Probablemente no haya un cristiano que no tenga un cajón lleno de rosarios

O un gabinete lleno de velas benditas.

O un estante lleno de Biblias, sacramentales, estampitas, medallas, etc.

Algunos estarán rotos o en desuso.
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Que terminan recolectando polvo, o siendo decoraciones permanentes que ni siquiera nos llaman la atención.
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O peor aún, algunos sirven como posavasos para nuestras bebidas cuando nos acomodamos y nos relajamos durante el día.

Algunas veces comenzamos la colección nosotros mismos.

A veces otras personas nos hacen coleccionistas dándonos estos regalos, o los compramos por caridad.

Lo cierto es que uno no sabe qué hacer con tantos de ellos.

¿Qué deberíamos hacer con todos estos maravillosos objetos religiosos?

Sabemos que no deberíamos tirarlos a la basura simplemente.

Pero también sabemos que no es necesario guardar 5 Biblias, 20 rosarios, docenas de estampitas; y para peor algunos rotos.

Bueno, aquí hay algunas ideas para ayudarte a disponer de ellos.

Y para que no te sientas desbordado con estos objetos sagrados, que realmente acercan a los fieles al poder de Dios.

 

EL PODER DE DIOS Y LOS OBJETOS SAGRADOS

La Biblia tiene varios pasajes que nos enseñan el poder de los objetos sagrados y consagrados.

En 2 Reyes 13:21 se lee,

“Y cuando estaban sepultando a un hombre, he aquí, vieron una banda de merodeadores y arrojaron al hombre en la tumba de Eliseo.

Y cuando el hombre cayó y tocó los huesos de Eliseo, revivió, y se puso en pie”.

El poder de Dios estaba presente incluso en los huesos de Eliseo.

En este contexto, podemos ver a los católicos preservando y venerando los huesos y cráneos de los santos como reliquias.

También el profeta Eliseo usó el manto caído de Elías para golpear las aguas del Jordán y el agua se dividió en dos para dejarle paso (2 reyes 2:13-14).

El manto que Elías usó tenía la presencia de Dios.

Podemos recordar junto con esto la cura milagrosa de la mujer que sufría de hemorragia durante muchos años.

Que tan pronto como tocó el borde del manto de Jesús se sanó.

También recordamos a los soldados echando suertes para quedarse con el mismo manto de Jesús.

Y en Hechos 19: 11-12 dice:

“Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo, a tal grado que a los enfermos les llevaban pañuelos y delantales que habían tocado el cuerpo de Pablo, y quedaban sanos de sus enfermedades, y los espíritus malignos salían de ellos”.

Es por estas razones que los católicos guardamos objetos sagrados debidamente bendecidos por obispos o sacerdotes o diáconos.

Porque Dios actúa a través de ellos para concedernos gracias.

En el caso de las reliquias, es suficiente llevarlas cerca de la persona enferma o afligida (no es necesario tocarla) para que obtengan la cura y la liberación.

Esto no es por el poder de estos objetos en sí, sino por la gracia de Dios que actúa a través de los objetos de sus testigos, para mostrarnos el camino.

Por esta razón, los antiguos cristianos preservaron las reliquias de los apóstoles con gran reverencia y la gente venía de lugares distantes para venerarlas como lo demuestran los historiadores.

No solo eso, las iglesias primitivas se han construido sobre las tumbas de mártires.

Y cada parroquia más o menos importante tenía una colección de reliquias y objetos sagrados de su historia y las exhibía con orgullo.

Incluso había una tradición en la iglesia antigua de besar durante la Semana Santa las reliquias de la cruz original en la que Cristo murió.

Ya sea que hayan sido obtenidos por nosotros, regalados o heredados de nuestros antepasados, nuestra creencia es que estos objetos sagrados nos anclan en la fe.

Es que por el efecto de la bendición, que las reliquias de primer orden – como partes del cuerpo de un santo -, se emparentan con los sacramentales que usamos ahora, o sea nuestros rosarios, estampitas, biblias, medallas y escapularios bendecidos.

La tradición de venerar las reliquias y el alto respeto a los objetos sagrados que se usan para Dios, nos viene de la tradición de nuestros antepasados.

Y de ellos ? hemos heredado la práctica de guardarlos como tesoros.

 

EL EFECTO DE LA BENDICIÓN DE OBJETOS

Estamos acostumbrados a guardar objetos religiosos bendecidos.

Lo que significa que poseen una santificación permanente y tienen la dedicación para algún propósito sagrado.

Un rosario está santificado por la bendición y está dedicado al uso sagrado de la oración.

Un sacerdote o diácono puede bendecir objetos para uso sagrado, pero también objetos ordinarios como automóviles, casas, etc.

Lo cual pide a Dios que permita que ese objeto sea un recordatorio, para quienes lo usan, de que el amor de Dios y su protección están presentes.

El objeto en sí no es lo significativo, sino el hecho de que la persona está pidiendo la bendición de Dios en su vida.

Pongamos el caso de una Biblia.

Es importante entender que no es el papel, ni el encuadernado ni la tinta los que son sagrados o santos.

Es la Palabra de Dios lo que es santo, no el material sobre el que está impreso.

El propósito de la Biblia es enseñarnos acerca de Jesús el Salvador y la salvación que Él proporciona.

El papel y la tinta de una Biblia son simplemente los medios a través de los cuales Dios nos comunica Su Palabra.

Lo que está expresado con esa tinta es lo sagrado.

Hay una costumbre piadosa de muchos católicos de distinguir entre los objetos que han sido bendecidos y los que no.

Esta parece ser una división útil en el sentido de que, en el caso de los objetos benditos, la Iglesia los ha consagrado el elemento al uso sagrado, mientras que en el último caso no lo ha hecho.

Por lo tanto, tiene sentido mostrar más reverencia en la disposición de un objeto bendecido que en uno no bendecido.

De modo que si los objetos religiosos no han sido bendecidos, podrían ser eliminados a través del reciclaje, o simplemente colocarlos en un recipiente de basura.

Aunque la tradición indica que siempre deben se preferidas otras vías antes de deshacerse de un objeto de carácter religioso, aunque no esté bendecido.

También hay objetos que se usan en las misas, como velas, manteles, cálices, patenas, etc.

Todo esto además de bendecido está consagrado para el uso para Dios en el mayor evento que es la misa.

En estos casos la disposición de ellos debe hacerse con cuidado y siguiendo algunos criterios que recomienda la Iglesia.

Es realmente desagradable cada vez que entro en una tienda de antigüedades o busca en Ebay u otro sitio web y encuentro un cáliz, un relicario (a veces todavía contiene una reliquia), vestimentas y otros objetos sagrados que una vez fueron usados para la Santa Misa.

Es más, quien escribe esto fue un día a pub cuya decoración era la de una iglesia.

Tenía bancos de Iglesia, confesionarios, un altar y un ambón, vitrales; todo comprado en un remate de un convento que se había cerrado.

La pregunta que uno se hace es, ¿cómo alguien pensó en deshacerse de estos elementos de esta manera?

¿Qué les sucederá y cómo se usarán?

¿Serán utilizados incluso con un propósito profano o satánico?

Cuando se venden locales de Iglesias a privados, lo que hace el obispo es desconsagrar el altar y el resto de las instalaciones.

Pero aun así a los católicos nos duele ver como hermosas Iglesias se han transformado en shoppings, cervecerías, o librerías.

Porque una vez que un objeto religioso ha sido bendecido y dedicado a la adoración o veneración divina, debe tratarse con reverencia y no debe usarse de manera inapropiada o profana.

El numeral 1171 del Código de Derecho Canónico dice:

«Los objetos sagrados, que son designados para la adoración divina por dedicación o bendición, deben ser tratados con reverencia y no deben emplearse para uso profano o inapropiado, incluso si son propiedad de personas privadas».  

La pregunta es: ¿cuánta reverencia es esa?

¿Cómo nos podemos deshacer de ellos cuando ya no los usamos o se han roto?

 

LAS ALTERNATIVAS PARA DESHACERSE DE OBJETOS SAGRADOS

No es pecado tirar objetos benditos, pero por respeto y reverencia, uno debe deshacerse de ellos de una manera apropiada.

Si los objetos no han sido bendecidos, como por ejemplo las estampitas y materiales religiosos que llegan por correo postal, esas son simplemente imágenes y pueden desecharse.

Pero las buenas costumbres nos dicen que las Biblias usadas pueden ser llevadas a la oficina de la parroquia.

Estas Biblias serán enviadas a los ministerios que podrían usarlas para difundir la Palabra de Dios (Ministerios de Prisiones o utilizados en las obras misionales).

Biblias que necesitan reparación, pueden ser recuperadas y luego conservarse para que las disfrutes en los años venideros, o para que otras personas lo hagan.

Rosarios y escapularios que están en buenas condiciones pueden ser llevados también a la oficina de la parroquia para que los distribuyan a los ministerios que ministran al pueblo de Dios.

Rosarios y escapularios que necesitan reparación hazlos reparar y continúa usándolos.

O donándolos para que otros puedan ser bendecidos al usarlo.

Considera también guardar los artículos benditos como reliquias familiares para recordarles a las generaciones futuras cuán comprometidos con la Palabra de Dios y las prácticas de la Iglesia fueron sus antepasados

Y dado que el entierro es una práctica aceptable, uno podría considerar ser enterrado con el artículo bendito o enterrar un artículo bendito con un ser querido.

Por lo tanto el primer criterio es que recuperes esos objetos para tu uso.

Pero a través de los años los católicos acumulan gran cantidad de objetos bendecidos y sucede que una persona tiene un exceso de rosarios, sacramentales, biblias, estampitas, etc.

¿Qué hace con ellos?

Los regalas tú mismo como método de evangelización o los llevas a la parroquia para que sean reutilizados.

Por lo tanto el segundo criterio es donarlos para que sigan dando frutos.

¿Pero qué hacer con los objetos que se han roto o gastado con el uso?

 

¿CÓMO DISPONER DE LOS OBJETOS SAGRADOS QUE NO PUEDEN REPARARSE?

Cuando tenemos un rosario, un crucifijo, una rama de palma, una Biblia u otro objeto bendecido, queda permanentemente santificado para un propósito sagrado.

Sin embargo, con el tiempo las estatuas, los rosarios, las Biblias, pueden romperse debido al uso, o la palma puede degradarse naturalmente.

Cuando un material sacramental se desgasta tanto que ya no se puede usar como sacramental, un católico no lo arrojará casualmente a la basura.

Para evitar la profanación, lo sacramental debe devolverse a los elementos terrenales.

La regla básica para la disposición de estos artículos es quemarlos o destruirlos por completo.

Después de que el objeto ha sido quemado, sus cenizas también deben ser enterradas.

Si el artículo no se desintegra en la Tierra, como el plástico, es aceptable separarlo y luego desecharlo adecuadamente.

En el caso de las velas votivas, si es seguro hacerlo, deben quemarse por completo.

Las Biblias que no se pueden reparar, se pueden quemar.

Y la trituración sería una alternativa aceptable, ya que al hacerlo ya no tendría la apariencia de una Biblia.

Durante la década de 1800, tanto la Sagrada Congregación para los ritos como el Santo Oficio (ahora conocidos respectivamente como la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, y la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe) emitieron varias determinaciones con respecto a este tema.

Aquí hay algunos ejemplos:

Los cálices o las patenas, copones, etc. que se convierten en «inservibles» no deben venderse, sino que deben usarse para algún otro propósito sagrado o fundirse en otros objetos utilizados para los sacramentos, o deben enterrarse bajo tierra buena.

Las vestimentas usadas en misa, los manteles del altar, corporales y purificadores deben ser destruidos: deben ser quemados y las cenizas enterradas.

El agua bendita, por ejemplo, debe verterse en un agujero excavado en la tierra, en un lugar donde nadie caminaría.

En la sacristía de una iglesia – la habitación donde se guardan las vestiduras, los vasos y los óleos – hay un lavabo especial llamado «sacrarium» que se usa para limpiar los vasos sagrados.

La tubería de drenaje de este lavabo no conduce a la alcantarilla, como lo hacen las de la mayoría de los sumideros.

Va directamente a la tierra para que los sacramentales líquidos, como el agua bendita y los aceites, o incluso los trozos más pequeños del Santísimo Sacramento o las gotas de la Preciosa Sangre que se pueden encontrar en patenas o en cálices, se eliminen correctamente y con reverencia.

Las palmas del Domingo de Ramos se deben quemar, y las cenizas se usan para distribuirlas el Miércoles de Ceniza o se devuelven al suelo, enterradas.

Un rosario roto, o una estatua religiosa, o cualquier sacramental desgastado normalmente deberían ser quemados o enterrados.

No deben tirarse en cestos de basura u otros lugares abiertos donde la gente pueda pisotearlos.

Si estos objetos se queman, las cenizas deben usarse o arrojarse en un buen suelo.

Deja que las velas se quemen por completo.

Los sacramentales más grandes que no se queman deben modificarse para que su forma ya no parezca ser sacramental (por ejemplo, una estatua debe dividirse en pequeños pedazos) y luego enterrarse.

En todo, la idea subyacente es que lo que ha sido dedicado a Dios debe ser devuelto a Dios, en cierto sentido, de la misma manera que el cuerpo de una persona muerta vuelve a la tierra.

Nunca debería uno simplemente «tirar» lo que ha sido dedicado a Dios.

Uno de las cosas que se pueden hacer es cavar un hoyo para plantar un nuevo arbusto, pero agregar debajo rosarios rotos y otros objetos sagrados rotos o en desuso.

En la fiesta de San Juan Bautista (24 de junio) o en la víspera, las parroquias suelen encender hogueras y fuegos.

Algunas de ellas recolectan artículos religiosos que han sido bendecidos y que los fieles no saben qué hacer con ellos.

Pueden ser biblias viejas, rosarios rotos, escapularios viejos, ramas de palmeras, estampitas, o cualquier cosa que haya sido bendecida.

Y se arrojan al fuego para que se consuman.

Luego las cenizas se entierran.

Aquí hay una oración para deshacerse de los objetos bendecidos.

 

ORACIÓN PARA DISPONER DE OBJETOS RELIGIOSOS BENDECIDOS

Dios Todopoderoso, este universo entero es la manifestación externa de Tu amor por nosotros.

Señor, tú dijiste: si no te alabamos, incluso las piedras comenzarán a alabarte.

Las estrellas brillaron intensamente en tu nacimiento y la tierra tembló a tu muerte.

Todo esto muestra que no solo los humanos, sino también todas las criaturas vivientes de este mundo, participan activamente en el acto salvador de Jesús.

En ese momento, probaste que no solo eres el Señor de la humanidad, sino también del cielo y la tierra y de todas las cosas que hay en ella.

Por lo tanto, oramos para que nos des la fe y la sabiduría para disponer de estos objetos benditos de la manera que sea grata para ti.

De la misma forma devota que sirvieron para proclamar Tu palabra hasta los confines de la tierra y glorificar Tu nombre.

Fuentes:

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