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El caso relatado en la película El Exorcista es el más famoso de posesión diabólica.

La película y el libro fueron basados en un suceso real que vamos a detallarles.

Hay muchas cosas reales que han quedado relegadas en honor a la fantasía hollywoodense.

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Una es como se realizó el exorcismo real que dio origen a la película y que sucedió con los exorcistas.
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Y otra es la identidad del demonio que poseía al chico, que al parecer se trata de Pazuzu, un dios de la Mesopotamia antigua.

La película de 1973, se hizo sobre un guion escrito por William Peter Blatty basado en la novela homónima del propio Blatty.

Relata los fatídicos hechos de la posesión diabólica de Regan MacNeil, una niña de 12 años de edad, y del exorcismo al que más tarde fue sometida.

El exorcismo real fue realizado en 1949 a un niño de 11 años a quien se le puso el nombre ficticio de Robbie Mannheim (primero había sido Roland Doe).

Blatty explicó que la historia tuvo inspiración en hechos verídicos en los cuales trabajó cuando aún era estudiante universitario.

Se trató de un exorcismo real ocurrido en la localidad de Mount Rainier, en el año 1949, y que fue informado por The Washington Post.

A Robbie Mannheim, que sufrió alteraciones en su personalidad, se le practicaron varios exorcismos en un lapso de tres meses por sacerdotes católicos.

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EL LIBRO EL EXORCISTA

William Peter Blatty, autor de El Exorcista, era un joven estudiante de literatura en la universidad jesuita de Georgetown (estado de Washington,EE UU).

Cuando, en agosto de 1949, leyó una noticia en el diario The Washington Post: «Un sacerdote libra a un joven de Mount Rainier de las garras del demonio».

Veinticinco años después, tras investigar los hechos y cambiar – a petición del padre Bowdern, sacerdote que practicó aquel exorcismo – la identidad del protagonista, escribió una novela de la que se vendieron trece millones de ejemplares.

Dos años más tarde la convirtió en el guión de la mítica película del mismo nombre.

Según Blatty, Bowdern, obligado por el juramento de secreto a no hablar del exorcismo, le dijo únicamente:

«Puedo asegurar que el caso en que me vi implicado era auténtico».

Robbie Mannheim es el seudónimo de un niño de 11 años de edad que vivía con su familia en Maryland, Estados Unidos, y que fue supuestamente poseído por un demonio en la década de 1940.

El historiador Thomas B. Allen, quien escribió sobre el exorcismo de Mannheim, fue quien acuño el seudónimo, porque los testigos de la posesión real guardaban la verdadera identidad del chico.

Se dice que Mannheim no recordaba su supuesta posesión demoníaca y personas cercanas a él querían que continuara siendo así.

Pero la historia sólo se conoce a través de otros testigos, más de 40 personas confirmaron haber presenciado la verdadera posesión de Mannheim.

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EL MANUSCRITO QUE REVELA EL EXORCISMO

El arzobispado local ha eludido en diversas ocasiones la entrega de los documentos oficiales respecto a este caso, «por razones serias y validas» según sus propias palabras, pero nunca ha negado su existencia.

Hoy, sin embargo, conocemos todos los detalles gracias a Tomas B. Allen quien, cuarenta años después, consiguió que el padre Halloran – uno de los nueve jesuitas que asistieron a Bowdern – le facilitara un diario del exorcismo.

Este escrito fue hallado en 1978, durante las obras del hospital de los hermanos de los pobres de Saint Louis, en una de cuyas habitaciones, clausurada hasta esa fecha, se produjo el exorcismo último y definitivo.

Se trata de veintiséis páginas mecanografiadas en las que se recogen los testimonios de 48 personas que asistieron a la víctima y contemplaron de cerca su endiablado estado.

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EL MALIGNO SE MANIFIESTA

Todo empezó con el ruido de un suave goteo en casa de los Mannheim – los nombres son falsos –, en Mount Rainier (estado de Washington).

Allí vivía Robbie, un chico de 11 años, con su abuela materna, su madre y su padre.

El persistente sonido se inició un sábado por la noche. El niño y su abuela se hallaban solos y realizaron una gira por las habitaciones buscando el origen del ruido.

Al entrar en el dormitorio de la anciana, vieron que un cuadro en el que se representaba a Jesús estaba torcido y se movía como si alguien golpeara la pared tras él.

El goteo cesó para dar paso al chirrido de unos arañazos tras la pared, «como si una garra rascara la madera».

Los arañazos continuaron oyéndose durante once días. Comenzaban hacia las siete de la tarde y paraban a media noche.

Curiosamente, se detuvieron el día en que murió Harriet, una tía espiritista de Robbie, que había enseñado al muchacho a manejar el tablero ouija.
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A partir de aquel momento, Robbie pasaba horas enteras jugando con la ouija, intentando entrar en contacto con su querida tía difunta.

Fuera ésta o no la causa de la posesión, el hecho es que los fenómenos paranormales comenzaron a producirse a su alrededor sin interrupción.

Al irse a dormir oía pasos junto a su cama y, durante el día, objetos y muebles pesados se deslizaban por el aire o se volcaban solos.

Sus parientes podían ver girar vertiginosamente las sillas en que Robbie se sentaba. Él insistía en que no era culpa suya.

Pero la fenomenología crecía y llegó a un punto de paroxismo la noche en que, para ahuyentar el miedo del chico, su abuela y su madre se acostaron con él.

De pronto el colchón levitó y colcha y sábanas – completamente estiradas – se elevaron ante sus ojos como si algo invisible tirara de las esquinas.

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LA CONSULTA A EXPERTOS

La familia consultó a médicos, psiquiatras y psicólogos, que declararon normal a Robbie.

También a médiums que diagnosticaron una crisis de adolescente que pasaría a su tiempo.

Pero Robbie ya no podía siquiera ir al colegio: su pupitre daba saltos y golpeaba los de los demás niños.

Había comenzado a volverse hosco y reservado. Además, durante las noches tenía pesadillas en las que parecía hablar con alguien.

Sus padres se dirigieron a un sacerdote luterano llamado Schulze quien, creyendo estar ante un poltergeist, rezó por el muchacho.

Schulze pasó una noche con él y fue testigo directo de la aterradora fenomenología que rodeaba a Robbie.

Pero al aparecer el 26 de enero sobre el pecho del niño unos arañazos en forma de letra, «como si alguien los hubiera trazado desde dentro con un cuchillo», Schulze comenzó a pensar que un poder maligno había invadido al muchacho.

Se dice que la posesión demoníaca se manifiesta, progresivamente, de tres formas:

• infestación (el demonio actúa sobre la materia circundante y produce fenómenos telequinéticos de toda índole);

• obsesión (atormenta a la víctima sin hacerla perder el conocimiento pero de modo evidente); y

• posesión (invade el cuerpo de la persona y lo trata como propiedad suya).

Para Schulze, Robbie estaba a punto de pasar a la tercera fase, así que recomendó a la familia consultar a un sacerdote católico: «Ellos entienden de estas cosas».

Y es que, mientras las iglesias luteranas no conceden ninguna credibilidad teológica a la existencia del demonio, la católica tiene una larga tradición de exorcismos que se remonta a los realizados por Jesús.

Además, desde los comienzos de la Cristiandad, cuentan para practicarlos con un ritual que se formalizó en 1614 bajo el nombre de Rituale Romanum.

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VAN A BUSCAR A LA IGLESIA CATÓLICA

Fue así como los Mannheim se pusieron en contacto con el padre Hughes, párroco de la iglesia católica más cercana.

Al principio éste se limitó a darles agua bendita y unos cirios consagrados, remedios infalibles contra el demonio.
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Pero la botella con agua bendita explotó al entrar en el dormitorio de Robbie.
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Y las velas, al ser prendidas, lanzaron tales llamas que casi incendiaron la casa.

Entonces Hughes decidió visitar al chico. Al parecer, Robbie estaba en la cama, en estado de trance, y le recibió diciéndole en latín:

«Oh, sacerdote de Cristo, sabes que soy un demonio. ¿Por qué me molestas?». 

Precisamente, según el Rituale Romanum, la capacidad de hablar o entender una lengua extranjera desconocida anteriormente por la persona es una de las características de la posesión.

Sobre todo si va unida a la exhibición de una fuerza sobrehumana, el conocimiento de hechos ocultos o futuros y una profunda aversión hacia lo sagrado que se manifiesta incluso hacia las medallas, cruces o reliquias ocultas.

Así que Hughes – tal y como indica el ritual – solicitó permiso para practicar un exorcismo al arzobispo de Washington, O’Boyle, quien, incomprensiblemente, se lo concedió.

Y es que en el Rituale se dice expresamente que

«el sacerdote designado para hacer un exorcismo, además de distinguirse por su piedad, prudencia y vida íntegra, debe ser inmune a cualquier ansia de engrandecimiento personal.

y no confiar en su poder sino en el divino, así como de edad madura y reverenciado no sólo por su cargo sino por sus cualidades morales».

Características todas ellas que Hughes, a sus 29 años de edad, no había tenido tiempo de reunir.

Tampoco siguió el joven párroco otra instrucción del ritual, a saber:

«Recurrir a un estudio profundo del asunto (…) examinando los autores aprobados y los casos producidos».

Quizá por todo ello, aunque realizó una confesión general, ofreció misa y oraciones especiales e incluso ayunó, el exorcismo resultó trágico.

A finales de febrero, Robbie fue ingresado en el Georgetown Hospital, dirigido por jesuitas y atendido por monjas que guardaron el más absoluto secreto.

Fue atado con correas a una cama y permaneció tumbado con los ojos cerrados, aparentemente tranquilo.

Al entrar Hughes en la habitación, tocado con birrete negro, estola púrpura al cuello y con un reluciente aspersor de agua bendita, Robbie «despertó» y con voz perentoria le ordenó quitarse la cruz que llevaba oculta.

Asimismo se dice que empezó a proferir juramentos en lengua semítica y aramea y en su pecho comenzaron a aparecer nuevos arañazos.

Hughes se arrodilló junto a la cama con el ritual en las manos, recitó la Letanía de los Santos en latín y luego el Padre Nuestro con el que comienzan las oraciones propias del exorcismo.

Pero al decir «Mas líbranos del mal«, Robbie logró desasir una de sus manos y aflojar una pieza del somier…

La monja y el auxiliar presentes oyeron de pronto un alarido de Hughes… Robbie había rajado el brazo izquierdo del sacerdote desde el hombro hasta la muñeca.

Alguien dijo que para cerrar la herida fueron necesarios más de 100 puntos.

El exorcismo no prosiguió. Hughes sufrió una crisis nerviosa y abandonó Mount Rainier durante un tiempo.

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JESUITAS EN ACCIÓN

Las murmuraciones de los vecinos, la desesperación o el hecho de que el cuerpo de Robbie empezara a actuar como un tablero ouija formando palabras con arañazos, fueron el detonante para que sus padres se trasladaran a St. Louis, donde tenían parientes.

Allí, la familia pidió consejo al padre J. Bishop, profesor de teología.

Bishop habló con sus superiores y parece que la comunidad jesuita se hizo cargo del asunto.

El 9 de marzo, éste visitó por primera vez a los Mannheim. Les interrogó sobre lo sucedido y realizó aspersiones con agua bendita por toda la casa.

Especialmente en el dormitorio de Robbie, donde además practicó un exorcismo simple y colocó una reliquia de Santa Margarita sobre la almohada.

Todo fue inútil. La reliquia salió disparada y rompió un espejo y el propio Bishop presenció el frenético movimiento de la cama de Robbie y los arañazos que aparecieron en su cuerpo.

Al día siguiente habló con el padre William S. Bowdern, jesuita de 52 años, responsable de la iglesia de San Francisco Javier y considerado como un hombre santo por quienes le conocían.

Por indicación del arzobispo Ritter, habría de ser Bowdern quien llevara a cabo el exorcismo.

El 10 de marzo por la noche, Bishop y Bowdern hablaron con Robbie y rezaron el rosario con él.

El niño parecía tranquilo, pero en cuanto le dejaron solo en su habitación volvió a gritar pidiendo ayuda.

Poco después mostraba dos arañazos en forma de cruz en sus antebrazos, algo que no dejó de extrañar a los jesuitas que en secreto habían llevado una reliquia del antebrazo de san Francisco Javier.

Los sacerdotes calmaron a Robbie y le bendijeron.

Pero, en cuanto le abandonaron, Robbie sufrió una gran crisis durante la cual una biblioteca de 25 kilos se movió sola colocándose ante la puerta de su dormitorio.

Su madre logró introducirse por una rendija en la habitación a tiempo para ver cómo el crucifijo y las reliquias que los sacerdotes le habían puesto se deslizaban solos por su cuerpo hasta quedar a los pies de la cama.

Los muebles habían cambiado de sitio por sí mismos, el niño se retorcía de dolor debido a los arañazos y las sacudidas del colchón eran frenéticas. 

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EL PADRE BOWDERN INICIA EL EXORCISMO

Tras haber ayunado, celebrado misa y hecho su confesión general, el 16 de marzo por la noche, Bowdern inició el exorcismo que habría de prolongarse en sucesivas sesiones hasta el 18 de abril.

Comenzó pidiendo al niño que hiciera un examen de conciencia. Luego fue en busca de toda la familia y de los otros sacerdotes: Bishop, que habría de escribir el diario, y Halloran, de 26 años, cuya fuerza era necesaria para sujetar al poseso.

Tras rociar con agua bendita la cama, que no dejaba de moverse, comenzó a leer las letanías del ritual.

Cuando dijo:

«Yo te ordeno, espíritu impuro, seas quien seas, junto con todos tus asociados que han tomado posesión de este siervo de Dios, que, por los misterios de la Encarnación, Pasión, Resurrección y Ascensión de nuestro Señor me digas mediante alguna señal tu nombre, el día y la hora de tu partida…»,

Ronchones rojos y arañazos cruzaron la garganta, los muslos, el estómago, la espalda y el rostro de Robbie.
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En su pecho apareció la palabra hell (infierno), y había sangre suficiente para ser secada con un pañuelo.

Sobre el escaso vello púbico del niño también se dibujó la letra X y la palabra go (ir).

Bowdern interpretó que el demonio se iría en diez días a través de la orina o los excrementos. En lo primero se equivocó.

En lo segundo no. Pues, en cada sesión de exorcismo, salían de Robbie grandes cantidades de orina maloliente.

A partir de ese día, la lucha contra el mal fue ganando la batalla.

Durante otra sesión, al preguntar al demonio su nombre, se dibujó con arañazos sobre el pecho de Robbie la palabra spite (rencor).

No obstante, durante el día Robbie era un muchacho normal, algo característico de los posesos.

Sólo durante los períodos de crisis, que a veces duraban horas y que, salvo en raras ocasiones, se presentaron siempre de noche, parecía ser otra persona.

Chillaba, ladraba, reía diabólicamente, insultaba y maldecía al oír las plegarias o el nombre de Jesús.

Y, al ir avanzando el exorcismo, comenzó a hablar con una voz profunda, ronca, y a volverse más violento.

Gritaba obscenidades a los sacerdotes, les acusaba de terribles actos sexuales y les escupía.

Su delgado cuerpo se arqueaba tanto que podía tocarse la cabeza con los dedos de los pies.

Cantaba melodías que desconocía. Agitaba los brazos desesperadamente y, en cuanto se veía libre de ataduras, soltaba violentos puñetazos.

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LA ÚLTIMA SEÑAL 

Robbie era luterano y el padre Bowdern decidió bautizarle para acogerle en el seno de la Iglesia Católica.

Además, el bautismo es otra forma de exorcizar.

Sin embargo, tras recibir este sacramento, se tornó más agresivo.

La voz del demonio salía con más frecuencia durante las crisis, hablaba con más autoridad, y profería más obscenidades.
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Su rostro adquiría expresiones diabólicas y sus uñas, extraordinariamente largas, arañaban su pecho.

Conforme avanzaba la batalla, a los períodos de crisis se sucedían estados de calma en los que el chico proyectaba un aura siniestra que los exorcistas llaman «el roce de Satanás».

En cierta ocasión estuvo cuatro días muy tranquilo, pero era sólo otra treta del maligno que, «a veces, deja al cuerpo libre de molestias para hacer creer que ha sido expulsado», señala el Rituale.

Finalmente, tras pasar por un verdadero calvario, durante el cual estuvo alojado en la rectoría de la Iglesia de San Javier, Robbie regresó en tren a Maryland y volvió de nuevo a Saint Louis.

El niño fue ingresado a principios de abril en el hospital de los hermanos de los pobres.

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LA ÚLTIMA BATALLA

El día 18 de ese mes, el padre Bowdern, consumido por el prolongado ayuno y la vigilia, se enfrentó a la que sería la última batalla.

Robbie había comulgado ese día y los hermanos de los pobres habían puesto en su habitación una estatua del arcángel San Miguel venciendo al dragón.

Con el último amén del exorcismo la habitación pareció invadida de una calma absoluta y Robbie habló con una nueva voz, clara, autoritaria, rica y profunda:

«Satanás, Satanás, soy san Miguel y te ordeno a ti y a los otros espíritus malignos que abandonéis el cuerpo en nombre de Dominus, inmediatamente, ¡ahora, ahora, ahora!».

Entonces, durante 7 u 8 minutos, Robbie se debatió entre violentísimas contorsiones.

Luego, dijo con calma:

«Se ha ido».

Miró a los sacerdotes y aseguró sentirse bien. Todos se felicitaron.

Todos menos Bowdern, que ya no se fiaba del maligno y esperaba una señal característica del final exitoso del exorcismo.

Robbie contó que había visto en sueños como el arcángel se había encarado con el diablo haciéndole retroceder hacia una cueva cerrada con barrotes en cuya entrada estaba la palabra spite.

Cuando los demonios desaparecieron, notó como si algo tirara de su estómago. Luego se sintió relajado y feliz como no lo había estado desde el 15 de enero.

A la mañana siguiente comulgó en la capilla del hospital. Por la tarde durmió una larga siesta.

Cuando despertó parecía no recordar nada de su penosa experiencia.

«¿Dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido?», preguntó.

En esos momentos, una explosión resonó en todo el hospital. Era la señal que Bowdern esperaba.

Cuando Robbie salió del hospital, su habitación fue clausurada con llave.

En el cajón de la mesilla permaneció el diario de Bishop hasta ser hallado en 1978.

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EFECTOS POSTERIORES

Poco después de finalizar el exorcismo, durante una misa celebrada por Bowdern en la iglesia de San Francisco Javier, el ábside se iluminó y ante los asombrados jesuitas allí reunidos brilló por un instante la imagen de san Miguel, con una espada llameante en la mano.

La casa donde se iniciaron los hechos fue quemada durante un ejercicio de bomberos. Hoy tan sólo queda el solar, pero nadie quiere comprarlo.

A pesar de las amenazas de muerte prematura que el demonio hizo a los exorcistas, el padre Bowdern murió en 1983 con 86 años y Bishop en 1978 con 72.

En cuanto a Robbie, su vida transcurrió con normalidad. Se casó y tuvo dos hijos.

No tuvieron tanta suerte algunas de las personas implicadas en el rodaje del film, William Friedkin, el director, recibió numerosas amenazas por parte de grupos satanistas.

Cuatro miembros del equipo murieron en misteriosas circunstancias.

La desaparición de objetos – incluidas varias cintas con escenas ya filmadas – era frecuente.

En fin, tal cúmulo de desgracias que ha llevado a algunos a sugerir que sobre la película pesa una maldición.

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Padre William Bowdern

  

ENTREVISTA ÚNICA A UNO DE LOS SACERDOTES QUE PARTICIPÓ

EL Padre Bowdern nació en 1897 y murió en 1983, fue el jefe exorcista en el exorcismo de «Robbie»  en 1949, 

Curiosamente, el padre Bowdern al parecer sufrió efectos algo debilitantes del exorcismo, aunque no fue algo que se hizo público. 

Un jesuita narró hace unos años que había visto al Padre Bowdern tambaleándose por el pasillo en la mañana antes de la celebración de la misa.

Y este testigo quedó comprensiblemente preocupado, pensando que podría haber estado relacionado con el alcohol. 

Se dirigió a su superior, quien le explicó que el padre Bowdern había participado en un exorcismo, y que el exorcismo le causó ese efecto.

Aunque después de celebrar varias misas el Padre Bowdern quedó bien.

Una interesante entrevista fue realizada hace unos años por el autor y periodista Michael Brown con el padre Walter Halloran, sj.

El Padre Halloran, quien murió en 2005, había asistido al Padre Bowdern en una porción significativa de estos exorcismos.

El Padre Halloran todavía recuerda vívidamente el caso, que tuvo lugar en 1949 en el área de Washington-Baltimore, con el último exorcismo realizado en St. Louis, donde el muchacho tenía parientes.

EL Padre Halloran asistió al exorcista principal, el padre William S. Bowdern de la Iglesia de San Francisco Javier en St. Louis.
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El Padre Halloran dice que el muchacho tenía 11 años. Otros dicen 13 o 14.
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Pero todos están de acuerdo en una cosa: que fue espeluznante.

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Padre Walter Halloran

MB: Padre, ¿cuántas veces estuvo presente en las sesiones de exorcismo?

Fr. Halloran: Supongo que todas las noches durante tres semanas.

  

MB: ¿Tuvo usted alguna idea sobre el origen del problema?

Fr. H: En cierto modo, fue una víctima del estado mental de la tía (que estaba en el espiritismo).

  

MB: ¿Qué pasó al final? Se nos dice que el Arcángel Miguel se manifiestó.

Fr. H: Por lo que entiendo hubo un sonido muy fuerte, un boom – como una especie de estampido sónico – y luego el muchacho abrió los ojos y dijo: San Miguel vino y todo terminó.

Al mismo tiempo, mientras esto tenía lugar, había unos seis o siete sacerdotes en la iglesia del colegio diciendo el oficio y hubo un gran boom por allí y toda la iglesia quedó completamente iluminada.

El Padre Bowdern, que estaba haciendo el exorcismo, y el niño se encontraban en la casa parroquial. Hubo una luz muy, muy brillante que iluminó toda la iglesia.

  

MB: ¿Cuáles fueron los fenómenos físicos más notables de los que usted fue testigo durante los exorcismos?

Fr. H: Creo que las marcas en el cuerpo del niño.
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No puedo pensar que hubo alguna manera en que podrían haber sido auto-inducidas, las marcas, los arañazos, las palabras, los números y ese tipo de cosas que aparecieron [en sangre roja].
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Cuando el espíritu maligno se hizo cargo del niño, no parecía haber nada que él pudiera hacer al respecto.
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Hubo un par de veces cuando algo muy peligroso podría haber sucedido y él no tuvo ningún recuerdo en absoluto de todo lo que ocurrió cuando se encontraba en uno de estos asedios.

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MB: ¿Has visto algo volar por la habitación o los muebles moverse?

Fr. H: Si. La primera noche que estuve allí estaba de rodillas al lado de la cama en la que yacía el chico.
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Y la cama empezó a ir hacia arriba y hacia abajo y luego casi me golpeó una botella de agua bendita, que estaba en la cómoda y salió volando por la habitación.

  

MB: ¿Hubo alguna oración particular a la que el espíritu maligno pareciera reaccionar más?

Fr. H: Sí. Fueron más elementos o palabras o frases en cada oración.
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Cada vez que el nombre de la Santísima Madre se invocaba o mencionaba, el niño quedaba muy, muy agitado.
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Y cuando el nombre de Nuestro Señor – Cristo, nuestro Señor, o de Jesús – era dicho, y lo mismo con el Arcángel Miguel.
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Y luego quedaba en muy, muy agitado con el agua bendita.
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Con algunas de las oraciones cuando se rocía a la persona agua bendita, se volvía salvaje, salvaje físicamente.

  

MB: ¿Agitando las manos, ese tipo de cosas?

Fr. H: Si.

  

MB: ¿Ha visto la película el ‘exorcista’?

Fr. H: La vi justo después de que salió. Fui con el padre Bowdern y pensé que era una típica película de Hollywood, ostentosa, tratando de llevar a la gente a tener miedo o gritar. 

Me quedé decepcionado con ella. Pensé que era un desastre. Y el padre Bowdern también.

Hacía una especie de comentarios negativos durante toda la película. Pensé que íbamos a ser expulsados de la sala.

Era ridícula, y la parte donde la niña se masturba con un crucifijo. Esto no fue así, eso es todo, y la enorme cantidad de vómito verde, tonterías.

  

MB: ¿Hubo algo que escupió o no?

Fr. H: Sí, hubo escupidas, y cuando pienso en ello, me sorprende, su precisión. Había escupido a unos ocho metros de distancia.

  

MB: Yo entiendo que en un momento Ud. salvó la vida del niño. Estaba listo para ir por un precipicio, ¿no?

Fr. H: Si. Lo llevé a la casa de retiro en St. Louis, un lugar muy bonito, para salir del hospital y tomar un poco de aire fresco, y él no sabía nada de las Estaciones de la Cruz y así que le pregunté si quería aprender y el dijo, oh seguro.

Él era un niño afable. No muchos niños de 11 años de edad dirían que estaban interesados en saber acerca de las Estaciones de la Cruz, pero lo estaba.

 Y le expliqué lo que significaba cada una y llegamos a la estación 12 y dije, que esto conmemora la muerte de Cristo en la cruz.

Y cuando yo dije eso corrió hacia el borde de un acantilado para dejarse caer de 150 o 200 metros y le grité y no pasó nada, así que corrí y por una vez en mi vida hice un tackle decente.

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MB: ¿Tuvo usted alguna manifestación después, o fue el final? ¿Estuvo usted bajo ataque demoníaco después?

Fr. H: No, nunca.

  

MB: ¿Ayunó durante todo el proceso?

Fr. H: Si.

  

MB: ¿A pan y agua?

Fr. H: No, cosas como simplemente tomar una taza de café y un trozo de pan tostado y saltarse una comida y en ese momento nosotros estábamos practicando la abstinencia durante la Cuaresma.

  

MB: ¿El Padre Bowdern también ayunó?

Fr. H: Lo hizo y a veces estaba agotado [el exorcismo duró seis semanas].

  

MB: ¿Qué edad tenía usted?

Fr. H: Alrededor de 28.

  

MB: ¿Usted temió por su vida?

Fr. H: No, en realidad no. Pero me preguntaba por qué yo, con qué fin estaba ahí. 

Hubo un momento en que nos pidió que paráramos y tomó la chaqueta del pijama y se cubrió las marcas, arañazos, y dijo que le dolían. 

Era Jueves Santo y yo le hablaba del Jueves Santo y comenzó a retorcerse de dolor y me dijo: Mira, no puedo soportar esto.

Pareció más afectado cuando dije cosas como «Santísimo Sacramento» o mencioné la ordenación de sacerdotes y cosas por el estilo.

  

MB:  ¡Qué una confirmación del poder de la fe, y los poderes que luchan entre sí en esta tierra!.

Fr. H: Sí. Eso es lo que me afectó más, y supongo que por eso me quedé muy decepcionado con la película.

  

MB: ¿Cree usted que fue satanás o un demonio?

Fr. H: Durante el rito, cuando se le preguntó su nombre, la única respuesta que puedo recordar que dio fue «Legión», que nos recuerda el piara corriendo hacia el lago luego del exorcismo de Jesús.

  

El Padre Halloran aparece en el video de abajo, una excelente docu-drama y que, al igual que cualquier cosa relacionada con el mal, debe ser precedido por la oración, la lectura de la Biblia, y el agua bendita.

  

LA PIEZA CLAVE DE LA POSESIÓN ES UN DEMONIO QUE HA PASADO DESAPERCIBIDO

Una de las principales figuras que aparecen en el exorcista es el demonio Pazuzu.

El que se aparece a la niña poseída Regan (en la película) bajo el nombre de Capitán Howdy.

Contra este demonio aparentemente lucharon los verdaderos exorcistas, aunque no lo mencionan así.

Quizás por corrección política, porque Pazuzu es un Dios de la Mesopotamia, que aún se sigue venerando en esa zona,

Pazuzu tuvo su apogeo entre el año 2000 a 1000 aC entre los babilónicos y los asirios.

Era hijo de Hanbi, considerado el rey de los demonios, porque gobernaba el Inframundo.

Su hermano mayor era Humbaba, que era un dios demonio que asesinaron en la Epopeya de Gilgamesh.

Lo que puso a Pazuzu a un paso de ascender como rey del inframundo.

Se describe a Pazuzu como un cuerpo humano con cola de escorpión, garras de águila, alas y cabeza de león.

Su poder era tal que producía miedo y veneración de parte de los mesopotámicos.

A tal punto que los mesopotámicos usaban cadenas y medallas con el rostro de Pazuzu en una relación amor-odio.

Pazuzu era el que gobernaba los vientos del suroeste y oeste que soplaban en la zona.

Él los producía con su aliento seco y ardiente que podía propagar enfermedades, entre ellas la malaria y la fiebre tifoidea, a kilómetros de distancia.

Con su aliento tenía la posibilidad de causar tormentas altamente destructivas que destruían las cosechas y traían las langostas.

A este Dios le tenían especialmente miedo y le adoraban para que mantuviera a raya a los vientos.

Le pedían protección también contra Lamashtu que era su esposa.

Y era peligrosa para las mujeres embarazadas porque robaba a los bebés recién nacidos para comérselos.

También se asocia a Pazuzu con el demonio del viento que se enfrentó a Salomón cuando el intentaba construir el Templo de Jerusalén

Allí toma el nombre de Ephippas  y se le describe dañando la tierra y matando  a personas con sus vientos feroces.

Su presencia en la posesión relatada en el exorcista señala una verdad que fue dicha en el Antiguo Testamento.

Los dioses diferentes a Yahvé eran demonios disfrazados.

A los que Yahvé y sus profetas combatieron permanentemente.

  

Fuentes:

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One Comment

  • Juan De Dios Saavedra dice:

    Mount Rainer no era donde vivía el niño, sino Cottage City y él se llamaba Ronald Edwin Hunkeler

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