Pocos hombres de Dios han sido tan agraciados con dones como San Pio de Pietrelcina.
Y esto también ha hecho que circulen muchas anécdotas piadosas sobre su vida.
En este artículo traemos una serie de testimonios de quienes ha tenido sorprendentes fenómenos con el Padre Pío.
CUIDA POR DÓNDE CAMINAS!
Un hombre fue a San Giovanni Rotondo para conocer al Padre Pío pero era tal la cantidad de gente que había que tuvo que volverse sin ni siquiera poder verlo.
Mientras se alejaba del convento olió el maravilloso perfume que emanaba de los estigmas del padre y se sintió reconfortado.
Unos meses después, mientras caminaba por una zona montañosa, sintió nuevamente el mismo perfume.
Se paró y quedó extasiado por unos momentos inhalando el exquisito olor.
Cuando volvió en sí, se dio cuenta que estaba al borde de un precipicio y que si no hubiera sido por el perfume del padre hubiera seguido caminando…
Decidió ir inmediatamente a San Giovanni Rotondo a agradecer al Padre Pío.
Cuando llegó al convento, el Padre Pío, el cual jamás lo había visto, le gritó sonriendo: “¡Hijo mío! ¡Cuida por dónde caminas!”.
DEBAJO DEL COLCHÓN
Una señora sufría de tan terribles jaquecas que decidió poner una foto del Padre Pío debajo de su almohada con la esperanza de que el dolor desapareciera.
Después de varias semanas el dolor de cabeza persistía y entonces su temperamento italiano la hizo exclamar fuera de sí:
“Pues mira Padre Pío, como no has querido quitarme la jaqueca te pondré debajo del colchón como castigo”.
Dicho y hecho. Enfadada puso la fotografía del padre debajo de su colchón.
A los pocos meses fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre.
Apenas se arrodilló frente al confesionario, el padre la miró fijamente y cerró la puertecilla del confesionario con un soberano golpe.
La señora quedó petrificada pues no esperaba semejante reacción y no pudo articular palabra.
A los pocos minutos se abrió nuevamente la puertecilla del confesionario y el padre le dijo sonriente:
“No te gustó ¿verdad? ¡Pues a mí tampoco me gustó que me pusieras debajo del colchón!”.
LOS CONSEJOS DEL PADRE PÍO
Un sacerdote argentino había oído hablar tanto sobre los consejos del Padre Pío que decidió viajar desde su país a Italia con el único objeto de que el padre le diera alguna recomendación útil para su vida espiritual.
Llegó a Italia, se confesó con el padre y se tuvo que volver sin que el padre le diera ningún consejo.
El padre le dio la absolución, lo bendijo y eso fue todo.
Llegó a la Argentina tan desilusionado que se desahogaba contando el episodio a todo el mundo.
“No entiendo por qué el padre no me dijo nada”, decía, “¡y yo que viajé desde la Argentina sólo para eso!”
“El Padre Pío lee las consciencias y sabía que yo había ido con la esperanza de que me diera alguna recomendación”…
Así se quejaba una y otra vez hasta que sus fieles le empezaron a preguntar:
“Padre, ¿está seguro que el padre Pío no le dijo nada?
¿No habrá hecho algún gesto, algo fuera de lo común?
Entonces el sacerdote se puso a pensar y finalmente se acordó que el Padre Pío sí había hecho algo un poco extraño.
“Me dio la bendición final haciendo la señal de la cruz sumamente despacio, tan despacio que yo pensé: ¿es que no va a acabar nunca?”, contó a sus fieles.
“¡He ahí el consejo!”, le dijeron, “usted la hace tan rápido cuando nos bendice que más que una cruz parece un garabato”.
El sacerdote quedó contentísimo con esta forma tan original de aconsejar que tenía el Padre Pío.
EL VIGILANTE Y LOS LADRONES
Unos ladrones merodeaban en mi barrio, en Roma, y esto me impedía ir a visitar al Padre Pío.
Al final me decidí después de haber hecho un pacto mental con él: “Padre, yo iré a visitarte si tú me cuidas la casa…”.
Una vez en San Giovanni Rotondo, me confesé con el Padre y al día siguiente, cuando fui a saludarle, me reprendió:
“¿Aún estás aquí? ¡Y yo que estoy sudando para sostenerte la puerta!”.
Me puse de viaje inmediatamente, sin haber comprendido qué había querido decirme.
Habían forzado la cerradura, pero en casa no faltaba nada.”
NIÑOS Y CARAMELOS
Hacía tanto tiempo que no iba a visitar al Padre Pío que me sentía obsesionada por la idea de que se hubiera olvidado de mí.
Una mañana, después de haberle confiado, como de costumbre, mi hija bajo su protección,fui a Misa.
De regreso, encontré a la pequeña saboreando un caramelo.
Sorprendida le pregunté quién le había dado el “melito”, como ella llamaba a los caramelitos.
Y muy contenta me señaló el retrato del Padre Pío que dominaba sobre el corralito donde dejaba a la pequeña durante mis breves ausencias.
No di ninguna importancia al episodio y no pensé más en él.
Después de algún tiempo, no logrando sacarme de la cabeza la idea de que el Padre Pío se hubiera olvidado de mí, pude finalmente ir a visitarlo.
Inmediatamente después de la confesión, cuando fui a besarle la mano, me dijo riendo: “…¿también tú querías un “melito”?”.
UN CALVO
No había remedios para mi cabello que iba desapareciendo de mi cabeza, y sinceramente me disgustaba quedar calvo.
Me dirigí al Padre Pío y le dije: “Padre, ruegue para que no se me caiga el cabello”.
El Padre en ese momento bajaba por la escalera del coro.
Yo lo miraba ansioso esperando una contestación.
Cuando estuvo cerca de mí cambió el semblante y con una mirada expresiva señaló a alguien que estaba detrás y me dijo: “Encomiéndate a él”.
Me di vuelta.
Detrás había un sacerdote completamente calvo, con una cabeza tan brillante que parecía un espejo.
Todos nos echamos a reír.
EL ZAPATAZO
Una vez un paisano del Padre Pío tenía un fuertísimo dolor de muelas. Como el dolor no lo dejaba tranquilo su esposa le dijo:
“¿Por qué no rezas al Padre Pío para que te quite el dolor de muelas? Mira aquí está su foto, rézale”.
El hombre se enojó y gritó furibundo: “¿Con el dolor que tengo quieres que me ponga a rezar?”.
Inmediatamente cogió un zapato y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la foto del Padre Pío.
Algunos meses más tarde su esposa lo convenció de irse a confesar con el Padre Pío a San Giovanni Rotondo.
Se arrodilló en el confesionario del Padre y, luego de decir todos los pecados que se acordaba, el Padre le dijo:
“¿Qué más recuerdas?” “Nada más”, contestó el hombre.
“¿Nada más? ¿Y qué hay del zapatazo que me diste en plena cara?”
EL SALUDO “GRANDE, GRANDE”
Una hija espiritual del Padre Pío se había quedado en San Giovanni Rotondo tres semanas con el único propósito de poder confesarse con él.
Al no lograrlo, ya se marchaba para Suiza profundamente triste, cuando se acordó que el Padre Pío daba todos los días la bendición desde la ventana de su celda.
Se animó con la idea de que por lo menos recibiría su bendición antes de partir y salió corriendo hacia el convento.
Por el camino iba diciendo para sus adentros: “quiero un saludo grande, grande, sólo para mí”.
Cuando llegó se encontró con que la gente se había marchado pues el Padre había dado ya su bendición.
Los había saludado a todos agitando su pañuelo desde su ventana y se había retirado a descansar.
Un grupo de mujeres que rezaban el Rosario se lo confirmaron. Era inútil esperar.
La señora no se desanimó por eso y se arrodilló con las demás mujeres diciendo para sí: “no importa, yo quiero un saludo grande, grande, sólo para mí”.
A los pocos minutos se abrió la ventana de la celda del Padre y éste, luego de dar nuevamente su bendición, se puso a agitar una sábana a modo de saludo en vez de usar su pañuelo.
Todos se echaron a reír y una mujer comentó: “¡Miren, el padre se ha vuelto loco!”.
La hija espiritual del padre comenzó a llorar emocionada.
Sabía que era el saludo “grande, grande” que había pedido para sí.
UN NIÑO, UN TRENCITO Y LOS CARAMELOS
Un niño, hijo de un guardia civil, deseaba tener un trencito eléctrico desde hacía mucho tiempo.
Acercándose la fiesta de Reyes, se dirigió a un retrato del Padre Pío colgado en la pared, y le hizo esta promesa:
“Oye, Padre Pío, si haces que me regalen un trencito eléctrico, yo te llevaré un paquete de caramelos”.
El día de los Santos Reyes el niño recibió el trencito tan deseado.
Pasado algún tiempo, el niño fue con su tía a San Giovanni Rotondo.
El padre Pío, paternal y sonriente, le preguntó: “Y los caramelos, ¿dónde están?”.
¡POR DOS HIGOS!
Una señora devota del Padre Pío comió un día un par de higos de más.
Asaltada por los escrúpulos, pues le parecía que había cometido un pecado de gula, prometió que iría en cuánto pudiera a confesarse con el Padre Pío.
Al tiempo se dirigió a San Giovanni Rotondo y al final de la confesión le dijo al padre muy preocupada:
“Padre, tengo la sensación de que me estoy olvidando de algún pecado, quizá sea algo grave”.
El Padre le dijo: “No se preocupe más. No vale la pena. ¡Por dos higos!”.
¿ESPERAS QUE ME CASE YO CON ELLA?
El Padre Pío estaba celebrando una boda.
En el momento culminante del acto el novio, muy emocionado, no atinaba a pronunciar el “sí” del rito.
El Padre esperó un poco, procurando ayudarlo con una sonrisa, pero viendo que era en vano todo intento, exclamó con fuerza:
“¿En fin, quieres decir este “sí” o esperas que me case yo con ella?”
¡PADRE, RUEGUE POR MIS HIJITOS!
Una señora muy devota del Padre Pío nunca se iba a dormir sin haberle encomendado antes a sus hijos.
Todas las noches se arrodillaba frente a la imagen del Padre y le decía: “Padre Pío, ruegue por mis hijitos”.
Después de tres años de rezar todos los días la misma jaculatoria pudo ir a San Giovanni Rotondo.
Cuando vio al Padre le dijo: “Padre, ruegue por mis hijitos”.
“Lo sé, hija mía”, le dijo el Padre, “¡hace tres años que me vienes repitiendo lo mismo todos los días!”.
¡Y TÚ TE BURLAS!
Una devota del Padre Pío se arrodillaba todos los días frente a la imagen del padre y le pedía su bendición.
Su marido, a pesar de ser también devoto del padre, se moría de la risa y se burlaba de ella pues consideraba que aquello era una exageración.
Todas las noches se repetía la misma escena entre los esposos.
Una vez fueron los dos a visitar al Padre Pío y el señor le dijo: “Padre, mi esposa le pide su bendición todas las noches”.
“Lo sé”, contestó el Padre, “¡y tú te burlas!”.
EL PADRE PÍO REZA A SAN PÍO X
Una vez el Cardenal Merry del Val contó al Papa Pío XII que había visto al Padre Pío rezando en San Pedro frente a la tumba de San Pío X, el día de la canonización de Santa Teresita.
El Papa preguntó al entonces Beato Don Orione qué pensaba del asunto.
Don Orione respondió: “Yo también lo vi. Estaba arrodillado rezando a San Pío X.
Me miró sonriente y luego desapareció”.
BILOCACIÓN DEL PADRE PÍO EN URUGUAY
Monseñor Damiani, obispo uruguayo, fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre Pío.
Luego de confesarse se quedó unos días en el convento.
Una noche se sintió enfermo y llamaron al Padre Pío para que le diera los últimos sacramentos.
El padre Pío tardó mucho en llegar y cuando lo hizo le dijo:
“Ya sabía yo que no te morirías.
Volverás a tu diócesis y trabajarás algunos años más para gloria de Dios y bien de las almas”.
“Bueno”, contestó Monseñor Damiani, “me iré pero si usted me promete que irá a asistirme a la hora de mi muerte”.
El Padre Pío dudó unos instantes y luego le dijo “Te lo prometo”.
Monseñor Damiani volvió al Uruguay y trabajó durante cuatro años en su diócesis.
Hasta que en el año 1941 Monseñor Alfredo Viola festejó sus bodas de plata sacerdotales.
Para tal acontecimiento se reunieron todos los obispos uruguayos y algunos argentinos en la ciudad de Salto, Uruguay.
Entre ellos estaba Monseñor Damiani, enfermo de angina pectoris.
Hacia la medianoche el Arzobispo de Montevideo (luego Cardenal) Antonio María Barbieri, se despertó al oír golpear a su puerta.
Apareció un fraile capuchino en su habitación que le dijo: “Vaya inmediatamente a ver a Monseñor Damiani. Se está muriendo”.
Monseñor Barbieri fue corriendo a la alcoba de Monseñor Damiani, justo a tiempo para que éste recibiera la extremaunción y escribiera en un papel: “Padre Pío..” y no pudo terminar la frase.
Fueron muchos los testigos que vieron a un capuchino por los corredores.
Y misteriosamente quedó en el palacio episcopal de Salto un medio guante del padre Pío que curó a varias personas.
En 1949 Monseñor Barbieri fue a San Giovanni Rotondo y reconoció en el padre al capuchino que había visto aquella noche, a más de diez mil kilómetros de distancia.
El Padre no había salido en ningún momento de su convento.
Hoy día hay en Salto una gruta que recuerda esta bilocación y desde allí el padre ha hecho varios milagros.
NOS HEMOS SALVADO POR LOS PELOS AQUELLA TARDE ¿EH GENERAL?
El General Cardona, después de la derrota de Caporetto, cayó en un estado de profunda depresión y decidió acabar con su vida.
Una tarde se retiró a su habitación exigiendo a su ordenanza que no dejara pasar a nadie.
Se dirigió a un cajón, extrajo una pistola y mientras se apuntaba la sien oyó una voz que le decía: “Vamos, General, ¿realmente quiere hacer esta tontería?”.
Aquella voz y la súbita presencia de un fraile lo disuadieron de su propósito, dejándolo petrificado.
Pero ¿cómo había podido entrar ese personaje en su habitación?
Pidió explicaciones a su ordenanza y este le contestó que no había visto pasar a nadie.
Años más tarde, el General supo por la prensa que un fraile que vivía en el Gargano hacía milagros.
Se dirigió a San Giovanni Rotondo de incógnito.
Y ¡cuál no fue su sorpresa cuando reconoció en el fraile al capuchino que había visto en su habitación!
Y el Padre Pío le susurró “Nos hemos salvado por los pelos aquella tarde ¿eh General?”.
AMOR DEL PADRE PÍO POR SAN PÍO X Y PÍO XII
El Padre Pío solía decir que San Pío X era el papa más simpático desde San Pedro hasta nuestros días.
“Un verdadero santo”, decía siempre, “la auténtica figura de Nuestro Señor”.
Cuando murió San Pío X, el Padre Pío lloraba como un niño diciendo: “Esta guerra se ha llevado a la víctima más inocente, más pura y más santa: el Papa”.
Pues corrían rumores que el Santo Padre había ofrecido su vida para salvar a sus hijos del flagelo de la guerra.
Y respecto a Pío XII, una vez el Padre Pío dijo a un sacerdote que iba para Roma: “Dile a su Santidad (Pío XII) que con gusto ofrezco mi vida por él”.
Cuando murió Pío XII el Padre Pío también lloraba desconsoladamente.
Al día siguiente de la muerte no lloraba más y entonces le preguntaron: “Padre, ¿ya no llora por el Papa?” “No”, contestó el padre, “pues Cristo ya me lo ha mostrado en Su gloria”.
Esta es una recopilación realizada por un Sacerdote Católico sin identificar de visiones y mensajes recibidos por místicos católicos sobre los tres días de oscuridad y el castigo a la humanidad.
Soy sacerdote católico y acabo de pasar unas semanas de gran angustia interior. Si hablo muchos se burlarán de mí, quizá mis propios hermanos en el sacerdocio, principalmente. Si callo mi conciencia me grita: ¡cobarde!, y me remuerde la Palabra de Dios: «Cuando yo digo al malvado: «Vas a morir», y tú no lo amonestas, si no hablas para advertir al malvado, que abandone su mala conducta, de su sangre te pediré cuentas a ti». (Ezequiel 3,18). Por eso hablaré, mejor quedar bien con Dios que temer a los hombres.
Los textos citados fueron editados con licencia eclesiástica, imprimátur, habiéndose dictaminado «no encontrar en ellos nada que desdiga de la FE y la Moral de la Santa Iglesia Católica.» Por una serie de circunstancias tuve acceso a documentos desconocidos en nuestro ambiente, profecías de las épocas más variadas, de países y lenguas muy distantes. Lo asombroso e inexplicable es la unanimidad e insistencia, con la que se han recibido AVISOS del Cielo, que dentro de poco tiempo tres cuartas partes de la humanidad perecerán en TRES DÍAS de densas tinieblas. Me parecía absurda la idea, incompatible con la bondad y misericordia Divina. Pero leyendo, releyendo, reflexionando y meditando, me convencí de que no es posible que tantas personas de peso a los ojos de Dios (estigmatizados auténticos, santos canonizados, místicos, y tantas apariciones marianas aprobadas por la Iglesia), se equivoquen tan unánimemente. Yo sí lo creo:
Dios castigará muy pronto al mundo de una manera tan terrible, como no ha habido desde el diluvio, ni habrá jamás. Y si es así, tengo el deber de AVISAR a mis hermanos, gritarles esta terrible realidad. Retengo con San Pablo que «el justo vive de fe», y como Santo Tomás necesito «tocar» antes de creer. Pero precisamente por haber estudiado la Biblia sé que Jesús prometió:
«El Espíritu os anunciará las cosas que vayan a suceder.» (Juan 16,13.) Y el profeta Amós: «¿Hay alguna desgracia, sin que la haya causado el Señor?», y contesta: «NO, porque el Señor no hace nada sin revelar sus designios a los profetas.» (Amós, 3, 6-7).
Tocando el tema de las profecías, muchos arrugarán el ceño, quizás ya cansados del uso y abuso que hacen algunos hermanos separados de las profecías bíblicas, constantemente gritando: «ya viene Cristo», «ya está el fin del mundo a la puerta!!!»…
No se trata del Fin del mundo, me limito a relatar las profecías como las he hallado escritas. Hemos seleccionado las fuentes más dignas de fe, prefiriendo textos que fueron publicados con «Imprimátur». ¿Creer o no creer? Dios raramente, nunca, revela la totalidad de sus planes.
Ya constató San Pablo: «Parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía.» (I Corintios 13,9) Pero también: «NO DESPRECIÉIS LAS PROFECÍAS, examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (I Tes. 5, 19).
Y San Pedro Canisio:
«Hay menor peligro en creer lo que con alguna probabilidad nos refieren personas de bien, cosa no reprobada por los doctores, antes que rechazarlo todo con espíritu temerario y de desprecio.» Como lastimosamente muchos, (y no pocos sacerdotes), hacen.
«No pueden Ustedes, queridos hijos, imaginar lo terrible que será el final de la historia de toda la humanidad»
TEXTOS ESCOGIDOS
ANA MARÍA TAIGI (1769-1837)
Mujer de luces extraordinarias, beatificada en 1920. Su cuerpo se conserva incorrupto. El Cardenal Salotti escribió su vida. Predijo la abdicación de Carlos IV de España, la caída de Napoleón, la liberación del Papa Pío VII, etc. Con un lujo de detalles que se comprobaron todos. Cuando agonizaba el Papa León XII, piden oraciones a Ana María Taigi y ella contestó:
«El Papa no morirá, pero que se prepare Monseñor Strambi (su consejero) que ha ofrecido la vida por él, pues el Señor ha aceptado su generoso ofrecimiento» Y, a la sorpresa de todos, efectivamente León XII sale del peligro y de repente Monseñor Strambi -actualmente beatificado-, cae desvanecido y muere. ¿Qué predijo Ana María Taigi para nuestros tiempos ? He aquí un resumen: «Dios enviará dos castigos: uno en forma de guerra, revoluciones y peligros, originados en la tierra; y otro enviado desde el Cielo. Vendrá sobre la tierra una oscuridad total que durará TRES DÍAS y tres noches. Nada será visible y el aire se volverá pestilente, nocivo, y dañará, pero solo a los enemigos de la Religión. Durante los tres días de tinieblas la luz artificial será imposible. Sólo las velas benditas arderán. (…) Los fieles deben permanecer en sus casas rezando el Santo Rosario, y pidiendo a Dios Misericordia. Los malos perecerán en toda la tierra durante esta oscuridad universal, con excepción de algunos pocos que se convertirán.» En otra visión vio:
«La tierra envuelta en llamas, hundiéndose numerosos edificios. La tierra y el cielo parecía que estaban agonizando. Millones de hombres morirán por el hierro, unos en guerras, otros en luchas civiles; millones perecerán en los tres días de tinieblas. (…) Después de purificar al mundo y a su iglesia, y de arrancar de cuajo toda la mala hierba, Nuestro Señor operará un renacimiento milagroso»…
(Apoc. 6, 12-17; 8, 12-13; 9,2; 11, 15-19.) b)
SAN GASPAR DE BÚFALO (1786-1836)
Fundador de los Misioneros de la Preciosísima Sangre: «Aquél que sobreviva a los tres días de tinieblas y de espanto, se verá a sí mismo como solo en la tierra, (…) No se ha visto nada semejante desde el diluvio.»
SOR MARÍA DE JESÚS CRUCIFICADO (1878)
Religiosa carmelita, recientemente beatificada: «Durante tres días de tinieblas, las personas entregadas a sus caminos depravados perecerán, de tal modo que sólo sobrevivirá una cuarta parte de la humanidad».
PADRE BERNARDO MARÍA CLAUSI (1849)
Religioso de la Orden de los Mínimos: «Este azote se hará sentir en todo el mundo y será tan terrible que cada uno de los que sobrevivieren se imaginará ser el único que ha quedado, y todos se arrepentirán. … Pero antes habrá hecho el mal tantos progresos, que parecerá que los demonios han salido del infierno. Pero cuando la mano del hombre no pueda más, y todo parezca perdido, Dios mismo pondrá su mano y arreglará las cosas en un abrir y cerrar de ojos»
SOR MARÍA ADALFUNE (1814)
Religiosa de San Agustín, se ofreció víctima para salvación de los pecadores. Jesús le reveló en la noche del 13 de Mayo 1849: «No puedo ya ahorrar al mundo el castigo tremendo que le está reservado. Entonces todos alzarán los brazos hacia Mí y gritarán: «¡misericordia!»
No temas, no abandonaré a la Iglesia en esos días. Vendré en su ayuda.» (El Señor le hizo ver las atrocidades que se cometerán en aquellos días, … un desprecio por todo lo sagrado.) «Los sacerdotes», continuó Jesús, «no deben mezclar tanta ciencia humana con la enseñanza de mi Doctrina, deben renunciar a las vanidades.»
LA SALETTE
Aparición aprobada por la Iglesia. La Stma. Virgen se apareció a dos niños el 19 de Septiembre de 1846, les comunicó un secreto. Fue publicado con Imprimatur del Obispo de Lecce. En 1922 fue dado a conocer en su totalidad por el Vaticano.
«Dios va a castigar al mundo de una manera jamás vista… Nadie podrá escapar. … Las Iglesias serán cerradas y profanadas; los sacerdotes y religiosas serán perseguidos… Los libros malos abundarán. (…) Muchos sacerdotes se alejarán de la fe verdadera, y hasta obispos. El demonio tendrá sus iglesias que le darán culto. Reinará el materialismo, el ateismo y toda clase de vicios. … Parecerá que Dios se haya olvidado de la humanidad. Todo parecerá perdido. … Entonces Jesucristo, en un acto de su justicia y su gran misericordia para los buenos, dará orden a sus ángeles que todos los enemigos sean exterminados. Caerá fuego del cielo. El sol se obscurecerá.» (…) Los perseguidores de la Iglesia, las personas dadas al pecado, perecerán y la tierra parecerá un desierto»…)
MARÍA JULIA JAHENNY (1850-1941)
Estigmatizada francesa: «Vendrán estos TRES DÍAS de grandes Tinieblas. Sólo las velas de cera benditas iluminarán durante estas tinieblas. Una vela durará los tres días. Durante estos tres días los demonios aparecerán en formas horribles y abominables y harán resonar el aire con espantosas blasfemias.» (…) «Una nube roja como la sangre, atravesará el firmamento. La tierra temblará desde sus cimientos. El mar lanzará sus espumantes olas sobre la tierra. Las tres cuartas partes de la raza humana perecerán. La crisis vendrá sobre todos repentinamente y el castigo será mundial». h)
ISABEL CANORI-MORA (1774-1825)
Terciaria franciscana estigmatizada, fallecida en olor de santidad. Su proceso de beatificación está en marcha. Vio tremendas batallas que sostendrá la Iglesia, y anunció los terribles castigos que amenazan a la humanidad, que va acercándose al punto culminante de su rebelión contra Dios, contra la religión y contra la Iglesia. En una visión vio…
«A los que, cada día con mayor orgullo y desfachatez, van pisoteando la santa religión y la divina ley. Se sirven de las palabras de la Sagrada Escritura y del Evangelio, corrompiendo su verdadero sentido para respaldar así sus perversas intenciones.»
En otra visión, escribe:
«Por todas partes se veían reinar la injusticia, el fraude, el libertinaje. Sacerdotes despreciando la santa ley de Dios, y cómo se cubría el cielo de nubes negras; se levantaba un tremendo huracán. En castigo de los soberbios, que con impía presunción intentaban demoler la Iglesia desde sus cimientos, permitía Dios a los poderes de las tinieblas abandonar los abismos del infierno.» «Una legión de demonios se precipitaba por toda la tierra… destruían casas y palacios, … y daban cruel muerte a una multitud de rebeldes». La sierva de Dios vio a todos aquellos monstruos, en las más espantosas figuras, surgir de los atrios infernales y arrasar todos los lugares donde se haya ofendido gravemente a Dios y se habían perpetrado sacrilegios. Ni rastro quedaba de ellos.»
ANNA CATHERINA EMMERICH (1774-1824).
Célebre estigmatizada alemana. Religiosa Agustina. Recibió las llagas de la Pasión del Señor, aceptando los grandes sufrimientos para el alivio de otros, y como víctima expiatoria a Dios, por las culpas y pecados de los demás. «Vi la Iglesia de San Pedro y una cantidad enorme de gente que trabajaba para derribarla, pero a la vez vi otros que la reparaban. Los demoledores se llevaban grandes pedazos; eran sobre todo sectarios y apóstatas en gran número. Vi con horror que entre ellos había también sacerdotes católicos…, vi al Papa en oración, rodeado de falsos amigos, que a menudo hacían lo contrario de lo que él ordenaba. (…)
Daba lástima. Cincuenta o sesenta años antes del año 2000 era desencadenado Satanás por algún tiempo. En violentos combates, con escuadrones de espíritus celestiales, San Miguel defenderá a la Iglesia contra los asaltos del mundo.» (…) «Sobre la Iglesia apareció una Mujer alta y resplandeciente, María, que extendía su manto radiante de oro. En la Iglesia se observaron actos de reconciliación, acompañados de muestras de humildad; las sectas reconocían a la Iglesia en su admirable victoria, y en las luces de la revelación que por sí mismas habían visto refulgir sobre ella. Sentí un resplandor y una vida superior en toda la naturaleza y en todos los hombres una santa alegría como cuando estaba próximo el nacimiento del Señor.”
Hermanos, realmente es terrible, pero si Dios lo ha querido revelar…, ¡es para que sea hecho público!
PROFECÍAS CONTEMPORÁNEAS CADA VEZ MÁS URGENTES
Sor ELENA AIELLO
Monja estigmatizada italiana, recibió un mensaje el 16 de Abril de 1954, Viernes Santo:
«Escucha bien lo que digo y comunícalo a todos: Mi Corazón está triste por los muchos sufrimientos que amenazan a este mundo. La justicia de nuestro Padre Celestial está ofendida gravemente. El mundo está inundado por una crecida de corrupción. Los gobiernos de los pueblos se han levantado como demonios en carne humana, y mientras hablan de paz, preparan la guerra con instrumentos devastadores, para aniquilar pueblos y naciones. Innumerables escándalos llevan las almas a la ruina, especialmente de la juventud. «El hogar, fuente de la fe y de santidad, está manchado y destruido. … (Los hombres) continúan viviendo pertinazmente en sus pecados. Cerca está el azote para limpiar la tierra del mal. La Justicia divina reclama la satisfacción de tantas ofensas y maldades que cubren la tierra y no se puede tolerar más. Los hombres obstinados en sus culpas no se vuelven a su Dios. La gente no se somete a la Iglesia, y desprecia a los sacerdotes por haber muchos malos entre ellos, que son causa de escándalos»… «El mundo será invadido por grandes desgracias, revoluciones sangrientas, huracanes terribles, inundaciones de ríos y mares.
Levanta la voz, hasta que los sacerdotes de Dios presten oído a mi mensaje, y avisen a los hombres que el tiempo está cerca, y si no se convierten a Dios con oraciones y sacrificios, el mundo se verá envuelto en una nueva guerra»… Nubes con rayos de fuego, y una tempestad de fuego pasarán sobre el mundo, y el azote será el más terrible que ha conocido la historia. Durará SETENTA HORAS. Los impíos serán aplastados y eliminados. Muchos se perderán, porque permanecen en sus pecados»… «Las horas de las Tinieblas están cerca… Yo me inclino sobre el mundo y detengo la Justicia de Dios, de otra manera estas cosas hubieran sucedido ya. Hacen falta oración y sacrificios, que vuelvan a los hombres a Dios y a mi Corazón Inmaculado. Propaga a gritos todo esto, en todo el mundo, como eco verdadero de mi voz. Hazlo saber porque ayudará a salvar muchas almas e impedirá mucha destrucción en la Iglesia y en el mundo.» (Texto con imprimátur del Obispo de Cádiz-Ceuta, España).
VENERABLE MADRE DEL BOUR
«Los ángeles exterminadores no esperan más que una señal para herir la tierra. La justicia castigará, pero la misericordia intervendrá y los buenos serán salvos, habrá una crisis terrible. El Señor me ha dado grandes quejas; se queja de ese furor en buscar los placeres, se queja de los bailes escandalosos, de la indecencia y del lujo… Si se prohíbe en el Evangelio hasta una sola mirada, hasta un mal deseo, ¿será de extrañar que castigue de un modo terrible la corrupción de costumbres, que es el resultado necesario, inevitable de todos esos abusos?
Los castigos del Señor van a caer sobre nosotros de varias maneras: azotes, desordenes, sangre derramada. Sin embargo, aquellos días serán abreviados en favor de los justos».
PADRE STEFANO GOBBI
Fundador del «Movimiento Mariano Sacerdotal», con miles de sacerdotes y cientos de obispos del mundo entero, a los cuales María prepara para re-evangelizar el mundo, después del terrible castigo. El Padre Gobbi recibió muchos mensajes:
1 de diciembre de 1973:
«Trastornos, angustias y tribulaciones aumentarán día a día, porque la humanidad, redimida por mi Hijo, se aleja más de Dios. …
El demonio de la lujuria lo ha contaminado todo. ¡Pobres hijos míos…!, cuán enfermos y llagados están. El espíritu de rebeldía contra Dios ha seducido a la humanidad; el ateismo ha entrado en muchas almas y ha apagado toda luz de fe y de amor.» «Este es el » dragón rojo» del que se ha hablado en la Biblia. ¡Leedla hijos, porque en estos tiempos se cumple.»
Cuántos hijos míos son ya víctimas de este error de Satanás. Incluso entre mis Sacerdotes, cuántos son los que no creen ya; sin embargo, permanecen aún en la Iglesia, verdaderos lobos vestidos de corderos, y pierden un ilimitado número de almas. Ya NADA puede detener la Mano de la Justicia de Dios, que pronto se desencadenará contra Satanás y sus secuaces… (…) ¡Si los hombres lo supieran, quizá se arrepentirían! Pero, ¿quién ha escuchado mis mensajes? (…) Casi ninguno. Pocas almas, desconocidas…
¡Estad en vela, estad preparados! Pronto mi Corazón Inmaculado triunfará.» (1 -12¬-1973).
31 de diciembre de 1982:
«La copa de la divina justicia está colmada, extra-colmada y desbordante. Mirad cómo se propaga el odio y el pecado. Hoy, la mayoría de los hombres no observan ya los diez Mandamientos del Señor… Cada año en el mundo, se mata a niños inocentes, por decenas de millones en el seno de la madre, y crece el número de los homicidios, violencias, rapiñas y secuestros. La inmoralidad se propaga como un diluvio de fango… (…) Sólo una potente fuerza de oración y de penitencia reparadora puede salvar al mundo»…
«¡Escuchad al menos ahora la voz de vuestra Madre Celestial! Rezad siempre vuestro Rosario. Vivid Conmigo en la confianza y en el temor, porque se preparan horas decisivas que marcarán el destino de toda la humanidad.»
ELENA PATRIARCA LEONARDI
Religiosa, alma víctima por los pecadores, fundadora de la «Casa del Reino de Dios y Reconciliación de las Almas» en Roma.
Recibe actualmente mensajes muy apremiantes sobre el próximo castigo:
«Hija Mía, estoy muy triste y mi Corazón está lleno de dolor. La violencia y las drogas han destruido a tanta juventud; Satanás ha tomado posesión de muchos corazones y les sugiere que Dios no existe. … Volved a la casa del Padre, saciándoos del Cuerpo y de la Sangre de mi Hijo… De mi Hijo todavía no tenéis piedad: Hostias y Crucifijos rezuman sangre. ¡Volved a Jesús! … ¡Arrepentíos!
«¿Cómo puedo salvaros si no me escucháis? … Caerán llamas del Cielo, y los impíos lo sufrirán; derrumbamientos y terremotos sobre la humanidad que no se arrepiente. La tierra se abrirá bajo sus pies y no habrá misericordia. … Satanás quiere triunfar. Traiciones al Papa: la masonería se lanza contra la Iglesia, el Papa será calumniado; le quieren matar; vivirá días de dolor. … Hija mía, no puedo ya detener la mano de la Justicia de Dios. ¡Cuántas advertencias he dado y ninguno las quiere creer!»… Habla, no temas, y no escondas lo que te digo.»
Naciones sin Dios serán el azote escogido por Dios mismo, para castigar a la humanidad sin respeto y sin escrúpulos. Después un gran castigo caerá sobre el género humano, FUEGO y HUMO caerán del cielo, las aguas de los océanos se volverán vapores, y la espuma se levantará arrollando a la humanidad, por todas partes a donde se mire habrá angustia, miseria y ruina; quedaréis en completa oscuridad. Mares que se alzarán provocando muerte y desolación»…
¿CUANDO SUCEDERÁ TODO ESTO?
Dios, tan pródigo en avisar con tiempo a los hombres para darles oportunidad de evitar los castigos, raramente da fechas. Sin embargo hay suficientes indicaciones, que emergen del conjunto total de los mensajes, para darnos una idea aproximativa.
SANTA BRÍGIDA (1303-1373)
«Cuarenta años antes del año 2000, el demonio será dejado suelto por un tiempo para tentar a los hombres. Cuando todo parecerá perdido, Dios mismo, de improviso, pondrá fin a toda maldad. La señal de estos eventos será: cuando los sacerdotes habrán dejado el hábito santo, y se vestirán como la gente común, las mujeres como los hombres y los hombres como las mujeres.»
SAN ANSELMO (SIGLO XIII)
«¡Ay de ti, villa de las siete colinas (Roma) cuando la letra K sea aclamada dentro de tus murallas! Entonces tu caída estará próxima, tus gobernantes serán destruidos. Has irritado al Altísimo con tus crímenes y blasfemias, perecerás en la derrota y la sangre.»
(Nota: K = KAROL, nombre del Papa Juan Pablo II)
SAN VICENTE FERRER (1350-1419)
«Advertid que vendrá un tiempo de relajación religiosa, y catástrofes como no lo ha habido ni habrá. En aquel tiempo las mujeres se vestirán como hombres y se comportarán a su gusto licenciosamente, y los hombres vestirán vilmente como las mujeres. Pero Dios lo purificará todo y regenerará todo, y la tristeza se convertirá en gozo.»
SAN JUAN BOSCO (1850-1886)
«Italia será sumida en la desolación. Francia castigada. Roma conocerá el exterminio, el Padre tendrá que huir. Habrá una lucha terrible entre la luz y las tinieblas. Cesará la oscuridad, lucirá un sol espléndido. La tierra está arrasada, muchísimos han desaparecido. El Papa vuelve. El pecado tendrá fin».
e) San Pío X, Papa hasta 1914, se puso un día, en el curso de una audiencia, muy pálido y como ausente. El mismo explicó después a su secretario: «que tuvo la visión de un Papa futuro huyendo del Vaticano, sobre el cadáver de sus Cardenales».
MAXIMILIANO KOLBE, PADRE FRANCISCANO RECIÉN CANONIZADO
«Un día la bandera de la Inmaculada Virgen María ondeará sobre el Kremlin (centro del poder comunista), pero antes, la bandera roja flotará sobre el Vaticano». Es decir: Rusia se convertirá, pero no sin que antes el comunismo (sus errores, y el ateismo) lleguen hasta el mismísimo Vaticano, la sede del Papa.
FÁTIMA
La Virgen se apareció en 1917, de Mayo a Octubre. El mundo estaba envuelto en la primera guerra mundial. Nadie hablaba todavía del peligro comunista que comenzaría con la «Revolución de Octubre». El 13 de Julio 1917 la Stma. Virgen dijo:
«Esta guerra (1914-18) está para concluirse; pero si los hombres no cesan de ofender al Señor comenzará otra, y peor. Para impedirla, vendré a pedir la Consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si se atienden mis deseos Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán destruidas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.»
Pidió mucha penitencia, mucha reparación y oración, «que cambiasen de vida los hombres, y no ofendiesen con el pecado a Nuestro Señor, y rezasen el Rosario diariamente». La niña Jacinta de Fátima, en su lecho de muerte, repitió: «Si los hombres se arrepienten, el Señor les perdonará; pero si no cambian de vida, vendrá al mundo el CASTIGO MÁS TERRIBLE que se ha conocido.»
También Sor Lucía, la única sobreviviente de los 3 videntes de Fátima, actualmente monja carmelita, ha declarado: «Si el mundo no se convierte TODAS las naciones conocerán el azote del comunismo», y le declaró en 1957-1958, al Padre Agustín Fuentes:
«Creedme, Padre, el Señor castigará al mundo muy pronto. El castigo es inminente. La Señora me ha dicho que los otros medios (el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón), son despreciados por los hombres. Ella angustiada nos da la última ancla para escapar a los castigos, que es ELLA MISMA. (¿las apariciones?). Pero si no la escucháramos, y encima la ofendiéramos, no seríamos perdonados. Padre, es urgente que nos demos cuenta de la terrible realidad, no queremos asustar a las almas, pero»…
(Publicado en Roma con Imprimátur. 1961.)
¿CÓMO PUEDE UN DIOS DE AMOR CASTIGAR TAN DURAMENTE?
¡Precisamente por AMOR! Cuando Dios ve que se salvarán más almas castigando al mundo, y no dejándolo hundirse cada vez más en sus vicios y violencias: «A aquél que Yo amo, Yo le castigo…» (Apc. 3,19.) No sería la primera vez que tres cuartas partes de la humanidad perece. En la famosa peste de mediados del siglo XIV, la poblaci6n de Europa, de 100 millones, se redujo a 25.
¿PORQUÉ NOS ENVÍA DIOS ESTOS ANGUSTIOSOS AVISOS?
PARA SER FIEL A SUS PROMESAS. ¿No dice el Profeta: «¿Hay una desgracia, sin que la haya avisado el Señor? (Amós 3,6-7). No, porque cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará…, «porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oye, y les hará saber las cosas que van a suceder» (Juan 16,13).
PARA EXHORTAR A LA CONVERSIÓN. Con la amenaza de castigo y como lo hizo Jonás en Nínive. Los castigos son anunciados para dar tiempo a evitarlos. Son condicionados: » Si el mundo no se convierte…» (Fátima.)
PARA AVIVAR LA FE EN LA PROVIDENCIA DIVINA, al comprobarse que las predicciones se realizan. Sin preaviso, los buenos creerían que Dios les tiene abandonados.
PARA LEVANTAR LA ESPERANZA, CUANDO VENGA EL CASTIGO. A la par de un castigo inminente, se habla de una época posterior de felicidad. Son los castigos del parto de un mundo mejor. «FINALMENTE MI CORAZÓN INMACULADO TRIUNFARA.»
Si Dios avisó a Sodoma y Gomorra de su inminente destrucción…, ¡cuánto más lo hará y lo hace a su Esposa, a su cuerpo Místico, la Iglesia en sus santos, en SU Santísima Madre, a través de personas humildes que El elige.
¿NO DICE LA BIBLIA NADA SOBRE ESTOS CASTIGOS?
¡Claro que sí lo dice! Pero por el abuso que hacen de las profecías bíblicas algunos hermanos separados, hemos preferido citar textos de Santos. Sin embargo abundan textos bíblicos que hablan de una gran PURIFICACIÓN del mundo, un Juicio de las Naciones.
a) «El Señor devastará la tierra y la dejará asolada, trastornará la superficie de ella y dispersará sus habitantes… (…) por cuanto el Señor así lo ha decretado. La tierra es profanada por sus habitantes, pues han transgredido las leyes, violado los mandamientos, por eso la maldición devorará la tierra. y quedará solamente un pequeño número.» (Isaías 24, 1).
b) «Yahvé viene en medio del fuego para derramar su ira con furor mediante llamas de fuego. Porque Yahvé ejerce el juicio con fuego y con la espada a toda carne, y serán muchos los que perecerán por la mano de Yahvé. Mandaré a los sobrevivientes y vendrán todos a postrarse delante de Mí, dice el Señor.» (Isaías 66,15-23).
c) «Y sucederá en toda la tierra que dos terceras partes perecerán. Y la tercera parte quedará en ella. Ellos invocarán mi nombre» (Zacarías 13, 8-9.) Véanse también Sofonías I, 14¬ 17; 3¬9 etc. etc.
¿DEBEMOS CREER EN ESTOS PROFETAS?
El Padre Antonio Royo M., O.P., doctor en teología y profesor de una facultad pontificia, en su libro «Teología de la Perfección Cristiana», (B.A.C., Madrid), dice:
«Siempre han existido almas ilustres con el espíritu de profecía. Es un hecho reconocido por la Sagrada Escritura y por la autoridad de la Iglesia… Discutir esta posibilidad… sería desconocer uno de los caracteres de santidad de la verdadera Iglesia y el soberano poder de Dios. Nuestra fe se apoya en la Revelación divina. Nadie está OBLIGADO a creer en las revelaciones privadas, sin embargo, sería muy reprensible contradecirlas o ponerlas en ridículo, después de la aprobación de la Iglesia.»
Dicha aprobación de la Iglesia no intenta garantizar su autenticidad; declara simplemente que nada encierra contrario a la Sagrada Escritura y a la doctrina católica, y puede proponerse como probable a la piadosa creencia de los fieles.
El Papa Benedicto XIV nos dice que hay que dar Fe Humana a las revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia, como son las de Santos canonizados, o los escritos publicados con imprimatur, con licencia eclesiástica, y que sería temerario despreciarlas.» Ya dijo San Pedro Canisio:
«Hay menor peligro en creer y recibir lo que con alguna probabilidad nos refieren personas de bien, (cosa que no está reprobada por los doctos), antes que rechazar todo con espíritu temerario y de desprecio».
¡REGRESA…! ¡REGRESA, OH HUMANIDAD!
PADRE STEFANO GOBBI, FUNDADOR DEL MOVIMIENTO MARIANO SACERDOTAL. (M.M.S.)
Nuestra Señora trasmitió un mensaje urgente para todos los sacerdotes del mundo, por medio del Padre Gobbi, cuando los Directores Nacionales de este Movimiento se hallaban reunidos en San Marino. La Santísima Virgen pide a los sacerdotes que traten de llegar a todos sus hijos. Se publicó en un «Boletín Especial», con dicho mensaje, para darlo a conocer a todos los pueblos del mundo: ¡REGRESA…! ¡REGRESA, HUMANIDAD! –
El 3 de Julio de 1987, Nuestra Señora habla a sus sacerdotes:
«Amados hijos… (. ..) ¿Por qué os he llamado para reuniros otra vez aquí arriba? Porque en este Año Mariano, consagrado a mí, he querido teneros junto a Mí, como una madre que reúne a sus hijos para recomendarles algo que lleva muy dentro del corazón. Para haceros mi última recomendación, la cual os debe acompañar en vuestro difícil viaje. (…) Mis Tiempos ya Llegaron.» (…)
En todos los países a los que regreséis, debéis proclamar y difundir este mensaje maternal, ansioso y urgente: ¡Retornad…! Retornad inmediatamente al Dios de vuestra salvación y de vuestra paz. El tiempo que se os ha concedido para vuestra conversión está casi terminando. Los días están contados. Regresad inmediatamente por camino del retomo al Señor si queréis ser salvados.» «Amados hijos, tengo necesidad de voces que difundan mi voz, de manos que me ayuden, de pies que vayan por todos los caminos del mundo. Necesito que este urgente mensaje mío llegue a todas las partes del mundo. Vosotros debéis ser mis mensajeros. Anunciad este angustioso llamamiento mío, para el retorno al Señor.» (…)
TIEMPOS DEL GRAN CASTIGO
«Estos son los Tiempos del gran Castigo. La copa de la divina justicia está llena, más que llena, está desbordándose. La iniquidad cubre toda la tierra. La Iglesia, por decir así, está oscurecida por la difusión de la apostasía y del pecado. … Las horas más dolorosas y sangrientas están en preparación para vosotros. Estos tiempos están más cerca de lo que pensáis.
Pronto tendrán lugar algunos de los grandes acontecimientos, referentes a lo que Yo predije en Fátima, y he dicho, bajo secreto, a los niños, a quienes aún sigo apareciéndome en Medjugorje. Por tanto, traed a todos mis hijos al refugio de mi Corazón Inmaculado. Llamadlos.» (…)
«Amados hijos, buscad en vuestros caminos a los que están alejados, a los pequeños, los pobres, los abandonados, los perseguidos, los pecadores, los adictos a las drogas, los que son víctimas del reinado de Satanás. Quiero salvar a todos mis hijos. (…) Quiero salvarlos a todos por medio de vosotros. En el tiempo del castigo, ellos deben ser protegidos y defendidos.»
TIEMPOS DE LA GRAN MISERICORDIA
«Estos son mis tiempos, porque son los tiempos de la gran misericordia. (…) La gran misericordia vendrá a vosotros como fuego abrasador de amor, y será traído por el Espíritu de Amor que se os da por el Padre y el Hijo, de modo que el Padre se vea pronto glorificado en una nueva creación al Señor Jesús, que vendrá a restaurar su reino, y a ser amado por sus hermanos.
El Espíritu Santo…, ¡sí!, bajará como un fuego, pero de un modo diferente del Primer Pentecostés. Será un fuego que quema y limpia, transforma y santifica, que renueva la tierra desde sus mismos fundamentos, que abre los corazones a una realidad de vida y lleva a las almas a la plenitud de santidad y de gracia. Vosotros conoceréis un amor que es más grande, y una santidad que es más perfecta que ninguna de las que habéis conocido hasta ahora.» (…)
LOS PORTADORES DE ESTE MENSAJE
«Estos son los tiempos de la gran misericordia. Estos son los tiempos del triunfo de mi Corazón Inmaculado. Por eso os he querido aquí arriba. Ahora debéis regresar para ser los portadores de este mensaje. Llevad a todas las partes del mundo esta urgente súplica mía. Reunid a todos en el cenáculo de mi Corazón, a fin de prepararlos para vivir la esperada vigilia de los nuevos tiempos que ya llegaron y están ahora a vuestras puertas. No os desaniméis por las dificultades que os saldrán al paso. Yo soy vuestro consuelo.»
«… Recibo también a todas las almas que me encomendéis, a vuestros seres queridos, a todas las personas que amáis, a todos vuestros hermanos más apartados. No olvidéis a ninguno. Venid todos juntos, yo soy la Madre de todos –de todos.
Vosotros sois los instrumentos para traer a todos mis hijos a mi corazón. Con vosotros, con todos vuestros seres queridos, con las almas confiadas a vuestro cuidado. Yo os bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».
( Imprimatur: James J. Byrne, S.T.D. Arzobispo Emérito de Dubuque, Fiesta de la Asunción 15 de Agosto de 1987.)
CONCLUSIÓN – HABLA EL SACERDOTE CATÓLICO
Queridos lectores, siento un gran alivio al terminar esta gravosa misión, de abrirles los ojos antes de que sea demasiado tarde.
Si Dios avisó a Nínive, y a Sodoma y Gomorra de su inminente destrucción… ¡Cuánto más lo hará y lo hace a Su Esposa, Su Cuerpo Místico, por medio de personas humildes que Él elige! Es trágico que la gente sólo cree en las profecías, cuando es demasiado tarde.
Así sucedió con Fátima. Sólo al iniciarse la segunda guerra mundial, que nuestra Madre del Cielo quería evitarnos, fue tomado en serio el mensaje de Fátima, y aceptado por la Iglesia. Hasta entonces el obispo de Lisboa había prohibido a los sacerdotes predicar sobre los hechos de Fátima, o ir allí en peregrinación. ¡Qué lástima que el hombre no sabe comprender las lecciones del pasado!
La juventud ha sobrepasado todo límite. La insistencia desenfrenada en los goces de la tierra ha degradado su espíritu. El mal ejemplo de los padres prepara las familias al escándalo, y a la infidelidad, en vez de prepararlas a la virtud y a la oración. Divorcio, aborto. Madres que matan a sus propios hijos en su seno. ¡Cuántas vidas humanas tiradas a las alcantarillas, que gritan venganza al Cielo! Decía el Padre Pío «si una madre, que ha abortado, no llora amargamente su delito y se confiesa, ya está en el infierno!»
Y, ¿qué será de los médicos condescendientes, lucrándose exterminando vidas humanas indefensas? Pensad que en el estado de Nueva York, de cien mujeres que conciben un hijo, 60 abortan, y sólo 40 quieren llevar el hijo a término. ¡Y todavía hay gente que se extrañaría de que Dios castigara al mundo…!
Lo asombroso más bien, es que Dios no haya intervenido todavía, cuando en el presente, el mundo es diez veces peor que Nínive.
La Hermana Lucía de Fátima en su Comunicado al Padre Agustín Fuentes, en 1958, nos dijo: «Padre, es urgente que nos demos cuenta de la terrible realidad. No queremos atemorizar a las almas, pero es una llamada urgente a la realidad: el Castigo es inminente. Si no escuchamos a María misma, no seremos perdonados».
El Papa Juan Pablo II señaló en una catequesis del 9 de julio de 1997 que el primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados “Transitus Mariae”, cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II y III. Según la palabra del pontífice este texto se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de la fe del pueblo de Dios. Entendiendo la trascendencia para el estudio del texto, con fines estudio, publicamos este material para nuestros buscadores de la verdad.
CAPITULO I – MOTIVO Y ORIGEN DE ESTE LIBRO
1. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Dios único quien mi confianza pongo.
2. He aquí la historia de la Virgen sin mancilla, María, Madre de la Luz, cuando pasó de este mundo al reino de los cielos, preparado para ella para los fieles, y he aquí el relato de los milagros que ella realizó en aquel tiempo, y cómo Nuestro Señor Jesucristo se le apareció con sus ángeles, todos los profetas y con los apóstoles.
3. Juan, apóstol, evangelista de Zebedeo y autor de esta historia, dice su capítulo I: Salud al Señor, que, por un efecto de su voluntad, envió al mundo a su Hijo bien amado para redimir a los hombres, y que ha preparado una luz brillante en el seno de una Virgen; que, revistiéndose de carne, ha hecho de ella el objeto de su amor y de sus delicias; que ha abierto a los que ha creado cuanto se relaciona con su utilidad y con su salvación; que los ha esclarecido con la gracia del Espíritu Santo, inspirándoles la sabiduría y el conocimiento espiritual del Dios único, cuya misericordia no puede calcularse, ni su gloria medirse, ni su naturaleza adivinarse, ni su eternidad comprenderse; que en el esplendor de su trono, sobrepuja a todos los que ha creado; que abraza todo lo que hay de más elevado, y todo lo que hay demás inferior, y cuyo poder realiza todo la que quiere; que conoce todas las cosas antes que sucedan; que ha instituido con inteligencia soberana toda su obra; que concede gratuitamente sus beneficios a los que lo piden con fe; que, cuando hace algo, no experimenta la menor fatiga, ni necesita meditarlo; que, en fin, no cambia, ni aumenta, ni disminuye. Nosotros los invocamos para que nos abra las puertas de su piedad inmensa, para que reciba nuestras plegarias, para que el olor del incienso de nuestra reunión sea agradable ante el sol resplandeciente de su majestad. Conceda él a los hijos de su Iglesia, para apoyo en sus combates, el de sus ángeles celestes, que hacen vibrar sus trompetas, y que se mantienen delante de él, en el orden y en la división en que están colocados, cantando sus alabanzas y aclamando con voz armoniosa: Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos y los profetas, los santos y los mártires dijeron: Bendito sea el Señor, que ha enviado a su Hijo, y que lo ha hecho salir del esplendor de su luz.
4. Y el Hijo apareció en la Virgen María, y, habiéndose encarnado en un cuerpo, nació de ella en Bethlehem, y tomó, como un velo, la forma de un esclavo, y sufrió la tribulación, a fin de consolar, y de dar lecciones de paciencia, a los desgraciados que están afligidos.
5. y no temió ser viajero sobre la tierra, a fin de rescatar a los que lo buscan con confianza y con sentimientos afectuosos, ya fin de advertir a aquellos de sus servidores que son negligentes, para que renuncien a sus pecados.
6. Y mostró la debilidad de su humanidad, para expulsar al demonio fuera del género humano, y para librar a los hombres, y fue muerto y sepultado, para que lo que él había ordenado respecto a los cuerpos se cumpliese en su propia carne, y mostró su pujanza contra el demonio, cumpliendo las antiguas profecías.
7. y resucitó al tercer día, mostrando la resurrección a los que la ignoraban, y cuarenta días después subió al cielo, para manifestar su grandeza a sus criaturas, y está sentado en el seno del Padre eterno, desde el comienzo, sobre el trono de su majestad, revestido de un cuerpo, y los ojos que deseen verlo serán llenos del esplendor de su aspecto.
8. Celebremos su presencia cuando su madre fue transportada, el día que él había preparado a sus elegidos y bien amados, y que no debe nunca dejar de existir. Reconozcamos su potencia, para aproximarnos a sus ángeles celestes ya sus elegidos terrestres. Patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, fieles, fieles vivos y muertos. Saludemos a la que ha sido puesta por encima de todas las mujeres, la Virgen sin tacha. Adoremos a aquel que ha tomado de ella su cuerpo, para que ni su divinidad ni su humanidad sufriese cambio en otra naturaleza o sustancia, sino para que fuese, según dijo el profeta Isaías, como una palmera saliendo de una tierra árida.
9. Y ese profeta dijo también: He aquí que una Virgen concebirá, y parirá un hijo, el cual tendrá por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros. y María, elegida, ha sido santificada desde el seno de su madre, parió casta y santamente, y como una esposa que sale del cuarto nupcial. Y ella ha recogido al cordero que se había extraviado del buen pastor ha arrancado de las garras del león feroz que quería devorarlo.
10, Y ella, por la luz de su fe, ha conducido al género humano al Evangelio su Creador, sacándolo de las tinieblas de la torpeza y de la negligencia, y ha procurado a su nación un ancho acceso hacia la misericordia divina, procurándole el fruto de una dulce tranquilidad, la destrucción de las espinas, la huida de los espíritus malignos, la aniquilación del poder de la muerte, la derrota de los demonios rebeldes, la exención de la aflicción en la reunión de los justos, en el nombre de aquel que ha nacido de ella, y el nombre del cual se han de ofrecer sacrificios puros y del que todo desgraciado debe invocar el apoyo. Escuchad, oh amigos elegidos y santos hermanos, cómo fue cumplida esa historia llena de milagros admirables.
11. Había dos sacerdotes y un diácono en la santa montaña del Sinaí, cuya cumbre Dios (cuya memoria sea santificada) se apareció a Moisés, habló acerca de los hijos de Israel y realizó grandes milagros.
12. Y el nombre de uno de los sacerdotes era David, el del otro Juan, y el del diácono Felipe. Y asistían al altar, y había trescientos veinte altares la montaña santa.
13 Y escribieron a Ciriaco, obispo de Jerusalén, rogándole que les transmitiera la historia de María, y de cómo había salido de este mundo, y pidieron que les hiciera conocer la gloria y los milagros que se habían cumplido entonces.
14. Y el santo obispo, tan pronto hubo recibido la carta, hizo llamar los obispos de la Iglesia, y los interrogó, y les dijo: Id a buscar los libros.
15 Y no encontraron más que un libro de Jacobo, hermano del Señor, obispo de Jerusalén, que fue el primero a quien los judíos dieron muerte. En el año 345 de Alejandro, el día del nacimiento de Nuestro Señor, que es el día del Sol, el 15 del mes de biblico de agosto, la Virgen María salió de este mundo, en presencia de Nuestro Señor Jesucristo y mía, y todos los ángeles y todas las criaturas se dirigieron a su habitación en Bethlehem y en Gethsemaní, antes que muriese.
16. Y sabed que los capítulos en que está consignada la historia de la inmaculada Virgen María y de todos los milagros que realizó están en poder de Juan, hijo de Zebedeo, el evangelista, que Jesús Nuestro Señor amó, Y del cual los apóstoles han atestiguado que lo que él contaba era verdad.
17. Y ellos contestaron a las cartas llegadas del monte Sinaí, y aseguraron que no habían encontrado ninguna historia, pero que sabían, por el obispo Jacobo, que esta historia estaba en Éfeso, en poder del apóstol Juan y les rogaron mandar hacer una copia de este libro, para poder tenerlo en Jerusalén y refutar a los judíos, y así todos podrían hacerlo leer, y ellos estarían muy largo tiempo presentes en sus plegarias.
18. y así que llegó la carta al monte Sinaí, escribieron al obispo de Roma y al de Alejandría y les enviaron mensajeros, y habiendo buscado allí la historia sin hallarla, enviaron dos hombres a Éfeso.
19. y cuando hubieron llegado, no cesaron en toda la noche de ofrecer incienso a la madre de Nuestro Señor Jesucristo, diciendo: ¡Oh Jesucristo, Nuestro Señor! Tú has elegido al apóstol Juan y has tenido por él más amor que por sus compañeros, y lo has ocultado a los ojos de los hombres cuando dijiste: Tú me guardarás la fe. Si quieres mostrárnoslo, para que hable con nosotros y nos enseñe la historia de tu madre, con los milagros y maravillas que se han cumplido por ella y en tu nombre, cuando tú la transportaste al paraíso eterno, cúmplase tu voluntad.
20. Y esto ocurrió el vigésimo quinto día del mes de nisan, el día del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, el año 345 de Alejandro. y la inmaculada Virgen María se apareció a Juan, y le dijo: ¡Oh hijo mío, da tu libro con la historia de mi salida de este mundo a los hombres venidos a ti desde el monte Sinaí, a fin de que esto sea un motivo de gloria para Dios!
21. Y había en Éfeso, en la iglesia de Juan, donde existía costumbre de ir a lavarse ya curarse de enfermedades, una fuente que devolvía la salud a cuantos acudían en nombre del apóstol. y éste se presentó a los emisarios, y les dijo: Salud, hermanos bienaventurados. No os aflijáis, porque Nuestro Señor Jesucristo, cuando estaba sobre el leño de la cruz, me dijo estas palabras con respecto a la Virgen María: He aquí tu madre, llévala contigo. Y a ella le dijo: Vete con él. Dios recompensará vuestro trabajo y vuestra fatiga, y yo os doy completa la historia que está en mi poder.
22. Y desapareció de ante ellos. Y ellos entraron en la iglesia, cuyas puertas se hallaban abiertas, y cuando hubieron llegado cerca de la fuente hallaron sobre el altar un libro y lo recogieron con grande alegría, y lo dieron a un hombre para leerlo a la gente, y el testimonio de los Padres, de los profetas y de los otros discípulos estaba escrito en hebreo, en griego y en latín.
CAPITULO II – VIAJE DE MARÍA A BETHLEHEM
1. En el nombre de Dios Nuestro Señor, y de Jesucristo, Nuestro Dios y Nuestro Salvador, nacido del Padre antes de los siglos y encarnado en María, la Virgen sin mácula, a fin de ser semejante a los hombres y de librar al mundo de la potencia del diablo rebelde.
2. Él es quien, por la luz de su divinidad adorable, ha librado al género humano de las tinieblas de la desobediencia, lo que nadie pudo hacer, si no es el Dios del cielo y de la tierra y de cuanto contienen.
3. Desciendan su bondad y su clemencia sobre sus criaturas, para que quienes creen en él gocen del paraíso eterno.
4. Celebremos igualmente la gloria de su venerable y perfecta madre, que permaneció oculta a los hombres mientras vivió, y que fue transportada a Aquel que nadie ha visto ni oído, y que el espíritu del hombre no puede comprender.
5. Esperemos la intercesión de María para alcanzar el día radiante y la gloria perdurable.
6. Ya vosotros, queridos hermanos, que habéis pasado de las tinieblas de la desobediencia a la luz de la sumisión, os decimos que el tercer día de fiesta, al mediodía, María, la Virgen sin mancha, salió de su morada y fue al sepulcro de Cristo, en el Gólgota, como tenía costumbre de hacer.
7. Y los judíos pusieron una gran piedra ala puerta del sepulcro, diciendo: No toleraremos más que nadie venga a orar al sepulcro, en el Gólgota.
8. Y rechazaban a cuantos ascendían, y les tiraban piedras, y tomaron la cruz del Cristo, y las de los ladrones, y la lanza con que Nuestro Señor fue herido, y sus vestiduras, y los clavos, y la corona de espinas que había sido puesta en su cabeza, y el sudario con que se lo enterró, y los ocultaron en un lugar que mantuvieron secreto, e impedían que nadie pasase por allí, para que no viniese algún príncipe. y se informara.
9. Y los guardias veían a la Virgen María llegar cada día al sepulcro y sobre el Gólgota, y llorar, y decir, con las manos en alto y el rostro en tierra: jOh Señor y Dios mío, sácame de este mundo perverso, pues temo que los judíos, mis enemigos, me den muerte!
10. Porque siempre que vengo a orar a este lugar sacro, me injurian y me amenazan, y por ti me han dado el agua de la tribulación, más yo los he vencido.
11. Y he superado sus astucias y los he rechazado, gracias a mi fe en ti, y tu potencia ha cegado sus ojos, y los ha confundido, para que no pudieran hacerme mal, y así no me privas de tu socorro.
12. Y los guardias, llegando a la ciudad, dijeron a los sacerdotes: Nadie acude a orar en el Gólgota más que María, que va mañana y tarde.
13. Y los sacerdotes contestaron: Cuando vaya a orar, arrojadle piedras, porque merece ser lapidada, ya que su ignominia afecta a los hijos de Israel.
14. y los guardias dijeron: Nosotros no le haremos nada, pero os la entregaremos, para que hagáis con ella lo que queráis.
15. Y cuando llegó el viernes, fue allí según su costumbre, y mientras oraba, alzó los ojos y vio abiertas las puertas del cielo.
16. Y he aquí que Gabriel, el príncipe de los ángeles, descendió a ella, y se inclinó, y dijo: Yo te saludo, Llena eres de gracia. Tus ruegos han llegado a Nuestro Señor Jesucristo, que ha nacido de ti.
17. Y ha atendido tus súplicas y me envía para anunciarte que serás arrebatada de este mundo para gozar la vida eterna por los siglos de los siglos. Amén.
18. Y al oír estas palabras, la Virgen María se puso alegre y volvió a su morada.
19. Y habiendo los guardias salido, contaron a los sacerdotes que había ido a orar.
20. Y hubo un gran escándalo en Jerusalén. y los sacerdotes fueron al prefecto y le dijeron que debía prohibirle que fuese a orar.
21. Y, mientras deliberaban sobre ello, llegó al emperador Tiberio una carta de Abgaro, rey de Edesa.
22. Y la carta decía así: Hay entre nosotros un hombre que dice ser uno de los setenta y dos discípulos de Jesucristo, y que ha curado numerosos enfermos y realizado prodigios.
23. Y ha construido una iglesia, y ha hecho grandes milagros, y muchos creen en su doctrina. y por ellos sé los grandes milagros que ha hecho entre nosotros.
24. Y su amor ha ocupado mi corazón, y he tenido un gran dolor en no poder verle en mis Estados, por causa de los judíos, que lo han llevado a la cruz, sin justificación ninguna, pues que él hizo tantas cosas buenas y milagrosas.
25. Y he llegado con todos mis hombres a Jerusalén para hacerla perecer, y para que tú obtengas así una venganza completa.
26. Mas cuando la campaña estaba preparada, he sentido un temor, y es que tú, Tiberio, mi soberano, te irritases contra mí, y hubiese guerra entre nosotros.
27. Y por eso te escribo, para pedirte, como conviene entre soberanos, que hagas castigar a los judíos por lo que han hecho.
28. Porque si tú te hubieses informado antes de la crucifixión, todo habría sido distinto, y por eso te pido que seas tú quien castigue a los culpables, quitándome el deber que me he impuesto. y en esta confianza te doy las gracias.
29. Y cuando el emperador Tiberio leyó la carta de Abgaro, se llenó de horror y de cólera, y pensó destruir a todos los judíos. y escribió a este efecto a su aliado.
30. Y, no bien llegó la noticia a los vecinos de Jerusalén, tuvieron gran espanto y visitaron al prefecto y le dieron una gruesa suma de plata, y le pidieron que Jerusalén no fuese destruida para siempre, por causa de María y de su hijo.
31. Y le dijeron: Nosotros lo hemos hecho morir justamente, porque él se decía el Hijo de Dios.
32. Y arrojándose a los pies del prefecto, le rogaron que procurase salvados, y salvar a su ciudad, y que escribiese al emperador, exponiendo su causa, a fin de obtener un juicio más suave.
33. Y le pidieron que fuese a María, y que no la dejase visitar el Gólgota, para cortar el origen del mal.
34. Y el prefecto les dijo: Id vosotros, y habladle con dulzura y del modo más adecuado.
35. y los sacerdotes fueron a María y le dijeron: Acuérdate, María, de lo que has pecado ante Dios, y de lo que hemos sufrido por ti y por tu hijo.
Te suplicamos que no vuelvas aquí, para que la sospecha no caiga sobre otros y cese el mal.
36. Y cuando quieras orar, hazlo con las gentes, y según la ley de Moisés, y todos tus pecados te serán perdonados.
37. E invocaremos para ti la piedad de Dios, y reuniremos el sábado en tu torno a tus compañeras, y te pondremos sobre la cabeza el libro de la ley, para que Dios te sea misericordioso. No te abandonaremos y, si te pones enferma, te atenderemos.
38. Y, si no nos escuchas, vete de Jerusalén a Bethlehem, porque no toleraremos que vengas a orar en el Gólgota al sepulcro, para que otras personas no caigan en sospecha y se alce un gran tumulto entre los hombres.
39. Y María, la Virgen inmaculada, les contestó diciendo: No es así cómo debéis hablar. Porque no os escucharé ni cederé a vuestro deseo.
40. Y como la noche llegaba, los judíos, muy irritados, se alejaron de ella.
41. Ya la mañana siguiente le repitieron otra vez lo mismo. y ella les prometió marchar a Bethlehem, a fin de que el escándalo se apaciguase.
42. Y su casa estaba cerca de Sión y de la casa de José. Y pasados que fueron cuarenta días, la Virgen María reunió a las mujeres de la vecindad y les dijo: Yo os saludo, hermanas. Voy a Bethlehem, a residir en mi casa, porque los judíos me han prohibido ir a orar al Gólgota y al sepulcro, temiendo que por mi culpa haya escándalo.
43. Y, si alguna de vosotras quiere venir conmigo, venga, que yo tengo confianza en el Señor, que está en el cielo, de que se acordará de nosotras y nos concederá lo que le pidamos.
44. Y ella meditaba en las palabras que le había dirigido Gabriel: Saldrás de este mundo, para ir a la vida eterna, y hallaba consuelo en esta meditación.
45. Y tres vírgenes cautas que la servían, y que custodiaban lo que era suyo, se acercaron a ella y le dijeron: Nosotras iremos contigo y no te abandonaremos, porque queremos vivir y morir a tu servicio, ya que por ti hemos dejado a nuestra familia, y que por tu intercesión esperamos lograr la gracia, la salvación y la misericordia del Señor que ha nacido de ti.
46. Y María las acogió y las bendijo. y las amaba mucho. y quedaron a su servicio. y le rogaron que les dijese cómo había podido concebir sin tener comercio con varón, y parir sin perder su virginidad.
47. María, por el gran amor que tenía a sus vírgenes, les explicó el misterio, y gozaba de gran estima ante ellas. Y ellas dormían junto a su lecho, y veían de día y de noche sus grandes milagros.
48. Y el primero de que fueron testigos fue un olor muy suave que se exhalaba del lugar en que estaba, y que llenaba todo su ambiente.
49. y cada vez que venían a ella hombres enfermos y ella los bendecía, y se prosternaban, se levantaban curados, en cuanto rogaba por ellos, y ellos le dirigían grandes alabanzas.
50. Y he aquí que por la noche el ángel Gabriel vino a ella y le dijo: Ten valor, oh bienaventurada María, y no temas. Ve a Bethlehem, y mora en esa ciudad hasta que veas al Señor.
51. Y, al llegar el día, ella reunió a sus tres vírgenes y les dijo: Salid, hijas mías y tomando el incensario y el incienso se pusieron en camino. Y las tres vírgenes se llamaban… y era el día de la fiesta quinta cuando María fue a Bethlehem con las tres vírgenes.
CAPITULO III – MILAGROS QUE PRECEDIERON AL TRÁNSITO DE LA VIRGEN MARÍA
Icono egipcio de la dormición
1. Y el viernes la Virgen María se sintió enferma. y tomando el incienso y el incensario, oró y dijo: ¡Oh Jesucristo, mi Dios y Señor eterno! Tú, que estás en los cielos, y que has hecho a tu servidora digna de que tomases de ella la carne humana, para estar en este mundo, por un efecto de tu voluntad, a fin de que los ojos pudiesen verte, y las inteligencias comprenderte, y para que los hombres creyesen que tu divinidad había descendido a la carne y fuesen limpios de sus pecados, escucha los ruegos de tu madre y envíame a Juan, el menor, tu bien amado, que anuncia tus preceptos al mundo.
2. Haz que yo me regocije viéndolo, y envía también a todos tus discípulos, ya tus profetas, ya tus elegidos, para que yo me alegre de su vista antes de dejar este mundo. Porque yo sé que tú puedes todas esas cosas, y que me concederás lo que deseo.
3. Y cuando hubo dejado de hablar, he aquí que una nube espléndida me remontó a mí, Juan, fuera de Éfeso. Y he aquí que el Espíritu Santo me dijo: ¡Oh Juan! La Madre de tu Señor quiere verte antes de dejar este mundo. Vete a Bethlehem, a su lado, y yo avisaré a tus compañeros, vivos y muertos, para que vayan también.
4. Y me sentí llevado por la nube luminosa, y me pareció que andaba por la tierra y, de pronto, me hallé ala puerta de la Virgen María.
5. Y abriendo la puerta, entré. Y ella, acostada en su lecho, oraba.
6. Y cuando hubo acabado la oración, avancé hacia ella, y, después de besarle el pecho y las rodillas, le dije: Yo te saludo, ¡oh Madre de Dios, bendita entre todas las mujeres! No te aflijas por salir de este mundo efímero, porque pasarás llena de gloria y de alabanza ala vida eterna.
7. Y ella se regocijó de verme, y yo me senté y le dije lo que me había pasado y me acerqué a las vírgenes y las bendije y ella me dijo: Toma el incienso y ora por mí.
8. Y lo hice e inclinándome, exclamé: ¡Oh Señor y Dios mío Jesucristo, muestra los milagros de tu madre, y hazla salir de este mundo con gran gloria, según has prometido, y muestra con tus elogios tu magnificencia, para que tus fieles se congratulen y te alaben y se llenen de pavor tus enemigos, que te han negado ser hijo de Dios, y para que las cosas terrestres y celestes rindan homenaje a tu madre! ¡Oh tú, a quien es debida gloria y alabanza por los siglos de los siglos! Amén.
9. Y cuando acabe my plegaria, me dijo la Virgen María: ¡Oh San Juan, tu maestro ha prometido que, cuando yo deje la tierra, Él se mostrará a mí con sus ángeles y sus elegidos, y saldré de este mundo con tan gloriosa escolta!
10. Y yo dije: Él vendrá y cumplirá su promesa. Y ella dijo: ¡Oh Juan! Los judíos han asegurado que quemarán mi cuerpo cuando yo muera y yo le dije: No temas, que los judíos no tienen poder sobre ti, viva o muerta, porque el Señor es contigo.
11. Y ella dijo: ¿Y dónde me enterrarás? y yo dije: Donde y como Jesucristo lo ordene.
12. Y sus lágrimas corrieron, y las enjugué con mi vestidura, y yo lloraba, y las tres vírgenes lloraban también muy afligidas.
13. Y le dije: ¿Por qué temes salir de este mundo, tú, que has engendrado al Cristo? ¿Qué harán, pues, los que están en tu torno y que ignoran cuál será su suerte al dejar este mundo? Porque recibirás de tu hijo corona brillante y la pondrás en las cabezas de los hombres justos, y un castigo eterno caerá sobre los que lo hayan merecido.
14. No te entregues, pues, a la tristeza y al dolor, ¡oh bienaventurada María! Porque el Espíritu Santo me ha dicho en Éfeso que los demás compañeros míos se reunirán a tu lado para solicitar tu bendición, como ha dicho David: Todos los pueblos vendrán y te adorarán. y las tribus de todas las naciones se humillarán ante ti.
15. Y María me dijo: Enciende el incienso, y ora. y encendí el incienso, y dije: Señor y Dios mío Jesucristo, oye mi plegaria y escucha la voz de tu madre, y cumple las promesas que le has hecho. Hágase tu voluntad, y el deseo de tu Padre celestial. Y lóente los ángeles y las criaturas.
16. Y terminados mis ruegos, una gran voz dijo: Amén. y yo me llené de terror. y cuando el Espíritu Santo me preguntó: ¿Has oído esa voz, Juan? , yo repuse: Sí, la he oído bien.
17. Y el Espíritu Santo dijo: Esa voz llamará a los discípulos, tus compañeros, que vendrán a saludar a la bienaventurada María. Yo les he avisado a cada uno en su casa, ya cada uno le he preparado una nube luminosa que los traerá aquí. y he dicho en Roma, a Simeón Cephas, que iba a ofrecer el santo sacrificio: Cuando hayas hecho la ofrenda, vete a Bethlehem, porque la madre de tu maestro está allí y va a salir de este mundo.
18. Y he avisado a Pablo, que estaba lejos de Roma, y que disputaba con los judíos, que se burlaban y le decían: Lo que tú dices no será escuchado, porque tú predicas en nombre de Cristo y eres natural de Tarso, y no te conocemos y he llamado a Pablo, y se ha levantado, y ha salido.
19. Y he llamado a Tomás, que estaba en la India, junto al lecho de la hija del rey, y la había bautizado y fue a la iglesia, y oró y partió. Y he llamado a Mateo y a Jacobo.
20. Y me he dirigido a los difuntos, a Felipe, a Andrés, hermano de Simeón Cephas, a Lucas, a Simeón el Cananeo, a Marcos y a Bartolomé, y les he dicho: Dejad vuestras tumbas, mas no creáis que el día del Juicio ha llegado. No estamos aún en el fin de los tiempos. Mas id a Bethlehem, a saludar a María, la madre del Señor, que va a dejar este mundo.
21. Y ellos dijeron: ¿Cómo iremos y quién nos llevará? y he aquí que espléndidos carros, transportados por nubes, descendieron entre ellos, y los vientos soplaban con fuerza. Y esas nubes los llevaron a Bethlehem, y ellos se acercaron a María y la saludaron. y ella se regocijó. y Juan encendió el incienso en su honor y los saludaba.
22. Y sobre sus coronas estaba la magnífica aureola del Cristo. Y cuando María los vio, se levantó en su lecho y los bendijo, y alabó a Dios, diciendo: Confía en mi Señor, en que vendrá del cielo para que yo lo vea, como os veo, y como habéis venido vosotros. Decidme cómo ha sido.
23. Y cada uno contó el aviso del Espíritu Santo, y dijeron: ¡Oh bienaventurada Virgen! No te lamentes, que el que ha nacido de ti te sacará de este mundo con gran gloria, y te llevará a la mansión celestial, cuya señora serás tú.
24. Y oyendo esto la Virgen María alzó la mano y saludó al Señor, diciendo: Yo te adoro, Señor y Dios mío, y creo en tu grandeza y en tu poder, porque no me has abandonado a este pueblo necio y no les has dejado hacer lo que decían cuando anunciaban que entregarían mi cuerpo a la ignominia. Si no que has oído las súplicas de tu servidora y le has mostrado tus prodigios, ¡oh tú, que todo lo puedes! Alabados sean tu nombre y tu poder omnipotente por los siglos de los siglos. Amén.
25. Y, cuando ella finó su plegaria, los discípulos repitieron: Amén. Y ella dijo a los discípulos: Encended el incienso y orad, y haced la señal de la cruz.
26. Y cuando hicieron lo que ella decía, sonó un ruido como el de un gran trueno, o como de infinitos carros que chocasen, y se expandió un perfume de indescriptible suavidad.
27. Y he aquí que ángeles e innumerables potencias descendieron sobre la casa, y los discípulos los rodearon diciendo: Santo, santo, santo es el Señor Sabaoth.
28. Y los vecinos de Bethlehem, viendo tales cosas, quedaron llenos de espanto, y grandes maravillas se les manifestaron. Los ejércitos del cielo subían y bajaban y la voz del Hijo del hombre sonaba entre ellos.
29. Y muchos vecinos de Bethlehem fueron a Jerusalén, y contaron al prefecto ya los sacerdotes los prodigios ocurridos en el sitio en que estaba la Virgen María.
CAPITULO IV – DISCUSIÓN ENTRE LOS PARTIDARIOS Y LOS ADVERSARIOS DEL CRISTO
1. Y cuando los habitantes de Jerusalén oyeron tales cosas, hubo muchos que fueron a ver los milagros de la bienaventurada María.
2. Y los cielos se abrieron, y salieron legiones de ángeles, y tempestades, y truenos.
3. Y una nube vino del cielo y regó la tierra de rocío, y el Sol y la Luna y las estrellas cayeron del cielo y alabaron a la Virgen María.
4. Y algunos vecinos de Bethlehem miraron a la casa en que estaba la Virgen. y los discípulos la rodeaban, respetuosamente, con las manos levantadas al cielo.
5. Y el ángel Gabriel le refrescaba la cabeza, y Miguel los pies. Y Pedro y Juan enjugaban con sus túnicas las lágrimas de la Virgen. y todos decían: Salve tú, bienaventurada, y bienaventurado sea el que ha nacido de ti.
6. Y todos cantaban sus alabanzas y su gloria. y no se la podía distinguir, por la deslumbrante claridad que emanaba de ella.
7. Y si algún enfermo llegaba ala puerta y posaba su mano sobre el muro, diciendo: ¡Oh bienaventurada María, ten piedad de mí y ora por mí!, se encontraba al momento curado, aunque la Virgen no lo hubiese visto, sino que, cuando oía su voz, extendía su mano y los bendecía, y ellos quedaban salvos de sus enfermedades.
8. Y todos los ciegos, sordos y mudos que allí había fueron sanados. Y otros que recogieron polvo de los muros de la casa y los mezclaron al agua que bebían quedaron también curados.
9. Y la bienaventurada María obró tantos prodigios, que nadie los podría contar, sino es el Señor, que hizo de ella el templo de su grandeza.
10. Y fue lo más maravilloso que los habitantes de Bethlehem la loaban, a su pesar y venían a ella mujeres de todas partes: de Roma, de Alejandría, de Egipto, así como hijas de reyes y príncipes, que la adoraban, y que creían en el Cristo nacido de ella. Y, al partir, le pedían su bendición, y algunos recuerdos para testimonio a sus padres.
11. Y llegó una mujer que estaba poseída de dos demonios que la atormentaban, el uno por el día y el otro por la noche, y venía acompañada de la hija del rey de Alejandría, que estaba cubierta de úlceras. Y se prosternaron ante María pidiendo su intercesión, y María tuvo piedad de ellas, y fueron curadas.
12. Y vino una egipcia enferma del vientre, y se curó cuando María rogó por ella, y loó a Dios. Y vino otra mujer poseída del demonio, y pidió a la Virgen que la librase de él y María extendió la mano sobre ella, diciendo: En el nombre del Cristo, mi Señor, vete de esta alma y no la atormentes más.
13. Y los demonios salieron y dijeron: ¿Qué hay de común entre tú y nosotros, María? Tememos aproximarnos dondequiera que reina tu hijo, y no podemos estar ante sus compañeros. Nos ha arrojado, por su potencia, al fondo del abismo, y ahora tú, con tu plegaria, nos echas de esta alma y de muchas otras.
14. Y la bienaventurada María los reprendió, y ellos huyeron y se refugiaron en el fondo del mar. y un hijo de Sophim, rey de Egipto, cuya cabeza había sido desgarrada por un león, fue a ella y cuando, extendiendo la mano, ella rogó por él, su cabeza quedó curada, y todos alabaron a Dios.
15. Y oyendo estos hechos, muchos hombres fueron a Bethlehem, y llamaron a la puerta de la casa, y como los discípulos no abrían, comenzaron a gritar, diciendo: Ten piedad de nosotros, bienaventurada María, y óyenos, y cúranos. Y María oyó sus voces, y dijo: ¡Oh mi Señor y mi Dios Jesucristo! Tú, que eres mi Señor, y que has querido ser mi hijo, oye la voz de los que creen en ti y dígnate socorrerlos.
16. Y una gran virtud emanó de la casa, y todos fueron libertados de sus dolencias. Y eran alrededor de dos mil ochenta. Y ese día hubo grandes alabanzas a Dios en toda la comarca de Bethlehem.
17. Y los magistrados de Bethlehem y de Jerusalén preguntaron a los curados cómo lo habían sido por la Virgen. Y cuando hicieron el relato, hubo gran extrañeza entre sacerdotes de la Sinagoga, y vieron con asombro el honor que se hacía al Cristo y la alegría de los creyentes.
18. Y sus ojos se oscurecieron, y temblaron, y dijeron: Mucho nos turba lo que nos relatan.
19. Y saliendo muchos judíos de Jerusalén para Bethlehem, les dijeron los sacerdotes: Id y expulsad a los discípulos de Cristo, y echad a María de la población.
20. Y cuando los judíos estaban a mil pasos de Jerusalén, al caer el sol, se produjo un gran milagro, y fue que sus pies se detuvieron, y no pudieron ir a Bethlehem, y volvieron.
21. y los sacerdotes, cada vez más turbados, fueron a ver al gobernador, exclamando: Grandes son estas cosas, y los judíos perecerán por lo que ha hecho María. y le pidieron que la expulsara de Jerusalén. Y el prefecto les dijo: No lo haré.
22. Y ellos redoblaron en sus clamores, y lo amenazaron con denunciarlo a César Tiberio. y muchos judíos, reuniéndose, fueron a la casa en que moraba la bienaventurada María, y la puerta estaba abierta, y quisieron entrar, pero no podían acercarse, porque las puertas del cielo estaban también abiertas, y un gran resplandor llenaba la entrada de la mansión de María.
23. Y en vista de sus clamores y de sus amenazas, un jefe partió con ellos, llevando treinta mil jinetes y muchos soldados de a pie. Y el Espíritu Santo dijo a los discípulos de Cristo: He aquí que un guerrero llega de Jerusalén con un numeroso ejército. Tomad a María y llevadla con vosotros, y no temáis nada, que yo os conduciré sobre una nube, y nadie podrá incomodaros, porque el poder del Señor está con vosotros.
24. Y los discípulos salieron, llevando a María sobre su lecho, y el Espíritu Santo los transportó sobre sus enemigos sin que los vieran. Y cuando los discípulos llegaron a Jerusalén, fueron a casa de María, y allí se ocuparon de orar y de alabar a Dios.
25. Y cuando los jinetes llegaron a Bethlehem, dijeron: Cerremos las puertas de la casa. Y no hallando a nadie, se llenaron de cólera, buscaron a los vecinos de Bethlehem, y les dijeron: Vosotros habéis ido al prefecto y a los sacerdotes de Jerusalén y les habéis dicho que los discípulos de Cristo rodeaban a María y la loaban, y que muchos ángeles subían y bajaban del cielo, y que sus cánticos llegaban hasta vosotros. ¿Dónde están ahora? Venid con nosotros, y defendeos como podáis, porque nosotros no encontramos nada.
26. Y volvieron al prefecto diciendo que nada habían visto. y los sacerdotes dijeron: Los discípulos de Cristo han hecho un escamoteo ante vuestros ojos para que no vieseis nada. y el prefecto les dijo: Si los veis en alguna parte, apoderaos de ellos y cerrad las puertas.
27. Y cinco días más tarde los habitantes de Jerusalén vieron a los ángeles descender con la Virgen María a la casa que poseía en la montaña de Sión, y los vecinos acudieron y comenzaron a orar, diciendo: ¡Oh Santa María, madre del Cristo, ruega por nosotros, para que se nos conceda la salvación! Y hubo muchos milagros y muchas curaciones.
28. Y los habitantes de Jerusalén sintieron gran espanto. y fueron a aquellos vecinos, diciendo: ¿Por qué ese tumulto, y ese ruido, yesos gritos que lanzabais ayer?
29. Y los vecinos contaron que María había venido acompañada de ángeles que la alababan, y que todo enfermo que se le acercaba era curado. Y los judíos fueron al prefecto y le dijeron: Repitámosle que hay gran perturbación en Jerusalén por culpa de María. Y contaron la que les habían dicho.
30. Y dijo el prefecto: ¿Qué puedo hacer por vosotros? y ellos dijeron: Tomemos leña y fuego, y quememos la casa en que está. y él les dijo: Haced la que os parezca. y los sacerdotes y una gran multitud se reunieron y fueron a donde estaba la bienaventurada María para prender fuego, y el prefecto y sus compañeros miraban desde lejos la que hacían.
31. Y cuando hubieron llegado a la puerta, un gran fuego salió de la casa, y había ángeles cerca, y cuantos se acercaban eran abrasados, y muchos judíos perecieron entonces. y todos se llenaron de terror, y también el prefecto.
32. Y alzando las manos al cielo, y dando una gran voz, exclamó: Verdaderamente, oh María, aquel que ha nacido de ti es el Hijo de Dios. Nosotros deseamos verlo, y yo la adoraré siempre.
33. Y una gran discordia se produjo entre los judíos, y muchos creyendo en el nombre de Jesucristo. Y el prefecto reunió a los moradores de Jerusalén y les dijo: ¡Oh pueblo perverso! Vosotros habéis crucificado al Cristo, que había descendido del cielo para rescatarnos. Habéis desoído la verdad, habéis obrado mal, y conoceréis los fuegos del infierno. Yo creo en Cristo, y temo que la cólera del emperador Tiberio caiga sobre vosotros por vuestra maldad. Y he aquí lo que os digo: Nadie se acerque a la casa de la bienaventurada María, ni la calumnie.
34. Y uno de los principales doctores se levantó, y se llamaba Caleb, y era uno de los que creían en Jesucristo, y en la bienaventurada María, y dijo al prefecto: Pregúntales en nombre de Dios quién condujo a los hijos de Israel fuera de Egipto, y, por los libros de la Santa Ley, oblígalos a declarar si ese hijo de María ha venido como un profeta, como el Hijo de Dios o como los demás hombres.
35. Y el prefecto se situó en un lugar elevado y dispuso que quienes creyesen en María y en el Hijo de Dios se separasen a un lado. Y muchos judíos se separaron, y la reunión se dividió en dos partes.
36. Y el prefecto dijo: ¿Sois vosotros los que creéis en el Cristo? Y ellos dijeron: Nosotros creemos que es el Hijo de Dios único, que juzgará a todas las criaturas, y que es el Cristo anunciado en los libros, que salvará a los pueblos, y que nos rescatará.
37. Y gritaron los otros: ¿Qué decís? Nosotros sabemos que no es el Cristo, porque las tradiciones y las cosas escritas no se han cumplido en él. Y los jefes replicaron: Vosotros no conocéis el verdadero sentido de los libros, ni lo que significan, y os son desconocidas las tradiciones. Ignoráis que nuestro padre Adán, a punto de expirar, prescribió a su hijo Seth que ordenase a sus descendientes que sacasen su cuerpo de la caverna de los tesoros y que lo llevasen a la tierra santa, porque sabía que la redención de su raza se efectuaría por la misericordia del Cristo. Y dijo: El oro, la mirra y el incienso que hay en la Caverna de los Tesoros son los presentes que serán llevados a Bethlehem por la mano de los magos, hijos de reyes, porque Dios ha prometido que el Cristo vendrá a este mundo y manifestará su divinidad por milagros, y saldrá de Sión para mostrarse a los hombres. y el profeta dijo: Los pies del Señor se fijarán sobre el monte de los Olivos, de Jerusalén, y os consta que ha sido así.
38. Y Caleb dijo otras cosas que sería largo contar. Y los judíos replicaron: ¿Piensas que el Cristo está más cerca del Eterno que nuestro padre Abraham, que vio los cielos abiertos y que habló con Dios? y contestaron los fieles: Nosotros sabemos con certeza que el nacido de María ha creado a Adán antes que Abraham fuese formado en el seno de su madre, porque es anterior a todas las criaturas, y es aquel con quien Abraham habló, y de quien dijo Daniel que, pasadas sesenta semanas, vendría el Mesías esperado por todas las naciones.
39. Y los judíos contestaron: Ese Cristo en quien vosotros creéis ¿fue más grande que Isaac, que constituyó ante Dios una ofrenda pura, de que se regocijaron los cielos y la tierra? Y los fieles dijeron: Dios no permitió que Isaac fuese ofrecido en sacrificio, y aunque hubiese sido inmolado hubiese sido una ofrenda única. Pero el Cristo es un sacrificio ofrecido por todas las criaturas, al subir a la cruz, para reconciliar a Dios con todos los hombres. Y los que creen en él quedan libres de todos sus pecados, como los hijos de Israel quedaron curados de la mordedura de las serpientes cuando miraron la serpiente artificial que Moisés elevó por orden divina.
40. Y dijeron los judíos: ¿Pensáis que Cristo es superior a Jacob, que vio las puertas del cielo abiertas ya los ángeles subiendo y bajando por la escala de la salvación? Y los fieles contestaron: Jacob y los ángeles, y la escala que vio, son la imagen del Cristo. Son, sin duda, admirables milagros, pero más prodigios han hecho los que creen en su nombre. y vosotros los podéis ver, pero vuestros ojos están ciegos y vuestros corazones endurecidos.
41. Y dijeron los judíos: ¿Pensáis que Cristo es superior a Elías, que subió al cielo y vio cuanto hay en él y en la tierra? Y los fieles dijeron: Elías, llevado por un ángel, subió al cielo, donde están el Sol y la Luna. Pero Cristo, mostrándose sobre el monte Thabor, con Elías y con Moisés, que estaba muerto y podrido, mostró todo su poder, puesto que podía llamar a los vivos ya los muertos, y ellos tenían que obedecer sus mandatos.
42. Y dijeron los judíos: ¿Pensáis que ese Cristo es más que Moisés, que libró de Egipto a los hijos de Israel y les abrió un paso en el mar Rojo, en el que fueron tragados el faraón y su ejército? Y los fieles dijeron: ¡Oh gentes ignorantes e insensatas! La Divinidad, tomando el cuerpo de Cristo, ha hecho esos milagros, que estaban escritos desde los primeros tiempos. El Cristo ha expulsado los demonios, forzados a la obediencia, y cuando Simón Pedro andaba por el mar como por la tierra, fue acometido de un mal pensamiento, y estaba a punto de ser sumergido en el momento en que el Cristo extendió hacia él la mano y lo libró de su temor. Él manda a todas las criaturas, y todas le están sometidas.
43. Y el prefecto mandó prender cuarenta de los judíos y azotarlos, y los demás quedaron aterrados.
44. Y llegada la noche, el prefecto condujo a uno de sus hijos, que tenía dolor interno, a la casa de la Virgen María, y llamando a la puerta dijo a una de las doncellas que la servían: Entra y di a la bienaventurada María que soy el gobernador de la ciudad.
45. y la doncella hizo lo que le decía, y la Virgen María ordenó que le abrieran y lo introdujesen.
46. y él entró llorando, y dijo: Salúdote, madre de Dios, y creo en el que ha nacido de ti, y que es el Cristo Redentor. Extiende tus manos, madre de luz, y bendíceme, y ruega por mi hijo, para que se le quite el dolor que sufre, y ruega por mis padres, que están en Roma, y concédeme volver pronto a verlos.
47. Y la bienaventurada Virgen, puesta en pie, oró con los discípulos, y luego, volviéndose al prefecto, bendijo a su hijo y mandó que se sentara.
48. Pero él, inclinándose ante ella, se arrojó a los pies de los discípulos, y dijo: Yo os saludo, elegidos de Dios, que lo habéis sido entre todos los hombres, para que prediquéis al mundo entero. y los discípulos lo bendijeron, y su hijo quedó curado, y se fue lleno de alegría.
49. y montó a caballo y marchó a Roma, y, después de saludar a sus padres, les contó cuanto había visto hacer ala bienaventurada María y lo que le había oído decir. Y allí estaban los discípulos de Pedro y Pablo, y le pidieron por escrito lo que habían oído, y los milagros que se habían obrado en Roma y en otras ciudades por intercesión de la bienaventurada María.
CAPITULO V – MUERTE DE LA VIRGEN MARÍA
1. Y el viernes por la mañana el Espíritu Santo dijo a los discípulos: Id, tomad a María, la Virgen sin mancha, y llevadla a Jerusalén, y entrad por el camino que conduce al valle de Gethsemaní. Hay allí tres cavernas que comunican una con otra y un lugar de arena, al lado de Oriente. Poned allí a la bienaventurada María, y orad junto a ella hasta que yo os hable.
2. Y los discípulos hicieron lo que se les había ordenado. y llevaron a María. y viéndolo los judíos, se reunieron, y dijeron a uno de ellos, llamado Japhia, que era un hombre tímido: Vete con ellos, y cuando estén junto al valle, empuja la litera para que caiga al fondo. Nosotros te seguiremos con leña y con fuego, y la quemaremos en el valle, y esos fabricantes de prodigios no podrán vanagloriarse de que están encima de los habitantes de Jerusalén.
3. Y Japhia los obedeció, y fue con los discípulos, y en llegando junto al valle, extendió la mano para agarrar la litera. Pero un ángel lo hirió con una hoja de hierro, y le cortó los puños, que quedaron pegados a la litera.
4. Y Japhia empezó a implorar ya llorar, con el rostro contra tierra, y a decir: Tened piedad de mí, ¡oh discípulos del Cristo Redentor!
5. Y ellos tuvieron compasión y dijeron: Implora a la Virgen María, a quien has querido precipitar en el valle.
6. Y él se puso a gritar, ya decir: ¡Oh soberana madre de salud, ten piedad de mí! Y ella dijo a Pedro: Devuélvele sus manos.
7. Y Pedro las tomó y las ajustó a su sitio, diciendo: En el nombre de Jesús el Nazareno, ya súplicas de su madre, queden estas manos en su lugar sin dolor y fueron restablecidas sin dolor en el sitio que les correspondía.
8. Y le dio una vara seca, diciendo: Vete, y anuncia a todos los judíos, con esta vara, el poder de Dios, y enséñales cuánta es su debilidad y su ignorancia si la comparan con el poder y la sabiduría de Dios, y diles lo que Dios ha hecho por ti, para que los que te oigan sepan que nuestra doctrina no es humana, sino que viene del cielo, y ellos renunciarán a sus malo pensamientos y al error que los hará perecer. Y no podrán cumplir lo que han maquinado contra la bienaventurada María y contra los discípulos del Cristo.
9. Y Japhia creyó y oró, y volvió hacia los judíos, y golpeó la puerta de la ciudad con la vara. Y he aquí que la vara floreció. Y Japhia alabó a Dios y dijo: Esta vara es superior a la de Aarón.
10. y dijeron los judíos: ¿Qué haces, insensato de ti? ¿Por qué has estado ausente tanto tiempo, y qué te han hecho los discípulos del crucificado?
11. Y había allí un ciego, y Japhia fue a él, y aproximándole la vara a los ojos le dijo: Ábranse tus ojos, en nombre de Dios puesto en la cruz. Y el ciego recobró la vista.
12. y los presentes loaron a Dios. y cada vez que acercaba su vara a un enfermo, éste era curado. y los judíos quedaron muy sorprendidos, y muchos creyeron, y decían: En verdad, que ésta es virtud del cielo, y que estas cosas prueban el poder de Dios.
13. y los sacerdotes estaban llenos de confusión, y su cólera era extremada.
14. y los discípulos bajaron al valle y encontraron una caverna en la que depositaron a la bienaventurada María, según el mandato del Espíritu Santo, y no dejaban de alabar al Señor.
15. Yal otro día por la tarde, he aquí que el Espíritu Santo dijo a los discípulos: El día del sol, el sexto, el ángel Gabriel descendió a la Virgen y la saludó, y le predijo que el Redentor del mundo nacería de ella, y fue el mismo día cuando ella parió en Bethlehem, yel mismo día cuando las gentes de Jerusalén recibieron con palmas al Cristo, diciendo: Bendito sea el que viene en nombre del Señor. Y el día del sol resucitó de entre los muertos, y un día del sol vendrá para destruir la tierra, y cuanto contiene y para juzgar al mundo. y también el día del sol debe venir con las criaturas terrestres y celestes, cantando sus alabanzas para sacar del mundo el alma de su inmaculada madre.
16. y los discípulos experimentaron un gran consuelo. Y en esto he aquí que Eva, la madre de toda carne, y Ana, la madre de la bienaventurada María, e Isabel, la madre de Juan el Bautista, llegaron a ella, y le dijeron quiénes eran, y la abrazaron.
17. y Ana, su madre, dijo: Bendito, oh hija mía, sea Dios, que te ha elegido para que fueses el lugar de su gloria. Y desde que comenzaste a formarte en mi seno yo sabía ya que habías de ser bendita y elegida, y que el Dios del cielo y de la tierra descendería a tu vientre, como está escrito en los libros.
18. y todas alababan a Dios, y la Virgen las secundó con alegría. Y Pedro les dijo: Alejaos de ella, porque veo llegar a los patriarcas.
19. y he aquí que Adán, Seth, Sem, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y David, y los demás patriarcas, y profetas y santos, llegaron sobre una nube y se acercaron a la bienaventurada María, y la saludaron expresándole sus loanzas y llamándola bienaventurada. y ella les devolvió su saludo, y los profetas se dieron a conocer, y ella tuvo gran júbilo.
10. Y dijeron los judíos: ¿Qué haces, insensato de ti? ¿Por qué has estado ausente tanto tiempo, y qué te han hecho los discípulos del crucificado?
11. y había allí un ciego, y Japhia fue a él, y aproximándole la vara a los ojos le dijo: Ábranse tus ojos, en nombre de Dios puesto en la cruz. Y el ciego recobró la vista.
12. y los presentes loaron a Dios. Y cada vez que acercaba su vara a un enfermo, éste era curado. y los judíos quedaron muy sorprendidos, y muchos creyeron, y decían: En verdad, que ésta es virtud del cielo, y que estas cosas prueban el poder de Dios.
13. y los sacerdotes estaban llenos de confusión, y su cólera era extremada.
14. y los discípulos bajaron al valle y encontraron una caverna en la que depositaron a la bienaventurada María, según el mandato del Espíritu Santo, y no dejaban de alabar al Señor.
15. Yal otro día por la tarde, he aquí que el Espíritu Santo dijo a los discípulos: El día del sol, el sexto, el ángel Gabriel descendió a la Virgen y la saludó, y le predijo que el Redentor del mundo nacería de ella, y fue el mismo día cuando ella parió en Bethlehem, y el mismo día cuando las gentes de Jerusalén recibieron con palmas al Cristo, diciendo: Bendito sea el que viene en nombre del Señor. Y el día del sol resucitó de entre los muertos, y un día del sol vendrá para destruir la tierra, y cuanto contiene y para juzgar al mundo. y también el día del sol debe venir con las criaturas terrestres y celestes, cantando sus alabanzas para sacar del mundo el alma de su inmaculada madre.
16. y los discípulos experimentaron un gran consuelo. Y en esto he aquí que Eva, la madre de toda carne, y Ana, la madre de la bienaventurada María, e Isabel, la madre de Juan el Bautista, llegaron a ella, y le dijeron quiénes eran, y la abrazaron.
17. y Ana, su madre, dijo: Bendito, oh hija mía, sea Dios, que te ha elegido para que fueses el lugar de su gloria. y desde que comenzaste a formarte en mi seno yo sabía ya que habías de ser bendita y elegida, y que el Dios del cielo y de la tierra descendería a tu vientre, como está escrito en los libros.
18. y todas alababan a Dios, y la Virgen las secundó con alegría. Y Pedro les dijo: Alejaos de ella, porque veo llegar a los patriarcas.
19. y he aquí que Adán, Seth, Sem, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y David, y los demás patriarcas, y profetas y santos, llegaron sobre una nube y se acercaron a la bienaventurada María, y la saludaron expresándole sus loanzas y llamándola bienaventurada. y ella les devolvió su saludo, y los profetas se dieron a conocer, y ella tuvo gran júbilo.
20. y vinieron Enoch, y Elías, y Moisés, y manteniéndose entre el cielo y la tierra en carros de fuego, esperaban la llegada de Jesucristo. Y he aquí que doce carros, conducidos por ángeles innúmeros, hirieron los ojos con gran gloria y esplendor, y Cristo Nuestro Señor apareció en forma humana, llevado en un carro en cuyo torno iban los serafines y las virtudes.
21. y se aproximó a la Virgen María, y todas las criaturas se inclinaban ante él. y dijo el Señor: jOh María, celebrada en todo-el universo! y ella dijo: Aquí estoy, Señor. y él le dijo: Levántate y mira lo que mi Padre me ha dado.
22. y ella se levantó, y vio una gloria y una luz que los ojos no podían soportar, y que no cabe sea descrita. y prosternándose, dijo: ¡OH mi Señor y mi Dios, pon tu mano sobre mí!
23. y él posó su mano sobre ella, y la bendijo, y María tomó su mano, y la abrazó, y la puso sobre sus ojos, y lloró, y dijo: Yo me inclino ante esta mano que ha creado el cielo y la tierra y todo cuanto en ella hay, y te doy gracias y te alabo, porque me has juzgado digna en esta hora igualmente cara para mí y para los que están ante ti.
24. Y dijo: ¡Oh Señor! Tómame contigo. Y él respondió: Tú estarás en el Paraíso corporalmente hasta el día de la resurrección, y los ángeles te servirán. Pero tu espíritu puro lucirá en la mansión del Padre de la plenitud.
25. y los discípulos, acercándose a María, dijeron: ¡Oh madre de la luz, ruega por el mundo del que vas a salir!
26. y la bienaventurada María exclamó, llorando: ¡Oh mi Señor, y mi Dios, y mi maestro Jesucristo, tú que, por la voluntad de tu Padre y por la ayuda del Espíritu Santo, y por efecto de una divinidad y de una voluntad únicas, has creado la tierra y el cielo, y cuanto contienen; yo te ruego que escuches la plegaria que te hago por tus servidores y por los hijos del bautismo, por los justos y por los pecadores, para que les concedas tu gracia. Recibe a los que comulguen en ti, a los que ofrezcan presentes en mi nombre ya los que te interroguen en sus plegarias, en sus deseos y en sus sufrimientos. Haz que sean librados de sus dolores, y que hallen lo que han esperado en su fe, y aparta de ellos los males que se les quiera causar. Cura sus enfermedades, aumenta sus riquezas y multiplica sus hijos. Ayúdalos en cuanto emprendan, y otórgales la dicha de tomar parte en tu reino. Aleja de ellos a su enemigo, Satán, lleno de malicia. Aumenta su fuerza e inclúyelos en el rebaño del pastor dulce, bueno, clemente y misericordioso. Cumple, en esta y en la otra vida, lo que espere el que te suplique Invocando mi nombre, y protéjalos tu asistencia, según has prometido tú, que eres constante en tus promesas, infinito en la misericordia y cuyo nombre merece ser glorificado hasta el fin de los siglos. Amén.
27. Y el Señor lo dijo: Yo te concedo lo que pides, y conforme a lo que pides. No los privaré de mi gracia, ni de mi misericordia. Y todos, jubilosos, contestaron: Amén.
28. Entonces Jesús dijo a Pedro ya los discípulos: He aquí que la hora llega. y todos, incluso los ángeles, loaron y glorificaron a Dios en alta voz, y, derramando muchas lágrimas, arrojaron incienso con gran respeto y piedad.
29. Y el rostro de la bienaventurada María resplandeció con una claridad maravillosa, y extendiendo las manos los bendijo a todos. Y el Señor tendió su santa mano y tomó su alma pura, que fue llevada a los tesoros del Padre.
30. y se produjo una luz y un aroma suave que en el mundo no se conocen. Y he aquí que una voz vino del cielo, diciendo: Yo te saludo, dichosa María. Bendita y honrada eres entre todas las mujeres. y Juan, el discípulo, extendió su mano, y Pedro cerró sus ojos, y Pablo extendió sus pies, y Nuestro Señor subió a su reino eterno escoltado por los ángeles y en medio
de alabanzas.
31. y pusieron una piedra a la puerta de la caverna en que estaba el cuerpo de la Virgen, y permanecieron en oración. y el Espíritu Santo esparció una gran luz que los envolvió, y no podían verse entre sí ni nadie podía verlos tampoco.
32. y la Virgen sin mancha fue llevada en triunfo al Paraíso sobre carros de fuego. Y una nube elevó a los asistentes y cada cual fue devuelto al lugar de que había venido, y no quedaron más que los discípulos, que estuvieron tres días en oración, y que oían siempre el cántico de los cánticos.
33. Y, estando así reunidos, he aquí que Tomás, uno de los discípulos, llegó sobre una nube. Yel cuerpo de la bienaventurada María iba a hombros de los ángeles, y él gritó que se detuvieran, para obtener la bendición de la Virgen.
34. y cuando estuvo con sus compañeros, que seguían orando, Pedro le dijo: Tomás, hermano, ¿qué te ha impedido asistir al tránsito de María y ver los milagros obrados y obtener su bendición?
35. Y Tomás respondió: Me lo ha impedido el servicio de Dios, porque, en el momento en que el Espíritu Santo me avisó, yo predicaba, y estaba bautizando a Golodio, hijo de la hermana del rey. ¿Dónde se halla ahora el cuerpo de María?
36. Y ellos dijeron: En esta caverna. Y él dijo: Lo quiero ver y recibir su bendición antes de admitir la verdad de lo que me decís.
37. Y los discípulos replicaron: Tú desconfías siempre de lo que te decimos. Lo mismo te sucedió cuando la resurrección del Señor, que no creíste hasta que lo viste, y te mostró las huellas de los clavos y de la lanza, y entonces gritaste: ¡Oh Señor y Dios mío!
38. Y Tomás contestó: Ya sabéis quién es Tomás, y no descansaré hasta que vea el sepulcro en que reposa el cuerpo de María, y si no, no creeré nada.
39. Y Pedro se levantó colérico, a toda prisa, y los discípulos lo ayudaron a quitar la piedra, y no hallaron nada, y tuvieron gran extrañeza, y dijeron: Hemos estado ausentes, y los judíos habrán llegado, y habrán hecho lo que hayan querido.
40. Y Tomás les dijo: No os aflijáis, hermanos, porque al venir yo de la India en una nube vi el santo cuerpo, acompañado de multitud de ángeles, con gran gloria, y pedí que me bendijese, y me dio este ceñidor.
41. Y cuando los discípulos lo vieron, alabaron a Dios con fervor, y cerraron la caverna con una piedra, y subieron al monte Olivete, y allí se pararon, y dijeron: ¡Oh Jesucristo, Dios y Señor nuestro! Tú nos has sacado de los dolores de este mundo, y nos has mostrado tu grandeza y nos has hecho bendecir por la Virgen María antes de llevarla de este mundo efímero, y nos has prometido que nos darás el poder de obrar sobre el áspid y el basilisco y el maligno demonio, y nos has dicho que en el día del Juicio estaremos en doce sitiales para juzgar a las doce tribus de Israel. Dígnate ahora bendecirnos.
42. Y se prosternaron ante el Señor, y los bendijo, y empezaron a cantar las alabanzas de la Virgen María.
43. Y he aquí que sonó entre ellos una voz que decía: Vuelva a su lugar cada uno de vosotros. Y carros de fuego llegaron sobre nubes, y cada uno fue devuelto a su residencia, y los muertos a sus sepulcros.
CAPITULO VI – ENTRADA DE MARÍA EN EL PARAÍSO
1. Y cuando María hubo sido llevada al Paraíso, vino Nuestro Señor Jesucristo con multitud de espíritus celestes. Y los fundamentos del Paraíso están en la tierra, y llegan hasta el cielo, y de ellos arrancan cuatro ríos. Y cuando el diluvio cubrió la tierra, el Señor no permitió al agua llegar al Paraíso.
2. Y dijo ala bienaventurada María: Contempla la gloria a que has sido transportada.
3. Y ella se alzó y vio una gran gloria, inasequible a la vista del hombre, y he aquí que Enoch, Elías, Moisés y los demás profetas y patriarcas y elegidos adoraron al Señor ya la Virgen, y se fueron.
4. y dijo el Señor a María: He aquí los bienes que he prometido y preparado a los santos.
5. Y, levantando los ojos, vio María magníficas y esplendentes moradas, y admirables coronas de mártires, y árboles perfumados y soberbios, y un aroma que no es posible describir.
6. y el Señor tomó frutos de aquellos árboles y los dio a la Virgen, y f le dijo: Sube a lo alto del cielo y verás. y ella subió y vio el primero y el segundo cielos, y en el tercero vio la mansión celeste y otras grandes maravillas, y loó a Dios, que había creado en los cielos tantas cosas admirables, que el hombre no puede pintar ni comprender.
7. Y el Señor ordenó al Sol que se detuviera en las puertas del cielo, con una de sus fases vuelta al Paraíso, y el Señor, en un carro de fuego, estaba encima de él.
8. y María vio los tesoros de la luz, donde están la nieve, y el granizo, y el rocío, y el trueno, y la lluvia y todo lo semejante. Y vio las legiones de los ángeles, con las alas abiertas, diciendo: Santo, Santo, Santo. y vio las doce casas de la luz, y en la puerta de cada una un guardián.
9. y vio la puerta grande de los Jerusalenes celestes, y escritos sobre ella los nombres de los justos Abraham, Isaac, Jacob, David y todos los profetas, desde Adán.
10. Y, al entrar la bienaventurada María por la primera puerta, los ángeles se inclinaron y la alabaron, y al entrar por la otra puerta, los querubines le ofrecieron sus plegarias y, al entrar por la tercera, la glorificaron los serafines.
11. y cuando pasó la cuarta puerta, miríadas de ángeles la alabaron, y cuando cruzó la quinta, la loaron el trueno y la tempestad, y cuando traspuso la sexta, los ángeles exclamaron: Santo, Santo, Santo es el Señor Sabaoth. Salud y gloria a ti. El Señor sea contigo, alabada entre todas las mujeres, y alabado sea el que ha nacido de ti.
12. y cuando pasó la séptima puerta, la luz la loó, y cuando cruzó la octava, la alabaron la lluvia y el rocío, y en la novena, Gabriel y Miguel y los demás ángeles la adoraron, y en la décima, el Sol, y la Luna, y las estrellas, y los restantes astros la adoraron.
13. Y en la oncena, la loaron las almas de los discípulos, los profetas y los justos.
14. y en la duodécima vio a su Hijo, rodeado de gran esplendor y sentado en su trono, y ella se inclinó ante la majestad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
15. Y, volviendo los ojos a la Jerusalén celeste, quedó llena de estupor, sin poder comprender lo que veía, y el Señor le tomó la mano y le mostró los bienes y los tesoros de la Santa Iglesia, y otras cosas que no puede el ojo verlas, ni oírlas el oído, ni la lengua contarlas, ni el espíritu humano comprenderlas. y esas cosas serán otorgadas a los fieles, y gozarán de ellas por todos los siglos.
16. y la bienaventurada María fue hacia el Libertador de las criaturas, y él le dijo: Ésta es la morada de Enoch, donde él es alabado constantemente. Amén.
CAPITULO VII – MARÍA RUEGA AL CRISTO POR LOS PECADORES
1. y la bienaventurada María alzó los ojos, y vio muchos hombres que se movían, e innumerables tabernáculos. y había gran olor de incienso, y muchos cánticos, y todos los reunidos loaban a Dios.
2. y dijo María: Oh, Señor, ¿qué hombres son ésos?
3. y él contestó: Son los tabernáculos de los justos, y esas luces significan el honor de que gozan junto a mí. Y en el último día, resucitarán para gozar de estos bienes, y disfrutarán de una alegría aún más grande, y existirán por los siglos de los siglos.
4. y he aquí que la bienaventurada María vio otra región, muyoscura, de la que salía mucho humo, y un fétido olor, como de azufre, y un gran fuego. y en él muchos hombres que gritaban y que lloraban.
5. y dijo María: Señor, ¿qué hombres son esos que sufren en el fuego y en las tinieblas?
6. y él dijo: Es la región de la gehenna, en que están los pecadores, y ahí permanecerán hasta el último día, en que sus almas volverán a sus cuerpos, y sentirán una angustia y un dolor extremados, porque no habrán hecho penitencia de sus faltas, y estarán atormentados por un remordimiento continuo, como por un gusano roedor que no muere ni duerme. Y esto es porque, rebeldes a mis mandatos, han rechazado mi gracia y negado mi divinidad.
7. y cuando María vio las alabanzas de los justos, tuvo gran alegría, y cuando vio lo que esperaba a los pecadores, sintió gran tristeza, y rogó al Señor que tuviese piedad de los pecadores y los tratase con más dulzura, porque la naturaleza humana es débil. Y él se lo prometió.
8. Y tomándola de la mano, la llevó al Paraíso espléndido y santo, acompañada de todos los justos.
9. y he aquí que llegaron antes a Pedro, Pablo y Juan, pidiéndoles que anunciasen todo lo concerniente a María, y que se había aparecido a muchas personas dignas de crédito.
10. y he aquí uno de sus milagros: Había en el mar noventa y dos buques, y estaban a merced del viento y de las olas. Y los marineros invocaron a María, y ella se les apareció, y fueron salvados.
11. y unos viajeros sorprendidos por ladrones invocaron a María, y ella se les apareció e hirió a los malhechores como el rayo, y quedaron ciegos, y los viajeros salvados adoraron al Señor.
12. Y, habiendo caído en un pozo el hijo de una viuda, ésta invocó a María, y dijo: ¡Oh Santa María, asísteme y salva a mi hijo! y la Virgen apareció y sacó del pozo a su hijo, y éste no se ahogó.
13. y un hombre enfermo gravemente hacía seis años había dado mucho dinero a los médicos, sin conseguir curar. y quemó incienso, y dijo: ¡Oh Santa María, Madre del Redentor, vuelve los ojos a mi cuita y sálvame! Y ella le apareció, y lo tocó, y él curó de su enfermedad, y fue al templo, y dio gracias a Dios ya la Virgen.
14. y un gran barco lleno de hombres naufragó en el mar, y ellos gritaron: ¡Protégenos, oh Virgen bendita! y se les apareció, y los condujo a tierra sanos y salvos.
15. y un dragón, que salió de una caverna, atacó a dos mujeres que iban de viaje, y al ir a devorarlas invocaron a María, diciendo: Sálvanos. Y se apareció la Virgen María, e hirió con su mano al dragón, y le abrió la cabeza hasta las orejas, y las mujeres alabaron a Dios.
16. y un mercader reunió mil dineros para comprar mercancías, y perdió su bolsa, y no lo notó hasta transcurrido gran trecho, y se puso a golpearse el rostro ya llorar. y luego imploró a la Virgen, diciendo: ¡Oh bienaventurada Virgen, asísteme! y ella se le presentó y dijo: Sígueme y no te aflijas. Y la siguió hasta el lugar en que perdió su bolsa, y la encontró, y siguió su camino alabando a Dios ya Nuestra Señora.
17. y cuando los discípulos supieron los milagros obrados en Roma y en otros sitios, glorificaron a Dios, y tuvieron gran júbilo y escribieron las cosas que había hecho María en su vida y después de su muerte. Y era el año 345 de la era de Alejandro.
18. y hubo muchos milagros en otras ciudades que, si se escribiesen, llenarían infinidad de libros.
19. y los discípulos dijeron: Celebremos su fiesta tres veces cada año, porque sabemos que los ángeles la ensalzan con júbilo, y que por ella el mundo será salvado.
20. y marcaron para celebrar su conmemoración el segundo día siguiente a la Natividad del Señor, para que las malas hierbas pereciesen, y para que las mieses prosperasen, y para que los reyes fuesen protegidos por María, y para que no hubiese guerra entre ellos.
21. y fijaron el día decimoquinto del mes para que los insectos no saliesen a destruir las siembras, lo que trae el hambre, y hace que los hombres vayan entonces a los lugares santos a pedir que Dios los libre de tal plaga.
22. y señalaron el tercer día de su fiesta en el15 del mes, que es cuando ella salió del mundo, e hizo milagros, y cuando los árboles y los frutos maduran.
23. y dispusieron que, al llevar una ofrenda al Señor, se presentaría en la iglesia, y que los sacerdotes debían orar sobre ella, y decir: Hemos establecido los ritos según los cuales deben los que están bautizados ofrecer sus sacrificios, para que no tengan nada de común con los que no creen en ti ni en tu madre, que a los que creen ya les has ofrecido tus bienes. Concédenos la alegría y los bienes que has prometido a tus elegidos. Danos esos bienes que no puede ver el ojo, ni oír la oreja, ni comprender el espíritu. Y atiende a nuestras plegarias por el rebaño que ves en torno nuestro. Recíbelos en tu custodia, y ayúdalos, sin consentir que ninguno perezca, en nombre de Santa María y de todos los santos. Amén.
24. y mientras los discípulos estaban en oración en los lugares sagrados, he aquí que el Señor Jesucristo se les apareció, diciendo: Regocijaos, que cuanto pedís se os dará, y vuestros deseos se cumplirán en vuestro Padre celeste.
25. y la bienaventurada María me ha mostrado a mí, Juan, que predico el Señor, aunque indigno, todas las cosas que Cristo le ha mostrado, y me ha dicho: Escribe estos hechos, hijo, y añádelos a los libros que escribiste antes de yo salir de este mundo perecedero. Y te pedirán que los muestres, y quienes los lean serán henchidos de gozo, y alabarán el nombre de Dios,
y, aunque indigno, el mío.
26. y te hago saber que en el fin de los tiempos los hombres estarán llenos de desgracias, y de guerras, y de hambres, y de terror, por culpa de los muchos pecados que habrán cometido y de su poca caridad.
27. y muchas calamidades barrerán la tierra. Y sólo será preservado el hombre que se humille, y el que desee los bienes divinos, y el que trabaje con denuedo en hacer el bien, y el que ejerza la caridad y la misericordia, y el que tema la cólera de su Creador.
28. y muchos milagros se verán en el cielo y en la tierra. Y vendrá el Hijo eterno, nacido del Padre antes de los siglos, y llegará a Betlehem, y no hallará entre los hombres fe ni justicia.
29. y la bienaventurada María me llamó: Hijo mío, y yo le dije: Oh madre mía, la salud sea contigo, y tu bendición se expanda a doquiera vuelvas tus ojos. Yo espero en tus plegarias y en tu intercesión. Libra al mundo de sus dolores y haz que los hombres entren en el sendero de la fe y de la verdad. No falte el amor del Señor a Adán ni a su raza, creada por la mano de Dios, y el enemigo del hombre sea apartado por la misericordia del Señor.
30. y la bienaventurada María contestó: Amén. y los años que la Virgen, madre de Dios, vivió sobre la tierra, fueron cincuenta y nueve, y desde su natalicio hasta que entró en el templo habían pasado tres años. Y estuvo once y tres meses en el templo, y llevó nueve meses en su seno al Señor Jesús, y pasó treinta años con él, cuando vivía sobre la tierra, y desde su ascensión al cielo pasaron once años, y así se completan los cincuenta y nueve. Confiemos en sus ruegos cerca de su Hijo querido para salvar nuestras almas por los siglos de los siglos. Amén. El humilde José, hijo de Khalil Nunnak, ha trascripto esta historia. Dios incluya en su misericordia cuantos la escribieron, la leyeron o la oyeron. Amén.
El día 14 de mayo de 1733, en la iglesia de San Ambrosio, de la ciudad de Valladolid, el Sagrado Corazón hizo al jesuita Padre Bernardo de Hoyos, la tan conocida Gran Promesa: “Reinaré en España -le dijo- y con más veneración que en otras partes”. Y el P. Hoyos manifestó a uno de los primeros apóstoles de la devoción al Sagrado Corazón en España lo siguiente: “Si se echa tarde la semilla de esta devoción, no importa. Aunque España comience la última en su carrera, podrá su alentado fervor alcanzar y, por ventura, pasar con el favor divino a los primeros”. Y completaba su profecía, diciendo: “Espero que se ha de introducir, qué digo introducir, que se ha de entronizar en España el Corazón adorable de Jesús”.
Y cuando en el plan de la Divina Providencia llegó el día de levantar el trono desde el cual el Corazón de Jesús, en cumplimiento de su promesa, había de reinar sobre España y elegir el lugar para entronizar en la Nación su sagrada imagen, la elección recayó sobre el Cerro de los Ángeles, en Getafe y a 13 kilómetros de Madrid, capital.
La idea partió de don Francisco Belda y Pérez de Nueros, quien en una carta abierta con fecha 13 de junio de 1900 dirigida al director de la revista “La Semana Católica”, de Madrid, y que fue publicada en el número 17 del mismo mes y año, proponía la elección de dicho lugar para el emplazamiento del Monumento Nacional al Sagrado Corazón de Jesús y a la Inmaculada, delante de la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles. La iniciativa estaba lanzada, pero su plan, sin duda, por las circunstancias adversas de entonces, quedó como desterrado y casi condenado al olvido.
El Monumento al Sagrado Corazón
Dos lustros más tarde, el solemne Congreso Eucarístico de Madrid en el año 1911, con aquel inesperado final de la consagración de España, con texto del P. Postíus, en el salón del trono de palacio y ante los Reyes, dio nuevo impulso al deseo de levantar, pese a que ya se estaba construyendo el Tibidabo en Barcelona, un Templo Nacional consagrado al Corazón de Jesús en Madrid. La idea prendió con fuerza y entusiasmo en la “Unión de Damas Españolas” junto con la infanta María Teresa y el Obispo de Madrid-Alcalá D. José María Salvador y Barrera, quienes apadrinaban la idea de dedicar la catedral de la Almudena, -en obras-, como dicho Templo Nacional, ratificando la consagración efectuada pocos días antes en el Palacio Real. Por lo que en la cripta de la Almudena, con nueva fórmula del P. Oliver Copóns, volvió a repetirse la ofrenda de España, de sus instituciones, de sus leyes, de sus hogares y de sus habitantes al Corazón de Jesús, logrando así establecer un nexo entre la consagración nacional y el templo nacional, imitando el ejemplo parisino de Monmartre.
Pero, poco después, sería otro seglar, don Ramón García Rodrigo de Nocedal, fervoroso miembro de la Adoración Nocturna y terciario franciscano de la iglesia de San Fermín de los Navarros quien daría el empujón definitivo a la propuesta primera de D. Francisco Belda, para la erección del Monumento al Sagrado Corazón en Madrid. Él también, desconociendo la iniciativa de éste, eligió el Cerro de los Ángeles por estas razones: por estar situado en el centro geográfico de España, significando también el deseo de que el Sagrado Corazón ocupara el centro de la vida del país y por estar próximo a la Corte, centro oficial de la Nación. Y esta idea se la transmitió al peruano Mateo Crawley, religioso de los Sagrados Corazones, y al ya santo jesuita P. José María Rubio, entonces director de las “Marías de los Sagrarios” de Madrid.
Desde 1914, el Padre Crawley había establecido su obra de entronizaciones en Madrid con el placet del Primado, Cardenal Guisasola, creando el “Secretariado Central de Entronizaciones” como una sección de la “Unión de Damas Españolas”, cuya presidencia la ostentaba doña María de la Natividad Quindos de Tejada y Villarroel, Duquesa de la Conquista, y quien tenía por director espiritual al P. José de Calasanz Baradat. Y ante el ingente número de entronizaciones en los hogares se comenzó a hablar también de realizar una entronización solemne y nacional del Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles. Los padres Crawley, Baradat y Rubio junto con las “Damas Españolas” se dedicaron por su cuenta a promover la iniciativa de los señores Belda y Rodrigo de Nocedal.
En ese mismo año de 1914, tuvo lugar otro hecho de importancia corazonista: se inició el proceso de beatificación del P. Bernardo de Hoyos.
El cerro de los Angeles con el Monumento
El 30 de junio de 1916, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, fue colocada la primera piedra del monumento por el obispo de Madrid-Alcalá Mons. Salvador y Barrera, acompañado de una amplia representación de sus promotores, autoridades civiles y militares, clérigos y de numeroso público, según consta en acta. Y en agosto de ese mismo año, el papa Benedicto XV concedía indulgencias a todos aquellos que ayudasen en la construcción.
El costo de la obra fue sufragada por suscripción popular. Miles de personas, desde el propio Papa, la Familia Real, los Cardenales, Arzobispos y Obispos, el Protectorado Español de Marruecos, América… hasta gente de todas las clases sociales, contribuyeron ilusionada y generosamente a la recaudación de fondos para la construcción del Monumento. Se recaudó más de medio millón de pesetas y el sobrante se le entregó al Obispo de Madrid-Alcalá para fines determinados. La estatua del Corazón de Jesús fue costeada, con una aportación de 50.000 pesetas, por el señor Conde de Guaquí, paisano del P. Mateo y embajador del Perú en el Vaticano, quien, en carta particular, expresaba su propósito con estas palabras: “Es mi intención, ciertamente, honrar al Sagrado Corazón. Pero también manifestar así muy solemnemente la gratitud del Perú a aquella España católica que nos civilizó con la fe de Cristo y la moral del Evangelio”.
El proyecto les fue encomendado al arquitecto Carlos Maura y Nadal y al escultor Aniceto Marinas. Las dimensiones del Monumento eran 28 metros de altura, por 31,50 de ancho y 16 de fondo.
La imagen de Jesús medía 9 metros, constaba de 45 piezas, y para labrarla se precisaron 37 metros cúbicos de piedra. El material empleado era piedra arenisca de Almorquí, y en la totalidad del Monumento se invirtieron 882 toneladas.
La inauguración, en principio, estaba prevista para el día 10 de noviembre de 1918, pero la epidemia que asolaba el país obligó a posponerla, fijándose el acto para el 30 de mayo de 1919, fiesta de san Fernando Rey y aniversario de boda de los Reyes.
Sólo una semana antes, el 24 de mayo, el nuevo Obispo de Madrid-Alcalá, don Prudencio Melo Alcalde, – en un número extraordinario del Boletín Oficial del Obispado – dirigió una circular al Clero y Fieles de su Diócesis acerca de la inauguración del Monumento al S. C. de Jesús en el Cerro de los Ángeles , en la que, entre otras cosas dijo: “… porque el Monumento, oración esculpida en piedra, profesión de fe y de amor de un pueblo cristiano, se levanta gallardo sobre el Cerro de los Ángeles, y, Dios mediante, el día 30 de los corrientes, festividad del Santo Rey Fernando III, hemos de celebrar su inauguración.
La fórmula de la Consagración, muy breve, rezaba así: “Corazón de Jesús Sacramentado, Rey de Reyes y Señor de los que dominan: ante vuestro augusto trono de gracia y de misericordia se postra España entera, hija muy amada de vuestro Corazón. Somos vuestro pueblo que de nuevo se consagra hoy a Vos. Reinad sobre nosotros. Que vuestro imperio se dilate por los siglos de los siglos. Amén.
Y, por fin, llegó el 30 de mayo de 1919, el día soñado y señalado para la bendición del Monumento y la Consagración de España al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles.
Principalmente utilizaremos como hilo conductor, para conocer con todo lujo de detalles lo allí vivido en tan fervorosa e histórica fecha, el artículo-crónica que el jesuita P. Remigio Vilariño, eminente testigo presencial, escribió en el mensajero del año 1919 (pág. 520-534), complementado con algunos párrafos de la prensa de aquellos días.
“Llegado, pues, el día de San Fernando – escribe el P. Vilariño –, aniversario de la boda del Rey, a media mañana, una no interrumpida fila de autos y coches de varias clases, de cabalgaduras y hasta de carros se dirigía al Cerro de los Ángeles, distante de Madrid unos quince kilómetros. Por el tren, en distintos viajes, llegaron también bastantes a Getafe, desde donde tenían que andar hasta el Cerro algo más de dos kilómetros.
A poco de salir de Madrid se presentaba el Cerro como un altar gigante en medio de la llanura. Acercándose un poco más se veía la ermita de la Virgen de los Ángeles. Acercándose más todavía se distinguía bien el monumento y la estatua de Nuestro Señor. Extendida por el viento hacia ella una gran bandera española presentaba el emblema de la patria que miraba a Jesucristo y se extendía hacia Él como deseando besarle y envolverle y abrazarle.
El silencio aumentaba en el corazón envolviendo mil vagos pensamientos.
La subida se hizo con mucho orden gracias a las acertadas disposiciones que se tomaron. Llegó toda la gente, que se fue replegando en las sillas que en número de tres mil se había dispuesto ordenadamente. Llegó la nobleza, los caballeros con sus uniformes, los Grandes con sus insignias, los Prelados con sus capisayos, Comisionados y Representantes de muchas asociaciones, los Ministros todos menos el de Hacienda que estaba enfermo. Llegó para hacer guardia y presentar honores el Regimiento del Rey que se situó al lado del monumento
A las once y media en punto se izó en la tribuna regia, formada por tapices, el pendón morado de Castilla, y aparecieron los reyes en medio de aclamaciones y vivas al rey cristiano que venía entonces como nunca en nombre de la Nación. Estaba el rey vestido de capitán general de media gala, cruzado el pecho por la banda de Mérito militar roja, y por el Toisón de Oro, el gran collar de Carlos III y la venera de las Órdenes militares. La Reina Victoria Eugenia traje gris con abrigo de seda negro y sombrero del mismo color.
El Rey Alfonso XIII en la Consagración
El Rey pasó revista a la compañía, situándose después en la tribuna con las demás Reales Personas – las Reinas, los Infantes e Infantas – y séquito. El Gobierno del Sr. Maura en pleno y el Cardenal Primado recibieron a los Soberanos a la puerta de la tribuna.
“Al punto, el Nuncio de Su Santidad, Monseñor Francesco Ragonesi, revestido de Pontifical y asistido por canónigos de la S. I. Catedral de Madrid, bendijo el Monumento. Luego el señor Obispo de Madrid-Alcalá, D. Prudencio Melo Alcalde comenzó la Santa Misa. El Orfeón del Círculo de San José y el del Sindicato Obrero femenino de María Inmaculada entonaron durante el Santo Sacrificio el “Gloria in excelsis Deo” y el “O salutaris Hostia”, de Gayoso. Imponente fue el acto de la elevación por vez primera en aquel altar colocado al pie del monumento, mientras la banda saludaba con la marcha real al “Rey de Reyes”, que no ya en imagen, sino realmente presidía desde entonces nuestra reunión y venía a recibir nuestra Consagración”
Antes de la bendición final, fue leído el siguiente telegrama de su Santidad: “El Santo Padre ha sabido con particular satisfacción la inauguración del Monumento Nacional dedicado al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, de esa Diócesis. Concede de muy buen grado a V. E. la facultad de dar la Bendición Papal, con indulgencia plenaria, en las condiciones ordinarias, a todos los que asistan a la ceremonia religiosa” –Cardenal Gasparri –. Y terminada la misa, Mons. Melo impartió la Bendición Papal concedida por S. S. Benedicto XV.
Y llegó el momento más augusto de toda la ceremonia, el momento por el cual estábamos allí todos congregados en medio de España: Su Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.
Cuando, en su día, se le preguntó al Rey Alfonso XIII si asistiría a la inauguración del Monumento, él contestó: “No hay dificultad”. Y cuando se le volvió a preguntar si leería el acto de Consagración, respondió. “Sí, por cierto”. De ahí que, cuando, posteriormente, el P. Mateo le felicitó por haber asumido esa responsabilidad, el propio Rey le contestó: “No merezcotantos parabienes, Padre, pues no he hecho sino cumplir con un deber de conciencia. Era preciso probar que, si soy oficialmente católico, no lo soy menos íntima y privadamente”.
Acabada la misa, en el centro del altar se expuso en rica custodia al Señor en hostia consagrada en la misma misa, y el Duque del Infantado y el señor Obispo de Sión se dirigieron a la tribuna real para acompañar a su Majestad hacia el altar. Siguió al Rey toda la real familia, que quedó de rodillas junto al altar. Alfonso XIII, lleno de serena majestad, subió las gradas del Monumento hasta el pie del altar donde recibió el pergamino que le ofreció el Duque del Infantado con la fórmula de la Consagración.
Sobre la fórmula de la Consagración hemos de consignar que es innegable su relación con otras ya usadas en dos ocasiones extraordinarias anteriores: al terminar la procesión del Congreso Eucarístico Nacional de Valencia, noviembre de 1893, y la del Congreso Eucarístico Internacional de Madrid en junio de 1911 Ambas fórmulas le fueron presentadas al Rey, quien escogió una adaptación de la de Valencia con algunos retoques personales compatibles con otras sugerencias aducidas por algunos.
El Monarca, puesto de rodillas al lado de la Epístola y apoyado en su sable, presenció reverente la Exposición del Santísimo Sacramento. Terminado el “Pange lingua”, permaneciendo todos de rodillas, alzóse únicamente el Rey y vuelto hacia el Santísimo y ligeramente también a su pueblo que le rodeaba y le escuchaba, con voz pausada y serena, pero marcada y firme, pronunció el Acto de Consagración con estas palabras:
“Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón del Dios – Hombre, Redentor del Mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan:
España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante ese trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la Península.
Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos, y a través de comunes azares y mutuas lealtades, esta gran Patria Española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
Sintiendo la tradición católica de la realeza española ycontinuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el Reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley. Reconocemos que tenéis por blasón de vuestra divinidad conceder participación de vuestro poder a los príncipes de la tierra, y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz. Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna; luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y el principio propulsor de toda vida y detodo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.
Venga, pues, a nosotros Vuestro Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras y en nuestras leyes e instituciones patrias.
Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que a tantos pueblos ha desangrado. Continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia.
Desde estas alturas que para Vos hemos escogido como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios, para que en la pacífica armonía de todas las clases sociales encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo.
Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la nación y defensa del derecho.
Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de vuestro amor y en el regalado seno de vuestro Corazón adorable. Así sea”.
La familia Real en la Consagración
Al acabar, el público prorrumpió en vítores y aclamaciones. El jesuita P. Zacarias García Villada, posteriormente asesinado en julio de 1936, comentaba que se trató de un “acto de acatamiento, por el que nuestro Rey, humillando su cabeza, reconocía a Jesucristo por Rey de Reyes y Señor de los que dominan”. Desde ese momento, aseguraba, “se puede decir con verdad que se ha cumplido la promesa que el Corazón divino hizo al P. Hoyos, de que reinaría en España con más veneración que en otras partes”. Hoy, desde lo alto del Cerro de los Ángeles, puede decir el Sagrado Corazón de Jesús las palabras esculpidas en el fuste de aquel grandioso monumento: “REINO EN ESPAÑA”.
Y desde este día el Cerro de los Ángeles empezó a ser para los españoles algo íntimamente unido e inseparable de la Nación, porque, como en aquella fecha escribía el cronista de la revista “Ciencia Tomista”, “España se había consagrado allí al Salvador del mundo, como en tiempos de Recaredo y de Pelayo, de Alfonso VIII, de Fernando III el Santo y de Felipe II”.
“La primera parte del texto consagratorio – escribe Luis Cano en su excelente y documentada obra “Reinaré en España”, concatenando diversas citas de varios autores – resaltaba el papel de la monarquía y de la religión en la constitución de España como patria. Desde ese momento Alfonso XIII contaría con una adhesión entusiasta de un gran sector del catolicismo español, que creía en la unión del trono y del altar y veía en él la encarnación de la monarquía católica que haría posible un resurgimiento nacional. La fórmula reconocía también el origen divino del poder político, algo que reforzaba todavía más esa misión providencial del Monarca”.
“Los grandes problemas nacionales se reflejaban también en la fórmula, aunque veladamente: el anhelo del orden y de la paz social; la búsqueda de una pacífica armonía de las clases sociales; la situación del ejército, que en esos momentos sufría la tentación de la indisciplina y la desmoralización por culpa de la desastrosa guerra de Marruecos.
“También se mencionaba la Primera Guerra Mundial en la que España había conseguido mantener la neutralidad. El acto del Cerro de los Ángeles constituía un agradecimiento a Dios por la especial protección de la Providencia, que a través del Sagrado Corazón – el símbolo por excelencia de la paz – había preservado al país de ese flagelo. Los comentaristas señalaron que éste había sido uno de los principales motivos del acto del Cerro”
La consagración se vivió con fervor en toda España, como se había pedido a través de la carta pastoral del Obispo de Madrid, Mons. Melo Alcalde: las misas de comunión general en todas las iglesias en acción de gracias por la paz; la recitación de la breve fórmula de consagración ante el Santísimo expuesto, a las doce de la mañana, como signo de unión a la consagración general que en esos momentos se realizaba en el Cerro de los Ángeles; el repique de campanas, los adornos, luces y colgaduras en balcones y fachadas contribuyeron a dar a ese día el regocijo de un gran acontecimiento festivo. El P. García Villada decía que la consagración fue “un acto de agradecimiento a Dios y de reparación, una profesión de fe pública, valiente y alentadora… y una de las páginas más trascendentales de la historia contemporánea de nuestra patria”. Fue, sobre todo, una afirmación de la realeza de Cristo y de su soberanía sobre la nación española.
Pero, como advertía el P. Vilariño, no bastaba proclamar oficialmente que Cristo reina en España para que ese reinado fuera ya efectivo. El jesuita invitaba a los lectores del “Mensajero” a que no se duerman en la almohada de la confianza, que es la almohada de los desengaños. El reinado de Cristo en España estaba por hacer: el acto del Cerro de los Ángeles era la señal de partida para ponerse en marcha, pero lo importante era trabajar para que “ reine el amor de Cristo en los corazones de los hombres, en las familias españolas, en las inteligencias de los sabios, en las cátedras, en las letras, en las leyes, y en todas las instituciones patrias. Eso, eso, hay que procurar a toda costa. En definitiva, una presencia de la religión cristiana que no se quedara en meras manifestaciones exteriores o triunfalistas. Un catolicismo que informara a la vez la vida colectiva y personal”.
El P. Antonio Madariaga consideró a la consagración como “todo un programa de regeneración social; justicia y amor”. Justicia no sólo en el sentido jurídico-moral, sino también como “adaptación del hombre a las normas de rectitud y de la honestidad” y como el ajustamiento “al ideal de perfección, que no es otro que la ley evangélica, que, supuesta la ley natural escrita por Dios en los corazones de los hombres, añade los preceptos y consejos dados por Jesucristo y que constituyen la ascética cristiana”.
En contraste con el entusiasmo del pueblo sinceramente católico que se siente unido al acto de su Rey, surgió el grito furioso de las sectas, que escupían su rabia contra aquel acto que era calificado de “delirio y loco desafío”. Consta con toda certeza que primero quisieron disuadir al Rey de llevarlo a efecto, y luego forzarle a su anulación (por compromisos masónicos) para garantizar su trono.
Ciertamente, el significado del paso que Alfonso XIII había dado y su trascendencia eran muy claros y levantó contra él una oleada de protestas , a la vez que se difundía el rumor de que iba a ser destronado en cuestión de pocos años.
Apenas inaugurado, el partido liberal disparó el primer tiro del combate que terminaría con la destrucción del Monumento en agosto de 1936. “El acto realizado por el Rey – se dijo – encierra una trascendencia inmensa y es un reto para el liberalismo” y la fórmula de consagración empleada por el Monarca “es vergüenza de España y escándalo para Europa”.
En un mitin electoral celebrado aquellos días, Miguel Morayta calificó de bochornoso el espectáculo de Madrid engalanado para celebrar la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús; Roberto Castrovido dijo que el acto del Cerro de los Ángeles era “dogmáticamente una herejía y estéticamente una aberración”; Julián Besteiro afirmó que era “un acto bochornoso y peligroso”, y Pablo Iglesias terminó su diatriba contra el Cerro de los Ángeles diciendo: “La locura ha hecho presa en la cabeza de nuestros gobernantes”.
Tras haber expuesto el acto y la fórmula de la Consagración y la disparidad de criterios y pareceres sobre el hecho, vamos a concluir la narración de lo que se vivió en aquel histórico día en el Cerro de los Ángeles con el colofón final: la Procesión Eucarística.
“España estaba consagrada al Corazón de Jesús. Había hecho su besamanos –escribe el P. Vilariño – ante el Rey del Universo en el altar del trono erigido en medio de España, y ya el Señor iba a retirarse de entre nosotros. Le acompañaron en la procesión los más nobles de la concurrencia, y recogiendo nuestras amantes miradas, pasó en medio de todos por la larga calle del Cerro, desde el monumento hasta la ermita.
Sencillo, pero solemne paso. Portaba el ostensorio de oro de la Casa Real el Sr. Cardenal Primado. Llevaban las varas del palio el infante don Carlos, el Ministro de la Guerra, el Duque del Infantado, el Marqués de Aguilafuente, el Vizconde del Val de Erro y el Duque de Vistahermosa. El palio era de tisú de oro, propiedad el Convento de las Reparadoras de Madrid.
Seguían, -con velas encendidas-, los Prelados, la Familia Real, el Gobierno, las Órdenes Militares, representantes de la Guarnición de Madrid, una Comisión de Artillería de Getafe y de la Junta de Acción Católica, presidida por el Marqués de Comillas.
La ondulada procesión cubría el Cerro. Por un lado resonaba el “Tantum ergo”, por otro el “Pange lingua”, por otro la “Marcha Real”, por otro el “Himno Eucarístico”. Y en todos los corazones el himno de acción de gracias y el aleluya del gozo religioso y patriótico.
Desde la altura de la ermita se nos dio la bendición con el Santísimo a los ecos lejanos de la Marcha Real.
– Su Majestad puede ya retirarse – cuentan que le dijeron al Rey.
– No, -respondió Alfonso XIII-, le acompañaremos hasta que quede reservado en su Sagrario. Y le siguió hasta la iglesia como antes.
“Todo estaba hecho, y hecho con felicidad, sigue diciendo el padre Remigio Vilariño. El desfile se hizo primero de sus Majestades y Altezas con aclamaciones y vivas mucho más entusiastas y sinceros que antes de la fiesta. Luego de todo el público por su orden con íntima satisfacción y alegría”
Hemos pasado un día hermoso. Para todo aquel que ame a Nuestro Señor Jesucristo, y que conozca algo de los tesoros de amor que nuestro Redentor se merece por el amor que Él nos tiene y por el amor que ha tenido a España en los tiempos pasados, ha sido un día hermoso, magnífico… inolvidable.
En la Crónica ofrecida por el diario madrileño “El Universo” leemos lo siguiente : “… en aquel marco inolvidable, la voz sonora y potente de un Monarca valiente y gallardo, que hace pública y solemne manifestación de la fe que dio sobrenombre glorioso a sus antecesores, y a él mismo, en ceremonia que trae el recuerdo, conmovido, las gestas de los Recaredos, de los Fernandos, de los Jaimes, grandes como guerreros, inmortales como legisladores, amados como padres de sus pueblos, de lo que nosotros somos continuadores”.
El acto, único en su clase y como no se había visto quizás en España, fue calificado años más tarde por Su Santidad el Papa Pío XI de “gestoinmortal de verdadera y soberana caballerosidad, digno en todo de la historia y de la hidalguía del pueblo español, caballeroso por excelencia”.
Podemos resumirlo todo, según las informaciones de la Prensa, con estas palabras: Celebración con inusitada solemnidad y extraordinaria brillantez la inauguración del Monumento, en un marco inolvidable y con esplendores de un culto único en lo de acercar el arte a la divinidad. Prodigio de orden y excelente organización del acto de un modo insuperable en todos sus detalles, sin dar lugar a confusión alguna en la colocación de los invitados y asistentes a la ceremonia.
Participaron en tan solemne, masivo, piadoso y emotivo acto los Reyes, la Reina Madre María Cristina, los Infantes, los Príncipes, El Gobierno de la Nación , el Sr. Nuncio, Cardenal Primado, veintidós Prelados, Cabildo y Clero de Madrid, Órdenes Militares (Alcántara, Montesa y Calatrava) Duques, Marqueses, Condes, Gentilhombres, toda la Aristocracia de la Capital, un sinfín de Autoridades civiles y militares y más de quince mil personas que llegaron en trenes especiales, coches, autos, carros y a pié, formando filas interminables a lo largo de las carreteras desde Getafe, pueblos circunvecinos y desde el propio Madrid, quienes conservarán un recuerdo indeleble de tan hermosa y espléndida ceremonia.
“En suma, ha sido una fiesta grandiosa, imponente, de una incomparable grandeza imposible de ser reflejada en estas líneas, de acertar con la referencia ni dar con el acertado comentario, pues reseñarla tal como fue es una empresa superior a las fuerzas humanas”.
Y terminamos con unas palabras de D. Emiliano Aníbarro Espeso, quien fue Director de la Obra Nacional del Cerro de los Ángeles y Rector del Santuario durante mucho años, tomadas del Librito “Ayer y Hoy del Cerro de los Ángeles”, que dice así: “El centro geográfico de España, el día 30 de mayo de 1919 se convirtió en centro de atracción espiritual de todos los españoles. Allí, al pie del Monumentos del Sagrado Corazón de Jesús, convergían los pensamientos, los sentimientos de amor, de fe y de entusiasmo de todos los pueblos de la nación española, y de allí irradiaban palpitaciones de alegría, afecto, gratitud y bendición, que se extendieron por todas las tierras de España anunciando la buena nueva del advenimiento del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en el pueblo de sus predilecciones”.
Fuente: Vicente Lorenzo Sandoval. Director de la Obra Nacional del Cerro de los Ángeles y Rector del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús.Getafe, “Cerro de los Ángeles”, 15 de Junio de 2009