San Juan Bosco realizó una serie de profecías, disfrazadas como “sueños”.
Hay dos se refieren a una gran crisis en la Iglesia y su solución.
Muestran cómo la Iglesia es atacada y cómo finalmente se reconstruirá por una intervención divina.
“El sueño de las dos columnas” es la profecía más conocida de ella.
Pero también está la “Marcha de los 200 días”, que debe leerse conjuntamente con la anterior.
Don Bosco previó las dificultades en el futuro de la Iglesia ya en 1862.
Maneja la alegoría a través de un barco en el mar tormentoso sufriendo ataques.
Varios papas se esfuerzan para amarrar a la Iglesia y anclarla entre dos columnas que aparecen en medio de aguas peligrosas.
Las columnas simbolizan dos devociones: Jesús en el Santísimo Sacramento y María Inmaculada, la Auxiliadora.
Un Papa es muerto en la batalla, lo que no significa necesariamente muerte física; también puede significar que no logra derrotar a los atacantes o directamente es derrotado.
Los enemigos parecen derrotar a la Iglesia.
Pero la calma y la paz llegan a la Iglesia sólo cuando el sucesor del Papa muerto ancla la Iglesia entre las dos columnas.
El mensaje es que el futuro de la Iglesia está garantizado cuando los sucesores de Pedro logran anclar a la Iglesia a las devociones de Jesús (Santísimo Sacramento) y María (María Auxilio de los Cristianos).
Lo cual supone que antes de esto, los atacantes habían logrado debilitar ambas devociones.
Hay dos frases que muestran el pensamiento de Don Bosco respecto a los tiempos difíciles que pasará la Iglesia,
“Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación de lo que tiene que suceder.”
“La Iglesia deberá pasar tiempos críticos y sufrir graves daños, pero al fin el Cielo mismo intervendrá para salvarla.
Después vendrá la paz y habrá en la Iglesia un nuevo y vigoroso florecimiento”.
En el sueño de las Dos Columnas, el más conocido de ellos, Don Bosco habla del arsenal de los atacantes.
Habla de armas convencionales como cañones y fusiles, pero también se refiere a libros, lo que nos permite comprender que hay también un ataque ideológico.
Y que éste es previo al desembarque y ataque cuerpo a cuerpo.
En nuestra época las tres más formidables ideologías que han atacado a la Iglesia, penetrando en su interior, son el comunismo, el modernismo y el homosexualismo.
El comunismo creó corrientes como le Teología de la Liberación, que puso énfasis en la luchas de clases materialista, y que modernamente lo podemos resumir como marxismo cultural.
El modernismo, que puso énfasis en la reinterpretación de la Biblia en términos simbólicos y en la reformulación de la moral cristiana para adaptarla a la moral del mundo.
Y el homosexualismo, que es la adopción de un estilo de vida que no se alinea con la naturaleza sexual de los sacerdotes, sino que la invierte y pervierte.
La profecía narra cómo el ataque de los enemigos hacia la Iglesia va subiendo de intensidad hasta llegar al abordaje, que significa que el enemigo ya está visible en las parroquias y claustros.
Y la lucha cuerpo a cuerpo implica la batalla que cada uno de nosotros tiene con los enemigos dentro de la Iglesia.
Veamos el texto de “El Sueño de las Dos Columnas” para analizar sus detalles.
EL SUEÑO DE LAS DOS COLUMNAS DE SAN JUAN BOSCO
El 26 de mayo de 1862 Don Bosco había prometido a sus jóvenes que les narraría algo muy agradable en los últimos días del mes.
El 30 de mayo, pues, por la noche les contó el sueño.
Os quiero contar un sueño.
Es cierto que el que sueña no razona; con todo, yo que Os contaría a Vosotros hasta mis pecados si no temiera que salieran huyendo asustados, o que se cayera la casa, les lo voy a contar para su bien espiritual.
Este sueño lo tuve hace algunos días.
Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escrollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies.
En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar.
Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros [podemos pensar también en televisión, radio, internet, cine, teatro, prensa].
Y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño posible.
A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga.
El viento les es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.
En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra.
Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum.
Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus Credentium.
El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir.
Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa.
Celebran el consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.
Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa.
El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas.
Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla.
Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo.
Otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se toma cada vez más encarnizado.
Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles.
En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino.
A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura.
Pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.
Disparan entretanto los cañones los asaltantes, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones.
Muchas naves se abren y se hunden en el mar.
Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate.
Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente.
Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan.
El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere.
Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible.
Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante.
Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor.
Los enemigos comienzan a desanimarse.
El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas.
Y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia.
Y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.
Entonces se produce una gran confusión.
Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente.
Unas al hundirse procuran hundir a las demás.
Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.
Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos.
Hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas.
Y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa.
En el mar reina una calma absoluta.
Al llegar a este punto del relato, San Juan Bosco preguntó a Beato Miguel Rúa:
¿Qué piensas de esta narración?
El Beato Miguel Rúa contestó:
Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza: las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo.
Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla.
Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
El Beato Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y San Juan Bosco nada dijo tampoco sobre este particular.
Solamente añadió:
Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión.
Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia.
Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder.
Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen.
¡Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto! Devoción a María Santísima.
.
Y frecuencia de los Sacramentos: Comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y en todo momento.
El sueño es una alegoría de la lucha a la que cada católico está enfrentado dentro de la Iglesia.
En la profecía se habla que el Papa llama a dos Consejos y Concilios a los capitanes de las naves menores.
La primera llamada de la nave capitana a un Consejo puede significar el Concilio Vaticano I, que acabó ante la entrada de las tropas masónicas en Roma y los cardenales huyeron.
Y la segunda llamada puede significar el Concilio Vaticano II, que ante la división, adoptó medidas de compromiso para mantener la unidad.
Lo que más tarde llevó a decir al Papa Pablo VI en 1972,
“El humo de Satanás ha penetrado por alguna fisura de la Iglesia…
“Se creía que después de la Concilio Vaticano II habría un día soleado en la historia de la Iglesia.
Pero otro gallo cantaría, porque en su lugar llegó un día de nubes, tormentas y oscuridad.”
Y 5 años después, el Cardenal Karol Wojtyla, diría en el Congreso Eucarístico de Filadelfia:
“Estamos ahora ante la confrontación histórica más grande que la humanidad jamás haya pasado…
Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio.
Debemos estar preparados para someternos a grandes pruebas en un futuro no muy lejano.
Pruebas que requerirán que estemos listos para renunciar incluso a nuestras vidas, y un regalo total de sí mismo para Cristo y para Cristo.
A través de sus oraciones y las mías, es posible aliviar esta tribulación, pero ya no es posible evitarla…
¡Cuántas veces la renovación de la Iglesia se produjo en sangre! No será diferente esta vez.”.
La profecía de las dos columnas tiene su continuación en el menos conocido sueño de Don Bosco de “La Marcha de los 200 días”.
LA VICTORIA DEL PAPA ANCLADO EN LAS DOS COLUMNAS
En la profecía de la Marcha de los 200 Días, Don Bosco indicaba lo que iba a significar la victoria del Papa anclado a las dos columnas.
Era una noche oscura, y los hombres ya no podían encontrar su camino de regreso a sus propios países.
De repente una luz brillante brilló en el cielo, iluminando su camino como al mediodía.
En ese momento salió del Vaticano, como en procesión, multitud de hombres y mujeres, niños pequeños, monjes, monjas y sacerdotes, y a su cabeza el Papa.
Pero una furiosa tormenta estalló, algo oscureciendo esa luz, como si la luz y la oscuridad estuvieran encerradas en la batalla.
Mientras tanto, la larga procesión llegó a una pequeña plaza llena de muertos y heridos, muchos de los cuales lloraban pidiendo ayuda.
Las filas de la procesión se adelgazaban considerablemente.
Después de una marcha de doscientos días, todos se dieron cuenta de que ya no estaban en Roma.
Desalentados, rodearon al Pontífice para protegerlo y ministrarle en sus necesidades.
En ese momento aparecieron dos ángeles, con un estandarte que presentaba al Sumo Pontífice, diciendo:
“Tomad la bandera de Aquella que pelea y derrota a los más poderosos ejércitos de la tierra: vuestros enemigos han desaparecido: con lágrimas y suspiros sus hijos abogan por Su regreso.”
Un lado del estandarte llevaba la inscripción: Regina sine labe concepta [Reina concebida sin pecado], y el otro lado decía: Auxilium Christianorum [Ayuda de los cristianos].
El Pontífice aceptó la bandera alegremente, pero se angustió al ver cuán pocos eran sus seguidores.
Pero los dos ángeles continuaron diciendo:
“Vayan, reconforten a sus hijos, escriban a sus hermanos esparcidos por todo el mundo que los hombres deben reformar sus vidas, y esto no puede lograrse si no se parte el pan del Verbo Divino entre los pueblos.
El catecismo y la predicación del desapego de las cosas terrenas.
Ha llegado el momento, concluyeron los dos ángeles, cuando los pobres evangelizarán al mundo.
Los sacerdotes serán buscados entre los que manejan la azada, la pala y el martillo, como David profetizó:
“Dios levantó al pobre de los campos para ponerlo en el trono de su pueblo”.
Al oír esto, el Pontífice siguió adelante, y las filas comenzaron a hincharse.
Al llegar a la Ciudad Santa, el Pontífice lloró al ver a sus ciudadanos desolados, ya que muchos de ellos ya no estaban.
Luego entró en San Pedro y entonó el Te Deum, al que un coro de ángeles respondió, cantando: Gloria in excelsis Deo et en terra pax hominibus bonae voluntatis.
Cuando terminó la canción, toda la oscuridad desapareció y brilló un sol abrasador.
La población había disminuido mucho en las ciudades y en el campo.
La tierra fue destrozada como por un huracán y la tormenta de granizo, y la gente se buscó unos a otros, profundamente conmovidos, y diciendo: Est Deus en Israel [Hay un Dios en Israel].
Desde el inicio del exilio hasta la entonación del Te Deum, el sol subió 200 veces. Todos los eventos descritos cubren un período de 400 días.
Esta profecía muestra la intervención del cielo, comunicada a través de los ángeles al pastor de una Iglesia pobre, pequeña y sufriente.
Le da ánimos para seguir adelante y anunciar “el catecismo y la predicación del desapego de las cosas terrenas”.
Esa debilidad se va tornando en fortaleza y sus filas se engrosan más y más hasta que desaparece la oscuridad.
Fuentes:
Opino que el Papa asesinado fue probablemente Juan Pablo I, en 1978, aunque no hay manera de demostrarlo.
Nosotros los católicos, estamos ante la incógnita de si el Señor que está en el cielo aceptó la renuncia de Benedicto XVI, que parece haber sido «forzada» por un grupo de cardenales y sacerdotes modernistas que lo amenazaron con un cisma inminente. Por supuesto que un cisma era lo único que podía hacer que Benedicto se alejara del Papado: mantener a la Iglesia Católica unida era su prioridad, más allá de cualquier amenaza para su vida.. No sabemos si, desde la óptica de Dios Todopoderoso y de las profecías de los santos, Francisco existe como Papa. Porque, cuando asumió Benedicto, recibió una carta fechada muchos años antes.
A los pocos días después de haber sido elegido Papa, Benedicto recibió, por parte de un Cardenal muy allegado a él, una extraña carta de aspecto antiguo, la cual, de
manera visible, mostraba la fecha del 21 de abril de 1969, y extrañamente, debajo de la fecha, lo señalaba a él como el destinatario final de la misma, pues se alcanzaba a leer con letras claras y legibles: “MENSAJE ESPECIAL , enviado a mi querido hijo BENEDICTO XVI”…
Sorprendido, el Papa tomó en sus manos la extraña carta y pidió que lo dejaran a solas para leer el contenido de la misma. Y al empezar a leer descubre con asombro que está redactada por el mismísimo JESUCRISTO, pero escrita a mano con pluma fuente color sepia, por medio de una ¡VIDENTE MEXICANA!
“Escribe para mi amado VICARIO BENEDICTO XVI:
Hijo mío muy amado, te aviso que voy a concederte la palma del MARTIRIO, pero antes LUCHARÁS con los ENEMIGOS de mi Iglesia, y ¡¡AHÍ COMENZARÁ TU
MARTIRIO!!; y por eso mismo, voy a darte AVISOS MUY PRECISOS, hijo mío, para que los atiendas, y entre tanto, prepara tu corazón, porque… Yo iré a ti MUY PRONTO, para fortalecerte en este COMBATE.
1° Quiero que te liberes de hombres mañosos y astutos, que se acercan a ti, para proponerte MOVIMIENTOS BÉLICOS. Mi Iglesia es un REINADO DE PAZ, DE PERDON Y DE JUSTICIA SANTA. Recuerda siempre que aunque tengas que sufrir mucha OPRESIÓN y DESPOTISMO, Yo estaré de manera perpetua contigo.
2° Dile a todos los SACERDOTES que han pecado, que están pecando y quieren seguir pecando, que se arrepientan y hagan penitencia; aunque todos los que se han manchado con las cosas bajas del mundo
y de la carne, no deben jamás celebrar el SANTO MISTERIO DE LA MISA, no deben hacerlo más en su vida.
Haz un llamado a todos mis SACERDOTES que están DESVIADOS, así como a OBISPOS y ARZOBISPOS, CARDENALES y a sus SECRETARIOS, y háblales con lealtad de mi doctrina. ¡Que sepan todos mis hijos las astucias de mis enemigos, para que no se dejen seducir!
3° Quiero que quites todo gobierno a algunos SACERDOTES, OBISPOS, ARZOBISPOS Y CARDENALES, que abiertamente son INSTRUMENTOS de los ENEMIGOS. Voy a enumerarte a los más peligrosos… (aquí una lista de varios nombres concretos). Te advierto que todos ellos tienen su ficha de inscripción en sectas ocultas, y ocupan en la actualidad, puestos de dirección en los asuntos de la Iglesia. Recuerda que a ti también te
sorprendieron antes de recibir tú mi Espíritu juntamente con el CETRO de mi REINO. Y a tu antecesor, JUAN PABLO II, lo quisieron tomar como instrumento de sus
diabólicos planes desde el día que sufrió el atentado en la Plaza de San Pedro, aquel fatídico 13 de mayo. Por todo ello te digo, y te lo repetiré hasta el cansancio: ¡No importa que sufras, hijo mío!, pues el que me sigue, tiene quevenir por donde YO VINE a mi Padre cuando Yo baje a la tierra.
4° Pase lo que pase, en tus momentos de angustia, nunca olvides, hijo mío muy amado, lo que ahora te voy a decir: ¡Sólo por la Cruz se viene al REINO de los CIELOS! Y si la humanidad caída perdió las gracias preternaturales, ahora conmigo a la cabeza, tiene que reconquistarlas, por eso todo aquel que se entrega a mis planes de CRUZ y de DOLOR, será bendito por toda la eternidad. Y A TI TE HE ELEGIDO PARA ESTE GRAN DON…Y cuando tú me entregues tu vida, permitiré que se introduzca un ANTIPAPA; pero no te angusties pues será la época en que Yo vendré y lo desenmascararé, y lo aniquilaré con el aliento de mi boca. Tú entonces vendrás conmigo a la Tierra de nuevo, y estarás a mi derecha, proclamando mi JUSTICIA. Sí, tú a la cabeza de todos mis FIELES VICARIOS. ¡AHH!, y en aquel momento del JUICIO SOLEMNE, se verá como algunos de mis VICARIOS no fueron LEALES y estarán a la izquierda con el DEMONIO.
5° BENEDICTO, hijo mío muy amado, procura que vuelva el orden a mi Iglesia, en la integridad de la FE y de las
costumbres morales. ¡GOBIERNA CON MI CETRO! ¡No escatimes el rigor, pues ahora se necesita! ¡Y es preferible DESENMASCARAR a los HIPÓCRITAS, que dejarlos en mis campos sembrando la CIZAÑA!
¡HA LLEGADO EL TIEMPO DE QUE NO HAYA
NADA ENCUBIERTO, HIJO MÍO!
¡LUCHA CONMIGO! ¡QUE YO ESTOY CONTIGO!
Porque conozco tu ALMA, tu RECTITUD, tu CELO, por eso te AMO… Por encima de todos mis hijos”.
Esta carta apareció entre los papeles de una vidente española, que no supo nunca cómo llegó ahí la misma.
Y también está la profecía de Juan XXIII: El Papa Juan XXIII tenía alucinaciones y entraba en extraños trances durante los cuales tenía visiones terribles…“Benedicto, Benedicto, Benedicto. Un nuevo Padre (Papa) de una madre (Iglesia) sonriente. Los hijos del Santo de Milán. Dieciséis te contarán. Vendrán los jóvenes a aclamarte. La Tierra te levantará las manos. La Virgen María estará próxima, la Virgen que fue sacrificada. En sus palabras hallarás el camino, Benedicto, Benedicto, Benedicto. Tú serás el padre de todos. Será difícil el inicio del viaje, caminar en Roma en los días de sangre. Disiparás las tinieblas de la hora sexta y aclararás los sepulcros. Darás nombres sagrados a las cosas sagradas, y nombres profanos a las cosas profanas.»
Esta profecía sitúa a Benedicto en un lugar con sangre y luchas y la otra , la carta, le profetiza martirio. ¿Será que el Papa Benedicto XVIII sigue siendo aún desde su retiro, el Vicario de Cristo? Bendiciones