San Padre Pío de Pietrelcina fue conocido por muchos fenómenos.

Pero ninguno más misterioso que su capacidad para aparecer en dos lugares al mismo tiempo.

Se trata de un fenómeno extraordinario que se produjo con más frecuencia en la alta Edad Media.

El franciscano padre cristóforo Bove, ya fallecido, fue uno de los mayores expertos en el tema.

Incluso fue quien redactó la Positio sobre este don del Padre Pío para su canonización.

padre pio de pietrelcina sentado

Lo que se llama «bilocación» es un don místico que verdaderamente es insondable.
.
¿Cómo puede un objeto físico – el cuerpo – estar en dos lugares distintos en el mismo momento?
.
¿Es el espíritu de la persona que ellos ven, la «prolongación» de la personalidad?
.
¿O es simplemente un ángel que se manifiesta con el rostro de la persona que lo ha enviado?

Estas son preguntas que, al menos por ahora, deben quedar sin respuesta.

Lo que podemos decir es que es un fenómeno que se ha informado en santos como San Antonio de Padua, San Alfonso María de Ligorio y varios más.

Más recientemente, testigos han declarado las bilocaciones de María Esperanza, la gran mística venezolana.

4 imagenes del padre pio

     

CON EL PADRE PÍO LOS EJEMPLOS FUERON EXTRAORDINARIOS 

Él fue visto por un hombre perdido en el desierto del Sahara, que luego fue llevado a un lugar seguro por el misterioso desconocido (la madre de este hombre había buscado la ayuda del Padre Pío).

Fue testificado, o eso dicen, en los EE.UU., en Hawai, y según se informó, en Siberia. 

Hay quienes, como obispos, que dicen que fue descubierto en el propio Vaticano (que aparece al Papa Pío XI en un momento de crisis, cuando un arzobispo estaba tratando de destituirlo).

Y también en la canonización de Santa Teresita, la Pequeña Flor en 1925.

«Es bueno tener en cuenta que a partir de 1918 en adelante, el Padre Pío nunca salió de San Giovanni Rotondo.
.
De modo que estos misteriosos sucesos no pueden ser explicados por la hipótesis de que el Padre Pío en realidad estaba allí en persona»
, señala el biógrafo Bernard Ruffin.

   

QUE DICE EL PADRE CRISTÓFORO BOVE QUE SON LAS BILOCACIONES

El Padre franciscano Cristóforo Bove fue redactor de las Causas de los Santos estudiando a cientos de candidatos.

Su trabajo era estudiar documentos, biografías, testimonios, documentales, entrevistas, sobre los candidatos, para redactar una Positio.

Y fue el responsable de armar la Positio para la canonización del Padre Pío, que le demandó 8 tomos escritos y 6 años de trabajo.

Es un erudito en el tema bilocación porque también estudió a un santo brasileño, Fray Galvão, el primer santo autóctono de Brasil, fallecido en 1822, que tenía el mismo don.

Cristóforo Bove define la bilocación como un desdoblamiento corporal con la presencia simultánea de un individuo en dos lugares a la vez.

Tiene dos aspectos, uno es subjetivo tal como lo percibe el sujeto que se biloca y otro objetivo.

Por ejemplo del Padre Pío ha escrito a sus hijos espirituales en algunas oportunidades confirmando les que ha ido a visitarles en espíritu.

Por lo tanto en ese caso se trata de una impresión percibida desde el interior del bilocado, pero no una bilocación corpórea.

Y está relacionado con la nebulosidad onírica y la capacidad de producir imágenes fantasmagóricas.

San Agustín cuenta de un joven que visitaba penitentes mientras dormía.

Esto se hizo popular en la alta Edad Media.

Se trata básicamente de un desdoblamiento subjetivo.

Por otro lado están las que se llaman bilocaciones objetivas, que son las testimoniadas por terceros y que son difíciles de probar.

Un caso que se ha estudiado también es el de Sor María Jesús de Agreda que se testimonia catequizó a los indígenas del sur de Norteamérica distribuyendo cálices y rosarios entre ellos, sin salir de su convento en España.

Se le denominaba la Dama Azul y fue responsable de miles de conversiones en la zona de Nuevo México y Texas.

En este caso aún se estudia quién era que aparecía, si era un desdoblamiento de ella o su ángel.

El padre Bove ha recopilado decenas de testimonios de personas que han visto al Padre Pío con sus ojos bilocándose.

Cita el caso de un capitán del ejército italiano en el frente de guerra en 1917, al que se le apareció un fraile capuchino qué le dijo «Muévete de allí. Ven junto a mí», y al instante estalló una bomba justo en el lugar en que estaba anteriormente.

Y luego fue a corroborar a San Giovanni Rotondo si se trataba del Padre Pío que le había salvado la vida; y efectivamente tuvo esa certeza al verlo.

Hay que recordar que el padre Pío nunca se movió de San Giovanni Rotondo.

También cita el caso de pilotos norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial con la misión de bombardear Gargano, que era la zona en que vivía el padre Pío.

Pero cada vez que sobrevolaban el área se les aparecía un fraile capuchino pidiéndoles no bombardear y nunca lo hicieron.

Y luego tuvieron la verificación que se trataba del Padre Pío.

También han habido casos de este tipo de bilocaciones producidas fuera del contexto religioso.

De cualquier manera esto no es un asunto de fe, ni tampoco determina la santidad de una persona.

   

CÓMO SE HAN DESARROLLADO EN EL CURSO DE LA HISTORIA

En una entrevista realizada por Javier Serra en el 2007, consultando al padre Bove sobre estos fenómenos de bilocación en la Iglesia, él ha dicho:

«Tenga presente que esta fenomenología se reveló en ciertos ambientes de la Alta Edad Media y se desarrolló plenamente en el siglo XVI, con el acceso a la “fiesta” de la experiencia religiosa.

En especial durante la eclosión del arte barroco, que condujo a la cristiandad a una especie de danza mística, una glorificación que hizo que se extendieran muchas vivencias extraordinarias entre los místicos.

Por referirnos a España, tenemos a San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz, que experimentaron esta clase de vivencias, y otras de carácter místico que aún hoy son objeto de estudio.

Pero insisto en que mucha de esta fenomenología está ligada a la percepción cosmogónica que el sujeto tiene en ese período particular de la Historia.

Pasamos de una cierta cultura medieval de la sangre, del penitente, de la flagelación, a una nueva cultura de buscar el camino hacia Dios a través del ascenso de la montaña, la espiritualidad del Carmelo.

Una vía que se abandonará en el siglo XX a favor de otros fenómenos como la estigmatización, que supone una nueva cultura de la sangre. Estatuas que lloran, gentes que reciben los estigmas y un largo etc.»

Y ante la repregunta agregó:

«Entre la alta Edad Media y el Barroco, del siglo XIII al XVII, se asiste en la vida religiosa de la Iglesia al fenómeno de las clausuras más estrictas.

Es un momento ligado a una estrecha observación de las reglas monásticas, muy común en el Quattrocento y el Cinquecento.

En el Barroco, frente a la fantasmagoría del arte y la literatura, se impuso un aumento de la rigidez de las formas claustrales, es decir, un severo bloqueo del movimiento de personas en el interior de las instituciones religiosas.

Nacen justo aquí, en ese ambiente de reclusión acentuadísima, esas bilocaciones subjetivas y objetivas de personas que se hacen presentes más allá de sus clausuras».

Y entonces da un ejemplo de esa época:

«San José de Copertino, nacido en el sur de Italia en 1600 y muerto en 1663, quien en cierta ocasión mientras estaba orando, se trasladó en bilocación hasta el cabecero de la cama de su madre, que estaba agonizando en Copertino, a 400 km de donde él se encontraba.

La madre se alegró de ver a su hijo ausente y de que la asistiera en el momento de su muerte.

Cuando emerge de esa experiencia interior, San José de Copertino le dice a su hermano: “Mi madre ha muerto”. “¿Cómo lo sabes?” – contesta el hermano – “La he asistido yo”, respondió.

Otro caso similar que comenta el padre Bove es del beato Bonaventura da Potenza a inicios del siglo XVIII:

«Bonaventura dejó Nápoles para ir a su ciudad natal y atender a su madre moribunda.

A mitad del viaje se dio la vuelta y le dijo a su compañero: “Es mejor que no vayamos, mi madre ya ha fallecido”.

Le contó que él había estado allí y que la había visto«.

La impresión del padre Bove es entonces que este fenómeno es una reacción frente a la excesiva clausura, la excesiva inmovilidad espacio-temporal en torno a la que se vertebraba la vida religiosa de ese tiempo.

Y esto explicaría por qué las bilocaciones fueron más frecuentes en los siglos XVI y XVII que en cualquier otra etapa de la Iglesia.

   

LAS TEORÍAS SOBRE SU ORIGEN

Según Bove, lo que divide a los estudiosos no es la veracidad de las bilocaciones, sino su modalidad.

Por ejemplo, cuando algunas personas afirman que el Padre Pío comparecía ante ellas mientras él estaba en el convento y lo veían en un campo de batalla, en un avión o junto a su cama, hacen afirmaciones de carácter visual, relativas a uno solo de los sentidos.

Dicen la verdad, ha habido una presencia en dos lugares a la vez de esa imagen corporal.

Pero ¿de qué está hecha esa imagen?

Por desgracia, no tenemos experiencias táctiles. Ninguno la ha tocado.

No contamos con una descripción objetiva de alguien que haya podido palpar a un bilocado, porque de haberlo hecho deberíamos enfrentarnos a otro problema: ¿dónde estaba, entonces, el cuerpo “verdadero”? ¿En el convento o junto a la cama del testigo? ¿En el campo de batalla o en la celda del religioso?

Así pues, ninguna hipótesis científica resume aun lo que hay tras las bilocaciones; se quedan solo en la modalidad.

¿Y ante qué teorías explicativas nos podemos encontrar?

Tenemos la teoría de la “doble alma”, una idea extraña pero presente en la Edad Media.

O la de que nos enfrentamos a un “cuerpo etéreo” que se desprende del físico.

O la del fluido que produce un fantasma.

O la de que estamos ante una realidad no cuantificable ni definible, protagonizada por una meta-entidad, esto es, por un ser que va más allá del cuerpo y la psique.

La hipótesis que maneja la Iglesia es que no podemos reducir al hombre solamente a lo material, y que de alguna forma es una comprobación de la existencia del alma.

Estatua de San José de Cupertino

   

ALGUNOS QUE EXPERIMENTARON BILOCACIONES

   

SOR MARÍA JESÚS DE ÁGREDA

Es la “campeona” de las bilocaciones. Entre 1623 y 1629 aseguró haberse desdoblado no menos de quinientas veces entre su convento de Soria y Nuevo México.

   

SAN FRANCISCO DE ASÍS

De este santo del siglo XIII se cuenta que llegó a estar a la vez en su convento italiano y predicando ante unos monjes en Arlés (Francia). Muchos miembros posteriores de su orden experimentarían ese don.

   

FRAY MARTÍN DE PORRES

Más conocido como Fray Escoba, vivió en la Lima del siglo XVII. Del primer santo negro de América son famosas sus bilocaciones: se dice que así era capaz de traer flores de Japón y colocarlas en su iglesia peruana.

   

SAN ALFONSO DE LIGORIO

Es otro virtuoso del Barroco. Nació a finales del siglo XVII en Nápoles. Célebre es su bilocación de 1774, en la que, mientras yacía en estado de coma en su celda, fue visto atendiendo al papa Clemente XIV.

   

SAN JUAN BOSCO

El fundador de los salesianos tuvo una vida marcada por sus sueños premonitorios. Protagonizó varias bilocaciones en el siglo XIX, siendo visto en una de ellas, a la vez, en Turín y Barcelona.

   

TERESA NEUMANN

Esta “Sierva de Dios” en proceso de beatificación fue la primera mujer estigmatizada del siglo XX. Como el Padre Pío, además de las heridas de la crucifixión protagonizó episodios de bilocación subjetiva.

   

FRAY ANTONIO GALVÃO

Este franciscano vivió en el siglo XVIII en Brasil y fue recientemente llevado a los altares por Benedicto XVI. Entre sus méritos se cuentan varios casos de bilocación, el don de la profecía, la telepatía e incluso la levitación.

   

PADRE TIBURCIO ARNAIZ

Este jesuita vallisoletano vivió experiencias místicas de todo tipo a principios del siglo XX. Gozó, entre otros, del don de la profecía, de la sanación y de, al menos, un caso de bilocación, según consta en su proceso de beatificación.

   

LA PRIMERA BILOCACIÓN CONOCIDA DEL PADRE PÍO

El padre Pío era consciente de sus bilocaciones.

Se cuenta que día, un monje que estaba hablando sobre la bilocación de San Antonio de Padua, que apareció milagrosamente en Lisboa, le dijo al Padre Pío:

«Quizás estos privilegiados del Señor ni siquiera saben cuándo ocurre su bilocación«.

Y el Padre Pío lo interrumpió diciendo:

«Ciertamente lo saben. No pueden saber si el cuerpo o el alma se mueven, pero son muy conscientes de lo que sucede y saben a dónde van».

La Marquesa Giovanna Rizzani Boschi fue uno de los seis testigos en el proceso de beatificación del Padre Pío, respecto a la primera bilocación del Padre Pío

Cuando ella nació el 18 de enero de 1905, el padre Pío tenía 18 años y estudiaba en Sant’ Elia a Pianisi; todavía no era sacerdote.

Un día fue transportado a las 11 de la noche desde el coro de la iglesia hasta una mansión, dónde Giovanni Battista Rizzani estaba en su lecho de muerte.

Su esposa era Leonilde Rizzani, que estaba embarazada de 8 meses y a punto de dar a luz a una niña prematura.

Ella era ferviente católica y quería que su esposo recibiera los últimos ritos, pero él era un masón contrario al cristianismo.

Incluso había ido un sacerdote a la casa pero los amigos de Giovanni no lo dejaron entrar.

Por al mismo tiempo la Virgen María se apareció al futuro Padre Pío y le dijo mostrándole el lugar,

«Te estoy confiando esta niña. Ahora es un diamante en bruto, pero quiero que trabajes con ella, la pulses y la pongas tan brillante como sea posible, porque un día me quiero adornar con ella».

Él le preguntó cómo es, si eso sería posible, porque además la familia Rizzani vivía a más de 500 kilómetros, por lo que no comprendía cómo podría llevar a cabo la misión que se le encomendaba.

Pero la Virgen simplemente respondió: «No lo dudes. Ella vendrá a ti en la Basílica de San Pedro».

Mientras tanto el sacerdote que había sido expulsado de la mansión de los Rizzani logró convencer a los amigos de Giovanni para bautizar a la recién nacida  Giovanna, y cuándo entró en la casa Giovanni murió.

Pero incluso antes de morir fue testigo que Giovanni le pidió perdón a Dios.

Más adelante el padre Pío le diría a Giovanna que el alma de su padre fue salvada por la intercesión de la Santísima Virgen.

Para 1922 Leonilde se había mudado a Roma y Giovanna tenía 18 años, pero tenía dudas respecto a la Santísima Trinidad.

Por eso fue a confesarse a la Basílica de San Pedro en Roma, pero cuando llegó le informaron que las confesiones habían terminado.

Cuando se aprestaba para ir a su casa oyó una voz desde un confesionario que le dijo que oiría su confesión.

El sacerdote confesor le evacuó las dudas, y Giovanna se quedó sentada esperando a que saliera el confesor para agradecerle.

Pero los guardias de seguridad le instaron a que se retirara porque ya era tarde y tenían que cerrar, y ella les contó por qué estaba ahí esperando.

Ante esto uno de los guardias abrió la cortina de confesionario y le dijo «Mira no hay nadie aquí», y efectivamente el confesionario estaba vacío.

Un año después Giovanna y unos amigos quisieron ir a ver al Padre Pío en San Giovanni Rotondo; ella no sabía mucho de él.

C. Bernard Ruffi relata esto en Padre Pio: The True Story:

«Era la tarde cuando, de pie entre la multitud de personas en la sacristía de la iglesia, Giovanna vio por primera vez al Padre Pío.

Para su asombro, él se acercó a ella y extendió su mano para que ella la besara, exclamando: «¡Giovanna! ¡Te conozco! Naciste el día en que tu padre murió». Ella no supo qué decir.

Al día siguiente, después de escuchar su confesión, el Padre Pío le dijo: «Por fin has venido a mí, mi querida hija. Te he estado esperando durante muchos años».

Giovanna respondió: «Quizás se equivoca y me ha confundido con alguna otra chica».

El padre Pío le aseguró: «No, no estoy equivocado. Te conocí antes… El verano pasado, una tarde de verano, fuiste con un amigo a la Basílica de San Pedro e hiciste tu confesión ante un sacerdote capuchino. ¿Te acuerdas?»

 «Sí, Padre.»

«Bien», respondió el Padre Pío, «¡Yo era ese Capuchino!».

El Padre Pío continuó explicando: «Querida niña, escúchame. Cuando ibas a venir al mundo, la Virgen me llevó a Udine a tu mansión. Ayudó a la muerte de tu padre y me dijo: «Mira, en esta misma habitación se está muriendo un hombre». Él es el jefe de una familia. Él se salva mediante las lágrimas y las oraciones de su esposa y por mi intercesión. La esposa del moribundo está por dar a luz a una niña. Te encomiendo esta niña.

Y el Padre Pío concluyó, «Y ahora déjame cuidar de tu alma, como la Dama celestial desea».

Giovanna se echó a llorar y le preguntó al Padre Pío: «Dígame, ¿qué debo hacer? ¿Debo ser monja? «

«De ninguna manera «, dijo. «Vendrás a menudo a San Giovanni Rotondo. Me haré cargo de tu alma, y conocerás la voluntad de Dios».

     

BILOCACIÓN FRENTE AL PAPA

Una de las primeras bilocaciones del Padre Pío sucedió en la década de 1920 y nada menos que frente al papa Pío XI.

A principio de la década de 1920 los enemigos del Padre Pío habían fraguado un complot con historias falsas y rumores para que fuera suspendido permanentemente su sacerdocio.

Es así que en 1923 el Santo Oficio emite un decreto diciendo que las cosas que sucedían alrededor del Padre Pío no eran sobrenaturales.

Pero a pesar de ello los penitentes siguieron llegando a San Giovanni Rotondo para confesarse y pedir orientación al fraile.

Así que en 1924 emitió un nuevo decreto que exhortaba directamente a los fieles a no tomar como sobrenatural las cosas del Padre Pío.

Y en 1925 le impusieron restricciones en la duración de la misa, de las confesiones, de las conversaciones con otras personas.

Y hasta se le prohibió que escribiera cartas y que viera a su director espiritual.

En medio de esta confabulación el Papa Pío XI hace una reunión para evaluar el caso y la posible suspensión a divinis que sus contrarios pedían.

Participaron cardenales de alto rango, la mayoría contrarios al Padre Pío, como el cardenal Merry del Val.

Pero también tenía sus defensores como el Secretario de Estado Cardenal Gasparri y el cardenal Sili, que era el Prefecto de la Signatura Apostólica.

Pero en medio de la reunión pasó algo insólito.

Fue en el momento en que la discusión estaba en su punto más comprometido y cuando el Papa mostraba signos de aceptar la suspensión a divinis del Padre Pío.

De repente se abrió la puerta de la sala y entró un joven fraile capuchino, que tenía las manos escondidas en las mangas de su hábito e incluso parecía caminar con una leve cojera.

Se acercó al Papa, arrodillándose y besándole los pies y luego le dijo,

“Su Santidad, por el bien de la Iglesia no permita que esto ocurra”.

Nada más que eso.

Le besó nuevamente los pies, le pidió su bendición y salió de la habitación como había entrado.

Rápidamente llamaron a los guardias suizos que estaban custodiando la puerta y estos dijeron sorprendidos que no habían visto a nadie entrar a la sala y que tampoco habían visto por ahí a ningún fraile con hábito capuchino.

El papa intuyó lo que podía haber sucedido y ordenó investigar sigilosamente dónde estaba el Padre Pío en ese momento preciso.

El cardenal Sili fue encargado de ir a San Giovanni Rotondo.

Y allí el padre guardián del convento le certificó que ese día y a esa hora el Padre Pío estaba recitando la liturgia de las horas en el coro con los demás monjes.

El resultado fue que el papa Pío XI no suspendió a divinis al Padre Pío.

Y aunque las acusaciones siguieron, el papa Pío XI se mostró progresivamente más favorable a él.

padre pio con crucifijo

        

LA VISITA AL PADRE PLACIDO BUX

Hubo pruebas incluso físicas de sus manifestaciones.

Tal ocurrió en 1957, cuando Pío apareció en la cabecera de otro sacerdote, el padre Placido Bux, quien fue hospitalizado con cirrosis hepática grave.

«Una noche, el padre Placido vio al Padre Pío al lado de su cama y se dirigió a él, exhortándolo a que tenga paciencia, consolándolo y tranquilizándolo de su recuperación», escribió otro biógrafo, el padre Alberto D’Apolito, que conoció al Padre Pio.

«Entonces vio a Padre Pio acercarse a la ventana de cuarto [en el hospital], colocó una mano sobre el cristal, y desapareció.
.
Al despertar por la mañana, se sintió mejor y recordó la bienvenida visita y miró hacia la ventana.
.
Para su sorpresa, vio la huella de una mano en la ventana.
.
Se levantó de la cama y se acercó a la ventana para examinar de cerca e identificar la impresión: reconoció la huella de la mano del Padre Pío».

Más increíblemente, cuando el personal trató de limpiar la ventana con un paño húmedo empapado en detergente, «la huella siempre volvió a aparecer».

padre pio llorando

   

LA VISITA A UN ENFERMO EN UN HOSPITAL

Durante sus bilocaciones, Pio fue visto a menudo en un estado casi comatoso.

Tal fue el caso en 1953, cuando el sacerdote, uniéndose a otros monjes para un concierto en una sala contigua

«Puso sus brazos sobre el respaldo de la silla frente a él y apoyó la cabeza en ellos, permaneciendo en silencio e inmóvil«, según otro testigo, el padre Carmelo de Sessano.

Esto ocurrió durante un período de unos cinco minutos, y luego el Padre Pío se reincorporó al grupo.

«Al día siguiente, el padre Carmelo fue a visitar a un enfermo y se sorprendió cuando [el enfermo] expresó su agradecimiento por permitir que el Padre Pío lo llamara la noche anterior«, escribe Ruffin.

«Carmelo, por supuesto, sabía muy bien que el Padre Pío estuvo en el concierto toda la noche y había ido directamente al convento cuando todo terminó.»

padre pio bendiciendo

        

EL EXTRAÑO CASO DE BILOCACIÓN EN URUGUAY

En otro caso, monseñor Fernando Damiani, Obispo de Salto, Uruguay, pidió ayuda del Padre Pío por una enfermedad coronaria grave y había ido a Italia para morir cerca del famoso monje.

Pío le dijo que aún no estaba preparado para morir y que, cuando fuera su tiempo, sería en su tierra natal, Uruguay.

Por otra parte, dijo Pío,

«Me comprometo a velar por que esté bien asistido espiritualmente».

Sucedió en 1941, durante un congreso sobre vocaciones que había traído varios obispos de Salto.
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Uno de ellos, el Arzobispo Cardenal Antonio Maria Barbieri de Montevideo, se retiraba a su habitación cuando oyó un extraño golpe en la puerta.
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La sala estaba a oscuras, pero veía la forma de un monje capuchino, que le dijo que fuera a ver a Monseñor Damiani porque se estaba muriendo.
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Nunca se supo quien fue esa extraña figura.

El Arzobispo Barbieri fue lo que hizo y encontró a Damiani retorciéndose de dolor y muriendo.

Barbieri le administró los últimos sacramentos, mientras que otros tres obispos y seis sacerdotes se apresuraron a llegar a la escena.

De tal manera que Damiani fue rodeado por un total de cuatro obispos y otros seis sacerdotes cuando expiró; ¡la «ayuda» que Pio había prometido!

monseñor essef con padre pio

   

EL PADRE PÍO VISTO DIARIAMENTE EN EL SANTO OFICIO

Tal vez el más notable fue el testimonio de una mujer llamada Madre Esperanza que trabajaba en el Vaticano y afirmó haber visto a Pio en Roma en varias ocasiones.

«Lo vi en el Santo Oficio todos los días durante todo un año», testificó.
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Llevaba medios guantes para ocultar sus heridas.
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Me gustaba saludarlo, besarle la mano y, a veces, me gustaba hablar con él, y él respondía».

Al mismo tiempo (1937-1939), la madre Esperanza afirmó haber encontrado

«Un personaje misterioso con una barba blanca que llegaría a Milán en avión, era feo y me hizo temblar de miedo.

Sólo la visión de él me llenaría con gran temor, y yo quería escapar. Me pareció ser el diablo«.

¿Qué estaba haciendo en el Santo Oficio?

«Él fue a testificar en contra de Padre Pío«, dijo la santa mujer – esto fue en un momento en que el Padre Pío se encontraba bajo mucha persecución, como vimos antes

foto del padre pio

  

MÁS SITUACIONES 

Varios testigos afirmaron que vieron al Padre Pío en la tumba de San Pío X.
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De hecho, él fue visto en la cripta en al menos cinco ocasiones.

  

Durante la beatificación de Santa Teresita, la Pequeña Flor, un prelado fue a acercarse a él cuando «vio» al monje en la Basílica de San Pedro, pero a medida que se acercaba, el padre Pío se desvaneció.

  

Hay un caso, una joven piadosa de 14 años llamada Emma Meneghello, que sufría epilepsia.
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Declaró que mientras estaba en oración el Padre Pío se le apareció, puso su mano en su sábana, sonrió y desapareció.
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La niña curada luego se levantó para besar el lugar donde Pío había colocado su mano y vio una cruz de sangre en la sábana (esta mancha se ha conservado).

pintura padre pio fondo

  

La Señora María, hija espiritual del Padre Pío, contó que su hermano, una tarde, mientras oraba, se durmió.

De repente fue golpeado con una bofetada sobre la mejilla derecha y él tuvo la sensación de sentir que la mano que lo golpeó fuera cubierta por un medio guante.

Pensó enseguida en el  Padre Pío y al  otro día después de la misa se fue a saludarlo:
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«¿Es  lícito dormirse cuándo se ruega»
?, contestó el  Padre Pío.

.
Fue  el Padre Pío quien lo  «despertó».

  

Un ex oficial del ejército, un día entró a la  Sacristía y mirando al Padre Pío le dijo «Es justo él, no se equivoca».

Se acercó, cayó de rodillas y llorando repitió – Padre gracias  por salvarme  la vida en el campo de batalla.

Sucesivamente el hombre contó a los presentes:

«Fui un Capitán de infantería y un día, sobre el campo de batalla, en una hora terrible de fuego, algo lejos de mí vi a un fraile, pálido y de  ojos expresivos.

Me dijo: «Sr. Capitán,  aléjese de  ese sitio»
.
Inmediatamente corrí y antes de que llegara estalló una granada enorme que abrió un remolino.

Me volví hacia el monje para agradecerle pero ya había desaparecido».

El Padre Pío en bilocación le salvó la vida.

  

El Padre Alberto, a quien el Padre Pío conoció en 1917, contó:

«Vi hablar al Padre Pío mientras se encontraba de pié cerca de la ventana con la mirada fija sobre la montaña.

Me acerqué a él para besarle la mano pero él no se dio cuenta de mi presencia y tuve la sensación de  que su mano estaba entumecida.

En aquel entonces lo escuché que con voz muy clara, en el momento en que dio la absolución a alguien.

Después de un instante el padre se sacudió como si se se despertara. Volteándose hacia mí, me dijo:

– ¿Estáis aquí?, no me enteré de ello.

Algún día después llegó de Turín un telegrama de agradecimiento al Padre Superior por haber mandado al Padre Pío a asistir a un moribundo.

Del telegrama se pudo intuir que el moribundo estaba muriendo en el momento en que el Padre Pío en San Giovanni Rotondo, pronunció las palabras de absolución.

Obviamente el Superior no envió al Padre Pío al moribundo, sino que el Padre Pío lo visitó en bilocación.

padre pio y arcangel san miguel

  

Una familia americana vino de Filadelfia a San Giovanni Rotondo, en el 1946, para agradecer al Padre Pío.

El hijo piloto de un avión de bombardeo, en la II Guerra Mundial, fue salvado por el Padre Pío en el cielo en el Océano Pacífico.

El avión cerca de aterrizar en el  aeropuerto, después de haber efectuado un bombardeo, fue golpeado por los cazatorpederos japoneses.

«El avión» – contó el hijo, «Se precipitó y estalló apenas que la tripulación pudiera tirarse en paracaídas.

Solamente yo, no sé cómo, logré salir a tiempo del avión.

Traté de abrir el paracaídas pero no se abrió; me habría estrellado, por tanto, al suelo.

Si de repente no hubiera comparecido un fraile con barba que tomándome entre los brazos, que me depuso dulcemente delante de la entrada del mando de la base. 

Imagináis el estupor que provocó mi cuento.

Fue increíble pero mi presencia «obligó» a  todos a creerme.

Reconocí al fraile que me salvó la vida cuando, un día, mandado con permiso, llegué a casa y  mi madre me enseñó la fotografía del Padre Pío.

Era el fraile a cuya protección en sus oraciones y lágrimas de madre me había encomendado.

¡Qué grande e importante es la oración de una madre!

  

Una señora, mujer de un empresario naval, era huésped de su hija en Bolonia.

Tenía un tumor maligno  en un brazo y la señora con la ayuda de su hija decidió hacerse operar.

El cirujano aconsejó tener paciencia y esperar, por lo tanto  posteriormente fijaría la fecha para la intervención quirúrgica.

En la espera el marido de la hija mandó un telegrama al Padre Pío; suplicando por la salud de su suegra.

A la hora en que el telegrama llegó a manos del Padre Pío, la señora, que estuvo sola en el cuarto de estar de la casa de la hija, vio abrir la puerta y entrar a  un fraile capuchino.

«Soy  el Padre Pío de Pietrelcina» le dijo.

Después de  preguntarle  algunas cosas del cirujano, le exhortó a tener confianza en la Virgen.
.
El Padre Pío le hizo una señal de la cruz en el brazo, por lo tanto, saludándola, salió.

La señora llamó a la camarera, la hija y al yerno.

Preguntó porque hicieron entrar al Padre Pío sin anunciarlo, pero  le contestaron que no  lo vieron y que, en todo caso, no abrieron la puerta a nadie.

Al día siguiente el cirujano visitó a la señora para prepararla para la operación, pero no encontró ningún tumor.

El tumor se desapareció apenas el Padre Pío le dio la bendición.

  

El obispo que el 10 de agosto de 1910, en la catedral de Benevento, fue preparado para la muerte por el Padre Pío que, en bilocación, fue a hacerle una visita.

dibujo padre pio ovejas

  

El Padre Pío en bilocación celebró una Misa en la Capilla de un monasterio de monjas en Checoslovaquia, en 1951.

Después de la celebración de la Misa las monjas fueron a la Sacristía para ofrecerle al Padre una tacita de café y darle las gracias por la Misa y la inesperada visita, pero en la Sacristía no había nadie.

Las monjas pudieron constatar así que;  el Padre Pío fue a efectuar  la Santa Misa en bilocación.

  

El Padre Pío, en bilocación, dio la Misa al primado de Hungría, en la  cárcel, en Budapest, en 1956.

Alguien, que conocía del episodio preguntó: «¿Padre Pío,  Ud le ha dado la Misa y le ha hablado, pero entonces, si  UD ha estado en cárcel, y lo ha visto

«Cierto, si le he hablado también lo he visto»… contestó el Padre Pío.

  

El General Cadorna, después de la derrota de Caporetto cayó en un estado de depresión severa  y decidió  suicidarse.

Una tarde se  encerró en su habitación  y dìo  orden a su ordenanza de no dejar pasar a nadie. Entrado en su habitación, extrajo de un cajón una pistola.

Y mientras se estaba apuntando a la sien oyó una voz que le dijo: «General, ¿no querréis cumplir en absoluto esta tontería»?

Aquella voz y la presencia de un Fraile apartaron el General de su propósito, dejándolo petrificado.

¿Pero, como fue que pudo entrar este personaje en su habitación? Pidió explicaciones al ordenanza pero  le contestó  no haber visto pasar a nadie.

Años después, el general, se enteró por la prensa, que un Fraile que vivía sobre el Gargano hacia milagros.

Se fue de incógnito a San Giovanni Rotondo.

Y con gran asombro al fraile capuchino  aquella tarde reconoció. “Ha corrido un riesgo enorme aquella tarde, ¿eh general?”, le dijo el  Padre Pío.

  

El Padre Agostino escribió: puesto que una monja de Florencia me dijo que, después de la comunión, el Padre Pío se le apareció para confortarla y bendecirla, yo quise preguntarle al Padre Pío.

´¿A menudo haces también viajes hasta Florencia? una monja ha dicho esto´.

El padre me contestó humildemente que fue a Florencia en bilocación”.

estatua padre pio fondo

Una de las últimas bilocaciones conocida del Padre Pío fue la tarde anterior al día de su muerte.

El Padre Pío fue a saludar a Génova al cofrade Padre Humilde que se accidentó por una caída ocurrida el 29 de agosto de 1968.

Hacia las 16.30 del 22 de septiembre 1968 sor Ludovica va a ver al padre Humilde para llevarle una taza de té.

La religiosa siente un fuerte perfume de flores que inunda todo el entorno.

Como ella no conoce el origen del perfume, mira al fraile por una explicación.

El Padre Humilde con espontaneidad le dice: «el Padre Pío ha venido a saludarme y me ha dado su último adiós.»
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Al día siguiente se difunde la noticia de la muerte de Padre Pío.

Es conocido el caso de una muchacha que insistía en confesar el mismo pecado una y otra vez.

El Padre Pío, luego de advertirle en repetidas ocasiones que Dios ya había perdonado esa falta, y que no debía confesarlo más.

Y ante la desobediencia de la joven, le dijo claramente que si volvía a confesar el mismo pecado iba a recibir un cachetazo.

La muchacha, conociendo el temperamento del Santo del Gargano, pero no pudiendo resistir la tentación, confesó su pecado a otro sacerdote en Roma.
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De inmediato, y ante su sorpresa, recibió un cachetazo en pleno rostro.

  

Un día, el Ingeniero Todini, de Roma, se quedó hasta muy tarde en San Giovanni Rotondo.

En el momento de partir, se dio cuenta de que llovía a torrentes.

Pidió entonces al Padre Pío permiso para pasar la noche en el monasterio, pero este se negó.

Padre, dijo entonces el Ingeniero, ¿cómo voy a hacer para volver al pueblo sin paraguas?. Me voy a mojar hasta los huesos!.
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Yo lo acompañaré, repuso el Padre.

El señor Todini se despidió. Antes de abrir la puerta que da sobre la plaza, oyó la lluvia azotar la calle.

Se subió el cuello del sobretodo, se encasquetó el sombrero para que el viento no se lo llevara, y salió.

Una ráfaga violenta lo embistió, pero por sorpresa suya, solo le cayeron unas pocas gotas de lluvia.

Qué fastidio, vendrá empapado!, le gritaron sus huéspedes no bien entró. ¡Pero si apenas llueve!. Vamos!, ¿cómo que apenas?. Si parece el diluvio universal!.

Todini entonces les mostró que traía la ropa completamente seca, quedando todos estupefactos.

  

La «bilocación de la voz» es un fenómeno frecuente en él.

Sus hijos espirituales, y hasta personas extrañas a él, le han oído a grandes distancias dar noticias o consejos, y hasta amonestaciones.

Especialmente en medio del sueño, y han oído esa voz suya en forma clara y comprensible, pero sin ver al Padre Pío.

Padre Pio-Taormina fondo oscuro

  

El 8 de mayo de 1926 una docena de fieles venidos de Bolonia esperaban al Padre en el vestíbulo del monasterio.

Recordemos que en 1926 no existía la puerta que comunica directamente la sacristía con el monasterio, de modo que el Padre estaba obligado a pasar por la iglesia si quería ir a la sacristía donde él confiesa.

Pasaron horas de vana espera. Luego se acercó al grupo un capuchino: «¿Buscan al Padre Pío?, hace ya rato que está confesando».

¿Cómo era posible, si ellos habían vigilado la entrada durante tres horas largas?.
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Hay que pensar que se había hecho invisible, y no era esa la primera vez.

  

Se recuerda la aventura de un actor venido en auto desde Foggia con otros miembros de su compañía. Su actitud era insultante.

A ver, ¿dónde está ese Padre Pío?, preguntó con un tono arrogante.

Quiero que me convierta, quiero confesarme.

Y dejando a sus compañeros a las carcajadas entró a la iglesia.

Le dijeron que el Padre debía estar en la sacristía.

Pero no se le encontró ni en ésta ni en su celda, ni en el locutorio ni en el jardín. Imposible hallarlo.

A fin de cuentas, el hombre gruñó, cansado de esperar: está bien, me voy.

¡Lástima!, me hubiera gustado ver si este fraile era capaz de convertirme.

No bien partió el automóvil, los fieles se encontraron de frente con el sacerdote.

Padre, ¿dónde estaba?, hemos registrado por todas partes.

Yo estaba aquí, hijos míos, he pasado tres o cuatro veces delante de ustedes, pero no me vieron.
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Los fieles de San Giovanni comprendieron y se abstuvieron de hacer comentarios.

  

En San Martino de Pensilis, los miembros de la Tercera Orden tenían costumbre de reunirse en casa de uno de ellos por turno.

Una noche, la reunión tuvo lugar en el lugar del Comisario Trombetta.

Su hijito Juan corrió de pronto a refugiarse en las faldas de su madre, diciendo: ¡Mama, tengo miedo, el Padre Pío está allí!.

¿Dónde, dónde?, preguntó la madre. Allí, allí, respondió el niño, señalando a un punto. Ah! , ya se ha ido!.

«La historia de Juanito» llegó a oídos de quien era su protagonista. Veamos Padre, ¿era realmente usted?.

¿Y quien querían que fuera?, contestó él con tono de fastidio.
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Siempre se muestra disgustado e intimidado cuando hace alusión a sus dotes sobrenaturales.

Pero con la falta de tacto que caracteriza a los paisanos, los buenos vecinos de San Martino, vuelven a la carga.

Padre, ¿entonces usted estaba «realmente» en nuestra reunión?.

Y la respuesta fue: Cómo!, ¿lo dudan todavía?.

padre pio muestra el niño jesus a un cura

  

La señora de Devoto, de Génova, estaba seriamente enferma y con la amenaza de que le amputaran una pierna.

Una de sus hijas rezaba en un cuarto vecino, pidiendo que se evitara esa operación e invocando la ayuda del Padre Pío.

De pronto éste apareció en el umbral de la puerta.

El deseo de obtener una gracia para su madre obnubilaba a tal punto la mente de la joven, que ella ni se preguntó cómo podía estar el Padre en Génova estando en San Giovanni, a varios cientos de kilómetros, ni se le ocurrió dudar de lo real de su presencia.

Arrojándose a sus pies, le suplicó: «Oh, Padre, salve a mamá!».
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El santo la miró y le dijo simplemente: «Espere nueve días».
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Ella iba a pedir una explicación, pero al levantar la vista de nuevo sólo vio la puerta cerrada.

A la mañana siguiente pidió a los médicos que aplazaran la intervención quirúrgica, y ni las advertencias ni los consejos ni las súplicas de sus parientes, ni el mismo estado de la paciente que se agravaba por momentos lograron disuadirla.

Al décimo día, cuando los cirujanos examinaron a la enferma, cuál no sería su estupefacción al comprobar que la herida de la pierna estaba completamente cicatrizada y la señora estaba en vías de restablecimiento.

Unas semanas más tarde la familia toda se dirigió a San Giovanni para agradecer al Padre la merced que les había alcanzado.

Pero nuestro hombre no quiere que se agradezca nada: «¡Id a la Iglesia a dar gracias a Dios y a la Virgen!», es su abrupta manera de rechazar todo agradecimiento.

  

Para la inauguración de su capilla privada, en la Vía Tritone 56, en Roma, la Condesa Virginia Sili había mandado muchas invitaciones, entre otras a su primo, el Cardenal Gasparri y al Cardenal Sili, su cuñado.

La condesa y sus invitados estaban discutiendo el nombre que le darían al oratorio, cuando un novicio entró en la habitación trayendo un relicario que contenía un fragmento de la Cruz de Cristo.

Anoche, explicó el joven, el Padre Pío se me apareció en carne y hueso y me ordenó que trajese a la condesa ésta reliquia por la mañana, antes de la consagración de la capilla.

Días más tarde, la Condesa se presentó en San Giovanni Rotondo, y escuchó de labios del capuchino la confirmación de ese relato.

  

La señora Concepción Bellarmini, de San Vito Luciano, sufrió de pronto un envenenamiento de sangre seguido de una bronconeumonía.

La infección le provocó una ictericia terrible, y los médicos la desahuciaron.

Una pariente le aconsejó que confiase su situación al Padre Pío, a quien ella no conocía.

Así lo hizo, y de pronto se le apareció a plena luz un fraile estigmatizado que le sonrió y la bendijo sin tocarla.

La enferma le preguntó entonces si su venida era señal de que había logrado la conversión de sus hijos o su próxima curación.

El capuchino afirmó: «El domingo por la mañana usted estará curada» y luego se desvaneció dejando una estela de perfume.

Ya al día siguiente la piel de la enferma fue tomando un color normal, cedía la fiebre y pocos días después la señora pudo levantarse.

Acompañada de su hermano, fue a San Giovanni para verificar la identidad de «su» fraile.

Cuando divisó al Padre Pío en la iglesia, se dirigió a su hermano y le dijo al oído: «Es él, no hay duda de que es él».

padre pio escribiendo

  

El Sr. Arturo Bugarini, de Ancona, cuenta que estando junto a su hijo muy grave, golpeaban en la espalda tres veces mientras una voz le murmuraba.

«Soy el Padre Pío, soy el Padre Pío, soy el Padre Pío».

En el mismo momento lo invadió una ola de intenso calor, luego nada más. El niño se salvó.

  

El 21 de julio de 1921, Monseñor d’Indico de Florencia, estando sólo un su escritorio, tuvo la sensación de que había alguien detrás de él.

Se dio vuelta y vio desaparecer un religioso. Interrumpiendo su trabajo, fue en busca de un sacerdote y le contó lo que acababa de ocurrirle.

Este le habló de alucinaciones: Monseñor estaba mortalmente angustiado por la salud de su hermana que estaba agonizando.

Cuando la fue a visitar, ésta (que estaba casi en coma), había visto al mismo tiempo que su hermano, entrar un fraile a su cuarto, acercarse y decirle: Nada tema.
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Mañana su fiebre habrá desaparecido y dentro de pocos días ya no quedarán ni rastros de su enfermedad.

Pero, Padre, ¿quién es usted entonces?, ¿un santo?.

No, repuso el religioso, soy una criatura que sirve al Señor y soy dispersor de sus auxilios.

Padre, permítame besar su hábito.

Bese mas bien el signo de la Pasión, replicó mostrándole las manos.

Y después de bendecirla, desapareció. Inmediatamente la enferma se sintió mejor, y ocho días después estaba sana.

  

La Señora Ercilia Magurno, mujer de mucha fe, había velado durante meses junto al lecho de su marido, sumamente grave de angina de pecho.

Cierta noche invadió la habitación un penetrante perfume a flores, pero el enfermo seguía empeorando por momentos.

Con dos días de intervalo, la señora envió dos telegramas al Padre Pío para implorar su intercesión, pues su marido estaba ya en coma.

El 27 de febrero, el enfermo pareció dormirse con sueño profundo y sereno.
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A la mañana siguiente, al despertar, dijo a su mujer: Estoy curado.

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Me siento perfectamente. El Padre Pío acaba de dejarme. Por favor, abre los postigos y tómame la temperatura. No tenía ya ni rastros de fiebre.

El Padre Pío vino acompañado por otro fraile, explicó el hombre, me examinó el corazón y me dijo: «Mañana se le habrá ido la fiebre y dentro de cuatro días podrá levantarse».

Luego miró los remedios que le daban, leyó las recetas y se quedó largo rato junto a mí.

Como para confirmar este milagro, una fuerte fragancia de violetas flotaba todavía en la habitación.

Cinco meses después, ambos esposos se dirigían a San Giovanni, y el ex-enfermo reconocía a su salvador.

El Padre Pío se le acercó, le puso la mano en el hombro y con tono amistoso le dijo: «¡Como le ha hecho sufrir ese corazón!».

  

Se cuenta que una joven inválida, curada providencialmente, quiso experimentar el don milagroso del Padre Pío y volvió a visitarle simulando su enfermedad pasada.

Vuelve a tu casa, le dijo el sacerdote dándole un golpecito en la espalda, vete sin perder tiempo, pues ya sabes que estás perfectamente sana y no se debe tentar a la divina misericordia.

padre pio y jesus llevando la cruz fondo

  

Durante la segunda guerra mundial los norteamericanos instalaron una base aérea a algunos kilómetros de San Giovanni, cuando todavía había alemanes en la región.

Llegó a la base la noticia de que allí había un depósito de municiones enemigas, y de inmediato se despachó un bombardeo con el pueblo del Gargano como objetivo.

El piloto a cargo de la misión estaba preparándose para lanzar las bombas, cuando ve junto a su avión en pleno vuelo a un monje con hábito capuchino, que con ambas manos le decía: “NO”.

El piloto, aterrado, soltó las bombas en el campo y volvió a su base.

Cuando narró la historia al oficial a cargo de la base, un italiano del lugar que escuchaba le dijo que allí había un famoso cura milagrero.

Juntos fueron a San Giovanni, y grande fue la sorpresa de todos cuando el piloto, viendo al Santo del Gargano, exclamó: ¡es él!.

padre pio y sus hijos espirituales

  

UN FENÓMENO QUE EL MISMO PÍO NUNCA ENTENDIÓ

El Padre D’Apolito dijo que incluso el Padre Pío no entendía los fenómenos que lo rodeaban.

«Reconozco», citó el monje como diciendo, «que soy un misterio para mí.»

«Bajo cualquier aspecto que observé o estudié», agregó D’Apolito, «Yo estaba cada vez más convencido de que no he entendido nada de él». 

«Externamente, el estado de éxtasis del Padre Pío era lo mismo que si estuviera dormido«, escribió el Padre Charles Mortimer Carty, otro biógrafo.

«Los miembros de su cuerpo eran insensibles a las influencias externas.»

El mismo Pio fue quien describió bilocación como una «prolongación» o «extensión» de su personalidad.

«Sólo sé que es Dios quien me envió», respondió el Padre Pío cuando se le preguntó al respecto.

«No sé si estoy allí con mi alma o el cuerpo, o ambos.»

Fuentes:

Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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