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No confundir nuestras emociones humanas con el juicio de Dios.
En una entrevista concedida al vaticanista italiano Paolo Rodari del diario Il Foglio, el famoso exorcista, el padre Gabriele Amorth, comenta una homilía del ex promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe bajo Benedicto XVI, monseñor Charles Scicluna, y señala que si bien es cierto que un sacerdote que ha cometido abusos sexuales podría sufrir más en el infierno que otros condenados, es necesario no exagerar y nunca olvidar que nadie sabe “hasta donde Dios sabrá perdonar” porque Él es esencialmente misericordia.

 

 

Monseñor Charles Scicluna aseguraba que para los culpables de abusos sexuales a menores el infierno sería más duro que para otros. Esta expresión es la políticamente correcta ante el horror de los abusos sexuales de sacerdotes, pero no deja de ser una expresión de la emoción humana y no necesariamente el juicio de Dios.

Este es un tema controvertido y para discernir.

El exorcista de Roma afirma que le escuchó decir a Monseñor Scicluna que,

«para los sacerdotes culpables de abusos sexuales a menores el infierno será más duro que para otros. Incluso si pudiese tener razón, creo que es necesario concentrarse en no hacer que la Iglesia se convierta en más justicialista que los tribunales civiles. En mi opinión se está exagerando».

Al ser preguntado sobre si la Iglesia es muy dura con los sacerdotes que cometen abusos sexuales, el padre Amorth precisa:

«no he dicho eso. Pienso sin embargo en que Dios es misericordia. Cada pecador, a través de la confesión y la penitencia, puede comenzar siempre nuevamente. Cierto: un sacerdote que ha cometido algunos pecados tiene delante de sí una existencia difícil, en la que siempre cargará con sus culpas, porque algunas de éstas no se cancelan con una simple lavada en la propia existencia. Éstas, si bien podrían ser redimidas, están siempre ante quien las ha cometido. Entonces la caridad, la oración y la penitencia darán sentido a la vida si de verdad se está arrepentido».

«La Iglesia no debe olvidar que la palabra que mejor define quién es Dios es la misericordia. Y nadie puede saber cómo será el juicio de Dios. Nadie puede saber hasta donde la misericordia de Dios será capaz de llegar, hasta dónde Dios será capaz de perdonar«, agrega.

El exorcista indica luego que los demonios son muchos, miles y explica que ellos

«han elegido libremente rebelarse contra Dios y estar en el infierno. El infierno, que ha mencionado el padre Sicluna, también tiene grados. Así como también el paraíso. Esto se da como si estuviera compuesta de muchísimas estrellas que brillan cada una de modo distinto. Es obvio que el alma de San Francisco brille de modo distinto a la de un gran pecador que se convierte en el último instante de su vida. Así también el infierno está hecho de muchos condenados, todos sometidos al príncipe de las tinieblas, Satanás, todos sometidos jerárquicamente».

«Recuerdo el relato que me hizo una vez el exorcista del que aprendí todo: el Padre Candido (Amantini), que durante treinta años fue exorcista en Roma y en la Escala Santa. Estaba exorcizando a un poseído cuando al demonio que estaba dentro de esta persona le dice:

‘¿por qué no te vas del infierno? ¿por qué no dejas las tinieblas en las que estás? ¿por qué no regresas a la luz?’.

El demonio le respondió:

“Tú no sabes nada’ –para nosotros los exorcistas cuando un demonio dice esto es porque está a punto de decir algo verdadero, no está mintiendo –

‘Tú no sabes nada” dijo el demonio al Padre Candido y añadió:

“Si me voy de allí Satanás me castiga”».

«Con esto quiero decir que en cierto sentido Scicluna tiene razón: existe una jerarquía también en el infierno. Todos están sometidos al ángel caído. Todos se odian y se hostigan y buscar prevalecer sobre los otros, pero todos temen a Satanás», precisó.

Tras subrayar que nunca escuchó a un demonio hablarle de los pecados del clero en relación a niños, el padre Amorth afirma que los espíritus malignos «hablan poquísimo. Son reacios a hablar. Durante los exorcismos es dificilísimo sacarles alguna palabra. Y cuando hablan la mayor parte de las veces mienten. Dicen muchísimas mentiras».

Esto sucede, concluye,

«porque no quieren revelarse. El exorcismo los constriñe a salir al descubierto, a decir quiénes son y a irse de la persona poseída, mientras que ellos quieren quedarse encubiertos y destruir la vida de los que poseen».

Fuente: Il Foglio, Signos de estos Tiempos

 

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