La obesidad se está constituyendo en una nueva normalidad, especialmente en países desarrollados.

Alrededor de 1.300 millones de personas en el mundo padecen de obesidad.

Más cantidad de los que padecen malnutrición.

Más de 3 millones de personas mueren anualmente por esa causa.

Además la obesidad es causante de una serie de afecciones y discapacidades, que conspiran contra la salud

Contra el mercado laboral y afectan al erario público por el pago de subsidios.

obeso de 11 años

Pero también hay una dimensión espiritual en la obesidad.
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Salvo en los casos enteramente fisiológicos, la obesidad es una tentación a comer, y ya sabemos de quien vienen las tentaciones, del maligno.
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Las tentaciones se combaten apelando al poder de Dios.
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Si lo hacemos con confianza y disciplina podremos no sólo mantener a raya la tentación sino evitarla permanentemente.

Algunas causas de la obesidad son discutibles, como la contaminación.

Sin embargo otras no, como por ejemplo el exceso de ingesta de comida de sal, azúcar y grasa.

La obesidad ya es considerada un problema epidemiológico, pero ninguna de las estrategias para combatirla han dado resultado.

Quizás porque hay muchos intereses encontrados o quizás porque no se haya encontrado el método de combate como por ejemplo contra el hábito de fumar.

Veamos todo el panorama referente a este problema y como encararlo a nivel personal como una tentación.

 

MAYOR PROBLEMA CON LA OBESIDAD QUE CON EL HAMBRE

Estamos acostumbrados a pensar que el problema alimentario más grave en el mundo es la desnutrición por falta de alimentos, al punto que sistemáticamente se denuncia y las ONG’s piden ayuda para las hambrunas de África y Oriente.

Sin embargo, la ONU está llamando la atención sobre el sobrepeso y la obesidad, un problema alimentario cuyos efectos negativos se ven poco.

Alrededor de 1.300 millones de personas padecen obesidad y sobrepeso en todo el mundo y más de tres millones acaban muriendo cada año, según un informe de Naciones Unidas sobre alimentación que se presentó en Ginebra.

 

TRES ELEMENTOS ESPECIALMENTE NOCIVOS

Este fenómeno en crecimiento no se ha podido parar, porque para ello habría que controlar la calidad de los alimentos, regulando con juicio el uso de los tres elementos que en exceso son muy peligrosos: sal, azúcar y grasa.

El cambio de estilos de vida, mayor sedentarismo, con el sofá, la televisión, el computador y los videojuegos señalados a veces mencionados como los responsables, no explica por qué las personas llegan a esos extremos de acumulación de masa corporal.

Pero también hay un fenómeno de mercado con la promoción en base a precio de la llamada comida chatarra.

Por ejemplo es escandaloso que en México el costo de la Coca-Cola sea más accesible que el del agua potable.

obesa comiendo hamburguesa

 

LA GRASA DE LA CARNE

Haz una prueba, compra carne de hamburguesa envasada o carne picada o molida común, y pónla en la sartén para su cocimiento.

A los minutos, pedacitos de carne flotarán en un mar de grasa, y si lo decantas verás que por lo general la cantidad de grasa duplica o triplica a la de la carne.

Pero si compraras carne magra su precio es muchísimo más caro.

El altísimo contenido de grasa en la carne molida puede indicar dos cosas: o bien que lo que se rotula como tal no es otra cosa que los residuos de otros cortes o que a la carne se le ha agregado grasa.

Esta carne es barata y por lo mismo las cadenas de restaurantes de comida rápida se pueden dar el lujo de ofrecer hamburguesas por un dólar.
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En cambio, la carne magra se compra en lugares especiales y con frecuencia es importada de Argentina, Uruguay o Australia, por lo que los costos son muy altos y pocas personas tienen acceso a ella.

 

GRASA, AZÚCAR Y SAL ESTIMULAN EL CEREBRO

La alta cantidad de grasa en los alimentos es sólo uno de los tres elementos que han desatado la explosión de obesidad en las últimas décadas según esta teoría que sitúa el problema en la alimentación; los otros dos son el azúcar y la sal.

Y esos tres elementos han sido usados sin ningún control por los fabricantes de alimentos en occidente  y amenazan con extender el sobrepeso y la obesidad al resto del mundo.

La grasa, el azúcar y la sal vuelven más apetecibles los alimentos, creando en el cerebro una dependencia similar a la de otras sustancias adictivas, pues actúan en el mismo centro del placer.
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El dejar de consumirlos produce los mismos síntomas de abstinencia que la heroína o la cocaína, según lo informan estudios en ratones de laboratorio.

 

LA ALTERACIÓN DEL METABOLISMO

La ingesta de estos productos altera el metabolismo.

El metabolismo humano tiene un componente genético, repartiendo el trabajo en muchos genes, queriendo decir que no hay personas gordas y flacas sino un inmenso abanico de posibilidades.

El que las personas engorden sin medida es una muestra de que el metabolismo se altera en un punto, del que ya es difícil retornar.

Nuestros ancestros tuvieron que almacenar nutrientes y grasas cuando las había, para usarlas en temporadas de escasez, lo que no es el caso actualmente.

 

LA OBESIDAD ESTÁ LIGADA A LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL

La obesidad es además un problema que está estrechamente ligado a las clases sociales.

Los muy ricos y educados no padecen el problema.
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Pueden permitirse dietas balanceadas con alimentos de la mejor calidad.
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Los pobres comen mal pues es lo único que pueden pagar.

Una muestra estadística inmediata puede tomarse en un viaje en el transporte público.

A medida que se pasa de los barrios ricos a los pobres, es evidente el aumento progresivo en el número de personas obesas.

obesidad

 

UN INFORME DE LA ONU

“El sistema es una receta para vidas poco sanas”, concluye un documento del autor Olivier de Schutter – relator especial de la onu para la alimentación -, que culpa por igual a la industria alimentaria y a los gobiernos de estos excesos. 

A las empresas les reprocha que hayan reorientado su valor añadido hacia la creación de alimentos ricos en grasas, sal y azúcar.

De esta forma, han quebrado la base tradicional de la alimentación local, lo que a menudo impide garantizar salarios dignos a los agricultores.

Para los gobiernos las quejas son aún mayores:

“los estados están desatendiendo la responsabilidad que tienen de garantizar el derecho a una alimentación adecuada en el marco de las leyes internacionales de derechos humanos”.

Es así que el informe considera negativas las subvenciones agrícolas sobre determinadas materias primas (por ejemplo, el maíz y la soja) que sirven como base para esos alimentos poco saludables y deplora la falta de límites al mercado publicitario, que hace muy atractivas estas dietas para los niños.

El análisis viene precedido de un rosario de cifras que contextualizan el problema.

Tras constatar que una de cada siete personas pasa hambre en el mundo, Olivier de Schutter añade que, pese a todo, el 65% de la población vive hoy en países donde la obesidad “mata a más personas que la falta de peso”.

Porque las consecuencias derivadas de esta alimentación deficiente han dejado de ser un problema exclusivo de los países ricos para extenderse con rapidez a los países en vías de desarrollo.

Para alertar sobre la importancia de este fenómeno, el relator apela a la perspectiva económica.

Un aumento del 10% en las enfermedades ligadas a las dietas poco saludables detraen un 0,5% del producto interior bruto (PIB) mundial, especialmente por los mayores costes exigidos a los sistemas sanitarios.

Schutter considera “mal orientadas” las subvenciones agrícolas porque incentivan dietas ricas en alimentos muy elaborados.

Así que propone, en el ámbito de la producción, mejorar el apoyo a los agricultores a través de incentivos fiscales y “asegurar una infraestructura adecuada que conecte a los productores locales con los consumidores urbanos”.

El documento insta a las compañías a garantizar “que los trabajadores reciben salarios dignos y que los productores perciben precios justos por sus productos”.

De esa forma se preservan las cadenas alimentarias locales.

También anima el texto a ser más beligerantes con la exposición de los niños a la publicidad sobre refrescos y bebidas azucaradas.
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Más allá de incidir en los anuncios, la ONU debería apostar por gravar su consumo y utilizar los recursos que se obtengan para promover el acceso a frutas y verduras y concienciar sobre los beneficios de consumirlas.

 

LA HIPÓTESIS DE OBESIDAD POR CONTAMINACIÓN

Estudios científicos han encontrado que la exposición a productos como plásticos, pesticidas, hidrocarburos, producen enfermedades, como la predisposición a la obesidad, tres generaciones después.

Dos investigaciones publicadas por el equipo del biólogo molecular Michael Skinner, hallaron que la exposición a plastificadores – presentes en plásticos como el bisfenol-A, o BPA, y compuestos plásticos conocidos como ftalatos – y a hidrocarburos – como el combustible de aviones –, pueden ser una causa de varias enfermedades.
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Como la obesidad, enfermedades de riñón, próstata, testículos y ovarios, así como en anormalidades relacionadas a la pubertad.

Sólo que actúan a largo plazo, evidenciándose en la tercera generación, o sea nuestros bisabuelos.

Estas enfermedades se evidencian tres generaciones más tarde debido a que permanentemente cambiamos las células germinales.

“En este caso particular es la esperma, que tiene una firma epigenética, que básicamente se transfiere a toda la descendencia subsecuente.

Es una forma hereditaria no genética”.

Las exposiciones de sus bisabuelas durante el embarazo puede causar enfermedades en usted, aunque usted no tenga exposición.

Esta es una forma no genética de la herencia que no implica secuencia de ADN, sino modificaciones químicas del ADN por los impactos ambientales”.

El estudio hecho en ratones “sugiere que una exposición ancestral de sus abuelos y bisabuelos puede aumentar tu susceptibilidad a desarrollar obesidad.

Esto incluye aumento de peso, y una gran cantidad de acumulación de grasa en la zona del abdomen.

Si dos personas -una con tendencia a sobrepeso y otra no – llevan la misma dieta y realizan la misma cantidad de ejercicio, la que es más susceptible a ganar peso podría desarrollar obesidad, al contrario de la otra

Michael Skinner sugiere que los altos niveles de obesidad hoy en día podrían tener relación con la exposición de nuestros ancestros a tóxicos.

Estos químicos pudieron haber originado una reprogramación en nuestros genes y nos hicieron más susceptibles a ganar peso; una combinación explosiva si lo combinamos con comida rápida y sedentarismo.

“Si te fijas en las tasas de obesidad de los años 50 y principio de los 60, eran relativamente bajas, cerca del 5%.

Si miramos los niveles de obesidad hoy en día, tanto en niños como en adultos, ronda más el 30-40%”.

“En tres generaciones hemos visto un aumento dramático de la obesidad.
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Un factor que no puedes atribuirse a la genética o a ninguna otra cosa que no sea influencia medioambiental”.

El experto aclara que si bien la dieta, la nutrición y el ejercicio son cruciales para evitar la obesidad, no hay que ignorar los componentes ancestrales.

gordos

 

EL INOCUO COMBATE A LA OBESIDAD

La preocupación con el sobrepeso y la obesidad ya ocupa el interés de muchas organizaciones internacionales, que han nombrado comités, designado comisiones, que se reúnen y discuten y elaboran complicados documentos que al final señalan que el problema es grave y que hay que combatirlo.

Detectado esto, surge el problema – no resuelto – de cómo enfrentarlo en términos de salud pública.

Un enfoque es el del “estado niñera”, que obliga a los ciudadanos a consumir un producto o no hacerlo con el objetivo de cuidar la salud.
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Pero esta tendencia que está creciendo – junto con una concepción más autoritaria del estado -, atenta contra las libertades personales.

 

EL CASTIGO NO FUNCIONA

Peter Singer y Daniel Callahan han defendido recientemente enfoques radicales para reducir la obesidad.
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Singer abogó por gravar a los pasajeros con sobrepeso en los aviones, mientras que Callahan ha propuesto un sistema de estigmatizar a las personas obesas.
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Un artículo publicado en la revista Bioethics critica estas dos soluciones.

El académico Christopher Mayes de la Universidad de Sydney argumenta que Singer y Callahan asumen erróneamente que la obesidad está determinada por las decisiones absurdas de individuos autónomos.

Mayes se refiere a diversos estudios que apuntan a las influencias socio-culturales complejas, en lugar de la libre elección, como el corazón de la epidemia de obesidad.

Un destacado investigador en el campo, la académica Kelly Brownell, ha escrito que,

 “las condiciones ambientales pueden anular los sistemas reguladores físicos y psicológicos individuales, que de otro modo podrían interponerse en el camino de la ganancia de peso y la obesidad, por lo tanto, socavar la responsabilidad personal, la reducción de opciones, y la erosión de las libertades personales”.

Del mismo modo, la investigadora peadiatrica Jennifer Cheng escribió en el New England Journal of Medicine,

las personas que nacen en los estratos sociales más bajos tienen más probabilidades que sus contemporáneos en altos escalones sociales de nacer pequeños y luego de experimentar una rápida recuperación del crecimiento que conduce al sobrepeso y a la obesidad … tomar las decisiones correctas puede ser extraordinariamente difícil para las familias, porque tienen pequeñas posibilidades de elección”.

Mayes concluye entonces, que la lucha contra la obesidad debe centrarse en una amplia política social y estructural, en lugar de castigar a las personas.

 

LA IMPORTANCIA DE UNA SOLUCIÓN EQUITATIVA

¿Cuáles son los valores fundamentales que nos deben apoyar en la aplicación de la política para hacer frente a la obesidad?
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En un artículo de académicos del Instituto Johns Hopkins Berman de bioética han explorado esta cuestión en el contexto del consumo de bebidas endulzadas con azúcar (BEA).
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Los especialistas en ética han identificado la equidad, la coherencia y evitar la estigmatización, como los tres elementos necesarios de cualquier solución.

Los especialistas en ética concibieron conexiones y distinciones entre las siguientes tres maneras diferentes de reducir el consumo de BEA’s:

1) restricción de la venta de bebidas azucaradas en las escuelas,

2) la imposición de impuestos significativos a las BEA’s, y

3) prohibir el uso de cupones para alimentos para la compra de bebidas azucaradas.

La prohibición de las ventas de la escuela de BEA’s y, en menor grado, la tributación de las bebidas azucaradas, tienen una buena puntuación en términos de equidad, sostienen los especialistas en ética.

Ya que se aplican a través de la demografía, mientras que la prohibición del uso de cupones para alimentos castiga a los participantes exclusivamente.

Los autores rechazan la objeción de que un impuesto sobre las ventas sea injusto para las personas de menores ingresos, diciendo que

la tributación regresiva llega a ser más preocupante desde la perspectiva de la equidad cuando se aplica a las necesidades básicas, tales como la ropa, la vivienda o los alimentos.

 Las bebidas endulzadas con azúcar, no contienen ningún valor nutricional, no son una necesidad básica”.

Los autores hacen hincapié en que no todas las libertades son de importancia.

Los gobiernos tienen deberes esenciales de proteger nuestras libertades fundamentales.

 

PROPONEN COMBATIR LA OBESIDAD ESTIGMATIZANDO A LOS GORDOS

Como nada está funcionando para detener la obesidad en la población y haciendo caso omiso a la libertad personal, se han propuesto campañas de estigmatización de la obesidad.

Sería una campaña de estigmatización informal, para producir que las personas con sobrepeso tengan en cuenta la amenaza de la discriminación a sí mismas, como un peligro que hay que evitar:
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“¡No deje que esto le suceda a usted!”.
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Cultivar una especie de auto-odio a la gordura que avergüence a los obesos.

Es así, que argumentando que la obesidad “puede ser el problema de salud pública más difícil y esquiva con que los Estados Unidos se han encontrado nunca” y que los esfuerzos contra la obesidad han tenido poco éxito, el especialista en bioética del Hastings Center, Daniel Callahan, un importante bioético estadounidense dice, que necesitamos más estigmatización.

La gente no odia ser suficiente gorda.

En un editorial publicado en el Hastings Center Report, Callahan sostiene que nada – ni dietas, drogas, cirugías, ni apelar a nuestra salud – está funcionando, y se va a tener que hacer una campaña para avergonzar a la gente hasta que empiece a comer más ensaladas.

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PRESIÓN SOCIAL Y GUBERNAMENTAL DE CULPABILIZACIÓN DE LA VÍCTIMA

La estrategia vanguardista que se le ocurrió supone “presión social combinada con una acción del gobierno vigorosa”.
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Callahan la compara con la campaña para terminar de fumar: la combinación, según su experiencia, de ser criticado, enviado afuera, y sometido a impuestos por su “mala costumbre”, fue la motivación que se necesitaba para dejar de fumar.

“La fuerza de ser avergonzado y el golpe contra lo social fue tan persuasivo para mí para dejar de fumar, como las amenazas a mi salud”.

Así que piense que imaginemos la sorpresa cuando el mismo medio social tira abajo y desanima con la obesidad:

“No me había dado cuenta de que el tabaquismo era la excepción – que la comunidad de la salud pública en general se opone a cualquier cosa que se parece a culpar a la víctima”.

Él trae a colación, como ejemplo, la oposición a culpar a los pacientes con VIH de contraer la enfermedad.

Callahan da a entender claramente que la obesidad es una situación en la que la víctima puede y debe ser culpada por su condición.

Después de todo, ya lo estamos haciendo extraoficialmente.

“Los obesos se dice que son perezosos, auto-indulgentes, carentes de disciplina, torpes, poco atractivos, de voluntad débil y descuidados, inseguros y sin forma.” (El está recitando lo que ya se dice “entre médicos y enfermeras”.)

Las personas con sobrepeso, afirma, siguen siendo irremediablemente inconscientes de su difícil situación.

Él hace referencia al estudio que encontró que los estadounidenses, en su conjunto, no son conscientes de que están cada vez más gordos.

 

LA CAMPAÑA DE ESTIGMATIZACIÓN QUE PROPONE

Implica obligar a la gente con sobrepeso a confrontarse en el espejo y preguntarse:

  • Si usted tiene sobrepeso o es obeso, ¿está contento con la forma en que se ve?
  • ¿Está contento de que su mayor peso haya hecho que muchas actividades ordinarias, como subir una escalera, sean una larga lucha?
  • ¿Preferiría disminuir su riesgo de enfermedad cardíaca y diabetes?
  • ¿Es usted consciente de que, una vez que usted gana una cantidad significante de peso, sus posibilidades de volver al peso y mantenerlo son pobres?
  • ¿Está contento cuando a sus niños obesos se les llama “gordos” o son objeto de otras burlas en la escuela?
  • Justo o no, ¿sabe que mucha gente mira con desprecio a aquellos excesivamente con sobrepeso u obesidad, y con frecuencia, de hecho, la discriminan y llamándolos flojos y carentes de auto-control?

Se trata de un tipo especial de discriminación internalizada que Callahan sugiere que es un enfoque sería realmente enriquecedor.

Y ahora vayamos al caso individual de una persona que es gorda y quiere bajar de peso.

 

¿SE PUEDE BAJAR DE PESO INVOCANDO AL ESPÍRITU SANTO?

Como vimos muchas personas en el mundo sufren de obesidad.

Y muchos han recurrido y recurren constantemente a dietas para bajar de peso y se les dificulta.

¿No habrá un componente espiritual en esto? ¿No estará operando una tentación? ¿No podremos recurrir a Dios para que nos ayude?

Cuando hay oscuridad en el interior se refleja a menudo en la enfermedad exterior.

Piensa por ejemplo que estos trastornos pueden ser demoníacos, una tentación.

¿Qué tipo de acercamiento espiritual es el más eficaz?

¿Qué cambios debemos hacer en nuestras vidas?

Pero primero tienes que llegar a un estado en que quieras librarte totalmente de la tentación.

Cada anatomía humana es única y el Espíritu Santo entiende perfectamente que es lo que va a quitar peso en nosotros más adecuadamente y permanentemente.

Las soluciones rápidas no valen la pena.

Son sólo eso: rapidez en los resultados y rapidez en la desaparición de esos resultados, volviendo la persona a como estaba antes.

Hay que ir a Dios y uno debe ejercer la disciplina. Ir a la dieta de Dios.

La invocación al Espíritu Santo nos puede dar un par de cosas que hacer que tendrán un efecto notable y duradero.

Pero tenemos que ir a Él, tenemos que escuchar y tenemos que ejercer obediencia y disciplina.

No hay viajes gratis en la vida.

Podemos tratar de encontrar una solución mágica en la que no sea necesario esforzarnos de nuestra parte: es el caso de las promesas de las dietas de moda.

Pero Dios ha diseñado las pruebas de la vida de tal manera que nunca podemos escapar de ellas sin necesidad de cambiar o corregir o purificar algo dentro de nosotros, en una dirección que sea positiva.

Cualquier adicción – azúcar, grasas, harina blanca, chocolate o helado, o lo que sea – es una adicción y punto.

Queremos ser libres, no esclavos de los alimentos. La verdad nos hace libres.

¿Debemos apelar al arrepentimiento? Sí. Reconocer un fallo, un defecto.

Para lo cual es importante la honestidad y humildad. Debemos ser honestos acerca de nuestro peso.

Nos debemos mirar por dentro.

¿Hay ciertas emociones que sufrimos repetidamente que causan que acudamos a la alacena o al refrigerador?

La única cosa que realmente puede llenar el vacío es la adhesión a Su palabra. La oración y la escucha.

¿Te preguntaste si no estás tratando de llenar un vacío inconscientemente, con la comida?

¿Hay ira, resentimiento, miedo, ansiedad, depresión, opresión en tu vida?

Estos sentimientos nos pueden enviar a un aperitivo perjudicial.

Comemos para sentir un alivio fugaz y ocupamos nuestros sentidos superficialmente.

Somos lo que comemos y comemos de acuerdo con lo que somos.

No hay que desanimarse con los kilos de más. Puedes quitártelos sin volverte loco.

Si se lo pides Dios le guiará en cuanto a cómo.

Él puede reparar el daño si tu estas dispuesto a combatir las tentaciones.

Debes comprometerte en echar fuera el “espíritu de comer en exceso”.

Es un espíritu que te tienta.

Y cuando el gran tentador aparece debemos confiar en el Señor para que nos diga que hacer, nos de su fuerza y nos comprometamos con disciplina.

Pídele a Dios que te guíe. Y entrégate a lo que el Espíritu te sugiera, sin titubeos o dudas y con mucha fe.

 

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