Felicitaciones navideñas y tirones de oreja.
La Reunión del Papa Francisco, del sábado pasado, con funcionarios de la Curia Romana fue importante por lo que se dijo como por lo que no se dijo.
El encuentro anual de Navidad entre el Papa y su sistema de apoyo burocrático es a menudo un tiempo para los discursos «grandes» que delinean las agendas papales, ¿y qué mejor ocasión para que el Papa Francis explicara su gran proyecto de reforma de la Curia?
Eso no sucedió. En cambio, en un breve discurso, el Papa señaló tres puntos que, al tiempo que alabó el desempeño de la Curia Romana, también pareció desafiar las actitudes reinantes allí.
En primer lugar, el Papa habló de la necesidad de profesionalismo y competencia.
«Cuando el profesionalismo es deficiente, hay un lento deslizamiento hacia la zona de la mediocridad», dijo.
Las tareas se convierten en rutina y la comunicación es cerrada, mientras que se pierde la conciencia de la imagen más grande.
La incompetencia y la falta de comunicación, por supuesto, han sido dos de las mayores críticas a la Curia Romana en los últimos años – críticas que se ventilaron en las reuniones de los cardenales que tuvieron lugar antes del cónclave de la primavera pasada.
En segundo lugar, el Papa subrayó que la Curia Romana está al servicio de la iglesia – de la iglesia entera y de cada comunidad católica local, no sólo del Papa. Cuando esta actitud de servicio es deficiente, dijo,
«la estructura de la Curia se convierte en una aduana burocrática pesada, un inspector e inquisidor que ya no permite la acción del Espíritu Santo y el desarrollo del pueblo de Dios».
Woow. ¡Y esta era una felicitación de Navidad!.
El Papa identificó un tercer elemento crucial para los funcionarios de la Curia Romana, la santidad de la vida, y dijo que era
«el más importante en la jerarquía de valores.»
Y repitió una frase que ha hecho en otros lugares, que está convencido de que hay «santos» en la Curia, hombres y mujeres que sirven con fe, celo y discreción en un espíritu de servicio pastoral.
Añadió que la santidad tiene un enemigo: el chisme, lo que dijo lamentablemente tiende a ser una «regla no escrita» del entorno de la Curia. Sugirió que todos ellos se conviertan en «objetores de conciencia» a los chismes, que daña a las personas y a las instituciones.
Fuentes: John Tavis, Signos de estos Tiempos