La Virgen de Fátima bajo para alertar sobre el comunismo, destinó a Juan Pablo para que operara su caída y le informó cuando sería.
Uno de los hechos más sorprendentes de la historia del siglo XX fue la caída del muro de Berlín y el efecto dominó que derribó al régimen comunista soviético, sin disparar un solo tiro.
El mayor ataque del maligno al mundo pareció desvanecerse de repente.
Aunque hoy sabemos que entró en una especie de hibernación, de la que está saliendo ahora nuevamente para intentar dominar el mundo.
Sor Lucía de Fátima atribuye la derrota del comunismo soviético en 1989 a la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María que hizo Juan Pablo II en 1984.
Pero lo interesante del caso es que Juan Pablo II también fue el principal operador político de la caída, acompañado por Lech Walesa y por el presidente estadounidense Ronald Reagan.
Y además manifestó profecías sobre cuándo caería el comunismo y sucedió en el tiempo que Él lo había predicho.
Aquí hablaremos sobre la secuencia de la construcción del Muro de Berlín y la operación de Juan Pablo II para debilitarlo, y especialmente sobre cómo se cumplieron las profecías de Juan Pablo II de la caída del Muro y el comunismo.
El 9 de noviembre se cumple el nuevo aniversario de la caída del Muro de Berlín.
Uno de los símbolos más conocidos de la Guerra Fría.
Se extendía a lo largo de 45 kilómetros que dividía la ciudad de Berlín en dos.
A mediados de los ’80, cuando nadie soñaba en la caída del comunismo, Juan Pablo II profetizó la caída del muro.
Y el mismo 9 de noviembre de 1989, Juan Pablo II profetizó que en 10 días se terminaba el comunismo.
Ese día cayó definitivamente el muro y 9 días después cayó Praga y comenzó el efecto dominó.
El 9 de noviembre de 1989 habían aparecido anuncios de radio y televisión en la RFA y Berlín Oeste que decían «¡El Muro está abierto!».
No había tal cosa. Pero muchos miles de berlineses del este se presentaron en los puestos de control y exigieron pasar al otro lado.
Sin una orden concreta, pero bajo la presión de la gente, el punto de control de Bornholmerstrase se abrió a las 23 hs., seguido de otros puntos de paso.
Pero la verdadera avalancha tuvo lugar a la mañana siguiente.
El Muro de Berlín había caído en la noche del jueves 9 de noviembre al viernes 10 de noviembre de 1989, 28 años después de su construcción.
¿Cómo se había construido?
Entre 1949 y 1961, alrededor de 2,7 millones de personas habían abandonado la RDA y Berlín Oriental.
Y en las primeras horas de la mañana del 13 de agosto de 1961, en la frontera del sector soviético de Berlín Oeste se erigieron barreras y fueron arrancados los adoquines de las calles.
En los días siguientes, obreros de la construcción de Berlín Este sustituyeron, bajo la estricta vigilancia de los guardias fronterizos de la RDA, los rollos de alambre de púas que se habían estirado en la frontera con Berlín Oeste, por un muro construido con paneles de hormigón y piedras de grandes dimensiones.
De un día para otro, calles, plazas y casas quedaron divididas y, a causa de la construcción del Muro, quedó interrumpido el transporte urbano.
A partir de ahí se constituyó en el símbolo del comunismo soviético.
Y en la historia ha quedado registrado que Juan Pablo II tuvo un papel clave en la caída del Muro de Berlín, en el colapso de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia.
Mijail Gorbachov no tuvo reparo en reconocer públicamente, que la intervención de Juan Pablo II fue decisiva en los acontecimientos que culminaron, con el derribo del muro de Berlín y con todo el sistema comunista en Europa.
Y la realidad es que Juan Pablo II contribuyó decisivamente a la caída del muro, al respaldar políticamente en todo momento a Lech Walesa, en sus aspiraciones de hacer desaparecer el comunismo de la tierra natal de ambos y derribar la muralla que dividía Berlín.
Lech Walesa, se convertiría luego en premio Nóbel de la Paz en 1983, y llegó a convertirse en el primer presidente postcomunista de Polonia desde 1990 hasta 1995.
Nadie discute hoy que sin los viajes del Papa a Polonia no se podría haber puesto en marcha el llamado efecto dominó, que partiendo del ejemplo polaco, contagió a las demás naciones marxistas del entorno, incluida la Unión Soviética.
Consagrando su tierra natal a la Virgen de Czestochowa el 4 de junio de 1979, dijo,
«todos los difíciles problemas de las sociedades, los sistemas y los estados, son problemas que no se pueden resolver con el odio, la guerra y la autodestrucción.
Sino sólo por la paz, la justicia y el respeto a los derechos de las personas y de las naciones»
Y al salir de Polonia el 10 de junio dijo,
«Nuestros tiempos tienen una gran necesidad de un acto de testimonio expresando abiertamente el deseo de unir a las naciones y regímenes, como una condición indispensable para la paz en el mundo».
Y Lech Walesa recuerda,
«La caída del Muro de Berlín fue el efecto y no la causa de los cambios.
El camino hacia la libertad había empezado ya antes en Polonia.
Otras naciones entendieron y aplicaron el mensaje y la misión del Sindicato Solidaridad».
En este camino Juan Pablo II tuvo un rol decisivo para que sucediera de esta manera, pacífica y efectiva, y no de otra.
Desde Polonia, el catolicismo minó al pacto de Varsovia.
Pero Walesa también declararía que hubo una fuerte presencia sobrenatural, dijo,
«Muchas veces sentí y realmente noté la mano de la providencia divina«
En 1985 el nuevo movimiento de esa lucha se ve apoyada por otro acontecimiento histórico, la llegada al poder en la Unión Soviética de Mijail Gorbachov.
Amparándose en los nuevos aires que venían del nuevo amo soviético, Juan Pablo II apretó el acelerador.
Y en su tercer viaje a Polonia, en junio de 1987, reclamó ya abiertamente la democracia.
El efecto que se produjo en la nación fue inmenso.
Poco antes, Gorbachov había puesto en marcha la «perestroika» y la «glasnost».
Desde ese momento los acontecimientos se precipitaron.
Ronald Reagan, por su parte, que impulsó una fuerte corriente conservadora en los Estados Unidos durante su mandato de 8 años, llegó a celebrar 5 cumbres con Gorbachov, en las que se firmaron importantes acuerdos de desarme.
Y fueron premonitorias las palabras de Ronald Reagan dirigidas al primer mandatario ruso ante la puerta de Brandenburgo un 12 de junio del 87, «Señor Gorbachov, haga caer este muro».
Todo este proceso que se realizó sin disparar ningún tiro muestra sin duda la guía divina.
Y su profeta fue Juan Pablo II, que había consagrado el mundo al Inmaculado Corazón de María en 1984.
Y a mediados de los 80, cuando los propios alemanes ni siquiera soñaban con la reunificación, Juan Pablo II aseguró al arzobispo de Colonia, el cardenal Joaquín Meisner, que pronto se abriría el muro.
Su fuente -añadió- eran sus servicios secretos de arriba.
Y el entonces cardenal Ratzinger asumió que se trataba de los misterios de fe del Papa.
Juan Pablo II le dijo al entonces obispo de Berlín, luego cardenal Joaquín Meisner, en septiembre de 1987, al anunciarle su nombramiento como arzobispo de Colonia,
“Serás el primero de muchos alemanes del Este que vayan a Alemania occidental, y muchos alemanes del Oeste irán a Alemania oriental”.
El cardenal contó en público esta anécdota en el 22º aniversario de la reunificación alemana.
El Papa Wojtyla quería vencer con esas palabras los reparos del cardenal Meisner, que consideraba imposible, por coherencia, aceptar el nuevo cargo.
En ese tiempo, el cardenal era Presidente de la Conferencia Episcopal de Berlín, y siempre intentaba convencer a sus fieles de que no huyeran de la República Democrática de Alemania, diciéndoles que «nuestra tarea está aquí».
La reunificación de Alemania parecía por aquel entonces tan lejana, que el cardenal no dio crédito a las palabras del Papa.
Le dijo, «Santo Padre, no estás hablando ex cathedra, sino ex banco del jardín», pues estaban en el jardín del palacio de Castelgandolfo.
Juan Pablo II reconoció que no hablaba ex cathedra, pero que el Papa tenía razón.
Ante la seguridad del Santo Padre, el cardenal Meisner le preguntó si tenía información privilegiada de los servicios secretos.
La respuesta fue: “Arriba está mi servicio secreto”.
Al día siguiente, movido por la sorpresa y la curiosidad, Meisner le preguntó a su compatriota, el cardenal Joseph Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, «¿Tú cómo te lo explicas?».
Y Ratzinger afirmó, «el Papa tiene sus misterios de fe, en eso no entro”.
Y poco más de dos años después, caía el Muro de Berlín sin disparar un solo tiro, un acontecimiento increíble.
Pero hay más.
En la noche antes que el Muro de Berlín cayera, el ganador del Premio Templeton, el Padre Tomas Halik, visitó a Juan Pablo II.
Recuerda que el Papa se apartó de la televisión, que mostraba las protestas en Alemania, y dijo, «este es el fin del comunismo».
El Padre Halik recuerda haber respondido, «Santo Padre, disculpe. No creo que la infalibilidad papal trabaje en el mundo político. Vamos a tener cinco años de la perestroika».
Y Juan Pablo II dijo, «no, no, esto vendrá en 10 días».
Y tenía razón.
Al día siguiente, el Muro de Berlín cayó y nueve días después el régimen comunista en Praga se derrumbó también.
Esa fue también la semana en que fue canonizada Agnes de Praga, y para el Padre Halik fue el cumplimiento de la profecía de que cuando Agnes fuera declarada santa, Bohemia tendría un brillante futuro.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las profecías de Juan Pablo II sobre la caída del Muro de Berlín y del comunismo, y como él fue un operador y profeta para crear las condiciones para que se materializara.
Y me gustaría preguntarte si crees que Juan Pablo II recibía orientaciones del cielo frecuentemente o que fue sólo en esa oportunidad.
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