Estamos en una época turbulenta dentro de la Iglesia.

Con fuertes ataques externos, malas conductas y disidencias internas cada vez más notorias.

Por eso es bueno traer la paz recordando las promesas atemporales que Jesucristo le hizo a la Iglesia.

Considerando que son promesas de Dios.

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Hay 5 promesas que Jesucristo hace en el Nuevo testamento a la Iglesia Post Apostólica, o sea a nosotros.
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Muchas de ellas son en la Última Cena.

   

EL EVANGELIO ES ATEMPORAL E HISTÓRICO A LA VEZ 

El Evangelio es atemporal y eterno, pero también es histórico.

El Evangelio es parte de la historia, porque Cristo entró en la historia a través de su encarnación.

En cada época, la Iglesia presenta las verdades eternas del Evangelio de una manera que el mundo que le rodea pueda entender.
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A través de diferentes métodos, pero siempre con el mismo mensaje.

Esta comprensión del Evangelio es desafiada hoy por dos lados.

FIN HISTORIA APOCALIPSIS

Por un lado, los que dicen que la Iglesia necesita “amoldarse a los tiempos” con el abandono de algunas de sus enseñanzas.
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Hoy por ejemplo podemos verlo disfrazado bajo la expresión «nuevo paradigma».
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Es tristemente común que personas abandonen la Iglesia debido a desacuerdos sobre temas polémicos.
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Están tan convencidos de sus propias opiniones, que tratan a las opiniones de la Iglesia como anticuadas y falsas.
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Se trata de un rechazo a la atemporalidad del Evangelio.

Por otro lado, están que aquellos que tratan a la cristiandad como un proyecto del hágalo usted mismo.
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Como si la manera de descubrir la verdad del cristianismo fuera juntar los pedazos de la Biblia que uno se imagina que son significativos.
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Se trata de un rechazo de la historicidad del Evangelio.
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Sería un poco como iniciar su propio país, en base a su interpretación de la Constitución de otro país.
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No importa lo cerca que esté del espíritu original de la Constitución, el resultado final no sería en realidad el otro país.

Ambos errores – ya sea rechazando la atemporalidad o la historicidad del Evangelio – son respondidos por la Biblia.

   

CINCO PROMESAS DE LA BIBLIA PARA LA IGLESIA POST APOSTÓLICA

Jesús hizo varias promesas para asegurarnos que las verdades del Evangelio permanecerán incorruptas siempre.

Esto significa que no necesitan ser «actualizadas» para acompasarse con los tiempos, o «redescubiertas», como si se pudieran perder. 

   

1 – LA IGLESIA SIEMPRE TENDRÁ LA PLENITUD DE LA VERDAD

En la Última Cena, Jesús promete enviar el Espíritu Santo, para guiar a la Iglesia en la plenitud de la verdad (Juan 14: 25-26):

“Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes.

En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho”.

coronacion de maria y sacrificio de la misa

Es más, Él promete que este Espíritu de la Verdad, el Espíritu Santo, permanecerá con nosotros para siempre (Juan 14: 16-17):

Y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce.

Pero ustedes lo conocen, porque está con ustedes y permanecerá en ustedes”.

Un poco más tarde en el mismo discurso, Jesús reitera este mismo punto (Juan 16:13):

Y cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad.

El no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir”.

Esto es realmente una promesa doble:
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– que el Espíritu Santo va a estar con la Iglesia para siempre, y
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– que el Espíritu Santo va a mantener a la Iglesia en la plenitud de la verdad.

  

2 – SEREMOS LLAMADOS A ESTAR CON LA IGLESIA PARA SIEMPRE

En la superficie, esto no es una promesa sino una oración.

Es también del discurso de la Última Cena en el Evangelio de Juan, en el que Jesús ora por nosotros, los cristianos post apostólicos (Juan 17: 18-23):

Así como tú me has enviado al mundo, así yo también los envío al mundo, y por ellos ofrezco el sacrificio, para que también ellos sean consagrados en la verdad.

No ruego sólo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mí por su palabra.

Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti.

Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí.

Así alcanzarán la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mí”.

fieles en misa

Si te fijas bien, hay una promesa contenida en esta oración:
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que vamos a ser capaces de mantener la unidad a causa de la gloria que Cristo ha dado a la Iglesia. 
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Él ha consagrado a la Iglesia en la verdad.
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Y es sólo debido a esto que podemos estar con la Iglesia para siempre.

Si la Iglesia de alguna manera perdiera la plenitud de la verdad y comenzara a enseñar la herejía, nos veríamos obligados a aceptar la herejía, o entrar en cisma.

Pero la Escritura condena esas cosas, así que estaríamos condenados si lo hiciéramos, y malditos si no lo hiciéramos.

En la enseñanza de permanecer con la Iglesia para siempre, Cristo nos está dejando saber que nunca vamos a tener que hacer esa elección.

  

3 – EL SACRIFICIO EUCARÍSTICO SE OFRECERÁ CONTINUAMENTE

La Pascua fue establecida como una celebración perpetua, que dure para siempre (Éxodo 12: 13-14):

En las casas donde están ustedes la sangre tendrá valor de señal: al ver esta sangre, yo pasaré de largo, y la plaga no los alcanzará mientras golpeo a Egipto.


Ustedes harán recuerdo de este día año tras año, y lo celebrarán con una fiesta en honor a Yavé.

Este rito es para siempre: los descendientes de ustedes no dejarán de celebrar este día”.

cordero pascual

Cristo no suprime la Pascua. 

Más bien, Él la cumple y la perfecciona. En su Pasión y Muerte,

Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido sacrificado (1 Corintios 5: 7).

Pero este sacrificio pascual comienza en la última cena – que, no por casualidad, es una cena de Pascua (Lucas 22: 14-16):

“Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo: «Yo tenía gran deseo de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer.

Porque, se lo digo, ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios»”.

La descripción de Lucas de la última cena está llena de significado, como cuando dice que todo sucede en

“el día de los panes sin levadura, en el cual el cordero pascual debía ser sacrificado (Lucas 22: 7). 

Él claramente tiene dos corderos en mente: el cordero de la Antigua Alianza, y el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Juan 1:29).

En la Pascua judía, hay dos acciones separadas, realizadas en días separados:
(1) el cordero es sacrificado, y
(2) el cordero se come.

Estos corresponden a:
(1) el Viernes Santo, y
(2) la Última Cena y la Misa.

El Viernes Santo, la muerte de Jesús en la Cruz, se produce de “una vez para siempre” (Romanos 6:10; Hebreos 07:27).

Pero la última cena no está diseñada para ser “de una vez por todas”.
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Más bien, Cristo ordena a sus apóstoles a “Haced esto en memoria mía” (Lc. 22:19).
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El memorial de la Pascua se convierte en el Memorial de la Última Cena.

San Pablo explica este punto de vista de la Liturgia Eucarística como sacrificio comparándolo con sacrificios judíos y paganos (1 Corintios 10:18):

Fíjense en los israelitas: para ellos, comer de las víctimas es entrar en comunión con su altar”.

Por lo tanto, el sacrificio eucarístico nos incorpora en el Cuerpo y Sangre de Cristo (1 Cor. 10: 16-17):

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo?

Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?

Así, siendo muchos formamos un solo cuerpo, porque el pan es uno y todos participamos del mismo pan”.

Además de cumplir con la promesa del Antiguo Testamento que el sacrificio de la Pascua continuaría por todas las generaciones, el sacrificio eucarístico también cumple la profecía Malaquías 1:11 del Nuevo Pacto:

Desde donde sale el sol hasta el ocaso, en cambio, todas las naciones me respetan y en todo el mundo se ofrece a mi Nombre tanto el humo del incienso como una ofrenda pura.

Porque mi Nombre es grande en las mismas naciones paganas, dice Yavé de los ejércitos”.

Escuchamos esto en la Didajé del primer siglo, que describe la misa del domingo:

Pero cada día del Señor juntaos y partid el pan, y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados, para que vuestro sacrificio sea puro. 

Pero que nadie que esté en desacuerdo con sus compañeros se reúna con ustedes, hasta que se reconcilien, porque su sacrificio no puede ser profanado. 

Porque esto es lo que fue dicho por el Señor:

«En todo lugar y tiempo ofreced para mí un sacrificio puro, porque yo soy un Gran Rey, dice el Señor, y mi nombre es maravilloso entre las naciones»”.

Así que podemos estar seguros de que la Misa continuará, día tras día, semana tras semana, a partir de la época de Cristo hasta el fin de los tiempos.

Y, de hecho, más allá de eso: si lees Lucas 22: 14-16, verás que Cristo promete el cumplimiento de la Última Cena se producirá “en el Reino de Dios”.

Esta es una referencia al banquete eucarístico de Jesús el Esposo y la Iglesia su Esposa, en el cual nuestra unión está perfectamente consumada (Apocalipsis 19: 9).

  

4 – MARÍA SERÁ ALABADA POR TODAS LAS GENERACIONES

En la famosa oración del Magnificat de María , ella proclama (Lc 1: 46b-49)

Mi alma canta la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque el Todopoderoso ha hecho obras grandes por mí, y su nombre es Santo”.

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María está profetizando lo que va a suceder – que cada generación de cristianos la alabará – y nos deja saber que esto es lo que debe suceder.
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Ella dice que esta alabanza hacia ella se debe a la santidad de Dios.
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En otras palabras, María nos dice que honrarla a ella no resta valor a la santidad de Dios, sino que deriva de ello.

Para y piensa en lo que esto significa.

María no sólo habla de los tibios elogios, de los tibios cristianos modernos que tienen miedo de alabar a María porque de alguna manera harían que su Hijo se ponga celoso.

María también habla de todas esas generaciones que la elogiaron fuertemente.

La liturgia, tanto en Occidente y (especialmente) en Oriente alaba a María en términos fuertes.

Por ejemplo, en la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo, la liturgia eucarística más común para Ortodoxa Oriental y los católicos bizantinos, las personas rezan:

En verdad es justo que te bendiga, Theotokos [Madre de Dios; lit. portadora de Dios], siempre bendita, la más pura, y la madre de nuestro Dios. 

Más honorable que los Querubines, y más gloriosa que los Serafines, sin corrupción que dio a luz a Dios la Palabra. Te magnificamos, verdadera Madre de Dios”.

Eso es lo que significa María cuando ella dice que todas las generaciones la llamarán bienaventurada.

Y ella dice esto como si esto fuera una buena cosa.

  

5 – LA IGLESIA NUNCA SERÁ ABANDONADA O SUPERADA

Una última promesa del relato de la última cena. En Juan 14:18, Jesús promete:

“No los dejaré huérfanos, sino que volveré a ustedes”.

ultima cena

Una manera en que Él lo cumple es mediante el envío del Espíritu Santo. 

Pero también promete permanecer con nosotros, como en la última línea del Evangelio de Mateo se muestra:

Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia (Mateo 28:20).

Y en su famosa promesa a la Iglesia, Jesús dice a Pedro (Mateo 16: 18-19.):

Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer.

Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo”.

Sin duda, todavía podríamos irnos lejos de la Iglesia (aunque Cristo ora para que no sea así, ver # 2).
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Pero la Iglesia misma durará para siempre.
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Y no sólo va durar para siempre, sino permanecerá con la plenitud de la verdad (ver # 1).

  

EL PROTESTANTISMO, EL SECULARISMO DESDIBUJAN LAS PROMESAS DE DIOS

Compara lo que Cristo y María prometen en las Escrituras con lo que ofrecen los reformadores y secularistas modernos.

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Por ejemplo, en términos generales, los reformadores protestantes negaron cada una de estas promesas, afirmando que:

-la Iglesia no tenía la plenitud de la verdad más; 

-que era moralmente correcto (incluso necesario) romper con la Iglesia;

-que la Misa no era un sacrificio real, y debe ser eliminada; 

-el tipo de la devoción a María ofrecido través de las generaciones anteriores era ofensivo para la gloria de Dios, y debe ser detenida; y 

-toda la Iglesia cayó en la apostasía en algún momento en el pasado.

Los secularistas modernos también niegan cada una de estas cinco promesas, pero por diferentes razones.

Los reformadores estaban interesados en dejar de lado las enseñanzas presentes para tratar de recuperar las del pasado, en la creencia de que la verdadera fe se había perdido. 

Los laicistas quieren abandonar las enseñanzas presentes por las enseñanzas del futuro, en la creencia de que la sociedad, y el cristianismo, se dirigirán hacia un nuevo y mejor sistema moral. 

Ambos lados están equivocados.
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El Dios vivo nos ha prometido una Iglesia, santificada en la verdad, en la que podemos aferrarnos al pasado, presente y futuro. 

La Iglesia, su ortodoxia, su veneración mariana, y el Santo Sacrificio de la Misa no van a desaparecer.

Sin embargo a veces parece que todo se está cayendo.

Reina la confusión, el desconcierto y la inmoralidad; incluso en partes de la Iglesia.

  

HEMOS PASADO POR CRISIS EN LA IGLESIA

En el siglo IV, la Santa Iglesia tuvo problemas con las preguntas centrales:

“¿Quién es Jesús?”, “¿Es Dios o un hombre enviado por Dios?”.

Es difícil pensar en una pregunta más fundamental para el cristianismo.

Estaban los “arrianos” (seguidores de un sacerdote egipcio, Arrio quien respondió a esta pregunta de forma incorrecta), que sostenían que Jesús era una criatura de Dios Padre.

No era igual a Dios en su naturaleza.

Más bien, Él era un ser creado que de alguna manera fue elevado a la dignidad divina.

Él no era eterno en el sentido de que el padre era eterno.

Este error se generalizó.

En respuesta, la Santa Iglesia tuvo el Concilio de Nicea en el año 325.

Los Padres del Concilio definieron que Jesús es Dios, siempre ha sido Dios, y que Él es “consustancial” con el Padre. Él tiene la misma naturaleza divina, eterna, etc.

Lamentablemente, Nicea no puso fin al debate. Los herejes continuaron empujando el error arriano.

Los liberales han actuado de la misma manera en cada siglo.

Si no logran lo que quieren, van a llamar a una nueva votación, y otra, y otra… hasta desgastar a la oposición y se obtiene su camino.

En el 358, el emperador Constantino convocó otro Concilio para negociar el tema.

En este Concilio en Ariminum (Rimini moderna), la mayoría de los obispos con derecho a voto no favoreció la sentencia de que el Hijo de Dios era igual al Padre, sino que eran de igual sustancia, pero no de la misma sustancia.

Este Concilio no hizo uso del lenguaje que funcionó en Nicea, que el Hijo y el Padre son consustanciales.

Sólo unos pocos obispos estaban a favor de la redacción de Nicea.

San Jerónimo escribió, en respuesta a este Concilio,

“El mundo entero se quejó y se sorprendió al encontrarse arriano”.

El Papa Liberio rechazó lo formulado en el Concilio, lo que provocó una división entre los obispos y hasta la elección de un anti-Papa.

Hoy en día, parece como si la Iglesia está haciendo frente nuevamente a la tesis modernista poniendo en tela de juicio las enseñanzas de Jesús en la Biblia.

Hay una mezcla venenosa. Mencionaremos dos indicadores solamente. El resto queda para que tú las digas.

Por un lado la idea de que Jesús tal vez no haya traído palabras eternas (y hasta tal vez no haya sido Dios).

Esto a partir del General de los Jesuístas, Padre Arturo Sosa Abascal, que dijo que las palabras de Jesús deben ser contextualizadas porque los evangelistas no tenían con ellos un grabador y llama a discernir lo que realmente dijo el Hijo de Dios (para la mayoría de los católicos).

Y la apertura tácita al a la rebelión a la naturaleza a través de la aceptación de la homosexualidad, por ejemplo.

Como se ve en muchas parroquias.

Y ni que hablar de los abusos sexuales de parte de una pequeña parte del clero, que ahora descubrimos que fueron escondidos por algunos obispos.

Es fácil llegar a estar desanimado, deprimido, angustiado.

Eso es precisamente lo que el Maligno quiere.

¿Cuál debe ser nuestra respuesta a la herejía, a la confusión y a la inmoralidad en la Iglesia?

Nuestra respuesta debe ser la misma que la respuesta dada por San Jerónimo y los fieles católicos en la Iglesia primitiva: tratar de convertirse en santo.

Ayunar, orar, estudiar, y luego orar y ayunar un poco más.

Realizar obras corporales y espirituales de misericordia.

Orar unos por otros, especialmente por aquellos en el frente de batalla, nuestros buenos sacerdotes y obispos (que hay muchos).

Orar por los débiles y los errantes, también por el amor de Dios.

Ofrecer nuestro dolor al Señor.

Poner cada petición en el cáliz que el sacerdote prepara en la misa.

Recitar el rosario.

Orar a los ángeles guardianes de las personas que van por mal camino.

Y nunca olvides: ya sabemos el final de la historia.

Cristo Rey regresará en triunfo y dispersará toda duda y oscuridad.

Sus promesas siguen vigentes.

Pero habrá muchos y terribles reveses.

Habrá momentos en los que parecerá como si la derrota total está en el horizonte.
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Pero por las promesas del Señor sabemos que no es así.

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Dios Todopoderoso nos lo ha dicho. Él no puede ni engañarse ni engañarnos.

  

DEBEMOS APOSTAR A NUESTRA VERDADERA PERFECCIÓN CRISTIANA

En Mateo 5: 48 leemos la recomendación de Jesús que dice “se perfecto así como tu Padre Celestial es perfecto”.

Este es un llamado a la perfección cristiana que debemos asumir.

¿Y cómo podemos acercarnos a esa perfección?

Veamos estos 4 pasos que deberíamos recorrer.

   

1 – Desarrollar la pureza de conciencia

Las imágenes qué nos hacemos de la pureza a través de las escrituras es la pureza infantil, el nunca pensar mal de los demás y tener una paz interior muy fuerte.

La pureza de corazón es despojarse de cualquier pretensión y restaurar la inocencia en nuestras vidas.

Y para ello se necesita aceptar un camino de purgación, de rechazo de la tentación y desarrollo de la caridad.

 

2 – Crecer en oración y en caridad cristiana

Para el cristianismo la oración es central para discernir el camino.

La oración junto con la pureza de corazón nos llevarán a la caridad cristiana.

Y esto nos irá transformando, al renunciar a nuestros apegos mundanos.

   

3 – Tomar la cruz y crecer en las virtudes

Las penitencias y mortificaciones nos permiten crecer en la virtud.

Porque aniquilan nuestro ego o amor propio y entramos en la presencia del amor de Cristo crucificado.

Esto significa también que aumentaremos nuestra fortaleza a la vez que aumentamos nuestra pobreza.

   

4 – La unión perfecta con Dios

Este es el objetivo que nos lleva a la santidad.

El alma unida a Dios no se preocupa por cómo le va en el mundo ni lo que piensan de él las demás personas.

Está abandonada a la Providencia de Dios.

Y fijada solamente en hacer su voluntad

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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