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Los problemas del modelo brasilero.
En Brasil, las principales ciudades se han visto invadidas por inmensas masas de manifestantes. Un millón de personas en la calle. Dos muertes hasta ahora. Escenas de guerrilla y vandalismo también. ¿Y todo por 20 centavos de aumento? De 3 reales a 3.20, o sea 7% de aumento.

 

manifstantes en san pablo

 

En Brasil transporte público realmente tienen un impacto grande en el poder adquisitivo local. Un trabajador que recibe salario promedio, debe desembolsar cerca de una quinta parte de su salario mensual, para ir al lugar de trabajo en transporte público. Mientras que los autobuses son todavía muy viejos y del tercer mundo, no a la altura de una potencia económica emergente. Pero en cualquier caso, 1 millón de personas protestando en la plaza, es una respuesta claramente desproporcionada al aumento.

Por otro lado tal tamaño de manifestación generó violencia. En las manifestaciones se han infiltrado miembros del grupo anarquista Black Boys quienes no dudan en realizar actos vandálicos, pero también los medios brasileños han documentado los excesos de violencia policial por parte de un gobierno de izquierda — el de Dilma Rousseff — que no dudó en agredir universitarios, mujeres y obreros, aunque la presidenta ha intentado deslindarse de los hechos. Media docena de reporteros fue apaleada a pesar de identificarse como periodistas.

MALOS SERVICIOS Y EL MUNDIAL DE FÚTBOL

Y si todavía creen que esos 20 céntimos han desatado esta tormenta, las últimas horas lo han refutado: el gobierno anunció el congelamiento de la tarifa, pero la protesta fue más grande aún en Río, Sao Paulo y Belo Horizonte. Por lo tanto, resulta evidente que el boleto fue sólo la mecha. La protesta es por algo más grave.

Lo más común entre los manifestantes es tormársela contra la organización de la Copa Mundial (2014) que consumió 7 mil millones de reales de los fondos públicos, dejando a la salud y a la educación al nivel de un país del tercer mundo.

El brasileño medio envía a sus hijos a la escuela pública, donde la violencia de los compañeros y la falta de preparación de maestros son fuertes. Lo mismo, según los manifestantes, se aplica a los hospitales. Tener que pagar un boleto por un servicio público ya caro y pobre, en nombre del fútbol, fue la gota que colmó el vaso.

La política monetaria expansiva ha ayudado a crear una fuerte inflación. Los brasileños perdieron poder adquisitivo mientras aumentaron las tarifas públicas.

LOS TEMAS CENTRALES DE LA PROTESTA

La realidad es que la actual movilización antigubernamental expresa un malestar social efectivo en el cual se mezclan los defectos del actual sistema económico, la enorme corrupción del Partido del Trabajo (PT) gobernante y la ausencia de una estrategia para incorporar al desarrollo a amplios sectores juveniles de la población.

La economía brasileña lucha ahora contra la estanflación, pues crece a un ritmo de 1.6% y la inflación es ya de 7% y sigue aumentando, mientras el motor de la economía — las exportaciones de materia prima a China — comienza a desacelerarse. Por su parte, la fórmula de mantener altas las tasas de interés para contener la inflación ha dejado de funcionar.

Petrobras — parte del mito brasileño — empieza a mostrar signos negativos a pesar de su apertura a la iniciativa privada — mientras su fuerza de trabajo cuesta el 16 por ciento del gasto por millón de barriles producidos, por la misma producción la fuerza de trabajo de Pemex cuesta tan sólo el 4 por ciento —, como reflejo de la corrupción petista.

LA SOBREPROMESA SOCIALISTA

Pero incluso esta desafortunada serie de circunstancias políticas y económicas no es suficiente para explicar tal indignación. Hay algo más profundo. La población brasileña ha conquistado su bienestar sólo recientemente. Es sólo en la última década de gobiernos socialistas que una gran proporción de los pobres pudo alcanzar un nivel de vida de la «clase media». 

Hace once años, el entonces Presidente Lula fue electo a partir de una serie de consignas populistas en la redistribución de la riqueza. También fue apoyado por el movimiento de extrema izquierda de los Sin Tierra, que reclama la incautación y redistribución de la tierra, sin compensación a los propietarios. Lula, sin embargo, una vez en el poder, siguió una política mucho más moderada que sus consignas, demostrando su capacidad de conservar un mínimo de economía de mercado.

Por esta razón, terminó su gobierno en pleno crecimiento, aprovechando sus grandes recursos humanos y naturales, creciendo hasta convertirse en una potencia económica. Pero la retórica socialista, sin embargo, continó como antes y más que antes. Y en la mente de los brasileños se aseguró la idea (incorrecta) que el estado haría prósperos a los brasileños. Con estas protestas no hacen más que pedir al estado, presidido por Dilma Rousseff (heredero de Lula), que los haga más prósperos como lo prometieron. La inflación y crear grandes estadios a expensas de mejores escuelas y hospitales se percibe como un grave delito contra el estado. Y es contra eso que la gente salió a las calles.

Un evento multideportivo mundial, en sí mismo, podría ser una buena oportunidad para cualquier país. La visibilidad, atrae a visitantes de todas partes de la tierra, inversiones, patrocinadores. Pero en Grecia, por ejemplo, la construcción de magníficas obras para los Juegos Olímpicos de 2004, fue el golpe final para una economía frágil por un gasto público insostenible. Ahora esas grandes obras, los estadios, las piscinas, están en ruinas en medio de los escombros del país en crisis, son sólo catedrales en el desierto, símbolo de un bienestar ilusorio.

En Brasil el impetuoso crecimiento económico de los últimos gobiernos socialistas es probable que tenga un mal despertar. Sus fundamentos son frágiles, carece de un marco legal sólido para la protección de la propiedad privada, que es la base de cualquier economía de mercado sana. Hay poca libertad en el trabajo, mucho menos de hacer una empresa, y es exorbitante el costo del estado, absorbe más de un tercio del PIB.

LA CORRUPCIÓN

Desde 2005 hay fuertes denuncias sobre la corrupción del gobierno de Lula de Silva. Sin embargo, una buena estrategia de relaciones públicas internacionales, el vacío continental dejado por México durante los gobiernos panistas y una supuesta política exterior independiente — en realidad sometida al eje antioccidental formado por China, Rusia e Irán — tendieron una cortina de humo sobre la descomposición gubernamental brasileña.

La imagen de la izquierda “buena” representada por Lula da Silva se ha demolido primeramente al interior de Brasil e, inevitablemente, también fuera de sus fronteras. Desde el grotesco enriquecimiento de su hijo Fabio Luis Lula da Silva, quien es ahora dueño de una hacienda ostentosa, hasta el caso del publicista Marco Valerio quien lavaba el dinero defraudando a su gobierno, hasta los sobornos pagados por el gobierno de Lula a congresistas opositores, la corrupción del PT gobernante se ha convertido en un factor indudable del malestar social que alimenta las manifestaciones de protesta.

DIVORCIO ENTRE LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Paulo Henrique Martins, un brasileño que preside la Asociación Latinoamericana de Sociología, dijo que en estas protestas «es importante señalar en divorcio entre los partidos políticos y movimientos sociales».

«Los principales mentores (de las protestas) son estudiantes universitarios o jóvenes profesores que vienen debatiendo en las aulas (…) el problema del deterioro de la gobernabilidad en Brasil«

A su juicio, eso apunta a la importancia de una reforma política que será una bandera importante para las elecciones del año que viene.

La falta de un liderazgo claro y de una estructura orgánica del movimiento vuelve aún más difícil cualquier negociación para los políticos.

En la manifestación de Rio hubo carteles y gritos contra Rousseff, pese a que saludó las protestas como positivas para la democracia.

El alto índice de aprobación del gobierno de Rousseff ha caído ocho puntos entre marzo y junio según dos encuestas recientes (que no incluyen el efecto de las protestas), un fenómeno atribuido a la insatisfacción de los brasileños con el alza del costo de vida y el deterioro de la situación económica.

Fuentes: La Razón, La Nouva Bussola Quotidiana, BBC, Signos de estos Tiempos

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