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En numerosas apariciones se han registrado aromas intensos de origen sobrenatural.

Pero nunca como en este caso.

Las apariciones de la Virgen María a Benedicta Rencurel, de Nuestra Señora de Laús, se sucedieron durante 54 años.

Se trata de una aparición aprobada por la Iglesia.

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La zona de Laús es famosa por sus paisajes.
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Por los aromas de las apariciones, que aún hoy siguen.
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Y por una fuerte peregrinación.

Puedes ver aquí la historia de la aparición.

 

LOS PERFUMES DE LAÚS

Benedicta Rencurel fue guiada a este solitario paisaje alpino por la Virgen misma.
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Quien le dijo que el lugar exacto donde quería que su Hijo fuese adorado se le revelaría por el “buen olor”.
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Así ocurrió y desde entonces las apariciones se impregnaron con misteriosos e intensos perfumes.

El fenómeno se ha observado sin interrupción hasta nuestros días.
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Puede ocurrir en la iglesia-santuario (donde, en efecto, no se acostumbra a depositar flores perfumadas para no inducir a confusión con ellas).
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Pero puede ocurrir también en las casas de acogida para los peregrinos, que rodean el lugar sacro o, incluso -ha sucedido con frecuencia- en el amplio aparcamiento.

Recientemente un docente universitario, François de Muizon, que ha realizado una investigación sobre este fenómeno, ha escrito:

“Se imponen algunas constataciones.

Ante todo, no es factible la hipótesis de un truco: nadie podría provocar estos perfumes en circunstancias y lugares tan distintos.

Además, no se trata de un hecho derivado de fuentes odoríferas naturales, puesto que los efluvios se sienten indistintamente en todas las estaciones, de día y de noche, en el interior y en el exterior.

Antes de haberse encontrado inmersos en ellos repentinamente, muchísimos testigos ignoraban la misma existencia de estos buenos olores del Laus.

Esto hace implanteables las habituales explicaciones a las que se suele acudir instintivamente, como la autosugestión, el delirio o la histeria.

El misterio aumenta no sólo por el grandísimo número de testimonios, sino también por su permanencia a lo largo de los siglos, a través de tiempos y culturas completamente distintas”.

No es sorprendente para los creyentes, puesto que el perfume acompaña con frecuencia a la vida en comunión con el Evangelio.

El “olor de santidad” como dice la expresión, no es sólo olor de los muertos, a veces también de los vivos, como por ejemplo en el caso del padre Pío de Pietrelcina.

Con frecuencia, el perfume va unido a los prodigios marianos, y muchos lo sienten en ocasiones cuando rezan el rosario.

Pero en el santuario francés de Laús parece haberse hecho permanente y tan habitual que muchos de los que frecuentan estos lugares lo consideran casi normal.

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MEDIO SIGLO DE PRESENCIA MARIANA CON SUS APARICIONES Y MENSAJES

La vidente gozó de las visitas de la Madre durante 54 años.
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Entre un encuentro y otro con Ella, los hubo también con Cristo mismo, con santos y con ángeles.

Así, precisamente Notre Dame du Laus se ha citado en estos años a propósito de Medjugorje.

Donde las apariciones, sobre las que la Iglesia aún no se ha pronunciado, han sido juzgadas, por muchos, como improcedentes a priori por la duración de los fenómenos y el consecuente número de mensajes que se habrían entregado a los jóvenes videntes.

En realidad, por lo menos existe un precedente y es precisamente éste de Laús.

La Señora que vino a estos Alpes Marítimos (y que se autodenominó Dame Marie) apareció y habló a la misma persona durante más de medio siglo.

Y no hay que pensar en una acostumbrada creencia popular sin fundamento, puesto que una larga serie de obispos ha reconocido y animado la peregrinación y el Vaticano lo ha aprobado.

Y la vidente es, desde hace tiempo, Venerable, mientras que se ha retomado recientemente las gestiones para su beatificación.

Benedicta nació el 17 de septiembre de 1647 en este rincón apartado de lo que entonces se llamaba el Delfinado.

La infancia fue la habitual para los campesinos de entonces: miseria, analfabetismo, viudez de su madre y empleo como pastorcilla de los vecinos.

Precisamente en uno de los hornos de yeso excavados con forma de gruta, populares en la zona, en mayo de 1664, mientras estaba ocupada supervisando ovejas y cabras y recitando su rosario, Benedicta vio la misma Bella Señora.

Que más de dos siglos después, vería Bernadette y que, también aquí como en Lourdes, se limita en esa primera visita a mostrarse luminosa y sonreír.

Se seguirán otras apariciones silenciosas.

Después, poco a poco, la Señora empezará a hablar, a responder a las preguntas, a hacerlas también ella y a dar consejos e indicaciones a la joven vidente.

Así comienza esa especie de recorrido pedagógico que continuará hasta la muerte de Benedicta.

Y una vez formada, le confía la construcción de un santuario, la organización de una peregrinación, la acogida, guía y preparación a los sacramentos de la confesión y de la comunión de los peregrinos…

Cuando algunas monjas de Saboya proponen instalarse en Laús, esperando convencer a Benedicta para que se hiciera hermana suya, el testimonio de la vidente nos refiere que

“la Madre de Dios dijo que eso no se podía hacer, que esas religiosas estaban demasiado retiradas, que era necesario que ella viera a los peregrinos, que hablara con ellos cuando se lo pedían, para darles los consejos necesarios, como Dios la inspiraba.

Y esto no lo habría podido hacer en un monasterio, donde habría estado demasiado encerrada…”

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LA PEREGRINACIÓN

De esta singularidad se deriva otra: desde el principio, subir a Laús no se ha entendido, como en los demás santuarios, en el sentido de una visita individual, rápida, para volver de inmediato al lugar del que se ha llegado.

Este monte es un lugar de pedagogía celestial, de estancia prolongada con la Madre.

De aquí la presencia, desde el comienzo, de casas de acogida donde comer, dormir y encontrarse con los hermanos entre una práctica religiosa y la siguiente.

En pocos años, donde no había más que ovejas y cabras surge un lugar de culto que desafiaría al tiempo.

Aún hoy, la basílica construida en tiempos de la vidente tiene en su interior la capilla primitiva, llamada de La Bonne Rencontre, el nombre que los alpinos dan a la Anunciación.

En el ábside de la capilla está el altar mayor del santuario, ante cuyo tabernáculo arde la lámpara habitual.

Pero no es corriente el rito que todos los peregrinos realizan aquí: después de arrodillarse para adorar al Santísimo, meten los dedos en el aceite de la lámpara y, con él, hacen la señal de la cruz.

Pequeñas ampollas de aceite se envían a toda Francia y a muchos otros países en los que se ha difundido el culto.
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En efecto, según una promesa de Dame Marie misma a su benjamina, el contacto con ese líquido, con una actitud de fe hacia la omnipotencia del Hijo, provocaría prodigios de curación espiritual y, también, física.

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MUERTE Y CAUSA DE CANONIZACIÓN

Benedicta moriría a los 71 años, en 1718, rodeada por la veneración y agradecimiento de todos.

Fue sepultada, y lo sigue estando, ante el altar mayor, precisamente bajo la lámpara cuyo aceite sirve cada día para la unción de los devotos.

Con la muerte de la vidente no se extinguió en absoluto la devoción por aquel lugar de culto: más aún, fue tan sólida que pudo sobrevivir a la furia de la Revolución de final de siglo y retomar después su camino, cada vez más desenvuelto.

Tampoco se extinguió la veneración de los peregrinos hacia Benedicta, el instrumento humano elegido por María misma.

Pero la supresión de la diócesis de Embrun y, a continuación, la sucesión de distintas congregaciones religiosas en la guía del santuario, hicieron que sólo en 1872 el Papa Pío IX pudiera proclamar oficialmente a la vidente “venerable sierva de Dios”.

La causa para la beatificación encontró obstáculos por parte de algunos historiadores extravagantes, no cierto por parte de los Papas (León XIII concederá a Laús el título de Basílica menor) ni, mucho menos, de los obispos de Gap que, unánimes, se levantaron aquí y recomendaron a sus fieles que hicieran lo mismo.

Actualmente se disponen de los informes escritos de cuatro testigos oculares de la vida de Benedicta, de centenares y centenares de páginas.
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Recientemente publicados en ediciones críticas, estos textos han permitido a la Congregación vaticana de los santos retomar la causa, y un final positivo parece cercano.
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Por tanto, la Iglesia podría tener, pronto, una nueva Beata y, a continuación, una nueva santa.

Además, no debe olvidarse la modernidad de esta figura laica (sólo se hizo terciaria dominica), que se convierte en una precisa y comprometida líder espiritual y que muestra las dotes de valor, de decisión y de sabiduría que la fe puede hacer emerger.

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