Una campaña en los medios de una épica que no existe.
Al Papa le preocupan las «decenas de miles de niños que emigran solos» a EE.UU. «para escapar de la pobreza y de las violencias». «Esta emergencia humana reclama una intervención urgente, que estos menores sean acogidos y tutelados», afirma Francisco.
¿Pero como es esto de que los niños están emigrando solos? Porque la épica del tema parece mostrar que se trata de valientes niños centroamericanos que un día salen para la frontera con EE.UU. simplemente munidos con sus ganas de llegar.
Sin embargo la situación parece ser muy otra. En primer lugar, los niños no viajan solos, sino que sus padres contratan a los llamados ‘coyotes’ para que los lleven a EE.UU. sanos y salvos y los entreguen a las autoridades. Y allí después las autoridades se comunican con los padres.
¿Y por qué pasa esto ahora? Hay muchas especulaciones, pero parecería que existe la fantasía, o quizás está planificado que así sea, que EE.UU. Daría asilo a estos niños migrantes, y de hecho, la Iglesia Católica ya está trabajando en ello, incluso con fondos estatales.
SE NECESITAN LOS COYOTES
Rubén Zamora embajador salvadoreño en Estados Unidos dice que los niños migrantes centroamericanos, al menos la mayoría de esos 52,000 niños migrantes que han llegado este año a Estados Unidos, no decidieron un día tomar una mochila y largarse. Al menos no lo decidieron solos.
La foto que ha dado la vuelta al mundo de Alejandro, un niño hondureño de ocho años que está frente a un patrullero de la frontera en Texas, al otro lado del río Bravo, es una imagen poderosa para el que busca explicaciones absolutas y sencillas. La migración es compleja.
Las familias buscan reunificarse y la violencia apura la reunificación. Los titulares que acusan a las pandillas o a la violencia, los textos que hablan de niños solitos que un día, solitos, a sus ocho años decidieron irse a Estados Unidos solitos porque sus padres malvados nunca mandaron llevarlos, no tienen en cuenta que Centroamérica ofrece desde hace muchos años condiciones para que un niño deba largarse de aquí y, sobre todo, no tienen en cuenta que los padres siempre querrán estar con sus hijos y que en cuanto puedan se los llevarán. Y que para eso necesitan un coyote.
«Coyotes» o «polleros» es el término que se ha acuñado para designar a aquellas personas u organizaciones que se dedican al ilícito contrabando de indocumentados hacia la tierra prometida del «Tío Sam». Un negocio que además de poner en peligro la vida de miles de personas, resulta una actividad muy lucrativa para el crimen organizado porque cada año reporta alrededor de los 6.600 millones de dólares, según el informe «La globalización del delito: evaluación de la amenaza del crimen organizado trasnacional» elaborado por las Naciones Unidas.
ENTREVISTA A UN COYOTE DE EL SALVADOR
Una entrevista del El Faro a un coyote salvadoreño, realizada por el periodista Oscar Martínez, nos permitirá entender que es lo que está sucediendo en realidad con los niños que supuestamente viajan sin acompañante para entrar ilegalmente a los EE.UU.
—A mí me da risa cuando los medios dicen niños solos. Si ninguno va solo, a todos los llevan los polleros, todos han sido llevados. Si yo estuviera en Estados Unidos de indocumentado, ¿cómo le voy a decir a mi hijo: venite? Nooo, así no es. Eso sí, uno va a querer tener a sus hijos a la par. ¿Entonces? —dice el Señor Coyote desde su casa en el departamento norteño de Chalatenango, en El Salvador.
El Señor Coyote es coyote desde 1979. Se jacta de ser uno de los primeros coyotes de El Salvador. De hecho, cuando empezó a coyotear no era ilegal hacerlo. Él incluso llegó a publicar anuncios de “viaje seguro a Estados Unidos” en las páginas de los periódicos, y ahí dejaba el número de su oficina en el municipio de Cuscatancingo.
Es un coyote, un pollero, que ha visto los diferentes tiempos de la migración, desde el éxodo de los migrantes que huían de la guerra y que pasaban por Tijuana hacia Los Ángeles en unas pocas horas; hasta la década de los 90, cuando empezó la construcción del muro; o los últimos 14 años, en que Los Zetas entraron al negocio y la Patrulla Fronteriza estadounidense sobrepasó los 18,000 agentes. Ha visto a miles de salvadoreños irse a la brava, sin papeles, y los sigue viendo irse. Ahora, más que todo a niños.
—¿Pero qué ha pasado en los últimos meses? Las leyes no han cambiado ¿Por qué ahora? —le pregunto en su casa.
—Eso es fácil, en cualquier ciudad llega un niño y empiezan a contar: fulano llegó así y asá y sin fianza. Se riega esa bola, eso lo aprovecharon muchos polleros que seguían cobrando 7,000 dólares. Es un gran negocio, porque para subirlos a la frontera de México con Estados Unidos, a Reynosa, por ejemplo, están gastando, con todo y la cuota de Los Zetas, porque Los Zetas cobran su cuota sea chiquita o grande la persona, unos 2,000 dólares. Imagine que allá en la frontera pagan unos 500 dólares a quien se los cruce. Van 2,500 dólares. Pasan al niño al otro lado, no lo tiran a caminar, en lo urbano, en la ciudad, y lo preparan bien, que diga que iba solo, que anda buscando a su mamá, a su papá. Ellos se tienen que olvidar de que iban con coyote, andan la dirección. Siempre hay alguien viendo que el niño hable con un policía, ni ahí está solo, siempre hay alguien viendo que lo agarren. Ahí está ya en manos seguras. Inmediatamente el policía lo agarra, el coyote informa a su familia: “Ya está en manos de la ley, dele tiempo”. Inmediatamente las autoridades se comunican con la madre, el niño lleva nombres y teléfonos.
—¿O sea que no han bajado el precio?
—Sí, hay gente que les está cobrando menos, porque ahora que ya se generalizó, la familia ya sabe que es más fácil, la gente ya no paga los 7,000 dólares. Entiendo que algunos andan cobrando 4,000 o 5,000 dólares. México ya lo tienen y ganado; y, una vez en Estados Unidos, agarrando las autoridades a los niños, ya estuvo. Tengo algunos amigos que lo que dicen es que los menores de edad son plata segura. Y así es. La mejor bendición es que los detenga un policía de cualquier rama.
—¿Los coyotes andan ofreciendo el servicio o la gente es la que sigue buscándolos?
—Los dos factores. Los coyotes sacan provecho. Y allá, si alguien ve a los hijos de la vecina y pregunta: ¿cómo le hiciste? Así y asá. La otra lleva a sus hijos. Antes había fianzas, de 4,000, 5,000 dólares. Quitar la fianza ha sido la gran cosa. Es como que un día dijeran: vamos a dejar libre un día la frontera: olvídese… je, je. Quizá a pie se va la gente.
El coyotaje es un negocio inmortal en gran medida porque se lucra de una necesidad humana demoledora: la necesidad de los padres de estar con sus hijos.
—A todos esos niños que han entrado así en estos días les va a llegar el citatorio del juez, para ver su caso de asilo o deportación, pero casi nadie se presenta a esas citas. Lo que hacen muchos es moverse de lugar, irse a otro Estado. Pero a las mamás de esos niños lo que les importa es tenerlos allá. Ya después ven qué hacen. Primero lo primero —dice el Señor Coyote desde su casa en Chalatenango.
—¿Es cierto que los niños se van por miedo a las pandillas?
—Sí, es un porcentaje, no digo que no, pero es también caballito de batalla. Algunos, un porcentaje considerable, sí creo que habían empezado a tener problemas de sentir su vida en riesgo. Cipotes a los que querían meter a pandillas. Pero es que es desde allá cuando los papás deciden cuándo se los llevan.
—¿Han surgido nuevos coyotes?
—Sí, hay nuevos. He escuchado de algunas personas… Aquí, nada menos en el sector de Guarjila, que no se escuchaba de nadie que coyoteara, y ahora casi que en cada cantón hay alguien que se dedica a llevar gente. Es gente que ha subido una o dos veces y desde allá se comunicaron. Mientras unos tiran la toalla, otros nuevos llegan. Con un adulto puede que tenga que hacer tres intentos, así es el trato. Con un niño es solo entregarlo a Estados Unidos, porque México está hecho. Actualmente, lo más difícil es sacar el niño de El Salvador, porque la Policía está atenta. Si lo agarran con un niño saliendo y no es su hijo, ahí es tremendo. Guatemala lo persigue también. México lo que hace es subir la tarifa. En México, en todo caso, el cuello de botella es el sur. Del Distrito Federal para arriba todo es regalado. A veces el paso está libre, solo se trata de ir pasando billete, billete, billete. Allá arriba era el problema, a muchos niños los pasaban por la línea con papeles de puertorriqueños o dominicanos. A un niño no lo va a hacer caminar todo el desierto. Era por los pasos cortos. Lugares donde no puede correr grupos, sino solo dos personas. Usted ve allá la calle, del otro lado ya es Estados Unidos, hay un centro comercial, talleres, algo así. No más lo cruza, lo agarra alguien con un carro y lo lleva a otro lado a esconderlo. Está moviendo solo un par de niños, no un grupo. Si no, cualquier civil incluso puede ponerle el dedo. Se cobraba más, era más difícil. Ahora hay gente que cobra 4,000 o 5,000 dólares por un niño.
LOS NIÑOS SE CONVERTIRÁN EN SOLICITANTES DE ASILO
World Net Daily informó esta semana que Miles de niños centroamericanos que cruzan la frontera de manera ilegal podrían pronto convertirse en solicitantes de asilo armados con abogados de inmigración proporcionadas por grupos de la iglesia y pagados con los impuestos federales.
WND reportó el viernes que Caridades Católicas de EE.UU. y otros grupos religiosos estaban trabajando detrás de las escenas con el gobierno federal para albergar temporalmente y reasentar a los niños en decenas de comunidades en los Estados Unidos.
Caridades Católicas está ejecutando una campaña de recaudación de fondos para ayudar a financiar el reasentamiento de los inmigrantes ilegales, informó WND. Pero las organizaciones benéficas religiosas obtienen el grueso de su financiación no procedentes de donantes particulares o miembros de la iglesia que ponen los cheques en una cesta, lo obtienen del gobierno federal.
Caridades Católicas de EE.UU, con sede en Alexandria, Virginia, informó que recibió U$S 1.7 millones en subvenciones del gobierno en el 2012, de acuerdo con su Formulario 990 del IRS .
Pero uno de los mayores receptores de fondos del gobierno para reubicar a los niños inmigrantes es la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU.. La USCCB ayuda a reasentar no sólo a niños no acompañados que entran en el país de forma ilegal, sino también a refugiados que huyen de la persecución en el extranjero que ingresan a través de los canales legales.
Fuentes: El Faro, WND, Signos de estos Tiempos