Un balde de agua fría a las expectativas aperturistas expresadas por el Cardenal Kasper.
La intervención del cardenal Kasper en el Consistorio Extraordinario sobre las Familia (ver aquí y aquí), alabada por el papa Francisco, cayó como un rayo de esperanza para los divorciados vueltos a casar – especialmente para aquellos católicos que la negativa de comulgar les hizo desistir de ir a misa, porque la mayoría de los divorciados vueltos a casar que van a misa ya comulgan según un estudio hecho en Italia (ver aquí).
Pero inmediatamente ha tenido una respuesta del Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Müller, que declaro que la enseñanza de Cristo y su Iglesia es clara:
“las personas cuyo estado de vida contradice la indisolubilidad del matrimonio sacramental no pueden recibir la Eucaristía”.
Al mismo tiempo advirtió que aunque la idea de que la doctrina puede ser separada de la práctica pastoral de la Iglesia se ha convertido en habitual en algunos círculos, esa no es ni ha sido nunca la fe católica.
Esto demuestra que existen en el seno de la Iglesia dos concepciones en puja, una aperturista y otra conservadora, que se irán confrontando de aquí al Sínodo de Obispos sobre la familia de octubre, y probablemente más allá.
Edward Pentin del National Catholic Register, le preguntó sobre la admisión a la Eucaristía de los divorciados vueltos a casar por lo civil al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe:
Algunos están preocupados por los cambios que se llevarán a cabo respecto a la enseñanza de la Iglesia sobre los católicos divorciados y vueltos a casar. ¿Se puede asegurar a los fieles que los cambios serán de tipo más pastoral que doctrinal?
La respuesta del cardenal fue:
En primer lugar, estoy agradecido por el hecho de que su pregunta me dé la oportunidad para clarificar un punto importante. La idea de que la doctrina puede ser separada de la práctica pastoral de la Iglesia se ha convertido en habitual en algunos círculos. Esto no es ni ha sido nunca la fe católica. Los últimos papas se han esforzado por subrayar el carácter vital y personal de la fe católica. El Papa Francisco ha escrito ‘No me canso de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro mismo del Evangelio: No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva’ (Evangelii Gaudium, 7). Dentro de esta relación personal con Cristo, que abarca nuestras mentes, nuestros corazones y la totalidad de nuestras vidas, podemos comprender la profunda unidad entre las doctrinas en las que creemos y la forma en la que vivimos nuestras vidas, o lo que podríamos llamar la realidad pastoral de nuestra vivencia personal. La oposición entre lo pastoral y lo doctrinal es simplemente una falsa dicotomía.
En segundo lugar, tenemos que tener mucho cuidado cuando hablamos de las enseñanzas de la Iglesia. Si por ‘cambio’ uno quiere decir negar o rechazar lo que había anteriormente, eso sería un error. Preferiría hablar de ‘desarrollo’ de las enseñanzas de la Iglesia. La Iglesia no se inventa por sí misma aquello que enseña. Las enseñanzas de la Iglesia están enraizadas en la persona de Cristo, en el misterio del Dios que se revela.
Puede que, con el paso del tiempo, la Iglesia llegue a un entendimiento más profundo de este misterio. También puede suceder que nuevas circunstancias en la historia de los hombres arrojen una luz concreta sobre las consecuencias de este misterio. Pero, debido a que está enraizada en el mismo misterio de Cristo, siembre hay una continuidad en lo que la Iglesia enseña.
En tercer lugar, refiriéndome específicamente a la cuestión de la admisión a la comunión eucarística de los divorciados vueltos a casar, me remito al artículo publicando en el L´Osservatore Romano. Sin embargo, me gustaría recordar algunos puntos que señalé entonces. Primero, la enseñanza de Cristo y su Iglesia es clara: un matrimonio sacramental es indisoluble. Segundo, las personas cuyo estado de vida contradice la indisolubilidad del matrimonio sacramental no pueden recibir la Eucaristía. Tercero, los pastores y las comunidades parroquiales están llamados a apoyar a los fieles que se encuentran en esa situación con ‘solícita caridad’ (Familiaris Consortio 84).
La preocupación de la Iglesia por sus hijos que están divorciados y vueltos a casar no puede reducirse a la cuestión de la recepción de la Eucaristía, y estoy seguro de que la Iglesia, arraigada en la verdad y en el amor, descubrirá los caminos y planteamientos correctos de formas siempre nuevas.
El cardenal también adviertió de la entrevista que, en relación a posibles cambios doctrinales, es necesario distinguir entra la realidad y la forma en que la misma es presentada por los medios de comunicación:
En particular, los medios seculares malinterpretan a menudo a la Iglesia. Desgraciadamente, aplican el modo de pensar del ámbito de la política a la Iglesia. Un líder político recién elegido puede cambiar o revocar la política de su partido. Eso no se aplica a un Papa. Cuando un Papa es elegido, su misión es ser fiel a las enseñanzas de la Iglesia y de Cristo. Puede encontrar modos nuevos y creativos de ser fiel a esa enseñanzas, pero para el Papa, la realidad más profunda es la continua fidelidad a la persona de Cristo. Si los medios de comunicación han creado expectativas erróneas, entonces estamos ante algo lamentable.
Fuentes: National Catholic Register, Signos de estos Tiempos