Conservar la paz interior es cada vez más difícil.

Porque este mundo que corre cada vez a más velocidad.

Y se popularizan las maldades y los actos oscuros.

Este clima habitualmente nos hace caer en algún pecado o negligencia de palabra o de obra.

Tal como irritarse con lo que nos sucede o murmurar, o caer en un cierto conflicto, o  ser tentados por algo.

O desesperarnos porque las cosas no salen tal como las habíamos planeado, o cualquier otra falta.

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La paz verdadera se logra sólo a través de un camino y un estilo de vida que te haga inmune a las pérdidas de paz, y no mediante técnicas para lograr la paz interior en un momento, cuyo efecto desaparece rápidamente.

Pero por otro lado, si ponemos énfasis en el pecado, en la culpa, en tratar de no cometerlo de nuevo, en confesarlo con mucha escrupulosidad, a veces no comprendemos que el perdón del pecado es sólo una parte de la historia para lograr paz interior.

En definitiva no es bueno que quedes perturbado o desanimado o triste al pensar en lo que ha sucedido.

Ni confundirte dentro de ti mismo, creyendo que nunca serás libre de las faltas y tendrás paz, que tus fallos e irresolución son la causa de ello.

O imaginar que no estás caminando en el espíritu y en el camino del Señor.

Debes tratar de elaborar un entorno para lograr la paz interior como recurso cotidiano.

Y también protegerte del demonio que no quiere que llegues a la paz.

   

ACUDIR A LOS RECURSOS CRISTIANOS PARA LOGRAR LA PAZ

Hoy la necesidad de paz es tan acuciante que incluso los católicos quedan seducidos por técnicas orientales que prometen lograr específicamente la paz y el equilibrio psíquico.

Y entonces se sumergen en un camino hacia su propio yo interior y entran en el abismo indeterminado navegando entre los deseos de su yo y las exigencias que el mundo les impone para su propio modelo de vida.

Estos métodos aíslan momentáneamente a la persona de la realidad cotidiana, en lugar de reinterpretarla para poder manejarla.

Porque en realidad lo que hace perder la paz no es un problema interior, sino el bullicio exterior y los problemas permanentes que uno vive tratando de mantener su posición en el mundo.

Los católicos no necesitan sumergirse en el misticismo oriental porque el cristianismo le da las herramientas para buscar la paz interior sin salir de la realidad, a la que después uno tiene que volver,

En el siglo XVIII el fraile franciscano San Leonardo de Porto Mauricio dio 4 reglas para lograr la paz del alma

La primera regla es estar apegado sólo a Dios.

Porque apegarse a la riqueza y el prestigio genera el caos espiritual al interior de la persona, por las exigencias que imponen.

Por eso es necesario ver los objetos, las situaciones y las personas en referencia a Dios y a su voluntad.

La segunda regla es rendirse a la divina providencia.

Porque la paz interior se logra cuando sólo la voluntad de Dios prevalece y no hay otras interferencias.

Dios sabe mejor que lo que necesitas.

Entregarse al plan divino para tu vida es creer que Dios te sostendrá pase lo que pase.

Esto hay que aceptarlo humildemente y no a medias.

La tercera regla es aceptar el sufrimiento y las dificultades.

Esto no significa gozar de ellas.

Nos resistimos a las dificultades sin considerar que en su mayoría son diseñadas para nuestro beneficio por Dios, para movernos a otra situación mejor.

La perfección espiritual – y con ello la paz – se logra llevando la cruz que nos tocó cargar con plena aceptación de los beneficios que nos traerá.

Es usar lo malo convirtiéndolo en bueno.

Y la cuarta regla es hacer sólo aquello que nuestra situación en la vida nos exige.

Muchas veces perdemos la paz porque estamos en muchas cosas a la vez, incluso cosas buenas.

Y eso nos quita la paz porque tenemos que coordinar muchas cosas diferentes a la vez.

Tenemos que saber a qué buenas obras incluso buenas debemos renunciar, y tratar de simplificar nuestra vida.

Y por supuesto la base de toda esta propuesta de San Leonardo es la oración permanente.

La que permite estar conectado con Dios, contarle nuestros problemas, y recibir su paz y su auxilio.

Pero a veces perdemos la paz al tratar de buscarla.

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LA PARADOJA DE SEGUIR CON LA PAZ PERDIDA, POR HABER PERDIDO LA PAZ

Este es un problema muy común.

Perdemos el tiempo reflexionando como llegamos a faltas o pecados que nos quitan la paz.

Examinando por cuánto hemos albergado la idea y si la consentimos, si fue voluntaria o no, etc.

Y cuanto más pensamos en ello, somos menos capaces de tomar una decisión al respecto, y el cansancio, perplejidad y ansiedad de confesarlo aumentan.

Así vas a la confesión con miedo, y, después de haber perdido mucho tiempo en hacer tu confesión, tu espíritu está aún más incómodo de lo que estaba antes.

De repente por miedo a que no hayas dicho todo y porque tu anhelada paz no se cumplió del todo, si bien hubo una desahogo importante.

Así, tu vida está en un estado de amargura y ansiedad, con poco fruto, y con la pérdida de una gran parte de tu recompensa.

Todo esto viene de no conocer tu propia debilidad natural y la forma en que el alma debe tender hacia Dios.

Piensa que después de haber caído en las faltas que hemos citado, o en cualesquiera otras, podemos acercarnos más fácilmente a Dios con una conversión humilde y amorosa.
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Con el espíritu de dolor y descontento por el fallo en sí, en el caso del examen de pecados veniales y ordinarios.

Esto es lo que demuestra que la confesión es sólo la mitad del problema, una mitad necesaria, pero no lo que te llevará 100% a tener paz interior.

Cuidado que estamos hablando sólo de las personas que llevan una vida espiritual y se esfuerzan por avanzar en ella, y están libres de pecado mortal.

Para aquellos que viven sin cuidado y en pecado mortal, y no se preocupan de ofender a Dios, este medicamento no es para ellos.

Tales personas deben hacer su examen y confesión con mucha escrupulosidad, no sea que, por su propia culpa e indiferencia, arriesguen su salvación

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CINCO CAMINOS SENCILLOS HACIA LA PAZ INTERIOR

   

1 – NO TENGAS EL ALMA LLENA DE ESCRÚPULOS

Cuando hayas perdido la paz, trata de volver a la tranquilidad y la paz que el siervo de Dios debe tener.

Este camino se debe aplicar no sólo para faltas leves y diarias, sino también cuando tengas una mayor y más profunda de lo habitual, si en algún momento el Señor permite que caigas en tales.

La contrición que sólo perturba el alma y la llena de escrúpulos nunca conducirá a la perfección.
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A menos que se combine con la confianza amorosa en la bondad y la misericordia de Dios.

Y esto es especialmente necesario en el caso de personas que no sólo tratan de salir de sus miserias.

Sino que también buscan un alto grado de santidad y un gran amor por la unión con Dios.

Muchas personas espirituales, al no entender esto correctamente, siempre llevan un corazón y un espíritu quebrantado y desconfiado.

Lo que obstaculiza su progreso espiritual y la capacidad de gracias más altas, que una tras otra Dios ha preparado para ellos.

Estos a menudo llevan una especie de vida que es muy desgraciada, inútil y lamentable.

Porque siguen sólo su propia imaginación y no abrazan la doctrina verdadera y sana que conduce por el camino real hacia las virtudes elevadas y sólidas de la vida cristiana, y la paz que nos fue dada por Cristo mismo.

Esto lo veremos en mas detalle abajo.

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2 – APRENDE A RECUPERAR LA TRANQUILIDAD DE TU ALMA EN CASOS SEVEROS

Toma esta regla, cuando caigas en un defecto, ya sea grande o pequeño.
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A pesar de que es posible que hayas cometido el mismo cuatro mil veces en un día, y siempre de forma voluntaria y con advertencia.
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Nunca te permitas caer en un estado de amargura, y no te inquietes, ni pierdas el tiempo mediante el examen del hecho mismo.

Pero a la vez reconoce lo que has hecho, y, con humildad, con respecto a tu propia debilidad, y a su vez con amor a su Dios, dile a él con tus labios o con la mente solamente,

“Señor, yo he hecho esto…, soy lo que soy, y nada más se podía esperar de mí.
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Te doy gracias por aquello de lo que me has preservado, y me duele más lo que he hecho porque no se corresponde con tu gracia.
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Perdóname, y dame la gracia para que yo no pueda ofenderte nunca más, y nunca pueda separarme de ti, a quien yo deseo siempre servir y obedecer”.

Una vez hecho esto, no pierdas el tiempo en pensamientos ansiosos, imaginando que el Señor no te ha perdonado.

Sino con un espíritu de fe y de reposo, continúa tus ejercicios, como si no hubieras caído en absoluto.

Y esto hay que hacerlo, no sólo una, sino cientos de veces, si es necesario, y en cada momento, y con la misma confianza y reposo la última vez que la primera.

Porque de esta manera, vas a hacer honor a la bondad de Dios, a quien debes concebir como lleno de gracia y de infinita compasión, más allá de todo lo que se pueda imaginar.

Por lo tanto, nada vendrá a molestar tu progreso, tu perseverancia y tu curso hacia adelante; ni vas a dejar que el tiempo pase en vano y sin fruto.

También es posible que, al actuar de este modo, incluso conviertas tu pecado y tu defecto en un intenso acto de reconocimiento de tu miseria y de auto-humillación delante de Dios.

Acompañándolo con un acto de reconocimiento de su misericordia.

Y esto mismo te permitirá llegar más alto de lo que estabas antes de que cayeras, a través de la ayuda que Dios te da, siempre y cuando hagas buen uso de ella.

Si los que son de un temperamento ansioso e inquieto quisieran hacer caso, ellos descubrirán cuán grande es su ceguera, su pérdida de tiempo y su propio daño.

Esta advertencia debe observarse con cuidado, ya que es una de las claves que el alma tiene para el desbloqueo de los grandes tesoros espirituales, y por lo tanto para llegar a ser rico en poco tiempo.

Pero también puede suceder que tu pérdida de paz no esté relacionada con un acto tuyo, con un defecto.
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Sino con algo que inesperadamente te han hecho o te ha sucedido.

En este caso más que en ningún otro debes recurrir a la oración, y tienes tres posibilidades:

– Ponte en presencia del Señor frente al Santísimo Sacramento en una Iglesia, habla con Él, pídele la paz y espera que actúe
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– Comienza una oración mental repitiendo un mantra como por ejemplo «Señor Jesús, hijo de Dios, ten piedad de mi, pecador» y repítelo sin cesar hasta recobrar la paz
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– Reza el Santo Rosario, más lentamente de lo habitual y con los ojos cerrados

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3 – CREA UNA VIDA DE ORDEN, NO DE CAOS

Independiente de lidiar con las faltas y pecados cometidos, es cada vez más difícil de alcanzar la paz que todos anhelamos y pocos de nosotros logramos en esta vida.

Es necesario crear un sustrato de paz y armonía en tu vida, independientemente de los casos concretos que te sucedan.

Recuerda en primer lugar, Dios no existe en el caos, en cambio el enemigo sí.

Nuestro Padre Celestial creó la tierra en seis días utilizando un patrón ordenado.

Debemos modelar nuestras vidas después de esto.

No es bueno para nosotros perseguir constantemente distracciones y diversiones.
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Que son zona de juegos del diablo para fomentar la inquietud dentro de nosotros.

En lugar de llenar nuestras vidas con el desorden mental y visual.
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¿Por qué no empezar por limpiar el desorden y simplificar?
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Crear un espacio sagrado, y usarlo, diariamente.

En nuestra era de la información, es crucial que programemos tiempo para la soledad, la reflexión, la oración.
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Y muy especialmente, escuchar a Dios con nuestros corazones.  

Dios no nos habla a nosotros en el trueno o en el viento.

Él nos habla en voz baja, a veces apenas audible.

Y creo que el propósito de esto es para que nos disciplinemos para hacer una pausa, escuchar y esperar su respuesta.

Él va a responder si hacemos esto.

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4 – DEJA DE PLANIFICAR CADA MINUTO DE TU DÍA

Esta sugerencia puede parecer contraria a la primera, ¿no? Pero en realidad, no lo es.

Mientras es vital discernir el patrón – el ritmo – de nuestros días para mantenernos conectados a la tierra, enfocados y centrados, es igualmente importante permitirnos el tiempo suficiente para que el Espíritu Santo obre en nuestras vidas.

El Espíritu Santo se mueve de forma fluida y a menudo de forma inesperada.

Si tenemos cada tarea metida en una lista detallada, digitalizada en nuestros calendarios tecnológicos, ¿cómo podemos invitar al movimiento del Espíritu Santo en nuestros corazones?

Esto es más o menos un punto obvio, sin embargo, pocos de nosotros realmente ponemos en práctica el concepto en una realidad cotidiana.

En los días que de alguna manera damos un paso al costado de esa mentalidad, oímos hablar a Dios en formas distintas.
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A menudo nos pide hacer o decir algo bastante radical y desde luego fuera de nuestro entorno natural o zona de confort. 

Pero los frutos de tales acciones son siempre ricos y vivificantes, y todo nuestro ser se inunda con una «paz que sobrepasa todo entendimiento». 

Cuando nos damos cuenta de estos encuentros providenciales y sus resultados, estamos más propenso a detenernos momentáneamente en cada día para responder al Señor: «Habla, Señor, que tu siervo escucha.»

Pruébalo, y seguro de que tu vida va a cambiar, así como tu paz interior.

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5 – PERMITE QUE JESÚS DESCANSE EN TU CORAZÓN

Esta sugerencia es más bien de naturaleza mística, y probablemente es el más profundo de todos los puntos antes mencionados.

Hay momentos en los que buscamos la respuesta de Dios a nuestras oraciones y preguntas, sin embargo, nos encontramos con su silencio. 

Y en consecuencia, esto crea una turbulencia del espíritu dentro de nosotros.

Porque suponemos que nos ha abandonado cuando, de hecho, Él sólo está descansando dentro de nosotros.

El ex Arzobispo de México Luis M. Martínez hace una propuesta novedosa:
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¿Por qué no permitir a Jesús que duerma en nuestros corazones por el tiempo que él desee? 

Si él decide permanece en silencio durante un día, una semana o tal vez incluso años, entonces tenemos que descansar en la seguridad de que Él está con nosotros.
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Y simplemente desea descansar en nuestro amor.

Muy a menudo nos acercamos a Dios con una disposición de recibir de Él en lugar de darle a Él.

Es mucho más beneficioso para nuestras almas permitir que Dios nos pode descansando en silencio.

Madurar nuestro amor por Él para que siempre estemos descansando en Él, como Él descansa suavemente en nosotros.

Cuando las olas de temor oscurecen nuestros sentidos y nuestras almas con el terror y el enemigo busca destruir nuestra tranquilidad interior, recuerda al Jesús durmiendo en la barca de tu corazón.
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Y descansa junto a Él hasta que las tormentas actuales nos laven y las olas retrocedan una vez más.

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LAS TÁCTICAS DEL MALIGNO PARA QUE PIERDAS LA PAZ

San Ignacio de Loyola señala que en sus vidas espirituales y morales, las personas tienden a ser laxos en su fe o ser escrupulosos, tenemos una inclinación natural a un modo u otro de reaccionar.
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La táctica del diablo entonces es tentar a la persona más en su laxitud o en su escrupulosidad, según su inclinación.

La persona laxa se vuelve más laxa, lo que permite a sí dejar cosas de lado.

Mientras que la persona escrupulosa se vuelve más y más esclava de sus dudas y perfeccionismo.

Por lo tanto, la respuesta pastoral a cada uno de estos escenarios tiene que ser diferente.

La persona laxa tiene que practicar la disciplina con el fin de recordar que debe confiar más en Dios.

La persona escrupulosa necesita practicar la moderación con el fin de dejarse ir y confiar más en Dios.

La escrupulosidad es la culpa católica fuera de control, o, como los explica San Alfonso de Ligorio:

“La conciencia es escrupulosa cundo, por una razón frívola y sin base racional, existe un temor frecuente de pecado a pesar de que, en realidad, no hay pecado en absoluto.

Los escrúpulos es una comprensión defectuosa de algo”

Una persona es escrupulosa:
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Cuando se obsesiona sobre si algo que hizo es o no es correcto
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Cuando una nube de la ansiedad y duda se cierne sobre las minucias de su fe y vida moral.
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Cuando teme pensamientos y sentimientos obsesivos y usa la oración y los sacramentos compulsivamente con el fin de deshacerse de ellos.

Las personas con escrúpulos se sostienen con tan altos estándares y con frecuencia piensan que necesitan más disciplina, más normas, más tiempo para la oración, más confesión, con el fin de encontrar la paz que Dios promete.

Esto no sólo es un enfoque equivocado, dice San Ignacio, sino una peligrosa trampa tendida por el diablo para mantener esclavizada al alma.

La práctica de la moderación en la práctica religiosa y la indulgencia en la toma de decisiones, es el camino de la santidad de la persona escrupulosa:

“Si un alma devota desea hacer algo que no es contrario al espíritu de la Iglesia o de la mente de los superiores y que puede ser para la gloria de Dios nuestro Señor, puede llegar a una tentación por no decir o hacer eso.

Pueden existir razones aparentes, como que está motivada por la vanagloria o alguna otra intención imperfecta, etc.

En estos casos debe elevar su mente al Creador y Señor, y si ve que lo que está a punto de hacer es de acuerdo con el servicio de Dios, o al menos no contrario, debe actuar directamente contra la tentación” (Nº 351)

La práctica de la moderación es difícil porque la persona escrupulosa la siente como tibia.
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Si hay una cosa profundamente repugnante y aterradora a la persona escrupulosa, es ser tibio en la práctica de la fe.
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Incluso puede llevarle a dudar de la ortodoxia de su director espiritual, e incluso de asesores profesionales.

La persona escrupulosa debe resistir estos sentimientos y temores, dice San Ignacio.

Debe ser humilde y someterse a la orientación de los demás. Tiene que ver sus escrúpulos como tentaciones.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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