en lugares donde no hay altares fijos, como por ejemplo cuando se realizan las misas campales.

  

Ábside

Es la pared detrás del altar que está curvada y forma un área semicircular.

En la antigüedad, los grandes edificios de las iglesias se inspiraron en un tipo de edificio público romano que tenía una pared de este tipo.

  

Ambón

Es el puesto de oradores en el centro de la parte delantera de la iglesia, delante del altar a la derecha de éste.

Desde él se proclama la palabra de Dios y en general se da la homilía.

  

Banco de iglesia

El banco, un banco largo y con respaldo sobre el que se sientan los feligreses, fue una innovación del cristianismo medieval occidental.

Las bancas fueron heredadas por protestantes de la Iglesia Católica Romana, y debido a su practicidad, se han extendido a algunas iglesias ortodoxas ubicadas en el oeste.

   

Bautisterio

Un lugar donde hay una la fuente de agua al lado del el atrio, justo dentro de la puerta principal.

Cuando los primeros cristianos convirtieron una casa romana en una iglesia, esa fuente de agua se convirtió en el lugar donde se podían llevar a cabo los bautismos si no era posible bautizar al aire libre.

Esto adquirió un significado simbólico, porque el bautismo es la entrada a la vida cristiana.

   

Cátedra

La silla sobre la que se sienta el obispo.

Cuando un obispo (como el papa) habla ex cátedra, significa que está hablando en su capacidad oficial.

Por extensión se usa para la silla en la que se sienta el celebrante de la misa.

   

Coro

El coro es la parte frontal de la iglesia desde donde se realiza el servicio.

A diferencia de la nave, donde se encuentra la congregación.

El coro suele ser una plataforma elevada, generalmente a tres pasos de la nave.   

  

Reclinatorio

Es un arrodillador con un acolchado para las rodillas.

   

Sacristía

Es la sala o el armario donde se guardan los equipos de comunión, la ropa de la celebración y los suministros. 

Por lo general, está equipado con un lavabo.

Es donde se revisten los sacerdotes.

    

Sagrario

Cubículo, en general en un altar, donde se reservan las hostias consagradas.

Permanece cerrado con llave salvo durante la misa.

Fuentes:

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Peregrinaciones y Santuarios Temas generales de Peregrinaciones y Santuarios

La experiencia de la peregrinación cristiana

La peregrinación, experiencia religiosa universal, es una expresión característica de la piedad popular, estrechamente vinculada al santuario, de cuya vida constituye un elemento indispensable: el peregrino necesita un santuario y el santuario requiere peregrinos.

 

PEREGRINACIONES BÍBLICAS

280. En la Biblia destacan, por su simbolismo religioso, las peregrinaciones de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, a Siquem (cfr. Gn 12,6-7; 33,18-20), Betel (cfr. Gn 28,10-22; 35,1-15) y Mambré (Gn 13,18; 18,1-15), donde Dios se les manifestó y se comprometió a darles la «tierra prometida».

Para las tribus salidas de Egipto, el Sinaí, monte de la teofanía a Moisés (cfr. Ex 19-20), se convierte en un lugar sagrado y todo el camino del desierto del Sinaí tuvo para ellos el sentido de un largo viaje hacia la tierra santa de la promesa: viaje bendecido por Dios, que, en el Arca (cfr. Num 10,33-36) y en el Tabernáculo (cfr. 2 Sam 7,6), símbolos de su presencia, camina con su pueblo, lo guía y la protege por medio de la Nube (cfr. Num 9,15-23).

Jerusalén, convertida en sede del Templo y del Arca, pasó a ser la ciudad-santuario de los Hebreos, la meta por excelencia del deseado «viaje santo» (Sal 84,6), en el que el peregrino avanza «entre cantos de alegría, en el bullicio de la fiesta» (Sal 42,5) hasta «la casa de Dios» para comparecer ante su presencia (cfr. Sal 84,6-8).

Tres veces al año, los varones israelitas debían «presentarse ante el Señor» (cfr. Ex 23,17), es decir, dirigirse al Templo de Jerusalén: esto daba lugar a tres peregrinaciones con ocasión de las fiestas de los Ácimos (la Pascua), de las Semanas (Pentecostés) y de los Tabernáculos; y toda familia israelita piadosa acudía, como hacía la familia de Jesús (cfr. Lc 2,41), a la ciudad santa para la celebración anual de la Pascua. Durante su vida pública, también Jesús se dirigía habitualmente a Jerusalén como peregrino (cfr. Jn 11,55-56); por otra parte se sabe que el evangelista san Lucas presenta la acción salvífica de Jesús como una misteriosa peregrinación (cfr. Lc 9,51-19,45), cuya meta es Jerusalén, la ciudad mesiánica, el lugar del sacrificio pascual y de su retorno al Padre: «He salido del Padre y he venido al mundo; ahora dejo de nuevo el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28).

Precisamente durante una reunión de peregrinos en Jerusalén, de «judíos observantes de toda nación que hay bajo el cielo» (Hech 2,5) para celebrar Pentecostés, la Iglesia comienza su camino misionero.

 

LA PEREGRINACIÓN CRISTIANA

Peregrinos cargando cruces en la Iglesia del Santo Sepulcro

281. Desde que Jesús ha dado cumplimiento en sí mismo al misterio del Templo (cfr. Jn 2,22-23) y ha pasado de este mundo al Padre (cfr. Jn 13,1), realizando en su persona el éxodo definitivo, para sus discípulos ya no existe ninguna peregrinación obligatoria: toda su vida es un camino hacia el santuario celeste y la misma Iglesia dice de sí que es «peregrina en este mundo».

Sin embargo la Iglesia, dada la conformidad que existe entre la doctrina de Cristo y los valores espirituales de la peregrinación, no sólo ha considerado legítima esta forma de piedad, sino que la ha alentado a lo largo de la historia.

282. En los tres primeros siglos la peregrinación, salvo alguna excepción, no forma parte de las expresiones cultuales del cristianismo: la Iglesia temía la contaminación de prácticas religiosas del judaísmo y del paganismo, en los cuales la práctica de la peregrinación estaba muy arraigada.

No obstante, en estos siglos se ponen los cimientos para una recuperación, con características cristianas, de la práctica de la peregrinación: el culto a los mártires, en las tumbas, a las que acuden los fieles para venerar los restos mortales de estos testigos insignes de Cristo, determinará, progresiva y consecuentemente, el paso de la «visita devota» a la «peregrinación votiva».

283. Después de la paz constantiniana, tras la identificación de los lugares y el hallazgo de las reliquias de la Pasión del Señor, la peregrinación cristiana vive un momento de esplendor: es sobre todo la visita a Palestina, que, por sus «lugares santos», se convierte, comenzando por Jerusalén, en la Tierra santa. De esto dan testimonio las narraciones de peregrinos famosos, como el Itinerarium Burdigalense y el Itinerarium Egeriae, ambos del siglo IV.

Se construyen basílicas sobre los «lugares santos», como la Anástasis, edificada sobre el Santo Sepulcro, y el Martyrium sobre el Monte Calvario, que ejercen una gran atracción sobre los peregrinos. También los lugares de la infancia del Salvador y de su vida pública se convierten en meta de peregrinaciones, que se extienden también a los lugares sagrados del Antiguo Testamento, como el Monte Sinaí.

284. La Edad Media es la época dorada de las peregrinaciones; además de su función fundamentalmente religiosa, han tenido una función extraordinaria en la formación de la cristiandad occidental, en la unión de los diversos pueblos, en el intercambio de valores entre las diversas culturas europeas.

Los centros de peregrinación son numerosos. Ante todo, Jerusalén, que, a pesar de la ocupación islámica, continúa siendo un punto importante de atracción espiritual, así como el origen del fenómeno de las cruzadas, cuyo motivo fue precisamente permitir a los fieles visitar el sepulcro de Cristo. Asimismo las reliquias de la pasión del Señor, como la túnica, el rostro santo, la escala santa, la sábana santa atraen a innumerables fieles y peregrinos. A Roma acuden los «romeros» para venerar las memorias de los apóstoles Pedro y Pablo (ad limina Apostolorum), para visitar las catacumbas y las basílicas, y como reconocimiento del ministerio del Sucesor de Pedro a favor de la Iglesia universal (ad Petri sedem). Fue también muy frecuentado durante los siglos IX a XVI, y todavía hoy lo es, Santiago de Compostela, hacia donde convergen desde diversos países varios «caminos», formados como consecuencia de un planteamiento religioso, social y caritativo de la peregrinación. Entre otros lugares se puede mencionar Tours, donde está la tumba de san Martín, venerado fundador de dicha Iglesia; Canterbury, donde santo Tomás Becket consumó su martirio, que tuvo gran resonancia en toda Europa; el Monte Gargano en Puglia, S. Michele della Chiusa en el Piamonte, el Mont Saint-Michel en Normandía, dedicados al arcángel san Miguel; Walsingham, Rocamadour y Loreto, sedes de célebres santuarios marianos.

285. En la época moderna, debido al cambio del ambiente cultural, a las vicisitudes originadas por el movimiento protestante y el influjo de la ilustración, las peregrinaciones disminuyeron: el «viaje a un país lejano» se convierte en «peregrinación espiritual», «camino interior» o «procesión simbólica», que consistía en un breve recorrido, como en el Vía Crucis.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX se recuperan las peregrinaciones, pero cambia en parte su fisonomía: tienen como meta santuarios que son particulares expresiones de la identidad de la fe y de la cultura de una nación; este es el caso, por ejemplo de los santuarios de Altötting, Antipolo, Aparecida, Asís, Caacupé, Chartres, Coromoto, Czestochowa, Ernakulam-Angamaly, Fátima, Guadalupe, Kevalaer, Knock, La Vang, Loreto, Lourdes, Mariazell, Marienberg, Montevergine, Montserrat, Nagasaki, Namugongo, Padua, Pompei, San Giovanni Rotondo, Washington, Yamoussoukro, etc.

 

ESPIRITUALIDAD DE LA PEREGRINACIÓN

286. A pesar de todos los cambios sufridos a lo largo de los siglos, la peregrinación conserva en nuestro tiempo los elementos esenciales que determinan su espiritualidad:

Dimensión escatológica. Es una característica esencial y originaria: la peregrinación, «camino hacia el santuario», es momento y parábola del camino hacia el Reino; la peregrinación ayuda a tomar conciencia de la perspectiva escatológica en la que se mueve el cristiano, homo viator: entre la oscuridad de la fe y la sed de la visión, entre el tiempo angosto y la aspiración a la vida sin fin, entre la fatiga del camino y la esperanza del reposo, entre el llanto del destierro y el anhelo del gozo de la patria, entre el afán de la actividad y el deseo de la contemplación serena.

El acontecimiento del éxodo, camino de Israel hacia la tierra prometida, se refleja también en la espiritualidad de la peregrinación: el peregrino sabe que «aquí abajo no tenemos una ciudad estable» (Heb 13,14), por lo cual, más allá de la meta inmediata del santuario, avanza a través del desierto de la vida, hacia el Cielo, hacia la Tierra prometida.

Dimensión penitencial. La peregrinación se configura como un «camino de conversión»: al caminar hacia el santuario, el peregrino realiza un recorrido que va desde la toma de conciencia de su propio pecado y de los lazos que le atan a las cosas pasajeras e inútiles, hasta la consecución de la libertad interior y la comprensión del sentido profundo de la vida.

Como ya se ha dicho, para muchos fieles la visita a un santuario constituye una ocasión propicia, con frecuencia buscada, para acercarse al sacramento de la Penitencia, y la peregrinación misma se ha entendido y propuesto en el pasado – y también en nuestros días – como una obra de penitencia.

Además, cuando la peregrinación se realiza de modo auténtico, el fiel vuelve del santuario con el propósito de «cambiar de vida», de orientarla hacia Dios más decididamente, de darle una dimensión más trascendente.

Dimensión festiva. En la peregrinación la dimensión penitencial coexiste con la dimensión festiva: también esta se encuentra en el centro de la peregrinación, en la que aparecen no pocos de los motivos antropológicos de la fiesta.

El gozo de la peregrinación cristiana es prolongación de la alegría del peregrino piadoso de Israel: «Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor» (Sal 122,1); es alivio por la ruptura de la monotonía diaria, desde la perspectiva de algo diverso; es aligeramiento del peso de la vida que para muchos, sobre todo para los pobres, es un fardo pesado; es ocasión para expresar la fraternidad cristiana, para dar lugar a momentos de convivencia y de amistad, para mostrar la espontaneidad, que con frecuencia está reprimida.

Dimensión cultual. La peregrinación es esencialmente un acto de culto: el peregrino camina hacia el santuario para ir al encuentro con Dios, para estar en su presencia tributándole el culto de su adoración y para abrirle su corazón.

En el santuario, el peregrino realiza numerosos actos de culto, tanto de orden litúrgico como de piedad popular. Su oración adquiere formas diversas: de alabanza y adoración al Señor por su bondad y santidad; de acción de gracias por los dones recibidos; de cumplimiento de un voto, al que se había obligado el peregrino ante el Señor; de imploración de las gracias necesarias para la vida; de petición de perdón por los pecados cometidos.

Con mucha frecuencia la oración del peregrino se dirige a la Virgen María, a los Ángeles y a los Santos, a quienes reconoce como intercesores válidos ante el Altísimo. Por lo demás, las imágenes veneradas en el santuario son signos de la presencia de la Madre y de los Santos, junto al Señor glorioso, «siempre vivo para interceder» (Heb 7,25) en favor de los hombres y siempre presente en la comunidad que se reúne en su nombre (cfr. Mt 18,20; 28,20). La imagen sagrada del santuario, sea de Cristo, de la Virgen, de los Ángeles o de los Santos, es un signo santo de la presencia divina y del amor providente de Dios; es testigo de la oración, que de generación en generación se ha elevado ante ella como voz suplicante del necesitado, gemido del afligido, júbilo agradecido de quien ha obtenido gracia y misericordia.

Dimensión apostólica. La situación itinerante del peregrino presenta de nuevo, en cierto sentido, la de Jesús y sus discípulos, que recorrían los caminos de Palestina para anunciar el Evangelio de la salvación. Desde este punto de vista, la peregrinación es un anuncio de fe y los peregrinos se convierten en «heraldos itinerantes de Cristo».

Dimensión de comunión. El peregrino que acude al santuario está en comunión de fe y de caridad, no sólo con los compañeros con quienes realiza el «santo viaje» (cfr. Sal 84,6), sino con el mismo Señor, que camina con él, como caminó al lado de los discípulos de Emaús (cfr. Lc 24,13-35); con su comunidad de origen, y a través de ella, con la Iglesia que habita en el cielo y peregrina en la tierra; con los fieles que, a lo largo de los siglos, han rezado en el santuario; con la naturaleza que rodea el santuario, cuya belleza admira y que siente movido a respetar; con la humanidad, cuyo sufrimiento y esperanza aparecen en el santuario de diversas maneras, y cuyo ingenio y arte han dejado en él numerosas huellas.

 

DESARROLLO DE LA PEREGRINACIÓN

Peregrinos bendecidos por Benedicto XVI en Roma

287. Puesto que el santuario es un lugar de oración, así la peregrinación es un camino de oración. En cada una de las etapas, la oración deberá alentar la peregrinación y la Palabra de Dios deberá ser luz y guía, alimento y apoyo.

El resultado feliz de una peregrinación, en cuanto manifestación cultual, y los mismos frutos espirituales que se esperan de ella, se aseguran disponiendo de manera ordenada las celebraciones y destacando adecuadamente las diversas fases.

La partida de la peregrinación se debe caracterizar por un momento de oración, realizado en la iglesia parroquial o en otra que resulte más adecuada, y consiste en la celebración de la Eucaristía o de alguna parte de la Liturgia de las Horas, o en una bendición especial para los peregrinos.

La última etapa del camino se debe caracterizar por una oración más intensa; es aconsejable que cuando ya se divise el santuario, el recorrido se haga a pie, procesionalmente, rezando, cantando y deteniéndose en las estaciones que pueda haber en ese trayecto.

La acogida de los peregrinos podrá dar lugar a una especie de «liturgia de entrada», que sitúe el encuentro entre los peregrinos y los encargados del santuario en el plano de la fe; donde sea posible, estos últimos saldrán al encuentro de los peregrinos, para acompañarles en el trayecto final del camino.

La permanencia en el santuario, obviamente, deberá constituir el momento más intenso de la peregrinación y se deberá caracterizar por el compromiso de conversión, convenientemente ratificado en el sacramento de la reconciliación; por expresiones particulares de oración, como el agradecimiento, la súplica, la petición de intercesiones, según las características del santuario y los objetivos de la peregrinación; por la celebración de la Eucaristía, culminación de la peregrinación.

La conclusión de la peregrinación se caracterizará por un momento de oración, en el mismo santuario o en la iglesia de la que han partido; los fieles darán gracias a Dios por el don de la peregrinación y pedirán al Señor la ayuda necesaria para vivir con un compromiso más generoso la vocación cristiana, una vez que hayan vuelto a sus hogares.

Desde la antigüedad, el peregrino ha querido llevarse algún «recuerdo» del santuario visitado. Se debe procurar que los objetos, imágenes, libros, transmitan el auténtico espíritu del lugar santo. Se debe conseguir que los lugares de venta no estén en el área sagrada del santuario, ni tengan el aspecto de un mercado.

Fuente: Directorio de Piedad Popular y la Liturgia de la Iglesia Católica

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Peregrinaciones y Santuarios Temas generales de Peregrinaciones y Santuarios

Que son los santuarios para la Iglesia

El santuario, tanto si está dedicado a la Santísima Trinidad como a Cristo el Señor, a la Virgen, a los Ángeles, a los Santos o a los Beatos, es quizá el lugar donde las relaciones entre Liturgia y piedad popular son más frecuentes y evidentes. «En los santuarios se debe proporcionar a los fieles de manera más abundante los medios de la salvación, predicando con diligencia la Palabra de Dios y fomentando con esmero la vida litúrgica, principalmente mediante la celebración de la Eucaristía y la penitencia, y practicando también otras formas aprobadas de piedad popular».

En estrecha relación con el santuario está la peregrinación, que también es una expresión muy difundida y característica de la piedad popular.

En nuestros días, el interés por los santuarios y la participación en las peregrinaciones, lejos de haberse debilitado por el secularismo, gozan de amplio favor entre los fieles.

Parece conveniente, en conformidad con los objetivos de este Documento, ofrecer algunas indicaciones para que, en la actividad pastoral de los santuarios y en el desarrollo de las peregrinaciones, se establezca y favorezca una relación correcta entre acciones litúrgicas y ejercicios de piedad.

  

EL SANTUARIO ALGUNOS PRINCIPIOS

262. Según la revelación cristiana, el santuario supremo y definitivo es Cristo resucitado (cfr. Jn 2,18-21; Ap 21,22), en torno al cual se congrega y organiza la comunidad de los discípulos, que a su vez es la nueva casa del Señor (cfr. 1 Pe 2,5; Ef 2,19-22).

Desde un punto de vista teológico, el santuario, que no pocas veces ha surgido de un movimiento de piedad popular, es un signo de la presencia activa, salvífica, del Señor en la historia y un refugio donde el pueblo de Dios, peregrino por los caminos del mundo hacia la Ciudad futura (cfr. Heb 13,14), restaura sus fuerzas para continuar la marcha.

263. El santuario, como las iglesias, tiene un gran valor simbólico: es imagen de la «morada de Dios con los hombres» (Ap 21,3) y remite al «misterio del Templo» que se ha realizado en el cuerpo de Cristo (Cfr. Jn 1,14; 2,21), en la comunidad eclesial (cfr. 1 Pe 2,5) y en cada uno de los fieles (cfr. 1 Cor 3,16-17; 6,19; 2 Cor 6,16).

A los ojos de los fieles los santuarios son:

– por su origen, quizá, recuerdo de un acontecimiento considerado milagroso, que ha determinado la aparición de manifestaciones de devoción duradera, o de testimonio de la piedad y el agradecimiento de un pueblo por los beneficios recibidos;

– por los frecuentes signos de misericordia que suceden en ellos, lugares privilegiados de la asistencia divina y de la intercesión de la Virgen María, de los Santos o de los Beatos;

– por la situación, con frecuencia aislada y elevada, y por la belleza, ya sea austera, ya exuberante de los lugares en los que se encuentran, signo de la armonía del cosmos y reflejo de la belleza divina;

– por la predicación que allí resuena, llamada eficaz a la conversión, invitación a vivir en la caridad y aumentar las obras de misericordia, exhortación a llevar una vida caracterizada por el seguimiento de Cristo;

– por la vida sacramental que allí se desarrolla, lugar de fortalecimiento de la fe, crecimiento de gracia, refugio y esperanza en la aflicción;

– por el aspecto del mensaje evangélico que expresan, una interpretación especial y casi una prolongación de la Palabra;

– por su orientación escatológica, una invitación a cultivar el sentido de la trascendencia y a dirigir los pasos, a través de los caminos de la vida temporal, hacia el santuario del cielo (cfr. Heb 9,11; Ap 21,3).

«Siempre y en todo lugar, los santuarios cristianos han sido, o han querido ser, signos de Dios, de su irrupción en la historia. Cada uno de ellos es un memorial del misterio de la Encarnación y de la Redención».

 

RECONOCIMIENTO CANÓNICO

Santuario de las Lajas

264. «Con el nombre de santuario se designa una iglesia u otro lugar sagrado al que, por un motivo peculiar de piedad, acuden en peregrinación numerosos fieles, con aprobación del Ordinario del lugar».

La condición previa para que un lugar sagrado sea reconocido canónicamente como santuario diocesano, nacional o internacional, es la aprobación del Obispo diocesano, de la Conferencia de Obispos, o de la Santa Sede, respectivamente. La aprobación canónica constituye un reconocimiento oficial del lugar sagrado y de su finalidad específica, que es la de acoger las peregrinaciones del pueblo de Dios que acude para adorar al Padre, profesar la fe, reconciliarse con Dios, con la Iglesia y con los hermanos, e implorar la intercesión de la Madre del Señor o de un Santo.

Sin embargo, no se debe olvidar que otros muchos lugares de culto, con frecuencia humildes –pequeñas iglesias en la ciudad o en el campo – desarrollan en su entorno local, aunque sin reconocimiento canónico, una función semejante a la de los santuarios. También forman parte de la «geografía de la fe» y de la piedad del pueblo de Dios, de una comunidad que habita en un determinado lugar y que, en la fe, está en camino hacia la Jerusalén celestial (cfr. Ap 21).

  

EL SANTUARIO COMO LUGAR DE CELEBRACIONES CULTUALES

265. El santuario tiene una función cultual de primer orden. Los fieles se acercan, sobre todo, para participar en las celebraciones litúrgicas y en los ejercicios de piedad que tiene lugar allí. Esta reconocida función cultual del santuario, no debe oscurecer en el ánimo de los fieles la enseñanza evangélica de que el lugar no es algo determinante para el auténtico culto al Señor (cfr. Jn 4,20-24).

 

VALOR EJEMPLAR

266. Los responsables de los santuarios deben procurar que la Liturgia que en ellos se realiza, resulte un ejemplo por la calidad de las celebraciones: «Entre las funciones reconocidas a los santuarios, también por el Código de derecho canónico, está el desarrollo de la Liturgia. Esto no se debe entender como un aumento del número de las celebraciones, sino como una mejora de su calidad. Los rectores de los santuarios son conscientes de su responsabilidad para alcanzar este objetivo. Comprenden que los fieles, que llegan al santuario de los más diversos lugares, deben regresar confortados en el espíritu y edificados por las celebraciones que tienen lugar allí: por su capacidad de comunicar el mensaje de salvación, por la noble sencillez de las expresiones rituales, por el fiel cumplimiento de las normas litúrgicas. Saben, también, que los efectos de una acción litúrgica ejemplar no se agotan en la celebración realizada en el santuario: los sacerdotes y los fieles peregrinos tienden a llevar a sus lugares de origen las experiencias cultuales válidas que han vivido en el santuario».

 

LA CELEBRACIÓN DE LA PENITENCIA

267. Para muchos fieles, la visita a un santuario es una ocasión propicia, con frecuencia procurada, para acercarse al sacramento de la Penitencia. Por lo tanto, es preciso que se preste atención a los diversos elementos que contribuyen a la celebración del sacramento:

– El lugar de la celebración: además de los confesionarios tradicionales dispuestos en la iglesia, en los santuarios muy frecuentados sería deseable que hubiera un lugar reservado para la celebración de la Penitencia, que se pueda emplear también para momentos de preparación comunitaria y celebraciones penitenciales, y que, dentro del respeto a las normas canónicas y a la reserva que exige la confesión, ofrezca al penitente la facilidad para dialogar con el confesor.

– La preparación al sacramento: en no pocos casos, los fieles necesitan ayuda para realizar los actos que son parte del sacramento, sobre todo para orientar el corazón a Dios, con una sincera conversión, «puesto que de ella depende la verdadera penitencia». Se deben organizar encuentros de preparación, tal como se propone en el Ordo Paenitentiae, en los que, mediante la escucha y la meditación de la Palabra de Dios, se ayude a los fieles a celebrar con fruto el sacramento; o al menos se deben poner a disposición de los fieles subsidios adecuados, que les guíen no sólo en la preparación de la confesión de los pecados, sino para que alcancen un sincero arrepentimiento.

– La elección de la forma ritual, que lleve a los fieles a descubrir la naturaleza eclesial de la Penitencia; en este sentido, la celebración del Rito para la reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución individual (forma segunda), debidamente organizada y preparada, no debería ser algo excepcional, sino habitual, previsto sobre todo en algunos momentos del Año litúrgico. Realmente «la celebración comunitaria manifiesta más claramente la naturaleza eclesial de la penitencia». La reconciliación sin confesión individual íntegra y con absolución general es una forma totalmente excepcional y extraordinaria, que no se puede alternar con las otras dos formas ordinarias y no se justifica por la sola razón de una gran afluencia de fieles, como sucede en las fiestas y peregrinaciones.

 

LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA

268. «La celebración de la Eucaristía es la culminación y como el cauce de toda la acción pastoral de los santuarios«; es preciso, por tanto, prestarle la máxima atención, para que resulte ejemplar en su desarrollo ritual y conduzca a los fieles a un encuentro profundo con Cristo.

A menudo sucede que varios grupos quieren celebrar la Eucaristía al mismo tiempo, pero por separado. Esto no es coherente con la dimensión eclesial del misterio eucarístico, desde el momento en que esa manera de celebrar la Eucaristía, en lugar de ser un momento de unidad y de fraternidad, se convertiría en expresión de un particularismo que no refleja el sentido de comunión y de universalidad de la Iglesia.

Una sencilla reflexión sobre la naturaleza de la Eucaristía, «sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad», debería convencer a los sacerdotes que guían las peregrinaciones a favorecer la reunión de varios grupos en una misma concelebración, debidamente organizada y que tuviera en cuenta – si fuera necesario – la diversidad de las lenguas; en ocasión de reuniones de fieles de distintas naciones es conveniente que se interpreten cantos en lengua latina y con las melodías más fáciles, al menos en las partes del Ordinario de la Misa, especialmente el símbolo de la fe y la oración del Señor. Tal celebración ofrecería una imagen genuina de la naturaleza de la Iglesia y de la Eucaristía, y constituiría para los peregrinos una ocasión de acogida recíproca y de enriquecimiento mutuo.

 

LA CELEBRACIÓN DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

269. El Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis curae prevé la celebración comunitaria del sacramento de la Unción en los santuarios, sobre todo con ocasión de peregrinaciones de enfermos. Esto está en perfecta armonía con la naturaleza del sacramento y con la función del santuario: es justo que donde se implora la misericordia del Señor de una manera más intensa, la acción maternal de la Iglesia se haga más solícita a favor de sus hijos que, por enfermedad o vejez, comienzan a encontrarse en peligro.

El rito se realizará según las indicaciones del Ordo, por lo que «si hay varios sacerdotes, cada uno impone las manos y administra la unción con la fórmula correspondiente a cada uno de los enfermos de un grupo; en cambio las oraciones las recita el celebrante principal».

 

LA CELEBRACIÓN DE OTROS SACRAMENTOS

270. En los santuarios, además de la Eucaristía, la Penitencia y la Unción comunitaria de los enfermos, se celebran, también, con más o menos frecuencia, otros sacramentos. Esto exige que los responsables del santuario, además del cumplimiento de las disposiciones que haya emanado el Obispo diocesano:

– procuren un entendimiento sincero y una colaboración fructuosa entre el santuario y la comunidad parroquial;

– consideren con atención la naturaleza de cada sacramento; por ejemplo: los sacramentos de la iniciación cristiana, que requieren una larga preparación e insertan al bautizado en la comunidad eclesial, deberían celebrarse, por norma general, en la parroquia;

– asegúrense de que todas las celebraciones de un sacramento hayan estado precedidas de una adecuada preparación; los responsables de un santuario no deben celebrar el sacramento del matrimonio si no consta el permiso concedido por el Ordinario o por el párroco;

– valoren serenamente las situaciones, múltiples e imprevisibles, para las que no es posible establecer a priori normas rígidas.

  

LA CELEBRACIÓN DE LA LITURGIA DE LAS HORAS

271. La visita a un santuario, tiempo y lugar favorable para la oración personal y comunitaria, constituye una ocasión privilegiada para ayudar a los fieles a apreciar la belleza de la Liturgia de las Horas y para asociarse a la alabanza cotidiana que, en el curso de su peregrinación terrena, la Iglesia eleva al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo.

Así pues, los rectores de los santuarios deben introducir en las actividades preparadas para los peregrinos, según la oportunidad, celebraciones dignas y festivas de la Liturgia de las Horas, especialmente de Laudes y Vísperas, proponiendo también la celebración, parcial o completa, de un Oficio votivo que tenga relación con el santuario.

A lo largo de la peregrinación y conforme se van acercando a la meta, los sacerdotes que acompañan a los fieles no dejen de proponerles, al menos, la oración de alguna Hora del Oficio Divino.

 

LA CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTALES

272. Desde la antigüedad, la Iglesia ha tenido la costumbre de bendecir personas, lugares, alimentos, objetos. En nuestros días, sin embargo, la práctica de la bendición, motivada por usos antiguos y concepciones profundamente arraigadas en algunos fieles, presenta algunos puntos delicados. Con todo, continúa siendo una cuestión pastoral bastante presente en los santuarios, donde los fieles, que acuden para implorar la gracia y la ayuda del Señor, la intercesión de la Madre de la misericordia o de los Santos, suelen pedir a los sacerdotes las más diversas bendiciones. Para un desarrollo correcto de la pastoral de las bendiciones, los rectores de los santuarios deberán:

– proceder con paciencia en la aplicación gradual de los principios establecidos por el Rituale Romanum, los cuales buscan fundamentalmente que la bendición sea una expresión genuina de fe en Dios, dador de todo bien;

– subrayar de manera adecuada – en cuanto sea posible – los dos momentos que configuran la «estructura típica» de toda bendición: la proclamación de la Palabra de Dios, que da sentido al signo sagrado, y la oración mediante la cual la Iglesia alaba a Dios e implora sus beneficios, como recuerda el mismo signo de la cruz que traza el ministro ordenado;

– preferir la celebración comunitaria a la individual o privada y comprometer a los fieles para que participen de manera plena y consciente.

273. Es deseable que los rectores de los santuarios establezcan a lo largo del día, en los periodos de mayor afluencia de peregrinos, momentos especiales para celebrar las bendiciones; en ellos, mediante una acción ritual caracterizada por la verdad y la dignidad, los fieles comprenderán el sentido genuino de la bendición y el compromiso de observar los mandamientos de Dios, que comporta la «petición de una bendición».

 

EL SANTUARIO COMO LUGAR DE EVANGELIZACIÓN

Peregrinaciones en Santuario de Lourdes

274. Innumerables centros de comunicación social divulgan todos los días noticias y mensajes de todo tipo; el santuario, en cambio, es el lugar en el que continuamente se proclama un mensaje de vida: el «Evangelio de Dios» (Mc 1,14; Rom 1,1) o «Evangelio de Jesucristo» (Mc 1,1), esto es, la buena noticia que proviene de Dios y que tiene por contenido a Cristo Jesús: Él es el Salvador de todos los pueblos, en cuya muerte y resurrección se han reconciliado para siempre el cielo y la tierra.

Al fiel que se acerca al santuario se le deben proponer, directa o indirectamente, los elementos fundamentales del mensaje evangélico: el sermón de la montaña, el anuncio gozoso de la bondad y paternidad de Dios así como de su amorosa providencia, el mandamiento del amor, el significado salvador de la cruz, el destino trascendente de la vida humana.

Muchos santuarios son, efectivamente, lugares de difusión del Evangelio: en las formas más variadas, el mensaje de Cristo se trasmite a los fieles como llamada a la conversión, invitación al seguimiento, exhortación a la perseverancia, recuerdo de las exigencias de la justicia, palabra de consuelo y de paz.

No se puede olvidar la cooperación que muchos santuarios prestan a la labor evangelizadora de la Iglesia, al sostener de diversos modos las misiones «ad gentes».

 

EL SANTUARIO COMO LUGAR DE LA CARIDAD

275. La misión ejemplar del santuario se extiende también al ejercicio de la caridad. Todo santuario, en cuanto celebra la presencia misericordiosa del Señor, la ejemplaridad y la intercesión de la Virgen y los Santos, «es por sí mismo un hogar que irradia la luz y el calor de la caridad». En su acepción más común y en el lenguaje de los sencillos «la caridad es el amor expresado en el nombre de Dios». Esta encuentra sus manifestaciones concretas en el acoger y en la misericordia, en la solidaridad y en el compartir, en la ayuda y en el don.

Gracias a la generosidad de los fieles y al celo de los responsables, muchos santuarios son lugares de mediación entre el amor a Dios y la caridad fraterna, por una parte, y las necesidades del hombre, por otra. En ellos fructifica la caridad de Cristo y parece que se prolongan la solicitud maternal de la Virgen y la cercanía solidaria de los Santos, que se expresan, por ejemplo:

– en la creación y mantenimiento de centros de asistencia social, como hospitales, centros de enseñanza para niños sin recursos y residencias para personas ancianas;

– «en la acogida y hospitalidad para con los peregrinos, sobre todo los más pobres, a quienes se ofrecen, en la medida de lo posible, lugares y condiciones para un momento de descanso

– en la solicitud y cuidado de los peregrinos ancianos, enfermos, minusválidos, a los que se reservan las atenciones más delicadas, los mejores sitios en los santuarios; para ellos se organizan, en el horario más adecuado, celebraciones que, sin separarles de los otros fieles, tengan en cuenta sus circunstancias especiales; para ellos se establece una cooperación con asociaciones que se ocupen generosamente de sus desplazamientos;

– en la disponibilidad y en el servicio ofrecido a todos los que se acercan al santuario: fieles cultos e incultos, pobres y ricos, con-nacionales o extranjeros».

 

EL SANTUARIO COMO LUGAR DE CULTURA

276. Con frecuencia el santuario es ya, en sí mismo, un «bien cultural»: en él se dan cita y se presentan, como resumidas en una síntesis, numerosas manifestaciones de la cultura de las poblaciones vecinas: testimonios históricos y artísticos, formas de expresión lingüística y literaria, expresiones musicales típicas.

Desde este punto de vista, el santuario resulta con frecuencia un punto de referencia válido para definir la identidad cultural de un pueblo. Y en cuanto que en el santuario se da una síntesis armoniosa entre naturaleza y gracia, piedad y arte, se puede proponer como expresión de la Vía pulchritudinis para contemplar la belleza de Dios, del misterio de la Tota pulchra, de las admirables experiencias de los Santos.

Además, cada vez se tiende más a hacer del santuario un «centro de cultura» específico, un lugar en el que se organizan cursos de estudio y conferencias, donde se acometen interesantes iniciativas editoriales y se promueven representaciones sagradas, conciertos, exposiciones y otras manifestaciones artísticas y literarias.

La actividad cultural del santuario se configura como una iniciativa en el ámbito de la promoción humana; esta función se añade útilmente a la función primordial, de lugar para el culto divino, para la evangelización, para el ejercicio de la caridad. En este sentido, los responsables de los santuarios deben procurar que la dimensión cultural no adquiera una importancia mayor que la cultual.

 

EL SANTUARIO COMO LUGAR DE COMPROMISO ECUMÉNICO

277. El santuario, en cuanto lugar de anuncio de la Palabra, de invitación a la conversión, de intercesión, de intensa vida litúrgica, de ejercicio de la caridad es un «bien espiritual» que se puede compartir, en una cierta medida y conforme a las indicaciones del Directorio ecuménico, con los hermanos y hermanas que no están en plena comunión con la Iglesia católica.

En consecuencia, el santuario debe ser un lugar de compromiso ecuménico, sensible a la necesidad grave y urgente de la unidad de todos los creyentes en Cristo, único Señor y Salvador.

Por lo tanto, los rectores de los santuarios deben ayudar a los peregrinos a tomar conciencia del «ecumenismo espiritual» del que hablan el decreto conciliar Unitatis redintegratio y el Directorio ecuménico, según el cual los cristianos deben siempre tener presente la intención de la unidad en las oraciones, en la celebración eucarística, en la vida diaria. Así, en los santuarios se debería intensificar la oración con esta intención en algunos tiempos particulares, como la semana de oración por la unidad de los cristianos, en los días entre la Ascensión del Señor y Pentecostés, en los cuales se recuerda a la comunidad de Jerusalén reunida en la oración y en espera de la venida del Espíritu Santo, que la confirmará en la unidad y en su misión universal.

Además, los rectores de los santuarios promuevan, cuando haya oportunidad, encuentros de oración entre cristianos de las diversas confesiones; en estos encuentros, preparados con atención y colaboración, deberá primar la Palabra de Dios y se deberán valorar las formas de oración características de las diversas confesiones cristianas.

Según las circunstancias, será quizá oportuno extender, en casos excepcionales, la atención a los miembros de otras religiones: existen, de hecho, santuarios frecuentados por los no cristianos, que acuden allí atraídos por los valores propios del cristianismo. Todos los actos de culto que se realizan en los santuarios deben ser claramente conformes con la identidad católica, sin ocultar jamás lo que pertenece a la fe de la Iglesia.

278. El compromiso ecuménico adquiere aspectos particulares cuando se trata de santuarios dedicados a la Virgen María. En el plano sobrenatural, santa María, que ha dado a luz al Salvador de todos los pueblos y que ha sido su primera y perfecta discípula, tiene una misión de concordia y de unidad respecto a los discípulos de su Hijo, por lo que la Iglesia la saluda con el título de Mater unitatis; en el plano histórico, en cambio, la figura de María, debido a las diversas interpretaciones sobre su papel en la historia de la salvación, ha sido con frecuencia motivo de divergencia y división entre los cristianos. Hay que reconocer, con todo, que en el aspecto mariano, el diálogo ecuménico actualmente está dando sus frutos.

Fuente: Directorio de Piedad Popular y la Liturgia de la Iglesia Católica

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Peregrinaciones y Santuarios Temas generales de Peregrinaciones y Santuarios

Que es una Peregrinación

La Biblia nos habla de la peregrinación en el Salmo 122 (121):
Que alegría cundo me dijeron
Vamos a la casa del Señor
Ya están pisando nuestros pies
Tus umbrales, Jerusalén.
 

Jesús era un peregrino, su última visita a Jerusalén, siendo observante de la ley judía, fue como peregrino durante la fiesta de Pésaj, la Última Cena.

Una peregrinación o peregrinaje es el viaje a un santuario o lugar sagrado con connotaciones religiosas efectuado por un creyente (o grupo de creyentes). Pero también se llama peregrinación al mismo santuario o lugar religioso destinado a recibir peregrinaciones.

Los lugares de peregrinación sagrados pueden serlo porque allí sucedió un hecho significativo para la fe, porque contienen alguna reliquia, porque allí se venera especialmente a alguna figura, porque allí se realiza alguna actividad especial religiosa o por las connotaciones que tiene su entorno.

La peregrinación se puede realizar para profesar la fe, como método para expiar algún pecado, para pedir gracias, como agradecimiento por peticiones concedidas.

Si bien se puede peregrinar siempre a los lugares sagrados, cada peregrinación tiene su fecha central, donde generalmente se realizan festejos.

 

EL PEREGRINO

Peregrinos en Medjugorje

Un peregrino es el viajero que visita algún lugar sagrado, allí encuentra lo sobrenatural participando de una realidad diferente a la realidad profana.

La Peregrinación nos ofrece la posibilidad de reencontramos con nuestra propia historia cristiana, nuestra realidad transitoria en este mundo. Pero la nota característica es la forma festiva y gozosa de estas peregrinaciones, que ha de recordarnos que nuestro peregrinar hacia Dios no debe, ni puede ser lastimoso ni triste.

Así pues, las peregrinaciones favorecen la práctica de los valores cristianos, estimulan un culto integral a Dios (ver, oír, cantar, escuchar, tocar, convivir, etc.) Nos dispone a ser agradecidos y ante todo nos recuerda nuestra común subsistencia y la necesidad de una salvación comunitaria.

 

HISTORIA DE LAS PEREGRINACIONES

Las Peregrinaciones iniciaron en la Iglesia antes de la paz otorgada por el emperador Constantino en el 313, aunque aumentaron considerablemente cuando la Iglesia gozó de paz y libertad en el Imperio Romano.

Las más antiguas peregrinaciones cristianas tenían como destino Roma y Tierra Santa como a las tumbas de los mártires. La más famosa de las peregrinas de esa época fue una española de nombre Egeria, quien nos narra cómo se celebraban estas peregrinaciones en Tierra Santa en el siglo IV.

Las peregrinaciones en honor a la Bienaventurada Virgen María cobran fuerza entre los siglos V-VII principalmente en Nazareth.

Pero, no es sino hasta los siglos XIV-XVII cuando lograron su más alto esplendor y participación.

La Iglesia encontró en el Papa Juan Pablo II el modelo de los peregrinos. El nos recuerda que el cristiano es ante todo un peregrino (GS 7) y que la Iglesia misma es un pueblo peregrino (LG 8).

En el Occidente cristiano durante la Edad Media se distinguían tres clases de peregrinos:

  • Romeros , aquellos que iban a Roma.
  • Palmeros, aquellos que iban a Jerusalén.
  • Peregrinos propiamente dichos, aquellos que iban a Santiago de Compostela.

Los tres principales lugares de peregrinación cristiana son:

  • Jerusalén y Tierra Santa
  • Roma (Italia y el Vaticano)
  • Santiago de Compostela (Galicia, España)

Pero también hay otros muy importantes como el santuario de Guadalupe en México, Lourdes en Francia, Aparecida en Brasil, Reina de la Paz en Medjugorje, entre otros. Además, hay peregrinajes regionales y los propios de cada país.

 

EL FORMATO DE LAS PEREGRINACIONES

Peregrinos en el santo Sepulcro
Peregrinos en el Santo Sepulcro

El modo de hacer una peregrinación ha variado con los siglos y con los lugares, pero básicamente ha mantenido su fisonomía. En la antigüedad se hacía así:

1. Se reunían en un lugar sagrado ( Templo )
2. Escuchaban la Palabra de Dios.
3. Se instruía sobre el sentido de la peregrinación.
4. Recibían la Bendición para partir.
5. Los peregrinos se ponían en camino, orando, cantando, conviviendo, conociendo.
6. La Peregrinación, finalmente, no concluye al llegar al santuario o meta de la peregrinación y de participar en los actos de Litúrgicos o de devoción, o en firmar el libro de peregrinos, o de adquirir algunos recuerdos como estampitas, medallas, agua bendita, etc. Se trataba y debe tratarse todavía de » recargar las energías » de cobrar nuevo vigor e impulso para llevar y hacer presente la gracia de Dios al volver a casa. Entusiasmar y alegrar a los miembros de la familia, de la comunidad que no pudieron asistir. Se trata ante todo, de infamarnos en el propósito de extender el Reino de Dios, tal como lo pedía el Papa Juan Pablo II: Una nueva evangelización, nueva en su impulso, nueva en sus métodos, nueva en su ardor.

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