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Francisco consagrará el mundo al Inmaculado Corazón de María en octubre

La imagen original de Fátima será llevada al Vaticano.

 

A pedido del papa Francisco, la imagen de Nuestra Señora de Fátima será llevada a la Jornada Mariana a pedido del Papa en 12 de octubre y Francisco Consagrará el mundo al Inmaculado Corazón de María, según anuncia la página oficial del santuario de Fátima.

 

imagen de fatima

 

Esta consagración viene después que Pio XII, Pablo VI y Juan Pablo II también lo hubieran hecho y que Francisco haya consagrado su pontificado a la Virgen de Fátima y recientemente el Vaticano a San Miguel Arcángel y San José.

LAS  VARIAS CONSAGRACIONES DEL MUNDO AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

Hubo varias consagraciones de papa del Mundo y Rusia al Inmaculado Corazón de María:

Pío XII tuvo como un acto histórico de su pontificado la consagración del mundo que hizo a María en 1942, en el 25º apariciones de Fátima en un radiomensaje, y la renovó el 7 de Julio de 1952; en esta hace particular consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María como lo había pedido la Virgen a los pastorcitos de Fátima.

El 21 de Noviembre de 1964 Pablo Vl renueva la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, Madre virginal de Dios.

El 13 de Mayo de 1982 Juan Pablo II realiza en Fátima la consagración del mundo, que renovará el 25 de Marzo de 1984 en la plaza de San Pedro ante 200.000 personas y arrodillado ante la imagen que se venera en la Capelinha de las Apariciones en Fátima, que se había trasladado privadamente a Roma para esta consagración. Y la renovará el 8 de octubre del 2000.

EL COMUNICADO DEL SANTUARIO DE FÁTIMA

En respuesta al deseo del Santo Padre Francisco, la Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, que es venerada en la Capilla de las Apariciones, estará en Roma el 12 y el 13 de octubre, en la Jornada Mariana promovida por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. En el día 13 de octubre, junto a la Imagen de Nuestra Señora, el Papa Francisco realizará la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María.

La Jornada Mariana es uno de los grandes eventos previstos en el calendario de celebraciones del Año de la Fe y congregará en Roma a centenares de movimientos e instituciones vinculadas a la devoción mariana.

En una carta dirigida al Obispo de Leiría-Fátima, Antonio Marto, el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, comunica que “todas las realidades eclesiales de espiritualidad mariana” están invitadas a participar en la Jornada Mariana: un encuentro que tiene previsto, en el día 12, una peregrinación a la tumba del Apóstol San Pedro y otros momentos de oración y meditación; y, en el día 13, la celebración eucarística presidida por el Papa Francisco, en la Plaza San Pedro.

“Es un vivo deseo del Santo padre que la Jornada Mariana pueda tener como especial signo uno de los íconos marianos que están entre los más significativos para los cristianos de todo el mundo y, por ese motivo, hemos pensado en la amada estatua original de Nuestra Señora de Fátima”, escribió Mons. Fisichella.

De este modo, la Imagen de Nuestra Señora dejará el Santuario de Fátima en Portugal en la mañana del día 12 de octubre y regresará en la del día 13. En su lugar, en la Capilla de las Apariciones, será colocada la primera Imagen de la Virgen Peregrina de Fátima, entronizada en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario desde el 8 de diciembre de 2003.

Fuentes: Santuario de Fátima, Signos de estos Tiempos

 

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A la Divina Misericordia DEVOCIONES Y ORACIONES

Acto de Consagración del mundo a la Divina Misericordia

Homilía de S.S. Juan Pablo II.
Misa de consagración del santuario de la Divina Misericordia.
Consagración del mundo a la Divina Misericordia.
Santuario de Lagiewniki 17-VIII-02.

Hoy, en este santuario, quiero consagrar el mundo a la Misericordia Divina.

«Oh inconcebible e insondable misericordia de Dios, ¿quién te puede adorar y exaltar de modo digno? Oh sumo atributo de Dios omnipotente, tú eres la dulce esperanza de los pecadores» (Diario, 951, ed. it. 2001, p. 341).

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Repito hoy estas sencillas y sinceras palabras de santa Faustina, para adorar juntamente con ella y con todos vosotros el misterio inconcebible e insondable de la misericordia de Dios.

Como ella, queremos profesar que, fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre. Deseamos repetir con fe: Jesús, confío en ti.

De este anuncio, que expresa la confianza en el amor omnipotente de Dios, tenemos particularmente necesidad en nuestro tiempo, en el que el hombre se siente perdido ante las múltiples manifestaciones del mal.

Es preciso que la invocación de la misericordia de Dios brote de lo más íntimo de los corazones llenos de sufrimiento, de temor e incertidumbre, pero, al mismo tiempo, en busca de una fuente infalible de esperanza.

Por eso, venimos hoy aquí, al santuario de Lagiewniki, para redescubrir en Cristo el rostro del Padre: de aquel que es «Padre misericordioso y Dios de toda consolación» (2 Co 1, 3).

Con los ojos del alma deseamos contemplar los ojos de Jesús misericordioso, para descubrir en la profundidad de esta mirada el reflejo de su vida, así como la luz de la gracia que hemos recibido ya tantas veces, y que Dios nos reserva para todos los días y para el último día.

2. Estamos a punto de dedicar este nuevo templo a la Misericordia de Dios. Antes de este acto, quiero dar las gracias de corazón a los que han contribuido a su construcción. Doy las gracias de modo especial al cardenal Franciszek Macharski, que ha trabajado tanto por esta iniciativa, manifestando su devoción a la Misericordia divina. Abrazo con afecto a las Religiosas de la Bienaventurada Virgen María de la Misericordia y les agradezco su obra de difusión del mensaje legado por santa Faustina. Saludo a los cardenales y a los obispos de Polonia, encabezados por el cardenal primado, así como a los obispos procedentes de diversas partes del mundo. Me alegra la presencia de los sacerdotes diocesanos y religiosos, así como de los seminaristas. Saludo de corazón a todos los que participan en esta celebración y, de modo particular, a los representantes de la Fundación del santuario de la Misericordia Divina, que se ocupó de su construcción, y a los obreros de las diversas empresas. Sé que muchos de los aquí presentes han sostenido materialmente con generosidad esta construcción. Pido a Dios que recompense su magnanimidad y su compromiso con su bendición.

3. Hermanos y hermanas, mientras dedicamos esta nueva iglesia, podemos hacernos la pregunta que afligía al rey Salomón cuando estaba consagrando como morada de Dios el templo de Jerusalén: «¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta casa que yo te he construido!» (1 R 8, 27). Sí, a primera vista, vincular determinados «espacios» a la presencia de Dios podría parecer inoportuno. Sin embargo, es preciso recordar que el tiempo y el espacio pertenecen totalmente a Dios.

Aunque el tiempo y todo el mundo pueden considerarse su «templo», existen tiempos y lugares que Dios elige para que en ellos los hombres experimenten de modo especial su presencia y su gracia. Y la gente, impulsada por el sentido de la fe, acude a estos lugares, segura de ponerse verdaderamente delante de Dios, presente en ellos.

Con este mismo espíritu de fe he venido a Lagiewniki, para dedicar este nuevo templo, convencido de que es un lugar especial elegido por Dios para derramar la gracia de su misericordia.

Oro para que esta iglesia sea siempre un lugar de anuncio del mensaje sobre el amor misericordioso de Dios; un lugar de conversión y de penitencia; un lugar de celebración de la Eucaristía, fuente de la misericordia; un lugar de oración y de imploración asidua de la misericordia para nosotros y para el mundo.

Oro con las palabras de Salomón: «Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Señor Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace hoy en tu presencia, que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta casa. (…) Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona» (1 R 8, 28-30).

4. «Pero llega la hora, ya está aquí, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, porque el Padre desea que le den culto así» (Jn 4, 23). Cuando leemos estas palabras de nuestro Señor Jesucristo en el santuario de la Misericordia Divina, nos damos cuenta de modo muy particular de que no podemos presentarnos aquí si no es en Espíritu y en verdad. Es el Espíritu Santo, Consolador y Espíritu de verdad, quien nos conduce por los caminos de la Misericordia divina. Él, convenciendo al mundo «en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio» (Jn 16, 8), al mismo tiempo revela la plenitud de la salvación en Cristo.

Este convencer en lo referente al pecado tiene lugar en una doble relación con la cruz de Cristo. Por una parte, el Espíritu Santo nos permite reconocer, mediante la cruz de Cristo, el pecado, todo pecado, en toda la dimensión del mal, que encierra y esconde en sí. Por otra, el Espíritu Santo nos permite ver, siempre mediante la cruz de Cristo, el pecado a la luz del «mysterium pietatis», es decir, del amor misericordioso e indulgente de Dios (cf. Dominum et vivificantem, 32). Y así, el «convencer en lo referente al pecado», se transforma al mismo tiempo en un convencer de que el pecado puede ser perdonado y el hombre puede corresponder de nuevo a la dignidad de hijo predilecto de Dios. En efecto, la cruz «es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre (…). La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre» (Dives in misericordia, 8).

La piedra angular de este santuario, tomada del monte Calvario, en cierto modo de la base de la cruz en la que Jesucristo venció el pecado y la muerte, recordará siempre esta verdad. Creo firmemente que en este nuevo templo las personas se presentarán siempre ante Dios en Espíritu y en verdad. Vendrán con la confianza que asiste a cuantos abren humildemente su corazón a la acción misericordiosa de Dios, al amor que ni siquiera el pecado más grande puede derrotar. Aquí, en el fuego del amor divino, los corazones arderán anhelando la conversión, y todo el que busque la esperanza encontrará alivio.

5. «Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el alma y la divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por los pecados nuestros y del mundo entero; por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero» (Diario, 476, ed. it., p. 193).

De nosotros y del mundo entero… ¡Cuánta necesidad de la misericordia de Dios tiene el mundo de hoy! En todos los continentes, desde lo más profundo del sufrimiento humano parece elevarse la invocación de la misericordia. Donde reinan el odio y la sed de venganza, donde la guerra causa el dolor
y la muerte de los inocentes. Se necesita la gracia de la misericordia para calmar las mentes y los corazones, y hacer que brote la paz. Donde no se respeta la vida y la dignidad del hombre se necesita el amor misericordioso de Dios, a cuya luz se manifiesta el inexpresable valor de todo ser humano. Se necesita la misericordia para hacer que toda injusticia en el mundo termine en el resplandor de la verdad.

Por eso hoy, en este santuario, quiero consagrar solemnemente el mundo a la Misericordia divina. Lo hago con el deseo ardiente de que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través de santa Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene su corazón de esperanza. Que este mensaje se difunda desde este lugar a toda nuestra amada patria y al mundo. Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: de aquí debe salir «la chispa que preparará al mundo para su última venida» (cf. Diario, 1732, ed. it., p. 568). Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia.

En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad. Os encomiendo esta tarea a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, a la Iglesia que está en Cracovia y en Polonia, y a todos los devotos de la Misericordia divina que vengan de Polonia y del mundo entero.

¡Sed testigos de la misericordia!

6. Dios, Padre misericordioso,
que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo
y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo, Consolador;
te encomendamos hoy
el destino del mundo y de todo hombre.

Inclínate hacia nosotros, pecadores;
sana nuestra debilidad;
derrota todo mal;
haz que todos los habitantes de la tierra
experimenten tu misericordia,
para que en ti, Dios uno y trino,
encuentren siempre la fuente de la esperanza.

Padre eterno, por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Amén.

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