El clericalismo es uno de los males más perniciosos dentro de la iglesia católica.

Porque genera soberbia en los sacerdotes.

Y fea servilidad entre los laicos.

Que termina pagándose con abusos.

El clericalismo es un elemento que abona el terreno para pecados y que a su vez los protege con un manto de silencio.

El Papa Francisco ha sido uno de los pontífices que ha hablado más contra el clericalismo.

Sin embargo no parece que su prédica sea muy atendida.

Y cómo es una hidra de muchas cabezas, a veces se cuela imperceptiblemente, aún en los discursos menos clericalistas

Por eso quisimos hacer en este artículo una descripción de las distintas cabezas que puede manifestar.

 

CÓMO PODEMOS DEFINIR EL CLERICALISMO

El clericalismo es un término que se ha utilizado originalmente en círculos políticos, para referirse al poder la Iglesia Católica en la vida política.

De esta forma los clericalistas eran los que propulsaban la intromisión de la iglesia en política y los anticlericales propendían a eliminar a la Iglesia del mundo político.

Son dos extremos que no funcionan de la misma manera en la acepción de clericalismo que se maneja dentro de la Iglesia Católica.

Porque el anticlericalismo no es el contrario al clericalismo, sin que lo es el término desclericalización.

El clericalismo es la actitud de identificar a la Iglesia con la jerarquía. Y a darle una importancia excesiva e incluso exagerada al clero.

Esto parte tanto del clero como de los laicos.

El clero por un lado asume una diferencia de rango con los laicos atribuyendo incluso a sus acciones más importancia e incluso superioridad moral que a las acciones de los laicos.

Mientras que los laicos imitan las costumbres de los ordenados, en lugar de vivir su propia vocación.

Incluso pueden llegar a tener la idea que sus contribuciones son menos importantes o de segundo orden que las de los sacerdotes

Y que la forma de vida de los sacerdotes, que ellos conocen, es la verdadera virtud cristiana.

Por otro lado también hay un juego, por el cual algunos laicos adquieren poder en la parroquia al promocionar el poder del clero y ser operadores de la agenda del sacerdote.

 

CUATRO CONSECUENCIAS DEL CLERICALISMO

Actualmente podemos visualizar cuatro consecuencias negativas de esta subcultura del clericalismo.

 

Minimización de los laicos por los ordenados

Puede ser desde un desprecio hasta una ignorancia de su colaboración.

Algunos ordenados, y esto es más común entre los sacerdotes que recién salieron del seminario, consideran que los laicos tienen vidas espiritualmente poco exigentes.

O que al no cumplir ciertos formatos de conducta que ellos han aprendido en el seminario, son considerados como poco respetuosos.

Entonces si los laicos no son capaces de actos de fe correctos, los ordenados deben poner básicamente énfasis en que los laicos no infrinjan determinadas leyes.

Esto lleva a los sacerdotes a considerarse no solamente separados del resto del pueblo de Dios, sino superiores a los laicos.

Y consolida la idea de que sólo los ordenados son completamente católicos, mientras que los laicos son aprendices de cristianos.

Desde el lado de los laicos se puede representar con este tipo de frases,

«El padre siempre tiene la razón»

«No cuestionar nada que haga un sacerdote u obispo».

 

Narcisismo de los sacerdotes

Estas conductas potencian la autoestima exagerada de los sacerdotes, que actúan como celebridades propulsados por la repetición de elogios y del ejercicio del poder.

Junto a ello podemos ver caprichos, un reforzamiento de los mecanismos que consolidan su poder, combatiendo generalizadamente a quiénes discrepan en algún punto, sin considerar porque lo hacen.

 

Una forma de manejo del poder

Tanto sacerdotes como laicos ven en este caso al sacerdocio como un lugar de poder y no como un lugar de servicio.

Jesús vio el sacerdocio como un lugar de servicio y el catecismo describe el sacramento a las sagradas órdenes como un sacramento al servicio de la comunión.

Sin embargo como en todo grupo humano funcionan mecanismos de poder.

Y podemos ver en las parroquias distintos estratos que tienen como cúpula al sacerdote, y después distintos niveles de permisos para usar ese poder por parte de algunos laicos.

 

Cultura del secreto

Significa que actividades ilegales o malas conductas se tapan con el argumento de no perjudicar a la Iglesia.

Esta cultura de la «omertá» combate decididamente a quienes critican o denuncian esas conductas.

El destape actual de los abusos sexuales y la homosexualidad en parte del clero muestra claramente la cultura de la «omertá», a través de obispos que no toman medidas contra los infractores.

Y también muestra qué le sucede a aquellos sacerdotes o laicos que denuncian el encubrimiento.

Generalmente corren el riesgo de ser separados y la destrucción de la carrera en los sacerdotes.

 

LOS LAICOS COMPROMETIDOS

En esta cultura del clericalismo los sacerdotes tienden a clericalizar a los laicos y los laicos piden ser clericalizados también.

Hay un término que se utiliza habitualmente para hablar sobre los laicos, que es definir a una persona como un “laico comprometido”.

Esto suele querer decir actualmente un laico comprometido con la estructura eclesial y no necesariamente con tareas de evangelización propias de los laicos.

Una forma invisible de clericalización es suponer que cuanta más cantidad de laicos haya en la estructura de la Iglesia menos clericalizada estará.

Sin embargo, en una institución clericalizada como la iglesia, los laicos entran a trabajar bajo las órdenes de sacerdotes.

Y entonces se convierten en simples ejecutores de lo que el clero decide.

No está mal que los laicos participen en las instituciones eclesiales, pero una verdadera desclericalización debe pasar por dos medidas

Una es que los laicos desarrollen real poder e Independencia en las actividades que hacen en la estructura eclesial.

Y otra primordial es que la estructura eclesial promueva las actividades que realizan laicos católicos, para el bien de la fe, Iglesia y la sociedad, fuera de la estructura eclesial.

Sin embargo vemos que la estructura eclesial ignora activamente los emprendimientos independientes de laicos y da notoriedad a la de los ordenados.

Y también vemos que algunos laicos preguntan – cuando hay un emprendimiento independiente de laicos – si tiene el permiso del obispo para actuar.

Incluso algunos laicos dan más credibilidad a un proyecto católico donde participa un sacerdote que a uno donde no participa uno.

Estas son variantes de la clericalización que a veces no se perciben como tales, porque la tendencia clerical es generar una elite laica que trabaja en las cosas de los sacerdotes.

Como dijimos al principio el clericalismo es un monstruo de varias cabezas y ha perseguido al catolicismo prácticamente desde sus inicios.

En el Concilio Vaticano II se ventiló este tema y algunas reformas estaban destinadas a minimizar el clericalismo.

Fotografía del Concilio Vaticano II

 

EL ESPEJISMO DEL CONCILIO VATICANO II

La idea que sobrevolaba en el Concilio Vaticano II era que la Iglesia preconciliar estaba altamente clericalizada.

La caricatura era que había dos tipos de personas dentro de la iglesia, por un lado los ordenados y consagrados, y por otro lado los que no lo eran.

El sacerdote pre concilio era considerado una especie de rey, más temido que respetado, con un poder casi mágico, que ponía énfasis en la obediencia y en sofocar cualquier pensamiento independiente.

De modo que el sacerdocio se convertía en un elemento que restringía el acceso de los fieles a Dios en lugar de alentarlo.

También se consideraba que las liturgias eran demasiado clericalistas porque el único actor era el sacerdote ordenado y sus acólitos, mientras los laicos eran excluidos; incluso el sacerdote no los miraba en la misa.

Este fue el temperamento con que se iniciaron muchas de las reformas del Concilio, para poner fin al monopolio clericalista en la liturgia y en la vida de la Iglesia.

Los padres conciliares definieron entonces que había un solo tipo de público católico, que era el cristiano fiel, y había diversas misiones.

Los laicos debían llevar la palabra de Dios al mundo secular y el clero debía ayudar en esta misión.

Esto implica que los laicos salen a evangelizar como un mandato directo de Dios y no como un mandato de la jerarquía.

En la liturgia se propendió a que la misa dependiera menos de un rito rígido y permitiera que el sacerdote tuviera más libertad en la celebración.

Es así que los comités posconciliares también incluyeron en la misa a los laicos.

Fue así que aparecieron los diversos ministerios, como por ejemplo el Ministerio de la Eucaristía, y también la participación de mujeres en las celebraciones.

Con esto se pensaba que la clericalización iba a disminuir, pero el clericalismo es una hidra de muchas cabezas.

Claro como siempre suele ser Joseph Ratzinger, reflexiono en su libro El espíritu de la liturgia, que estas medidas tuvieron un efecto inverso al que se preveía.

Incluso llega a decir que estos cambios en la liturgia llevaron a “una clericalización sin precedentes”, al centralizar todo en la persona del sacerdote.

A partir del Concilio Vaticano II el sacerdote que preside la misa es el verdadero centro y todo depende de él.

Ratzinger dice que “su creatividad lo sostiene todo”, él hace una misa a su gusto.

El sacerdote define como tiene que ser el altar, que manteles y otros instrumentos se deben de usar, que es lo que debe leer, decide sobre la marcha que comentarios hacer, aún fuera de la homilía, etc.

Entonces concluye Ratzinger, que antes el sacerdote mismo no era considerado tan importante en la liturgia, como es considerado en la liturgia posconciliar.

El espejismo que había tenido la Iglesia es que dar la espalda al pueblo en la misa era desvalorizar a los fieles.

Sin embargo ahora la liturgia es mucho más dependiente que antes de la persona del clérigo, de sus gustos, sus disgustos y sus preferencias.

Y esto se ve tanto en parroquias progres como en parroquias conservadoras.

En el caso de las parroquias progres la misa es algo de la creación íntegra del sacerdote que la preside, está hecha a la imagen y semejanza de lo que siente el clérigo.

Él es el centro y la celebridad de la celebración.

Pero en el caso de las parroquias conservadoras sucede lo mismo.

Porque muchos fieles deciden ir a esa parroquia porque el sacerdote celebra la misa sin apartarse de lo que dice el Misal y siendo estricto con los principios litúrgicos.

Y esto mismo hace que el sacerdote celebrante sea una celebridad, porque dice la misa alineada con sus características personales de respeto a las tradiciones y sin aprobar ciertas desviaciones y devociones.

Tenemos entonces que el clericalismo es un campo de lucha entre Dios y el diablo.

 

EL MALIGNO Y JESUCRISTO

El clericalismo es un caso típico de intromisión del diablo en la Iglesia.

Ya sabemos qué el maligno actúa a través del engaño y la división.

Además los ejércitos que luchan contra Dios tienen como foco central atacar a los líderes.

Y quiérase o no, y más allá de las desviaciones, los sacerdotes son los líderes del pueblo de Dios.

El objetivo del ataque del maligno centralizado en los sacerdotes lo podemos ver indirectamente a través de los abusos sexuales y la homosexualidad de una parte del clero y los obispos.

Pero también hay testimonios directos.

Santa Teresa de Ávila un día vio a un sacerdote atacado por los demonios cuando celebraba misa y contó,

«Vi a dos demonios de aspecto repugnante que parecían tener sus cuernos alrededor del cuello de un sacerdote mientras él celebra la misa».

Los sacerdotes han sido instituidos para actuar como alter christus en la misa, y pueden perdonar los pecados humanos, pero no están exentos de las flaquezas humanas.

No significa tampoco que sea más prudentes, tengan mejor juicio, o sean menos propensos a pecar que cualquier otra persona.

Por ejemplo en la Biblia vemos como los apóstoles cometieron toda clase de errores.

Jesús no negó a sus apóstoles que tuvieran autoridad sobre sus seguidores, pero les enseñó a que su autoridad estaba destinada al servicio.

Los papas de la época de San Gregorio Magno tomaban el título de «servus servorum Dei», o sea siervo de los siervos de Dios.

Según el Concilio Vaticano II los laicos son los protagonistas de la iglesia en el mundo y los sacerdotes están llamados a servirlos y no ser servidos por ellos.

Sin embargo éste no es el temperamento mayoritario ni entre los sacerdotes (aún menos entre los obispos) ni entre los laicos.

Los laicos debieran exigirles cuentas a los sacerdotes como servidores de ellos y de acuerdo a la fidelidad a la doctrina de la iglesia.

Y por otro lado deben protegerlos orando por ellos, para que no se desvíen.

Pero como dijimos el clericalismo es una hidra de muchas cabezas y el maligno tiene una fuerte operación dirigida hacia los sacerdotes.

Fuentes:

¿Te gustó este artículo? Entra tu email para recibir nuestra Newsletter, es un servicio gratis: