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Un fenómeno que se torna incontrolable.

 

La bomba más poderosa de la guerra en Siria estalló en los países circundantes (Líbano. Jordania, Turquía, Irak), que se han visto obligados a recibir a más de 2 millones de sirios en campos de refugiados, produciendo toda clase de problemas sociales, políticos y de infraestructura sanitaria, alimenticia, etc.. Una situación, que aunque termine hoy el conflicto, no será fácil de desactivar, y seguirá alterando el equilibrio inestable de la región.

 

campamentos de refugiados sirios

 

Pascal Monin, profesor de la Universidad San José de Beirut está convencido sobre la importancia de la bomba detonada de los refugiados sirios y muy preocupado: el número de refugiados sirios —nunca alcanzado antes— está minando los equilibrios ya precarios de los países que los acogen: Líbano, Jordania, Irak y Turquía:

“¿Sabe cuál es la verdadera bomba que está a punto de hacer saltar por los aires el polvorín de Oriente Medio? Los prófugos sirios”.

LOS IMPRESIONANTES NÚMEROS

Por lo general, los artículos sobre los prófugos comienzan con el rostro de un niño pequeño, en brazos de su hermanita poco mayor que él, que lo lleva apoyado en una cadera, para tratar de aliviar el peso. Una instantánea que parte el corazón incluso a quien tiene un corazón de piedra, porque muestra del modo más inmediato que la inocencia es la primera víctima de las guerras. Esta es la paradoja: ver en esos rostros ingenuos y necesitados de todo una amenaza, una bomba detonada.

Sin embargo, los números hablan claro: son más de 2 millones los sirios que han huido de su país, de los cuales 1 millón sólo en los últimos seis meses aproximadamente. La mitad de estos son niños. Y si continuara la tendencia actual, a finales de 2013 se podría llegar a superar el techo de los 3 millones.

Ahora cerca de 700.000 están en Líbano, más de 500.000 en Jordania, 470.000 aproximadamente en Turquía y 200.000 en Irak, según los datos oficiales del ACNUR; pero a estos hay que añadir otras decenas de miles de personas que, por ignorancia, dificultades de vario tipo o por elección, nunca se registraron.

ALTERAN LA VIDA DE LOS PAÍSES DE ACOGIDA

Si en términos absolutos estos números resultaran todavía incomprensibles, leídos con un término de comparación saben expresar sin sombras todo el dramatismo de la situación actual: los prófugos sirios fuera de su país son un décimo de toda la población siria; en Líbano son 1 millón respecto a los 4 de la población total.

Es como si en Italia llegaran 15 millones de prófugos respecto a los 60 de la población. Si se piensa con cuánto esfuerzo y tensión se afronta en toda Europa la cuestión de los desesperados que desembarcan en Lampedusa, y se habla de pocos miles, se comprende porque Marco Perini, responsable de AVSI en el Líbano, define la capacidad de acogida libanesa actual como un “milagro”. Con más razón si pensamos que los sirios, hasta hace pocos años, eran los “ocupantes” en el país de los Cedros.

En Jordania el campo de prófugos organizado en Zatari, en el norte, cerca de Mafraq, a 30 km de la frontera con Siria, con sus 130.000 acogidos constituye hoy la cuarta ciudad más poblada de toda Jordania. Y la presencia de los prófugos ha aumentado la población jordana del 10 % en total.

UNA BOMBA SOCIAL, ECONÓMICA Y POLÍTICA

Desde el punto de vista social y sanitario necesitan todo tipo de ayuda: protección, agua, alimentos, ropa, cuidados médicos, educación escolar… ¿Quién logra sostener todo esto durante un tiempo indefinido?

La guerra siria sigue desde hace dos años. Sólo el Programa Mundial de Alimentos (WFP) necesita 30 millones de dólares por semana para alimentar a los refugiados sirios en el extranjero y los desplazados en su patria (al parecer se trata de 4,25 millones de personas).

Desde el punto de vista político el tema de los refugiados en Líbano está atascado e irresuelto, en el juego de posiciones contrapuestas y vetos cruzados que tienen bloqueado al país. Así, aunque el gobierno libanés nunca haya aprobado oficialmente la creación de campos de prófugos, han surgido en al menos 1400 localidades distintas, sobre todo en el área septentrional y la región de Beqaa y hoy los sostienen las organizaciones humanitarias de todo el mundo.

Organizados, oficiales o no, en cualquier caso en los campos “la vida es un infierno”, como comenta Perini describiendo el pequeño campo de Marj El Khokh, en el sur del Líbano, descubierto por casualidad. Un infierno para el centenar de familias que vive allí, en un terreno pedregoso, donde la tensión entre individuos y grupos es constante y la violencia un hecho ordinario. Se crean grupos contrapuestos, incluso los niños entre ellos llegan sistemáticamente a las manos. Reproduciendo la violencia que se practica en la familia, del padre para con la madre, entre vecinos de tienda, con intentos de estupro y una inducción a la prostitución generalizada.

En Zatari el infierno toma la forma de una aldea militarizada. Soldados jordanos con un vehículo blindado controlan durante todo el día, en el calor de un desierto desolado, quien entra y quien sale por la entrada, una especie de columnata levantada para indicar con cierto estilo el acceso principal. Ahí están ovillados niños de ocho a diez años, con carretones, listos para vender por una lira jordana su servicio de transporte de mercancías a quien llega con maletas y capachos cargados de pan u otros bienes. Se controla cualquier movimiento: a quienquiera que se acerque a la entrada los soldados le piden mostrar el permiso del campo, un folio arrugado que se guarda en el bolsillo como documento de reconocimiento.

El alambre de espino de los accesos y el uniforme de los soldados que presidian amplios sectores se olvidan por un momento a lo largo de uno de los caminos principales que atraviesan el campo, el camino de las “tiendas”: en el campo hay 3.000, pequeños tenderetes de alimentos, tabaco, bebidas, ropa. También se encuentra algún que otro letrero ambicioso con escrito “restaurante”, que casi podría recordar los de los mercados de una pacífica aldea. Un intento de vida normal se repite en los 3 hospitales y en las escuelas, cuatro distintas que acogen en total a cerca de 20.000 muchachos.

El campo de Zatari cuesta al ACNUR 500.000 dólares al día, está dividido en una docena de distritos. Al parecer es el segundo campo de prófugos más grande del mundo, donde llegan cada día 200 tanques cargados de agua (se consumen 4.000.000 litros al día), mientras que se producen 1.300 metros cúbicos de basura.

La ciudad cercana se ha transformado en 24 meses en su ADN: antes de la llegada de los prófugos, contaba con cerca de 80.000 habitantes; hoy se han añadido las 130.000 personas que viven en el campo de tiendas y las 95.0000 que se han instalado de distinto modo en la misma ciudad, alquilando casas (incluso decenas de familias en un mismo apartamento) o encontrando hospitalidad de varias maneras.

Está tan cerca de Siria que desde aquí se puede oír el ruido de la guerra. El estallido de las armas y la propaganda de la radio siria, con cuya onda es fácil sintonizar:

“Aunque muera un millón de personas, nuestro corazón sigue siendo de acero —canta la radio—. Si tuviera que caer como mártir, no hay problema”. Y de “mártires” sigue habiendo. Aquí vienen los “rebeldes” a reclutar nuevos brazos para su causa y encuentran terreno fértil para su propaganda: ¿Por qué —se preguntan muchos— Estados Unidos intervino en Libia y no en Siria?

LOS GOBIERNOS EN ALARMA

En los pasados días se reunieron los ministros de asuntos exteriores de Líbano, Jordania, Irak y Turquía para afrontar la cuestión de los prófugos y lanzaron una fuerte alarma: si no se detienen las armas en Siria, el impacto del conflicto sobre los países cercanos será insostenible. Es necesaria una movilización radical de la comunidad internacional. Este sujeto tan evocado cuanto indefinible.

Porque, como se mide con una simple ojeada a Marj El Khokh y todavía más a Zatari, no sucederá que apenas las armas dejen de disparar, los campos se disuelvan milagrosamente y todos regresen a casa. Al mirar la hilera quilométrica de tiendas blancas en el norte de Jordania, se comprende que esta es una bomba que requerirá tiempos largos y un cuidado especial para poder desactivarla. Es difícil imaginar que ese tramo de desierto pueda volver a quedar libre de los asentamientos y barrido sólo por el viento.

Fuentes: Oasis, Signos de estos Tiempos

 

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