¿Dios intervendrá para purificar a la humanidad? ¿Cómo? ¿Cómo debemos entenderlo?

La pregunta de si será cierto que vendrá un castigo sobre los hombres, si continúa el pecado y no vuelven a Dios, ha tenido diversas respuestas a través del tiempo.

En estos dos últimos siglos la respuesta es de incredulidad militante, o sea pensar que no va a haber castigo, y reprimir a cualquiera que diga lo contrario, especialmente dentro de la Iglesia. 

Aquí hablaremos sobre qué base tienen los que opinan que vendrá un castigo, por qué se produciría, en qué circunstancias y cuáles son las formas que nos permitirían mitigarlo.

En el año 2005 el huracán Katrina tuvo un efecto devastador en Nueva Orleans, EE.UU. 

La ciudad estaba protegida por un sistema de diques, pero no pudieron resistir la fuerza de la marejada.

El 80% de la ciudad quedó inundada, más de 1.800 personas murieron y los daños causados sumaron 108 mil millones de dólares.

Y el entonces Arzobispo Emérito de Nueva Orleans, Monseñor Philip Hannan, dijo a los fieles algo que quedó en la historia.

Había estado al frente de la diócesis durante 23 años, tenía 92 años, y era tan respetado que lo llamaban “el Papa de Nueva Orleans”.

Cuando un domingo en Mandeville, dio su sermón sobre el Katrina, ante 1.000 fieles, el pueblo aplaudió intensamente porque querían que se les dijera la verdad.

Dijo que llegamos a un grado de inmoralidad nunca antes visto, y el castigo fue el Katrina.

Se refirió a los pecados sexuales, a la droga, al ataque contra la familia, contra la vida, al comportamiento escandaloso de algunos sacerdotes.

Y dijo directamente algo que hoy los sacerdotes no se atreven a decir, que debemos entender que Dios tiene derecho a castigar y lo hace.

Tenemos que decirle a nuestra posteridad lo terrible que fue Katrina, para que mejore nuestra moralidad, dijo.

Es necesario predicar con fuerza, sincera y directamente que esto fue un castigo de Dios.

Dios nos dio derechos, pero también nos dio deberes. Tenemos que prestar atención a Sus mensajes.

Y silenciar el castigo divino es una omisión gravísima.

Dijo que predicar la verdad de lo sucedido responde a las necesidades de las almas sinceras, predisponiéndolas a cambiar de vida y a encaminarse hacia el Cielo.

Pero se preguntó, ¿a dónde llevan las almas los laicos, sacerdotes e incluso altos prelados, que en estas circunstancias, se atreven a predicar que el buen Dios nunca castiga?  

Mientras el presidente del Consejo de Nueva Orleans, Oliver Thomas, después de escuchar la comparación de la situación de las costumbres de la ciudad, con las de Sodoma y Gomorra, que hizo el Arzobispo Hannan, dijo lacónicamente “quizás Dios nos limpie”.

Pero la inmoralidad continúa extendiéndose por la Tierra, y el humo de Satanás no deja de penetrar en la Iglesia.

Y ahora es peor que hace dos décadas, porque ya pocos en la Iglesia sostienen que Dios nos puede castigar por el desquicio.

Mientras San Alfonso María de Ligorio, predicando sobre una gran calamidad dijo que algunos ven los castigos y fingen no verlos.

Otros no quieren temer el castigo si no ven que ya ha llegado.

Y alertó, quién sabe si este será el último llamado que Dios te haga.

Cuando el pecador reconoce su culpa y glorifica la Justicia divina, atrae sobre sí los dulces torrentes de la misericordia de Nuestra Señora, dijo.

Pero cuando se vuelve indiferente al castigo, sólo atrae castigos mayores y más terribles.

Por tanto, la culpa de lo ocurrido no puede ser echada a Dios, sino al pecado y a la impenitencia de los hombres.

De modo que las imágenes que permanecen intactas en todos los desastres, y sobre las que los cristianos se regocijan, están ahí para enseñarnos que Dios nunca nos abandona, ni siquiera en la hora del castigo más impresionante, que envía para corregirnos y salvarnos.

Hoy un laico o sacerdote que señale que Dios castiga, incluso con citas bíblicas concretas, y que la humanidad está al borde de un castigo purificador, es tratado con desprecio.

Sólo se cree en un Dios únicamente misericordia y nunca justicia.

Y es tan intempestiva la reacción cuando alguien habla de castigo, que la única forma de entenderlo es que saben que es así, pero no quieren admitirlo, para no salir del pecado y su zona de confort.

El 13 octubre de 1973 Nuestra Señora de Akita dijo en Japón, que el Padre infligirá un terrible castigo a toda la humanidad. Será un castigo más grave que el Diluvio, como nunca antes se había visto. 

El venerable Bartolomé Holzhauser del siglo XVII expresó, que el Ángel Exterminador acabará con todos aquellos que se levantaron con odio satánico contra la Iglesia.

El místico Padre Bernard María Clausi, del siglo XIX, interpretó que el castigo es un cambio de rumbo que efectúa Dios; cuando todo parezca perdido, Él transformará todas las cosas, como de la mañana a la noche. 

La venerable Isabel Canori del siglo XVIII vio el mundo en completa revolución y que el orden y la justicia ya no reinaban.

Y que el poder del Infierno será utilizado para exterminar a aquellos impíos y herejes que deseaban derrocar a la Iglesia y destruirla hasta sus cimientos.

Que innumerables legiones de demonios invadirán la Tierra y ejecutarán las órdenes de la Justicia Divina causando calamidades y desastres. 

Y vio que esos espíritus malignos saqueaban los lugares donde Dios fue ultrajado, blasfemado y tratado de manera sacrílega, y los dejaban en ruinas.

Sor Helena Aiello, del siglo XX, vio que el castigo será rápido para quitar el mal de la Tierra. 

Y entonces verás el poder de la luz triunfar sobre el poder de las tinieblas. 

Santa Brígida, del siglo XIV, dijo que cuando todo parezca perdido, Dios mismo pondrá fin repentinamente a todo mal, y purificará y regenerará todo.

Mientras Nuestra Señora de La Salette dijo que entonces habrá paz.

Y Nuestra Señora de Fátima profetizó que al final, Mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia y ésta se convertirá, y se concederá al mundo un período de paz.

Hay docenas de revelaciones privadas que hablan de un repentino y tremendo castigo, mediante el cual Cristo impondrá la paz en la Tierra.

La profecía de los Tres Días de Oscuridad es quizás la más repetida de todas.

Es lo que en la Biblia se llama el Día del Señor.

Esto se puede leer en varios profetas del Antiguo Testamento.

Isaías dice que el Día del Señor vendrá para dejar la Tierra desolada y para exterminar de ella a sus pecadores.

De lo mismo hablan Zacarías, Ezequiel, Joel, Amos, Malaquías, quienes relatan cómo será.

Y Sofonías expresa que después de este castigo, los supervivientes que queden invocarán con nuevo fervor el nombre del Señor. 

Y la fe y el mundo serán restaurados de manera radical y sobrenatural. 

Este castigo del que hablan los profetas del Antiguo Testamento y ha sido profetizado a decenas de videntes por Nuestra Señora, tiene tres características.

Primero, sería una intervención de Dios para purificar el pecado de la Tierra y de la Iglesia, y abriría la puerta para una Era de paz.

Segundo, sucedería bastante antes de la Segunda Venida de Jesucristo en el final de la historia, en un tiempo que Nuestra Señora llama el Final de los Tiempos, que ya estamos cursando.

Y tercero, la destrucción física que se produciría en esta tribulación, es condicional a la conversión de la humanidad, por lo que está en nosotros mitigar su virulencia.   

Bueno, hasta aquí lo que queríamos contar sobre cuál es la justificación para un castigo de Dios sobre la humanidad y a dónde nos conduciría el castigo.

Y me gustaría preguntarte si los católicos que conoces, incluidos los sacerdotes, piensan que es posible que venga un castigo sobre la humanidad o lo descartan.

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