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La Iglesia Católica en un punto de inflexión: ¿hacia dónde va?

La aparición de la Declaración Fiducia Supplicans, sobre la bendición a parejas irregulares, ha generado una gran controversia.

Pero eso ha tenido una gran virtud, porque ha clarificado las intenciones de la Iglesia Sinodal, la estrategia de la Iglesia en su relación con el mundo, y la revolución política que busca la jerarquía.

Varias de estas cosas han quedado ocultas entre la maraña de argumentos en pro y en contra, y son difíciles de ver.

Por eso, las planteamos aquí, para que cada católico las considere y las reflexione.  

Aquí analizaremos los efectos principales de las estrategias actuales de la Iglesia, para que nuestros seguidores puedan discernir las consecuencias del camino que ha tomado la jerarquía.

Veamos las principales conclusiones que podemos sacar sobre la Fiducia Supplicans y el Sínodo de la Sinodalidad, porque es claro que van por el mismo camino.

En primer lugar, luego de una desordenada discusión, ha quedado claro que Fiducia Supplicans supone una revolución en la Iglesia. 

Porque ya sea el cardenal Gerhard Müller en un extremo, como el padre James Martin en el otro, o los obispos de Alemania, como los de África, todos consideran que el documento concede algún tipo de aprobación eclesiástica a quienes viven en “situaciones irregulares”.

Y que por “situaciones irregulares” se entiende lo que hasta ahora se había calificado como pecaminoso.

Por lo tanto esto destruye la idea de que este pontificado está en continuidad con los pontificados anteriores.

En segundo lugar, han quedado claras las líneas, y un gran número de obispos de todo el mundo están adoptando una postura enérgica y pública sobre la cuestión moral. 

Incluso arriesgando sus carreras eclesiásticas, que antes no se había dado. 

Seguramente esto tendrá consecuencias para el futuro.

En tercer lugar, estas líneas permiten a los laicos tener información para ser más selectivos para dirigir sus aportaciones económicas. 

Porque el apoyo a la Iglesia puede hacerse de muchas maneras y a distintas iniciativas. 

Y lo mismo puede decirse respecto de las vocaciones sacerdotales y religiosas. 

En cuarto lugar, pone luz sobre el próximo cónclave para elegir Papa.

Después de diez años de un cambio en la Iglesia, donde un hombre puede dejar a su esposa, o entrar en una relación no heterosexual, y no sólo seguir recibiendo legítimamente la comunión, sino además conseguir una bendición para esa relación irregular, ahora los cardenales electores tienen claro el panorama para decidir si quieren que sigamos por este camino o no.

En quinto lugar, pone luz para comprender a la Iglesia Sinodal que lleva adelante este pontificado.

Es una Iglesia que escucha a todos los hombres: las periferias, el mundo, en el sentido más amplio del término.

Una Iglesia que escucha al mundo como semejante. 

Una Iglesia que muestra una nueva sensibilidad y un nuevo deseo de salir al mundo.

Pero no siempre con el objetivo explícito de evangelizarlo a la moral de Cristo, sino en términos de las propias expectativas y valores del mundo contemporáneo.

En sexto lugar, Fiducia Supplicans y la Iglesia Sinodal están haciendo sagrado lo que es fundamental a los ojos del mundo de hoy, las plataformas políticas.

La nueva teología «ecológica» que está impulsando la jerarquía es una moral que se inicia en el mundo.

Y que la Iglesia interviene poniéndole su sello religioso, dándole legitimidad religiosa a una demanda que viene del mundo.

Otro caso es el del feminismo, que es una revolución que viene del mundo, y que la Iglesia importa, planificando que las mujeres tengan su propio lugar dentro de la estructura jerárquica de gobierno de la Iglesia. 

Y de paso adhiere a la satanización de lo que el mundo llama patriarcado, considerándolo como la causa de una serie de abusos de poder a lo largo de la historia.

Y quizás lo más conflictivo sea la sacralización de las relaciones no heterosexuales, porque tanto en el Sínodo como en la Fiducia, se visualizan básicamente desde la perspectiva del amor humano y poco desde el sexto mandamiento.

En séptimo lugar, paradójicamente el mundo secular necesita este sello religioso a sus políticas, que sólo la Iglesia puede poner.

Entonces la Iglesia, que ha perdido credibilidad, especialmente por la crisis de los abusos y escándalos financieros, se erige como un referente político.

Y legitima a los políticos que reciben la bendición yendo a visitar al Papa, como hacen los políticos de nota ahora.  

En octavo lugar, tanto Fiducia Supplicans como el Sínodo son vehículos para hacer circular ideas que la jerarquía quiere promover para que sean adoptadas por los laicos y los sacerdotes.

Pero mientras episcopados enteros debaten sobre la bendición de los no heterosexuales, ya no hablamos del Evangelio, de Nuestro Señor, de la gracia, de la cruz, etc. 

En noveno lugar, todo lo anterior lleva a la confusión de lo que es de Dios y lo que es del mundo.

La primera revolución comenzó con Lucifer, quien no aceptó la distinción entre él y Dios.

Y luego el modernismo, confundirá lo sobrenatural y lo natural, e incluso el sentido común, por seguir al mundo.

Cuando Dios creó al hombre, la primera distinción que hizo fue entre varón y mujer, macho y hembra. 

Y a esta distinción se vinculan funciones y roles muy específicos que cumplirán en la economía y en la familia.

Pero los poderes del mundo quieren llegar a una humanidad donde ya no entendamos quién es hombre y quién es mujer, varón y hembra. 

Intentan destruirlo desde el punto de vista físico, pero como se les dificulta, tratan de que sea aunque sólo en las mentes.

¿Y qué hacen los eclesiásticos? Le imparten sus bendiciones. 

Y además, a través del Sínodo se plantean estas ideas de indiferenciación una y otra vez, y lo reproducen los medios.

Y aunque no se tome decisión de cambiar la doctrina sobre la sexualidad humana, es como la gota que horada la piedra, que se repite para que llegue a todos una y otra vez.  

En definitiva, vivimos en un tiempo en que la ceguera espiritual está atacando a la Iglesia. 

Ceguera que incluso llega a no recordar la tradición, ni las sagradas escrituras, en pos de integrarse al mundo.

Este cegamiento del espíritu es parte de la gran apostasía.

Es Dios que retira su luz y permanece en silencio, ante la negación de atender sus llamados.

Es el castigo de quien está atrapado en el mundo, y busca continuamente el consuelo que ofrece el mundo y, sobre todo, el acomodo con él. 

Pero tarde o temprano se quedará ciego.

Es el resultado de la pérdida total del sentido sobrenatural, del juicio bíblico y de conceptos como la redención, el pecado, la vida eterna, etc.

¿Y hay una solución a esto?  Sí, creer en la gracia providente de Dios.

Alejarse de la preocupación por agradar al mundo y el miedo a contradecirlo, que proceden de una visión puramente política de la realidad.

La gracia de Dios nos dará el poder para vivir una vida santa, nos ayuda a superar las dificultades y nos proporciona consuelo en estos tiempos de dolor.

¿Y cómo lograr esas gracias?

Dios nos las concede en forma gratuita, pero podemos hacer cosas de nuestra parte para lograrlas: orar, leer la palabra de Dios en las escrituras, frecuentar la misa y los sacramentos, hacer obras de caridad.

Y desarrollar la actitud de pedir a Dios que, ante cada tema que tengamos adelante, que Él se ocupe, sin tratar de sustituirlo.

¡Señor dame tu gracia! Amén

Bueno, hasta aquí las principales consecuencias que han quedado ocultas de la Fiducia Supplicans y el Sínodo de la Sinodalidad, que nos dan un panorama completo sobre las opciones estratégicas que ha tomado la jerarquía de la Iglesia por este tiempo. 

Y me gustaría preguntarte qué otras conclusiones has sacado de este camino que ha emprendido la Iglesia. 

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One Comment

  • Ricardo dice:

    Excelente articulo, animo esto ya se sabia, nuestra Madre del cielo nos venia advirtiendo, pero hay que confiar en la providencia de Dios.
    La soberbia y el ego hace creer a los hombres que sus ideas son correctas y creen que Dios no participa, pero como cuando el periódico Boston Globe de la ciudad de Boston, demostró que la mentira no puede prevalecer, también lo hará cuando sea necesario.
    Ricardo