No hay nada que tenga más valor en la vida que hablar cara a cara con el Creador.

Si nos enfocamos, eso lo podemos obtener en la Adoración Eucarística.

En la adoración eucarística u hora santa el enfoque fundamental es el mismo Jesús.

Por lo tanto la hostia consagrada debe ser puesta en una custodia visible a quienes están en ese momento en el recinto.

Debe estar sobre un altar y debe culminar asociado a la misa y con la Eucaristía.

También debe haber un ambiente de oración que lleve a la intimidad con Jesús, que está presente en la hostia consagrada.

En la devoción de las 40 horas y en otro tipo de adoraciones a veces tiene lugar una predicación.

En esos casos la hostia consagrada tiende a velarse por un tiempo.

Porque se considera que es una irreverencia estar frente a la hostia consagrada y prestar atención al predicador.

Esto no implica que dejen de hacerse lecturas de la escritura o himnos y oraciones que enfoquen a los fieles en la adoración.

Cuando se hace adoración continua se establece que por lo menos dos personas deben estar acompañando a Jesús, exhibido en la custodia, en cada momento.

Esto es por razones de seguridad, por si alguno de ellos falla.

Y es relativamente habitual encontrar una persona sola adorando en las horas más comprometidas.

También a veces puede suceder que el turno siguiente no se presente.

Entonces el adorador debería quedarse para suplir a quienes no se presentaron.

Y en el peor de los casos, si no puede quedarse, entonces debería guardar la hostia consagrada en el Sagrario.

De modo que lo fundamental en una adoración es la visibilidad de la hostia consagrada, un clima de intimidad para hablar con Jesús y adorarlo, mantener la reverencia del momento y nunca dejarlo solo expuesto sin que alguno lo esté adorando.

En este artículo planteamos la actitud con la que debes ponerte ante la hostia consagrada exhibida.

  

ACTITUD QUE SE DEBERÍA MANTENER

En primer término debes desechar la mentalidad moderna que no es receptiva, porque no la consideran útil para actuar en el mundo.

En segundo lugar no debes entenderla como una forma de atención plena; la adoración es otra cosa.

En tercer lugar debes quitarte de la mente la hipervaloración de los misioneros de la Iglesia Católica, como Santa Teresa de Calcuta.

Y no despreciar a los monjes y monjas que rezan y contemplan en monasterios.

Para la mentalidad moderna estos monjes no parecen estar haciendo nada útil, en contraposición a la madre Teresa de Calcuta que ayudaba a las necesidades de los pobres.

Este es el dilema que se presenta en la parábola de Marta y María, cuando María se sentaba a los pies de Cristo y Marta hacía las labores prácticas.

Cada vez que se repite este evangelio estamos tentados a ponernos de parte de Marta y nos encontramos desconcertados por el apoyo de Jesús a María.

Pero priorizar la actividad sobre la contemplación es activismo.

Y el Papa Francisco advirtió sobre esto diciendo que el activismo convertía a las organizaciones benéficas católicas en ONG’s.

Porque sin la adoración no podemos estar abiertos al amor del Padre y por lo tanto las obras de caridad no se realizan bajo este “paraguas”.

Una devoción exagerada a la justicia social tiene un trasfondo de descuido de la santificación personal.

  

FRUTOS DE LA ADORACIÓN

Precisamente las palabras de la Madre Teresa de Calcuta nos permiten entender para qué sirve la adoración.

Ella ha dicho que todas sus obras de Caridad se basaron en la Adoración al Santísimo Sacramento.

Y que adorar a Cristo y reconocerlo, permite servirlo más adecuadamente en los más pobres y marginados.

No es en vano que la mayoría de los milagros en Lourdes ocurren durante la adoración al Santísimo Sacramento.

Y lo mismo sucede en Medjugorje y en otros lugares Santos.

JRR Tolkien dijo que regresó al Señor por su hambre al Santísimo Sacramento.

En una carta a un hijo durante la Segunda Guerra Mundial dijo:

Fuera de la oscuridad de mi vida, tan frustrado, pongo ante ustedes la gran cosa para amar en la tierra: el Santísimo Sacramento.

Allí encontrarás romance, gloria, honor, fidelidad y el verdadero camino de todos tus amores en la tierra…

Por el solo sabor de lo que puedes buscar en tus relaciones terrenales… adquiere esa tez de realidad, de resistencia eterna, que el corazón de cada hombre desea”.

  

QUE HACEMOS EN LA ADORACIÓN

El Santo Cura de Ars se refirió a la adoración con las palabras que escuchó a un feligrés “Él me mira y yo lo miro”.

En definitiva se trata de la relación directa de la criatura con Dios y de dos personas que se aman.

De modo que Él no da más nos amor cuanto más profunda es nuestra hambre, y a su vez Él nos da hambre de Él mismo.

¿Qué hacemos durante la adoración?

En definitiva hacemos lo que hacen los amantes, que se contemplan con amor uno al otro.

Primero necesitamos silencio.

Un ejemplo claro de esto es lo que no entienden los medios de comunicación, por ejemplo.

Los que quedaron consternados cuando Benedicto XVI dirigió una adoración en Hyde Park en el 2010 en el que 8000 jóvenes se limitaron a guardar silencio.

Claro está que la televisión quedó frustrada porque requiere conversaciones continuas, actividad febril.

En segundo lugar, además del Silencio la adoración requiere atención.

En la adoración estamos atentos al Señor en el Santísimo Sacramento.

Y no hacemos como esas parejas sentadas una frente a la otra que en vez de mirarse están atentas a la pantalla de su teléfono celular.

Estas parejas no se están adorando sino adorando a su teléfono inteligente.

Y en tercer lugar necesitamos ser receptivos, además de estar en silencio y prestar atención.

Debemos estar abiertos a recibir de Dios, despojándonos de la ilusión de que podemos aportarle algo a Dios.

Lo mejor que podemos aportarle en ese momento es nuestra receptividad, porque Él tiene sed de nosotros, y anhela ser anhelado.

Él nos guiará siempre y cuando se lo dejemos.

Y en la medida que estemos abiertos Él nos enseñará acerca de Él y acerca de nosotros mismos.

Cuando estamos abiertos a recibir, observamos un proceso por el cual Dios agranda nuestros corazones para amarlo y para amar a los demás.

Y si no estamos abiertos y no le presentamos al Señor nuestras heridas y todo lo oculto que tenemos, entonces lograremos poco cambio.

Pero cuando somos receptivos también podemos obtener muchas gracias que el Señor quiere darnos.

Él nos guía en la oración durante la adoración en los actos de reparación y en la forma de expresar nuestro amor.

Debemos imitar la actitud de liturgia que se produce en el cielo.

  

¿CÓMO USAR EL TIEMPO DURANTE LA ADORACIÓN?

El Padre Ghislain Roy, un canadiense exorcista sostiene que hay que ir a la adoración eucarística por lo menos una hora por semana. 

Y más aún cuando las personas sufren enfermedades ellas mismas o personas queridas, donde recomienda un período diario.

Porque la adoración no sólo cura sino que transforma todo.

Él recomienda dividir el tiempo en cuatro.

En el primer cuarto permanecer frente Él, decirle que vienes para amarlo y que quieres dejarte Amar por Él.

En el segundo cuarto darle gracias por todo lo que te ha dado, como la vida, tu familia, la comida, etc.

En el tercer cuarto hacer reparación por las cosas que pasan en el mundo y por tus allegados que no lo conocen.

Y en el cuarto período hacer las peticiones que deseas.

  

CÓMO IMITAR LA LITURGIA DEL CIELO EN LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA

Hay predicadores que dicen que “si no puede soportar una hora de oración ¿cómo esperas disfrutar del cielo?”.

El libro del Apocalipsis nos muestra que el cielo es un lugar dónde hay una adoración permanente a Dios.

¿Y cómo se ha replicado aquí en la tierra esa adoración en el cielo¿

En Hebreos 8: 5 se dice que la adoración en el templo era una copia de las cosas celestiales.

Pero la liturgia católica es también claramente una copia de lo que sucede en el cielo, y es relatado por el Apocalipsis.

La gran diferencia es que el sacerdote es Cristo y es el sacerdote eterno (Hebreos 7: 21).

En el Apocalipsis vemos una adoración a Dios en el cielo que recuerda a la corte del Rey soberano en su trono y alrededor príncipes y otras autoridades.

Esto lo podemos leer en el Apocalipsis 4: 2-3.

En el Apocalipsis 4: 5 vemos los efectos de la aparición de Dios, similar a la que las escrituras relatan cuando apareció en el Sinaí, donde hablan de truenos y relámpagos, una nube espesa, la montaña tiembla, sonidos de trompeta (Éxodo 19: 16).

Esto no es lo que experimentamos físicamente cuando adoramos en silencio al Santísimo Sacramento.

Pero es la conmoción que experimentamos en nuestra alma cuando adoramos realmente.

Todo a nuestro alrededor físicamente cambia cuando adoramos.

En el Apocalipsis 4: 6-7 vemos criaturas vivientes similares a querubines que cantan un himno que alaba al Tres Veces Santo noche y día.

Cuando nosotros adoramos al Santísimo Sacramento nos unimos a ese coro cantando el Trisagion de Tres Veces Santo.

Es el canto del alma en adoración pura.

En el Apocalipsis 5 vemos que el Padre está en el trono y se le acerca a su hijo como un Cordero, entre una multitud de ancianos y criaturas vivientes.

Cristo se muestra entonces como el puente entre la humanidad y Dios, pero el centro son los tres miembros de la Santísima Trinidad.

En Apocalipsis 5: 8-14 vemos que los ancianos y las criaturas vivientes caen de rodillas ante el hijo de Dios y le cantan un himno.

Esta es nuestra actitud en la adoración.

Primero reconocer que en el Santísimo Sacramento está Jesucristo, el hijo de Dios y una persona de la Santísima Trinidad.

Segundo, debemos reconocer que ese Dios que adoramos en el Santísimo Sacramento es el nexo entre la deidad y los hombres.

Y tercero que a ese Dios que estamos mirando frente a nosotros le debemos honor y gloria por eso decimos que es Tres Veces Santo.

La liturgia en el cielo es permanente y no se puede considerar que sea espontánea.

Y de hecho, la adoración que nosotros hacemos al santísimo Sacramento, si bien parece que fuera espontánea, de hecho siempre la realizamos de la misma forma.

La liturgia Católica y la liturgia que se produce en el cielo se centra en Dios y no en las personas y sus pedidos.

No se enfoca en las personas humanas sino que eleva la vista hacia el Creador.

Esto mismo es lo que nosotros debemos hacer cuando adoramos en forma individual.

Debemos elevar nuestra mira al Creador porque Él conoce todos nuestros problemas. Él sabe lo que necesitamos realmente.

No está mal que le repitamos brevemente lo que creemos que necesitamos, pero la función central de la adoración es permitir una unión con Dios.

Y que Él nos hable de cómo nos ve a nosotros y a nuestros problemas.

A partir de ahí se pueden delinear soluciones a nuestros problemas.

En la adoración debemos tratar de hacernos uno con Dios, como sucede en la liturgia del cielo, donde Dios y su pueblo están juntos y los mártires – vestidos con túnicas blancas – son consolados.

Esta liturgia que se produce en el cielo es perenne, por lo cual no puede definirse un tiempo y un espacio.

Esto mismo es lo que deberíamos recrear en nuestra adoración al tratar de separarnos del espacio físico y del tiempo.

Deberíamos meternos en el tiempo y en el espacio infinito de Dios superando nuestra relación temporal casual.

En la misa nosotros recibimos al Señor en la Eucaristía, en la Sagrada Comunión.

Comemos al Señor, el Señor se nos da como sacrificio y como fuente poderosa de gracia.

Sin embargo el Señor sigue permaneciendo en el Santísimo Sacramento con su cuerpo y con su sangre.

Por lo tanto la adoración eucarística es tan importante, casi como comer la hostia consagrada de la Eucaristía.

Al adorarlo en el Santísimo Sacramento Él nos devuelve su amor, nos da aliento y fortaleza espiritual.

Sin embargo hay muchos hoy en la iglesia que no ven la necesidad de la Adoración Eucarística.

Es más, piensan que está desactualizado a la iglesia moderna que necesita salir.

Pero en contrario, es una enseñanza permanente de los santos de la Iglesia la importancia fundamental de la adoración a Cristo y a Dios en el Santísimo Sacramento.

Veamos que nos dicen los santos sobre esto.

  

BENEFICIOS DE LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA SEGÚN SANTOS

¡Cada Hora Santa que hacemos satisface tanto al Corazón de Jesús que se registra en el Cielo y se vuelve a contar por toda la eternidad! (Santa Madre Teresa de Calcuta)

Las vidas espirituales de nuestras familias se fortalecen a través de nuestra Hora Santa. (San Juan Pablo II)

Cada vez que te acercas al Santísimo Sacramento recuerda que Jesús te ha estado esperando por veinte siglos para esta visita personal de ti. (San Josemaría Escrivá)

La gracia de la adoración de Jesús en el Santísimo Sacramento se le da a todos. (San Pedro Julián Eymard)

Nuestro Señor escucha nuestras oraciones en cualquier parte, pero ha revelado a Sus siervos que quienes lo visiten en la Eucaristía obtendrán una medida de gracia más abundante. (San Alfonso María Ligorio)

El futuro pertenece a aquellos que adoran a Dios en silencio. (San Juan Pablo II)

¿Quieres que el Señor te dé muchas gracias? Visítalo a menudo. ¿Quieres que te dé pocas gracias? Visítalo raramente. ¿Quieres que el diablo te ataque? Visita a Jesús raramente en el Santísimo Sacramento. ¿Quieres que el diablo huya de ti? ¡Visita a Jesús a menudo! (San Juan Bosco)

Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento tiene las manos llenas de gracias y está listo para otorgarlas a cualquiera que las solicite. (San Pedro de Alcántara)

Una hora santa frente a los sacramentos merece más de mil años de gloria humana. (San Padre Pio)

Es nuestro deber adorar al Santísimo Sacramento. Nadie recibe el Santísimo Sacramento a menos que lo adore… y no solo no pecamos por adoración, sino que pecamos al no adorar. (San Agustín)

No hay duda de que un diluvio de gracias descenderá sobre su familia y el mundo si más almas se vuelven dóciles alumnos de adoración. (San Juan XXIII)

La Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento es la devoción que supera a todas las demás. (San Papa Pío X)

Nuestro Señor está escondido allí en el Santísimo Sacramento, esperando que vengamos a visitarlo, y hagamos nuestras peticiones a él. (San Juan María Vianney)

La Adoración Perpetua extiende su influencia más allá de los adoradores individuales, tocando sus hogares y familias y llegando a la comunidad parroquial y más allá. (San Pablo VI)

Debes propagar la veneración del Santísimo Sacramento con todas tus fuerzas, ya que la devoción a la Sagrada Eucaristía es la reina de todas las devociones. (Papa Benedicto XV)

Esto no es meramente una práctica devocional pasajera. Está fundado en verdades divinamente reveladas. (Papa Pío XII)

Una «Hora Santa» de adoración ha sido aprobada por la Iglesia y enriquecida con copiosas indulgencias. (Papa Pío XI)

Durante nuestra Hora Santa, nuestras almas son alimentadas en dos facultades del espíritu: la Mente y la voluntad. En la Mente necesitamos luz; en el Voluntad necesitamos fuerza. (Padre John Hardon)

Una Hora Santa de oración ante el Santísimo Sacramento es tan importante para Jesús que una multitud de almas van al Cielo que de otro modo se hubieran ido al infierno. (Revelación de Jesús a la Beata Dina Belanger)

La única vez que nuestro Señor pidió a los Apóstoles algo fue la noche en que entró en agonía. No fue por actividad sino por una hora de compañía. (Arzobispo Fulton Sheen)

  

CÓMO SENTIR LA ADORACIÓN

Es el mayor regalo de Dios a la humanidad después de Su Sacrificio en la Cruz para salvarnos.

Cumplida Su Misión, resucitada Su carne ayer dolorida, debía irse a la Gloria para estar en Su lugar natural junto al Padre, pero Su ardiente y Sagrado Corazón no quería abandonarnos.

Jesús nos amó hasta la muerte y nos ama para darnos la vida.

Y sabe que nuestra existencia es larga y los obstáculos y los dolores son muchos.

Quiso quedarse, para que pudiéramos hacernos uno con Él.

Y se hizo alimento.

«Mi Carne es verdadera comida y Mi Sangre es verdadera bebida».

¡Tanta gloria encerrada en un pequeño pedazo de pan!

Pero esa pequeñez que esconde la Omnipotencia, coincide con la nuestra.

Su grandeza es tan impresionante que nos asustaría.

Y El no quiere asustarnos.

Por eso encontró la forma perfecta de quedarse con nosotros.

Su Presencia en el Santísimo Sacramento es tan real como si estuviera de pie ante nuestros ojos sorprendidos.

Pero permitiéndonos dos cosas: crecer en Fe al creer en Él como Hostia viva y comunicarnos con Él con reverencia pero sin temor.

Pensemos cuál seria nuestra conducta si lo viéramos a Él con nuestros ojos humanos.

Nos quedaríamos atónitos, callados, avergonzados, contemplando Su impresionante presencia y dejando nuestro corazón desnudo ante Su mirada.

¡No necesitaríamos más!

Pero Él sí quiere más de nosotros.

Quiere que nos acerquemos a Él el en la Hostia con confianza de hijos, de amigos, de hermanos.

Escondido en la pequeñez de esa Hostia blanca, radiante, perfecta, Él nos recibe con una sencillez que aunque impresiona, no atemoriza sino que da confianza, una quietud silenciosa en la que se hace fuerte la dulzura de Su Amor.

Y nosotros aprendemos frente a Él a transitar el silencio, que es Su lenguaje, Su forma de comunicarse con nosotros.

Y qué fuerza tiene Su mensaje. Llega a nuestro corazón de repente, sin estruendo pero firme, directo.

Su voz es la voz del Creador, del Salvador, del Amor eterno.

Es la voz del Enamorado que anhela, que reclama, que promete.

Nadie puede sentirse sólo frente a la Hostia. Nadie angustiado.

La fuerza de Dios sale de la custodia como rayos invisibles que se posan en el visitante, penetrando en lo más profundo del alma con una música que sólo el alma escucha.

No vemos Sus ojos, pero nos está mirando.

No escuchamos Su voz, pero nos habla y nos enseña.

No vemos Sus manos pero nos está tocando, sanando, bendiciendo.

Y ése Su desmesurado Amor, llamándonos en el silencio para que no Lo abandonemos, baja para nosotros un pedacito de Cielo.

Fuentes:



María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada

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