Algunas irán disfrazadas de monjas.
La agrupación feminista que organiza en Brasil las conocidas «Marchas de las Putas», está convocando a una marcha durante la visita del Papa Francisco a Rio de Janeiro, la semana próxima para manifestarse contra la violencia a las mujeres.
Seguramente serán incomparable menos que las jóvenes mujeres que irán a la Jornada Mundial de la Juventud a encontrarse con Francisco.
La ‘Marcha de las Putas’ se realizó por primera vez en abril de 2011, en la ciudad canadiense de Toronto, como reacción a la frase de un policía que afirmó ante estudiantes de la universidad local que
«si las mujeres no quieren ser violadas, deben dejar de vestirse como putas».
Desde ese entonces, el movimiento se diseminó por varios países, y las dos primeras ediciones de la marcha realizadas en Río, en 2011 y 2012, reunieron a alrededor de medio millar de participantes, según estimaciones de la policía militarizada.
Según la activista Rogeria Peixinho, de la Asociación de las Mujeres Brasileñas (AMB), la próxima manifestación del grupo en la ciudad brasileña tendrá lugar el 27 de julio, sobre la famosa playa de Copacabana, que albergará la mayor parte de los actos de la JMJ. En ese día, sin embargo, el programa del papa no incluye un paso por Copacabana.
El pontífice iniciará la jornada de ese día en la zona céntrica de la ciudad, donde celebrará una misa en la catedral metropolitana y sostendrá un encuentro con miembros de la sociedad civil, y luego se desplazará a la aislada localidad de Guaratiba, donde se realizará una vigilia previa al cierre de la cita, el 28.
«Hemos decidido realizar la ‘Marcha de las Putas’ durante la visita del papa para fijar un contrapunto político. Queremos demostrar que existe otra juventud y otra forma de pensar el mundo, que protesta contra la opresión y el control de la vida y de la sexualidad de las mujeres», afirmó la militante, en entrevista al portal brasileño UOL.
Peixinho afirmó que la manifestación no se limitará a defender la libertad sexual de las mujeres y a denunciar el aumento en los casos de violación sexual, sino que también protestará contra el uso de dinero público para financiar la celebración de la JMJ, que «pone en jaque la laicidad del Estado».
La activista anticipó que, tal como ha hecho en otras ediciones de la ‘Marcha de las Putas’, participará en el acto del 27 de julio vestida como una monja, lo que justifica,
como «un símbolo de cuestionamiento sobre la posición de la Iglesia contraria al aborto».
«Yo uso vestimentas de monja desde hace por lo menos tres años. Seguramente otras mujeres usarán vestimentas alusivas al papa. Vamos a cuestionar la violencia sexual que también sufren las mujeres que son monjas. Muchas mujeres se quedan embarazadas dentro de los conventos y, muchas veces, son obligadas a realizarse un aborto», argumentó.
Además de las militantes del movimiento inspirado en el ‘Slut Walk’ – que se inició en Toronto, Canadá -, el grupo proaborto Católicas por el Derecho a Decidir (CPDD) planea realizar manifestaciones delante de iglesias en 13 ciudades brasileñas el domingo, en vísperas de la llegada del pontífice para la JMJ, que se celebrará del 23 al 28 de julio.
«Expresaremos qué esperan las mujeres de la visita del papa y de una Iglesia que no ha demostrado mucha compasión hacia las mujeres», afirmó a UOL la coordinadora del grupo, Valeria Melki.
En su página en internet, la organización expresa preocupación
ante las «influencias del conservadorismo católico en la vida de la población, por la visita del papa Francisco y por la realización de la Jornada Mundial de la Juventud».
«Durante esta Jornada, la Iglesia Católica planea repartir cerca de dos millones de ejemplares de su Manual de Bioética, cuyo contenido encara como abortivos los métodos preventivos y contraceptivos, condena investigaciones con células madre y orienta mujeres que sufrieron violencia sexual a mantener el embarazo».
«Tales orientaciones amenazan la salud sexual de los y de las jóvenes, además de interferir en los derechos de las mujeres brasileñas», agrega el texto, que enfatiza que «las interferencias de la Iglesia Católica en las tomas de decisión de los individuos y del poder público son una traba para el Estado laico y para los derechos humanos».
Según Melki, la campaña del grupo,
se destina a «demostrar a los jóvenes que es posible ser católico y al mismo tiempo pensar de otra manera».
Fuentes: El Comercio, Signos de estos Tiempos