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La Familia vio lo que fue sucediendo en esta intervención del cielo.

A veces Dios elige a algunas personas para que den testimonio de maneras misteriosas, de su maravilloso proyecto de amor.

No solo las acompaña en sus dolores y en sus descubrimientos, como pasa con todos nosotros, aunque no lo veamos.

Sino que también se les revela sensiblemente.

Estas personas ven a Jesús y a la Virgen María diciéndoles cuál es su plan.

Y luego las vienen a buscar en su último momento para cruzar a la otra vida, y se lo hacen saber a quienes les rodean.

Este es el caso del pequeño Antonio Terranova, de Palermo, Italia, que nació en el 2004 y pasó por la vida dando testimonio de su fidelidad, aún en momentos en que la mayoría de nosotros renegaría.

Aquí hablaremos de la vida testimonial que llevó el pequeño Antonio Terranova, cómo el cielo le fue revelando el plan para su vida y cómo es que Jesús, María y ángeles vinieron a buscarlo para hacer el pasaje a la otra vida.

Desde el inicio Antonio mostró que tenía una particular predilección del cielo; los signos comenzaron de inmediato.

Dice su Madre que cuando nació, enseguida la habitación se llenó de gente, para ver a ese niño regordete, de cabello rubio y ojos verdes.

Mostraba una disposición jovial, le encantaba tener visitas, siempre estaba sonriente y alegre, nadie se podía resistirsele. 

En ese tiempo la familia era católica light, no asistía a la Iglesia, iban solo cuando había bodas o funerales.

Sin embargo, un día Antonio miró a su madre y le dijo: «Mamá, pero ¿cómo les va a las personas que no creen en Jesús?».

Ella quedó atónita y no supo qué responder.

Y tampoco supuso que Jesús ya trabajaba en Su pequeño de una forma extraordinaria.

También Antonio mostraba singular atención a otros niños, especialmente a los más desafortunados que él. 

Se aseguraba de tener en su mochila algunos bocadillos extra para compartir con sus compañeros de clase.

Y elegía a los niños más necesitados o con dificultades para invitarles.

Tal era lo que transmitía, que cuando su maestra Ina se enteró de que Antonio ya no tenía esperanzas de recuperación, ella, que había luchado durante años contra su enfermedad, le confió a un colega: «Si Antonio se va, debo irme primero, debo estar allá para darle la bienvenida al Cielo». 

Así sucedió, se fue primero.

Y cuando le informaron a Antonio de la muerte de su maestra, él inexplicablemente ya lo sabía.

Desde pequeño Antonio era muy mariano.

Decidió consagrarse a la Virgen de los Pobres de Banneux en la iglesia de San Sebastiano en Palermo junto con otros niños.

Le encantaba visitar los santuarios marianos y le pedía a sus padres que lo llevaran a esos lugares, donde María ha dado un signo especial de su Amor. 

Y en el primer año de su enfermedad él quiso celebrar la Pascua en Medjugorje y estaba exultante de alegría por hacerlo.

El 21 de mayo de 2011, descubrieron que Antonio necesitaba urgentemente un trasplante de hígado porque tenía un tumor de 10 cms.

Desde el principio los médicos vieron la gravedad, a tal punto que no querían ponerlo en la lista de espera para un trasplante, porque solo le daban un par de meses de vida.

Y espontáneamente se formaron cadenas de oración y ayuno para lograrlo.

Y entonces sucedió que prodigiosamente encontraron un hígado perfectamente compatible.

Y el propio cirujano se asombró de cómo la operación de trasplante, que duró 11 horas, salió perfecta. 

Aunque la operación no lo curó, porque la enfermedad reapareció luego con metástasis a los pulmones, el Señor le había dado la gracia de más tiempo para desarrollar su misión. 

Fue en ese momento que su madre, en un gesto de desprendimiento; aceptó su destino diciendo, 

«Señor, yo como madre, quiero a mi hijo conmigo y sano, pero si tu voluntad no es esta, hazla, porque sabes lo que yo no sé».

Luego la madre de un amigo le da una foto de Jesús Misericordioso y desde ese momento Antonio comienza a repetir, Jesús en Ti Confío.

Y a recitar todos los días la Coronilla a la Divina Misericordia, invitando incluso a otros niños, para rezar con él en su habitación del hospital. 

Un día Antonio comienza a mirar fijamente a los ojos de su madre. 

Ella le pregunta por qué, y él le responde en voz baja: «¡Cállate! ¡De lo contrario, se va!». 

Y luego le dice que durante la oración, la Virgen se mostró en los ojos de su madre, toda blanca, como la estatua del santuario de Medjugorje, y oró junto con ellos.

Y que había venido a bendecirle, con el cáliz que luego él reconocería en manos del sacerdote en el Santuario de la Madonna della Lacrime en Siracusa.

Y le habló no con Su voz sino a su corazón.

Pero en el proceso de su enfermedad los dolores eran muy intensos y un día Antonio no pudo más, tomó el Crucifijo de San Benito, lo apretó con fuerza en sus manos y comenzó a gritar: 

«Jesús, ¿dónde estás? ¡Eres tú quien debe ayudarme! Siempre he creído en ti, pero si no me ayudas ahora, ya no creeré en ti». 

Sin embargo otro día, exhausto por el dolor, se puso a llorar desconsolado y mirando a su madre dijo: 

«Lloro porque pienso cuánto sufrió Jesús en la Cruz, en comparación, yo no he sufrido nada».

Allí tenía 7 años.

Un día su madre lo encontró en la cama, con los ojos cerrados hablando en voz baja con alguien que no veía y le escucha decir: «Me gustaría quedarme, pero si Él no quiere…». 

Y sólo después de su partida al cielo, se dieron cuenta que ya le habían estado hablando durante mucho tiempo desde el cielo, revelando sus planes.

Esta relación secreta con el cielo se hizo cada día más visible y Antonio comenzó a vivir la oración con una profundidad espiritual increíble, para un niño tan pequeño.

Y desde que rezó con el padre Marco Lupo para pedir el Don del Espíritu Santo, Antonio no volvió a quejarse, y empezó a animar a todos a seguir adelante por el camino de la Cruz. 

Allí comenzó a tener un deseo apremiante de recibir a Jesús Eucaristía, pero sus padres no querían que tomara la primera comunión hasta que asistiera a la catequesis cuando se recuperara, pero el padre Nicola les insistió para que la recibiera inmediatamente.

Y se llenó de alegría cuando sucedió.

Porque luego, en los últimos meses de su vida, sería su único alimento.

Una mañana, el padre Antonio d’Anna, fue a llevarle la Eucaristía, pero Antonio estaba muy dolorido, el Padre le preguntó: «Antonio, ¿quieres a Jesús?». 

Y él, mirando la hostia consagrada, comenzó a decir: «Jesús, perdóname, perdóname Jesús, quiero a Jesús, dame a Jesús». 

Incluso cuando ya estaba en coma, el ministro de la eucaristía le decía «¡Antonio! El Cuerpo de Jesús», y de repente abría los ojos y la boca, la tomaba y decía: «¡Amén!». Y luego volvía al coma. 

Otra vez el padre Antonio le colocó el relicario con Jesús adentro sobre su barriga y él comenzó a decir: «Gracias Jesús, qué lindo, siento ese calor otra vez, gracias Jesús. Papá, es como lo que sentí en Lourdes», donde había peregrinado con su familia antes.   

En Lourdes, fue cuando el niño comenzó a rezar por muchas personas y escribió cartas para colocar a los pies de la Virgen.

Y una de ellas es la que sus padres luego pondrían en la lápida, «Jesús ayuda a los niños, a los adultos, a las pobres familias y a todos aquellos que necesitan de tu ayuda. Amén»

Y unos días antes del final empezó a decir: «Mamá, qué hermoso, estoy experimentando un sentimiento maravilloso, qué hermosos están Jesús y Nuestra Señora, están en nuestra casa, Jesús está vestido con un hábito marrón y una cuerda atada a su cintura, los Ángeles también están aquí, mamá están limpiando nuestro casa, están limpiando todo».

Y dos días antes de partir llevan a la casa la estatua de Nuestra Señora de Medjugorje, de tamaño natural, que recorre las iglesias. 

La Señora que donó la estatua, les dijo que esa imagen de la Virgen nunca había visitado una casa, que solo peregrinaba a las iglesias. 

Y cuando se fueron todos su madre le preguntó: «Antonio, ¿qué viene a hacer la Virgen en nuestra casa?» 

Él abrió los ojos, la miró y dijo: «Mamá ha venido a buscarme». 

Dos días después, el sábado 23 de febrero de 2013 a las 13:55, Antonio tuvo su pascua, cuando tenía 8 años.

Los planes de Dios para cada uno de nosotros son misteriosos y lo mejor que podemos hacer es confiar en Él. 

Bueno hasta aquí lo que te queríamos contar sobre la historia de Antonio Terranova, un pequeño al que Dios eligió como testimonio para nuestro tiempo, y que Jesús y María fueron a buscarlo para el pasaje a la vida eterna. 

Y me gustaría preguntarte si conoces alguna persona en que se ha hecho evidente que Jesús, María, Ángeles, Santos o familiares han venido a buscar para llevarlo a la otra vida.

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