Una buena medicina preventiva del alma.

 

Cuando hablamos sobre exorcismo pensamos en una actividad épica de luchar contra seres malignos, pero raras veces comprendemos que es nuestra propia sociedad la que fomenta la acción de estos “males”, de modo que es mejor que se prevenga como una enfermedad, porque una vez instalado el “bicho”, el sufrimiento propio y para los demás será intenso.

 

 

Los exorcistas no deben ser vistos como aplicadores de formulas más o menos poderosas sino como misioneros que llevan esperanza, misericordia, y crecimiento en la fe a los tratados.

LA MENTALIDAD DEL PECADO

Es la sociedad la que promueve la acción del demonio como una actividad lícita y deseable.

La acción demoníaca:

 “condiciona la vida tratando de socavar la fe del corazón de los hombres.

De hecho:

hay una presencia diabólica ciertamente en la mentalidad que domina nuestra sociedad”, “una mentalidad sustancialmente atea, diabólica en el sentido de decir: «si se quita a Dios, el hombre se realiza plenamente»”, dice Monseñor Luigi Negri Obispo de San marino-Montefeltro

Ya el Beato Juan Pablo II, cuando en 1976 predicó los ejercicios espirituales a Pablo VI, dedicó un capítulo a esta:

“propagación de la mentalidad del pecado original en la historia de la cultura moderna y contemporánea”, y por eso “es necesario que el fenómeno sea planteado con claridad desde el punto de vista cultural”.

EL PODER DE LA IGLESIA SOBRE EL DEMONIO

El obispo Negri recuerda que:

el poder que la Iglesia tiene sobre el demonio, es el mismo poder que tenía Cristo, forma parte integral de su misión y se expresa como diaconía de la verdad y diaconía de la caridad”.

Por eso se trata de:

 “dar una claridad de juicio sobre la presencia del mal, del demonio, en la normalidad de la vida cultural y social, y acompañar a aquellos que son agredidos por el poder del demonio con un amplio y significativo camino de caridad”, a cuyo término “en ciertas situaciones está, de hecho, el exorcismo”.

LA CONSOLACIÓN DEL EXORCISMO

Este es un acto litúrgico – cuyo ejercicio compete al sacerdote autorizado por el obispo – que se podría definir como “ministerio de consolación” que debe ejercerse teniendo en cuenta una mirada más amplia porque, más allá de los casos específicos:

estamos frente a una humanidad que debe ser librada del error y debe ser consolada en el camino de la vida, ejerciendo para con ello la misma caridad que el Señor ha tenido con los primeros que ha encontrado”.

La acción extraordinaria del demonio infringe un sufrimiento indecible, por infestación, vejación, obsesión o posesión. Y se constata el aumento de tal acción en nuestro tiempo a través del contacto de la gente, cada vez más frecuente, con el mundo de lo oculto y con sus más diversas expresiones.

GRIETAS POR DONDE PENETRA EL DEMONIO

Se puede identificar el ejercicio de ritos maléficos contra una persona o el acercamiento más o menos directo a prácticas ocultas como una de esas grietas.

Como demuestra la experiencia de los exorcistas, son grietas por donde penetra la acción demoníaca.

Por eso, de hecho, no son irrelevantes – por citar sólo algunas situaciones – el hecho de que:

se frecuenten médiums o magos, la superstición, la participación en reuniones espiritistas y en ritos esotéricos, sectas y cultos satánicos. Todo esto, con un mayor o menor nivel de participación.

LA INCIDENCIA DE LAS SECTAS

Si bien no todas las sectas son específicamente satánicas, en su conjunto se pueden definir como diabólicas por naturaleza, ya que, bajo un manto de secreto, su único fin es a veces sólo explotar a la persona vulnerable, privándola de su libertad – que es destruida, dañando así la familia y la sociedad –, pisoteando sus derechos, imponiéndole un modelo estricto de existencia, encerrándola en una estructura totalizante, llevándola a un aislamiento social y afectivo y, por eso, a una despersonalización a través de los numerosos abusos más o menos evidentes.

Un contexto dramático, por las repercusiones no raramente criminales, en el cual abundan las sustancias psicoactivas – una de las formas más directas de alteración del comportamiento – y acciones rituales de la más diversa naturaleza, hasta incurrir en el peligro de lesiones y de muerte y en desviaciones sacrílegas.

El sentido religioso no tiene nada que ver con las sectas. Estas, a lo sumo, lo instrumentalizan, también en su logrado acercamiento a los jóvenes, muchos menores de edad.

A estos factores se añade, además, la fascinación que el satanismo ejerce en los adolescentes.

Los satanistas propiamente dichos no son numerosos, pero – también a través de internet – está muy difundida la cultura satánica, donde no es rara la instigación a la violencia y el suicidio.

DETRÁS ESTÁ LA BÚSQUEDA DEL PODER QUE AFECTA A LOS MÁS DÉBILES

El sustrato de todas estas tendencias es la búsqueda del poder que penetra por todas partes, que impulsa la pretensión de sacar determinados beneficios de una situación de alejamiento de Dios.

Con raíces precisas en la dictadura del relativismo, en la crisis de las relaciones interpersonales en un panorama hiper-tecnológico, en la exaltación del subjetivismo, en el delirio de omnipotencia que hace de la persona un “dios”.

Es urgente repasar estos casos para mantener alta la prevención, para dar ayuda y prestar la debida atención pastoral a todas las personas que viven un insoportable sufrimiento espiritual y cargan con sus devastadoras consecuencias.

Estas personas tienen necesidad de acogida, de escucha, de acompañamiento, de un auténtico rescate, que ellas mismas piden. Todo esto exige del sacerdote, y sobre todo del exorcista (y de la ciencia), una buena dosis de prudencia y de discernimiento para llegar – frente a la manifestación de determinados signos – a una certeza sobre el nexo causa-efecto. Sin caer en la credulidad, pero tampoco en el racionalismo que descarta a priori una manifestación preternatural.

LA DENUNCIA DEL DEMONIO

Cuando, cuarenta años atrás, Pablo VI dijo que uno de las mayores necesidades de la Iglesia es la defensa de “aquel mal, que llamamos el demonio”, sabía ya que aquella afirmación podía parecer simplista, supersticiosa e irreal.

Sin embargo, no dudó en indicar:

“la intervención en nosotros y en nuestro mundo” de este “agente oscuro y enemigo”. “El mal no es ya sólo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor .Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa”. “Se sale del contexto de la enseñanza bíblica y eclesiástica – advirtió – quien rechaza reconocer lo existente”.

El exorcismo busca expulsar los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia.

La curiosidad morbosa se fija en las señales terribles de la acción maligna, pero desvía la atención del poder maravilloso de Dios y de su acción salvífica, algo de lo que se dan cuenta no sólo los exorcistas sino también las personas que recurren a ellos.

Fuente: La Buhardilla de Jerónimo, Signos de estos Tiempos

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