Las dificultades en la integración dela religiosidad popular.
En más de una homilía el papa Francisco ha hablado de que los sacerdotes no se pueden hacer los dueños de la religiosidad católica, les ha dicho a los sacerdotes que no deben ser ‘controladores’; sin embargo, cuando esa religiosidad pasa por canales por fuera del local físico de la parroquia católica, de la Iglesia, suceden conflictos y rivalidades.
En Chile, una curiosa disputa entre una familia y la Iglesia se ha mantenido por más de 40 años. Se trata de la posesión de «la Virgen de Huépil», en una pequeña localidad ubicada a unos 500 kilómetros al sur de Santiago, la capital de ese País.
María, coincidentemente la «depositaria» de la virgen, de pocas palabras y más bien discreta, con un delgado paño que cubre parte de su rostro y su pálida tez expresa,
«Siempre ha sido de nuestra familia y ellos siempre se han querido adueñar«, dice en voz baja refiriéndose a la iglesia local.
Según la leyenda, fue Armando Zúñiga, un peón de fundo, quien «mientras venteaba trigo», se fijó en una pequeña imagen de la virgen María caída entre la espiga y el grano. Inmediatamente se dirigió a su patrón para entregarle el objeto, «una medalla».
«No te preocupes hombre, le dijo éste, tú la encontraste y es tuya», dicen que le dijo su patrón.
Armando se fue con su Virgen a su casa a mostrársela a su mujer.
Y entonces se corrió la voz del «milagroso hallazgo» y partir de ahí, y aún no se explican por qué, comenzó a confluir gente a su casa a venerar aquel pequeño objeto, ya dispuesto en una caja de madera que asemejaba a una capilla sagrada.
Corderos, cerdos, sacos de cereales, aves, etc., fueron las ofrendas que la devota feligresía llevaba a la ya milagrosa virgen.
«En esos tiempos todo, o parte de todo, se repartía para la mantención de los peregrinos, que poco a poco se fueron sumando hasta hacer largas filas para pedir y agradecer a la virgen sus favores», dice un lugareño.
Visionario o fortuito, Armando trasladó su casa a las cercanías de la plaza principal del pueblo y hasta allí llegaron los peregrinos, quienes fijaron por costumbre como fecha oficial para su veneración, el 25 de Diciembre, «el festivo del nacimiento de nuestro señor Jesucristo», dice don Homero, un lugareño.
La gran afluencia de peregrinos y el nulo control de la actividad por parte de la Iglesia Católica local fue provocando la evidente rivalidad: una virgen bajo el control de una familia «privada» era inconcebible.
Desde esa fecha muchos han sido los esfuerzos y nulos los resultados: la Virgen María de Huépil sigue siendo venerada por los peregrinos y sus guardadoras, las descendientes de Zúñiga, siguen inmutables.
Fuentes: Blasting News, Signos de estos Tiempos