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¿En qué creen los Cristianos?

La historia sobrenatural estos nacimientos se están convirtiendo en un secreto para iniciados.

Porque vivimos en una sociedad cada vez alejada y hostil al evangelio.

Y las verdades de fe son atacadas desde distintos flancos.

Se siembra la duda en los creyentes manipulando la ciencia para presentarla falsamente contraria a la Fe.

Por lo menos un par de generaciones en occidente han dejado de escuchar la más grandiosa historia jamás contada.
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Pero vale la pena contarla aquí.
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Así que prepárate a para leer la historia que cambió el curso de la humanidad.

Porque en la actualidad se ha minado la credibilidad de la Biblia y la enseñanza de la Iglesia con prejuicios hacia los testigos cristianos.

Esta desconfianza infundada lleva a “reinterpretar” el pasado a partir un juicio crítico que suele llevar a una conclusión común: el cristianismo piadoso está inspirado en un cúmulo de errores históricos.

Sin embargo los hechos han dejado huella y son imposibles de borrar, sólo se les puede apartar tendenciosamente.

Examinando los registros antiguos se puede llegar a redescubrir los cimientos de la historia cristiana.

   

CUÁLES SON LOS FUNDAMENTOS DE LA FE CRISTIANA

Los cristianos creen en la existencia de un único Dios, eterno y creador de todas las cosas, que es infinitamente bueno.

Cree en la existencia de la Santísima Trinidad formado por tres personas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Y que hay un mundo sobrenatural que no vemos con nuestros ojos físicos, un cielo donde tenemos la promesa de vivir la vida eterna y un infierno si no aceptamos la promesa de Dios.

Cree que los seres humanos fueron creados imagen y semejanza de Dios, pero su pecaminosidad los hizo caer y alejarse de Dios.

Por eso Dios envío a Su Hijo para salvar a los seres humanos de la muerte eterna.

Jesucristo se hizo hombre en el vientre de la Santísima Virgen María y recorrió la Tierra hace 2000 años, expiando nuestros pecados.

El cristianismo cree que todos los seres humanos nacen con el pecado original que sólo el bautismo elimina y que es necesario para la salvación.

Y que vivimos en un mundo de gracia que es un regalo no merecido de Dios, para participar en lo divino y que nos inspira a hacer la voluntad de Dios.

Pero que tenemos libre albedrío aceptar o no aceptar los mandamientos de Dios.

Los cristianos creen qué Jesús creó una iglesia Santa católica, apostólica y universal, que es el cuerpo de Cristo y al que pertenecen los creyentes.

Y su objetivo es proclamar el evangelio y servir a Dios en el mundo.

Los cristianos también creen en el regreso personal y visible de Jesucristo en su gloria para resucitar a los muertos, realizar el juicio final y conducir directamente a los fieles al cielo, donde el sufrimiento y la muerte desaparecerán y los cristianos vivirán para siempre en presencia de Dios.

Cree en la inspiración divina de la Biblia como libre de errores y revelada por Dios.

Esta revelación de Dios presenta una brújula moral en los 10 mandamientos y en las bienaventuranzas, para dirigir la vida de la humanidad.

Estos son los cimientos filosóficos de las creencias cristianas.

Pero también es necesario creer en los aspectos sobrenaturales de la realidad en que vivimos

Y en especial la historia de la llegada del hijo de Dios a la Tierra que veremos en adelante.

   

EL NACIMIENTO E INFANCIA DE MARÍA

Se sabe que fue inmaculada, libre de todo pecado, desde su concepción y para siempre.
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Pero no se sabe ni el año ni el lugar exacto del nacimiento de la nuestra Madre.

Se puede estimar que nació entre los años 20 y 15 a.C. según diversas fuentes que van desde opiniones de estudiosos hasta el escrito apócrifo del Protoevangelio de Santiago (150 d.C.).

De este mismo libro la Iglesia toma los nombres devocionales de los padres de María: Joaquín y Ana.

Según esta tradición, san Joaquín se retiró al desierto donde ayunó 40 días para pedir por su esposa estéril, santa Ana, y mientras ella afligida rezaba al Señor un ángel se presentó diciéndole que concebiría y daría a luz una niña.

Así el nacimiento de María se presenta como un milagro.

En cuanto al lugar, hay disenso si fue en Séforis, Belén, Jerusalén, o Nazaret, san Jerónimo de Estridón opina que fue en esta última ciudad.

Por su parte San Agustín, en contra Faustum, 13,9, opina que María pertenece al linaje de David y por lo tanto a la tribu de Judá:

Nosotros, pues, creemos que también María fue de la estirpe de David, porque creemos a las Escrituras, que dicen que Cristo es del linaje de David según la carne.

…acerca de su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, nacido del linaje de David según la carne, (Romanos 1:3)

Y ya que María fue la única en dar carne al Verbo, se asume que fue de este linaje también ella junto a José, padre putativo de Nuestro Señor.

El Señor sería válidamente del linaje de David tanto por la adopción de san José como por su lazo consanguíneo con su Madre.

En la Iglesia celebramos el nacimiento de María el 8 de septiembre, nueve meses después de la fiesta de la Inmaculada Concepción que se celebra el 8 de diciembre.

   

LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

Esta es la primera aparición explícita de nuestra Madre en las Sagradas Escrituras, María tendría entre 15 y 20 años de edad.

Para entonces ella estaba comprometida con San José.

En la ley judía esto era ya un matrimonio, sólo a la espera de la última ceremonia formal y vivir como marido y mujer bajo el mismo techo.

Para calcular la fecha de la Anunciación se debe calcular antes el nacimiento de san Juan el Bautista.

La anunciación del nacimiento de Juan pasó mientras su padre, el sacerdote Zacarías, se encontraba sirviendo en el templo de Jerusalén en “el turno de Abías”. (Lucas 1,5).

De los 24 turnos sacerdotales posibles (Nehemías 12,17), el de Abías servía durante la semana 32 del ciclo anual y ésta corresponde con la segunda semana del mes judío de Tishri, y en nuestro calendario estaría entre el 22 de septiembre y el 8 de octubre.

Siendo Juan concebido a finales de septiembre y sumando 9 meses de gestación, él nacería en Junio, lo que coincide con la fiesta litúrgica de la Natividad de san Juan el Bautista que celebramos el día 24 de ese mes.

Por su parte, María después de concebir a Jesús fue a visitar a su prima santa Isabel que tenía 6 meses de embarazo (Lucas 1,36).

Teniendo en cuenta esto, la anunciación ocurrió aproximadamente el 25 de Marzo, y hasta el día de hoy la Iglesia celebra en ese día la Solemnidad de Anunciación del Señor.

Otro hecho destacable de la Anunciación a María es que Dios se revela como Trinidad en el anuncio del ángel:

Respondió el ángel y le dijo: –El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios. (Lucas 1:35)

La relación de María con la Santísima Trinidad está atestiguada en la jaculatoria devocional que reza:

“María, Hija de Dios Padre, María Madre de Dios Hijo, María Esposa –espiritual- de Dios Espíritu Santo, ruega por nosotros”.

   

EL MAGNIFICAT Y LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA

Durante su visita a Isabel, María es reconocida por su prima como como madre de su “Señor” (Lucas 1,43).

La palabra griega para «Señor» acá es (Kurios), que a su vez es el equivalente de Adonai en hebreo.

Esta es la misma palabra que utiliza María en el versículo 46, para designar al Dios de Israel.

Por lo tanto, Isabel llena del Espíritu Santo, garantía de que no se equivocó, llamó a María, Madre de «Adonai» o sea Madre de Dios.

Durante esta visita, María también exclamó (Lucas 1,46-55):

  • (v.46) Proclama mi alma las grandezas del Señor (Kurios)
  • y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador:
  • porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava;
  • por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones.

Y la profundidad del versículo 46 no termina allí, este “Proclama” viene de la palabra griega que significa literalmente: Alargar, hacer más grande, engrandecer, glorificar, enaltecer, tener en alta estima.

La traducción tradicional tiene mayor sentido: “Magnifica (Magníficat) mi alma las grandezas del Señor”, como una lupa el alma –sin pecado- de María muestra la grandeza de Dios.

Que ella sea sin pecado no menosprecia la grandeza de Dios, la prueba y la hace más evidente, pues ella santa e inmaculada como es, fue creada y salvada por Él, ella es la obra maestra que apunta al mayor artista, Dios.

Es por esto que bendecir (“bienaventurar”) a María ha sido parte de la tradición cristiana desde el inicio, desde el saludo de santa Isabel hasta nuestros días, y por todas la generaciones hasta que Cristo regrese.

Bendecirla es reconocer el poder y bondad de Dios para hacerla en todo agradable a Él, modelo para todos nosotros y eslabón eficaz por el cual Dios ha traído a Jesús, Único Mediador para la Salvación de todos, incluida ella.

EL NACIMIENTO DE JESÚS Y VIRGINIDAD PERPETUA DE MARÍA

Si sumamos 9 meses a la Anunciación/ Concepción de nuestro Señor, obtenemos la fecha del 25 de Diciembre, nuevamente coincidiendo ahora con la Solemnidad de la Natividad del Señor, la navidad.

Esto no tiene ninguna relación con las teorías modernistas sobre la influencia de fiestas paganas como la Saturnalia, o el Nacimiento del Sol Invicto en la decisión de la fecha de navidad.

Matemática básica y conocimiento del calendario litúrgico hebreo ayudaría a la Iglesia a calcular la fecha del Nacimiento del Salvador. Sin mencionar otra posibilidad muy práctica: simplemente le preguntarían a María.

Se tienen registros que la Iglesia conocía esta fecha y la celebraba desde los primeros siglos del cristianismo.

Teófilo (115-181 d.C.) obispo católico de Cesarea en Palestina dice:

«Debemos celebrar el cumpleaños de Nuestro Señor en el día de siempre, el 25 de Diciembre». (Magdeburgenses, Cent. 2. c. 6. Hospinian, De origine Festorum Chirstianorum.)

A su vez el san Telesforo, Papa reinante del 125 al 136 d.C. toma con naturalidad la celebración de la navidad e instituye la tradición de la misa de gallo, esto está registrado en el documento Liber Pontificalis.

En cuanto al año, muchos estudiosos modernos desacreditan que fuera en el año 1 a.C., proponiendo los años entre el 4 y 6 a.C. basados en las crónicas de Flavio Josefo (37 – 101 d.C.) que datan el reinado de Herodes en ese periodo.

Sin embargo, Josefo a pesar de relatar hechos fidedignos normalmente erra en la precisión de fechas, da valor simbólico a los años y mueve los hechos en el tiempo para favorecer la narrativa, esto era normal en aquella época.

El monje católico e historiador Dionisio el Exiguo (460-550 d.C.) por otra parte recurriendo a la información de la Iglesia llegó a datar el año del nacimiento de nuestro señor en el 1 a.C. (recordemos que no hay año cero).

Dionisio contó con la confianza de Beda el Venerable (672 – 735 d.C.) y está apoyado por la ciencia de la astronomía.

Históricamente Herodes murió meses después de un eclipse lunar, con los cálculos astronómicos modernos sabemos que dicho evento ocurrió el 29 de diciembre del año 1 a.C., situando la muerte del tirano en el año 1 d.C.

Jesús nacería en el 1 a.C., partiendo de esto:

Los pastores y los reyes magos visitarían al niño (6 de Enero, día de ReyesLucas 2,8-20 ; Mateo 2,1-12), Jesús sería circuncidado pasados ocho días (1 de eneroLucas 2,21) y María acudiría al templo para su “purificación” a los 40 días (2 de febrero  – Lucas 2,22-24).

Luego la sagrada familia huiría a Egipto y pasados varios meses el rey Herodes moriría, permitiendo el retorno de Jesús, María y José a Israel luego de un tiempo prudencial (Mateo 2,13-24).

Como vemos el día y año de nacimiento de Nuestro Señor con más apoyo bíblico, de la tradición y sustento astronómico serían el 25 de Diciembre del año 1 a.C., en la ciudad de Belén durante un censo (Lucas 2,1-6).

Eso en el plano humano, en el plano espiritual “la señal” del Mesías sería la Virgen que daría a luz, y esto también es puesto en duda por estudiosos e incluso cristianos, pero la biblia es clara en esta verdad.

Virgen antes del parto:

Entonces respondió. -Escuchad, casa de David. « ¿Os parece poco cansar a los hombres para que canséis también a mi Dios?

“Pues bien, el propio Señor os da un signo. Mirad, la virgen está encinta y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Enmanuel.” (Isaías 7,13-14)

“María le dijo al ángel: -¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?

Respondió el ángel y le dijo: -El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1,34-35)

Si Cristo no nació de Virgen, él no es el Emanuel (Dios con nosotros) y entonces seríamos dignos de lástima (1 Corintios 15,19).

Virgen durante el parto:

“Antes de sentir los dolores de parto, dio a luz. Antes de venirle los dolores de parto, alumbró a un varón.” (Isaías 66:7)

“y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento.” (Lucas 2,7)

Dice san Jerónimo sobre esto: “Ninguna partera la asistió en Su parto; no intervino ninguna mujer oficiosa. Con sus propias manos ella lo envolvió en sus pañales, siendo ella misma madre y partera”.

Una mujer que ha sufrido el desgaste físico propio de dar a luz a un bebé que acaba de salir de sus entrañas normalmente no tiene la condición y fuerza para levantarse inmediatamente y arropar a su hijo.

San Agustín agrega: “Cristo pasó como la luz por el cristal al nacer de María Santísima”.

Y por si fuera poco, aunque no es dogma, de los 33 Doctores de la Iglesia ninguno niega el nacimiento indoloro de Cristo y por el contrario 20 de ellos explícitamente lo afirman.

Virgen perpetua:

Y me dijo el Señor. -Esta puerta permanecerá cerrada, no se abrirá y nadie entrará por ella, porque el Señor Dios de Israel ha entrado por ella. Permanecerá cerrada. (Ezequiel 44:2)

Si el Señor Dios clausura una puerta por haber “entrado” por ella, ¿Cuánto más reservaría el vientre de Su Madre en el que se encarnó? La respuesta es obvia.

Otro pasaje aclara más la cuestión:

Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: -Mujer, aquí tienes a tu hijo.

Después le dice al discípulo: -Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa. (Juan 19,26-27)

Si María hubiera tenido más hijos después de Jesús, Nuestro Señor no hubiera tenido la necesidad de encomendarla a san Juan.

Cuando en la Biblia se usa la palabra “hermanos” (Adelfos) de Jesús, ésta se usa para designar parientes o vecinos como solía hacerse en aquella época, no hay excusa para dudar de la virginidad de María.

Dios no nació de una mujer ordinaria en cuanto a gracia, sino en una mujer especial llena de gracia, y la consagró a Él ¿tan difícil es asimilar y creer esto?

Estas verdades de Fe son ciertas e históricas.

Ya lo decía Benedicto XVI:

“Hablar de Dios quiere decir, ante todo, tener bien claro lo que debemos llevar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo:

no un Dios abstracto, una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha entrado en la historia y está presente en la historia;

el Dios de Jesucristo como respuesta a la pregunta fundamental del por qué y del cómo vivir”.

Jesús, Señor de la historia, ten misericordia de nosotros.

Fuentes:


Informe Redactado por Marvin Marroquín. Estudios en arquitectura, filosofía, teología y apologética

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00 Todas las Advocaciones 08 Agosto ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Movil Noticias 2018 - julio - diciembre

¡Feliz Cumpleaños Querida Madre!: Cumpleaños de la Virgen María (5 de agosto)

La Santa Iglesia eligió el 8 de Setiembre como celebración de la Natividad de María de manera convencional.

Ya que no se conocía cuándo había realmente nacido.

Giotto nacimiento virgen maria

En Medjugorje y en muchas otras partes del mundo, como en apariciones de España y de México de las décadas del 70 y en otros continentes como Asia y África, Ella misma dio a conocer la fecha verdadera: el 5 de Agosto.

En 1983, la Virgen le dijo a Amparo Cuevas (Apariciones de la Santísima Virgen en Prado Nuevo, El Escorial, España) que el 5 de Agosto era la verdadera fecha de su nacimiento.

A Jelena (en las apariciones de la Santísima Virgen en Medjugorje, en Bosnia-Herzegovina)le dijo en agosto de 1984 que cumplía 2000 años.

A la vidente Anita de Oliveto Citra le dijo el 5 de agosto de 1985: «Hoy es un día de fiesta. ¡Es mi cumpleaños!».

También a los chicos de Tierra Blanca, en México les había dicho lo mismo.

Ver también:

nacimiento virgen maria

HECHOS COINCIDENTES CON EL CUMPLEAÑOS DE MARÍA

La Iglesia conmemora el cumpleaños de la Madre de Dios el 8 de septiembre, aunque nuestra MADRE BENDITA, en varias Apariciones y videncias informó que ELLA nació el 5 de agosto.

Para confirmar la fecha del cumpleaños de María, hay dos hechos que se pasaron en el mismo día.

Y que colaboran y nos guían a admitir el 5 de agosto como la fecha correcta, considerando que las «coincidencias» existen y sin cualquier duda, ellos son los Trabajos de la Providencia Divina.

El primer hecho pasó en agosto, año 352, en la ciudad de Roma, con una nevada milagrosa, en la Colina de Esquilino.
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Giovanni Patricio y su esposa soñaron que la VIRGEN MARIA deseaba la construcción de una Iglesia en SU homenaje y informaba «que el lugar se marcaría cubierto con nieve».
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En el sueño, NUESTRA SEÑORA aparecía con el NIÑO JESÚS en sus brazos, y pidió a la pareja que llevase las noticias a Su Santidad.
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En la audiencia con el Papa Libério(352-366), cuando la pareja estaba describiendo su sueño, el Pontífice se sorprendió y quedó admirado, porque él también había soñado con eso.

Por esa razón él decidió verificar ese evento maravilloso. ¡Él con un ayudante fue a ver ese lugar!.

¡Para su gran sorpresa, de facto aquél hogar estaba cubierto de nieve, en pleno verano en Italia!.

Fue el 5 de agosto de 352. El Papa empezó a construir en la situación indicad por la VIRGEN la BASÍLICA LIBERIANA o IGLESIA DE SANTA MARIA DE LAS NIEVES, y también en esa fecha él instituyó la Celebración de NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES, o de la VIRGEN BLANCA, en honor a la MADRE DE DIOS.

El segundo hecho pasó en el año 431, cuando el Papa Celestino I (422-432) decretó la realización del Concilio de Efeso, del 22 de junio al 31 de julio.
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En este Concilio Ecuménico, se reconoció y fue proclamado oficialmente la MATERNIDAD DIVINA DE MARIA.
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El 5 de agosto en Roma, Su Santidad celebró una Santa Misa y leyó «en ese mismo día» el texto del Dogma de la MATERNIDAD DIVINA DE NUESTRA SEÑORA.

En el Pontificado del Papa Sixto III (432-440), sucesor del Papa Celestino I, se construyó en la misma situación indicada por la VIRGEN MARIA, en la Colina del Esquilino, en Roma, otro templo en honor a NUESTRA SEÑORA, con un sólido y muy bueno basamento estructural, con columnas iónicas muy bonitas, y tres naves magníficas (en la Iglesia es el espacio desde la entrada hasta el santuario), que se puede verse hasta hoy.

La Iglesia vieja construida por el Papa Liberio desapareció en el tiempo sin dejar cualquier vestigio.

El nuevo templo se denominó BASÍLICA DE SANTA MARIA MAGGIORE (Santa Maria, la más Grande), refiriéndose a la grandeza de SUS virtudes, y el inmenso poder de intercesión de la MADRE DE DIOS, NUESTRA SEÑORA, entre muchas otras denominaciones también llamada SANTA MARIA DE LA NIEVE.

Al largo de los siglos, la Basílica recibió muchas mejoras, pinturas admirables, el arte de oro en el forro y en los altares, suelos cerámicos con dibujos especiales, imágenes notables, y las esculturas artísticas que transformaron el Templo en una Basílica majestuosa, uno de los más importantes y más bonitos Templos de MARÍA en el mundo.

Anualmente el 5 de agosto se renuevan homenajes a NUESTRA SEÑORA y se multiplican en fiestas y celebraciones que recuerdan con entusiasmo y mucha alegría la Construcción de la Basílica, un presente digno y precioso de la humanidad en honor a NUESTRA SEÑORA, con la mayor veneración y como un signo de amor a ELLA en SU cumpleaños.

ICONO de nacimiento de maria

 

EL NACIMIENTO DE MARÍA

En lo referente al lugar de nacimiento de Nuestra Señora, existen tres tradiciones diferentes que hay que considerar.

 

Primero, se ha situado el acontecimiento en Belén

Esta opinión se basa en la autoridad de los siguientes testigos: ha sido expresada en un documento titulado «De nativ. S. Mariae» incluido a continuación de las obras de S. Jerónimo.

Es una suposición más o menos vaga del Peregrino de Piacenza, llamado erróneamente Antonino Mártir, que escribió alrededor del 580 d. de J.C.

Finalmente, los Papas Pablo II (1471), Julio II (1507), León X (1519), Pablo III (1535), Pío IV (1565), Sixto V (1586) e Inocencio XII (1698) en sus Bulas referentes a la Santa Casa del Loreto afirman que la Bienaventurada Virgen nació, fue educada y recibió la visita del ángel en la Santa Casa.

Sin embargo, estos pontífices no deseaban en realidad decidir sobre una cuestión histórica; ellos simplemente expresan la opinión de sus épocas respectivas.

 

Una segunda tradición situaba el nacimiento de Nuestra Señora en Seforis

Unas tres millas al norte de Belén.

La antigüedad de esta opinión puede deducirse por el hecho de que bajo el reinado de Constantino se erigió en Seforis una iglesia para conmemorar la residencia de Joaquín y Ana en dicho lugar. S. Epifanio habla de este santuario.

Pero esto sólo demuestra que Nuestra Señora debió vivir durante algún tiempo en Seforis con sus padres, sin que por ello tengamos que creer que nació allí.

 

La tercera tradición, la de que María nació en Jerusalén, es la más probable de las tres

Se basa en el testimonio de S. Sofronio, de S. Juan Damasceno y sobre la evidencia de hallazgos recientes en la Probática.

La Festividad de la Natividad de Nuestra Señora no se celebró en Roma hasta finales del siglo VII.

Sin embargo, dos sermones encontrados entre los escritos de S. Andrés de Creta (m. 680) implican la existencia de esta fiesta y nos hacen suponer que fue introducida en una fecha más temprana en otras iglesias.

En 1799, el décimo canon del Sínodo de Salzburgo señala cuatro fiestas en honor de la Madre de Dios: la Purificación, el 2 de febrero; la Anunciación, el 25 de marzo; la Asunción, el 15 de agosto y la Natividad, el 8 de septiembre.

 

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Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA María Valtorta: Italia MENSAJES Y VISIONES

Nacimiento de la Virgen María, visión de María Valtorta

VISIÓN Y DICTADO DE MARÍA VALTORTA EL 26 DE AGOSTO DE 1944

Veo a Ana saliendo al huerto–jardín. Va apoyándose en el brazo de una pariente (se ve porque se parecen). Está muy gruesa y parece cansada – quizás también porque hace bochorno, un bochorno muy parecido al que a mi me hace sentir abatida.

A pesar de que el huerto sea umbroso, el ambiente es abrasador y agobiante. Bajo un despiadado cielo, de un azul ligeramente enturbiado por el polvo suspendido en el espacio, el aire es tan denso, que podría cortarse como una masa blanda y caliente. Debe persistir ya mucho la sequía, pues la tierra, en los lugares en que no está regada, ha quedado literalmente reducida a un polvo finísimo y casi blanco. Un blanco ligeramente tendente a un rosa sucio.

Sin embargo, por estar humedecida, es marrón oscura al pie de los árboles, como también a lo largo de los cortos cuadros donde crecen hileras de hortalizas, y en torno a los rosales, a los jazmines a otras flores de mayor o menor tamaño (que están especialmente a lo largo de todo el frente de una hermosa pérgola que divide en dos al huerto hasta donde empiezan las tierras, ya despojadas de sus mieses). La hierba del prado, que señala el final de la propiedad, está requemada; se ve rala. Sólo permanece la hierba más verde y tupida en los márgenes del prado, donde hay un seto de espino blanco silvestre, ya todo adornado de los rubíes de los pequeños frutos; en ese lugar, en busca de pastos y sombra, hay unas ovejas con su zagalillo.

Joaquín, con otros dos hombres como ayuda, está dedicado a las hortalizas y a los olivos. A pesar de ser anciano, es rápido y trabaja con gusto. Están abriendo unas pequeñas protecciones de las lindes de una parcela para proporcionar agua a las sedientas plantas. Y el agua se abre camino borboteando entre la hierba y la tierra quemada, y se extiende en anillos que, en un primer momento, parecen como de cristal amarillento para luego ser anillos oscuros de tierra húmeda en torno a los sarmientos y a los olivos colmados de frutos.

Lentamente, Ana, por la umbría pérgola, bajo la cual abejas de oro zumban ávidas del azúcar de los dorados granos de las uvas, se dirige hacia Joaquín, el cual, cuando la ve, se apresura a ir a su encuentro.
“¿Has llegado hasta aquí?”.
“La casa está caliente como un horno”.
“Y te hace sufrir”.
“Es mi único sufrimiento en este último período mío de embarazo. Es el sufrimiento de todos, de hombres y de animales. No te sofoques demasiado, Joaquín”.
“El agua que hace tanto que esperamos, y que hace tres días que parece realmente cercana, no ha llegado todavía. Las tierras arden. Menos mal que nosotros tenemos el manantial cercano, y muy rico en agua. He abierto los canales. Poco alivio para estas plantas cuyas hojas ya languidecen cubiertas de polvo. No obstante, supone ese mínimo que las mantiene en vida. ¡Si lloviera!…”.

Joaquín, con el ansia de todos los agricultores, escudriña el cielo, mientras Ana, cansada, se da aire con un abanico (parece hecho con una hoja seca de palma traspasada por hilos multicolores que la mantienen rígida).

La pariente dice: “Allí, al otro lado del gran Hermón, están formándose nubes que avanzan velozmente. Viento del norte. Bajará la temperatura y dará agua”.
“Hace tres días que se levanta y luego cesa cuando sale la Luna. Sucederá lo mismo esta vez”. Joaquín está desalentado.
“Vamos a casa. Aquí tampoco se respira; además, creo que conviene volver…”. Dice Ana, que ahora parece de tez todavía más olivastra debido a que se le ha puesto al improviso pálida la cara.

“¿Sientes dolor?”.
“No. Siento la misma gran paz que experimenté en el Templo cuando se me otorgó la gracia, y que luego volví a sentir otra vez al saber que era madre. Es como un éxtasis. Es un dulce dormir del cuerpo, mientras el espíritu exulta y se aplaca con una paz sin parangón humano. Yo te he amado, Joaquín, y, cuando entré en tu casa y me dije: “Soy esposa de un justo”, sentí paz, como todas las otras veces que tu próvido amor se prodigaba en mí. Pero esta paz es distinta. Creo que es una paz como la que debió invadir, como una deleitosa unción de aceite, el espíritu de Jacob, nuestro padre, después de su sueño de ángeles. O semejante, más bien, a la gozosa paz de los Tobías tras habérseles manifestado Rafael. Si me sumerjo en ella, al saborearla, crece cada vez más. Es como si yo ascendiera por los espacios azules del cielo… y, no sé por qué, pero, desde que tengo en mí esta alegría pacífica, hay un cántico en mi corazón: el del anciano Tobit. Me parece como si hubiera sido compuesto para esta hora… para esta alegría… para la tierra de Israel que es su destinataria… para Jerusalén, pecadora, mas ahora perdonada… bueno… no os riáis de los delirios de una madre… pero, cuando digo: “Da gracias al Señor por tus bienes y bendice al Dios de los siglos para que vuelva a edificar en ti su tabernáculo”, yo pienso que aquel que reedificará en Jerusalén el Tabernáculo de Dios verdadero, será este que está para nacer… y pienso también que, cuando el cántico dice: “Brillarás con una luz espléndida, todos los pueblos de la tierra se postrarán ante ti, las naciones irán a ti llevando dones, adorarán en ti al Señor y considerarán santa tu tierra, porque dentro de ti invocarán el Gran Nombre. Serás feliz en tus hijos porque todos serán bendecidos y se reunirán ante el Señor. ¡Bienaventurados aquellos que te aman y se alegran de tu paz!…”, cuando dice esto, pienso que es profecía no ya de la Ciudad Santa, sino del destino de mi criatura, y la primera que se alegra de su paz soy yo, su madre feliz…”.

El rostro de Ana, al decir estas palabras, palidece y se enciende, como una cosa que pasase de luz lunar a vivo fuego, y viceversa. Dulces lágrimas le descienden por las mejillas, y no se da cuenta, y sonríe a causa de su alegría. Y va yendo hacia casa entre su esposo y su pariente, que escuchan conmovidos en silencio.

Se apresuran, porque las nubes, impulsadas por un viento alto, galopan y aumentan en el cielo mientras la llanura se oscurece y tirita por efectos de la tormenta que se está acercando. Llegando al umbral de la puerta, un primer relámpago lívido surca el cielo. El ruido del primer trueno se asemeja al redoble de un enorme bombo ritmado con el arpegio de las primeras gotas sobre las abrasadas hojas.

Entran todos. Ana se retira. Joaquín se queda en la puerta con unos peones que le han alcanzado, hablando de esta agua tan esperada, bendición para la sedienta tierra. Pero la alegría se transforma en temor, porque viene una tormenta violentísima con rayos y nubes cargados de granizo. “Si rompe la nube, la uva y las aceitunas quedarán trituradas como por rueda de molino. ¡Pobres de nosotros!”. Joaquín tiene además otro motivo de angustia: su esposa, a la que le ha llegado la hora de dar a luz al hijo.

La pariente le dice que Ana no sufre en absoluto. Él está, de todas formas, muy inquieto, y, cada vez que la pariente u otras mujeres (entre las cuales la madre de Alfeo) salen de la habitación de Ana para luego volver con agua caliente, barreños y paños secados a la lumbre, que, jovial, brilla en el hogar central en una espaciosa cocina, él va y pregunta, y no le calman las explicaciones tranquilizadoras de las mujeres. También le preocupa la ausencia de gritos por parte de Ana. Dice: “Yo soy hombre. Nunca he visto dar a luz. Pero recuerdo haber oído decir que la ausencia de dolores es fatal…”.

Declina el día antes de tiempo por la furia de la tormenta, que es violentísima. Agua torrencial, viento, rayos… de todo, menos el granizo, que ha ido a caer a otro lugar.

Uno de los peones, sintiendo esta violencia, dice: “Parece como si Satanás hubiera salido de la Gehena con sus demonios. ¡Mira qué nubes tan negras! ¡Mira qué exhalación de azufre hay en el ambiente, y silbidos y voces de lamento y maldición! Si es él, ¡está enfurecido esta noche!”

El otro peón se echa a reír y dice: “Se le habrá escapado una importante presa, o quizás Miguel de nuevo le habrá lanzado el rayo de Dios, y tendrá cuernos y cola cortados y quemados”.

Pasa corriendo una mujer y grita: “¡Joaquín! ¡Va a nacer de un momento a otro! ¡Todo ha ido rápido y bien!”. Y desaparece con una pequeña ánfora en las manos.

Se produce un último rayo; tan violento, que lanza contra las paredes a los tres hombres. En la parte delantera de la casa, en el suelo del huerto, queda como recuerdo un agujero negro y humeante. Luego, de repente, cesa la tormenta. De detrás de la puerta de Ana viene un vagido (parece el lamento de una tortolita en su primer arrullo). Mientras, un enorme arco iris extiende su faja semicircular por toda la amplitud del cielo. Surge, o por lo menos lo parece, de la cima del Hermón (la cual, besada por un filo de sol, parece de alabastro de un blanco–rosa delicadísimo), se eleva hasta el más terso cielo septembrino y, salvando espacios limpios de toda impureza, deja debajo las colinas de Galilea y un terreno llano que aparece entre dos higueras, que está al Sur, y luego otro monte, y parece posar su punta extrema en el extremo horizonte, donde una abrupta cadena de montañas detiene la vista.

“¡Qué cosa más insólita!”.
“¡Mirad, mirad!”.
“Parece como si reuniera en un círculo a toda la tierra de Israel, y… ya… ¡fijaos!, ya hay una estrella y el Sol no se ha puesto todavía. ¡Qué estrella! ¡Reluce como un enorme diamante!…”.
“¡Y la Luna, allí, ya llena y aún faltaban tres días para que lo fuera! ¡Fijaos cómo resplandece!”.

Las mujeres irrumpen, alborozadas, con un “ovillejo” rosado entre cándidos paños.
¡Es maría, la Mamá! Una María pequeñita, que podría dormir en el círculo de los brazos de un niño; una María que al máximo tiene la longitud de un brazo, una cabecita de marfil teñido de rosa tenue, y unos labiecillos de carmín que ya no lloran sino que instintivamente quieren mamar (tan pequeñitos, que no se ve cómo van a poder tomar un pezón), y una naricita diminuta entre dos carrillitos redondetes. Si la estimulan abre los ojitos: dos pedacitos de ciel
o, dos puntitos inocentes y azules que miran, y no ven, entre sutiles pestañas de un rubio tan tenue que es casi rosa. También el vello de su cabeza redondita tiene una veladura entre rosada y rubia como ciertas mieles casi blancas.

Tiene por orejas dos conchitas rosadas y transparentes, perfectas; y por manitas… ¿qué son esas dos cositas que gesticulan y buscan la boca? Cerradas, como están, son dos capullos de rosa de musgo que hubieran hendido el verde de los sépalos y asomaran su seda rosa tenue; abiertas, como están ahora, dos joyeles de marfil apenas rosa, de alabastro apenas rosa, con cinco pálidos granates por uñitas. ¿Cómo podrán ser capaces de secar tanto llanto esas manitas?

¿Y los piececitos? ¿Dónde están? Por ahora son sólo pataditas escondidas entre los lienzos. Pero, he aquí que la pariente se sienta y la destapa… ¡Oh, los piececitos! De la largura aproximada de cuatro centímetros, tienen por planta una concha coralina; por dorso, una concha de nieve veteada de azul; sus deditos son obras maestras de escultura liliputiense, coronados también por pequeñas esquirlas de granate pálido. Me pregunto cómo podrán encontrarse sandalias tan pequeñas que valgan para esos piececitos de muñeca cuando den sus primeros pasos, y cómo podrán esos piececitos recorrer tan áspero camino y soportar tanto dolor bajo una cruz.

Pero esto ahora no se sabe. Se ríe o se sonríe de cómo menea los brazos y las piernas, de sus lindas piernecitas bien perfiladas, de los diminutos muslos, que, de tan gorditos como son, forman hoyuelos y aritos, de su barriguita (un cuenco invertido), de su pequeño tórax, perfecto, bajo cuya seda cándida se ve el movimiento de la respiración y se oye ciertamente – si, como hace el padre feliz ahora, en él se apoya la boca para dar un beso – latir un corazoncito… Un corazoncito que es el más bello que ha tenido, tiene y tendrá la tierra, el único corazón inmaculado de hombre.

¿Y la espalda? Ahora la giran y se ve el surco lumbar y luego los hombros, llenitos, y la nuca rosada, tan fuerte, que la cabecita se yergue sobre el arco de las vértebras diminutas, como la de un ave escrutadora en torno a sí del nuevo mundo que ve, y emite un gritito de protesta por ser mostrada en ese modo; Ella, la Pura y Casta, ante los ojos de tantos, Ella, que jamás volverá a ser vista desnuda por hombre alguno, la Toda Virgen, la Santa e Inmaculada. Tapad, tapad a este Capullo de azucena que nunca se abrirá en la tierra, y que dará, más hermoso aún que Ella, su Flor, sin dejar de ser capullo. Sólo en el Cielo la Azucena del Trino Señor abrirá todos sus pétalos. Porque allí arriba no existe vestigio de culpa que pudiera involuntariamente profanar ese candor. Porque allí arriba se trata de acoger, a la vista de todo el Empíreo, al Trino Dios – Padre, Hijo, Esposo – que ahora, dentro de pocos años, celado en un corazón sin mancha, vendrá a Ella.

De nuevo está envuelta en los lienzos y en los brazos de su padre terreno, al que asemeja. No ahora, que es un bosquejo de ser humano. Digo que le asemeja una vez hecha mujer. De la madre no refleja nada; del padre, el color de la piel y de los ojos, y, sin duda, también del pelo, que, si ahora son blancos, de joven eran ciertamente rubios a juzgar por las cejas. Del padre son las facciones – más perfectas y delicadas en Ella por ser mujer, ¡y qué Mujer! –; también del padre es la sonrisa y la mirada y el modo de moverse y la estatura. Pensando en Jesús como lo veo, considero que ha sido Ana la que ha dado su estatura a su Nieto, así como el color marfil más cargado de la piel; mientras que María no tiene esa presencia de Ana (que es como una palma alta y flexible), sino la finura del padre.

También las mujeres, mientras entran con Joaquín donde la madre feliz para devolverle a su hijita, hablan de la tormenta y del prodigio de la Luna, de la estrella, del enorme arco iris.

Ana sonríe ante un pensamiento propio: “Es la estrella” dice. “Su signo está en el cielo. ¡María, arco de paz! ¡María, estrella mía! ¡María, Luna pura! ¡María, perla nuestra!”.
“¿María la llamas?”.
“Sí. María, estrella y perla y luz y paz…”.
“Pero también quiere decir amargura… ¿No temes acarrearle alguna desventura?”.
“Dios está con Ella. Es suya desde antes de que existiera. Él la conducirá por sus vías y toda amargura se transformará en paradisíaca miel. Ahora sé de tu mamá… todavía un poco, antes de ser toda de Dios…”.
Y la visión termina en el primer sueño de Ana madre y de María recién nacida.