La cohabitación es la convivencia de una pareja bajo el mismo techo sin estar casada.
Y parecería a primera vista como algo sin contraindicaciones y beneficioso.
Porque se pueden conocer, ver si congenian y luego casarse.
Pero nada más lejos de la realidad que muestran las estadísticas en todas partes del mundo.
Quienes cohabitan tienen significativamente más probabilidad de separarse que los casados.
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Esto les acarrea una cantidad de perjuicios, y aún más si han tenido hijos.
Este problema se inscribe actualmente dentro de otras varias tendencias destructivas de la trama social que se dan conjuntamente en la mayoría de los países, especialmente occidente.
Como la baja de tasa de natalidad a niveles de no reposición de la población que muere y el consecuente envejecimiento de la población.
También el aumento proporcional de niños nacidos en hogares que cohabitan o viven en hogares de madres solas.
Estos fenómenos son devastadores de la sociedad humana como nunca antes vimos.
Porque deterioran la vida de la población individual presa en esas circunstancias.
Analicemos en profundidad el caso de la cohabitación y sus costos sociales.
UN ESTUDIO RECIENTE QUE CONDENSA A LOS OTROS
Recientemente se publicó un estudio realizado por el Instituto de Estudios de la Familia Wheatley Institution en 11 países.
Se realizó entre adultos de 18 y 50 años.
Y encontró que hay diferencias notables en el compromiso y la estabilidad de aquellas parejas que cohabitan, respecto a aquellas parejas que están casadas formalmente.
En primer lugar el estudio encontró que las parejas que cohabitan duda más sobre su relación que las parejas casadas.
Pongamos el caso EE.UU. por ejemplo, donde el 36% de las parejas que cohabitan dicen tener dudas sobre la relación con su pareja, en contraste al 17% que dice lo mismo entre quienes están casados.
Y en segundo lugar el estudio encontró que los padres que cohabitan consideran menos importante la relación familiar que los que están casados.
Pongamos nuevamente el ejemplo de Estados Unidos
El 75% de los casados dicen que su relación es vital para ellos contra sólo el 56% que dice lo mismo en parejas que cohabitan.
Este resultado no llama la atención, sino por el contrario reafirma todo lo que los estudios vienen mostrando en todo el mundo.
Las relaciones de pareja y familiares entre los casados son más estables duraderas y comprometidas que las relaciones entre los que cohabitan.
Y esto es especialmente importante porque los niños son más propensos a prosperar en familias estables.
COHABITAR AUMENTA EL RIESGO DE DIVORCIO
En todo el mundo, crecen las evidencias sociológicas de que el vivir juntos sin casarse debilita la institución familiar, incluso más que el divorcio, y eso daña a las personas, sean adultos o niños.
La tendencia a que baje la nupcialidad crece más y más.
Hay miedo a casarse, miedo al divorcio y miedo a comprometerse.
Muchos analistas señalan la erosión continua del matrimonio y la familia.
Y cifras publicadas en Inglaterra por Jill Kirby, del Centro de Estudios de Política (Centre for Policy Studies) muestran que la peor amenaza para el matrimonio es la cohabitación, es decir, convivir sexualmente sin estar casados.
La cohabitación es una asociación inherentemente frágil.
No es el divorcio solamente lo que impactará seriamente en los niños en el futuro.
Sino que los padres tomarán y dejarán diferentes relaciones.
Y muchas mujeres de cuarenta y cincuenta años vivirán solas, quizás habiendo tenido una o dos relaciones, pero sin haberse casado nunca, con todas sus implicaciones emocionales y financieras.
Muchas parejas jóvenes deciden cohabitar “a prueba”, con la idea de casarse después, “para ver si somos compatibles”.
Piensan que es una forma de prevenir un posible divorcio.
Sin embargo, las estadísticas son insistentes: se divorcian más los que antes de casarse estuvieron cohabitando.
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Las cifras pueden variar levemente según el país y el estudio, pero no hay ningún estudio que diga lo contrario.
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Ninguno que diga que los matrimonios creados sin cohabitación presentan más divorcios.
LO QUE DICEN LOS ESTUDIOS
FamilyFacts es una institución de estudios sociológicos sobre la familia y a través de los años ha recabado una impresionante masa de datos sobre el matrimonio.
Estos son algunas comprobaciones a las que han llegado
– Las madres casadas tienden a crear un mejor ambiente doméstico para sus hijos
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– Las madres casadas tienen menos riesgo de sufrir abusos y violencia
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– Los padres casados tienen mayor bienestar psicológico
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– Los niños criados en familias intactas tienen, como media, mejores resultados académicos, más salud emocional y menos problemas de comportamiento.
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– Los padres de familias intactas pasan, como media, más tiempo con sus hijos
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– Los adolescentes de familias intactas tienen menos riesgo de implicarse en sexo prematuro
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– Los niños criados en familias intactas tienen más probabilidad de tener relaciones sentimentales más sanas y estables en la edad adulta
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– Las familias intactas tienen más probabilidad de ofrecer un hogar seguro a los niños
Estos estudios se pueden consultar en FamilyFacts, pero hay mucho mas que citamos con referencias bibliográficas y de internet.
DIEZ RIESGOS DE COHABITAR
No sólo FamilyFacts ha encontrado que la conveniencia del matrimonio es superior que la cohabitación.
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Estos son 10 de los principales hallazgos independientes sobre la cohabitación, con sus fuentes.
1 – Son relaciones inestables
Pasados tres años de cohabitación, sólo una de cada seis parejas siguen juntas; sólo una de cada diez sobrevive 5 ó más años. (Bennet, W.J.,The Broken Hearth: reversing the moral collapse of the American Family, 2001)
2 – Cohabitar aumenta el riesgo de divorcio
En Estados Unidos los que se casaron sin cohabitar antes se divorcian en un 21%.
En cambio, los que cohabitaron antes de casarse, se divorcian en un 39%.
El riesgo es, pues, prácticamente el doble. (Bennet, obra citada).
3 – Cohabitar carga más sufrimiento sobre la mujer
Al menos en EEUU, las mujeres en cohabitación aportan el 70% de los ingresos del hogar.
Y suelen cargar con responsabilidades y deberes hacia los niños y la casa, sin el apoyo de una protección legal. (Crouse, J.C., «Cohabitation: consequences for Mothers and Children», presentación en Kuala Lumpur, Malaysia, 11-14 de octubre 2004, X Aniversario del Año Internacional de la Familia de Naciones Unidas).
4 – Cohabitar va relacionado con más riesgo de enfermedades sexuales
Los hombres que cohabitan multiplican por 4 el riesgo de tener enfermedades de transmisión sexual (Crouse, J.C., obra citada).
En 1960 sólo había 3 enfermedades sexuales; hoy hay dos docenas de ellas con consecuencias incurables.
Los casos diagnosticados en EEUU de enfermos por transmisión sexual se han triplicado de 1993 a 1999. (Crouse, J.C.; Gaining Ground: A profile of American Women in the Twentieth Century, 2000).
5 – Cohabitar implica un mayor riesgo de problemas psiquiátricos y de abuso de sustancias
La Universidad de California en Los Angeles hizo una revisión de 130 estudios y comprobó que los matrimonios precedidos por cohabitación tienen mayor tendencia a padecer problemas de alcohol y drogas. (Coombs, R.H. «Marital Status and Personal Well-being: A literature review»; Family Relations, enero 1991).
La depresión es el triple de frecuente en parejas que cohabitan que en matrimonios (Robbins, L., Rieger,D,Psychiatric Disorders in America, 1990).
6 – Cohabitar aumenta la pobreza de los niños
El nivel de pobreza de los niños en familias cohabitadoras es cinco veces mayor que en hogares matrimoniales (Bennet, obra citada).
7 – Cohabitar perjudica la conducta y emotividad de los hijos
Comparados con hijos de padres biológicos casados, los chicos y chicas de 12 a 17 años con padres cohabitadores ven multiplicada por 6 su posibilidad de desarrollar problemas emocionales y de conducta (Booth, A., Crouter, A.C., eds. Just Living Together: Implications of Cohabitations on Families, Children and Social Policy, 2002).
Además, las notas de los adolescentes aumentan en un 90% su riesgo de ser bajas y la posibilidad de ser expulsados del colegio crece en un 122% (Manning, W.D; Lamb, K.A.; «Adolescents Well-Being in Cohabiting, Married and Single Parent Families», Journal of Marriage and Family, novimebre 2003).
En EEUU, la cohabitación va asociada con una escasez de abuelos, tíos, tías y primos y la falta de apoyo que eso implica (Bennett, obra citada).
8 – Cohabitar tiene relación con un aumento del crimen juvenil
En 1980, en EEUU había una población reclusa de medio millón de personas.
Hacia el 2000 tenía dos millones de presos.
El 70% de los presos juveniles en instituciones estatales venían de hogares sin padre (Drake, T. «The father factor: crime on increase in Dad Free zones», National Catholic Register, enero 2007).
Tres de cada cuatro niños implicados en actividades criminales vivían en hogares en cohabitación (Crouse, obra citada).
9 – Cohabitar aumenta el riesgo de maltrato sexual a los niños
El riesgo de que un niño sufra abusos sexuales es 6 veces mayor en familias adoptivas, 14 veces mayor en hogares de madre soltera (que nunca llegó a casarse), 20 veces mayor en familias con padres biológicos que sólo cohabitan y 33 veces mayor cuando la madre cohabita con un hombre que no es el padre biológico de los niños (Crouse, obra citada).
10 – Una mujer en cohabitación en EEUU multiplica por 3 (respecto a las casadas) el riesgo de sufrir agresiones físicas
(Salari, S.M., Baldwin, B.M., «Verbal, physical and injurious aggression among intimate couples over time», Journal of Family Issues, mayo 2002).
Cohabitar además multiplica por 9 (con respecto a las casadas) el riesgo de que la mujer sea asesinada. (Shackelford, T.K., «Cohabitation, Marriage and Murder: woman-killing by male romantic partners», Aggressive Behavior, vol. 27, 2001).
MÁS DATOS
El Ministerio de Trabajo inglés presentó hace 6 años un estudio que mostraba que 1 de cada 3 parejas que vivían juntas sin casarse se separaban antes de que su hijo cumpliera los 5 años.
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En contraste, las parejas casadas sólo se separaban 1 de cada 10.
“Los niños disfrutan de mejores resultados en sus vidas cuando los padres les apoyan y protegen”, declaró el Ministro de Trabajo a la prensa británica.
Por el contrario, los hijos que han vivido el deterioro de la relación de sus padres son más propensos a desarrollarse peor a nivel “cognitivo” y por lo general sus salidas laborales son menos favorables.
Quedarse juntos es mejor para los niños, es la conclusión principal del estudio.
Un estudio de Cornell University (en la revista “Family Relations”, diciembre 2011) mostró que dos tercios de las parejas que cohabitaban no se casaban por miedo al divorcio y sus heridas.
Además, la ruptura de parejas que cohabitan también deja heridas, y a sus hijos. En EEUU la mitad de los niños nacen fuera del matrimonio (excepto cuando las madres han tenido educación superior).
Por lo general, el padre desaparece de sus vidas casi completamente.
Otras veces, como los hijos de divorciados, han de crecer rápido y aprender a tratarse con semi-parientes, hermanastros y familiares de la/s nueva/s pareja/s de mamá.
Y el padre importa.
Un ejemplo lo da un estudio del Instituto Melbourne de Investigación Social y Económica Aplicada (Universidad de Melbourne) de 2011 demuestra que los chicos criados sin padre son más proclives a delinquir que sus iguales socioeconómicos con padre en casa o asiduamente presente.
En Estados Unidos, dos investigadores de la Universidad de Wisconsin, Larry Bumpass y James A. Sweet, analizaron los datos del Informe Nacional sobre Familia y Hogares (1987-88), con una muestra de 13.000 personas.
Encontraron que en EEUU, diez años después de casarse, el 38% de los que habían cohabitado antes se habían divorciado, en comparación con 27% de los que se casaron directamente.
En Canadá, un estudio del profesor Zheng Wu, de la Universidad de Victoria, llegaba a la conclusión de que quienes viven juntos antes del matrimonio se casan más tarde y se divorcian más.
El estudio, publicado en 1999 en la Canadian Review of Sociology and Anthropology.
Según el estudio, las mujeres que han convivido con su pareja antes de casarse tienen una probabilidad mayor de divorciarse (80%) que las que no lo han hecho.
En el caso de los hombres, el aumento de probabilidad es de 150%.
El riesgo de ruptura es aún mayor si alguno de los miembros de la pareja ha cohabitado antes con otra persona.
Otro trabajo canadiense, a partir de los datos de la Encuesta Social General Canadiense (analizada por Le Bourdais et al., Canadian Social Trends, 56) fue muy claro al respecto.
El 33% de las mujeres de 20-30 años que se casa directamente vio roto su matrimonio, mientras que si sumamos las que cohabitaron y luego se casaron y las que cohabitaron sin llegar a casarse, es el 66% de mujeres que ven rota su relación de compromiso.
Una relación de cohabitación sería el doble de arriesgada que una de matrimonio.
Un tercer trabajo canadiense (A. Milan, Canadian Social Trends, 56, año 2000) comprobó que más del 50% de las uniones en cohabitación quedan disueltas antes de 5 años.
Los matrimonios que se rompen antes de 5 años son un 30%.
En Alemania, un Informe de las Familias del Deutscher Institute se planteó, con una muestra de 10.000 personas entrevistadas personalmente, cuáles son los factores que aumentan el riesgo de divorcio.
Una de las circunstancias que influyen en la divorcialidad es el «haber hecho la prueba».
Matrimonios que cohabitaron antes de casarse tienen entre 40% y 60% más riesgo de acabar en divorcio.
Un estudio sueco (de Jan M. Hoen, profesor de demografía de la Universidad de Estocolmo, publicado en el Välfärdsbulletinen) comparó los perfiles de las parejas que tienen hijos y se separan.
Las parejas con más riesgo de separarse son las de jóvenes que cohabitan sin estar casados.
En estos casos, el nacimiento de un hijo disminuye el riesgo de separación, aunque sólo durante los 18 primeros meses.
En general, los matrimonios corren menor riesgo de divorciarse, y más si no han tenido hijos fuera del matrimonio y se casan, cuando deciden vivir juntos.
También en España se ha advertido que la cohabitación previa al matrimonio da peor resultado que casarse directamente.
Según la Encuesta sobre Fecundidad y Familia realizada en 1995 con una muestra de 4.000 mujeres y 2.000 varones de 18 a 49 años, entre las mujeres nacidas a finales de los años 60, sólo 3,7% de las que se casaron directamente se habían separado después de 5 años.
Las que pasaron antes por la cohabitación se separaron en un 26% de los casos al término de ese plazo
A partir de un gran tamaño y muy representativo sobre conductas sexuales (estudiado por Blumstein y Schwartz, 1990), quedaba bien establecido que el compromiso y la fidelidad en la cohabitación es mucho menor que en los matrimonios.
Se preguntó a los encuestados si habían tenido al menos una relación sexual fuera de su matrimonio o cohabitación en el último año.
Estos son los porcentajes de los que dijeron que sí: Esposas: 9%, Esposos: 11%, versus Cohabitadoras: 22% Cohabitadores: 25%.
Otro estudio de 1994 (Laumann et al.) insistió en lo mismo: sólo un 75% de los cohabitadores son monógamos mientras cohabitan (frente a más de un 90% de los casados).
En la comparativa de 1998 de Stack y Eshleman, estudiando 17 países occidentales y Japón, se establecía que los casados dicen estar felices 3,4 veces más que los cohabitadores.
LA COHABITACIÓN PREDISPONE MAS AL ABORTO
La gráfica que presentamos exime casi de comentarios.
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Porque un estudio en EEUU muestra que las mujeres que cohabitan, sin casarse, están propensas casi 8 veces más a realizarse un aborto que las que están casadas.
Esto demuestra que una de las formas de combatir el aborto es tratando de fomentar que las parejas que cohabitan conformen un matrimonio.
Porque una estructura de inestabilidad como la cohabitación, necesariamente lleva a otra estructura inestable en la familia y en la evaluación de conveniencia de tener hijos.
La gráfica en inglés fue preparada por David Schmidt de Live Action, y la misma está basada en una data obtenida de un estudio reciente en inglés, titulado: El embarazo no anticipado en los Estados Unidos de América: su incidencia y su disparidad – 2006 (Unintended Pregnancy in the United States: Incidence and Disparities – 2006)
LA COHABITACIÓN ES COMO UNA NAVE CON DOS CAPITANES
Muchas personas tienen al matrimonio como una versión más intensa y legal de la convivencia, que algunas personas eligen porque les hace felices en el momento.
No hay reglas para vivir y sólo se puede poner en peligro cuando no se está de acuerdo.
La cohabitación se convierte en una nave con dos capitanes que disfrutan de la navegación en conjunto.
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Es lo suficientemente bueno si todo lo que quieren hacer es navegar juntos y no quieren llegar a ninguna parte.
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Si no pueden acordar un curso, uno o la otra pueden abandonar el barco a mitad de camino.
No ven al matrimonio como una vocación que nos dará la alegría de vivir la vida que se nos ha dado.
Nuestra cultura se ha convencido que la convivencia fuera del matrimonio es perfectamente natural.
Pero en realidad, es cualquier cosa menos natural. Provoca una gran separación, división, y daño a la dignidad de las partes involucradas.
La cohabitación por su propia naturaleza no se parece al matrimonio.
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La cohabitación es una forma de estar juntos para permanecer separados del uno del otro.
Aquí hay algunas razones por las cuales el matrimonio y la cohabitación no son la misma cosa y por qué es tan destructiva convivencia:
LA COHABITACIÓN NO ES UN NOSOTROS, SON DOS INDIVIDUOS
A menudo un hombre y una mujer en una relación romántica deciden vivir juntos para ahorrar dinero, porque es socialmente aceptable o por un período de probar.
Cuando dos personas deciden vivir juntos no es una verdadera unión.
En su lugar, la mayor parte del tiempo se ven como compañeros de piso.
Cada uno es todavía él y ella, el dinero sigue dividido, y mentalmente las dos personas no son uno.
La cohabitación no puede dar lugar a una unión de dos personas, ya que carece de la relación de pacto y la promesa del Sacramento del Santo Matrimonio.
La cohabitación también carece de la participación central de la Santísima Trinidad en la relación.
LA COHABITACIÓN CARECE DE PERMANENCIA
Las personas que deciden cohabitar no están buscando la permanencia, como es el caso de que fueran delante de Dios y se unieran como una sola carne en el matrimonio.
En cambio, las personas que cohabitan viven juntas por un tiempo y cuando ese tiempo se ha acabado van por caminos separados.
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Algunos pueden casarse, pero esto se está volviendo cada vez menos una realidad, por no hablar de que las tasas de divorcio de las parejas que cohabitan son estrepitosamente altas. Lo que lleva al siguiente punto.
LA COHABITACIÓN PERJUDICA A LOS MATRIMONIOS
Dado que los individuos que cohabitan entran en el compartir la vivienda sin una mentalidad de permanencia y unión, los futuros matrimonios y otras partes pueden ser perjudicados en gran medida.
Es mantener un plan de escape dentro de una promesa y una vocación.
El matrimonio, por su naturaleza es una unión de dos en uno.
La convivencia es lo contrario del matrimonio porque las dos partes todavía permanecen separadas.
El matrimonio es un pacto entre dos personas delante de Dios en el que prometen vivir sus vidas juntos hasta la muerte, independientemente de lo que pueda venir.
Es de entender que el matrimonio es una vocación y los dos individuos en el matrimonio se convierten en una sola carne con el fin de conducirse entre sí y a sus hijos al cielo.
La mentalidad de la cohabitación no reconoce la permanencia de toda la vida del matrimonio y deja a las parejas cada vez más vulnerables al divorcio.
LA COHABITACIÓN ES TRATAR A OTRA PERSONA COMO UN PAR DE ZAPATOS O UN COCHE NUEVO
De muchas parejas se oye la explicación de que se trata de vivir juntos para «probarlo» o «probar a la otra persona» tanto sexual como compañero de cuarto.
Esto en sí mismo debería horrorizar a una o ambas partes.
En este punto de vista de la otra persona es comparable a un par de zapatos o un coche nuevo.
Deben hacer pruebas para asegurarse de que el otro mantiene nuestros estándares.
Este punto de vista va en contra del amor auténtico.
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No se trata de querer el bien del otro.
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En cambio, se trata de cumplir con los propios deseos egoístas y echar a un lado a la persona si no pasa la prueba.
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Este punto de vista es ofensivo y profundamente dañino.
LA COHABITACIÓN SE ACOMPAÑA DE ACTIVIDAD SEXUAL GRAVEMENTE PECAMINOSA
Las parejas que cohabitan a menudo tienen relaciones sexuales antes del matrimonio y usan anticonceptivos.
Y puesto que no están casados, no pueden participar plenamente en los aspectos conyugales del matrimonio sin hacerse un gran daño el uno al otro.
La sexualidad en esta situación viola el gran designio de amor de Dios para cada hombre y mujer a través del don del matrimonio.
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El sexo es una bendición y una actividad sagrada dada a cada hombre y mujer dentro del pacto matrimonial.
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Está destinado a ser disfrutado, pero dentro de la permanencia del matrimonio.
Los niños son una amenaza para la mayoría de las parejas que cohabitan ya que su relación no es ni permanente, unitiva, o abierta a la vida.
¿Y QUE PASA DENTRO DE LA IGLESIA?
Con todos estos datos sobre la mesa, Michael J. McManus, presidente de la asociación Marriage Savers, planteaba recientemente:
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“¿alguna vez ha escuchado usted un sermón u homilía oponiéndose a la cohabitación?
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Apuesto que no.
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He preguntado a cientos de pastores en diferentes ciudades si alguna vez han predicado sobre este tema, y solo uno de cada cincuenta levanta la mano”.
La cohabitación ha sido aceptada tácitamente por la Iglesia porque no se catequiza sobre el error que significa y en las parroquias no parece ser un tema del que se deba hablar.
Pero como católicos tenemos que encontrar una manera ser testigos y modelos para aquellas personas que han escogido la mentira sobre la verdad.
A aquellos de nosotros que se han dirigido por este camino doloroso, hay que presentarles y compartir la verdad acerca de la cohabitación y la forma en que tiene implicaciones de largo alcance.
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Este es el objetivo de este artículo.
El matrimonio es un don supremo de Dios y es un camino a la santidad. La cohabitación no es ninguna de estas cosas.
Los hombres y las mujeres están hechos para unirse en permanencia, en amor, en seguridad, y a imagen de la Santísima Trinidad a través de una apertura a la vida dada a través de la gran bendición del acto conyugal.
La cohabitación no se parece al matrimonio no importa lo mucho que lo retuerzan y contorsionen para que se ajuste a nuestros deseos.
Dios hizo a los hombres y mujeres para el matrimonio, así que debemos salir a la cultura y compartir la importancia del gran don del sacramento del matrimonio; empecemos en nuestra familia.
Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María
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