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El que será el segundo hombre más poderoso de la Iglesia se declara reformista

Entrevista a Pietro Parolín, para conocerlo mejor.

 

El diario venezolano El Universal le ha realizado una entrevista al actual Nuncio Apostólico en Venezuela, Pietro Parolín, que asumirá en poco tiempo el cargo de lo que viene a ser primer ministro de el vaticano. Y en la entrevista habló de de las resistencias al cambio en la Iglesia y de las necesidades de cambio. Es una nota para conocer más a Parolín.

 

pietro parolin

 

En los finales de la cincuentena y luego de vivir cuatro intensos años como Nuncio en Venezuela, Pietro Parolin recuerda que sólo una vez en su vida se topó con el ahora Papa Francisco. El para entonces Subsecretario para las Relaciones con los Estados recibió en su despacho al Arzobispo Bergoglio, quien venía por asuntos relacionados con Argentina. Después no hubo más contactos y por eso afirma, a veinte días de su marcha a Roma, que lo primero será «acostumbrarme a su estilo e trabajo». 

-¿No adquiere su designación como Secretario de Estado una connotación especial si consideramos que se avizoran cambios en la Iglesia en los cuales tendrá usted un papel importante?

-A pesar de las reformas que quiere producir en la Iglesia, el papa Francisco se ha ceñido a criterios tradicionales según los cuales cuando tenemos un papa no italiano (y ya son tres, Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco) el secretario de estado es italiano. Eso limitaba la amplitud de la escogencia. Luego, otro criterio fue el de tomar en consideración a un miembro del servicio diplomático de la Santa Sede.

-Y usted lo es.

-Hablar de uno mismo es difícil y yo preferiría no hacerlo, pero me imagino, como él me ha dicho, que había varios candidatos para un cargo que significa ser el colaborador más cercano del Papa y que entraña grandísima responsabilidad. Me imagino que el Papa habrá pensado que yo podía ser, más o menos, la persona en capacidad de ayudarlo en esta obra de renovación que quiere hacer en la Iglesia Católica.

-Es decir, el Papa sabe de su afinidad con las ideas reformadoras.

-Probablemente el Papa se ha hecho este juicio. La verdad es que no he hablado mucho con él y pienso que cuando tenga la gracia y la oportunidad, le preguntaré el por qué de esta elección. Así que no sabría cuál fue la razón para que el Papa pensara en mí. Puedo decir, sin embargo, que me siento muy afín a su manera de entender la iglesia y sobre todo a su estilo de sencillez y de cercanía a las personas, a su ánimo de escucharlas y de intentar, de veras, que la Iglesia pueda volver a tener una presencia significativa en el mundo de hoy.

-¿Un papa, como dicen algunos teólogos, «en» la Iglesia y no «sobre» la Iglesia?

-Siempre lo hemos dicho en la teología tradicional. Es la fórmula para indicar la estructura de la Iglesia y el origen divino del Primado (el papa). Ahora, la Iglesia es una estructura muy especial y las categorías políticas para analizar la realidad de los estados no se le pueden aplicar automáticamente. Esta no es no es una monarquía ni una democracia en el sentido formal de la palabra.

-¿Qué es entonces?

-Una comunión donde hay diferentes responsabilidades, la última de las cuales recae sobre el papa. El está en comunión con los demás y no hay papa sin comunión.

-El teólogo Hans Kung ha escrito sobre la necesidad que tiene la Iglesia, si quiere integrarse al futuro de la humanidad, de un papa que se convierta en una suerte de Juan XXIV que convoque a un Concilio Vaticano III.

-Se ha hablado mucho de eso y también de la figura del Cardenal Martini, Arzopispo de Milán (quien antes de su muerte dijo que «la Iglesia está 200 años detrás de los tiempos», nota del periodista). También se manejó la idea del Concilio Vaticano III. Pero yo creo que debemos acudir al Concilio Vaticano II, el cual fijó las directrices para que la Iglesia cumpla su misión en el mundo de hoy. Es importante aplicarlas, como lo han dicho los papas anteriores, cada uno según su propio enfoque y eso es bonito porque la variedad es buena hasta donde se pueda. Allí están cuatro planteamientos fundamentales, una mina inagotable de enseñanzas que debemos poner en práctica.

-¿Cuáles son esas directrices y porqué no se ha cumplido luego de medio siglo?

-Siempre se ha dicho que toma bastante tiempo aplicar las decisiones de los concilios. Eso es normal. Así ocurrió con el Concilio de Trento (1545-1563), que implicó una profunda transformación, luego de la división de la Iglesia y el nacimiento del mundo protestante. Eso no es sorprendente. Además, la Iglesia es un organismo complejo y en su interior hay resistencia.

-Resistencia a los cambios.

-Así es. Pero esos cambios no pueden poner en peligro la esencia de la Iglesia, que tiene una continuidad en la historia proveniente de su fundación por Jesucristo. Entonces se debe ser fiel. La Iglesia nunca podrá cambiar al punto de adaptarse completamente al mundo. Si lo hiciera y se perdiera en él, ya no cumpliría su misión de ser sal y luz para todos.

-¿Quiere decir eso que el planteamiento de las reformas implica una vuelta al cristianismo primitivo?

-Sí. Tomando en cuenta que tenemos dos mil años de historia. Ahora, esta historia no ha pasado en balde. No se trata sólo de volver al pasado, por lo menos en las formas externas, sino de volver a los principios fundacionales de la iglesia. Y quiero subraya el tema de la continuidad porque a veces parece (y no se si exagero) que el Papa Francisco va a revolucionarlo todo, a cambiarlo todo.

-¿No es eso lo que se espera de él?

-Se espera que él ayude a la Iglesia a ser Iglesia de Jesús y a cumplir su función. Eso lo deben hacer todos los papas. Pero la Iglesia tiene una Constitución, una estructura, unos contenidos que son los de la fe y que nadie puede cambiar.

-¿No existen dos tipos de dogmas? ¿No hay dogmas inamovibles instituidos por Jesús y los que vinieron después, a lo largo de la historia de la Iglesia, creados por los hombres y por tanto susceptibles de cambios?

-Ciertamente. Hay unos dogmas definidos e intocables.

-El celibato no es….

-No es un dogma de la Iglesia y se puede discutir porque es una tradición eclesiástica.

-Que se remonta ¿a qué época?

-A los primeros siglos. Después la implementación se aplicó durante todo el primero milenio, pero a partir del Concilio de Trento se insistió mucho en eso. Es una tradición y ese concepto pervive en la Iglesia porque a lo largo de todo estos años han ocurrido acontecimientos que han contribuido a desarrollar la revelación de Dios. Esta finalizó con la muerte del último apóstol (san Juan). Lo ocurrido luego ha sido un crecimiento en la comprensión y actuación de la revelación.

-A propósito del celibato…

-El esfuerzo que hizo la Iglesia para estatuir el celibato eclesiástico debe ser considerado. No se puede decir, sencillamente, que pertenece al pasado. Es un gran desafío para el Papa porque él posee el ministerio de la unidad y todas esas decisiones deben asumirse como una forma de unir a la Iglesia, no de dividirla. Entonces se puede hablar, reflexionar y profundizar sobre estos temas que no son de fe definida y pensar en algunas modificaciones, pero siempre al servicio de la unidad y todo según la voluntad de Dios. No es lo que me plazca sino de ser fieles a lo que Dios quiere para su Iglesia.

-¿Y qué es lo que quiere?

-Dios habla de muchas maneras. Debemos estar atentos a esta voz que nos orienta sobre las causas y las soluciones, por ejemplo, de la escasez del claro. Entonces hay que tomar en cuenta, a la hora de adoptar decisiones, estos criterios (la voluntad de Dios, historia de la Iglesia), así como la apertura a los signos de los tiempos.

-Cuando el Papa se pregunta, «¿quién soy yo para juzgar a los gays»? ¿Qué no está diciendo?

-Está diciendo que la doctrina de la Iglesia es muy clara sobre este punto moral.

-Jesucristo nos acepta a todos tal y como somos.

-Sí, pero también nos pide que crezcamos y nos adecuemos a la imagen que él tiene de nosotros. La conducta de cada uno la juzga sólo Dios y esto lo ha dicho el Papa.

-Usted ha dicho que se deben lograr los cambios sin dividir a la Iglesia. ¿No cree que una manera de decidir sobre su aplicación sería consultando al grueso de la feligresía o al menos a los obispos? ¿No es necesaria una democratizaciòn?

-Ciertamente. Siempre se ha dicho que la Iglesia no es una democracia. Pero es bueno, en estos tiempos, que haya un espíritu más democrático en el sentido de escuchar atentamente y creo que el Papa lo ha indicado como uno objetivo de su pontificado. Una conducción colegiada de la Iglesia donde puedan expresarse todas las instancias. Luego le correspondería a él tomar una decisión.

-Cuando se plantea la necesidad de cambios uno se apercibe que el Papa, antes que hablar, ha dado muestras de esos cambios con su ejemplo de sencillez y austeridad. Ese comportamiento, que contrasta con el de la Curia, ¿no nos está diciendo que la Iglesia está lejos de la feligresía, que ha ido perdiendo contacto con la realidad social y que la reivindicación de los oprimidos está más lejana que nunca?

-Me parece fundamental la capacidad del Papa para inducir los cambios a través del testimonio personal.

-¿Algo sin precedentes en la historia de la Iglesia?

-No, pensamos en Juan XXIII. Pero a mí no me gusta contraponer. Hay estilos diferentes. Eso sí, lo debemos aceptar y es normal porque la Iglesia es un jardín donde hay flores de distintas formas, colores y perfumes. Entonces, hay diferencias entre los papas. Pero el Papa Francisco está incidiendo sobre algo tan importante como el acercamiento de la Iglesia a los más pobres. Ese es el sentido de la Iglesia, que no existe para sí misma sino para llevar a Jesús a la humanidad. Y que El sea vida abundante para la humanidad y sobre todo para quienes no tienen. La Iglesia es un puente, como lo es el papa, entre Dios y su revelación y redención de la humanidad.

-¿Otra señal de la determinación del Papa no está en su decisión de investigar los hechos de corrupción?

-El Papa siente de una manera muy especial el tema de la corrupción por venir de un continente donde el problema es muy grave y ese es uno de los grandes desafíos de América Latina. El lo ha enfrentado en Argentina, y ahora retoma lo que condenó como arzobispo. Este es un punto fundamental sobre el cual quiere trabajar porque la corrupción acaba con las sociedades y los estados.

-Luego está la sanción ejemplarizante a quienes han caído en la pedofilia.

-En esto el Papa está en línea con lo que se hace desde el tiempo de Benedicto XVI: tomar una postura fuerte y especialmente con las víctimas, para que no se repitan estos hechos.

-Me imagino que no resultó fácil.

-No lo ha sido. Yo espero que el país pueda superar la polarización y la conflictividad. Hay diferencias pero éstas no deben convertirse en divisiones y contraposiciones, sino en enriquecimiento mutuo. De manera que lo importante es que Venezuela propicie puntos de encuentro en un clima de justicia, democracia y solidaridad.

-Una tarea pendiente es la designaciòn de su sucesor en Venezuela.

-Me imagino que podré indicar algunas personas que me parezcan aptas para este cargo, aunque al final la decisión le corresponde al Papa.

-¿Qué piensa va a ocurrir con otras confesiones? ¿Es posible la reunificación con la Iglesia Católica de Oriente? ¿Cómo se plantea las relaciones con el islamismo?

-El Papa mantuvo relaciones cercanas y fraternas con los representantes de otras religiones en Argentina. Además, esta es una clara directriz de El Vaticano II: diálogo interreligioso después del diálogo intrarreligioso. Con las confesiones cristianas el objetivo es la unidad. ¿Se podrá llegar a eso? Nosotros lo esperamos. Ya se ha recorrido mucho camino con los papas anteriores. Los tiempos son los tiempos de Dios. El Papa está haciendo lo posible por llegar a una unidad visible. En cuanto a los otras religiones, debemos colaborar para que Dios no desaparezca del horizonte porque hay una secularización, sobre todo en Europa, pero también en América Latina y Venezuela y eso significaría la pérdida del sentido de Dios.

-La pérdida de la fe.

-Sí, ese es un tema fuerte en Benedicto XVI. Y también el de la paz y la convivencia pacífica. En eso las religiones tienen un papel fundamental.

-El Papa ha demostrado un gran interés por la situación en Siria y usted sabe de eso.

-Ciertamente tengo cierta experiencia en ese tema. Como Iglesia tenemos en nuestras manos la posibilidad de participar en la vida internacional a través de la diplomacia.

Fuentes: El Universal, Signos de estos Tiempos

 

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El Papa Francisco nombró a Pietro Parolín en sustitución de Tarcisio Bertoni

La reforma de la cúpula de la curia: nuevo Secretario del Estado Vaticano.

 

Una designación muy esperada desde que aumió Francisco, la nueva cara, y también quizás funciones, del gobierno Vaticano. El papa Francisco designó a Monseñor Pietro Parolin como nuevo Secretario de Estado de la Santa Sede en sustitución de Monseñor Tarcisio Bertone y asumirá en 45 días. Mons. Parolin era el Nuncio en Venezuela.

 

pietro parolin

 

Algunas cosas que se destacan es su joven edad, 58 años, por lo que tendría una larga carrera en el puesto, su formación diplomática, su conocimiento de la Curia Romana ya que ocupó diversos puestos en Roma, y que es italiano. También se especula que su poder no será tan extendido como el de Bertone, ya que los cardenales del cónclave habían pedido más colegialidad y acceso al Papa.

EL PERFIL DE PIETRO PAROLIN

Pietro Parolin, de 58 años, dejó Roma hace cuatro años, cuando fue ordenado arzobispo por Papa Benedicto XVI y enviado a Venezuela como Nuncio, después de haber sido, durante siete años, «viceministro del Exterior»  vaticano. Papa Francisco lo ha elegido como su más cercano colaborador, es decir como futuro Secretario de Estado. Parolin se convertirá en el más joven de los que han ocupado el puesto desde la época de Eugenio Pacelli.

El nombramiento de Parolin ofrecerá nuevos indicios para imaginar cuál será el camino que la Iglesia de Roma emprenderá en los próximos años. Para darse cuenta de esta dirección, basta observar los momentos clave de la aventura humana y cristiana del actual representante pontificio en tierra venezolana.

El nuevo Secretario de Estado nació en Schiavon, en la provincia y en la diócesis de Vicenza (Italia), el 17 de enero de 1955. Su fe en Jesús la absorbió desde su primera infancia en el entorno de la «civilización parroquial» en la que vivió inmerso, la del Véneto blanco de corazón magnánimo y trabajador. Su papá, católico «de misa cotidiana», se ocupaba de una tienda de herramientas y después empezó a vender vehículos agrícolas. Su mamá fue maestra de educación primaria.

Cuando Petro tenía diez años, la familia Parolin fue tocada por el dolor: el padre fue arrollado por un automóvil mientras se disponía a recorrer la carretera entre Bassano y Vicenza. Murió en el cato. Desde entonces, los tres hijos (Pietro, su hermana y su hermanito, que tenía ocho meses cuando sucedió la desgracia) fueron testigos de los pequeños gestos heroicos y cotidianos de su madre maestra, que se empeñaba por hacer que no les faltara nada.

Pietro fue monaguillo en la parroquia. El entonces párroco, don Augusto Fornasa (que falleció en Schiavon en la década de los 80) acogió y cultivó su vocación al sacerdocio, en aun ambiente marcado pro la memoria de grades figuras de pastores «sociales», como don Giuseppe Arena o don Elia Dalla Costa, que se convirtió fue arzobispo de Florencia entre 1931 y 1961.

En 1969, a los 14 años, Pietro entró al seminario de Vicenza. Después de acabar sus estudios superiores, prosiguió con el aprendizaje de la filosofía y la teología. Las inquietudes fecundas y aquellas más corrosivas del post-concilio también agitaban la vida en los seminarios. Pietro se mantuvo alejado de las turbulencias de este periodo. Apreciaba la línea pastoral del obispo Arnoldo Onisto, su capacidad de escuchar a la gente, de meditar y de atender los problemas de los obreros.

En el seminario, los superiores se dieron cuenta de que Pietro era un my buen estudiante. Después de su ordenación sacerdotal (recibida en 1980 de manos del obispo Onisto) y después de dos años como vicepárroco en la parroquia de la Santísima Trinidad de Schio, lo enviaron a estudiar derecho canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana, con la idea de enviarlo después al tribunal diocesano y al sector de la pastoral familiar.

Pero en Roma (Pietro habitaba en el Colegio Teutónico de la Vía de la Paz) alguien pidió al obispo que pusieran a ese joven sacerdote discreto y trabajador a disposición de la Santa Sede. Él, como siempre, aceptaba ir a donde le dijeran. Con los sistemas de elección «anónimos» que funcionaron durante un tiempo en los palacios vaticanos, acabó casi por casualidad en la órbita del servicio diplomático vaticano, sin ni siquiera saber quién fue su primer «talent scout».

En verano de 1983 entró a la Pontificia Academia eclesiástica. En 1968 obtuvo la licenciatura en derecho canónico con una tesis sobre el Sínodo de los Obispos. Después partió hacia la que sería su primera misión: tres años en la nunciatura de Nigeria, a los que seguirían otros tres (de 1989 a 1992) en la nunciatura de México. En Nigeria se involucró en las actividades pastorales de las comunidades locales y conoció en primera persona los problemas de la relación entre los cristianos y musulmanes. En México, en cambio, ofreció su aporte a la fase final del largo trabajo que había puesto en marcha el nuncio Girolamo Prigione, que justamente en 1992 culminaría con el reconocimiento jurídico de la Iglesia católica y con el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la nación mexicana. Durante esas delicadas negociaciones diplomáticas se habría diluido el carácter laico y anticlerical que caracterizaba al país desde su definición constitucional.

En 1992, Parolin fue llamado nuevamente a Roma para trabajar en la segunda sección de la Secretaría de Estado. Eran los años del “wojtylismo” de fuerte proyección geopolítica, en el contexto del colapso del bloque comunista y de los efectos de la primera Guerra del Golfo. Como líder de la diplomacia pontificia estaba el cardenal Angelo Sodano, que en diciembre de 1999 sustituyó a Agostino Casaroli. Al joven funcionario que acababa de volver de México fueron encomendados casos especiales: países e Iglesias fricanas y latinoamericanas, España, Indonesia… En 2002 comenzó a ocuparse de la “sección” italiana; colaboró con monseñor Attilio Nicora (hoy cardenal) en cuestiones pendientes relacionadas con la revisión del Concordato (de 1984) y con los asuntos relacionados con el Ordinariato militar  o con la asistencia religiosa en las cárceles y en los hospitales.

En 2002, Parolin fue nombrado subsecretario de la segunda sección de la Secretaría de Estado, la que se ocupa de las relaciones con los estados. Como “viceministro del Exterior” vaticano, se ocupó de los casos delicados sobre las relaciones de la Santa Sede y Vietnam (que, gracias a su intervención, fueron paulatinamente acercándose al establecimiento de la plena relación diplomática) y sobre las cuestiones jurídicas pendientes entre el Vaticano e Israel. A partir de 2005, con el nuevo Pontificado ratzingeriano, volvieron a entablarse contactos directos con la China popular. En ese contexto maduró la Carta que Benedicto XVI dirigió en junio de 2007 a los católicos chinos, y que sigue siendo uno de los textos magisteriales más relevantes del pontificado.

Durante esos años, el subsecretario guió la delegación vaticana que se ocupó de las negociaciones reservadas con los funcionarios chinos para desatar los nudos que todavía pesan en la condición de los católicos chinos. En dos ocasiones fue a Pekín en compañía de los demás miembros de la delegación vaticana. En esos años parecía delinearse el comeinzo de un cambio concreto en las difíciles relaciones sino-vaticanas. Después, en verano de 2009, Parolin fue nombrado nuncio en Caracas, en donde tuvo que vérselas con el caudillo Chávez y sus relaciones borrascosas con la jerarquía católica local. El 12 de septiembre de ese año, Parolin recibió la ordenación episcopal de manos de Benedicto XVI. Acababa de explotar el “caso Boffo”. Las escaramuzas entre bandas eclesiales, con tragicómica ferocidad, acabaron en una fase virulenta. Papa Ratzinger en la homilía en la que también consagró a Parolin recordó, en referencia a esas “luchas” siempre presentes en la Iglesia que «el sacerdocio no es dominio, sino servicio» y que «las cosas en la sociedad civil y, no raramente, incluso en la iglesia sufren por el hecho de que muchos de aquellos, a quienes ha sido conferida una responsabilidad, trabajan para sí mismos y no para la comunidad».

En ocasión de su traslado a Caracas, algunos trataron de acreditar en los medios de comunicación la afinidad de Parolin con la «corriente» de ascendencia casaroliana relacionada con el cardenal Achille Silvestrini, que fue secretario de la segunda sección de la Secretaría de Estado de 1979 a 1988. Maniobras que en el caso de Parolin se revelaron inmediatamente un prejucio. Si se consideran los hechos, se demuestra evidente que en la Secretaría de Estado su perfil de funcionario leal y competente fue apreciado en diferentes ocasiones por superiores de orientaciones y sensibilidades diversas. Parolin colaboró discretamente con Casaroli y Silvestrini, Sodano y Tauran, Lajolo, Bertone y Mamberti.

Con Parolin como nuevo Secretario de Estado, se puede imaginar que, incluso por su temperamento, tratará de apreciar sensibilidades eclesiales diferentes, en el horizonte abierto de la Iglesia no auto-referencial constantemente sugerido por Papa Francisco. Si hay un rasgo que se puede identificar en el «modus operandi» de Parolin es el que se conecta con la gran tradición diplomática vaticana: realismo, estudio profundo de los contextos y de los problemas que hay que afrontar, búsqueda de soluciones posibles. Ante los conflictos regionales que siguen estremeciendo al planeta (a partir del Medio Oriente) y ante los peligros de nuevos enfrentamientos globales entre super-potencias viejas y nuevas, la Santa Sede podrá ofrecer una vez más su sabiduría y clarividencia para favorecer los caminos de la paz. Dejando a un lado las presucniones de un protagonismo geopolítico, el instrumento de la diplomacia vaticana, en sintonía con la «conversión pastoral» sugerida por Papa Francisco, podrá ofrecer un aporte importante y creativo a la acción de la Iglesia, a la que el obispo de Roma ha invitado insistentemente a «salir de sí misma» para ir al encuentro de todos los hombres en las periferias geográficas y existenciales.

Sobre todo, con Parolin acabarían en el olvido las falsas dialécticas que durante los últimos años han intentado con insistencia oponer la diplomacia y la proclamación de la fe, el realismo dialogante y la defensa de la identidad y de los valores cristianos. Toda la historia de la Iglesia sugiere que justamente la fe evangélica puede ser mucho más clarividente a la hora de ejercer la inteligencia y la prudencia ante las dinámicas reales del mundo y del poder. Para Parolin, el servicio que ha ofrecido a la Santa Sede siempre ha sido una forma para ejercer la propia espiritualidad sacerdotal. La misma expresada en el entusiasmo que él mismo manifestó ante la fe de los neófitos “montagnards” vietnamitas, o en la alegría con la que se sumergió en la vida latiente del catolicismo venezolano. Como moto episcopal eligió la pregunta retórica de San Pablo en la Carta a los Romanos: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?». Suceda lo que suceda, es fácil intuir en quién confiará “don Pietro” para custodiar la paz de su corazón.

He aquí una entrevista en Venevisión tras la elección del Papa Francisco

Fuentes: Vatican Insider, Signos de estos Tiempos

 

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