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El Rito usado para la beatificación de Juan Pablo II [2011-05-01]

Después del acto penitencial de la misa de beatificación de Juan Pablo II, el cardenal Agostino Vallini, vicario general del Papa para la diócesis de Roma, se acercó a Benedicto XVI junto con el postulador de la causa, monseñor Slawomir Oder, y pidió que se proceda a la beatificación del Siervo de Dios:

Beatissime Pater,
Vicarius Generalis Sanctitatis Vestrae
pro Romana Dioecesi,
humillime a Sanctitate Vestra petit
ut Venerabilem Servum Dei
Ioannem Paulum II, papam,
numero Beatorum adscribere
benignissime digneris.

A continuación leyó una breve biografía del pontífice polaco:

Karol Józef Wojtyla nació en Wadowice (Polonia), el 18 de mayo de 1920, de Karol y Emilia Kaczorowska. Fue bautizado el 20 de junio en la iglesia parroquial de Wadowice.

Segundo de dos hijos, pronto la alegría y la serenidad de su infancia recibieron el duro golpe de la prematura muerte de su madre, fallecida cuando Karol tenía nueve años (1929). Tres años más tarde (1932) moría también su hermano mayor, Edmund, y en 1941, a los 21 años, Karol perdió también a su padre.

Educado en la más sana tradición patriótica y religiosa, aprendió de su padre, un hombre profundamente cristiano, la piedad y el amor al prójimo. que nutría con la oración constante y la práctica de los sacramentos.

Las características de su espiritualidad, a las que permaneció fiel hasta la muerte, fueron su sincera devoción al Espíritu Santo y el amor a la Virgen. Su relación con la Madre de Dios era especialmente profunda y viva, vivida con la ternura de un niño que se abandona en los brazos de la madre y con la virilidad de un caballero, siempre dispuesto a obedecer a las órdenes de su Señora: “Haced todo lo que el Hijo os dirá”. Su confianza total en María, que como obispo expresaría en el lema “Totus Tuus”, revelaba también el secreto de ver el mundo a través de los ojos de la Madre de Dios

La rica personalidad del joven Karol maduró gracias al entrelazamiento de sus dotes intelectuales, espirituales y morales con los acontecimientos de su época, que marcaron la historia de su patria y de Europa.

En los años de la escuela secundaria nació en él la pasión por el teatro y la poesía, que desarrolló a través de la actividad del grupo teatral de la Facultad de Filología de la Universidad Jagellónica, donde se matriculó en el curso académico 1938.

Durante la ocupación nazi de Polonia, mientras estudiaba en la clandestinidad, trabajó durante cuatro años (desde octubre de 1940 hasta agosto de 1944) como obrero en las fábricas de Solvay, viviendo desde dentro los problemas sociales del mundo del trabajo y recogiendo un valioso patrimonio de experiencias que utilizaría en futuro en su magisterio social primero como arzobispo de Cracovia y luego como Sumo Pontífice.

En esos años maduró en él el deseo del sacerdocio, al que se encaminó frecuentando desde octubre de 1942, los cursos clandestinos de teología en el seminario de Cracovia. En el discernimiento de su vocación sacerdotal fue ayudado en gran medida por un laico, Jan Tyranowski, un verdadero apóstol de la juventud. Desde entonces, el joven Karol tuvo la clara percepción de la vocación universal de todos los cristianos a la santidad y del papel insustituible de los laicos en la misión de la Iglesia.

Fue ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946 y al día siguiente, en la sugestiva atmósfera de la cripta de San Leonardo de la catedral de Wawel, celebró la primera misa.

Enviado a Roma para completar la formación teológica, fue alumno de la Facultad de Teología en el Angelicum, donde se dedicó con empeño a estudiar las fuentes de la sana doctrina y vivió su primer encuentro con la vitalidad y la riqueza de la Iglesia Universal, en la situación privilegiada que le ofrecía la vida fuera de la “cortina de hierro”. A esa época se remonta el encuentro de don Karol con S. Pío de Pietrelcina.

Se graduó con las notas más altas en junio de 1948 y regresó a Cracovia para iniciar la actividad pastoral, como vicario parroquial. Se entregó a su ministerio con entusiasmo y generosidad. Después de obtener la habilitación a la docencia, comenzó a enseñar en la universidad, en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, y después de la abolición de esta, en la del seminario diocesano de Cracovia y la Universidad Católica de Lublin.

Los años transcurridos con los jóvenes estudiantes le permitieron comprender plenamente la inquietud de sus corazones y el joven sacerdote fue para ellos no sólo un profesor, sino un guía espiritual y un amigo.

A la edad de 38 años, fue nombrado obispo auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958, de manos del arzobispo Eugeniusz Baziak, al que sucedió como arzobispo en 1964. Fue creado cardenal por el Papa Pablo VI el 26 de junio de 1967.

Como pastor de la diócesis de Cracovia fue inmediatamente apreciado como hombre de fe robusta y valiente, cercano a la gente y a sus problemas reales.

Interlocutor capaz de escucha y diálogo, sin ceder nunca al compromiso, afirmó frente a todos el primado de Dios y de Cristo como fundamento de un verdadero humanismo y fuente de los derechos inalienables de la persona humana. Amado por sus diocesanos, estimado por sus compañeros obispos compañeros, era temido por quienes lo veían como un adversario.

El 16 de octubre de 1978 fue elegido Obispo de Roma y Romano Pontífice y tomó el nombre de Juan Pablo II. Su corazón de pastor, totalmente entregado a la causa del Reino de Dios, se extendió a todo el mundo. La “caridad de Cristo” le llevó a visitar las parroquias de Roma, a anunciar el Evangelio en todos los ambientes y fue la fuerza impulsora de los innumerables viajes apostólicos en los diversos continentes, llevados a cabo para confirmar en la fe a los hermanos y hermanas en Cristo, consolar a los afligidos y a los pusilánimes, a llevar el mensaje de reconciliación entre las iglesias cristianas, a construir puentes de amistad entre los creyentes del Único Dios y los hombres de buena voluntad.

Su luminoso magisterio no tuvo otro propósito que anunciar siempre y en todo el mundo a Cristo, Único Salvador de la humanidad.

En su extraordinario ardor misionero amó con un amor especialísimo a los jóvenes. Las convocaciones de las Jornadas Mundiales de la Juventud tenían como objetivo anunciar a las nuevas generaciones a Jesucristo y su Evangelio para que fueran protagonistas de su futuro y cooperar en la construcción de un mundo mejor.

Su solicitud de Pastor universal se manifestó en la convocación de numerosas asambleas del Sínodo de los Obispos, en la erección de diócesis y circunscripciones eclesiásticas, en la promulgación de los códigos de derecho canónico latino y de las Iglesias Orientales y del Catecismo de la Iglesia Católica, en la publicación de cartas encíclicas y exhortaciones apostólicas. Para fomentar en el Pueblo de Dios momentos de vida espiritual más intensa, convocó el Jubileo extraordinario de la Redención, el Año Mariano, el Año de la Eucaristía y el Gran Jubileo del año 2000.

El optimismo arrollador, fundado en la confianza en la Providencia divina, llevó a Juan Pablo II, que había vivido la experiencia trágica de dos dictaduras, sufrido un atentado el 13 de mayo de 1981 y en los últimos años había sido probado físicamente por la enfermedad progresiva, a mirar siempre hacia horizontes de esperanza, invitando a la gente a abatir los muros de las divisiones, a eliminar la resignación para volar hacia metas de renovación espiritual, moral y material.

Concluyó su larga y fecunda existencia terrena en el Palacio Apostólico Vaticano, el sábado, 2 de abril de 2005, víspera del Domingo in Albis, que quiso que se llamara de la Divina Misericordia. El funeral solemne se celebró en esta Plaza de San Pedro el 8 de abril de 2005.

Un testimonio conmovedor del bien que realizó fue la participación de numerosas delegaciones de todo el mundo y de millones de hombres y mujeres, creyentes y no creyentes, que reconocieron en él un signo claro del amor de Dios por la humanidad.

Benedicto XVI leyó entonces la fórmula de beatificación. Al terminar se descubrió el tapiz con el nuevo beato, mientras se cantó el Himno del Beato en latín y se colocaron en el altar las reliquias de Juan Pablo II para la veneración de todos los fieles.

El cardenal Vallini terminó agradeciendo al Papa con estas palabras:

Beatissime Pater,
Vicarius Sanctitatis Vestrae
pro Romana Dioecesi,
gratias ex animo Sanctitati Vestrae agit
quod titulum Beati
hodie
Venerabili Servo Dei
Ioanni Paulo II, papae,
conferre dignatus es.

BEATO JUAN PABLO II

¡Ruega por nosotros! ¡Ruega por la Iglesia! ¡Ruega por el Sucesor de Pedro!

“¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Desde el Palacio nos has bendecido muchas veces en esta Plaza. Hoy te rogamos: Santo Padre, bendícenos. Amén.”

(De la homilía del Papa Benedicto XVI en la ceremonia de beatificación)

Fuente: VIS


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La importancia de la Oración en la vida de Juan Pablo II [2011-05-01]

El Arzobispo de Cracovia (Polonia) y secretario personal de Karol Wojtyla por más de 40 años, Cardenal Stanislaw Dziwisz, señaló que para el Papa Juan Pablo II «rezar era como respirar«.

En un artículo publicado por L’Osservatore Romano en ocasión de su participación en la multitudinaria vigilia que se celebró en vísperas de su beatificación, el Cardenal afirmó que «rezar para Juan Pablo II era respirar. Cuando hablaba luego de Jesucristo, no hacía otra cosa que contar su experiencia. Siempre hubo entonces correspondencia entre lo que decía y lo que vivía. Era siempre auténtico, incluso y sobre todo en la escucha».

Estar con el Papa, dijo, significaba garantizar sus espacios de silencio, especialmente el que dedicaba a Dios: «Dios y punto. Los dos. Juan Pablo II era una enamorado de Dios. Lo buscaba, nunca se cansó de estar con Él. En Dios sabía sumergirse en todo lugar, en toda condición: incluso cuando estudiaba o estaba en medio de la gente, lo hacía con la máxima naturalidad».

Para el Cardenal, si Juan Pablo II «es proclamado beato, es porque ya era santo en vida, lo era también para nosotros que estábamos a su alrededor, yo sabía que era un santo».

«Yo lo sabía desde hace tiempo, desde que estaba en vida e incluso antes de que fuera elegido para el pontificado. Yo lo sabía desde cuando comencé a vivir a su lado. No era un Papa que en lo privado fuese distinto al Papa público. Era siempre él mismo. Siempre como ante Dios».

El Arzobispo se presentó, «con la cabeza gacha y el corazón agradecido», usando una expresión del Pontífice polaco para expreser «el tumulto de sentimientos que están en mi alma al darles mi humilde testimonio en esta ‘noche de fe’ como se le ha llamado».

El Arzobispo reiteró su profunda gratitud por la beatificación del Papa peregrino y recordó el especial amor que le tenía a la Ciudad Eterna a la que bendecía todas las noches desde la ventana de su departamento.

«Su mirada –prosiguió el Cardenal– estaba nutrida por la fe, y la fe era potencia y profundidad de su mirada. En uno de sus últimos días, me acerqué al lecho del Papa, y viéndolo dormido, traté de levantarle con cierta emoción y respeto uno de los párpados: me tocó mucho ver que la mirada era muy vívida. No sólo estaba consciente, sino que estaba perfectamente presente. Era como si él nos velara. Y como si esperase que nosotros y los jóvenes que lo acompañaban desde la Plaza de San Pedro, estuviésemos listos».

Del Papa «brotaba incluso en esa situación algo de su antigua y plácida energía. La energía extraordinaria que había impulsado continuamente ante su mirada, motivándolo a exigirse todo tipo de empresa: ‘¿Y ahora qué debo hacer?’ Era la energía creativa que brotaba de su vida interior».

Finalmente el Cardenal Dziwisz dijo que la disciplina mental de Juan Pablo II «no lo abandonó nunca: hasta el final de todo, hasta la meta. Como un patriarca bíblico nos preparó para el desprendimiento, llevándonos de la mano, concentrado en lo que hacía. Moría como un luchador exhausto pero lúcido: Aquí estoy muerte, me tendrás solo un instante. Voy a mi Casa, con mi Padre y mi Madre, voy allí adonde siempre he querido llegar. Allí donde está la vida verdadera, para siempre, benditos«.

Fuente: EWTN



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Vía Crucis 2011 que preside Benedicto XVI en el Coliseo de Roma [2011-04-22]

Via CrucisPublicamos la presentación y meditaciones del Vía Crucis que presidirá Benedicto XVI en el Coliseo de Roma en la noche del Vierntes Santo, preparadas por Sor Maria Rita Piccione, O.S.A., Madre Presidenta de la Federación de los Monasterios Agustinos de Italia «Nuestra Señora del Buen Consejo».

PRESENTACIÓN

«Si uno viese desde lejos su patria y estuviese separada por el mar, vería adónde ir, pero no tendría medios para llegar. Así es para nosotros… Anhelamos la meta, pero está de por medio el mar de este siglo… Ahora, sin embargo, para que tuviésemos también el medio para ir, ha venido de allá aquel a quien nosotros queremos llegar… y nos ha proporcionado el navío para atravesar el mar. Nadie puede atravesar el mar de este siglo, si no le lleva la Cruz de Cristo… No abandonar la Cruz, ella te llevará».

Estas palabras de san Agustín, tomadas del Comentario al Evangelio de san Juan (cf. 2, 2), nos introducen en la oración del Via Crucis.

En efecto, el Via Crucis quiere avivar en nosotros este gesto de asirnos al madero de la Cruz de Cristo a lo largo del mar de la existencia. El Via Crucis no es, pues, una simple práctica de devoción popular con un tinte sentimental; expresa la esencia de la experiencia cristiana: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Mc 8, 34).

Y es por esta razón que el Santo Padre cada Viernes Santo recorre el Via Crucis ante el mundo y en comunión con él.

Para la composición de esta oración, el Papa Benedicto XVI se ha dirigido este año al mundo monástico agustino femenino, encomendando la redacción de los textos a Sor Maria Rita Piccione, O.S.A., Madre Presidenta de la Federación de los Monasterios Agustinos de Italia «Nuestra Señora del Buen Consejo».

Sor Maria Rita pertenece al Monasterio Agustino de Lecceto (Siena) -uno de los eremitorios toscanos del s. XIII, cuna de la Orden de San Agustín- y es actualmente miembro de la Comunidad de Santi Quattro Coronati de Roma, donde tiene su sede la casa común de formación para las novicias y las profesas agustinas de Italia.

No sólo los textos son obra de una monja agustina, también las imágenes reciben forma y color de la sensibilidad artística femenina y agustina. Sor Elena Maria Manganelli, O.S.A., del Monasterio de Lecceto, antes escultora de profesión, es la autora de las tablas que ilustran las varias estaciones del Via Crucis.

Este entrelazarse de palabra, forma y color nos comunica algo de la espiritualidad agustina, inspirada en la primitiva comunidad de Jerusalén y fundada sobre la comunión de vida.

Es un don para todos saber que la preparación del Via Crucis nace de la experiencia de monjas que «viven juntas, piensan, rezan, dialogan», por decirlo con el retrato vivo y eficaz con que Romano Guardini bosqueja una comunidad monástica agustina.

Cada estación presenta en el incipit, bajo la clásica enunciación, una brevísima frase que quiere ofrecer la clave de lectura de la estación misma. Podremos idealmente recibirla como pronunciada por un niño, casi como una llamada a la sencillez de los pequeños que, en la oración de la Iglesia, saben intuir el corazón de la realidad y un simbólico espacio de acogida, de la voz de la infancia, a veces ofendida y explotada.

La Palabra de Dios que se proclama está tomada del Evangelio de san Juan, con excepción de las estaciones que no tienen un texto evangélico de referencia o lo tienen en otros evangelios. Con esta elección se ha querido evidenciar el mensaje de gloria de la Cruz de Jesús.

El texto bíblico es ilustrado después por una reflexi&oac ute;n breve, pero clara y original.

La oración dirigida al «Humilde Jesús» – expresión cercana al corazón de san Agustín (Conf. 7, 18, 24), pero que abandona el adjetivo humilde con la crucifixión-exaltación de Cristo – es la confesión que la Iglesia-Esposa hace al Esposo de Sangre.

Sigue una invocación al Espíritu Santo que guía nuestros pasos y derrama en nuestro corazón el amor divino (cf. Rm 5, 5): es la Iglesia apostólico-petrina, que llama al corazón de Dios.

Cada estación recoge una huella particular dejada por Jesús a lo largo del Camino de la Cruz, que el creyente está llamado a seguir. Así los pasos que determinan el recorrido del Via Crucis son: verdad, honestidad, humildad, oración, obediencia, libertad, paciencia, conversión, perseverancia, esencialidad, realeza, don de sí, maternidad, espera silenciosa.

Las tablas de Sor Elena Maria – libres de acompañamientos y elementos accesorios, esenciales en el color – presentan a Jesús en la pasión, solo, que atraviesa la tierra árida excavando un surco y regándolo con su gracia. Un rayo de luz, siempre presente y puesto en forma de cruz, indica la mirada del Padre, mientras la sombra de una paloma, el Espíritu Santo, recuerda que Cristo «en virtud de un Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha» (Hb 9, 14).

Con su contribución a la oración del Via Crucis, las Monjas Agustinas desean rendir un homenaje de amor a la Iglesia y al Santo Padre Benedicto XVI, en profunda sintonía con esa particular devoción y fidelidad a la Iglesia y a los Sumos Pontífices profesada por la Orden de San Agustín.

Agradecemos a estas dos Hermanas, Sor Maria Rita y Sor Elena Maria, que, nutridas por la continua meditación de la Palabra de Dios y de los escritos de san Agustín y sostenidas por la oración de las comunidades de la Federación, han aceptado compartir, con toda sencillez, su experiencia de Cristo y del Misterio Pascual, en un año en el que la celebración de la Santa Pascua cae el 24 de abril, precisamente, aniversario del Bautismo de san Agustín.

INTRODUCCIÓN

Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas [1]

Hermanos en Cristo:

Nos encontramos esta noche en el sugestivo escenario del Coliseo romano, convocados por la Palabra que se acaba de proclamar, para recorrer junto al Santo Padre Benedicto XVI el Camino de la Cruz de Jesús.
Fijemos nuestra mirada interior en Cristo, e invoquémoslo con corazón ardiente: «Di a mi alma: «Yo soy tu victoria». Díselo de manera que lo oiga» [2].
Su voz confortadora se entrelaza con el frágil hilo de nuestro «sí» y el Espíritu Santo, dedo de Dios, teje la sólida trama de la fe que conforta y guía.
Seguir, creer, orar: éstos son los pasos sencillos y seguros que sostienen nuestro camino a lo largo de la Vía de la Cruz y nos dejan entrever gradualmente el camino de la Verdad y de la Vida.

ORACIÓN INICIAL

El Santo Padre:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
El Santo Padre:
Oremos.
Breve pausa de silencio.
Señor Jesús, tú nos invitas a seguirte también en esta hora extrema, tu hora. En ti está cada uno de nosotros y nosotros, muchos, somos uno en ti. En tu hora está la hora de la prueba de nuestra vida en sus más descarnados y duros recodos; es la hora de la pasión de tu Iglesia y de la humanidad entera.

Es la hora de las tinieblas: cuando «vacilan los cimientos de la tierra» [3]  y el hombre, «parte de tu creación» [4], gime y sufre con ella; cuando las multiformes máscaras de la mentira se burlan de la verdad y los halagos del éxito sofocan la íntima llamada de la honestidad; cuando el vacío de sentido y de valores anula la obra educativa
y el desorden del corazón mancilla la ingenuidad de los pequeños y de los débiles; cuando el hombre pierde el camino que le orienta al Padre y no reconoce ya en ti el rostro hermoso de la propia humanidad.

En esta hora se insinúa la tentación de la fuga, el sentimiento de angustia y desolación, mientras la carcoma de la duda roe la mente y el telón de la oscuridad cae sobre el alma.

Y tú, Señor, que lees en el libro abierto de nuestro frágil corazón, vuelves a preguntarnos esta noche como un día a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» [5].

No, Señor, no podemos ni queremos irnos, porque «Tú tienes palabras de vida eterna» [6], Tú solo eres «la palabra de la verdad» [7] y tu cruz es la única «llave que nos abre a los secretos de la verdad y de la vida» [8].
«Te seguiremos a donde vayas» [9].

En esta adhesión está nuestra adoración, mientras, desde el horizonte del todavía no, un rayo de alegría besa el ya de nuestro camino.

R/. Amén.

PRIMERA ESTACIÓN

Jesús es condenado a muerte
Jesús calla; custodia en sí la verdad

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Juan 18, 37-40
Pilato le dijo: « ¿Entonces, tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le dijo: «Y ¿qué e s la verdad?». Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». Volvieron a gritar: «A ese no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido.

Pilato no encuentra en Jesús ningún motivo de condena, y tampoco encuentra en sí mismo la fuerza de oponerse a la condena.

Su oído interior permanece sordo a la Palabra de Jesús y no comprende su testimonio de la verdad. «Escuchar la verdad es obedecerla y creer en ella» [10]. Es vivir libremente bajo su guía y darle el propio corazón.

Pilato no es libre: está condicionado desde fuera, pero esa verdad que ha escuchado sigue resonando en su interior como un eco que llama a su puerta e inquieta.
Así, sale fuera, ante los judíos; «salió otra vez», subraya el texto, casi como un impulso de huir de sí mismo. Y la voz que le llega desde fuera prevalece a la Palabra que está dentro.

Aquí se decide la condena de Jesús, la condena de la verdad.

Humilde Jesús, también nosotros nos dejamos condicionar por lo que está fuera. Ya no sabemos escuchar la voz sutil, exigente y liberadora, de nuestra conciencia que dentro llama e invita amorosamente: «No salgas fuera, entra dentro de ti mismo: porque en tu hombre interior reside la verdad» [11] .

Ven, Espíritu de la Verdad, ayúdanos a encontrar en el «hombre escondido en el fondo de nuestro corazón» [12] el rostro santo del Hijo que nos renueva en la semejanza divina.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Stabat Mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa, dum pendebat Filius.

SEGUNDA ESTACIÓN

Jesús con la cruz a cuestas
Jesús lleva la cruz, carga con el peso de la verdad

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 6-7. 16-17
Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él». Los judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios»… Entonces [Pilato] se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota).

Pilato vacila, busca un pretexto para soltar a Jesús, pero cede a la voluntad que prevalece y alborota, que apela a la Ley y lanza insinuaciones.

Una vez más se repite la historia del corazón herido del hombre: su mezquindad, su incapacidad para levantar la mirada fuera de sí mismo, para no dejarse engañar por las ilusiones del pequeño provecho personal y elevarse, impulsado por el vuelo libre de la bondad y la honestidad.

El corazón del hombre es un microcosmos.

En él se deciden los grandes retos de la humanidad, se resuelven o se acentúan sus conflictos. Pero la opción es siempre la misma: tomar o perder la verdad que libera.
Humilde Jesús, en el transcurso cotidiano de la vida nuestro corazón mira hacia abajo, a su pequeño mundo,
y, completamente embebido en la búsqueda del propio bienestar, permanece ciego ante la mano del pobre y del indefenso que mendiga nuestra escucha y pide auxilio. A lo sumo se conmueve, pero no se mueve.

Ven, Espíritu de la Verdad, abraza nuestro corazón y atráelo hacia ti. «Conserva sano su paladar interior, para que pueda gustar y beber la sabiduría, la justicia, la verdad, la eternidad» [13].

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctifi cetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Cuius animam gementem, contristatam et dolentem pertransivit gladius.

TERCERA ESTACIÓN

Jesús cae por primera vez
Jesús cae, pero…, manso y humilde, se levanta

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Mateo. 11, 28-30
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Las caídas de Jesús a lo largo del Camino de la Cruz no pertenecen a la Escritura; han sido trasmitidas por la piedad tradicional, custodiada y cultivada en el corazón de tantos orantes.

En la primera caída, Jesús nos hace una invitación, nos abre un camino, inaugura para nosotros una escuela.
Es la invitación a acudir a él en la experiencia de la impotencia humana, para descubrir cómo se ha injertado en ella el poder divino.

Es el camino que lleva a l a fuente del auténtico descanso, el de la gracia que basta.
Es la escuela donde se aprende la mansedumbre que calma la rebelión y donde la confianza ocupa el lugar de la presunción.

Desde la cátedra de su caída, Jesús nos imparte sobre todo la gran lección de la humildad, el camino «que lo llevó a la resurrección» [14]. El camino que, después de cada caída, nos da la fuerza para decir: «Ahora comienzo de nuevo, Señor; pero no sólo, sino contigo».

Humilde Jesús, nuestras caídas, entretejidas de fragilidad y pecado, hieren el orgullo de nuestro corazón, lo cierran a la gracia de la humildad e interrumpen nuestro camino hacia ti.

Ven, Espíritu de la Verdad, líbranos de toda manifestación de autosuficiencia y concédenos reconocer en cada caída un peldaño de la escalera para subir hacia ti.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
O quam tristis et afflicta fuit illa benedicta Mater Unigeniti!

CUARTA ESTACIÓN

Jesús se encuentra con su Madre
Junto a la cruz de Jesús la madre «está»: ésta es su oración y su maternidad

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 25 -27
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

San Juan nos dice que la Madre estaba junto a la cruz de Jesús, pero ningún evangelista nos habla directamente de un encuentro entre los dos.

En realidad, en este estar de la Madre se concentra la expresión más densa y alta del encuentro. En la aparente pasividad del verbo estar vibra la íntima vitalidad de un dinamismo.

Es el dinamismo intenso de la oración, que se ensambla con su sosegada pasividad. Orar es dejarse envolver por la mirada amorosa y franca de Dios, que nos descubre a nosotros mismos y nos envía a la misión.

En la oración auténtica, el encuentro personal con Jesús nos hace madre y discípulo amado, genera vida y trasmite amor. Dilata el espacio interior de la acogida y entreteje lazos místicos de comunión, confiándonos el uno al otro y abriendo el tú al nosotros de la Iglesia.
Humilde Jesús,

cuando las adversidades y las injusticias de la vida,
el dolor inocente y la violencia cruel
nos hacen imprecar contra ti,
tú nos invitas a estar, como tu Madre,
a los pies de la cruz.

Cuando nuestras expectativas y nuestras iniciativas,
vacías de futuro y marcadas por el fracaso,
nos llevan a huir hacia la desesperación,
tú nos llamas a la fuerza de la espera.

¡Hemos olvidado verdaderamente
la impo rtancia del estar como expresión del orar!
Ven, Espíritu de la Verdad, sé tú el «clamor de nuestro corazón» [15] , que, incesante e inefable, está confiadamente en la presencia de Dios.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Quæ mærebat et dolebat pia Mater, cum videbat Nati pœnas incliti.

QUINTA ESTACIÓN

El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
Jesús aprende la obediencia del amor a lo largo del camino de la pasión

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Lucas. 23, 26
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Simón de Cirene es un hombre retratado por los evangelistas con una particular precisión en el nombre y la proveniencia, la parentela y la actividad; es un hombre fotografiado en un lugar y en un tiempo determinado, obligado de algún modo a llevar una cruz que no es suya. En realidad, Simón de Cirene es cada uno de nosotros. Recibe el madero de la cruz de Jesús, como un día hemos recibido y acogido su signo en el santo bautismo.

La vida del discípulo de Jesús es esta obediencia al signo de la cruz, en un gesto cada vez más marcado por la libertad del amor. Es el reflejo de la obediencia del maestro. Es el pleno abandono a dejarse instruir, como él, por la geometría del amor [16], por las mismas dimensiones de la cruz: «la anchura de las buenas obras; la longitud de la perseverancia en la adversidad; la altura de la expectación de los que esperan y miran hacia arriba; la profundidad de la raíz de la gracia divina, que se hunde en la gratuidad» [17] .

Humilde Jesús, cuando la vida nos propone un cáliz amargo y difícil de beber,nuestra naturaleza se cierra, recalcitrante, no osa dejarse atraer por la locura de ese amor más grande que convierte la renuncia en alegría, la obediencia en libertad, el sacrificio en grandeza del corazón.

Ven, Espíritu de la Verdad, haznos obedientes a la visita de la cruz, dóciles a su signo que nos abraza totalmente: «cuerpo y alma, mente y voluntad, inteligencia y sentimientos, lo que hacemos y dejamos de hacer» [18] , y que agranda todo a la medida del amor.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Quis est homo qui non fleret, Matrem Christi si videret in tanto supplicio?

SEXTA ESTACIÓN

La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Jesús no mira la apariencia. Jesús mira el corazón

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 6
Pues el Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo.

A lo largo del Camino de la Cruz, la piedad popular señala el gesto de una mujer, denso de veneración y delicadeza, casi un rastro del perfume de Betania: Verónica enjuga el rostro de Jesús. En ese rostro, desfigurado por el dolor, Verónica reconoce el rostro transfigurado por la gloria; en el semblante del Siervo sufriente, ella ve al más bello de los hombres. Ésta es la mirada que provoca el gesto gratuito de la ternura y recibe la recompensa de la impronta del Santo Rostro. Verónica nos enseña el secreto de su mirada de mujer, &la quo;que mueve al encuentro y ofrece ayuda: ¡ver con el corazón!» [19 ].

Humilde Jesús, nuestra mirada es incapaz de ir más allá: más allá de la indigencia, para reconocer tu presencia, más allá de la sombra del pecado, para descubrir el sol de tu misericordia, más allá de las arrugas de la Iglesia, para contemplar el rostro de la Madre.

Ven, Espíritu de la Verdad, derrama en nuestros ojos «el colirio de la fe» [20] para que no se dejen atraer por la apariencia de las cosas visibles, sino que aprendan el encanto de las invisibles.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Quis non posset contristari, piam Matrem contemplari dolentem cum Filio?

SÉPTIMA ESTACIÓN

Jesús cae por segunda vez
Jesús no mostró poder, sino que enseñó paciencia
[21 ]

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro. 2, 21b-24
Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo, no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados.

Jesús cae de nuevo bajo el peso de la cruz. Sobre el madero de nuestra salvación, no sólo pesa la enfermedad de la naturaleza humana, sino también las adversidades de la existencia. Jesús ha llevado el peso de la persecución contra la Iglesia d e ayer y de hoy, de esa persecución que mata a los cristianos en el nombre de un dios extraño al amor, y de aquella que ataca la dignidad con «labios embusteros y lengua fanfarrona» [22]. Jesús ha llevado el peso de la persecución contra Pedro, la que se alzó contra la voz limpia de la «verdad que interroga y libera el corazón» [23 ]. Jesús, con su cruz, ha llevado el peso de la persecución contra sus siervos y discípulos, contra aquellos que responden al odio con el amor, a la violencia con la mansedumbre. Jesús, con su cruz, ha llevado el peso del exasperado «amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios» [24] y que pisotea al hermano. Todo lo ha llevado voluntariamente, todo lo ha sufrido «con su paciencia, para enseñarnos la paciencia» [25] .

Humilde Jesús, en las injusticias y adversidades de esta vida nosotros no resistimos con paciencia.Frecuentemente pedimos, como signo de tu potencia, que nos libres del peso del madero de nuestra cruz..

Ven, Espíritu de la Verdad, enséñanos a caminar según el ejemplo de Cristo para «cumplir sus grandes preceptos de paciencia con la preparación del corazón» [26 ].

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Pro peccatis sua eliggentis vidit Iesum in tormentis et flagellis subditum.

OCTAVA ESTACIÓN

Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él
Jesús nos mira y suscita el llanto de la conversión

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Lucas. 23, 27 – 31
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: «Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Caed sobre nosotros», y a las colinas: «Cubridnos»; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?».

Jesús, el Maestro, sigue formando nuestra humanidad a lo largo del Camino del Calvario. Encontrando a las mujeres de Jerusalén acoge con su mirada de verdad y misericordia las lágrimas de compasión derramadas sobre él. Dios, que ha llorado sobre Jerusalén [27], educa ahora el llanto de esas mujeres para que no se quede en una estéril conmiseración externa. Las invita a reconocer en él la suerte del inocente injustamente condenado y quemado, como leño verde, como «castigo saludable» [28]. Les ayuda a que examinen el leño seco del propio corazón y experimenten, así, el dolor benéfico de la compunción.

Brota aquí el llanto auténtico, cuando los ojos confiesan con las lágrimas no sólo el pecado, sino también el dolor del corazón. Son lágrimas benditas, como las de Pedro, signo de arrepentimiento y prenda de conversión, que renuevan en nosotros la gracia del Bautismo.

Humilde Jesús, en tu cuerpo sufriente y maltratado, denigrado y escarnecido, no sabemos reconocer las heridas de nuestra infidelidad y de nuestras ambiciones, de nuestras traiciones y de nuestras rebeliones. Son heridas que gimen e invocan el bálsamo de nuestra conversión, mientras nosotros hoy ya no sabemos llorar por nuestros pecados.

Ven, Espíritu de la Verdad, ¡derrama sobre nosotros el don de la Sabiduría! En la luz del amor que salva danos el conocimiento de nuestra miseria, «las lágrimas que deshacen la culpa, el llanto que merece el perdón» [29] .

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Eia, Mater, fons amoris, me sentire vim doloris fac, ut tecum lugeam.

NOVENA ESTACIÓN

Jesús cae por tercera vez
Jesús, con su debilidad, fortalece nuestra fragilidad

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Lucas. 22, 28-30a. 31-32.
«Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino… Simón, Simón, mira que Satanás os ha recl amado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos».
Con su tercera caída, Jesús confiesa el amor con el que ha abrazado por nosotros el peso de la prueba y renueva la llamada a seguirle hasta el final, en fidelidad. Pero nos concede también echar una mirada más allá del velo de la promesa: «Si perseveramos, también reinaremos con él» [30] .

Sus caídas pertenecen al misterio de su encarnación. Nos ha buscado en nuestra debilidad, bajando hasta lo más hondo de ella, para levantarnos hacía él. «Nos ha mostrado en sí mismo la vía de la humildad, para abrirnos la vía del regreso» [31] . «Nos ha enseñado la pacienc ia como arma con la que se vence el mundo» [32] . Ahora, caído en tierra por tercera vez, mientras «com-padece nuestras debilidades» [33] , nos indica la manera de no sucumbir en la prueba: perseverar, permanecer firmes y constantes. Simplemente: «Permanecer en él» [34].

Humilde Jesús, ante las pruebas que criban nuestra fe nos sentimos desolados: no nos acabamos de creer que nuestras pruebas hayan sido ya las tuyas, y que tú nos invitas simplemente a vivirlas contigo.

¡Ven, Espíritu de la Verdad, en las caídas que marcan nuestro camino! Enséñanos a apoyarnos en la fidelidad de Jesús, a creer en su oración por nosotros, para acoger esa corriente de fuerza que sólo él, el Dios con nosotros, pue de darnos.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Fac ut ardeat cor meum in amando Christum Deum,
ut sibi complaceam.

DÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es despojado de sus vestiduras
Jesús queda desnudo para revestirnos con la vestidura de hijos

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 23 -24
Los soldados… cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.

Jesús queda desnudo. El icono de Cristo despojado de sus vestiduras es rico de resonancias bíblicas: nos devuelve a la desnudez inocente de los orígenes y a la vergüenza de la caída [35 ].

En la inocencia original, la desnudez era la vestidura de la gloria del hombre: su amistad trasparente y hermosa con Dios. Con la caída, la armonía de esa relación se rompe, la desnudez sufre vergüenza y lleva consigo el recuerdo dramático de aquella pérdida.

La desnudez significa la verdad del ser.

Jesús, despojado de sus vestiduras, tejió en la cruz el hábito nuevo de la dignidad filial del hombre. Esa túnica sin costuras queda allí, íntegra para nosotros; la vestidura de su filiación divina no se ha rasgado, sino que, desde lo alto de la cruz, se nos ha dado.
Humilde Jesús, delante de tu desnudez
descubrimos lo esencial de nuestra vida y de nu estra alegría: ser en ti hijos del Padre. Pero confesamos también la resistencia a abrazar la pobreza como dependencia del Padre, a acoger la desnudez como hábito filial.

Ven, Espíritu de la Verdad, ayúdanos a reconocer y a bendecir en cada expolio que sufrimos una cita con la verdad de nuestro ser, un encuentro con la desnudez redentora del Salvador, un trampolín que nos lanza hacia el abrazo filial con el Padre.

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Sancta Mater, istud agas, Crucifixi fige plagas cordi meo valide.

UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es clavado en la cruz
Jesús, elevado sobre la tierra, atrae a todos hacia sí

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 18-22
Lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el let rero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: «El Rey de los judíos», sino: «Este ha dicho: Soy el rey de los judíos»». Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está».

Jesús crucificado está en el centro; la inscripción regia, alta sobre la cruz, abre las profundidades del misterio: Jesús es el rey y la cruz es su trono. La realeza de Jesús, escrita en tres lenguas, es un mensaje universal: para el sencillo y el sabio, para el pobre y el poderoso, para quien se acoge a la Ley divina y para quien confía en el poder político. La imagen del crucificado, que ninguna sentencia humana podrá remover nunca de las paredes de nuestro corazón, será para siempre la palabra regia de la Verdad: «Luz crucificada que ilumina a los ciegos» [36], «tesoro cubierto que sólo la oración puede abrir» [37], corazón del mundo.

Jesús no reina dominando, con un poder de este mundo, él «no tiene ninguna legión» [38]. Jesús reina atrayendo [39]: su imán es el amor del Padre que en él se da por
nosotros «hasta el extremo» [40]. «Nada se libra de su calor» [41 ].

Señor Jesús, crucificado por nosotros. Tú eres la confesión del gran amor del Padre por la humanidad, el icono de la única verdad creíble. Atráenos hacia ti, para que aprendamos a vivir «por amor de tu amor» [42] .

Ven, Espíritu de la Verdad, ayúdanos a elegir siempre a «Dios y su voluntad frente a los intereses del mundo y sus poderes, para descubrir, en la impotencia externa del Crucificado, la potencia siempre nueva de la verdad» [43 ].

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Tui Nati vulnerati,
tam dignati pro me pati pœnas mecum divide.

DUODÉCIMA ESTACIÓN

Jesús muere en la cruz
Jesús vive su muerte como un don de amor

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 28 -30
Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

«Tengo sed». «Está cumplido». En estas dos palabras, Jesús nos muestra, con una mirada hacia la humanidad y otra hacia el Padre, el ardiente deseo que ha impregnado su persona y su misión: el amor al hombre y la obediencia al Padre. Un amor horizontal y un amor vertical: ¡he aquí el diseño de la cruz! Y desde el punto de encuentro de ese doble amor, allí donde Jesús inclina la cabeza, mana el Espíritu Santo, primer fruto de su retorno al Padre.

En este soplo vital del cumplimiento, vibra el recuerdo de la obra de la creación [44] ahora redimida. Pero también la llamada a todos los que creen en él, a «completar en nuestra carne lo que falta a los padecimientos de Cristo» [45]. ¡Hasta que todo esté cumplido!
¡Señor Jesús, muerto por nosotros!

Tú pides para dar,
mueres para entregar y,
al mismo tiempo, nos haces descubrir en el don de sí mismo el gesto que crea el espacio de la unidad. Perdona el vinagre de nuestro rechazo
y de nuestra incredulidad, perdona la sordera de nuestro corazón a tu grito sediento que sigue subiendo desde el dolor de tantos hermanos.

Ven, Espíritu Santo, heredad del Hijo que muere por nosotros: sé tú el faro que nos guíe «hasta la verdad plena» [46] y «la raíz que nos conserve en la unidad» [47] .

Todos:
Pater noster, qui es i n cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Vidit suum dulcem Natum morientem desolatum, cum emisit spiritum.

DECIMOTERCERA ESTACIÓN

Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
El cuerpo de Jesús es acogido en el abrazo de la Madre

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 32-35.38
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.

La lanzada en el costado de Jesús, de herida se convierte en abertura, en una puerta abierta que nos deja ver el corazón de Dios. Aquí, su infinito amor por nosotros nos deja sacar agua que vivifica y bebida que invisiblemente sacia y nos hace renacer. También nosotros nos acercamos al cuerpo de Jesús bajado de la cruz y puesto en brazos de la madre. Nos acercamos «no caminando, sino creyendo, no con los pasos del cuerpo, sino con la libre decisión del corazón» [48]. En este cuerpo exánime nos reconocemos como sus miembros heridos y sufrientes, pero protegidos por el abrazo amoroso de la madre.

Pero nos reconocemos también en estos brazos maternales, fuertes y tiernos a la vez.
Los brazos abiertos de la Iglesia-Madre son como el altar que nos ofrece el Cuerpo de Cristo y, allí, nosotros llegamos a ser Cuerpo místico de Cristo.

Señor Jesús, entregado a la madre, figura de la Iglesia-Madre. Ante del icono de la Piedad aprendemos la entrega al sí del amor, al abandono y la acogida, la confianza y la atención concreta, la ternura que sana la vida y suscita la alegría.

Ven, Espíritu Santo, guíanos, como has guiado a María, en la gratuidad irradiante del amor «derramado por Dios en nuestros corazones con el don de tu presencia» [49] .

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentat ionem; sed libera nos a malo.
Fac me tecum pie flere, Crucifixo condolore, donec ego vixero
.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN

Jesús es puesto en el sepulcro
La tierra del silencio y de la espera custodia a Jesús, semilla fecunda de vida nueva

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi. R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 40-42
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los jud&iac ute;os. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Un jardín, símbolo de la vida con sus colores, acoge el misterio del hombre creado y redimido. En un jardín, Dios puso a su criatura [50], y de allí la desterró tras la caída [51]. En un jardín comenzó la Pasión de Jesús [52], y en un jardín un sepulcro nuevo acoge al nuevo Adán que vuelve a la tierra [53], seno materno que custodia la semilla fecunda que muere. Es el tiempo de la fe que aguarda silenciosa, y de la esperanza que sabe percibir ya en la rama seca el despuntar de un pequeño brote, promesa de salvaci&oa cute;n y de alegría.
Ahora la voz de «Dios habla en el gran silencio del corazón» [54] .

Todos:
Pater noster, qui es in cælis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cælo, et in terra. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem; sed libera nos a malo.
Quando corpus morietur, fac ut animæ donetur paradisi gloria. Amen.

DISCURSO DEL SANTO PADRE Y BENDICIÓN APOSTÓLICA

El Santo Padre dirige la palabra a los presentes.

Al final del discurso, el Santo Padre imparte la Bendición Apostólica:
V/. Dominus vobiscum. R/. Et cum spiritu tuo.
V/. Sit nomen Domini benedictum. R/. Ex hoc nunc et usque in sæculum.
V/. Adiutorium nostrum in nomine Domini. R/. Qui fecit cælum et terram.
V/. Benedicat vos omnipotens Deus,

+Pater, et
+Filius, et
+Spiritus Sanctus.
R/. Amen.

CANTO

R. Crux fidelis, inter omnes arbor una nobilis, Nulla talem silva profert, flore, fronde, germine! Dulce lignum dulci clavo dulce pondus sustinens.

1. Pange, lingua, gloriosi prœlium certaminis, Et super Crucis trophæo dic triumphum nobilem, Qualiter Redemptor orbis immolatus vicerit. R.

2. De parentis protoplasti fraude factor condolens, Quando pomi noxialis morte morsu corruit, Ipse lignum tunc notavit, damna ligni ut solveret. R.

—————
NOTAS

[1] 1P 2, 21.
[2] SAN AGUSTÍN, Confesiones 1, 5, 5 (a partir de ahora las citaciones que no sean de la Sagrada Escritura y que no presentan un autor son de san Agustín).
[3] Is 24, 18.
[4] Confesiones 1, 1, 1.
[5] Jn 6, 67.
[6] Jn 6, 68.
[7] Cf. Ef. 1, 13.
[8] Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 45, 1.
9 Cf. Mt 8, 19.
[10] Cf. Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 115, 4.
[11] De la verdadera religión 39, 72.
[12] Cf. Nota de la Biblia de Jerusalén a 1P 3, 4.
[13] Cf. Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 26, 5.
[14] Enarraciones sobre los salmos, Salmo 127, 10.
[15] Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 118, Sermón 29, 1.
[16] Cf. Ef 3, 18.
[17] Cf. Carta 140; 26, 64.
[18] Cf. R. GUARDINI, Los signos sagrados, Barcelona 1957, p. 14.
[19] Cf. JUAN PABLO II, Carta, A vosotras, mujeres (29.6.1995), n. 12.
[20] Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 34, 9.
[21] Cf. Comentarios sobre los salmos, Salmo 40, 13. 22 Sal 12 (11), 4.
[23] J. RATZINGER, El elogio de la conciencia. La verdad interroga al corazón, Navarra 2010.
[24] La Ciudad de Dios 14, 28.
[25] Sermón 175, 3, 3.
[26] Tratados s obre el Evangelio de san Juan, 113, 4.
[27] Cf. Lc 19, 41.
[28] Is 53, 5.
[29] Cf. S. AMBROSIO, Exposición sobre el Evangelio de san Lucas X, 90.
[30] 2 Tm 2, 12a. 31 Cf. Sermón 50, 11.
[32] Cf. Tratados sobre el Evangelio de san Juan 113, 4.
[33] Hb 4, 15
[34] Cf. Jn 15, 7.
[35] Cf. Gn 2, 25; 3, 7.
[36] Cf. Sermón 136, 4.
[37] Cf. Ib. 160, 3.
[38] BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección, Madrid 2011, p. 223.
[39] Cf. Jn 12, 32.
[40] H. U. VON BALTHASAR, Tú coronas el año con tu grac ia, Madrid 1997, p. 217.
[41] Sal 19 (18), 7.
[42] Confesiones 2, 1, 1.
[43] BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret…, o.c., pp. 226-227.
[44] Cf. Gn 2, 2.7.
[45] Cf. Col 1, 24.
[46] Jn 16, 13.
[47] Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 143, 3.
[48] Tratados sobre el Evangelio de san Juan, 26, 3.
[49] Cf. Rm 5, 5.
50 Cf. Gn 2, 8.
[51] Cf. Gn 3, 23.
[52] Cf. Jn 18, 1.
[53] Cf. Jn 19, 41.
[54] Cf. Enarraciones sobre los salmos, Salmo 38, 20
.



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El misterio del mal para Benedicto XVI [2011-04-21]

Benedicto XVI arranca a todos del sueño. De esa «insensibilidad para la presencia de Dios que nos hace insensibles también para el mal». Y cita el canto del juicio final, cuando será quitado el último velo para poner a la vista cuánto «se ha cansado» Dios en su caminar en búsqueda del hombre perdido.

Es una Semana Santa especial la que celebra el Papa este año. Con una novedad sin precedentes.

El Viernes Santo, antes de la liturgia en la basílica de San Pedro y del Via Crucis en el Coliseo, Benedicto XVI responderá en una transmisión televisiva a siete preguntas llegadas a él desde otros tantos países del mundo. Siete preguntas elegidas entre millares. Las que van más directamente al drama de la existencia humana.

La primera pregunta, de una niña japonesa, será sobre el escándalo del mal. Del mal incomprensible, como la de un terremoto. Del mal que tiene sobre fondo el misterio del dolor inocente.

Se escuchará la respuesta del Papa a esta y a las otras preguntas.

Pero ya antes el papa Joseph Ratzinger se ha presentado en vivo. Lo ha hecho con la audiencia general del Miércoles Santo y con la homilía de la Misa Crismal en la mañana del Jueves Santo. La primera con palabras espontáneas, dejando de lado el texto escrito. La segunda con palabras escritas todas con su puño y letra, también ellas brotadas del corazón.

A partir de su doble introducción a los ritos pascuales, más que nunca se entiende de qué modo para Benedicto XVI la cuestión del acercamiento del hombre a Dios es «la prioridad» de su pontificado. Ese Dios que parece lejano, pero que en realidad está en incesante camino hacia la búsqueda del hombre perdido.

Benedicto XVI ha citado el «Dies irae», ese canto que ha sido imprevistamente eliminado de la liturgia porque se considera que está impregnado de terror, cuando por el contrario tiene rasgos de una ternura conmovedora, como cuando dice:

Quaerens me, sedisti lassus,
redemisti Crucem passus:
tantus labor non sit cassus.

Que el Papa ha traducido así: «Buscándome te sentaste cansado… ¡Que tanto esfuerzo no sea en vano!». Y nos ha leído la aventura de Dios «que se ha encaminado hacia nosotros» por puro amor, y para hacer esto «se ha hecho hombre y ha descendido hasta los abismos de la existencia humana, hasta la noche de la muerte».

El sueño de los discípulos en el Monte de los Olivos, mientras Jesús acepta beber el cáliz de la pasión – ha dicho Benedicto XVI en la audiencia del Miércoles Santo –, representa nuestra insensibilidad respecto a Dios, de la que deriva también nuestra insensibilidad por la fuerza que el mal tiene en el mundo.

«Buscad siempre su rostro», ha exhortado el Papa, citando el salmo 105. También es esta una constante de su predicación, como se ve en el memorable discurso de París, en el año 2008, sobre el «quaerere Deum», sobre la búsqueda de Dios como matriz de la civilización occidental.

Aquí, a continuación, presentamos los pasajes claves de la audiencia del Miércoles Santo y de la homilía de la mañana del Jueves Santo. Seguidos por el texto del «Dies irae».

DE LA AUDIENCIA GENERAL DEL MIÉRCOLES SANTO

Plaza San Pedro, 20 de abril de 2011

Queridos hermanos y hermanas, […] dejando el cenáculo, Jesús se retiró a rezar, solo, en presencia del Padre. En ese momento de comunión profunda, los Evangelios narran que Jesús experimentó una gran angustia, un sufrimiento tal que le hizo sudar sangre (cfr Mt 26,38). Consciente de su inminente muerte en la cruz, Él siente una gran angustia y la cercanía de la muerte.

En esta situación aparece también un elemento de gran importancia para toda la Iglesia. Jesús dice a los suyos: quedaos aquí y vigilad; y este llamamiento a la vigilancia se refiere de modo preciso a este momento de angustia, de amenaza, en el que llegará el traidor, pero concierne a toda la historia de la Iglesia. Es un mensaje permanente para todos los tiempos, porque la somnolencia de los discípulos no era solo el problema de aquel momento, sino que es el problema de toda la historia.

La cuestión es en qué consiste esta somnolencia, en qué consistiría la vigilancia a la que el Señor nos invita. Diría que la somnolencia de los discípulos a lo largo de la historia es una cierta insensibilidad del alma hacia el poder del mal, una insensibilidad hacia todo el mal del mundo. Nosotros no queremos dejarnos turbar demasiado por estas cosas, queremos olvidarlas: pensamos que quizás no será tan grave, y olvidamos.

Y no es sólo la insensibilidad hacia el mal, mientras deberíamos velar para hacer el bien, para luchar por la fuerza del bien. Es insensibilidad hacia Dios: esta es nuestra verdadera somnolencia; esta insensibilidad hacia la presencia de Dios que nos hace insensibles también hacia el mal. No escuchamos a Dios – nos molestaría – y así no escuchamos, naturalmente, tampoco la fuerza del mal, y nos quedamos en el camino de nuestra comodidad.

La adoración nocturna del Jueves Santo, el estar vigilantes con el Señor, debería ser precisamente el momento de hacernos reflexionar sobre la somnolencia de los discípulos, de los defensores de Jesús, de los apóstoles, de nosotros, que no vemos, no queremos ver toda la fuerza del mal, y que no queremos entrar en su pasión por el bien, por la presencia de Dios en el mundo, por el amor al prójimo y a Dios.

Después, el Señor empieza a rezar. Los tres apóstoles – Pedro, Santiago, Juan – duermen, pero alguna vez se despiertan y escuchan el estribillo de esta oración del Señor: “No se haga mi voluntad, sino la tuya». ¿qué es esta voluntad mía, qué es esta voluntad tuya, de la que habla el Señor? Mi voluntad es que “no debería morir”, que se le ahorre este cáliz del sufrimiento: es la voluntad humana, de la naturaleza humana, y Cristo siente, con toda la consciencia de su ser, la vida, el abismo de la muerte, el terror de la nada, esta amenaza del sufrimiento. Y Él más que nosotros, que tenemos esta aversión natural contra la muerte, este miedo natural a la muerte, aún más que nosotros, siente el abismo del mal.

Siente, con la muerte, también todo el sufrimiento de la humanidad. Siente que todo esto es el cáliz que tiene que beber, que debe hacerse beber a sí mismo, aceptar el mal del mundo, todo lo que es terrible, la aversión contra Dios, todo el pecado. Y podemos comprender que Jesús, con su alma humana, estuviese aterrorizado ante esta realidad, que percibe en toda su crueldad: mi voluntad sería no beber el cáliz, pero mi voluntad está subordinada a tu voluntad, a la voluntad de Dios, a la voluntad del Padre, que es también la verdadera voluntad del Hijo.

Y así Jesús transforma, en esta oración, la aversión natural, la aversión contra el cáliz, contra su misión de morir por nosotros. Transforma esta voluntad natural suya en voluntad de Dios, en un “sí” a la voluntad de Dios. El hombre de por sí está tentado de oponerse a la voluntad de Dios, de tener la intención de seguir su propia voluntad, de sentirse libre sólo si es autónomo; opone su propia autonomía contra la heteronomía de seguir la voluntad de Dios. Este es todo el drama de la humanidad. Pero en verdad esta autonomía es errónea y este entrar en la voluntad de Dios no es una oposición a uno mismo, no es una esclavitud que violenta mi voluntad, sino que es entrar en la verdad y en el amor, en el bien. Y Jesús atrae nuestra voluntad, que se opone a la voluntad de Dios, que busca la autonomía, atrae esta voluntad nuestra a lo alto, hacia la voluntad de Dios.

Este es el drama de nuestra redención, que Jesús atrae a lo alto nuestra voluntad, toda nuestra aversión contra la voluntad de Dios y nuestra aversión contra la muerte y el pecado, y la une con la voluntad del Padre: «No se haga mi voluntad sino la tuya”. En esta transformación del «no» en «sí», en esta inserción de la voluntad de la criatura en la voluntad del Padre, Él transforma la humanidad y nos redime. Y nos invita a entrar en este movimiento suyo: salir de nuestro «no» y entrar en el «sí» del Hijo. Mi voluntad existe, pero la decisiva es la voluntad del Padre, porque ésta es la verdad y el amor.

Un ulterior elemento de esta oración me parece importante. Los tres testigos han conservado – como aparece en la Sagrada Escritura – la palabra hebrea o aramea con la que el Señor habló al Padre, le llamó: «Abbà», padre. Pero esta fórmula, «Abbà», es una forma familiar del término padre, una forma que se usa sólo en la familia, que nunca se ha usado hacia Dios. Aquí vemos en la intimidad de Jesús cómo habla en familia, habla verdaderamente como Hijo con su Padre. Vemos el misterio trinitario: el Hijo que habla con el Padre y redime a la humanidad.

Una observación más. La Carta a los Hebreos nos dio una profunda interpretación de esta oración del Señor, de este drama del Getsemaní. Dice: estas lágrimas de Jesús, esta oración, estos gritos de Jesús, esta angustia, todo esto no es sencillamente una concesión a la debilidad de la carne, como podría decirse. Precisamente así realiza la tarea del Sumo Sacerdote, porque el Sumo Sacerdote debe llevar al ser humano, con todos sus problemas y sufrimientos, a la altura de Dios. Y la Carta a los Hebreos dice: con todos estos gritos, lágrimas, sufrimientos, oraciones, el Señor llevó nuestra realidad a Dios (cfr Eb5,7ss). Y usa esta palabra griega «prosferein», que es el término técnico para lo que el Sumo Sacerdote tiene que hacer para ofrecer, para elevar a lo alto sus manos. Precisamente en este drama del Getsemaní, donde parece que la fuerza de Dios ya no está presente, Jesús realiza la función del Sumo Sacerdote. Y dice además que en este acto de obediencia, es decir, de conformación de la voluntad natural humana a la voluntad de Dios, se perfecciona como sacerdote. Y usa de nuevo la palabra técnica para ordenar sacerdote. Precisamente así se convierte en el Sumo Sacerdote de la humanidad y abre así el cielo y la puerta a la resurrección.

Si reflexionamos en este drama del Getsemaní, podemos también ver el gran contraste entre Jesús, con su angustia, con su sufrimiento, en comparación con el gran filósofo Sócrates, que permanece pacífico, imperturbable ante la muerte. Y parece esto lo ideal.

Podemos admirar a este filósofo, pero la misión de Jesús era otra. Su misión no era esta total indiferencia y libertad; su misión era llevar en sí mismo todo el sufrimiento, todo el drama humano. Y por ello precisamente esta humillación del Getsemaní es esencial para la misión del Hombre-Dios. Él lleva consigo nuestro sufrimiento, nuestra pobreza, y la transforma según la voluntad de Dios. Y así abre las puertas del cielo, abre el cielo: esta cortina del Santísimo, que hasta ahora el hombre cerraba contra Dios, se abre por este sufrimiento y obediencia suyas. […]

DE LA HOMILÍA DE LA MISA CRISMAL DEL JUEVES SANTO

Basílica de San Pedro, 21 de abril de 2011

Queridos hermanos y hermanas, en el centro de la liturgia de esta mañana está la bendición de los santos óleos. […] Tenemos en primer lugar el óleo de los catecúmenos. Este óleo muestra como un primer modo de ser tocados por Cristo y por su Espíritu, un toque interior con el cual el Señor atrae a las personas junto a Él. Mediante esta unción, que se recibe antes incluso del Bautismo, nuestra mirada se dirige por tanto a las personas que se ponen en camino hacia Cristo – a las personas que están buscando la fe, buscando a Dios. El óleo de los catecúmenos nos dice: no sólo los hombres buscan a Dios. Dios mismo se ha puesto a buscarnos. El que Él mismo se haya hecho hombre y haya bajado a los abismos de la existencia humana, hasta la noche de la muerte, nos muestra lo mucho que Dios ama al hombre, su criatura. Impulsado por su amor, Dios se ha encaminado hacia nosotros. “Buscándome te sentaste cansado… que tanto esfuerzo no sea en vano”, rezamos en el «Dies irae». Dios está buscándome. ¿Quiero reconocerlo? ¿Quiero que me conozca, que me encuentre? Dios ama a los hombres. Sale al encuentro de la inquietud de nuestro corazón, de la inquietud de nuestro preguntar y buscar, con la inquietud de su mismo corazón, que lo induce a cumplir por nosotros el gesto extremo. No se debe apagar en nosotros la inquietud en relación con Dios, el estar en camino hacia Él, para conocerlo mejor, para amarlo mejor.

En este sentido, deberíamos permanecer siempre catecúmenos. “Buscad siempre su rostro”, dice un salmo (105,4). Sobre esto, Agustín comenta: Dios es tan grande que supera siempre infinitamente todo nuestro conocimiento y todo nuestro ser. El conocer a Dios no se acaba nunca. Por toda la eternidad podemos, con una alegría creciente, continuar a buscarlo, para conocerlo cada vez más y amarlo cada vez más. “Nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”, dice Agustín al inicio de sus Confesiones. Sí, el hombre está inquieto, porque todo lo que es temporal es demasiado poco. Pero ¿es auténtica nuestra inquietud por Él? ¿No nos hemos resignado, tal vez, a su ausencia y tratamos de ser autosuficientes? No permitamos semejante reduccionismo de nuestro ser humanos. Permanezcamos continuamente en camino hacia Él, en su añoranza, en la acogida siempre nueva de conocimiento y de amor. […]

En tercer lugar, tenemos finalmente el más noble de los óleos eclesiales, el crisma, una mezcla de aceite de oliva y de perfumes vegetales. Es el óleo de la unción sacerdotal y regia, unción que enlaza con las grandes tradiciones de las unciones del Antiguo Testamento. En la Iglesia, este óleo sirve sobre todo para la unción en la Confirmación y en las sagradas Órdenes. La liturgia de hoy vincula con este óleo las palabras de promesa del profeta Isaías: “Vosotros os llamaréis ‘sacerdotes del Señor’, dirán de vosotros: ‘Ministros de nuestro Dios’” (61, 6). El profeta retoma con esto la gran palabra de tarea y de promesa que Dios había dirigido a Israel en el Sinaí: “Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19, 6). En el mundo entero y para todo él, que en gran parte no conocía a Dios, Israel debía ser como un santuario de Dios para la totalidad, debía ejercitar una función sacerdotal para el mundo. Debía llevar el mundo hacia Dios, abrirlo a Él.

San Pedro, en su gran catequesis bautismal, ha aplicado dicho privilegio y cometido de Israel a toda la comunidad de los bautizados, proclamando: “Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes erais no-pueblo, ahora sois pueblo de Dios, los que antes erais no compadecidos. ahora sois objeto de compasión.” (1 P 2, 9-10).

El Bautismo y la Confirmación constituyen el ingreso en el Pueblo de Dios, que abraza todo el mundo; la unción en el Bautismo y en la Confirmación es una unción que introduce en ese ministerio sacerdotal para la humanidad. Los cristianos son un pueblo sacerdotal para el mundo. Deberían hacer visible en el mundo al Dios vivo, testimoniarlo y llevarle a Él. Cuando hablamos de nuestra tarea común, como bautizados, no hay razón para alardear. Eso es más bien una cuestión que nos alegra y, al mismo tiempo, nos inquieta: ¿Somos verdaderamente el santuario de Dios en el mundo y para el mundo? ¿Abrimos a los hombres el acceso a Dios o, por el contrario, se lo escondemos? Nosotros –el Pueblo de Dios– ¿acaso no nos hemos convertido en un pueblo de incredulidad y de lejanía de Dios? ¿No es verdad que el Occidente, que los países centrales del cristianismo están cansados de su fe y, aburridos de su propia historia y cultura, ya no quieren conocer la fe en Jesucristo? Tenemos motivos para gritar en esta hora a Dios: “No permitas que nos convirtamos en no-pueblo. Haz que te reconozcamos de nuevo. Sí, nos has ungido con tu amor, has infundido tu Espíritu Santo sobre nosotros. Haz que la fuerza de tu Espíritu se haga nuevamente eficaz en nosotros, para que demos testimonio de tu mensaje con alegría.

No obstante toda la vergüenza por nuestros errores, no debemos olvidar que también hoy existen ejemplos luminosos de fe; que también hoy hay personas que, mediante su fe y su amor, dan esperanza al mundo. Cuando sea beatificado, el próximo uno de mayo, el Papa Juan Pablo II, pensaremos en él llenos de gratitud como un gran testigo de Dios y de Jesucristo en nuestro tiempo, como un hombre lleno del Espíritu Santo. […]

DIES IRAE

Dies Irae, dies illa
solvet saeclum in favilla:
teste David cum Sybilla.

Quantus tremor est futurus,
Quando judex est venturus,
Cuncta stricte discussurus.

Tuba, mirum spargens sonum
per sepulcra regionum
coget omnes ante thronum.

Mors stupebit et natura,
cum resurget creatura,
judicanti responsura.

Liber scriptus proferetur,
in quo totum continetur,
unde mundus judicetur.

Judex ergo cum sedebit,
quidquid latet, apparebit:
nil inultum remanebit.

Quid sum miser tunc dicturus
quem patronum rogaturus,
cum vix justus sit securus

Rex tremendae majestatis,
qui salvandos salvas gratis,
salva me, fons pietatis.

Recordare, Jesu pie,
quod sum causa tuae viae
ne me perdas illa die.

Quaerens me, sedisti lassus,
redemisti Crucem passus:
tantus labor non sit cassus.

Juste judex ultionis,
donum fac remissionis
ante diem rationis.

Ingemisco, tamquam reus,
culpa rubet vultus meus
supplicanti parce, Deus.

Qui Mariam absolvisti,
et latronem exaudisti,
mihi quoque spem dedisti.

Preces meae non sunt dignae,
sed tu bonus fac benigne,
ne perenni cremer igne.

Inter oves locum praesta,
et ab haedis me sequestra,
statuens in parte dextra.

Confutatis maledictis,
flammis acribus addictis,
voca me cum benedictis.

Oro supplex et acclinis,
cor contritum quasi cinis:
gere curam mei finis.

Lacrimosa dies illa,
qua resurget ex favilla
judicandus homo reus.
Huic ergo parce, Deus.

Pie Jesu Domine,
dona eis requiem. Amen.

TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL


Día de la ira, aquel día
en que los siglos se reduzcan a cenizas;
como testigos el rey David y la Sibila.

¡Cuánto terror habrá en el futuro
cuando el juez haya de venir
a juzgar todo estrictamente!

La trompeta, esparciendo un sonido admirable
por los sepulcros de todos los reinos
reunirá a todos ante el trono.

La muerte y la Naturaleza se asombrarán,
cuando resucite la criatura
para que responda ante su juez.

Aparecerá el libro escrito
en que se contiene todo
y con el que se juzgará al mundo.

Así, cuando el juez se siente
lo escondido se mostrará
y no habrá nada sin castigo.

¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?
¿A qué protector rogaré
cuando ni los justos estén seguros?

Rey de tremenda majestad
tú que, salvas gratuitamente a los que hay que salvar,
sálvame, fuente de piedad.

Acuérdate, piadoso Jesús
de que soy la causa de tu calvario;
no me pierdas en este día.

Buscándome, te sentaste agotado
me redimiste sufriendo en la cruz
no sean vanos tantos trabajos.

Justo juez de venganza
concédeme el regalo del perdón
antes del día del juicio.

Grito, como un reo;
la culpa enrojece mi rostro.
Perdona, señor, a este suplicante.

Tú, que absolviste a Magdalena
y escuchaste la súplica del ladrón,
me diste a mí también esperanza.

Mis plegarias no son dignas,
pero tú, al ser bueno, actúa con bondad
para que no arda en el fuego eterno.

Colócame entre tu rebaño
y sepárame de los machos cabríos
situándome a tu derecha.

Tras confundir a los malditos
arrojados a las llamas voraces
hazme llamar entre los benditos.

Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
el corazón acongojado, casi hecho cenizas:
hazte cargo de mi destino.

Día de lágrimas será aquel renombrado
en que resucitará, del polvo
para el juicio, el hombre culpable.
A ese, pues, perdónalo, oh Dios.

Señor de piedad, Jesús,
concédeles el descanso. Amén.

Fuente: Sandro Magister para chiesa.espresso.repubblica.it



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Catolicismo Liturgia y Devociones NOTICIAS Noticias 2011

El Maestro de Ceremonias Pontificias habla sobre los cambios litúrgicos del Papa [2011-04-06]

Importantes declaraciones ha dado Mons. Guido Marini al semanario católico polaco Niedziela (www.niedziela.pl), sobre el sentido de las modificaciones litúrgicas introducidas por Benedicto XVI en las celebraciones de su pontificado. En entrevista concedida a Wlodzimierz Redzioch, el Maestro Papal de Ceremonias Pontificias habló sobre la belleza en la liturgia, las intenciones de los Padres conciliares en sus disposiciones al respecto y el papel del Sumo Pontífice como punto de referencia litúrgico para la Iglesia Universal, entre varios otros temas.

«El Papa es el Sumo Sacerdote, aquel que ofrece el sacrificio de la Iglesia, el que ofrece la enseñanza litúrgica a través de celebraciones – el punto de referencia para todos», sentenció Mons. Marini.

Preguntado por el significado concreto de modificaciones tales como celebraciones dirigidas hacia la cruz, la Santa Comunión recibida directamente en la boca y de rodillas, y largos momentos de silencio y meditación, el Maestro de Ceremonias expresó, en sintéticas reflexiones, que «celebrar dirigido hacia la cruz hace hincapié en la dirección correcta de la oración litúrgica, es decir, hacia Dios; durante las oraciones los fieles no han de mirarse a sí mismos sino que deben dirigir sus ojos hacia el Salvador».

«Dar la hostia a la gente arrodillada busca dar valor al aspecto de adoración, tanto como elemento fundamental de la celebración, así como actitud necesaria, mientras contemplamos el misterio de la presencia real de Dios en la Eucaristía. Durante la celebración litúrgica la oración asume diversas formas: palabras, canciones, música, gestos y silencios. Por otra parte, los momentos de silencio nos permiten participar realmente en el acto de adoración, y lo que es más, desde el interior evocar cualquier otra forma de oración», expresó Mons. Marini.

«Estos son cambios realizados de acuerdo con la lógica de desarrollo de continuidad con el pasado. Así, nosotros no nos ocupamos de romper con el pasado y con yuxtaponernos a pontificados anteriores. (…) los cambios introducidos sirven para evocar el verdadero espíritu de la liturgia como el Concilio Vaticano II ha querido, «El ‘tema’ de la belleza intrínseca de la liturgia es Cristo mismo, resucitado y glorificado en el Espíritu Santo, quien incluye a la Iglesia en su obra«, afirmó.

En claras y profundas reflexiones, y tras resaltar la importancia de la exhortación apostólica «Sacramentum Caritatis», Mons. Guido Marini resaltó el papel de la belleza en la liturgia, belleza que constituye «una rica categoría litúrgica y teológica»: «Al igual que el resto de la Revelación cristiana, la liturgia es intrínsecamente vinculada a la belleza: es ‘veritatis splendor’ [esplendor de la verdad]. (…) Esto no es mero esteticismo sino el modo concreto en que la verdad del amor de Dios en Cristo llega a nuestro encuentro, nos atrae y nos deleita, permitiéndonos salir de nosotros mismos y llevándonos hacia nuestra verdadera vocación, que es el amor. La mayor verdadera belleza es el amor de Dios, que definitivamente se ha revelado a nosotros en el misterio pascual», dijo.

«La belleza de la liturgia es parte de este misterio -continuó Monseñor-, es una expresión sublime de la gloria de Dios y, en cierto sentido, un reflejo del cielo en la tierra. La Belleza, entonces, no es un mero adorno, sino un elemento esencial de la acción litúrgica, ya que es un atributo de Dios mismo y su revelación. »

Sobre el uso del latín en la liturgia, recomendado por el Concilio Vaticano II, Mons. Marini destacó su carácter de universalidad y el papel de comunión que puede desempeñar entre fieles de las más diversas nacionalidades, entre otros.

«Por encima de todo, tenemos un gran legado litúrgico en el Latín: desde el canto gregoriano a la polifonía, así como los ‘testi venerandi’ [textos sagrados] que los cristianos han utilizado durante mucho tiempo. Además, el Latín nos permite mostrar la catolicidad y la universalidad de la Iglesia. Podemos experimentar esta universalidad de una manera única en la Basílica de San Pedro y en otras reuniones internacionales cuando hombres y mujeres de todos los continentes, nacionalidades, idiomas, cantan y oran en el mismo idioma. ¿Quién no se sentirá como en casa cuando están en una iglesia en el extranjero y pueden unirse a sus hermanos en la fe, al menos en algunos momentos, utilizando el latín?», manifestó.

Fuente Gaudium Press

 

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Conflictos Conflictos Religiosos NOTICIAS Noticias 2011

Fue asesinado ministro católico en Pakistán por oponerse a la Ley de Blasfemia [2011-3-2]

El ministro federal para las minorías religiosas en Pakistán ratificado hace solo unos días, el católico Shahbaz Bhatti -quien en distintas ocasiones había expresado su oposición a la Ley de Blasfemia- fue asesinado el 2 de marzo a balazos en Islamabad al salir de su casa mientras se encontraba en su automóvil.

Bhatti era el único cristiano del gabinete de Pakistán, país en el que el 95 por ciento de la población profesa el Islam.

La agencia vaticana Fides informa que el ministro había salido de su residencia para ir a su oficina. No llevaba escolta. De repente, un pequeño automóvil se colocó al costado del suyo, uno de sus ocupantes le disparó una vez para detenerlo y luego varios hombres enmascarados salieron del coche con armas automáticas y le dispararon durante dos minutos para luego huir.

Según señala el diario británico The Guardian, los asesinos dejaron en la escena del crimen unos panfletos en el que describían al ministro como un «cristiano infiel» y que estaba firmado por «Taliban al-Qaida Punjab».

Una sobrina del ministro, Mariam, de 22 años, acudió en auxilio de Bhatti: «corrí hasta donde estaba y vi el cuerpo cubierto de sangre. Le dije ‘tío’, ‘tio’ y traté de tomarle el pulso. Ya estaba muerto».

El chofer llevó al Ministro al hospital de Islamabad, adonde Bhatti llegó muerto. Según diversos informes de prensa el funcionario recibió al menos ocho disparos.

Fuentes locales de Fides se preguntan por qué el Ministro, que ya había sido objeto de amenazas públicas por parte de grupos terroristas como “Lashkar e-toiba” (véase Fides 4/12/2010), no tenía una escolta.

Según señala CNN, el vocero de los talibanes, Ihsanullah Ihsan, señaló que «el asesinato de Bhatti es un mensaje para todos los que están en contra de las Ley de Blasfemia», una norma que suele usarse para perseguir a los cristianos y que castiga a quien ofende al Corán o a Mahoma, incluso con la pena de muerte.

Este es el segundo asesinato de este tipo perpetrado por extremistas musulmanes en contra de críticos a la Ley de Blasfemia en Pakistán. El primero ocurrió el pasado 4 de enero cuando mataron al gobernador de la provincia de Punjab, Salmaan Taseer.

Fides señala que diversos sacerdotes y religiosas en Pakistán consideran que el ministro Bhatti es un «mártir», alguien que «ha dado su vida por la defensa de los derechos de las minorías religiosas, especialmente de los cristianos».

Sobre este asesinato, Peter Jacob, Secretario de la Comisión Episcopal Justicia y Paz y amigo personal de Bhatti, dijo a Fides que «estamos en un estado de shock y pánico: la comunidad católica, todos los cristianos, estamos traumatizados por este último asesinato. Nos sentimos desconcertados e indefensos».

«Este asesinato significa que el país está a merced de los terroristas, que pueden permitirse asesinar a personalidades de alto rango. Nos sentimos muy vulnerables: los son sobre todo, los defensores de los derechos humanos y las minorías religiosas. Condenamos enérgicamente este acto de barbarie. Ahora es el momento de luto, luego como cristianos, decidiremos qué hacer».

Por su parte el Presidente de la Conferencia Episcopal de Pakistán, Mons. Lawrence Saldanha, dijo a nombre de los obispos que «condenamos el asesinato del Ministro católico para las Minorías religiosas, Shahbaz Bhatti. Estamos muy tristes y deploramos este acto contra la vida. Este es un perfecto ejemplo trágico, del clima insostenible de intolerancia en el que vivimos en Pakistán».

«Pedimos al gobierno, a las instituciones, a todo el país, el reconocer y enfrentarse con decisión a este problema, para que se ponga fin a este estado de cosas, donde la violencia triunfa».

DECLARACIÓN DEL VATICANO

Sobre este asesinato, el Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, dio a conocer una declaración en la que señala que el homicidio «es un nuevo acto de violencia de una gravedad terrible. Demuestra cuanto son acertadas las repetidas intervenciones del Papa a propósito de la violencia contra los cristianos y contra la libertad religiosa en general».

«Bhatti era el primer católico que ostentaba un encargo de ese tipo. Recordamos que había sido recibido por el Santo Padre el pasado mes de septiembre y que había dado testimonio de su compromiso en favor de la convivencia pacífica entre las comunidades religiosas de su país».

Finalmente la declaración señala que «a la oración por la víctima, a la condena por el incalificable acto de violencia, a la cercanía a los cristianos pakistaníes, tan golpeados por el odio, se une el llamamiento para que todos se den cuenta de la dramática urgencia de la defensa de la libertad religiosa y de los cristianos objeto de violencia y persecución».

Fides recuerda que el ministro Shahbbaz Bhatti tenía 42 años y había sido confirmado como Ministro Federal para las Minorías religiosas en la reciente remodelación del Gobierno, y ocupaba este cargo desde 2008.

Era originario de la aldea de Khushpur cerca de Faisalabad, en el Punjab, llamado «el Vaticano de Pakistán» por ser un pueblo fundado por sacerdotes dominicos, que ha dado muchos sacerdotes, religiosas y religiosos paquistaníes.

«En su compromiso como activista por los derechos humanos y por las minorías religiosas, Bhatti había fundado la ‘All Pakistan Minorities Alliance’ y el ‘Christian Liberation Front’, organizaciones muy activas en la sociedad civil. Era un exponente en la lucha por la revisión de la Ley sobre la Blasfemia, que le ha costado la vida», concluye Fides.

La Ley de Blasfemia agrupa varias normas contenidas en el Código Penal inspiradas directamente en la Shariah -ley religiosa musulmana-?para sancionar cualquier ofensa de palabra u obra contra Alá, Mahoma o el Corán.

La ofensa puede ser denunciada por un musulmán sin necesidad de testigos o pruebas adicionales y el castigo suponer el juicio inmediato y la posterior condena a prisión o muerte del acusado.

La ley es usada con frecuencia para perseguir a la minoría cristiana, que suele ser explotada laboralmente y discriminada en el acceso a la educación y los puestos de función pública.

Fuente: ACI Prensa

 

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Lesbianas protagonizan primer «divorcio» gay en México, con la infidelidad como trasfondo [2011-3-1]

El pasado 23 de enero en la ciudad de Piedras Negras, en el Estado de Coahuila (México) se registró el «divorcio» de las lesbianas María Marcela Orozco, de 38 años, y Sandra Elvira Nava Jiménez, de 45.

Según indica el diario Milenio, éste sería el primer «divorcio« gay del país. La pareja de lesbianas se había acogido al Pacto Civil de Solidaridad, aprobado en Coahuila en enero de 2007, que permite también la unión civil de parejas homosexuales, con derechos de pensiones, disposiciones testamentarias especiales, entre otros.

Según la prensa mexicana, la separación de la pareja se debió a acusaciones de infidelidad y despilfarro económico.

En diálogo telefónico con ACI Prensa este 28 de febrero, Oscar Rivas Lozano, presidente del Instituto Mexicano de Orientación Sexual (IMOS), afirmó que, de acuerdo a las cifras que maneja esta entidad científica, se desprende que «las uniones homosexuales tienden a durar menos que las relaciones heterosexuales«.

Uno de los factores que causaría estas separaciones, según los estudios analizados por el IMOS, sería que «en las uniones homosexuales, los índices de infidelidad se triplican con relación a las parejas heterosexuales».

Rivas señaló que la fidelidad tiene un significado diferente en las parejas homosexuales, pues «ellos hacen una distinción de la fidelidad emocional a la fidelidad sexual, y dicen, en algunos casos, que la fidelidad sexual no la consideran importante más sí la fidelidad emocional».

Por ello, el IMOS se reafirma en que una institución como el matrimonio no puede aplicarse a la unión homosexual, pues «el mismo voto matrimonial habla sobre fidelidad, habla sobre ayuda mutua, habla sobre procreación. Y en el caso de las parejas homosexuales esto es distinto».

«Las parejas homosexuales tienden a tener un periodo de duración entre tres y seis años, las más largas«, indicó Rivas y añadió que «casi siempre las más largas son de mujeres».

Si estas cifras son comparadas con matrimonios heterosexuales, la diferencia es abismal, pues «los matrimonios en México, según datos del mismo Registro Civil, tiene un promedio de duración entre 10 y 15 años entre parejas heterosexuales».

Al analizar a las parejas de lesbianas «encuentras que casi siempre hay temas de relaciones de parejas muy delicados porque son relaciones muy apasionadas, a veces demasiada emoción involucrada».

«Desde el punto de vista psicológico uno lo entiende porque la relación hombre-mujer tiende a equilibrarse psicológicamente, porque la mujer tiende a ser mas intuitiva, más emocional y el hombre tiende a ser más reflexivo, más racional».

«En el caso donde solamente hay dos mujeres no está muy presente este principio de equilibrio en la pareja psicológica y en el caso de los hombres mucho menos», dijo el presidente del IMOS.

Por su parte, Juan Dabdoub Giacoman, de la organización mexicana Familia Mundial con sede en Monterrey, declaró a ACI Prensa que no es de extrañar la separación de esta pareja de lesbianas, pues «está claramente demostrado que las personas homosexuales tienen un altísimo nivel de inestabilidad en sus relaciones afectivas«.

Para Dabdoub, esto es «producto precisamente de esa afectación psicológica que las empuja a buscar una relación con personas del mismo sexo».

Tras indicar que «en España se ha comprobado que un varón homosexual tiene relaciones duraderas con 39 personas distintas en promedio a lo largo de su vida», Dabdoub señaló que las cifras son claras al demostrar que «lo que necesitan nuestros hermanos homosexuales es ayuda, no promoción; promoción que tarde o temprano los llevará a sufrir con mayor rigor los efectos de no recibir a tiempo una adecuada terapia reparativa«.

En México, las uniones homosexuales equiparadas al matrimonio solo son legales en el Distrito Federal, en donde la Corte Suprema dictaminó que no van contra la Constitución y a quienes se les otorgó el derecho de adopción.

La Iglesia Católica así como otras confesiones cristianas han criticado duramente este fallo, alentado por el jefe de gobierno Macelo Ebrard, que podría ser el candidato presidencial del Partido de la Revolución Democrática (PRD) para las próximas elecciones.

El Arzobispado de México dijo al respecto que esta equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio es «moralmente inaceptable«.

La doctrina católica no aprueba el mal llamado «matrimonio» gay porque atenta contra la naturaleza, sentido y significado del verdadero matrimonio, constituido por la unión entre un hombre y una mujer, sobre la cual se forma la familia.

El Vaticano y los obispos en diversos países del mundo han denunciado que las legislaciones que pretenden presentar «modelos alternativos» de vida familiar y conyugal atentan contra la célula básica de la sociedad.

Fuente: ACI Prensa

 

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Padres perseguidos en Alemania por no inscribir a sus hijos en el programa de educación sexual [2011-3-1]

Una madre, ruso-alemana, de doce hijos, de la ciudad alemana de Salzkotten en Paderborn, ha sido condenada a 43 días de cárcel, por negarse a inscribir a sus hijos en el programa de educación sexual en una escuela primaria local, según las agencias Kath.net y Katholishes.info.

Se trata de la madre de otra de las familias de religión bautista acosadas por el Estado por el mismo motivo: se oponen, por sus convicciones religiosas, al programa de educación sexual implementado por las escuelas alemanas.

El matrimonio se ampara en la Convención Europea de Derechos Humanos, ratificada por Alemania. El artículo 2 del primer protocolo de la Convención, dice que el Estado debe respetar el derecho de los padres a una enseñanza conforme sus a convicciones religiosas y filosóficas.

Las autoridades educativas y judiciales de Paderborn no están dispuestas a respetar este derecho. La encarcelada no es la primera madre de familia de la región que es condenada por oponerse a que sus hijos sean pervertidos por el Estado, (vid. NG 1020). Su marido, declaró a Kath.net, que su mujer “encuentra su consuelo en Dios», y que sus hijos están aprendiendo que sufrir la injusticia es parte de la experiencia de ser cristiano.

El gobierno alemán no desiste de la persecución a los padres que se oponen a la instrucción sexual que se da en las escuelas. Penados con multas y cárcel, perseguidos por los tribunales, algunos se han visto obligados a emigrar de su país a Austria o exiliarse en los Estados Unidos y Canadá. En muchas ocasiones estas familias han sido tratadas como criminales por la policía, que ha llegado a secuestrar a sus hijos menores de edad.

Fuente: Noticias Globales

 

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