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Las Particularidades del Matrimonio de José y María

El de José y María fue un verdadero matrimonio aunque no existió entre ellos relación carnal.

José fue un verdadero esposo para María y cumplió todas las obligaciones de un esposo, por lo cual la Sagrada Familia es un ejemplo

 

VIRGINIDAD DE SAN JOSÉ

Según algunos escritos apócrifos de los primeros siglos, como el libro Historia de José el carpintero, el Protoevangelio de Santiago o el Evangelio de Tomás, que son del siglo II o más tarde, san José habría estado casado antes de conocer a María y habría tenido, al menos, seis hijos, que serían, según algunos, los llamados hermanos de Jesús.

Al quedar viudo, ya anciano con 89 años, se habría casado con María, que tenía unos catorce o quince años. Según estos libros apócrifos, José habría vivido hasta los 111 años, pasando unos veinte años con Jesús.

Estos libros influyeron en la opinión de que san José era un anciano, que más que esposo era un padre para María, y que se habría casado con ella para salvar las apariencias ante la sociedad.

Nada más fuera de la realidad.

San José tuvo que hacer frente a todas las responsabilidades de una familia, lo que hubiera sido imposible si hubiera sido un anciano, que necesitaba cuidado y atención.

¿Cómo hubiera podido guiar a la Sagrada Familia por el desierto con todos los peligros y con todo el esfuerzo que supone caminar veinte días hasta llegar a Egipto?

Dios puso al lado de María un compañero y un esposo fuerte y vigoroso para defenderla de todos los peligros y para ayudarla en todas sus necesidades.

Un esposo, que debió trabajar mucho para poder sustentar una familia pobre, especialmente durante su estancia en Egipto, donde no tenían familiares.

Hablar de José como de un anciano enfermo es algo que sólo libros apócrifos y fantasiosos pudieron inventar.

El padre Tomás Morales, fundador de los Cruzados de Santa María, afirma:

Aquí está san José: anchas espaldas para el trabajo, no pierde ni un segundo, está siempre adorando, está siempre trabajando, está siempre solícito, cuidando de la Virgen y, sobre todo, del Jesús niño.

No tiene un instante libre, no piensa más que en amar, adorar y en trabajar para ellos. Aquí está san José.

Es el ministro de relaciones exteriores de la sagrada familia.

Él es el que se tiene que preocupar de todo en Nazaret, en los cuatro o cinco días de camino hacia Belén, en la gruta de Belén, en Egipto después, en Nazaret y siempre relacionándose con todos.

Por eso, desde los primeros siglos, varios santos Padres tuvieron que hablar de un san José joven, y no anciano y viudo.

San Jerónimo defiende su virginidad en su escrito contra Helvidio:

Tú dices que María no fue virgen; yo reivindico para mí aún más, a saber, que también el mismo José fue virgen por María, para que del consorcio virginal naciese el Hijo virgen.

En el santo varón no hubo fornicación y no se ha escrito que haya tenido otra mujer. De María fue más bien custodio que marido; de donde se sigue haber permanecido virgen con María, quien mereció ser llamado padre del Señor.

San Pedro Damián (1007-1072) escribió:

No parece que fuese suficiente que sólo la Madre fuese virgen; es de fe de la Iglesia que también aquel que hizo las veces de padre ha sido virgen.

Nuestro Redentor ama tanto la integridad del pudor florido, que no sólo nació de seno virginal, sino también quiso ser tocado por un padre virgen.

Santo Tomás de Aquino dice:

Se debe creer que José permaneció virgen, porque no está escrito que haya tenido otra mujer y la infidelidad no la podemos atribuir a tan santo personaje.

Dice san Francisco de Sales (1567-1622):

María y José habían hecho voto de virginidad para todo el tiempo de su vida y he aquí que Dios quiso que se uniesen por el vínculo del santo matrimonio, no para que se desdijeran y se arrepintieran de su voto, sino para que se confirmasen más y más y se animasen mutuamente juntos durante toda su vida.

Muchos santos de peso creen que José había hecho voto de virginidad antes de casarse con María, pero lo que sí es cierto es que, a partir de su matrimonio con María, lo hizo para aceptar así la voluntad de Dios.

 

MATRIMONIO DE JOSÉ Y DE MARÍA

Lo primero que debemos tener en cuenta es que fue un verdadero matrimonio, a pesar de que nunca hubo entre ellos relación carnal.

El Espíritu Santo reconoce en el Evangelio:

José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo (Mt 1, 16).

José era verdadero esposo de María y entre ellos había un verdadero matrimonio.

Analizando la naturaleza del matrimonio, tanto san Agustín como santo Tomás de Aquino, la ponen siempre en la indivisible unión espiritual, en la unión de los corazones, en el consentimiento, elementos que en aquel matrimonio se han manifestado de modo ejemplar.

En el momento culminante de la historia de la salvación, cuando Dios revela su amor a la humanidad mediante el don del Verbo, es precisamente el matrimonio de María y José el que realiza en plena libertad el don esponsal de sí, al acoger y expresar tal amor.

Dice san Agustín:

María pertenece a José y José a María, de modo que su matrimonio fue verdadero matrimonio, porque se han entregado el uno al otro.

Pero ¿en qué sentido se han entregado?

Ellos se han entregado mutuamente su virginidad y el derecho de conservársela el uno al otro.

María tenía el derecho de conservar la virginidad de José y José tenía el derecho de custodiar la virginidad de María.

Ninguno de los dos puede disponer y toda la fidelidad de este matrimonio consiste en conservar la virginidad.

San Agustín, considerando que san Mateo escribe la genealogía de los antepasados de Jesús a partir de José, descendiente de David, dice que Dios reconoce que fue un verdadero matrimonio; pues, de otra manera, nunca hubiera sido posible llamar a Jesús, hijo de José.

Y dice:

Jesús fue considerado en la genealogía de José para que los fieles no considerasen tan importante en el matrimonio la unión de los cuerpos, como para no creerse esposos sin esa unión corporal…

Con este ejemplo, viene magníficamente enseñado a los fieles esposos que también, practicando la continencia de común acuerdo, el matrimonio puede permanecer como tal si se conserva el afecto, aunque no haya unión sexual.

El Papa León XIII dijo en la encíclica Quamquam pluries de agosto de 1889:

El matrimonio es la máxima sociedad y amistad, a la que por su naturaleza va unida la comunidad de bienes. Dios le ha dado José a María, no sólo como compañero de vida sino también como testigo de su virginidad.

Y como decía Juan Pablo II:

Precisamente, del matrimonio con María es de donde derivan para José su singular dignidad y sus derechos sobre Jesús.

Es cierto que la dignidad de la Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; pero, porque entre la beatísima Virgen y José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda de que a aquella altísima dignidad por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro.

Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad… se sigue que Dios ha dado a José como esposo a la Virgen no sólo como compañero de vida, testigo de su virginidad, sino también para que participase por medio del pacto conyugal en la excelsa grandeza de ella.

José y María unieron sus corazones como dos estrellas que no se enlazan nunca, mientras que sus rayos luminosos se entrecruzan en el espacio.

Fue un matrimonio parecido a lo que sucede en la primavera entre las flores, que juntan sus perfumes, o a dos instrumentos musicales que juntan sus melodías al unísono, formando una sola…

Su matrimonio era necesario para preservar a la Virgen de cualquier sospecha, mientras le llegase el momento de revelar el misterio del nacimiento de Jesús…

A mi parecer, san José debió ser, al casarse con la Virgen, un hombre joven, fuerte, viril, atlético, bien parecido y casto; un prototipo del hombre, que puede verse hoy en una pradera apacentando un rebaño o piloteando un avión o en el taller de un carpintero.

Y no un impotente anciano, sino un hombre rebosante de vigor juvenil; no un fruto seco, sino una flor lozana y llena de promesas; no en el ocaso de la vida, sino en el amanecer, derrochando energía, fuerza y amor.

¡Cómo se agigantan las figuras de la Virgen y de san José, cuando deteniéndonos en el examen de su vida, descubrimos en ella el primer poema de amor!

El corazón humano no se conmueve ante el amor de un viejo por una joven; pero ¿cómo no admirarse profundamente del amor de dos jóvenes unidos por un vínculo divino?

María y José llevaron a su boda no sólo su voto de virginidad, sino también dos corazones llenos de un gran amor, más grande que cualquier otro amor que corazón humano haya podido nunca contener. Ninguna pareja de casados se ha querido nunca tanto…

Como dijo el Papa León XIII:

Su matrimonio fue consumado con Jesús. María y José se unieron con Jesús; María y José no pensaron más que en Jesús. Amor más profundo ni lo ha habido ni lo habrá ya nunca en esta tierra.

San José renunció a la paternidad de la sangre, pero la encontró en el espíritu, porque fue padre adoptivo de Jesús. La Virgen renunció a la maternidad y la encontró en su propia virginidad. 

Fuente: Extraído de San José el mas Santo de los Santos, por el Padre Angel Peña OAR

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Beata Ana Catalina Emmerich Breaking News Devociones Experiencias sobrenaturales Jesucristo MENSAJES Y VISIONES Movil NOTICIAS Noticias 2017 - enero - junio Religion e ideologías Vidente

El Viaje de los Reyes Magos a Belén: Visión de Catalina Emmerich

He visto llegar hoy la caravana de los Reyes, por la noche, a una población pequeña con casas dispersas, algunas rodeadas de grandes vallas.

Me parece que es éste el primer lugar donde se entra en la Judea…

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La visión de catalina Emmerich la entregamos en tres partes:

 

Aunque aquella era la dirección de Belén, los Reyes torcieron hacia la derecha, quizás por no hallar otro camino más directo.

Al llegar allí su canto era más expresivo y animado; estaban más contentos porque la estrella tenía un brillo extraordinario: era como la claridad de la luna llena, y las sombras se veían con mucha nitidez.

A pesar de todo, los habitantes parecían no reparar en ella. Por otra parte eran buenos y serviciales.

Algunos viajeros habían desmontado y los habitantes ayudaban a dar de beber a las bestias.

Pensé en los tiempos de Abrahán, cuando todos los hombres eran serviciales y benévolos.

Muchas personas acompañaron a la comitiva de los Reyes Magos llevando palmas y ramas de árboles cuando pasaron por la ciudad.

La estrella no tenía siempre el mismo brillo: a veces se oscurecía un tanto; parecía que daba más claridad según fueran mejores los lugares que cruzaban.

Cuando vieron los Reyes resplandecer más a la estrella, se alegraron mucho pensando que sería allí donde encontrarían al Mesías.

Esta mañana pasaron al lado de una ciudad sombría, cubierta de tinieblas, sin detenerse en ella, y poco después atravesaron un arroyo que se echa en el Mar Muerto.

Algunas de las personas que los acompañaban se quedaron en estos sitios.

He sabido que una de aquellas ciudades había servido de refugio a alguien en ocasión de un combate, antes que Salomón subiera al trono.

Atravesando el torrente, encontraron un buen camino.

Esta noche volví a ver el acompañamiento de los Reyes que había aumentado a unas doscientas personas porque la generosidad de ellos había hecho que muchos se agregaran al cortejo.

Ahora se acercaban por el Oriente a una ciudad cerca de la cual pasó Jesús, sin entrar, el 31 de Julio del segundo año de su predicación.

El nombre de esa ciudad me pareció Manatea, Metanea, Medana o Madián.

Había allí judíos y paganos; en general eran malos.

A pesar de atravesarla una gran ruta, no quisieron entrar por ella los Reyes y pasaron frente al lado oriental para llegar a un lugar amurallado donde había cobertizos y caballerizas. En este lugar levantaron sus carpas, dieron de beber y comer a sus animales y tomaron también ellos su alimento.

Los Reyes se detuvieron allí el jueves 20 y el viernes 21 y se pusieron muy pesarosos al comprobar que allí tampoco nadie sabía nada del Rey recién nacido.

Les oí relatar a los habitantes las causas porque habían venido, lo largo del viaje y varias circunstancias del camino.

Recuerdo algo de lo que dijeron.

El Rey recién nacido les había sido anunciado mucho tiempo antes.

Me parece que fue poco después de Job, antes que Abrahán pasara a Egipto, pues unos trescientos hombres de la Media, del país de Job (con otros de diferentes lugares) habían viajado hasta Egipto llegando hasta la región de Heliópolis.

No recuerdo por qué habían ido tan lejos; pero era una expedición militar y me parece que habían venido en auxilio de otros.

Su expedición era digna de reprobación, porque entendí que habían ido contra algo santo, no recuerdo si contra hombres buenos o contra algún misterio religioso relacionado con la realización de la Promesa divina.

En los alrededores de Heliópolis varios jefes tuvieron una revelación con la aparición de un ángel que no les permitió ir más lejos.

Este ángel les anunció que nacería un Salvador de una Virgen, que debía ser honrado por sus descendientes. Ya no sé cómo sucedió todo esto; pero volvieron a su país y comenzaron a observar los astros.

Los he visto en Egipto organizando fiestas regocijantes, alzando allí arcos de triunfo y altares, que adornaban con flores, y después regresaron a sus tierras.

Eran gentes de la Media, que tenían el culto de los astros.

Eran de alta estatura, casi gigantes, de una hermosa piel morena amarillenta.

Iban como nómadas con sus rebaños y dominaban en todas partes por su fuerza superior.

No recuerdo el nombre de un profeta principal que se encontraba entre ellos.

Tenían conocimiento de muchas predicciones y observaban ciertas señales trasmitidas por los animales.

Si éstos se cruzaban en su camino y se dejaban matar, sin huir, era un signo para ellos y se apartaban de aquellos caminos.

Los Medos, al volver de la tierra de Egipto, según contaban los Reyes, habían sido los primeros en hablar de la profecía y desde entonces se habían puesto a observar los astros.

Estas observaciones cayeron algún tiempo en desuso; pero fueron renovadas por un discípulo de Balaam y mil años después las tres profetisas, hijas de los antepasados de los tres Reyes, las volvieron a poner en práctica.

Cincuenta años más tarde, es decir, en la época a que habían llegado, apareció la estrella que ahora seguían para adorar al nuevo Rey recién nacido.

Estas cosas relataban los Reyes a sus oyentes con mucha sencillez y sinceridad, entristeciéndose mucho al ver que aquéllos no parecían querer prestar fe a lo que desde dos mil años atrás había sido el objeto de la esperanza y deseos de sus antepasados.

A la caída de la tarde se oscureció un poco la estrella a causa de algunos vapores, pero por la noche se mostró muy brillante entre las nubes que corrían, y parecía más cerca de la tierra.

Se levantaron entonces rápidamente, despertaron a los habitantes del país y les mostraron el espléndido astro.

Aquella gente miró con extrañeza, asombro y alguna conmoción el cielo; pero muchos se irritaron aun contra los santos Reyes, y la mayoría sólo trató de sacar provecho de la generosidad con que trataban a todos.

Les oí también decir cosas referentes a su jornada hasta allí. Contaban el camino por jornadas a pie, calculando en doce leguas cada jornada.

Montando en sus dromedarios, que eran más rápidos que los caballos, hacían treinta y seis leguas diarias, contando la noche y los descansos.

De este modo, el Rey que vivía más lejos pudo hacer, en dos días, cinco veces las doce leguas que los separaban del sitio donde se habían reunido, y los que vivían más cerca podían hacer en un día y una noche tres veces doce leguas.

Desde el lugar donde se habían reunido hasta aquí habían completado 672 leguas de camino, y para hacerlo, calculando desde el nacimiento de Jesucristo, habían empleado más o menos veinticinco días con sus noches, contando también los dos días de reposo.

La noche del viernes 21, habiendo comenzado el sábado para los judíos que habitaban allí, los Reyes prepararon su partida.

Los habitantes del lugar habían ido a la sinagoga de un lugar vecino pasando sobre un puente hacia el Oeste.

He visto que estos judíos miraban con gran asombro la estrella que guiaba a los Magos; pero no por eso se mostraron más respetuosos.

Aquellos hombres desvergonzados estuvieron muy importunos, apretándose como enjambres de avispas alrededor de los Reyes, demostrando ser viles y pedigüeños, mientras los Reyes, llenos de paciencia, les daban sin cesar pequeñas piezas amarillas, triangulares, muy delgadas, y granos de metal oscuro. Creo por eso que debían ser muy ricos estos Reyes.

Acompañados por los habitantes del lugar dieron vueltas a los muros de la ciudad, donde vi algunos templos con ídolos; más tarde atravesaron el torrente sobre un puente, y costearon la aldea judía.

Desde aquí tenían un camino de veinticuatro leguas para llegar a Jerusalén.

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Beata Ana Catalina Emmerich Breaking News Devociones Experiencias sobrenaturales Foros de la Virgen María Jesucristo MENSAJES Y VISIONES Movil NOTICIAS Noticias 2017 - enero - junio Religion e ideologías Vidente

La Adoración de los Reyes Magos al Niño Jesús: visión de Catalina Emmerich

Se apearon al llegar cerca de la gruta de la tumba de Maraña, en el valle, detrás de la gruta del Pesebre.

Los criados desliaron muchos paquetes, levantaron una gran carpa e hicieron otros arreglos con la ayuda de algunos pastores que les señalaron los lugares más apropiados…

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La visión de catalina Emmerich la entregamos en tres partes:

 

Se encontraba ya en parte arreglado el campamento cuando los Reyes vieron la estrella aparecer brillante y muy clara sobre la colina del Pesebre, dirigiendo hacia la gruta sus rayos en línea recta.

La estrella estaba muy crecida y derramaba mucha luz; por eso la miraban con grande asombro.

No se veía casa alguna por la densa oscuridad, y la colina aparecía en forma de una muralla.

De pronto vieron dentro de la luz la forma de un Niño resplandeciente y sintieron extraordinaria alegría. Todos procuraron manifestar su respeto y veneración.

Los tres Reyes se dirigieron a la colina, hasta la puerta de la gruta.

Mensor la abrió, y vio su interior lleno de luz celestial, y a la Virgen, en el fondo, sentada, teniendo al Niño tal como él y sus compañeros la habían contemplado en sus visiones.

Volvió para contar a sus compañeros lo que había visto.

En esto José salió de la gruta acompañado de un pastor anciano y fue a su encuentro.

Los tres Reyes le dijeron con simplicidad que habían venido para adorar al Rey de los Judíos recién Nacido, cuya estrella habían observado, y querían ofrecerle sus presentes.

José los recibió con mucho afecto. El pastor anciano los acompañó hasta donde estaban los demás y les ayudó en los preparativos, juntamente con otros pastores allí presentes.

Los Reyes se dispusieron para una ceremonia solemne. Les vi revestirse de mantos muy amplios y blancos, con una cola que tocaba el suelo.

Brillaban con reflejos, como si fueran de seda natural; eran muy hermosos y flotaban en torno de sus personas. Eran las vestiduras para las ceremonias religiosas.

En la cintura llevaban bolsas y cajas de oro colgadas de cadenillas, y cubríanlo todo con sus grandes mantos.

Cada uno de los Reyes iba seguido por cuatro personas de su familia, además, de algunos criados de Mensor que llevaban una pequeña mesa, una carpeta con flecos y otros objetos.

Los Reyes siguieron a José, y al llegar bajo el alero, delante de la gruta, cubrieron la mesa con la carpeta y cada uno de ellos ponía sobre ella las cajitas de oro y los recipientes que desprendían de su cintura.

Así ofrecieron los presentes comunes a los tres.

Mensor y los demás se quitaron las sandalias y José abrió la puerta de la gruta.

Dos jóvenes del séquito de Mensor, que le precedían, tendieron una alfombra sobre el piso de la gruta, retirándose después hacia atrás, siguiéndoles otros dos con la mesita donde estaban colocados los presentes.

Cuando estuvo delante de la Santísima Virgen, el rey Mensor depositó estos presentes a sus pies, con todo respeto, poniendo una rodilla en tierra.

Detrás de Mensor estaban los cuatro de su familia, que se inclinaban con toda humildad y respeto.

Mientras tanto Sair y Teokeno aguardaban atrás, cerca de la entrada de la gruta. Se adelantaron a su vez llenos de alegría y de emoción, envueltos en la gran luz que llenaba la gruta, a pesar de no haber allí otra luz que el que es Luz del mundo.

María se hallaba como recostada sobre la alfombra, apoyada sobre un brazo, a la izquierda del Niño Jesús, el cual estaba acostado dentro de la gamella, cubierta con un lienzo y colocada sobre una tarima en el sitio donde había nacido.

Cuando entraron los Reyes la Virgen se puso el velo, tomó al Niño en sus brazos, cubriéndolo con un velo amplio.

El rey Mensor se arrodilló y ofreciendo los dones pronunció tiernas palabras, cruzó las manos sobre el pecho, y con la cabeza descubierta e inclinada, rindió homenaje al Niño.

Entre tanto María había descubierto un poco la parte superior del Niño, quien miraba con semblante amable desde el centro del velo que lo envolvía. María sostenía su cabecita con un brazo y lo rodeaba con el otro.

El Niño tenía sus manecitas juntas sobre el pecho y las tendía graciosamente a su alrededor. ¡Oh, qué felices se sentían aquellos hombres venidos del Oriente para adorar al Niño Rey!.

Viendo esto decía entre mí: «Sus corazones son puros y sin mancha; están llenos de ternura y de inocencia como los corazones de los niños inocentes y piadosos.

No se ve en ellos nada de violento, a pesar de estar llenos del fuego del amor».

Yo pensaba: «Estoy muerta; no soy más que un espíritu: de otro modo no podría ver estas cosas que ya no existen, y que, sin embargo, existen en este momento.

Pero esto no existe en el tiempo, porque en Dios no hay tiempo: en Dios todo es presente.

Yo debo estar muerta; no debo ser más que un espíritu».

Mientras pensaba estas cosas, oí una voz que me dijo: «¿Qué puede importarte todo esto que piensas?… Contempla y alaba a Dios, que es Eterno, y en Quien todo es eterno».

Vi que el rey Mensor sacaba de una bolsa, colgada de la cintura, un puñado de barritas compactas del tamaño de un dedo, pesadas, afiladas en la extremidad, que brillaban como oro. Era su obsequio.

Lo colocó humildemente sobre las rodillas de María, al lado del Niño Jesús. María tomó el regalo con un agradecimiento lleno de sencillez y de gracia, y lo cubrió con el extremo de su manto.

Mensor ofrecía las pequeñas barras de oro virgen, porque era sincero y caritativo, buscando la verdad con ardor constante e inquebrantable.

Después se retiró, retrocediendo, con sus cuatro acompañantes; mientras Sair, el rey cetrino, se adelantaba con los suyos y se arrodillaba con profunda humildad, ofreciendo su presente con expresiones muy conmovedoras.

Era un recipiente de incienso, lleno de pequeños granos resinosos, de color verde, que puso sobre la mesa, delante del Niño Jesús.

Sair ofreció incienso porque era un hombre que se conformaba respetuosamente con la Voluntad de Dios, de todo corazón y seguía esta voluntad con amor.

Se quedó largo rato arrodillado, con gran fervor.

Se retiró y se adelantó Teokeno, el mayor de los tres, ya de mucha edad.

Sus miembros algo endurecidos no le permitían arrodillarse: permaneció de pie, profundamente inclinado, y puso sobre la mesa un vaso de oro que tenía una hermosa planta verde.

Era un arbusto precioso, de tallo recto, con pequeñas ramitas crespas coronadas de hermosas flores blancas: la planta de la mirra.

Ofreció la mirra por ser el símbolo de la mortificación y de la victoria sobre las pasiones, pues este excelente hombre había sostenido lucha constante contra la idolatría, la poligamia y las costumbres estragadas de sus compatriotas.

Lleno de emoción estuvo largo tiempo con sus cuatro acompañantes ante el Niño Jesús.

Yo tenía lástima por los demás que estaban fuera de la gruta esperando turno para ver al Niño.

Las frases que decían los Reyes y sus acompañantes estaban llenas de simplicidad y fervor.

En el momento de hincarse y ofrecer sus dones decían más o menos lo siguiente:

«Hemos visto su estrella; sabemos que Él es el Rey de los Reyes; venimos a adorarle, a ofrecerle nuestros homenajes y nuestros regalos».

Estaban como fuera de sí, y en sus simples e inocentes plegarias encomendaban al Niño Jesús sus propias personas, sus familias, el país, los bienes y todo lo que tenía para ellos algún valor sobre la tierra.

Le ofrecían sus corazones, sus almas, sus pensamientos y todas sus acciones.

Pedían inteligencia clara, virtud, felicidad, paz y amor.

Se mostraban llenos de amor y derramaban lágrimas de alegría, que caían sobre sus mejillas y sus barbas.

Se sentían plenamente felices.

Habían llegado hasta aquella estrella, hacia la cual desde miles de años sus antepasados habían dirigido sus miradas y sus ansias, con un deseo tan constante.

Había en ellos toda la alegría de la Promesa realizada después de tan largos siglos de espera.

María aceptó los presentes con actitud de humilde acción de gracias.

Al principio no decía nada: sólo expresaba su reconocimiento con un simple movimiento de cabeza, bajo el velo.

El cuerpecito del Niño brillaba bajo los pliegues del manto de María. Después la Virgen dijo palabras humildes y llenas de gracia a cada uno de los Reyes, y echó su velo un tanto hacia atrás.

Aquí recibí una lección muy útil. Yo pensaba: «¡Con qué dulce y amable gratitud recibe María cada regalo!

Ella, que no tiene necesidad de nada, que tiene a Jesús, recibe los dones con humildad.

Yo también recibiré con gratitud todos los regalos que me hagan en lo futuro». ¡Cuánta bondad hay en María y en José! No guardaban casi nada para ellos, todo lo distribuían entre los pobres.

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Breaking News De Navidad DEVOCIONES Y ORACIONES Movil NOTICIAS Noticias 2016 – julio – diciembre

Las Posadas

Las posadas son fiestas que tienen como fin, preparar la Navidad.

Comienzan el día 16 y terminan el día 24 de Diciembre.

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Su antecedente loca se remonta a los tiempos de la conquista, cuando los españoles llegaron a México, los aztecas creían que durante el solsticio de invierno, el dios Quetzalcóatl (el sol viejo) bajaba a visitarlos.

Cuarenta días antes de la fiesta, compraban los mercaderes a un esclavo en buenas condiciones y lo vestían con los ropajes del mismo dios Quetzalcóatl. Antes de vestirlo, lo purificaban lavándolo.

Salían con él a la ciudad y él iba cantando y bailando para ser reconocido como un dios. Las mujeres y los niños le ofrecían ofrendas. En la noche, lo enjaulaban y lo alimentaban muy bien.

Nueve días antes de la fiesta, venían ante él dos «ancianos muy venerables del templo» y se humillaban ante él.

Durante la ceremonia, le decían: «Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar porque entonces has de morir».

Él debía responder: «Que sea muy en hora buena».

Llegado el día de la fiesta, a media noche, después de honrarlo con música e incienso, lo tomaban los sacrificadores y le sacaban el corazón para ofrecérselo a la luna.

Ese día en los templos se hacían grandes ceremonias, dirigidas por los sacerdotes, que incluían ritos y bailables sagrados, representando la llegada de Quetzalcóatl, así como ofrendas y sacrificios humanos en honor a él.

Durante el mes de diciembre, no sólo festejaban a Quetzalcóatl, sino que también celebraban las fiestas en honor a Huitzilopochtli.

Estas fiestas duraban veinte días, iniciaban el 6 de diciembre y terminaban el 26 del mismo mes, eran fiestas solemnes que estaban precedidas por 4 días de ayuno y en las que se coronaba al dios Huitzilopochtli poniendo banderas en los árboles frutales.

Esto es a lo que llamaban el «levantamiento de banderas». En el gran templo ponían el estandarte del dios y le rendían culto.

El pueblo se congregaba en los patios de los templos, iluminados por enormes fogatas para esperar la llegada del solsticio de invierno.

El 24 de diciembre por la noche y al día siguiente, 25 de diciembre, había fiestas en todas las casas. Se ofrecía a los invitados una rica comida y unas estatuas pequeñas de pasta llamada «tzoatl».

Los misioneros españoles que llegaron a México a finales del siglo XVI, aprovecharon estas costumbres religiosas para inculcar en los indígenas el espíritu evangélico y dieron a las fiestas aztecas un sentido cristianos, lo que serviría como preparación para recibir a Jesús en su corazón el día de Navidad.

Se atribuye a Fray Diego de Soria (finales del siglo XVI). Las primeras «jornadas» (como se llamaban entonces), en el convento de Acolman, para recordar el camino de José y María de Nazaret a Belén.

La celebración se fue enriqueciendo de la costumbre franciscana de representar con imágenes a José y María.

De estas celebraciones y de los Autos de Fe europeos surgieron las pastorelas y los cantos para pedir posada.

Estas celebraciones se llamaron también fiestas de aguinaldo, quizá por los pequeños regalos que se daban a los indios que participaban.

Poco a poco la celebración salió de las Iglesias a las casas y el canto religioso fue substituido por la música popular.

La liturgia se mezcló con el folklore popular, haciendo que estas fiestas se arraigaran en el corazón del pueblo mexicano.

Fue en esta época cuando prevaleció el nombre de Posadas.

Durante el resto de la colonia la costumbre subsistió sin muchas variaciones, así paso al México independiente en el que hasta las crisis del país cedían ante la alegría de las fiestas navideñas.

Las posadas no son otra cosa que la novena de Navidad. Comienzan el 16 de diciembre y terminan el 24.

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La ceremonia consiste en una procesión desde las Iglesias o en las casas particulares donde se lleva en andas a los Santos Peregrinos, o sea a las imágenes de María y José algunas veces acompañados de un burro o guiados por un ángel.

En algunos lugares varias familias con anterioridad se reparten las posadas, es decir cada noche una familia distinta organiza la posada y los peregrinos irán peregrinando de una casa a otra.

Durante la procesión, los participantes iluminados por pequeñas veladoras caminan detrás de los Santos peregrinos rezando el Santo Rosario.

La procesión usa el diálogo cantado se solicita posada una y otra vez hasta que se abre el portón dando entrada a los Santos Peregrinos.

Luego en los atrios o en los patios se cuelgan y se rompen las piñatas, ollas decoradas que con papel de china toman múltiples formas que se rellenan de frutas, cacahuates y dulces.

La forma más común en las piñatas es la estrella de siete picos. Cada pico representa un pecado capital; el golpear y romper cada pico representa vencer al pecado y recibir los dones de Dios representados por la fruta y los dulces.

Más tarde la fiesta continúa cuando se ofrece a los comensales una rica merienda de platillos tradicionales de la época. Y la música ameniza el baile.

Las Posadas son una tradición de origen mexicano que aún se celebra hoy en día en algunos países de Latinoamérica durante los días previos a la Navidad. En algunos países, principalmente de América Latina como Colombia, Panamá, Ecuador, Guatemala y México

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FORMA DE CELEBRARSE EN GUATEMALA

Fue el Hermano Pedro de San José Betancur (1626-1667) quien en Guatemala introdujo como parte de las festividades navideñas los nacimientos y posadas para recordar la travesía de María y José en su viaje a Jerusalén y poder cumplir así con el censo romano y el nacimiento del niño Jesús en Belén.

Las posadas se inician con la tradicional quema del DIABLO el 7 de diciembre y terminan el 23 del mismo mes.

Éstas consisten en la fabricación de una pequeña anda (tarima que es llevada a cuestas por un determinado grupo de personas), en la que se colocan imágenes de María y José vestidos de peregrinos.

Las posadas pueden ser organizadas por hermandades católicas, iglesias o particulares.

Cuando alguien decide organizar una posada, necesita encontrar nueve casas que puedan recibirla.

En cada casa se hace un altar y cada día es diferente el arreglo: el día 15 es dedicado a El Monte Tambor; el 16, a La Ciudad de Naín; el 17, a Los Campos de Samaria. El 18 se dedica a El Pozo de Sequén; el 19, a El Corral de las Ovejas; el 20, a Los Copos de Nieve; el 21, a La entrada de Jerusalén; el día 22 se dedica a La entrada a Belén y el 23 a El portal de Belén.

En las posadas la gente se divide en dos grupos, uno que permanece dentro de la casa seleccionada y otro, que estando afuera, lleva el anda ya adornada.

Las posadas son acompañadas en su recorrido por una marimba, por el sonido de una concha de tortuga, o por un tambor y una flauta; evocando con estos últimos el sincretismo cultural.

La posada camina por las calles y van cantando o rezando; cuando llegan a la casa que espera la posada, cantan los dos grupos letanías en responso, escritas especialmente para estas fiestas.

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FORMA DE CELEBRARSE EN MÉXICO

Cada familia en un barrio se turna una noche y celebra con una posada en su casa; empiezan 16 de diciembre y terminan el 24 en la Noche Buena.

En cada casa hay un Nacimiento. Los anfitriones representan a los hosteleros y los niños del barrio, así como los adultos, representan a «Los Peregrinos» quienes piden posada con un cántico simple a sus versos.

Todos llevan en sus manos velitas encendidas y se escogen cuatro adolescentes para que carguen a Los Peregrinos, que son dos pequeñas estatuillas de San José jalando a un burro en el cual va montada de lado la Virgen María.

La procesión va guiada por una vela dentro de un «farolito», que es como un acordeón de papel de colores con una apertura arriba y una vela adentro.

Los Peregrinos piden posada en tres diferentes casas pero solamente la tercera les dejará entrar.

Esa es la casa a la que le corresponde la posada esa noche. Cuando los hosteleros les permiten pasar, el grupo de invitados entra en el hogar y se arrodilla alrededor de el Nacimiento y reza el Rosario.

El Rosario es una oración católica que consiste en 50 Ave Marías, 5 Padre Nuestros, 5 Glorias, y la Letanía, que es una serie de alabanzas para la Virgen María, además también se cantan canciones tradicionales de Navidad, como Noche de Paz, en español ¡por supuesto!

Después de todos estos rezos, sigue la fiesta para los niños.

Se les celebra con una Piñata, la cual está llena de cacahuates (maní), naranjas, mandarinas, cañas de azúcar, y a veces caramelos envueltos. Por supuesto, también hay cánticos para entonar mientras que el niño en turno trata de romper la piñata con un palo y con los ojos vendados.

Aunque la Piñata es originaria de Italia, se ha convertido en una tradición mexicana para cualquier tipo de celebración en la cual hay niños.

La Piñata se hacía con un jarro de barro y se decoraba con papel crepé de diferentes colores.

Hoy en día, las piñatas están hechas de cartón y de papel maché y se decoran con papel crepé.

Este cambio fue hecho para evitar que los niños se cortaran las manos cuando se tiraban al suelo a recoger las frutas y los dulces al quebrar la Piñata ya que los pedazos de barro rotos eran peligrosos. Hay todo tipo de diseños, además de la estrella, que es la piñata tradicional de Navidad.

Para los adultos siempre hay «Ponche con Piquete», es una bebida caliente hecha con frutas de la estación con trozos de canela y con un poco de aguardiente (ron, tequila, mezcal, cognac, jerez, etc.). Un buen substituto en Ohio es la sidra de manzana con frutas, sin «piquete».

En la Noche Buena, el 24 de diciembre, todos van a la Misa de Noche Buena que es a las 12, o a la medianoche.

Después de la misa, todos se van a sus respectivas casas a la Cena de Navidad con su familia y cualquier amigo que carezca de familia, siempre es bienvenido a participar en la celebración, pero lo más importante, es poner al Niño Jesús en el pesebre en el Nacimiento.

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“VERSOS PARA PEDIR POSADA”
Peregrinos (fuera) Anfitriones (dentro)
En nombre del cielo
pedimos posada,
pues no puede andar
mi esposa amada.No seas inhumano
tennos caridad,
el Dios de los cielos
te lo premiará.Venimos rendidos
desde Nazareth
Yo soy carpintero
de nombre José.

Posada te pide
amado casero,
por sólo una noche
la reina del cielo.

Mi esposa es María
es reina del cielo,
y madre va ser
del Divino Verbo.

Dios pague señores
vuestra caridad,
y que os colme el cielo
de felicidad

Aquí no es mesón
sigan adelante
yo no debo abrir
no sea algún tunante.Ya se pueden ir
y no molestar,
porque si me enfado
os voy a apalear.No me importa el nombre,
déjenme dormir,
pues que yo les digo
que no hemos de abrir.

Pues si es una reina
quien lo solicita
¿cómo es que de noche
anda tan solita?

¿Eres tú José?
¿Tu esposa es María?
Entren, peregrinos,
no los conocía.

¡Dichosa la casa
que alberga este día
a la virgen pura,
la hermosa María!

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