Cercano a la Navidad el Padre Pío armaba su pesebre de niño escrupulosamente.
Y se pasaba horas cantando y orando por el nacimiento.
Esto había sido fruto de su padre espiritual, San Francisco de Asís.
Era tal su fascinación por el niño Jesús y el misterio de Navidad que escribía a sus hijos espirituales recomendaciones para que la Navidad diera mucho fruto en ellos.
Una de sus hijas espirituales, Cleonice Morcaldi comentó,
“En Navidad, la cara del Padre Pío se transformaba. Él estaba en continuo éxtasis.
Como San Francisco, estaba viendo a un Niño Jesús vivo, como lo estaba en la gruta de Belén.
Celebraba las tres Misas Navideñas una tras otra en la misma noche. Él lloraba mucho”.
CONSTRUYENDO EL PESEBRE O BELÉN
Desde algunos días antes de esta fecha, en Piana Romana, mientras sus padres trabajaban en el campo, modelaba con barro las pequeñas imágenes del nacimiento.
Las colocaba en una pequeña gruta excavada en la pared más grande de la casa, y, con genial creatividad, preparaba las lucecitas, llenando con unas pocas gotas de aceite y un poco de estopa las conchas vacías de los caracoles.
Las elegía con atención entre las más bellas, que limpiaba por dentro, o, mejor, que hacía limpiar a su amigo Luis Orlando, ya que «no tenía el coraje de llevar a cabo esta operación».
Después, colocaba alrededor de la gruta grandes trozos de musgo que sacaba del tronco de los árboles con un cortaplumas.
Y permanecía horas y horas delante del nacimiento, cantando nanas y rezando el Ave María.
De mayor, contaba los días que faltaban para Navidad. Enviaba a todos sus augurios de paz, de serenidad, de alegría.
«El celeste Niño te conceda experimentar en tu corazón todas las santas emociones que me hizo gozar a mí en la bienaventurada noche, cuando fue colocado en el pobre portal» (Ep I, 981).
«Un rayo del gran misterio de amor os invada a todos y os transforme en él» (Ep IV, 275).
«El divino Infante renazca en su corazón, lo transforme con su santo amor y le haga digno de la gloria de los bienaventurados» (Ep IV, 214).
«El celeste Niño esté siempre en su corazón, lo gobierne, lo ilumine, lo vivifique, lo transforme en su eterna caridad» (Ep IV, 508).
SUS RECOMENDACIONES PARA CELEBRAR LA NAVIDAD
En Navidad, el rostro del Padre Pío se iluminaba. Sus labios dibujaban sonrisas de alegría.
Su corazón no lograba contener la ternura, el amor por Jesús Niño.
Se detenía horas y horas delante del nacimiento a meditar las enseñanzas que brotan de la gruta de Belén.
Cada gesto manifestaba la apremiante, íntima y sentida devoción del Padre Pío hacia el Verbo de Dios hecho carne, que
«renunció incluso a un modesto alojamiento entre los parientes y conocidos en la ciudad de Judá y, al ser rechazado por los hombres, pidió refugio y auxilio a viles animales, eligiendo su establo como lugar de nacimiento y su aliento para calentar su tierno cuerpecito» (Ep IV, 971).
En los días que precedían a Navidad, el Padre Pío escribía a sus hijos espirituales mensajes como éstos:
«Al comenzar la santa novena en honor del santo Niño Jesús, mi espíritu se ha sentido como renacer a una vida nueva.
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El corazón se siente demasiado pequeño para contener los bienes del cielo.
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El alma se siente deshacerse completamente ante la presencia de nuestro Dios, que se ha hecho carne por nosotros.
¿Cómo resignarse a no amarlo cada día con nuevo entusiasmo?
Oh, acerquémonos al Niño Jesús con corazón limpio de culpa, que, de este modo, saborearemos lo dulce y suave que es amarlo» (Ep II, 273).
«Estate muy cerca de la cuna de este gracioso Niño…
Si amas las riquezas, aquí encontrarás el oro que los reyes magos le dejaron.
Si amas el humo de los honores, aquí encontrarás el del incienso; y si amas la delicadeza de los sentidos, sentirás el olor de la mirra, que perfuma por entero la santa gruta.
Sé rica de amor hacia este celeste Niño, respetuosa en la actitud que tomes ante él en la oración, y plenamente dichosa al sentir en ti las santas inspiraciones y los afectos de ser singularmente suya» (Ep III, 346s).
10 PENSAMIENTOS DEL PADRE PÍO SOBRE EL NACIMIENTO DE JESÚS
1 – LA TERNURA DE LA NAVIDAD
“Todas las fiestas de la Iglesia son hermosas… la Pascua, sí, es la glorificación… pero la Navidad posee una ternura, una dulzura infantil que me atrapa todo el corazón”
2 – LÁGRIMAS DE GRATITUD
“¡Qué feliz me hace Jesús! ¡Qué suave es su espíritu! Pero yo me confundo y sólo consigo rezar y repetir: “Jesús, pan mío”“
3 – LOS VAGIDOS DE JESÚS
“Sólo se oyen los vagidos y el llanto del niño Dios y con este llanto y estos vagidos ofrece a la justicia divina el primer rescate de nuestra reconciliación…”
4 – EL MÁS PEQUEÑO DE NOSOTROS
“Que el Niño Jesús te colme de sus divinos carismas, te haga probar las alegrías de los pastores y de los ángeles y te revista todo con el fuego de esa caridad por la que se hizo el más pequeño de nosotros, y te convierta en un niño pequeño lleno de amabilidad, sencillez y amor”
5 – DULCÍSIMO JESÚS
“Que el dulcísimo Niño Jesús os traiga todas las gracias, todas las bendiciones, todas las sonrisas que plazca a su infinita bondad…”
6 – JESÚS LLAMA… MOVIDOS POR SU GRACIA CORREN
“Jesús llama a los pobres y sencillos pastores por medio de los ángeles para manifestarse a ellos. Llama a los sabios por medio de su misma ciencia.
Y todos, movidos por el influjo interior de su gracia, corren hacia él para adorarle. Nos llama a todos con las inspiraciones divinas y se comunica a nosotros con su gracia”
7 – LA JUSTIFICACIÓN DE LOS PECADORES
“Nuestra justificación es un milagro extremadamente grande que la Sagrada Escritura compara con la resurrección del Maestro divino.
Sí, querida amiga, la justificación de nuestra impiedad es tal que bien podemos decir que Dios mostró su potencia más en nuestra conversión que en sacar de la nada el cielo y la tierra, pues hay más contraposición entre el pecador y la gracia que entre la nada y el ser.
La nada está menos lejos de Dios que el pecador. Además, en la creación se trata del orden natural; en la justificación del impío, en cambio, se trata del orden sobrenatural y divino”
8 – JESÚS ES CON MAYOR RAZÓN PARA LOS PECADORES
“Jesús es de todos, pero lo es con mayor razón para los pecadores. Nos lo dice él mismo: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos”.
“El Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido”. “Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión”
9 – LO HACE PARA QUE SEAS MÁS HUMILDE
“Nuestro Señor te ama tiernamente, hija mía. Y si no te hace sentir la dulzura de su amor, lo hace para que seas más humilde y te sientas despreciable.
No dejes por ello de recurrir a su santa benignidad con toda confianza, especialmente en el tiempo en el que nos lo representamos como cuando era un niño pequeño en Belén.
Porque, hija mía, ¿para qué toma esta dulce, amable condición de niño si no es para provocarnos a amarlo confidentemente y a entregarnos amorosamente a él?”
10 -PIDAMOS QUE NOS REVISTA DE HUMILDAD
“Pidamos al Niño divino que nos revista de humildad, porque sólo con esta virtud podemos gustar este misterio relleno de divinas ternuras”
MEDITACIÓN DEL PADRE PÍO SOBRE EL NACIMIENTO DE JESUCRISTO
“Lejos en la noche, en la época más fría del año, en una fría cueva, más adecuada para un rebaño de bestias que para los seres humanos, el prometido Mesías – Jesús – el salvador de la humanidad, viene al mundo en la plenitud de los tiempos.
No hay nadie que clame a su alrededor: sólo un buey y una mula dando su calor al recién nacido, con una humilde mujer y un hombre pobre y cansado, en adoración a su lado.
Nada puede ser oído, salvo los sollozos y gemidos del niño Dios.
Y por medio de su llanto y lágrimas él ofrece a la justicia divina el primer rescate por nuestra redención.
Se esperaba desde hace cuarenta siglos; con suspiros de nostalgia los antiguos Padres habían implorado su llegada.
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Las Sagradas Escrituras profetizan claramente la hora y el lugar de su nacimiento, y sin embargo el mundo está en silencio y nadie parece darse cuenta del gran evento.
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Sólo unos pastores, que habían estado ocupados cuidando sus ovejas en los pastos, vienen a visitarlo.
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Visitantes celestiales les había alertado del suceso maravilloso, invitándoles a acercarse a su cueva.
¡Son abundantes Oh cristianos, las lecciones que brillan desde la gruta de Belén!
¡Oh, cómo nuestros corazones deberían arder de amor por aquel que con tanta ternura se hizo carne por nosotros!
¡Oh, cómo debemos arder con deseo de guiar al mundo entero a esta pobre gruta, refugio del Rey de reyes, más grande que cualquier palacio mundano, porque es el trono y el lugar de morada de Dios!
Pidamos a este niño divino vestirnos de humildad, porque sólo por medio de esta virtud podemos gustar la plenitud de este misterio de la ternura divina.
Relucientes fueron los palacios de los orgullosos hebreos. Sin embargo, la luz del mundo no apareció en ninguno de ellos.
Ostentosos con grandeza mundana, nadando en oro y en placeres, eran los grandes de la nación hebrea; llenos de conocimiento y orgullo vano estaban los sacerdotes del santuario.
En oposición al verdadero significado de la revelación divina, ellos esperaban un salvador entrometido, que vendría al mundo con fama y poder humanos.
Pero Dios, siempre dispuesto a confundir la sabiduría del mundo, rompe sus planes.
Contrariamente a las expectativas de los que carecen de la sabiduría divina, aparece entre nosotros, en la mayor abyección, renunciando incluso a nacer en la casa humilde de San José, negándose a sí mismo una morada modesta entre los familiares y amigos en una ciudad de Palestina.
Negado el alojamiento entre los hombres, busca refugio y consuelo entre los animales simples, eligiendo su vivienda como el lugar de su nacimiento, permitiendo que su respiración le de calor a su cuerpo tierno.
Él permite que pastores sencillos y rústicos sean los primeros en presentarle sus respetos, después de que él les informó, por medio de sus ángeles, del maravilloso misterio.
¡Oh sabiduría y poder de Dios!, nos vemos obligados a exclamar – extasiados junto con su Apóstol – ¡cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos!
Pobreza, humildad, abyección, desprecio, todo alrededor de la Palabra hecha carne.
Pero nosotros, fuera de la oscuridad que envuelve a la encarnación de la Palabra, entendemos una cosa, oímos una voz, percibimos una verdad sublime:
¡Tú has hecho todo por amor, tú nos invitas a amar, a no hablar de otra cosa que de amor, darnos como pruebas de amor.
El bebé celestial sufre y llora en la cuna para que el sufrimiento nuestro sea dulce, meritorio y aceptado.
Se priva de todo, para que podamos aprender de él la renuncia a los bienes terrenales y comodidades.
Él está satisfecho con adoradores humildes y pobres, para animarnos a amar la pobreza, y preferir la compañía de los más bien pequeños y simples, que de los grandes del mundo.
Este niño celestial, toda mansedumbre y dulzura, desea impregnar en nuestros corazones su ejemplo de estas virtudes sublimes, de modo que a partir de un mundo que está roto y devastado, pueda brotar una era de paz y de amor.
Incluso desde el momento de su nacimiento nos revela nuestra misión, que consiste en despreciar lo que el mundo ama y busca.
¡Oh vayamos a postrarnos ante el pesebre, y junto con el gran San Jerónimo, que estaba inflamado con el amor del Niño Jesús, vayamos a ofrecerle todo nuestro corazón sin reservas.
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Vamos a prometer seguir los preceptos que nos llegan desde la gruta de Belén, que nos enseñan que todo lo de aquí abajo es vanidad de vanidades, nada más que vanidad!”
EL PADRE PÍO HEREDÓ LA DEVOCIÓN DE SU PADRE ESPIRITUAL
Cuando Francisco de Asís armó el primer pesebre en Greccio la víspera de Navidad en 1223, con su escena del niño rodeado de animales vivos, la intención era humanizar el nacimiento del Mesías y así recordar a los cristianos medievales lo cerca que este Dios estaba.
Como señaló Francisco:
“Me gustaría recordar al niño que nació en Belén y recordar con mis propios ojos las penurias de su infancia, la forma de la cuna, y cómo, entre una vaca y un burro, estuvo su cuna en el heno”.
Esto estaba en consonancia con el impulso fundamental de Francisco para recuperar una perfección evangélica que volvía a insertar al creyente en la narrativa de la escritura.
Era experimentar de nuevo la pobreza y la humildad del niño Jesús.
Por otra parte, había un deseo de situar la narración bíblica en la narrativa cósmica de la renovación de toda la creación.
Por un breve momento, las órdenes de la creación: de los ángeles al ser humano a los animales, todos se reunieron en una gloriosa armonía.
Su efecto, sin embargo, fue más que esto.
Francisco había señalado inadvertidamente la naturaleza contingente de la vida y las «dificultades» de la existencia humana.
Imaginar la primera noche de Navidad como el momento en que lo divino se convierte humano, es reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la inestabilidad absoluta.
La madre biológica y el padre adoptivo tenían que tejer sus vidas juntos para formar un entorno protector en el que este niño pudiera crecer y realizar su destino.
De esta manera, las estructuras estabilizadoras de la familia formaron un marco para la estabilización de la eternidad.
En esa noche santa con el primer grito de sus pulmones, el Hijo entró plenamente en la inestabilidad de la existencia contingente.
De este modo, el Hijo comenzó un viaje en el que experimentó la vida de las criaturas cuya existencia depende totalmente de los demás.
El Hijo experimenta los movimientos de la emoción y el deseo que dan forma a la existencia humana.
Y así, los gritos del bebé apuntan hacia el hambre, la sed, la ira y el miedo que el Hijo sufriría durante su estancia en la tierra.
Estos movimientos apasionados de la emoción y el deseo se convirtieron en la base de sus tentaciones para apartarse de la voluntad del Padre y hacer su propia voluntad humana.
Ellos son la base por la cual todos los seres humanos sienten el deseo hacia el cielo o a lo demoníaco.
A medida que avanzamos hacia el día de Navidad y comenzamos la cuenta atrás para la epifanía, vamos a entrar de nuevo en el relato bíblico.
Oigamos el llanto de un bebé mientras lucha con sus deseos de alimento emocional y físico.
Esos sonidos son los que evocaron San Francisco de Asís y su hijo espiritual el Padre Pío.
Fuentes:
- http://www.30giorni.it/articoli_id_16506_l2.htm
- http://www.san-pio.org/
- http://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%ADo_de_Pietrelcina
- http://www.franciscanos.org/santoral/piopietrelcina5.htm
- http://www.san-pio.org/2013/08/el-padre-pio-de-pietrelcina-fotocopia.html
- http://www.preghiereagesuemaria.it/sala/felicissima notte.htm
- http://www.30giorni.it/articoli_id_14181_l1.htm
- http://www.teleradiopadrepio.it/interna.php?bread=News&inc=dettaglio&key=7979&t=Il%20Natale%20di%20padre%20Pio
- https://www.firstthings.com/blogs/firstthoughts/2013/12/the-first-breaths-of-the-son/
Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María
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