La Iglesia es el hospital de Dios.
Siempre ha estado llena de gente en vías de recuperación.
Jesús hizo hincapié en invitar a los cojos, a los ciegos y a los poseídos para ser sanados.
Y para que lo acompañaran en su ministerio.
Una invitación a menudo despreciada por aquellos que pensaban que estaban bien como estaban.
No debería sorprendernos, entonces, que la depresión no sólo pueble los hospitales y clínicas seculares, sino nuestras iglesias también.
La Iglesia tiene muchas facetas en que puede ayudar a superar el bajoneo y la depresión.
Una de ellas en la orientación a la oración. En especial los salmos, como veremos abajo.
Pero los cristianos no hablan lo suficiente sobre la depresión.
El dolor emocional, puede ser difícil de compartir.
La desesperación puede sentirse muy física para el enfermo, generando opresión en el corazón y sensación de obstrucción en el cerebro.
Pero sus características superficiales pueden ser pasadas por alto fácilmente o no exteriorizarse.
Una depresión que al final se va no deja cicatrices en la piel para mostrar cuán profunda era la herida y el tiempo de curación que llevó.
Además, tal angustia es tan personal que es difícil compartirla con cualquiera que no sea los miembros de la familia o los profesionales médicos.
Leer también:
- La depresión, un Fenómeno que Ataca a Cristianos y No Cristianos [pero los cristianos la llevan mejor]
- El Espíritu Sana la Carne: Estrategia Espiritual para Tratar Enfermedades
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NUESTRA CRECIENTE FAMILIARIDAD CON LA DEPRESIÓN
La depresión sigue siendo a la vez familiar y misteriosa para los pastores y líderes laicos de la iglesia.
Por no mencionar a aquellos que comparten un banco en las misas con las personas deprimidas.
Prácticamente todo el mundo ha experimentado un día “bajoneado”, a menudo sin razón aparente.
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Podríamos decir que “despertaron en el lado equivocado de la cama”, están “de mal humor”, o simplemente “en una mala racha”.
Tales referencias son comunes.
Sin embargo, tan familiares como los períodos melancólicos, son un misterio para nosotros las profundidades de una depresión severa.
Podemos comprender en parte la angustia del rey David:
“Ten piedad de mí, Señor, pues estoy angustiado; mis ojos languidecen de tristeza.
Mi vida se consume en la aflicción y mis años entre gemidos; mi fuerza desfallece entre tanto dolor y mis huesos se deshacen” (Salmo 31: 10-11).
La depresión severa está a menudo más allá de la descripción.
Y cuando esos sentimientos profundos y dolorosos no se pueden explicar, ellos cortan el corazón de nuestro ser espiritual.
Los seres humanos somos criaturas intrínsecamente complejas.
Cuando las cosas van mal en nosotros, lo hacen en miles de formas y matices.
Si la Iglesia quiere ministrar efectivamente a toda la humanidad caída, debe tomar en cuenta esta complejidad.
La depresión indica que algo anda mal. ¿Pero qué? ¿Y qué debería estar haciendo la Iglesia al respecto?
¿QUÉ ES LA DEPRESIÓN?
Primero tenemos que aclarar de lo que estamos hablando.
Con el fin de distinguir la “depresión mayor” o grave de los bajones, la Asociación Americana de Psiquiatría ofrece los siguientes criterios diagnósticos:
La depresión mayor se diagnostica cuando un adulto presenta una o ambas de los dos síntomas principales (estado de ánimo deprimido y falta de interés), junto con cuatro o más de los siguientes síntomas, durante al menos dos semanas:
Sentimientos de inutilidad o culpa inapropiada, disminución de la capacidad para concentrarse o tomar decisiones, fatiga, agitación psicomotora (no puede quedarse quieto) o letargo, insomnio o hipersomnia (dormir demasiado).
Disminución significativa o aumento de peso o el apetito, y pensamientos recurrentes de muerte o ideación suicida.
Esta definición clínica es estéril, sin embargo, y no logra captar la cualidad única del sufrimiento de la persona gravemente deprimida.
La depresión profunda encarna el sufrimiento emocional.
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No es simplemente un estado de ánimo o una visión negativa de la vida, sino algo que afecta a nuestro ser físico.
Los signos de un episodio grave de depresión incluyen evaluaciones infundadas negativas de los amigos, la familia y uno mismo.
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“Dolor emocional”, problemas físicos, tales como letargo, dificultad para poner sus pensamientos juntos, y prácticamente ningún interés en lo que los rodea.
Aunque la mayoría de nosotros sabemos de por lo menos un conocido que se ha suicidado, este acto trágico nos desconcierta quizás tanto como nos duele.
“Simplemente no lo entendemos”, decimos.
La ironía es que los supervivientes de intentos de suicidio graves frecuentemente reflexionan sobre esos intentos con una actitud similar: “No tengo ni idea de lo que me ha pasado.”
El dolor y la disfunción mental de la depresión mayor es la profundidad.
¿QUÉ TAN GRANDE ES EL PROBLEMA?
La depresión, tanto por su frecuencia y su interrupción de la vida normal es asombrosa.
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La Organización Mundial de la Salud nombró a la depresión como la segunda causa más común de discapacidad en el mundo después de las enfermedades cardiovasculares.
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Y se espera que se convierta en la número uno en los próximos diez años.
En los países de occidente, del 5 al 10 por ciento de los adultos en la actualidad experimentan los síntomas de depresión mayor (como se definió anteriormente), y hasta un 25 por ciento cumplen con los criterios diagnósticos durante toda su vida.
Por lo que es una de las enfermedades más comunes tratadas por los médicos de atención primaria.
En un momento dado, alrededor del 15 por ciento de los adultos estadounidenses están tomando medicamentos antidepresivos, y va en constante aumento.
Los estudios de los grupos religiosos, desde los judíos ortodoxos a los cristianos, no muestran evidencia de que la frecuencia de depresión varíe a través de grupos religiosos o entre los que asisten a los servicios religiosos y los que no lo hacen.
Así que en una parroquia típica de 400 adultos, 100 asistentes experimentarán depresión en algún momento, y por lo menos 60 estarán actualmente tomando antidepresivos.
¿Cómo podemos explicar estos números?
En parte, como resultado de un cambio en las actitudes culturales sobre la depresión.
Grupos como de activistas sobre Enfermedades Mentales y las empresas farmacéuticas han promovido agresivamente la idea de que la depresión no es un defecto de carácter, sino un problema biológico (una enfermedad) que necesita una solución biológica (una droga).
Los esfuerzos para medicalizar la depresión han ayudado a eliminar el estigma asociado a ella y convencer al público de que no es algo para ocultar.
Por consiguiente, la depresión ha salido del armario.
Algunos críticos sostienen que, junto con la opinión de la enfermedad de la depresión viene una disminución del umbral de diagnóstico.
Los profesores Allan Horwitz y Jerome Wakefield sostienen en The Loss of Sadness (Oxford, 2007) que los psiquiatras ya no proporcionan espacio para la tristeza en sus clientes habituales o subas y bajas de la vida.
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Etiquetan las fluctuaciones del estado de ánimo, incluso normales, como “depresión”.
Críticos como Horwitz y Wakefield están más o menos en lo correcto.
Es cierto que la comunidad de la salud mental ha reducido el umbral para el reconocimiento de la depresión.
Sin embargo, cuando se traza la depresión durante los últimos 20 años utilizando criterios fijos, la investigación muestra un aumento significativo en la frecuencia.
Así que, aunque los números pueden ser inflados, en beneficio de las empresas farmacéuticas, sin embargo hay un aumento sustancial y documentado.
LA HUMANIDAD REDUCIDA
Sin embargo, la redefinición de la depresión en general como una enfermedad tiene algunas consecuencias indeseables.
Este modelo reconoce acertadamente el aspecto biológico de la naturaleza humana y cómo puede llegar a ser desordenada.
Pero no tiene en cuenta otras dimensiones en juego.
Por ejemplo, el modelo de la enfermedad hace caso omiso de los entornos sociales como posibles contribuyentes a la depresión.
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Se muestra a las personas deprimidas como individuos aislados, con una frontera firme entre su cuerpo y fuera de él.
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Las personas deprimidas se reducen a cuerpos rotos y cerebros que hay que arreglar.
La mayoría ha oído que la depresión puede ser causada por un desequilibrio químico (tal como un déficit de serotonina).
Aunque el aspecto biológico de la depresión es más complejo que un desequilibrio químico simple, sin embargo, la depresión se asocia con una mala regulación de los mensajeros químicos en el cerebro.
Por ello, ciertos medicamentos pueden aliviar los síntomas de depresión moderada a severa.
Pero esto no es un nuevo desarrollo biológico, nuestros cuerpos no han cambiado significativamente en los últimos 100 años.
También sabemos que los pensamientos distorsionados contribuyen a la depresión.
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Las personas que están deprimidas no se evalúan con precisión (dicen, no soy tan bueno como los demás).
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Temen que su ser se desintegre (dicen, me estoy cayendo a pedazos).
Ellos deprecian su valor para los demás (dicen, yo soy de muy poco beneficio para mi familia).
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Y creen que no tienen control sobre su cuerpo (dicen, no puedo ponerme a comer).
Pero todavía no hay una respuesta a la pregunta apremiante detrás de esta epidemia virtual: ¿Por qué ahora?
Para llegar a esto, tenemos que mirar más allá de los factores biológicos y psicológicos.
LAS COSAS SE DESMORONAN
La vida pasa a toda velocidad, caótica y exigente, y muchos tienen problemas para mantener todo junto.
La vida cotidiana en el siglo XX, en occidente puede ser difícil.
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La presión constante de la negociación con la realidad social es cada vez más compleja y dura y a veces pasa factura.
La depresión es, en parte, una denuncia del cansancio de un mundo interior.
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Un intento de crear un capullo protector contra las demandas del mundo real.
Cualesquiera sean los factores personales que contribuyen a la depresión de un individuo, la epidemia más amplia sugiere que vivir en condiciones desordenadas sociales empeora las cosas.
Y además el demonio aprovecha las debilidades.
La incertidumbre nos hace sentir mucho menos en control sobre nuestro trabajo.
Nuestros puestos de trabajo no son seguros, y debido a la especialización, muchos de nosotros no tienen la flexibilidad para moverse fácil y rápidamente de un trabajo a otro.
Trabajamos largas horas, a menudo con una sensación de estar “detrás”, y no reconocemos las fronteras entre el trabajo y el no trabajo. (¿Es la fiesta de Navidad en la oficina de trabajo o recreación?)
Nos comparamos con otros colegas cuando las comparaciones son inútiles, o nos encontramos que nos comparan injustamente.
Cuando nos quedamos cortos, sentimos el peso de las expectativas poco realistas que han depositado en nosotros mismos o hemos recibido de otros.
Se nos ha dado responsabilidades con poca autoridad y aún menos recursos, y sentimos que no tenemos control sobre las expectativas de trabajo o incluso sobre cómo usamos nuestro tiempo de trabajo.
Muchos de nosotros estamos sujetos a deshumanizar a veces los sistemas corporativos o económicos que no son de nuestra propia creación y están aparentemente más allá de nuestra influencia.
Nos sentimos pequeños, insignificantes y prescindibles.
Algunos encuentran su realidad cotidiana tan dura que tratan de escapar a través de abuso de sustancias, promiscuidad sexual, hurto o malversación de fondos.
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Y en esto vemos la respuesta del demonio.
Considera la posibilidad de abuso de sustancias.
Pero aunque la depresión puede conducir al mayor uso de sustancias, la ruta más común es que el consumo de sustancias, suele empezar como un escape de las presiones de la vida, para llevar a episodios graves de depresión.
En ese momento se produce un círculo vicioso, ya que la depresión conduce a aumentar el consumo de sustancias y el consumo de sustancias a un empeoramiento de la depresión.
Mientras que la mayoría de nosotros tiene un contacto diario con muchas personas, nuestra generación es sin embargo una multitud solitaria.
Tal vez algunas de estas oportunidades para construir redes sociales han sido sustituidas por otras, tales como partidos de fútbol o Facebook.
Sin embargo, estamos cada vez más desconectados de la familia, vecinos y amigos.
Y la naturaleza de las relaciones que tenemos es cambiante.
Muchos se han convertido en lo que el sociólogo británico Anthony Giddens etiqueta de “relaciones puras” – “puras” en que están separadas de cualquier contexto social, estructura externa o seguridad.
No hay pacto, comunidad, ni hay orientación a la relación, ni proporcionan una seguridad permanente, dirección y apoyo.
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Todo esto debe ser generado por la relación en sí misma, lo que genera una carga pesada.
Nunca nos podemos relajar en las relaciones puras porque no hay promesa de fidelidad o constancia en el cual descansar.
Debemos “mantener” nosotros mismos estas relaciones.
Con el tiempo, la vigilancia constante y la inseguridad sostenida a menudo conducen a la frustración, ansiedad y cansancio.
Estas relaciones son demasiado difíciles de mantener.
Las sociedades complejas construidas sobre la interdependencia requieren confianza, sin embargo, este precioso recurso público continúa disminuyendo a medida que la sociedad se hace más compleja.
“¿En quién se puede creer en estos días?” se ha convertido en un estribillo familiar.
La depresión nos hace perder la confianza no sólo en uno mismo, sino también en quienes lo rodean.
Por último, hay un síntoma más central de la depresión que es la pérdida de la esperanza.
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El temor de una catástrofe por los terroristas, colapso financiero, o el desastre ecológico atormenta nuestros tiempos.
Algunos se entretienen con las estrategias de supervivencia, retirándose de las preocupaciones comunes a las preocupaciones personales.
Muchos más, inciertos sobre el futuro, ansiosamente se hartan del revoltijo de nuestra cultura de diversiones instantáneamente gratificantes.
¿Y QUE SUCEDE EN LA IGLESIA?
Los cristianos no hablan lo suficiente sobre la depresión. El dolor emocional, puede ser difícil de compartir.
Irónicamente, la fe puede ser una fuente de alivio, así como de agravamiento.
Cualquiera que incluso piense en el suicidio por lo general se siente profundamente avergonzado.
Pero los cristianos en esta situación generan aún más la culpa en ellos debido a que el suicidio generalmente se considera como el más grave de los pecados.
A veces les dicen a los cristianos deprimidos que deben mirar hacia el exterior, estar al servicio de los demás y a mirar hacia arriba, hacia Dios.
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En lugar de obsesionarse con los estados interiores de la mente, que por lo general se definen en términos psicológicos seculares.
Esto es sin duda correcto, san Pablo pide que los fieles tengan la mente de Cristo.
¿Esto se aplica a los fieles cuyas mentes se han vuelto completamente confundidas?
Muchos cristianos deprimidos instintivamente se vuelcan a la ayuda de Dios, no a la autoayuda, pero hay poco de eso allí, y Dios es lejano a sus llantos.
Tal vez esto puede servir como una definición teológica de la depresión: Cuando la necesidad de Dios es tan grande como el sentimiento de ausencia de Él.
No es sólo que el estado emocional depresivo no te permite experimentar la presencia de Dios en tu vida.
La depresión en sí tiende a ser una experiencia profundamente religiosa, pero es una experiencia de la resistencia de Dios a tus peticiones personales más urgentes.
Cuanto más clamas por ayuda, más distante parecería estar Dios. Esta es la teología negativa que ha ido profundamente mal.
Quizás esta es la razón por la cual líderes de la iglesia y teólogos hablan muy poco de esta enfermedad desconcertante.
Aquellos que están emocionalmente perturbados pueden alejar a los demás con sus evidentes demostraciones de necesidad de ayuda.
Del mismo modo, la depresión puede ser una fuente de vergüenza cuando sus necesidades espirituales son tan crudas y van más allá que un simple tratamiento.
LA CONTENCIÓN EN LA IGLESIA
Pero la Iglesia tiene una misión para contener a los hermanos que sufren de depresión.
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Y la espiritualidad ha demostrado ser eficaz para combatir la depresión.
Los cristianos están llamados a llorar con los que lloran, y dar la bienvenida al dolor emocional que resulta de la empatía y nos lleva junto a los afligidos.
Si nos hemos vuelto insensibles ante el dolor y al sufrimiento que nos rodea, hemos perdido nuestra humanidad.
La enseñanza cristiana sobre el pecado y sus efectos reverberantes liberan a la iglesia de la sorpresa sobre el estado desordenado de los asuntos humanos.
Podemos reconocer los efectos del pecado, tanto dentro como fuera.
Podemos mirar la realidad destrozada directamente a los ojos y llamarla por lo que es.
Y gracias a Dios, que resucitó a Aquel que entró plenamente en nuestra condición, rompiendo el poder del pecado, la muerte y el infierno, que no sólo podemos nombrar la realidad destrozada.
Sino también leer en ella la promesa de que Cristo está haciendo todas las cosas nuevas.
Los que llevan las marcas de desesperación en sus cuerpos necesitan una comunidad que lleve el mundo la única esperanza segura en sus cuerpos.
Necesitan comunidades que ensayen esta esperanza una y otra vez y deleitándose con el sabor anticipado y compartido del mundo prometido por Dios que viene.
Necesitan ver que esta gran promesa, asegurada por la resurrección de Cristo, nos obliga a trabajar en medio de los escombros en la esperanza.
De este modo, la Iglesia ofrece a sus miembros deprimidos una esperanza plausible y un recordatorio tangible del mensaje que más necesitan oír.
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Esta realidad plagada de pecado no tiene la última palabra.
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Cristo encarnado en su iglesia es la última palabra.
Estas son recomendaciones sobre cómo tratar a los deprimidos.
10 RECOMENDACIONES SOBRE LA DEPRESIÓN
Estas recomendaciones son útiles tanto para quien sufre la depresión pero principalmente para la comunidad en la que la persona está inserta.
1 – ESTAR PREPARADO PARA LA SORPRESA
Nos podemos llevar sorpresas con respecto a quién tiene una depresión.
No sólo las personas tristes, perezosas y pesimistas pueden tener depresión.
Sino que a veces nos sorprenderemos que personas que aparentan felicidad y tener alto rendimiento son depresivas.
2 – LA DEPRESIÓN NO ES UN PECADO
A veces la depresión puede venir por pecados como por ejemplo el abuso de sustancias.
Sin embargo la mayoría de los depresivos no tienen esta condición.
Ni tampoco tienen esta condición porque tienen un pecado no confesado.
Incluso a veces sucede que las personas más piadosas son más propensas a la depresión porque son más sensibles a los problemas y a los pecados personales y del mundo.
3 – LA CAUSA ESPIRITUAL NO NECESARIAMENTE ES LA ÚNICA
Aunque la persona deprimida se sienta oscura, desolada, abandonada espiritualmente, no significa que haya una causa central espiritual.
Ni tampoco un defecto en el carácter de la persona.
A veces estos problemas espirituales son consecuencia de problemas físicos y cerebrales.
4 – NO SE TRATA SÓLO DE ATAQUE DEL MALIGNO
Algunos piensan que la depresión se debe a un ataque del demonio.
Pero no necesariamente el demonio es el causante.
Aunque probablemente explote la debilidad del depresivo haciéndole más difícil su sanación.
5 – NO SE TRATA DE UNA DESOBEDIENCIA A DIOS
Hay quienes suponen que la depresión está causada por no obedecer a Dios.
No necesariamente es así e incluso si pensamos que lo es, este pensamiento hace más difícil la recuperación, porque cuando la depresión no se va con seguir al pie de la letra los mandatos de Dios, entonces se genera un mayor problema.
El deprimido debe actuar como todo cristiano: tratar de estar en gracia de Dios y tratar de hacer todo con la intención de agradar a Dios, y con eso está cubierto este punto.
6 NO HAY QUE APRESURARSE O DESCARTAR LA MEDICACIÓN
La primera reacción no debería ser el apresuramiento a tomar depresivos porque rara vez la depresión se va con medicamentos solamente.
E incluso a veces la agitación puede ser temporal y ser resuelta por mecanismos espirituales, el apoyo familiar y de la comunidad, el apoyo pastoral, el asesoramiento psicológico, la confesión y el arrepentimiento de hábitos pecaminosos.
Pero sin embargo tampoco hay que descartar los medicamentos, porque las causas de la depresión son múltiples y habitualmente tienen un componente físico también.
7 – LA MEDICACIÓN SOLA NO BASTA
Hay quienes piensan que la única manera de tratar la depresión es empastillarse, pero generalmente no funciona como único tratamiento.
En general la medicación es parte de un paquete integral que incluye nuestro estilo de vida, nuestros patrones de pensamiento, factores sociales y espirituales, nuestra relación con Dios.
8 – LA COMUNIDAD DEBE DAR ESPERANZA
Una persona deprimida se siente desesperada y por eso la comunidad debe darle esperanza a la persona deprimida.
Esto significa comunicarle que aún pueden glorificar a Dios a pesar de estar en la oscuridad.
La esperanza de que habrá un cielo nuevo y una Tierra nueva, en que todos disfrutaremos de un cuerpo nuevo y estaremos felices por toda la eternidad.
Y que este mundo caído y nuestro cuerpo caído es solo pasajero.
9 – LA COMUNIDAD DEBE OFRECER ALIENTO
Muchas veces las personas deprimidas ocultan sus trastornos porque sienten que tienen un estigma en la enfermedad.
Y además los síntomas de la depresión son contradictorios entre sí.
Tanto la persona como la comunidad no tienen un referentes claro para predecir la conducta de la persona.
Por eso la comunidad debe ofrecer aliento en todo momento a pesar que los síntomas sean confusos.
10 – MANTENIMIENTO DE LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES
Un deprimido en general tiene dificultades para concentrarse por un tiempo largo.
Por lo que es importante que se concentre en la oración y en la lectura de la Biblia
Y que la comunidad le ayude a leer y orar alentándole.
Pero considerando su incapacidad para concentrarse un tiempo razonable.
También hay que alentar a los deprimidos para que hablen con Dios permanentemente y le cuenten sus problemas.
Y poner énfasis en las verdades objetivas de la fe y de la vida de Nuestro Señor, en lugar de concentrarse en las verdades subjetivas.
Las oraciones ocupan un lugar central en el tratamiento, como por ejemplo los salmos.
LOS SALMOS SON UNA FORMA PODEROSA PARA COMBATIR LA DEPRESIÓN Y EL BAJONEO
Hay muchas maneras de caminar a través de los valles oscuros de la depresión, y la oración puede ser una de ellas.
El problema es que la depresión a menudo ni siquiera se puede remover para realizar la oración regular.
Las tareas simples se convierten en una carga. Las rutinas de oración quedan en el camino. Los compromisos se dejan de hacer.
Y con cada pequeño fracaso, las paredes se cierran más y la víctima se hunde más.
Pero tal vez una manera de pasar a través del valle oscuro es seguir el rastro establecido por nuestros antepasados con la inspiración del Espíritu Santo.
Los Salmos tienen dentro de ellos toda la gama de las emociones y experiencias humanas.
Y en general sucede que la rutina regular de oración ya no funciona para nosotros.
La liturgia de las horas o el rosario o cualquier disciplina que tratamos de seguir ha convertido en un trabajo pesado y una carga.
Entonces tenemos que encontrar una nueva manera de hablar con Dios y, más importante aún, de permitir que Dios nos hable.
Y allí están los salmos tocando diversas notas que se pueden adecuar a distintas situaciones emocionales del momento.
LOS SALMOS DE LAMENTO
Más de un tercio de los salmos tienen elementos de lamento.
SALMOS DE LAMENTO
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COMUNITARIO: 12, 44, 58, 60, 74, 79, 80, 83, 85, 89*, 90, 94, 123, 126, 129
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INDIVIDUAL: 3, 4, 5, 7, 9-10, 13, 14, 17, 22, 25, 26, 27*, 28, 31, 36*, 39, 40: 12-17, 41, 42-43, 52* , 53, 54, 55, 56, 57, 59, 61, 64, 70, 71, 77, 86, 89*, 120, 139, 141, 142
SALMOS DE LAMENTO ESPECIALIZADOS
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PENITENCIALES: 6, 32*, 38, 51, 102, 130, 143
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IMPRECATORIOS: 35, 69, 83, 88, 109, 137, 140
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(*) Pueden ser clasificados en más de un grupo
Al parecer, en la superficie, es una locura absoluta para la persona que está en medio de un dolor del alma entrar más profundamente en un mundo de desesperación.
Pero la apariencia es engañosa sin embargo.
Los lamentos son más que eso.
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Se trata de un diálogo entre el hombre y Dios.
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Son un aullido de dolor, sí, pero también son un motivo de acción de gracias y un suspiro de esperanza y confianza.
Tal vez necesitamos un Salterio de la Depresión: algo que de voz al dolor.
De modo que podamos hablar a Dios y expresar nuestra esperanza, prescindiendo de los viejos hábitos, incluyendo hábitos de oración, para participar en la cruz y el desierto.
Tomemos el caso del Salmo 13.
Se abre con una pregunta, que como tantas veces en los salmos es una acusación:
¿Hasta cuándo, Yahvé? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
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¿Hasta cuándo andaré angustiado, con el corazón en un puño día y noche?
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¿Hasta cuándo me someterá el enemigo?
Se puede ver en la repetición de “¿Hasta cuándo?” la urgencia y el dolor del salmista.
Mientras que el paralelismo se acumula gradualmente en acusaciones nítidas contra el Señor.
Una característica común de la poesía hebrea es decir la misma cosa dos veces de diferentes maneras, lo que tiene el efecto de eco y amplificación.
En un primer momento, el orador se pregunta cuánto tiempo el Señor se “olvida” de él, lo que sugiere que su angustia no es la acción directa de Dios, sino de mera negligencia.
En la línea siguiente, sin embargo, Dios ha escogido de forma activa “ocultar su rostro”.
Dios no se ha olvidado de él: Dios se ha puesto deliberadamente lejos de él.
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Estas acusaciones son una manera prudente de acusar a Yahvé por su difícil situación actual.
El dolor en el alma y el dolor en nuestro corazón es una representación de la depresión y el bajoneo.
Se trata desde un grito desde el fondo, ver también el salmo 130.
Por último, tenemos la caracterización del enemigo que es exaltado por encima de nosotros.
Podemos leer “enemigo” de muchas maneras.
Podría ser el mundo, la carne y el diablo, o sea la Trinidad invertida que nos lleva a la oscuridad.
Cualquiera de estas cosas puede estar en la raíz de nuestra depresión:
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Tensiones de la vida presente y pasada (el mundo), desafíos de nuestro cuerpo por enfermedad o tentación (la carne) o el maligno en sí mismo, no deben ser descartados como la raíz de algunos casos de depresión severa.
EL «PERRO NEGRO»
Pero puede ser más útil para aquellos que sufren de verdadera depresión ver al enemigo como la propia depresión.
No es inusual para dar una personalidad y carácter a la depresión.
Es por eso que se le llama a veces el Perro Negro.
Esto corre el riesgo de colocar la depresión fuera de nosotros mismos en lugar de algo que brota desde dentro.
Pero también puede ser útil para comprender y hacer frente a las fuerzas que nos tiran hacia abajo.
La oración confrontando nuestra depresión como un Otro, un enemigo, es sólo una forma para llegar a Dios y expresar nuestro dolor.
Se dice que no somos nuestra enfermedad, por lo que esto nos permite abogar para que este enemigo sea conducido fuera de nosotros.
La siguiente sección del salmo es una oración para pedir ayuda.
Estamos pidiendo la liberación del enemigo, en este caso, la depresión.
¡Mira, respóndeme, Yahvé Dios mío! Da luz a mis ojos, no me duerma en la muerte.
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No diga mi enemigo: “¡Le he podido!”, no se alegre mi adversario al verme vacilar.
“Dar la luz” es una poderosa manera de pedir que desaparezca la oscuridad, pero también sugiere iluminación y sabiduría espiritual.
Estamos pidiendo a Dios no sólo alejar el dolor sino dar sabiduría a nuestras almas.
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Para que podamos vivir mejor, y para llevar a la luz a habitar dentro de nosotros.
Y para hacer la apuesta clara, se advierte a Dios que nuestra propia vida está en riesgo.
Los trastornos depresivos mayores son, de hecho, una enfermedad grave y potencialmente mortal.
Demasiada gente hoy en día no puede entender esto.
Una vez más, tenemos la personificación de nuestro dolor como nuestro “enemigo”.
Y estamos pidiendo a Dios no dejar que triunfe la depresión que es el enemigo interno.
Al igual que satanás, susurra cosas que suenan a verdad y trata de despojarnos de nuestra dignidad dada por Dios e incluso nuestro ser.
ESPERANZA Y CONFIANZA
Nuestras almas son mayores que estas mentiras. Nuestras almas son la luz.
Ante las nubes oscuras de la depresión lo importante es recordar que la luz permanece allí.
Cuando llega la noche el sol no muere. Nos limitamos a perderlo de vista por un rato.
Nuestra luz y la luz de Dios siguen brillando aun cuando la catarata de depresión actúe sobre el alma.
Los inquietantes fracasos, dudas, ansiedades y dolores rara vez son tan malos como los sentimos.
Pero la naturaleza de la depresión hace que parezcan descomunales y pesados.
Se sienten como un miasma sofocante, como un peso aplastante que nunca se puede levantar.
Los Salmos ofrecen dos formas más allá de este punto de oscuridad: la esperanza y la confianza.
La última sección es común que trate de esto en los Salmos.
Es una oración de confianza, esperanza y gratitud por todo lo que el Señor ya ha dado y dará:
Pues yo confío en tu amor, en tu salvación goza mi corazón.
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¡A Yahvé cantaré por el bien que me ha hecho, tañeré en honor de Yahvé, el Altísimo!
Esta es la clave: confiar y gozar. Lo que nos lleva hacia abajo, el Señor lo tira hacia arriba.
El amor del Señor es firme, y él mismo nos salvará. No podemos entrar en desesperación.
Lo importante es la esperanza, hay que aferrarse a Él y no sea absorbido por la oscuridad.
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Debemos confiar y esperar en el Señor.
Nunca debemos renunciar a Él.
Los Salmos tienen mucho para enseñarnos sobre el manejo de la depresión y el bajoneo.
¿Y QUE NOS PUEDEN DECIR LOS SANTOS SOBRE LA DEPRESIÓN?
¿Es posible que un santo, que ha experimentado el amor divino como ninguna otra persona pueda sufrir de depresión?
Hay algunos santos poco conocidos que han sufrido de depresión, como la virgen del siglo XIV de Santa Flora de Beaulieu, el jesuita San Noel Chabanel del siglo XVII, Santa Elizabeth Ann Seton, Santa Juana Francisca Chantal.
Pero también santos muy importantes como San Agustín, San Juan María Vianney y Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein).
San Ignacio de Loyola quizás haya sido quién ha trabajado más sobre el tema refiriéndose a un aspecto de la depresión llamandolo desolación, en sus ejercicios espirituales.
Que es una situación en la que nos sentimos inquietos, irritados, incómodos, inseguros de nosotros y de nuestras decisiones, asaltados por dudas, incapaces de perseverar.
San Ignacio aseveró que Dios no es el causante de esta situación pero que la permite para sacudirnos, dándonos una oportunidad para nuestro crecimiento.
Y nos ha dado tres consejos para estos estados de desolación.
El primero es no cambiar una buena resolución anterior agradable a Dios.
El segundo es intensificar nuestra oración meditación y buenas obras.
Y el tercero es perseverar con paciencia.
Estos santos y otros son nuestro referente en el momento de la depresión.
Santa Dymphna de Irlanda, en el siglo VII, es la patrona de quienes padecen ansiedad y depresión.
Esta es una oración a ella,
Buena Santa Dymphna, gran hacedora de maravillas en cada aflicción de la mente y el cuerpo.
Imploro humildemente tu poderosa intercesión con Jesús a través de María salud de los enfermos, en mi necesidad actual.
(se menciona la aflicción)
Santa Dymphna, mártir de la pureza, patrona de quienes sufren de aflicciones nerviosas y mentales, amada hija de Jesús y María, ora a Ellos por mí y obtén mi pedido.
(Se reza un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria).
Santa Dymphna, Virgen y Mártir, ruega por nosotros.
Fuentes:
- http://www.christianitytoday.com/ct/2009/march/15.22.html
- http://forosdelavirgen.org/73942/la-espiritualidad-protege-de-la-depresion-2014-01-03/
- http://www.firstthings.com/web-exclusives/2016/02/god-of-the-depressed
- http://feedproxy.google.com/~r/NCRegisterDailyBlog/~3/hfpkz9cs4XM/depression-and-the-psalms
- https://relevantmagazine.com/article/5-things-christians-should-know-about-depression-and-anxiety/
- https://corechristianity.com/resource-library/articles/8-ways-to-help-depressed-christians
- https://www.premierchristianity.com/Blog/Scientists-have-identified-7-causes-of-depression.-But-the-Bible-got-there-first
- http://www.xt3.com/library/view.php?id=17386
- https://es.aleteia.org/2018/04/19/8-grandes-santos-que-tuvieron-depresion-pero-nunca-se-rindieron-ante-ella/
Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María
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