Miedo a los grupos armados.
Mientras el gobierno dice que los pequeños grupos guerrilleros que operan especialmente en el norte son simplemente narcotraficantes y delincuentes, éstos dicen que son insurgentes que luchan contra la creciente dictadura del presidente Ortega.
Y en medio de esto ha surgido una guerra sorda y sucia de muchas muertes violentas que afecta a los cristianos para comulgar su fe.
TENSIÓN TERRIBLE EN NICARAGUA
La situación en la zona fronteriza de Pantasma y Wiwilí afecta al desarrollo de las celebraciones religiosas de las parroquias, que en los últimos quince días viven una disminución sensible de fieles. Las comunidades campesinas, sobre todo los jóvenes temen verse en medio de algún enfrentamiento que pueda desencadenarse.
Este mes, la violencia entre los miembros del ejército y grupos armados no identificados en aldeas rurales de los municipios de Pantasma y Wiwilí ha causado la muerte de ocho personas, siete de ellas civiles y un militar. El mes pasado, dos miembros de la CPC (Consejos del Poder Ciudadano, una especie de comité que asiste al alcalde en las necesidades más urgentes de la comunidad) fueron asesinados en Wiwilí y Pantasma, presuntamente por grupos rearmados.
La violencia se ha traducido en un aumento de la presencia del ejército y la policía en la zona. La policía prefiere etiquetar estos grupos como “pandillas”, mientras que ellos mismos se autodenominan “rebeldes contra el Gobierno de Daniel Ortega”.
“El diálogo sincero debe prevalecer por encima de las armas entre el Gobierno y los rearmados, porque la guerra no deja nada bueno”, declaró el obispo de Jinotega monseñor Carlos Enrique Herrera Gutiérrez, O.F.M., en la catedral de San Juan, en la ciudad de Jinotega.
El obispo está dispuesto a servir de mediador entre el Gobierno y los grupos rearmados, “si se diera un diálogo sincero, un acuerdo para deponer las armas”, informó la agencia Fides.
“Estamos invitando a los fieles a orar, a confiar en el Señor para que nos ayude -declaró el prelado-. Las armas, la violencia, la guerra, traen situaciones de muerte y tristeza y eso es lo que no queremos nosotros”.
Los grupos armados aparecieron en el norte del país en 2009, y desde julio de 2013 se han enfrentado varias veces con el ejército.
DOS TESTIMONIOS
El salesiano Mons. Abelardo Mata, cara y descendencia de indio. Su diócesis es Estelí, a dos horas de Managua, capital de Nicaragua. Habla sin rodeos, conscientes de que las palabras tienen un precio. Sobre todo si lo que dice, como en este caso, no le gusta Al gobierno sandinista. Dice que en el territorio bajo su cuidado se formaron núcleos de campesinos armados que se oponen a la política autoritaria y centralista del gobierno. También proporciona los números, habla de 25 nucleos con un promedio de 12 a 15 personas cada uno.
Carlos Enrique Herrera, Obispo de Jinotega es un franciscano. El suyo es uno de los departamentos que se levantaron contra el dictador Somoza en 1979. En la misma provincia se formaron, diez años más tarde, los contras financiados por la CIA de Ronald Reagan. También confirma la existencia de grupos armados, de un centenar de hombres, dice, y añade que la fuente son los sacerdotes se encuentran dispersos en las zonas montañosas de pobres Jinotega que dependen de él.
¿GUERRILLEROS O DELINCUENTES? GRUPOS ARMADOS TOMAN EL NORTE DE NICARAGUA
Autoridades nicaragüenses siguen refutando los motivos políticos de los actores armados en las montañosas tierras del norte del país, pese al reciente asesinato de dos activistas del gobierno. No obstante, los métodos empleados para enfrentarlos sugieren que son mucho más que simples delincuentes comunes.
El 13 de octubre, Trinidad Cano Torres, ex oficial del ejército y activista del partido oficialista, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN, conocidos como los «Sandinistas»), fue asesinado en su finca cerca de Wiwilí, en el departamento (provincia) de Jinotega al norte del país. Menos de dos semanas antes, José Cruz López, líder de los Sandinistas en una pequeña comunidad a poco más de 56km (35 millas) de distancia, fue asesinado de forma similar -baleado por un grupo de hombres con uniforme militar-.
Si bien los informes iniciales no identificaron quién se encontraba detrás de la muerte de Cruz, la de Cano inmediatamente fue vinculada a un grupo armado que opera en la región bajo la dirección de Gerardo de Jesús Gutiérrez, alias «El Flaco».
Desde una confrontación mortal con las fuerzas de seguridad en julio, el grupo de El Flaco ha atraído cada vez más atención. Una serie de choques han sacudido a la región y han dejado a al menos ocho personas muertas, llevando a importantes líderes comunitarios, activistas de Derechos Humanos y representantes de la Iglesia Católica a hacer un llamado por el fin del derramamiento de sangre.
Hay informes de que lo hizo parte de los «Contras» -una insurgencia guerrillera que combatió a los Sandinistas durante su primer período en el poder en los años ochenta-; El Flaco afirma liderar uno de los grupos que se han rearmado en todos los departamentos del norte y en las regiones autónomas del Atlántico para oponerse a lo que perciben como el paso del gobierno hacia la tiranía.
Mientras que las autoridades nicaragüenses continúan etiquetando a los grupos de «delincuentes» involucrados en el secuestro, el narcotráfico, el robo de ganado y el robo; los guerrilleros citan la reforma de 2009 de la Constitución, que permitió al presidente Daniel Ortega gobiernar un segundo mandato, como emblema de las tendencias autoritarias de Ortega. Entre otras quejas están el fraude electoral local y la represión en el campo.
Jinotega es una región agrícola montañosa que ha sido un fortín tradicional para las rebeliones armadas, incluida la de Augusto Cesar Sandino -de quien los sandinistas toman su nombre- quien luchó una guerra de guerrillas contra la ocupación de Estados Unidos durante los años veinte y treinta. En la región ha persistido durante décadas una hostilidad significativa hacia los sandinistas, mientras que los líderes locales de la principal oposición política del país, el Partido Liberal Independiente (PLI), ha expresado su simpatía por la causa de los guerrilleros.
Mientras que estimaciones sobre el número de Contras rearmados han variado de docenas a cientos, e incluso miles, comúnmente se cree que actúan en pequeños grupos, y generalmente se cree que El Flaco opera con un grupo de no más de 20 -a pesar de que su séquito armado podría ser más numeroso-.
Según el analista de seguridad James Bosworth,
«Estos grupos han sido muy pequeños y el gobierno de Ortega ha trabajado con rapidez para eliminar las amenazas, aunque afirmando que son delincuentes y que no tienen motivos políticos».
Pese a este rechazo oficial de la naturaleza política de los grupos, las fuerzas de seguridad nicaragüenses han empleado feroces tácticas militares en lo que ha sido descrito por el periodista Tim Rogers, ubicado en Nicaragua, como
«una guerra silenciosa que el gobierno niega que está sucediendo».
Una serie de ex Contras que declararon haberse rearmados, han muerto en circunstancias misteriosas, mientras que los escuadrones élite militares han sido utilizados para localizar a los hombres que luego son pintados como nada más que matones borrachos. La forma sistemática de los asesinatos ha visto tácticas militares descritas como «una cacería», en medio de las denuncias de la población local y los activistas de Derechos Humanos sobre hostigamiento, detenciones ilegales y ejecuciones extrajudiciales a manos de las fuerzas de seguridad.
Como dijo Tim Rogers a InSight Crime, tales tácticas han dado lugar a un «ciclo de represión estatal, persecución y rearme», el cual podría decirse que agrava el problema y refuerza el apoyo a grupos armados como el de El Flaco.
Fuentes: Terre d’ America, Insight Crime, Fides, Signos de estos Tiempos