En agosto se cumplió otro aniversario de los bombardeos estadounidenses a Hiroshima.
Y vale la pena recordar un impresionante milagro que sucedió allí.
El que a la vez es un mensaje para todos nosotros.
Ocho sacerdotes jesuitas que rezaban diariamente el rosario salieron ilesos de la explosión atómica.
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A pesar que vivían a menos de un kilómetro de su epicentro.
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Mientras todo se destruyó a su alrededor.
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UN MENSAJE MARIANO ANTE LA DESTRUCCIÓN
Es bueno recordarlo no sólo por el milagro sino también porque puede decirse que a partir de ahí los cristianos tenemos la sensación de que los tiempos finales están sobre nosotros.
La segunda guerra mundial había marcado a toda una generación y la bomba atómica sobre Hiroshima planteó una posibilidad nunca antes imaginada.
La destrucción masiva que unos pocos podían hacer sobre grandes masas de personas.
A partir de allí se vivió la dramática sensación de que si bien los avances técnicos, sanitarios y sociales, eran un signo de progreso, había un poderoso signo destructor de la civilización.
Detectamos la posibilidad de destrucción masiva a la vuelta de la esquina, sobre lo que Jean Guittón diría:
“Después de Hiroshima, estamos en ese intervalo del que no podemos saber si durará algunos años o algunos siglos”.
Y esto avalado por Pablo VI, quien ya le había constatado, confidencialmente, su sensación de que los signos descritos en el Evangelio sobre el fin de los fines parecían condensarse.
Pero que al mismo tiempo no se podía saber si esa condensación sería corta o larga en el tiempo.
Pero lo que más preocuparía a Mons. Montini no era tanto ese poder destructivo del hombre, sino la apostasía.
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El abandono de la fe, la incredulidad, la crisis de pensamiento y de conciencia, el abandono casi normal de las tradiciones religiosas, santas y sagradas.
Estaba en lo cierto.
Él y Guittón sintieron primero la destrucción material de la bomba atómica y alcanzaron a entrever otra gran destrucción.
La apostasía, que se ha desarrollado más plenamente en estos últimos años.
A lo que se ha agregado ahora otra destrucción más, que es la de la moralidad social donde la vida y la familia es el objetivo a destruir.
¿Cómo podemos leer el milagro de Hiroshima?
Hay un mensaje evidente en el milagro de los jesuitas en Hiroshima.
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La Santísima Virgen nos ha querido recordar que podemos aplacar los efectos de las destrucciones masivas con el rezo del Santo Rosario.
Y este es un mensaje más útil que nunca en estos tiempos.
LA DESTRUCCIÓN DE HIROSHIMA
Hace 3 años murió Theodore «Dutch» Van Kirk en Georgia a la edad de 93 años, era el último superviviente de la tripulación que voló el Enola Gay.
El B-29 tiró la bomba de uranio en Hiroshima el 6 de agosto de 1945.
Y tres días después lanzó una segunda bomba sobre Nagasaki, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.
A las 2:45 horas del 6 de agosto de 1945, un bombardero B-29 despegó de la isla de Tinian para tirar la primera bomba atómica sobre Japón.
A las 8:15 am la bomba explotó a ocho cuadras de la Iglesia de los Jesuitas de Nuestra Señora de la Asunción de Hiroshima.
Medio millón de personas fueron aniquiladas en los alrededores.
Sin embargo, la iglesia y los ochos padres jesuitas estacionados allí sobrevivieron.
Los más conocidos han sido los Padres Lassalle, Kleinsorge, Cieslik y Schiffer.
LOS OCHO SALIERON ILESOS
Probablemente hayas oído acerca de Padre Hubert Schiffer y los otros siete misioneros jesuitas que sobrevivieron a la explosión atómica.
Los sacerdotes vivían a menos de un kilómetro del epicentro del ataque en Hiroshima.
Y por millas en todas las direcciones, todos los edificios fueron destruidos, completamente aplastados, y 140.000 personas murieron al instante.
A excepción de los ocho sacerdotes.
El Padre Schiffer y sus compañeros no sufrieron ninguna lesión o heridas.
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Todos vivieron años más allá de ese día, sin experimentar la enfermedad por radiación, a pesar de estar expuestos a altos niveles de radiactividad.
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Tampoco ninguno sufrió una pérdida de la audición por la explosión.
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O cualquier otro defecto o enfermedades visibles a largo plazo.
El Padre Schiffer, de sólo 30 años cuando la bomba fue lanzada sobre Hiroshima, contó su historia 31 años después, en el Congreso Eucarístico de Filadelfia en 1976.
En ese momento, los ocho miembros de la comunidad jesuita que habían vivido los bombardeos estaban todavía vivos.
Ante los fieles reunidos, él recordó celebrar la misa en la mañana temprano, luego sentarse en la cocina de la rectoría para el desayuno.
Sus recuerdos eran vívidos: el acababa de corta rodajas en un pomelo cuando hubo un destello de luz brillante.
Al hablar ante el Congreso Eucarístico, dijo que al principio, él pensó que podría ser una explosión en el puerto cercano.
Luego el describió la experiencia:
«De repente, una terrible explosión llenó el aire con un estallido como de trueno.
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Una fuerza invisible me levantó de la silla, me arrojó por el aire, me sacudió, me hizo girar dando vueltas y vueltas como una hoja en una ráfaga de viento de otoño».
Más detalles ha reportado un sacerdote que una vez conoció al Padre Schiffer en el Aeropuerto Tri-City en Saginaw Michigan.
El Padre Schiffer visitó el estado para dar una charla ante el Ejército Azul, una organización de católicos piadosos que promueve las apariciones de Fátima.
Lo siguiente que recordaba el Padre Schiffer es que abrió los ojos y estaba tendido en el suelo.
Miró a su alrededor y no había nada en ninguna dirección.
La estación de ferrocarril y los edificios en todas las direcciones fueron arrasados hasta los cimientos.
El único daño físico sobre sí mismo era que podía sentir unos trozos de vidrio en la parte posterior de su cuello.
Por lo que supo, no había nada más físicamente mal consigo mismo.
Muchos miles fueron muertos o mutilados por la explosión.
Después de la conquista de los estadounidenses, sus médicos militares y científicos le explicaron que su cuerpo empezaría a deteriorarse a causa de la radiación.
Muchos de los japoneses tenían ampollas y llagas por la radiación.
Para sorpresa de los médicos, el cuerpo del P. Schiffer no contenía ninguna radiación o efectos nocivos de la bomba.
El Padre Schiffer y los otros jesuitas fueron examinados y entrevistados en varias ocasiones por científicos y otros.
Y no podían entender por qué se habían escapado de las lesiones.
El Padre Schiffer habría dicho que él mismo había sido entrevistado 200 veces.
POR QUÉ CREE QUE SOBREVIVIERON ILESOS
El P. Schiffer lo atribuye a la devoción a la Santísima Virgen.
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Y su diario Rosario de Fátima.
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Él siente que recibió un escudo de protección de la Santísima Virgen, que lo protegió de toda la radiación y los malos efectos.
Esto coincide con la bomba de Nagasaki, donde San Maximiliano Kolbe había establecido un convento franciscano,
El que también resultó ileso debido a la protección especial de la Virgen María.
Porque los Hermanos también rezaban el Rosario todos los días y tampoco tuvieron efectos de la bomba.
Preguntado por qué creenque se salvaron, cuando tantos otros murieron, ya sea por la explosión o de la radiación posterior, el Padre Schiffer habló por él y sus compañeros:
«Creemos que sobrevivimos porque vivíamos el mensaje de Fátima.
Vivíamos y rezábamos el rosario diariamente en esa casa».
El Padre Schiffer cree que la Virgen les había protegido de toda la radiación y la enfermedad debido a su devoción y porque estaban viviendo el mensaje de Fátima.
«En esa casa», dijo, «el Santo Rosario los recitábamos juntos todos días».
Murió el 27 de marzo 1982, treinta y siete años después de aquel día memorable.
CONCLUSIÓN
No hay leyes físicas para explicar por qué los jesuitas no fueron tocados por el chorro de aire Hiroshima.
No hay otro dato real o prueba por la que una estructura como esa Iglesia no fuera totalmente destruida en esta distancia de separación con la explosión atómica.
Todos los que se encontraban en este rango del epicentro, recibieron la suficiente radiación para estar muertos en el plazo máximo de minutos, pero sucedió otra cosa.
No se conoce ninguna forma de diseñar una bomba atómica de uranio-235, que pudiera dejar una gran área intacta mientras destruye todo a su alrededor.
Desde un punto de vista científico, lo que pasó con los jesuitas en Hiroshima aún desafía toda lógica humana de las leyes de la física tal como se entienden hoy en día (o en cualquier momento en el futuro).
Debe concluirse que alguna otra fuerza (externa) estuvo presente.
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Cuyo poder y capacidad de transformar la energía y la materia, y su relación con el ser humano, está más allá de la comprensión actual.
Desde el punto de vista de la teoría de cuerdas (relativa a los efectos atómicos a escala del mundo macroscópico) sugiere que las cadenas físicas (es decir los cuerpos) de los jesuitas y las cuerdas de energía que representan la materia física de la casa, se transformaron en el momento de la explosión en un campo de energía de oposición.
Esto canceló los efectos de la explosión, y luego se transformaron de nuevo, en una escala de tiempo totalmente imperceptible, en la materia física que antes tenían.
O un enorme campo de fuerza externa estaba presente, que precisamente canceló los efectos del arma sobre la geometría totalmente irregular de la casa residencial, incluyendo la protección de los ocupantes.
Es un argumento plausible para la existencia de un Creador que dejó su tarjeta de presentación en Hiroshima.
Y como vimos más arriba, hay un mensaje de la Santísima Virgen en todo esto.
EL ROSARIO ES LA RESPUESTA
Cuando Nuestra Señora se apareció a los videntes de Fátima en 1917 dijo
“Los pecados del mundo son muy grandes”.
Estábamos en medio de la Primera Guerra Mundial, y el pedido de la Mater fue el rezo del santo Rosario todos los días.
Y profetizó que si los hombres no se convertían una segunda guerra, más cruel, vendría.
Veinte años después, en las apariciones a cuatro niñas en Heede, Alemania, Nuestra Madre, sosteniendo al bebé en un brazo, y un globo con la Cruz en el otro, resumió el estado del mundo en 1937 cuando dijo:
“Recen el Rosario en reparación por los pecados del mundo”.
Eso fue justo antes del ascenso de Hitler y un período increíblemente oscuro.
Durante el cual no sólo millones de judíos murieron.
Y cuyo final fue la bomba atómica en Japón.
Y también fue justo antes de la gran señal que predijo en Fátima, el signo que anunciaría una guerra mayor, un castigo más grande (para usar las palabras exactas de Fátima).
El mismo sucedió con la aurora boreal de 1938.
Como vemos, alrededor de los tiempos de guerra Nuestra Señora insistió en el rezo del Santo Rosario.
Fuentes:
- http://www.wjpbr.com/hiroshi.html
- http://www.patheos.com/blogs/kathyschiffer/2014/08/fr-hubert-schiffer-and-the-jesuit-priests-who-survived-hiroshima/
- http://www.asktheatheists.com/questions/180-how-can-an-atheist-explain-a-building-surviving-an-atomic-bomb/
- http://www.christian-miracles.com/arosarymiracle.htm
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