Por qué Dios dejó pasar la pandemia.
La pandemia que cursó la humanidad, en la que quizás la enfermedad en sí misma sea lo menos importante, ha creado mucho sufrimiento en el mundo.
Los encierros, la pérdida de movilidad, la dificultad de acceso a encuentros personales con nuestros seres queridos, el miedo inoculado, etc., ha sido doloroso para todos en alguna medida.
Y de alguna forma todos salimos cambiados de este proceso.
Piensa por ejemplo en cómo cambió tu forma de pensar y sentir comparado con la normalidad previa a esta crisis de salud.
A qué cosas te has acercado y de qué cosas te has alejado.
Cómo tu comprensión de algunas cosas se profundizó.
Y esto no es casualidad, porque Dios usa las cosas dolorosas para lograr un bien mayor.
Aquí hablaremos sobre las razones por las que posiblemente Dios dejó pasar esta pandemia, porque nada escapa a Dios, y qué hacer para encauzar de la mejor manera posible nuestros sufrimientos.
La mayoría de la gente lamenta el sufrimiento mundial causado por la pandemia: la pérdida de vidas y medios de subsistencia, la restricción de las libertades, el miedo, la angustia, la pérdida de acceso a sus seres queridos, el aislamiento causado por los cierres, el distanciamiento social, en fin.
Muchos consideran que el mal y el sufrimiento son incompatibles con un Dios amoroso y omnipotente, y pierden la fe.
Y otros consideran la pandemia como una forma de castigo divino por los múltiples pecados de la humanidad, o sea la retribución divina que un Dios celoso inflige a Su ingrata descendencia.
Lo cierto es que Dios dejó pasar este sufrimiento, porque nada escapa a Él.
Entonces Él lo debe haber dejado pasar para lograr un bien mayor, porque Él quiere siempre nuestro bienestar y felicidad.
Este sufrimiento dejado pasar, no es simplemente una herramienta punitiva de Dios.
Es un instrumento que Dios usa para reunirse con sus hijos descarriados.
El papel fundamental del sufrimiento es facilitar el regreso a Nuestro Padre Celestial, quien nos ama más de lo que nos amamos a nosotros mismos.
Él nos llama a regresar a casa con Él.
Puede ser difícil para algunos aceptar que un Dios bueno usa el mal y el sufrimiento para lograr nuestras conversiones, pero esto se debe a una mala comprensión de la naturaleza del mal.
Si se entiende el mal como la ausencia del bien, en lugar de un oponente del bien, entonces hay muchas formas en que un Dios justo podría y debería negar el bien a la humanidad, para lograr un bien aún mayor.
El sufrimiento por tanto, debe verse como una alarma para nosotros.
Cuando nos falta comida, sentimos hambre, cuando nos faltan amigos, nos sentimos solos.
De modo que el sufrimiento nos impulsa a buscar el bien que nos falta, como cualquier buen sistema de alarma.
Por lo tanto, el sufrimiento que experimentamos en la pandemia es una alarma para nosotros, que nos lleva a pensar en el valor de lo que perdimos.
Nos lleva a revalorar la vida, nuestros trabajos, las libertades que teníamos, la seguridad que teníamos, la tranquilidad, la relación con los seres queridos, la movilidad, etc.
Entonces la pregunta de por qué un Dios benevolente y todopoderoso permitiría una pandemia mundial en 2020, causando un miedo generalizado y pérdidas indescriptibles, adquiere otro significado.
Dios la está usando para enseñar al mundo entero cómo vivir virtuosamente.
Porque nada menos que una pandemia global puede conmovernos, debido a que estamos muy concentrados en nuestros vicios.
Obviamente que no conmoverá a todos, pero a muchos sí y estamos viendo en los comentarios en los videos, de que muchos se acercaron a Dios en la pandemia.
Pero hay otros que siguen enojados con Dios por la imposición de la pandemia en sus vidas, quejándose que Dios no los protegió del mal.
Sin darse cuenta de que el problema no es el virus, sino que está en nosotros.
Y si se mira alrededor, a muchos la pandemia los hizo más solidarios porque vieron que algunos están sufriendo más que otros, por ejemplo la soledad, la falta de ingresos, de alimentación, etc.
De esta forma Dios proporciona el ímpetu para una remodelación en cómo las personas se relacionan entre sí.
Algunos lo verán así y otros no, pero el estímulo está presente.
Los que lo ven así, se sienten movidos a arrepentirse y reorientar su enfoque hacia metas más altas, y este es el objetivo del plan providencial divino.
Dios usa nuestros sufrimientos para convertirnos.
Y la presencia del sufrimiento no significa la ausencia de Dios.
La Biblia nos dice que en los momentos de sufrimiento Él está más cerca de nosotros.
Nadie quiere sufrir, pero el sufrimiento nos hace madurar y tiene funciones que nos hacen crecer en la fe.
Por ejemplo, el sufrimiento nos muestra que no somos Dios.
Nos ayuda a desarrollar virtudes como el coraje y la autodisciplina.
Nos ayuda a relacionarnos con los demás porque cuando vemos sufrir a los demás, se despierta nuestra compasión.
Por eso el gran escritor CS Lewis dijo: «Dios nos susurra en nuestros placeres, habla en nuestra conciencia, pero grita en nuestros dolores: es Su megáfono para despertar a un mundo sordo».
Ahora, Dios se arriesga cuando nos permite sufrir.
Él sabe que las pruebas que experimentamos pueden convertirse en una causa para que lo rechacemos y dudemos de su bondad.
Pero también sabe exactamente lo que los seres humanos necesitan para convertirse.
De modo que Dios permite lo que odia para lograr lo que ama.
Por lo comentarios vemos que más gente se ha lanzado a orar y otros a orar más, por lo que la cantidad de oración en el mundo aumentó.
Pero a algunos a veces les resulta difícil orar cuando están sufriendo un dolor mental o físico.
Y aquí va una sugerencia.
Simplemente mirar un crucifijo y pensar en lo que Jesús eligió libremente sufrir por nosotros, es una buena medicina.
Entonces un ejercicio que podemos hacer cuando sufrimos es pasar algún tiempo mirando un crucifijo, para encauzar nuestros dolores.
Pero el sufrimiento no tiene solamente una función de conversión en nosotros, sino que tiene también un efecto sobre las demás personas si se lo entregamos a Dios, por ejemplo para la conversión de los pecadores.
Mediante nuestras oraciones y acciones podemos lograr gracias para los demás, incluso para la obtención de la vida eterna.
Los buenos católicos, razonablemente bien catequizados, saben que el sufrimiento no es inútil, que puede ser redentor y puede ser ofrecido a Dios como sacrificio por otras personas.
Por ello hay una práctica tradicional en los católicos de ofrecer los sufrimientos y sacrificios en una oración en la mañana.
Dónde se ofrece a Nuestro Señor nuestros esfuerzos, obras, alegrías, sufrimientos, intenciones de este día.
También es una práctica habitual ofrecer nuestra eucaristía por otros.
Y además es habitual que ofrezcamos nuestros sufrimientos ocasionales de la misma forma, como por ejemplo cuando nos viene dolor de cabeza, o cuando sufrimos un accidente, o cuando hemos tenido alguna discusión con alguien, o cuándo tenemos que hacer cola para comprar algo, o cuando tenemos un problema difícil para solucionar, o cuando estamos tristes y en todas las ocasiones en que no nos sentimos a gusto.
Los podemos ofrecer simplemente pidiendo a Dios que use este dolor para la conversión de los pecadores, para la conversión de determinadas personas que le nombramos, para la salud de una determinada persona, para las almas del purgatorio, por los que sufren en el mundo, etc..
E incluso se los podemos ofrecer innominadamente, o sea «te ofrezco mis sufrimientos y haz con ellos lo que te parezca mejor».
De esta forma convertimos el dolor en un acto de amor por los demás.
Lo que por un lado nos ayuda a sobrellevarlo y soportarlo mejor, porque lo ponemos en manos de Dios haciendo algo útil.
Y por otro, nos permite purificarnos con esta acción.
Porque Jesús dice que no debemos huir de las cruces, de la misma manera que él no huyó.
De modo que la práctica en concreto sería que cada vez que te enfrentes a una situación difícil, dolorosa, digas lo siguiente «Señor, te ofrezco esto por [y ahí insertas el nombre o objetivo a lograr]»
Bueno hasta aquí lo que te queríamos contar sobre cómo interpretar los sufrimientos que tuvimos en la pandemia y cómo canalizarlos para crecer espiritualmente y hacer el bien para los demás.
Y me gustaría preguntarte cuales son los mayores dolores o sufrimientos que experimentaste en la pandemia y cómo los sobrellevaste.
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